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Han llegado a oídos de esta autora que, el propio duque de Agnes fue en busca de su esposa, lady Liviana. Después de casi cinco meses la duquesa vuelve a su hogar en manos de su esposo. ¿Será que por fin acabarán los escándalos de la familia Livingston?
Revista de sociedad de Lady Kennt.
Marcus esperaba que el padre de Liviana se decidiera a hablar, tal vez había sido demasiado duro al recordarle que él también había colaborado en el sufrimiento de Liviana.
-Sé de sobra el daño que le causé a mi hija todos estos años, al rechazarla, al perderme todo lo bueno que padre e hija tienen, me arrepiento de todo lo que le hice, pero es demasiado tarde para poder recuperar todo el tiempo perdido - dijo lord Henry algo melancólico -. Pero puedo evitar que la historia se repita, evitar perder a Liviana... para siempre.
-¿Qué quiere decir? - preguntó Marcus y vio como el conde tomaba un cuadro pequeño que estaba a su lado, pudo percibir la melancolía en su mirada.
-Hace veinte años hice una promesa, pero no la cumplí - dijo él entregándole el cuadro a Marcus.
Marcus miró el cuadro y frunció el ceño al ver a una mujer idéntica a Liviana, supo que no era ella por sus ojos, aunque sus miradas eran la misma, la mujer del cuadro los tenía de un calor ámbar, mientras que Liviana los tenía verde claro, casi azul, como un turquesa, muy parecido a los de su padre. Pero fuera de eso, era la misma imagen, y supo enseguida que se trataba de la madre de Liviana.
-Era su esposa... - afirmó Marcus -... Liviana es muy parecida a ella.
-Y por esa razón no pude cumplir mi promesa. Ver a Liviana era como ver a mi esposa, el amor de mi vida, no soportaba verla y recordar que nunca podría volver a tenerla. Antes de morir me hizo prometer que siempre cuidaría de nuestra hija y que le daría todo el amor que ella no podría darle, pero no pude, dolía mucho recordar que cada vez que Liviana cumpliera un año más, era uno que pasaba sin mi esposa. Por eso decidí ausentarme año tras año mientras Liviana crecía y era criada por sirvientes, cuando debería de haber sido yo.
-Lo siento mucho... - era lo único que podía decir Marcus, no sabía cómo consolar al conde -... ¿Pero, por qué dice que no quiere que la historia se repita?
-Porque ustedes me recuerdan a Mary y a mí cuando nos casamos - Marcus frunció el ceño sin entender -. Tu padre y yo siempre fuimos buenos amigos, éramos unos libertinos sin redención, pero en 1797 conocimos a las mujeres que harían cambiar eso. La Srta. Mary Alscott y lady Lilian Rose, eran muy buenas amigas, pero Mary no tenía título que la amparara, era su primera temporada y su tía la había enviado a Londres con la familia de tu madre. Recuerdo lo que sentí al verla por primera vez, pero era tan orgulloso, muy parecido a ti, que me costaba admitir mis sentimientos, sabía lo que Mary sentía por mí y eso me daba más confianza y me hacía sentir de cierta forma feliz. Tu padre se enamoró perdidamente de tu madre, hacía de todo para que Lilian le hiciera caso, yo hacía de intermediario llevando cartas y recados que Mary recibía y se los entregaba a tu madre. Ese mismo año al terminar la temporada tus padres se casaron, pero yo no había hecho nada para tener a Mary.
-Es decir que su difunta esposa hizo algo para casarse con usted, ¿cómo lo hizo Liviana? - preguntó Marcus algo divertido recordando el inicio de su matrimonio, el conde sonrió también.
-Sí, pero no fue intencional. Liviana está enamorada de ti, como lo estaba Mary de mí. Pocos meses después mi padre decidió que tenía que casarme, él estaba muy enfermo y quería asegurarse de que me casara antes de morir, y lo complací, me comprometí con una dama, una muy diferente a Mary, tenía título y era más descarnada que Mary, era más aceptada por la sociedad y era lo que interesaba - Marcus solo escuchaba atentamente -. Pero una noche Mary vino a mi casa, me confesó sus sentimientos, pero no tuve valor de hacer lo mismo, así que la rechacé, argumentando que nunca podría sentir algo por ella, «una muchacha de campo» así la había llamado, le rompí el corazón, como lo hiciste con mi hija.
Marcus se sintió peor, sabía lo que le había hecho a Liviana pero, que otro se lo dijese era como masticar sábila.
-Yo...
-Sí, estás arrepentido - dijo lord Henry interrumpiéndolo -, como me sentí yo, pero ya lo había dicho. Vi como lloraba y luego como se iba alejándose de mí, pero tampoco hice nada para detenerla.
-¿Entonces como terminó casado con ella? - preguntó Marcus.
-Porque se corrió la voz de que Mary había visitado mi residencia a media noche, y ya podrás imaginar lo que todos pensaron, al principio no me importó, pero la reputación de Mary estaba arruinada. Luego supe que se iría de Londres, se alejaba de mí, y no pude permitirlo. Así que rompí mi compromiso y me casé con ella. Al principio no quería aceptarme, decía que no se casaría sin que yo la amara, tuve que obligarla, pero no me arrepiento, mi matrimonio con Mary estaba condenado desde el principio, no me hablaba, no me miraba, ni siquiera me aceptó en la noche de bodas, estaba realmente desesperado, me había declarado una guerra fría.
Ambos rieron, Marcus recordó como Liviana le había rechazado en todos esos meses, comprendía la desesperación del conde en ese entonces, porque se había sentido igual.
-Tuve que ganarme su perdón, volver a conquistarla y unir los pedazos de su corazón roto, el que yo había roto. Después de un año de casados y de haber logrado que me perdonara pudimos ser felices, había descubierto lo que era ser feliz con ella a mi lado, cuando me dio la noticia de que estaba embarazada me sentí aún más feliz. Pero varios disgustos durante el embarazo la dejaron vulnerable, una mujer de mi pasado había vuelto atormentado mi matrimonio, y cuando llegó la hora del parto, Mary ya estaba muy delicada, estaba aterrorizado, no quería perderla...
Lord Henry no pudo hablar más, y Marcus no lo presionó, imaginaba que no sería fácil recordar el día que perdió al amor de vida. Ahora podía comprender un poco su situación, pero no justificaba su comportamiento con su hija. En todo caso el culpable de que su esposa hubiese muerto, era él.
Liviana había escuchado casi toda la conversación entre Marcus y su padre, sus lágrimas salían sin parar, su madre había muerto y ella sola no era la culpable. Y ahora tenía miedo de que el destino de su madre fuera igual para ella. Porque no quería que su hijo creciera sin su amor, como lo hizo ella. La historia no podía repetirse.
-Marcus... - escuchó hablar a su padre -... No quiero que a mi hija le suceda lo mismo. Aunque ella rebosa de salud y fuerza, cuídala, por favor.
-Por supuesto, Liviana es mi esposa, y la amo. Y tiene razón al decir que le recordamos, principalmente yo, porque fui un idiota, orgulloso, al igual que usted, nos dimos cuenta muy tarde de lo que sentíamos, pero al menos tengo la esperanza de ser feliz junto a Liviana y mi hijo, tenga por seguro que no dejaré que nada le pase a mi esposa.
Liviana por un lado sentía felicidad al escuchar a Marcus, y esperaba realmente ser feliz, porque ya había esperado mucho ese momento para que ahora le fuera arrebatado.
E.J. Black
XLII