La Biblia de los Bastardos

By theravenmoon_

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Un demonio que busca su muerte. Un ángel que solo quiere darle color a su monótona vida. Donde el pecado y l... More

𝔈𝔵𝔬𝔯𝔡𝔦𝔬
𝔈𝔰𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔣𝔯𝔞𝔤𝔦𝔩𝔢𝔰
𝔘𝔫 𝔰𝔞𝔩𝔪𝔬 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔡𝔢𝔰𝔡𝔦𝔠𝔥𝔞𝔡𝔬𝔰
𝔘𝔫𝔞 𝔞𝔩𝔞𝔟𝔞𝔫𝔷𝔞 𝔞 𝔮𝔲𝔦𝔢𝔫𝔢𝔰 𝔢𝔰𝔠𝔲𝔠𝔥𝔞𝔫
† 𝔓𝔯𝔬𝔪𝔬 𝔳𝔦𝔡𝔢𝔬 †
𝔈𝔩 𝔭𝔞𝔯𝔞𝔧𝔢 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔈𝔩 𝔭𝔯𝔬𝔳𝔢𝔯𝔟𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔫𝔣𝔢𝔩𝔦𝔠𝔢𝔰
𝔒𝔯𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔦𝔡𝔬𝔰
𝔈𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔞𝔪𝔞𝔫𝔱𝔢𝔰
𝔄𝔪𝔬𝔯 𝔡𝔢𝔩 𝔪𝔞𝔰 𝔰𝔞𝔟𝔦𝔬
𝔏𝔞 𝔞𝔩𝔞𝔟𝔞𝔫𝔷𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔦𝔫𝔠𝔦𝔭𝔢 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔈𝔫𝔳𝔦𝔡𝔦𝔞
𝔏𝔞 𝔈𝔩𝔢𝔤𝔦𝔞 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔅𝔯𝔲𝔧𝔞
𝔈𝔩 𝔰𝔞𝔠𝔯𝔞𝔪𝔢𝔫𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔪𝔭𝔲𝔯𝔬𝔰
𝔏𝔞 𝔢𝔤𝔩𝔬𝔤𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔠𝔯𝔢𝔶𝔢𝔫𝔱𝔢
𝔈𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔅𝔞𝔰𝔱𝔞𝔯𝔡𝔬𝔰
𝔘𝔫𝔞 𝔠𝔞𝔯𝔱𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔫𝔤𝔢𝔫𝔲𝔬𝔰
𝔈𝔩 𝔞𝔪𝔬𝔯 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔘𝔫 𝔭𝔬𝔢𝔪𝔞 𝔡𝔢 𝔦𝔯𝔞 𝔶 𝔱𝔯𝔦𝔰𝔱𝔢𝔷𝔞

ℭ𝔞𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔮𝔲𝔦𝔢𝔫 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔱𝔢

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By theravenmoon_

Capítulo IV

Cantos de quien siente

Cuando Harry volvió al cielo fue gratamente recibido —como siempre— por los inquietos y juguetones querubines, seres con características muy similares a diferentes animales del reino mundano. Estos se amontonaban a su alrededor entre revoloteos y saltos, divirtiendo un poco al ángel en su trayecto.

Cruzó el Segundo Cielo, el hábitat de estos seres aparentemente incontrolables, y se dirigió rápidamente al Tercer Cielo donde esperaba obtener un poco de paz para lograr poner en orden todos aquellos salvajes pensamientos que de alguna forma conseguían atormentarlo. Y Harry sabía que solo había un culpable para ello, y ese culpable era un bello ser de ojos azules.

Finalmente llegó a aquellas hermosas ruinas que resguardaban horribles recuerdos, y que aun así se mantenían firmes con arrogancia.

El avistamiento de un hombre pálido y alto fue totalmente inesperado, sin embargo para el ángel de ojos verdes siempre era grato ver a su hermano, aunque éste fuera inoportuno.

–Altiorem, no sabía que se encontraba aquí— el ángel hizo una pequeña reverencia ante el arcángel, quien se volteó enseguida con delicadeza en sus movimientos.

El hombre sonrió con resignación al percibir la formalidad en su tono.

–Harry, te he dicho que no tienes por qué tratarme así, somos amigos ¿no? — preguntó ladeando un poco la cabeza.

El rizado no dudó en contestar.

