La gente suele decir que soy alguien difícil de tratar, pero no lo soy. Cada persona tiene sus límites.
Y el mío fue descubrir que mi novio me engañaba mientras sostenía entre mis brazos a la chica con la que lo hizo, dentro de un jacuzzi repleto de latas de cerveza.
Era viernes por la noche y sabía que el sábado por la mañana tendría clases de literatura eslava, pero el festival de poesía en el campus era lo más importante del semestre y yo me había ofrecido a leer unos poemas durante la apertura.
No se dejen engañar. Sí, era de poesía. Pero ninguno de nosotros era muy poético que digamos.
El presidente del centro de estudiantes improvisó una parrilla en el patio, los puestos de comida que se distribuían en cada piso reproducían en sus parlantes distintos temas de cumbia y un grupo de borrachos se amontonó alrededor del único pino.
—Parece como si el día de la independencia y halloween hubieran tenido un hijo no deseado —dijo Adrián contra mi oreja.
Alcé el rostro al oírlo. Él me sonrió y por el brillo de sus ojos supe que estaba a medio camino de emborracharse. La luz de las farolas en la acera se reflejó en uno de sus aretes en forma de sol. No supe si el otro estaba escondido entre su mata de cabello rojizo o si ya lo habría perdido.
Entre sus manos sostenía una hamburguesa a medio comer.
—Adrián, eres vegano —le recordé.
Él bajó la mirada a su hamburguesa como si acabara de recordar que la estaba comiendo e hizo una mueca de asco.
Le di una palmada en la espalda para consolarlo y con la otra mano alisé mi falda para que no se levantara.
Había salido a tomar aire fresco en lo que acababa la fiesta, pero el viento era terrible esa noche y mis piernas, únicamente abrigadas con unas medias, se estaban congelando.
—¡Eh, Jessica!
Un auto se detuvo frente a la entrada del edificio y nos tocó la bocina. Los dos levantamos la cabeza al mismo tiempo y la chica del volante nos sonrió. Alcancé a ver a más personas dentro del auto y la música que llegaba desde el interior del vehículo se mezcló con la que provenía del edificio a mis espaldas.
La reconocí como una de mis compañeras de clase.
—¡La fiesta sigue en el departamento de Cloe! —nos gritó para hacerse oír— ¿Vienes?
Ni siquiera lo tuve que pensar dos veces.
Adrián le entregó su media hamburguesa a alguien dentro del auto y nos apretujamos en los asientos traseros con calefacción.
El departamento de Cloe era grande y viejo. De esos con salones amplios y dormitorios extrañamente ubicados. La música retumbó en mis oídos mientras hice mi camino hasta la mesa con las bebidas y en algún momento de la noche perdí a mi amigo de vista.
—¿Cómo está mi youtuber favorita?
Cloe pasó un brazo por mi cintura y me pegó a ella para unirme a su grupo, que fumaba en el balcón. Ella olía a shampoo y cenizas, y me ofreció su cigarro. Cloe siempre mostraba entusiasmo por meterme a sus conversaciones.
—No soy youtuber —respondí con el cigarro entre mis labios.
Tenía un canal donde subía análisis de películas. Usualmente no enseñaba mi rostro hasta el final del video o durante los streams.
Cuando apenas entré a la carrera, creí que intentaban burlarse de mí. En algunos casos sí fue así, pero con el tiempo me di cuenta de que la mayoría de las personas no lo hacían. De verdad les maravillaba que ese fuera mi trabajo y suponía que era porque había cumplido el sueño de cualquier estudiante de arte: ser económicamente estable.
—¿Dónde está tu novio? —preguntó con interés.
—En casa —mentí.
Mi teléfono se sintió pesado en el bolsillo de mi chaqueta.
Seth me estaba evitando y no sabía por qué. No había respondido ninguno de mis mensajes en los últimos días y esa mañana desperté con su número bloqueado. Estaba molesta. En especial porque estuvo faltando a clases y no pude verle el rostro para decirle "¿Estás terminando conmigo, o qué?".
De repente mi teléfono vibró y lo saqué del bolsillo más rápido de lo que alguna vez admitiría. Le entregué el cigarro a Cloe y me aparté lo suficiente como para que ella no pudiera ver la pantalla de reojo.
De: Adrián
Ven al baño.
ASAP
Adrian ha compartido su ubicación
No pude evitar sentirme un poco decepcionada.
Y luego me preocupé.
Me despedí de los chicos con un gesto de la mano y busqué el baño mientras me imaginaba todo tipo de escenas en mi cabeza. ¿Quizá vomitó? ¿No hay papel? ¿Se le atoró el dedo en el botón del excusado?
Pasé por el medio de una pareja que se besaba delante de la puerta del baño y golpeé.
—¿Adrián?
Pegué mi oreja a la madera un momento. Me pareció escucharlo maldecir y luego algo destrabándose desde el otro lado antes de que se abriera la puerta.
