Adicción || EDITANDO

Door maybasswriter

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Cath no es la típica joven a la que vas a encontrar en los pasillos de la escuela cantando una dulce melodía... Meer

Adicción.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciseis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta.
Capítulo treinta y uno.
Capítulo treinta y dos.
Capítulo treinta y tres.
Capítulo treinta y cuatro.

Capítulo once.

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Door maybasswriter




Mia estaba peleando con su padre por teléfono mientras Ethan esperaba sentado en su cama, con la cabeza un poco inclinada y los labios mostrando una ligera abertura dando la sensación que en cualquier momento arrebataría el teléfono de las manos de su novia y resolvería lo que fuera que estuviera pasando por él mismo.

La parte de la habitación que pertenecía a Ethan era algo recargada; poseía afiches de diversas mujeres por muchas partes y cuadros con fotografías abstractas por muchas otras. Era lo contrario a la parte de Thomas, que parecía haber sido limpiada hace dos segundos; su cama permanecía en un perfecto blanco y sólo se lograba asomar una revista y una novela como las que leía mi madre cuando en realidad estaba cansada.

-Listo- suspiró Mia mientras lanzaba su móvil a un costado de Ethan.

-No te preocupes, ya pasará- Ethan trató de calmar la situación con un pequeña sonrisa.

-No es cierto- pronunció Thomas entre dientes con un tono burlón.

Yo permanecía estática entre las dos camas, observando cómo una pelirroja respiraba más acelerado de lo normal, el que decía ser su novio la cubría entre sus brazos y cómo al otro de la habitación todo se hacía un poco más frío con un pelinegro y un cigarrillo encendido. Me acerqué hacia el mundo y con sumo cuidado me senté en la orilla de la cama blanca perfectamente estirada.

-Deja de empeorar las cosas- pronuncié en un tono que sólo escuchara él.

-Es la realidad- pronunció en el mismo tono.

-Las cosas siempre son momentáneas, lo que sea que está pasando no durará más de dos horas-

-Tu realidad suele ser muy diferente a la de los demás, señorita perfecta. A veces, prefieres estar en un centro de rehabilitación que en tu propia casa-

-No sabes lo que dices- acomodé mi cabello.

-Tampoco quiero saberlo- en sus ojos había algo diferente.

No me odiaba, y yo lo sabía porque tal vez, sólo tal vez, yo no lo odiaba a él. Pero, aún después de dos semanas, no comprendía qué era esa sensación que se acumulaba en mi pecho cada vez que me retaba; se reducía, puede que dolía. También dicen que duele afrontar la realidad de lo que quieres cuando estás roto, muchas veces dudas de si alguna vez lograrán reconstruirte.

-Vamos a la fiesta de hoy- Ethan trataba de cambiar el tema de conversación mientras Mia estaba al borde del colapso.

-No creo que debamos ir- Mia nos miró a todos.

-No me gustan las fiestas- apoyé la idea de faltar a la fiesta.

-Una alcohólica que no le gusta ir a fiesta- Thomas ahora se estaba riendo.

Echaba su cabeza hacia atrás y de sus mejillas escapaban dos pequeños dobleces que pretendían convertirse en hoyuelos. De nuevo estaba ahí ese dolor en mi pecho, se mezclaba con todo la rabia que sentía por él en ese preciso momento.

-¡Basta!- Mia aventó una mano al aire.

        -No es mi culpa- levanté mis hombros en señal de paz.

-Es de los dos- nos señaló Ethan.

-Actúan como si fueran el día y la noche- Mia seguía la corriente.

-No pueden permanecer en la misma habitación ni por dos insignificantes horas-

-Me voy- Thomas se levantó de golpe y tomó su suéter gris.

-No- lo detuve- yo me voy- me acerqué a la puerta y él colocó una de sus manos en mi hombro, al instante la retiró como si algo le quemara.

-Te dije que me iba- colocó su suéter sobre su hombro mostrando algo de su abdomen mientras levantaba su brazo, había una especie de mancha en la pequeña porción que mostró, pero todo fue tan rápido que no logré descifrarlo -Y no te quiero ver cerca- cerró la puerta en mis narices.

Ethan se levantó de la cama y colocó una de sus manos sobre mi hombro.

