The firstborn | Jujutsu Kais...

By daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XLII

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By daaisxke

Tras haber verificado que las veinticuatro velas negras estuvieran prendidas con una llama esmeralda, cubrió sus ojos con una fina tela negra, haciendo un nudo tras su cabeza.
Soltó un sonoro suspiro, apoyó ambas manos sobre el mesón del lavamanos. Su cabello cayó por sus hombros hacia adelante, y las palabras salieron como susurros de sus labios mientras se miraba fijamente en el espejo; a pesar de tener su vista vendada y no poder ver su reflejo.

— ¿A qué se debe tan repentino llamado, Señorita Ryōmen? —fue la voz femenina, suave y joven.

En un principio fue lejano, como un susurro que retumbaba por las paredes como el viento en el invierno pasando a través de las tuberías del hogar.
Un escalofríos le recorrió la espina dorsal cuando sintió la presencia de la mujer a sus espaldas, junto a una pequeña ventisca de viento. Una de sus manos pasaron por su cabellera, ordenando esta tras sus hombros. Luego subieron a la tela que vendaba sus ojos, ajustó el nudo prohibiéndole así cualquier intento de quitarla; aunque en su caso no era algo que se pasara por su mente.

— Verás, tengo a alguien a quien darle una paliza, así que vayamos directo al grano —aclaró ella, y la bruja a sus espaldas sintió la inmensa furia que recorría todo su ser, como una fina capa rojiza oscura, sedienta de sangre, burbujeante y viva; casi como una bestia viviendo como un parásito sobre ella.

Ella tragó en seco, retrocediendo unos cuantos pasos; no la había visto de dicha manera más que a lo lejos, cuando peleaba con la jefa. Pero por primera vez, estando tan cerca de ella que logró analizar su altura, mientras se erguía en su lugar colocando su espalda recta.
Su espalda se veía firme, tonificada. La prenda que casi desnudaba por completo su espalda permitía ver como las líneas negras poco a poco se iban asomando en un degradado. Lo mismo con sus muñecas, sus hombros y sus brazos. A través del reflejo del espejo observó el mismo suceso ocurriendo en todo su pecho, en su abdomen, y lo que alcanzaba a ver en su rostro.

La forma que solo había visto un par de veces a lo lejos, cuando peleaba con su jefa enfurecida. Se estremeció notando que era algo serio. Y la mano de ella se alzó con el colgante destrozado entre su palma. Sus uñas negras eran afiladas, demasiado, casi como cuchillas.

— ¿Quieres explicarme para qué es esto? —exigió. Su ceño se frunció, y a pesar de no poder ver a la mujer, podía imaginar completamente su expresión de temor.

Conocía a los humanos. Los había visto sintiendo un terror terminal de pies a cabeza demasiadas veces como para ser capaz de leer el ambiente de terror. El aire se sobrecargaba, las extremidades de los terceros temblaban. Se quedaban en un silencio pensativo, pues su vida dependía de sus palabras.

— Señorita Ryōmen, creí haberlo dejado en claro cuando Ruther-

— Ah, entonces fue él —interrumpió, girando sobre sus talones y quedando a tan solo centímetros de la mujer. La mujer temblorosa que vestía un vestido de cuello alto y mangas largas, ceñido hasta la cadera y volviéndose holgado hasta los tobillos, con botas de tacón de aguja hasta la altura de las rodillas—. ¿En qué momento te pedí este tipo de amuleto? Dahlia —preguntó, su rostro se inclinó hacia adelante acortando la distancia.

Sintió su respiración entrecortada chocando contra su rostro. Podía imaginar a esa rubia, sus labios temblorosos y su tez colocándose más pálida de lo usual. La pequeña brujita que tanto la admiraba en secreto pero que a su vez tanto le temía a muerte.

— É-Él dijo-

— ¡Ruther es un jodido experto mintiéndole a las personas! —alzó con rabia, estampando a la mujer contra el muro de baldosas. Apoyó ambas manos contra el muro a cada costado de su cabeza. La muchacha rubia tembló y soltó un pequeño jadeo de pavor, se encogió en su lugar desviando la mirada hacia un costado, con ojos llorosos—. Por algo me había preocupado de dejar en claro a los veinticuatro miembros del aquelarre que cualquier petición hecha por Ruther debía ser totalmente anulada si no tiene mi confirmación o autorización tanto en persona como escrita. Dime ¿Recibiste alguna de estas dos?