Asomó su nariz y luego su rostro pecoso. Cuando me vio, me sonrió con los ojos cerrados.
—Tengo un problema.
—¿Qué has hecho?
—Creo que maté a alguien.
Parpadeé.
—A ver.
Di un paso para entrar y Adrián se separó de la puerta lo suficiente como para dejarme pasar.
Lo vi alejarse y caminar con nervios de un lado al otro mientras examiné el sitio.
El baño era pequeño y de techo alto, con azulejos negros y lavabo de mármol. No había tina, pero si un...
—¿Jacuzzi?
—Te dije que Cloe tenía dinero. Yo que tú aprovecho y me caso.
Eso no era todo. Dentro del jacuzzi, entre packs de latas de cerveza y refrescos, dormía una chica. Parecía de la misma edad que nosotros, pero no estaba segura. Su cabello, negro y espeso, cubría parte de su rostro.
Llevaba chaqueta de cuero, de esos ecológicos que están repletos de brillos y tachas, y pantalones negros rasgados. Se veía como el tipo de chica que, despierta, sabe cómo darte un puñetazo.
—¿Qué es eso?
—Una chica.
Le entrecerré los ojos
—Adrián ¿Qué has hecho?
—Te juro, Jessica... —Se tocó el pecho—. Que no he hecho nada. —Le echó una mirada al cuerpo inerte y luego la apartó, como si le diera impresión—. Estaba por salir cuando ella entró y me vio. Cuando se dio la vuelta para marcharse se cayó y quedó así.
—¿Y cayó en el jacuzzi o qué?
—Se me hizo que iba a estar más cómoda que en el suelo. Perdóname si no todos somos perfectos como tú —respondió ofendido. Se acercó para examinar a la chica y el enfado se le esfumó para ser reemplazado por preocupación—. ¿Qué hacemos?
—¿Hacemos? ¿En plural? —dije, pero aún así también me acerqué para ver a la chica.
Fuera, alguien comenzó a golpear.
—¡Ocupado! —gritamos los dos al mismo tiempo.
Le aparté el cabello del rostro y le puse la mano cerca de la nariz. Ella estaba respirando, al menos.
—No sé qué hacer. No soy médico, Adrián.
—Pues somos todos de la facultad ¿No? —respondió como si fuera obvio— Alguien de la fiesta tiene que estar estudiando medicina.
—¿De la fiesta de la facultad de artes? —Pasé el brazo de la muchacha por detrás de mis hombros para levantarla—. Ayúdame a sacarla. Vamos a buscarle un cuarto, o algo.
En ese momento pasaron varias cosas al mismo tiempo: Adrián se acercó para ayudarme, el teléfono de la chica comenzó a sonar, ella abrió los ojos, gritó y me empujó. Yo también grité. Caí dentro del jacuzzi y, antes de que pudiera moverme, ella cayó sobre mí.
Sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones. Ella no se veía en mejor estado que yo y el timbre de su teléfono aún seguía sonando.
—¿Estás bien? —pregunté desorientada.
Tanteé el suelo del jacuzzi con la mano hasta que di con el móvil y colgué.
O eso pensé, porque una voz masculina comenzó a hablar desde el altavoz.
—Alex, maldita sea —saludó desde algún lado. Su voz me resultó muy familiar—. No puedes hacer un escándalo así sólo porque no te he contestado los mensajes.
—¿Seth?
—¿Jessica?
Levanté el teléfono. No era el mío, pero en la pantalla sí estaba la foto de perfil de mi adorado novio.
Antes de que pudiera siquiera elaborar un pensamiento, él colgó.
El teléfono se bloqueó. Lo solté y busqué el mío para llamarlo. Ni siquiera hubo tono de llamada: fue al buzón de inmediato.
—¿Ustedes dos se conocen? —preguntó la chica, aún sobre mí.
Ahora tenía los ojos abiertos y la espalda recargada contra mi pecho, como si no pensara en moverse. Me dedicó una mirada perezosa detrás de sus largas pestañas oscuras.
—Es mi novio —dije y la empujé. Ella cayó de culo a mi lado y se quejó. Intenté pasar por encima de ella para salir de ahí—. O lo era, porque a partir de ahora...
—Estás bromeando ¿No? —preguntó y yo me congelé—. Él es mi novio.
-.-.-.-.-
Holaaa ¿Cómo están?
Espero que súper bien y que hayan tenido una bonita semana.
Acá estamos otra vez, con una nueva historia. Bienvenidos a mis nuevos lectores y a los viejos también! Espero que hayan disfrutado el primer capítulo.
Les dejo una plantilla para que puedan compartir en redes lo que les va pareciendo la historia. No olviden etiquetarme así lo comparto!
Les dejo unas ilustraciones de Jess y de Alex para que las conozcan mejor y con eso me despido.
Baai.