-Él no lo hace a propósito- me miraba con un poco de lástima.

-No me importa lo que hace- quité su mano de mi hombro.

-¡Mentirosa!- gritó Mia mientras se reía.

-Dejen de creer que nos importamos el uno al otro-

-Nunca dijimos eso- Mia se estaba levantando de la cama.

-Está bien- me senté en la cama de Thomas mientras inhalaba profundamente - él sólo hace las cosas un poco más difíciles por aquí-

Ahora Ethan compartía miradas con Mia que mostraban cómo ocultaban un pequeño secreto, un secreto donde la protagonista no sabía cuál era, y la protagonista era yo. Por un instante no sólo quise saberlo, también quise compartir un secreto, algo que guardar con alguien para sentirme importante.

-Nos vemos en un rato- se despidió Mia mientras arrastraba a Ethan.

Cerraron la puerta y me dejaron así, sola en la habitación compartida de los chicos. Me levanté de la cama y fui al lado de Ethan; todos los afiches ya comenzaban a despegarse y algunos cigarrillos estaban tirados en el suelo, tomé uno y lo coloqué en la comisura de mis labios mientras me encaminaba al lado de Thomas; abrí un pequeño cajón y para mi sorpresa, en lugar de encontrarme con cigarrillos o encendedores sólo conseguí una vieja edición de Don Quijote, lo tomé entre mis manos y me recosté en su cama soltando el cigarrillo sin encender, lo abrí en la primera página y comencé a leer, a medida que avanzaba el libro el sueño comenzaba a adueñarse de mí, hasta que me perdí en el sueño o en un jardín.

Las flores parecían recién plantadas y los viejos columpios todavía rechinaban. La casa parecía haber sido pintada y las plantas de afuera ya no estaban, en lugar de eso sólo había una pancarta, tenía escrita en tinta roja y corrida "EN VENTA."

Mi madre tenía dos maletas en sus manos y el camión se llevaba lo que alguna vez fue mío, la mujer que me regaló la vida ahora se encontraba caminando cuesta arriba y sus pasos se hacían mucho más lentos.

"¡Mamá!" trataba que me escuchara, pero era imposible. "¡Mamá!" volví a gritar. "¡Mamá!" una vez más y ella desapareció.

Abrí los ojos de golpe y sentí como pequeñas lágrimas recorrían mi cuello.

-¿Qué pasó con tu madre?- la voz de Thomas se hacía presente.

Estaba sentado en una silla y la vieja edición de Don Quijote se encontraba sobre sus piernas.

-Nada- tomé mi cabello entre las manos- ¿Qué haces aquí?- pronuncié despacio.

-Es mi habitación- hizo un ademán con sus manos de señalar algo -Y esa es mi cama- me señaló a mí.

-Está bien- me levanté de la cama y me acerqué a la puerta.

-Te puedes quedar- su expresión había cambiado por completo.

-No hace falta que seas cordial por obligación- ahora tomé la manija entre mis frágiles dedos y giré de ella para dirigirme a mí habitación.

Cuando traté abrir la puerta me di cuenta que había olvidado mis llaves, así que, con pasos resignados me paré frente a la puerta número cincuenta y nueve, la habitación de Thomas, toqué con miedo de que hubiera respuesta.

-Pasa- en menos de dos segundos ya se encontraba en frente de mí.

-Sólo olvidé mis llaves- resoplé.

-Por favor, pasa. Hoy es día de brujas y no sabes qué te podría aparecer- una pequeña sonrisa se escapaba de sus labios.

-Los demonios andan sueltos- me adentré a su habitación.

-No hace falta que sea finales de octubre para que los demonios estén sueltos- se sentó en la cama y golpeó un sitio a su lado.

Me senté en la cama de Ethan, era preferible mantener distancia.

-La noche está fría- se frotó los brazos por encima de su suéter.

-Las brujas repartieron polvo helado por la ciudad para congelar los corazones de algunos demonios- solté una pequeña risa.

Él se mantuvo serio y su mirada emanaba algo más, siempre algo más. Lo acompañé con su juego de miradas pero estaba segura que iba a terminar quemada.

-¿Dónde están los demás?- traté de cambiar el tema de conversación.

-En la fiesta-

-Mia dijo que no quería ir- froté mis brazos gracias a la temperatura.