–Por supuesto, discúlpame— volvió a hacer una pequeña reverencia, provocando una ligera risa en su superior.

Zedekiel siempre reía o sonreía, hacía cosas que Harry no lograba entender. La beatitud de su ser confundía profundamente al ángel que honestamente se esforzaba por comprender más nunca lo lograba.

–Me disculpo por usurpar tu espacio— aclaró con timidez.

Harry negó de inmediato.

–No, no, está bien— dijo mientras tomaba asiento en una columna que había caído junto al templo siglos antes. Zedekiel lo acompañó.

–En realidad, me encontraba buscándote— confesó el arcángel.

–¿A mí? Si necesita algo, altio- — se detuvo al ver la mirada de reproche en su amigo —Es decir, si necesitas algo, estoy gustoso en ayudarte, Zedekiel— corrigió, el arcángel lo miró agradecido.

–Lo sé, ángel. Pero solo te buscaba puesto que no te he visto mucho últimamente, y no has venido aquí— dijo mirando a su alrededor.

–Lo sé— murmuró el rizado.

Se cuestionaba cómo podría reaccionar el arcángel si supiera que ha estado viajando al mundo humano, y más aún, se ha estado viendo con un demonio. Creía que en definitiva no era una buena idea comentarle, sin embargo, nunca sería capaz de mentirle, ni a un superior, ni a nadie.

Zedekiel, testigo de la batalla interna y el tormento que eso provocaba en el ángel se apresuró a hablar.

–No necesito justificaciones, Harry— su voz era suave acompañada por una ligera sonrisa —Solo... me siento feliz, por ti.

Aquello descolocó por completo al ojiverde, quien frunciendo el ceño con confusión quiso saber la razón de su dicha.

–¿Por mí? — cuestionó.

Zedekiel asintió con la cabeza.

–Sí, no creas que no lo he notado, las estrellas en tus ojos que antes eran opacadas por densa niebla solo me dicen que cumpliste tu promesa— dijo, llevó su mano a la mejilla del ángel que se encontraba sorprendido y depositó una pequeña caricia —Has mejorado, y eso me llena de un inmenso orgullo, Darciel.

Harry tragó saliva y desvió la mirada, verdaderamente le hubiera encantado desaparecer en ese momento, pero eso no ocurrió. Y es que, su traicionera mente solo podía conducirlo a un lugar, un divino mar de tonos azules, enredaderas castañas que caían arrogantes, y una voz. Oh, aquella voz que llenaba el vacío en su ser con una facilidad alarmante.

La imagen de un hermoso demonio que sin modestia alguna le arrebataba la respiración.

Una última frase de Zedekiel se clavó en su alma a fuego eterno, asustándolo, condenándolo sin saberlo.

"Tal vez un día puedas sonreír, Harry".

La nieve caía con lentitud, Harry y Louis estaban sentados uno al lado del otro justo a la sombra de un árbol cubierto por una fina capa de blanco, el hielo cristalizado en sus ramas lo hacían lucir celestial, hermoso entre un paraje de árboles totalmente congelados. En frente de ellos se distinguía el final de una cascada, su agua congelada brillando ante la luz del sol, hacía frío más sin embargo ni el ángel ni el demonio podían realmente sentirlo.

Suavemente, y casi pasando desapercibido, el ángel posó su cabeza sobre el hombro de Louis con elegancia, éste correspondiendo su acto afectivo dejando caer su mentón sobre la cabeza llena de rizos.

Pronto Harry y Louis habían descubierto cuán placenteras eran aquellas caricias, dulces roces que resultaban cálidos en sus corazones, agitándolos con fuerza en un acto de absoluta rebeldía.

El sentimiento era ameno, y aunque eran conscientes de la gravedad de sus acciones, lo que éstas provocaban en ellos los hacía sentir tan dichosos como hace tanto tiempo ninguno se sentía, que decidieron ser egoístas y simplemente dejar que la calidez fluyera en ellos en medio de tan tormentoso invierno.

De nuevo, el ángel de ojos verdes y el demonio con fanales azules se decretaron a sí mismos pecadores de un imperdonable sacrilegio.