El silencio invadió por un largo momento, y a pesar de que Yashiro no era la más paciente cuando preguntaba algo, se dignó a darle algo de tiempo.
Dahlia era joven, probablemente la bruja más joven de todo el aquelarre. Era tímida, demasiado tímida hasta con los propios miembros, pero era increíble haciendo su trabajo.
Para Dahlia, trabajar con alguien como Yashiro era un honor. Cruzar palabras era como hablar con un Rey; eso la colocaba nerviosa, temerosa y lenta. Independiente de que ya llevara sus años tratando con todo tipo de clientes, para cualquier comunidad sería diferente si trataba de la princesa del Rey de las Maldiciones.

— Él mencionó que el amuleto era solicitud de usted, lo siento, cometí un error —logró hablar con claridad, sin trabarse con sus propias palabras o en un hilo de voz, pero la cercanía y sentirse más pequeña de lo usual no ayudaba demasiado.

Yashiro suspiró, la rabia le tenía los músculos tensos, pero resistiría. Tampoco quería culpar por completo a la bruja, sabía el tipo de persona que era, así que era de esperarse que a Ruther se le fuera fácil salirse con la suya, pero ya le llegaría el castigo de ello.

— ¿Sabes para qué lo pidió? —preguntó, esta vez desviando la mirada hacia un costado mientras retrocedía hasta apoyarse en el mesón del lava manos, extendiendo el amuleto destrozado a la rubia que lo recibió con manos trémulas.

— Bueno, armarlo fue difícil, pues lo que el específico fue "Anular la esencia del Rey de Maldiciones", en un principio me pareció extraño que fuera así, cometí el error de creer que realmente era por parte de su petición y realmente lamento ello... Uh, en un principio no creí que serviría, la esencia de Ryōmen Sukuna es demasiado fuerte, y siendo que usted se encuentra enlazada a él creí que sería imposible, pero-

— Ve al grano.

— S-Selle temporalmente el recuerdo de su esencia, con algo perteneciente a ambos fue suficiente, y Ruther me proporcionó un trozo de madera de la cabaña que ambos compartieron.

Oh, sus ganas de matarlo eran tan grandes que de verdad se creía capaz de hacerlo.

"De parte del aquelarre, dicen que es para la buena suerte" Buena suerte mi culo, Ruther. Refunfuñó en su mente. Su mano izquierda se deslizó por su nuca mientras llevaba su cabeza hacia atrás. Soltó un sonoro suspiro mientras pensaba en la situación.

El reencuentro duró unos cortos segundos. Lo reconoció, esos iris rubí; esa mirada sedienta de sangre. Lo reconoció en ese inocente rostro, ¿Cuántos malditos años tenía ese recipiente? Nunca lo había visto con una apariencia tan joven más allá de los veinticuatro años, realmente la tomó totalmente desprevenida.
Fue un choque que le seguía causando una desagradable presión en el pecho, las extremidades le temblaban como si se viera obligada a ir hacia él, pero en cambio, ante la presión de la situación; solo corrió a la dirección completamente contraria. ¿Fue miedo? ¿Fue tristeza? ¿Felicidad? No podía definirlo, solo fue un reflejo automático de su ser que le hizo escapar.

Tal vez ocurrió lo que su cuerpo no logró cuando se lo encontró luego de la calma de la masacre de su familia. Tal vez, de cierta forma, era una señal que decía "Ya sabes lo que es vivir con él, y ahora puedes decidir que hacer" ¿No? Seguro era eso. Sí, debe ser eso. Sí, es imposible que sea temblor.

— Dahlia —llamó, y la mujer tragó en seco—. Que te sirva como lección, y nunca más vuelvas a creer en las palabras de Ruther ¿Entendido? —la mujer solo asintió, a pesar de que ella no podía verla—. Respóndeme —se jodió.

— E-Entendido Señorita Ryōmen —estrujó en su puño derecho el amuleto que había confeccionado. ¿Esto le traería problemas a la superior del aquelarre? N-No, Yashiro y ella son buenas amigas (por no decir que en algún momento fueron amantes), seguramente no causaría un gran escándalo.

— Puedes largarte.