-La gente siempre dice cosas- Thomas levantó los hombros y posó su mirada en una vieja foto de la que supongo era su familia.

Me quedé en silencio, a veces simplemente no hay nada qué decir.

-¿Quieres ir a la fiesta?- ahora me miraba a mí.

-Thomas Nolan me está invitando a salir- le regalé una sonrisa de lado.

-Catherine Wall está pensando que la invito a salir- me regaló la misma sonrisa.

-No. No quiero ir- me recosté en la cama.

-En ese caso- ahora se encontraba parado al lado de la cama- tengo algo que mostrarte- me tendió la mano.

-El hechizo se rompe a las doce, querido caballero- acepté su mano.

-Entonces, disfrutemos lo que nos queda- salimos corriendo mientras pequeñas risas se escapaban por el aire.

El frío aire de la noche se colaba entre mis fosas nasales, el mismo jugaba con mi cabello más de lo que Thomas jugaba con mi mano. Thomas todavía estaba riendo, era de esos pocos momentos en los que puedes ver a un niño dentro de un demonio. Estábamos a punto de llegar a la salida del FS.

-No creo que deberíamos salir del centro- me detuve en seco.

-¿Desde cuándo Catherine Wall tiene miedo de romper una que otra regla?- él seguía siendo el mismo niño que corría.

Ahora la niña que llevaba dentro estaba junto con él. Me tendió la mano de nuevo y salimos en busca de una aventura, no había rastro de alguna edificación o siquiera alguna vivienda, estábamos en medio de la nada siendo nada. A lo lejos se podía divisar un puente.

-Ese es nuestro destino- tenía una sonrisa de satisfacción que nunca creí poder verle.

-Un viejo puente- me eché a reír.

-No te rías de mi viejo puente- una suave risa se mezcló con la mía.

-Está muy lejos, Nolan- traté de tranquilizarme para tomar algo de aire.

-Ven-me dio la espalda- sube-

-De caballero a caballo-

-Un caballero siempre estará dispuesto a convertirse en caballo por su princesa- estaba disfrutando del momento.

-Soy una princesa-  con eso me subí a su espalda.

-De las más bonitas- comenzó a dar vueltas y después salió corriendo hacia donde el viento no nos alcanzara.

-A las doce se rompe el hechizo- repetí mientras apoyaba mi cabeza en uno de sus hombros.

-A las doce las princesas vuelven a ser brujas- redujo la velocidad.

-Tal vez el día de brujas las brujas se convierten en princesas- me aferré a él.

Él mantenía la vista fija en aquel puente mientras susurraba 《Tal vez...》

Unos tres kilómetros más adelante ya habíamos encontrado nuestro destino. El puente no era tan viejo como parecía y la vista panorámica era exquisita, de las que pocas veces se ven.

-Aquí estamos- Thomas respiró profundamente.

-Es hermoso- apoyé mis brazos sobre el la pequeña cerca que me impedía ser parte de ese perfecto mar.

-Todavía trato de descifrar qué es lo más hermoso-

La vista panorámica desde allí era fascinante, me cautivaba. Sentía que desde allí nadie me podía llevar hacia donde ellos querían que estuviera, sentía que la vida tomaba sentido, sentía que preferiría embriagarme en esto en lugar  que en alcohol. Y no estaba muy alto que digamos, sólo ahí, ante sus ojos.

-¿El hada madrina no nos puede conceder unas horas más?- preguntó con cierta tristeza.

-No le concedió ni unos segundos a cenicienta siendo tan buena, ¿Cómo nos va a conceder horas siendo nosotros?-

-Está bien- resopló.

-Mañana todo seguirá igual- le advertí.

-Para ti todo seguirá igual-

-También debe estarlo para ti-

-¿Por qué? ¿Crees que sabes lo que está bien para los dos?-

-Claro que lo sé. Odiarnos- retiré mis manos de donde estaban sujetas –Eso es lo único que he hecho bien hasta ahora-

-Sabes que no te odio- posó sus manos en mis caderas -y yo sé que no me odias-

Cerré los ojos un momento.

-No lo hago- susurré -pero debería hacerlo-

-Hay muchas cosas que deberíamos que no podríamos cumplir-

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