Y pensando en ello Louis miraba al ángel, lo ha estado mirando muy seguido últimamente, sus divinos ojos verdes, sus rizos castaños como el cobre, sus labios rojos y sus mejillas rosadas. Era un ser celestial y hermoso, tanto que a veces abrumaba a un simple demonio como él.

Bajó su mirada admirando lo cerca que estaban sus manos, ya la ha tomado una vez, y deseaba volver a hacerlo. Lentamente acercó sus dedos hasta rozarlos con los de Harry, quien solo miró el atrevido acto de Louis, el demonio apartó la mano enseguida.

–No, por favor no te alejes— murmuró el ojiverde acercando su mano a la del ente, afianzando su agarre.

–No lo haré— habló suave mientras hacía más presión en sus manos entrelazadas.

–Antes hacía mucho frío, y ahora, es cálido— siguió Harry mirando el azul en sus ojos —Tú lo haces cálido.

Las dulces palabras son almacenadas en el latiente corazón del demonio, quien como acto reflejo alza un poco las comisuras de sus labios formando una pequeña sonrisa, una que hace latir el corazón del ser angelical.

Y Louis se siente tan ligero, tan venturoso y sano consigo mismo, que acerca su rostro al de Harry hasta que sus frentes están juntas, y entonces roza delicadamente su nariz con la de su acompañante, brindándole una pequeña muestra de cariño.

Y Harry corresponde su acto, consciente del bello beso esquimal proporcionado por Louis.

A decir verdad, ninguno de los dos sabe exactamente cuánto tiempo pasó, pero sus manos seguían entrelazadas y la cabeza de Harry seguía reposada en el hombro de Louis, estando tan cerca que ambos temían realizar algún movimiento brusco y alterar al otro.

Harry, quien hasta ahora había mantenido los ojos cerrados, decidió mirar los zafiros en la mirada del demonio. Se sentía tan cómodo y cálido que en serio no quería alejarse, no quería alejarse de Louis, ni de su tacto, ni de su ser.

Y cuando esos pensamientos revoloteaban en su mente no podía ignorar el flechazo de ardor en un pecho, que crecía y se posaba en la espalda alta, sabía que el fuego en su ser no podía ser otra cosa más que una advertencia que negligentemente decidía ignorar. Por su bien, se repetía, porque le había prometido a Zedekiel que buscaría la forma de estar bien, y tal vez ya la había encontrado. El problema era que ahora se sentía condenado, sometido por un divino azul más hermoso que cualquier cosa, más brillante que cualquier galaxia, prohibido cuan fruto de Edén.

Y Harry había perdido la cabeza, lo supo en cuanto aquel apotegma no le importó en lo más mínimo y atrevidamente se acurrucaba junto a un ser demoniaco.

Y tal vez el ángel quería llorar, tal vez quería sonreír, o tal vez solo deseaba gritar y sacar de su alma toda la agonía que había almacenado por tanto tiempo que se le hacía pesada e incómoda, bien había descrito, como llevar cadenas.

De alguna forma, temía que Louis quitara esas cadenas, como si no hubiera empezado a hacerlo ya.

El demonio soltó un ligero suspiro dejando caer sus parpados suavemente.

–¿Cómo es el cielo? — preguntó entonces.

El hombre lo pensó durante unos minutos antes de responder.

–Hermoso— contestó con simpleza.

Louis sonrió ligeramente, mirando sus ojos verdes con una ceja alzada.

–Háblame más— reclamó con reproche.

–¿Qué quieres saber? — cuestionó en un suspiro.

–¿Es como en los pergaminos? — preguntó emocionado —Ya sabes, en los pergaminos que están en el Infierno de Ignis dice que es un lugar lleno de nubes y praderas, ¿es verdad?

–No realmente— murmuró pensativo el ángel, recordando cómo luce aquél espacio al que hipócritamente llamaba "hogar" —Se divide en varios campos, el Edén, los Cuatro Cielos, y el Trono. En el primero solo están las almas mundanas, no se diferencia mucho de este mundo, tiene ciudades, jardines, océanos, montañas, tal y como el mundo mundano solo que, de alguna forma, más fascinante y pacífico. Los Cuatro Cielos están compuestos por diferentes templos y praderas, es el hogar de los querubines, los ángeles y los arcángeles, incluso de los caí- — se detuvo y carraspeó un poco la garganta antes de continuar —Bueno, luego está el Trono, nadie sabe cómo luce, es donde vive mi Padre— concluyó.

