Elizabeth había logrado evitar el tema de mudarse durante más de un mes. Cada vez que Rachel lo sacaba a relucir, decía que todavía estaba pensando en ello. Él se preocupó por ella. Parecía estar peor. Elizabeth fue a las reuniones semanales y mantuvo su cita de café después de la reunión. Incluso lograron varias citas de juego para los niños. Cada vez que Rachel necesitaba hablar, se volvía hacia ella, y viceversa. Se apoyó cada vez menos en sus amigos. Todavía hablaba con ellos, pero los detalles, las pequeñas cosas que nadie más podía entender, las compartió sólo con la rubia.
Se acostumbró a las ocasionales llamadas telefónicas largas. Poco después de la reunión en la casa de Scotti, hablaron durante horas sobre sus cónyuges, sus pertenencias y soltarlas. Era hora, acordaron dejarlo ir. No podrían seguir adelante si se aferraban tan firmemente. Así que hicieron un pacto para dejarlo ir juntos. Sería más fácil de esa manera.
Esa noche, Rachel se fue a casa y con la ayuda de sus amigos, se deshizo de todas las cajas y artículos que guardó en el sótano. Sólo guardaba lo esencial, como fotos y recuerdos. Todo lo demás lo dejó ir. Lloró casi todo el tiempo. Hubo momentos en los que luchó con Snake, tratando desesperadamente de quitarle las cajas, pero Scotti y Snake no se rindieron. Fue difícil, pero tenía que hacerlo. Se quedó dormido esa noche, llorando por teléfono con Elizabeth. Ella parecía tomarlo mejor de lo que él. Pero estaba agradecido de no estar solo. En cierto modo, le hizo sentir más conectado con ella. Haber compartido un momento tan significativo.
Relató la experiencia en terapia. El grupo lo había aplaudido y animado. Estaba orgulloso, estaba progresando. Elizabeth no habló ni interactuó mucho en las reuniones, pero todavía estaba agradecido de tenerla allí. De hecho, no habló mucho de su vida en absoluto. Realmente se centraron en él.
Pero hoy, cerca del sexto aniversario del accidente, Rachel se sintió débil. Necesitaba a su amiga. Me preguntaba si sentía lo mismo. Después de un par de horas de no responder, decidió volver a llamar, pero no hubo respuesta. Su preocupación estaba empezando a enfermarlo, sabiendo que la rubia todavía estaba profundizando en peligrosos mecanismos de afrontamiento. Él decidió conducir a su casa y comprobarla.
Cuando llegó, vio su coche, pero nadie respondió. Intentó la puerta y estaba abierta, inusual como ella siempre la cerraba.
—¿Liz? ¿Estás aquí? —gritó a la casa. No hubo respuesta. Cerró la puerta detrás de él y buscó por la casa, tratando de encontrarla.
Vio más papeles apilados en la mesa, varias botellas de vidrio vacías en el cubo de basura. Entró en pánico mientras caminaba por la casa, llamándola. Encontró su dormitorio y se sorprendió por el desastre interior. La cama estaba arruinada, sábanas tiradas por todas partes. La ropa estaba esparcida por el suelo. Su mesa de noche estaba cubierta de pañuelos usados, varias botellas de recetas, botellas de licor vacías. Se enojó. Sabía que ella no estaba completamente bien, pero no tenía idea de que fuera tan malo.
—¿Elizabeth? —gritó una vez más antes de escuchar un ruido desde el sótano. Se abrió camino por los escalones con cautela, encontrando a la mujer sentada en el suelo llorando, varias cajas a su alrededor. A medida que se acercaba, podía ver fotos de Caleb, ropa, recuerdos. Entonces se dio cuenta. Ellos había hecho un pacto, dejar ir juntos y ella había mentido.
—Elizabeth... —susurró. Estaba tratando de mantener la calma, una ráfaga de emociones que lo inundaban. Saltó de su lugar, lágrimas rayando su cara.
—Rachel —respiró conmocionada.
—¿Qué pasó con dejarlo ir?
—Simplemente... no pude.
—¡Dijiste que lo habías logrado! —empezó a gritar—. ¡Yo lo hice! Y pensé que lo hacíamos juntos, pero tú... —se pasó las manos por el pelo, tratando desesperadamente de calmarse—. Me mentiste. Y me hiciste hacer esto solo mientras fingías estar allí, entender.
–¡No! —suplicó, Rachel se alejó, dando pasos rápidos a medida que avanzaba—. No, Rachel. Por favor. ¡Lo intenté, lo hice! Simplemente... no soy tan fuerte como tú —la rubia lloraba de todo corazón.
Todo lo que Rachel podía sentir era traición y decepción. Tuvo que irse, irse antes de decir o hacer algo de lo que se arrepentiría. Él huyó de la casa y se fue a toda prisa, dejando a Elizabeth llorando en su sótano entre sus cosas.