Louis lo miró detenidamente por unos minutos, sus fanales casi demostraban decepción.

–No suena muy fascinante— susurró.

Harry, de haber podido, se hubiera reído. Pero solo lo miró con seriedad.

–No lo es— confirmó, levantando su mirada para admirar todo a su alrededor y continuó —El mundo humano, sí que lo es.

El demonio concordó moviendo su cabeza suavemente de arriba abajo.

–¿Cómo es el infierno? — preguntó el rizado.

Louis lo pensó antes de responder, con la mirada perdida en la fría y blanquecina nieve que comenzaba a caer.

–Bueno, existen tres en total; el Infierno de Ignis es un espacio enorme donde habitan los demonios y las creaturas demoniacas, con bosques, lagos, praderas, y un majestuoso castillo, el hogar de los Príncipes y el Rey— Louis sintió al ángel removerse incomodo ante la mención de estos últimos pero no dijo nada —Y también está lleno de fuego. El infierno de Auctore es- — se interrumpió a sí mismo sin saber exactamente cómo expresar aquello, pues no sabía cuan sensible podría resultar ese lugar para un ser angelical —Es, el lugar de castigo— murmuró sin querer decir más, preocupado por cómo podría tomarlo Harry, no deseaba asustarlo o hacer que se aleje, eso jamás —Y por último está el Infierno de Amnis, un río de almas perdidas.

Cuando terminó miró al ángel preocupado, pero éste no lucía afectado en lo más mínimo. Por supuesto, Harry no era un ángel ingenuo, conocía a los mundanos y sabía que había oscuridad en ellos, y los más corrompidos debían ir al infierno.

–Suena... increíble— fue lo único que consiguió decir.

Louis, preocupado por aquel bello ángel, hizo presión en sus manos unidas haciendo que Harry levantara la mirada hacía él. El demonio admiró esas fantásticas esmeraldas y no dudó en llevar sus labios a la frente del ser angelical otorgándole un casto beso.

Y Harry simplemente lo aceptó, restregando ligeramente su rostro en el mentón del demonio.

Se sentían cálidos, habían encontrado una serenidad que hace mucho no tenían, tranquilos con sus espíritus por primera vez en siglos, ignorantes de las consecuencias de sus actos.

Recorrer las calles de la ciudad de París al atardecer les hacía sentir mundanos, y maravillosamente aquello les sentaba bien.

Muy pocos eran los humanos que se cruzaban en su camino, quienes ciegos pasaban justo a sus lados y no prestaban la más mínima atención.

–Yo no creo que seas como los mundanos imaginan— declaró de la nada el ángel, provocando confusión en su acompañante.

–¿Cómo? — cuestionó con el ceño fruncido.

–Como...— Harry se detuvo abruptamente, el demonio también lo hizo observando el ceño fruncido en el rizado, quien aparentemente estaba buscando las palabras en su cabeza antes de pronunciarlas —Ahm... como...— colocó sus manos sobre los lados de su cabeza, alzando sus dedos índices fingiendo cuernos y formando una extraña mueca en su rostro. A Louis le pareció gracioso —¿Un... bicho?

–¿Un bicho? — preguntó, los vestigios de una pequeña sonrisa en sus labios.

–Como un monstruo— Harry lucía verdaderamente confundido, aturdido por no saber expresarse —Con cuernos, y una cola. Algo desagradable y aterrador. No creo que seas así.

Louis mordía su labio inferior en un vago intento por aguantar la carcajada que amenazaba con salir estrepitosa y vulgar. Quería reírse, sinceramente reírse, pero no lo hizo.

–¿Entonces qué crees que soy? — intentó que su tono no sonara tan burlón como realmente sonó, una ligera sonrisa se mantuvo perfilada en sus labios. Afortunadamente Harry no se dio cuenta, muy ocupado observando muy seriamente a Louis, como si aquella pregunta solo tuviera una posible respuesta y el demonio le retara a decirlo en voz alta.

Finalmente, y tan desapercibido como una gota de agua en un río, o una estrella en un firmamento, la sonrisa de Harry pasó rápida, dejando atrás solo un destello de polvo que se ocultó en sus mejillas como un sonrojo, escondiéndose escurridizo de la maravillada mirada de Louis, quien definitivamente no estaba listo para escuchar aquel proclamo.