Rachel luchó con sus emociones mientras estaba sentado en el hospital. Era el día de la reunión, pero no estaba. En cambio, se sentó en una silla en una habitación en la sala de emergencias, mirando a Elizabeth inconsciente en la cama. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado sentado allí, horas, tal vez días.
Había recibido una llamada telefónica el día después de la discusión. Él dudaba en responder a su llamada, pero tenía que hacerlo. Dijo que estaría allí para ella y no importa lo enojado y herido que estuviera, siempre se preocuparía. Pero cuando respondió, no era la voz de Elizabeth en el otro extremo de la línea.
—¿Sí? —preguntó, su tono se cortó.
—¿Rachel? —la voz de Tommy sonó por teléfono. El comportamiento del pelinegro cambió inmediatamente, escuchando la voz temblorosa del niño en la otra línea.
—¿Tommy? ¿Qué pasa? ¿Dónde está tu madre? —Rachel intentó mantener la calma, pero su propio pánico se infiltraba. Miró a Scotti, sentado a su lado.
—Ella no despierta —la voz del rubio tembló mientras trataba de combatir las lágrimas. Rachel saltó del sillón, haciendo señas a su amigo para que lo siguiera.
—Voy ahora mismo. Quédate al teléfono conmigo, ¿de acuerdo? —mientras conducían, el bajista habló con Tom, tratando de mantenerlo tranquilo. Scotti conducía mucho más allá de los límites de velocidad para apresurarse a la casa de Elizabeth, Rachel proporcionando direcciones mientras avanzaban.
Deshidratación, malnutrición, sobredosis accidental, intoxicación por alcohol. El médico enumeró cada dolencia que estaba plagando Elizabeth. Rachel se reprendió a sí mismo. Vio las señales, sabía lo que estaba sucediendo. Pero él no lo detuvo, y la dejó lidiar con ello por su cuenta. Su culpa torció su interior en algo irreconocible mientras continuaba sentándose y mirándola fijamente en la cama, dispuesta a despertar.
Finalmente estaba empezando a sanar de la pérdida de Roxxi, para lidiar con ella. Pero ahora, casi perdiendo Elizabeth, lo sintió todo de nuevo. Ella significaba más para él de lo que él se daba cuenta. Ella había crecido hasta convertirse en una piedra angular de su vida. Él estaba sanando por ella, por su ayuda, su guía, su luz. Pero él no tenía idea de que ella estaba tomando cualquier fuerza que tuviera para ayudarlo, sin dejar nada para sí misma. Él no podía perderla. La culpa y el dolor de todo esto hicieron que todo fuera amargo. Pero él estaba decidido a ser fuerte, a estar allí para ella. Él le devolvería esa fuerza si fuera lo último que hiciera. Ella se merecía tanto. Ella quiso decir eso mucho.
Scotti y Carla tomaron las riendas. Rachel trató de discutir, pero la esposa de su amigo fue inflexible. Sus amigos, su familia, estaban heridos y desmoronados, y ella no lo toleraría. Así que tomó el control, tomó decisiones y dio instrucciones para que todos las siguieran. Ambos hombres estaban sorprendidos por su fuerza y convicciones. Su amor por su familia y amigos, no conocía límites. Llevaron a Tommy a su casa. Ni siquiera lo dudó, era simplemente lo que había que hacer.
Carla organizó empacar las cosas de Elizabeth. Todo se trasladó a la casa del bajista. Casi todo fue al sótano, pero lo esencial se instaló en la habitación de huéspedes. La pelinegra hizo todo lo posible para hacer de esa habitación un santuario para la rubia. Incluso compró algunos muebles, ropa, lo que sintiera que podría ser necesario. Debido al estado inconsciente de Elizabeth y la falta de familia, carla obtuvo un poder notarial para ella. Ella y Scotti trabajaron para pagar las facturas vencidas, resolver sus asuntos. El banco se apoderó de la casa. Danneel pensó que era lo mejor. Elizabeth estaba pagando demasiado por ello, la casa no estaba en condiciones de ser un buen hogar, y si Carla estuviera su lugar, se había imaginado que estar allí sólo causaría más dolor y pena.
—Te odiará, cielo —le dijo Scotti a su esposa mientras continuaba con su misión—. Ella te gritará sin parar, te dirá que no tenías derecho.
—Qué me odie, no me importa eso —se encogió de hombros—. No se trata de mí, Scott. Se trata de ella. Puede que no quiera esto, pero lo necesita. Y voy a hacer todo lo que pueda por ella. Si no la ayudamos, luchar por ella, ¿quién lo hará?
Rachel se enjugó las lágrimas de sus ojos, recordando las conversaciones con la chica. Se sintió verdaderamente bendecido de tener gente tan maravillosa en su vida. Y también quería eso para Elizabeth. Se levantó de su silla y caminó hacia la cama, mirando hacia la rubia. Su color estaba mejorando, parecía tranquila. Él bajó la mano y apretó su mano en la suya.
—Estoy aquí. No estás sola, Liz. Estoy aquí, y no me iré a ninguna parte.
Dentro de muy poco esta historia se acabara ):
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