–Simplemente, una dulce creatura.

Y tal vez Louis no se hubiera abochornado tanto si Harry no hubiera huido tan descaradamente de su mirada como lo hizo.

Y si de alguna manera aquellos últimos rayos de sol chocando contra sus pieles tuvieran la posibilidad de escuchar, serían claros oyentes de los palpitares acelerados en los mutuos corazones del ángel y el demonio, quienes seguían su camino sin aventurarse a mirar al otro, avergonzados de mostrar ese tono rosa que vilmente se posó en sus mejillas.

Cuando Zayn ingresó a la sala detuvo sus pasos en el medio del pasillo, observando al imponente hombre junto a la ventana; alto y pálido, un hermoso traje de colores dorados y blancos se ceñía a su estructurado cuerpo remarcando su esbelta figura, una capa dorada caía desde sus hombros con suavidad, sus cabellos rubios parecían ser hechos por finas fibras de oro puro, en su cabeza se vislumbraba la gran corona que lo convertía en monarca de todas aquellas tierras de espantos y pesadillas.

El Diablo tenía su mirada perdida en la ventana, su postura recta y sus manos entrelazadas en su espalda.

Zayn soltó un bufido al verlo, y sonriendo con arrogancia se acercó a él.

–Louis te estuvo buscando— dijo en cuanto estuvo a su lado, con la mirada puesta en los jardines del castillo.

El hombre no respondió, solo miraba aquellos jardines llenos de plantas exóticas, lirios en llamas y rosas teñidas en sangre, le resultaba hermoso.

El Príncipe puso los ojos en blanco al ser olímpicamente ignorado, de no ser porque aquél hombre tenía sus respetos ya lo estaría poniendo en su lugar.

–Noté que ha estado viajando mucho al reino mundano— habló con claridad.

–Lo sé— respondió.

Su voz siempre era suave y gentil, pero autoritaria y dominante. Incluso un susurro podría derribar una montaña o quemar una pradera.

–No estoy de acuerdo— confesó el moreno con seriedad —Creo que ha estado viendo a una persona, tal vez un mundano.

Lucifer no dijo nada, una dulce sonrisa extendiéndose por sus labios, y por fin se dignó a mirar al Príncipe directamente. Aquellos fanales dorados lo recibieron con burla aún cuando de alguna forma su mirada resultaba gentil.

–¿Celoso? — cuestionó divertido.

La indignación se reflejó en una extraña mueca que se formó en los lindos rasgos de Zayn, soltando una risa ahogada.

–¿Celoso? ¿De qué debería estar celoso? Por favor — resopló con el ceño fruncido.

Lucifer volvió a mirar los jardines a través de la ventana, con una tibia sonrisa en su rostro. Zayn no dijo nada en los próximos minutos y permitieron que el silencio cayera sobre ellos con comodidad.

–Sé que estás preocupado— corroboró con claridad el Rey del infierno —Siempre lo estás.

Zayn ahogó una carcajada en cuanto lo escuchó, Lucifer lo miró con advertencia haciéndolo callar.

–¿En serio? — el tono del Príncipe era totalmente burlón, como si su Rey le hubiera contado el mejor chiste de toda la historia y él tratara de acaparar la risa con seriedad.

Lucifer suspiró cansado, en realidad, siempre estaba cansado. Dirigió una mirada triste al moreno antes de hablar. El ambiente volviéndose tenso en un instante.

–Aunque trates de negártelo a ti mismo, sé que él te preocupa— aclaró con suavidad, y Zayn no dijo nada, todo rastro de burla había desaparecido —Caín, solo confía más en él, no tienes que aceptar sus decisiones, basta con respetarlas— dicho esto revolvió ligeramente el cabello azabache del Príncipe y con delicadeza se dirigió a la salida.

Y el mal humor en Zayn hizo temblar las ventanas de toda la estancia, porque en serio detestaba que su Rey tuviera razón.

N/A: Me disculpo si el capítulo resultó algo decepcionante, mejoraré para los siguientes.

Infinitas gracias por el apoyo ¡Ya son 3k leídas! No me lo creooo.

Feliz mes del orgullo 🏳️‍🌈

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