Al instante, una ventisca de viento se sintió. Cada una de las velas del cuarto de baño fueron apagadas, y el silencio y oscuridad gobernó en su totalidad, brillando únicamente los iris rubí de la castaña mediante quitaba la venda negra de sus ojos. Permaneció un largo tiempo en silencio.

Chasqueó su lengua en voz baja tres veces, luego volvió a alzar su cabeza mirando hacia el techo. Sus ojos se cerraron con cautela y las líneas trazadas en su cuerpo poco a poco se fueron desvaneciendo, hasta dejar su piel totalmente lisa y sin detalle alguno.

— Realmente estás buscando placer ¿No es así, Ruther? Eres un masoquista de mierda.

El pelirosa-palo permanecía sentado en la orilla de su cama, totalmente estático desde hace ya media hora. La maldición en su interior no se encontraba muy diferente a él; sentado en su trono totalmente estático desde hace ya media hora.
Era impactante, ninguno de los dos podía quitar el temblor de sus manos ni la adrenalina que corría por su venas. Habían pasado ya bastantes horas desde lo sucedido, pero era demasiada información para aclarar.

Mientras Sukuna se quedó fijo mirándola, deseando que por una vez de todas esa maldita escoria lo reconociera, Yūji prefirió fijar su mirada en cada una de las mordidas y chupones que se asomaban por su cuello y piernas descubiertas; ardiéndole a más no poder la sangre.

— ¿Qué haremos ahora? —preguntó Yūji, con una mirada oscura, cabizbajo, pensando más en cualquier chico que en cuanto al asunto de Yashiro. Pero la maldición en su interior no respondió, al menos no en voz alta.

Ruther se llevaba algo entre manos o... No, más bien, el idiota solo estaba complicando las cosas; debió esperarlo viniendo de él, después de todo había trabajado demasiadas veces con aquella maldición como para saber como es.
Solo quería divertirse un poco. Pasar tanto tiempo vagando de allá para acá, acostándose con chicas, estudiando la evolución de los humanos, dando cortas visitas al infierno de las maldiciones y sin órdenes que seguir por parte de Yashiro: desde luego que terminaría por aburrirse. Siempre fue de esa manera, incluso cuando comenzó a convivir por primera vez con su castaña también causaba problemas solo para poder divertirse un poco y ver como los demás solucionaban sus desastres.

¿Pero como rayos logró repeler su esencia? Era imposible, tal conexión entre ambos...

— Ha pasado un tiempo —habló, la boca maldita se asomó en la mejilla de Itadori, quien alzó su mirada al pequeño espejo sobre el escritorio. Con ese ceño fruncido y mirada molesta—. Han pasado siglos desde la última vez que nos vimos, ella solo tenía trece años cuando me atacaron... No quiero ni imaginar por cuántas cosas ha pasado, desde luego que en algún punto de su vida comenzaría a confundir la esencia que la rodeaba y olvidar la mía, repelerme no debió ser demasiado difícil.

— ¿Repelerte? —preguntó el muchacho con clara confusión en su tono de voz. Desde la perspectiva de Sukuna ese muchacho era tonto y lento, idiota como cualquier otro humano, recién había comenzado a ser lo que llamamos "Hechiceros", y realmente no sabía demasiado más que como acabar con las maldiciones a puños.

— Sí, el amuleto Yūji ¿Es que no puedes pensar por tu cuenta? —espetó con cansancio, masajeando el puente de su nariz con ojos cerrados y soltando un pequeño gruñido, solo sintió como el joven entreabrió su boca comprendiendo y asintiendo para sí mismo—. Ruther tiene contactos por todo el mundo e inframundo, desde luego que iba a hallar la forma de alejarme de ella.

— ¿Quién es Ruther? —preguntó con inocencia.

— ¡Un pervertido de mierda bueno para nada que solo quiere cogerse a mi hija y divertirse tomándome el pelo! —alzó un poco, pero procurando que nadie más que Yūji lo escuchara, ya perdiendo la paciencia mientras alejaba su mano de su rostro haciendo un gesto en el aire, con una mueca feroz y unos ojos de muerte.

— Ah ¿Entonces fue él? —comentó Yūji, pero a Sukuna no le agradaban para nada las preguntas abiertas, mucho menos si venía de ese cabeza de Kirby.

Pero algo se sintió diferente cuando el muchacho apoyó ambos antebrazos sobre sus rodillas, inclinándose hacia adelante, cabizbajo y tenso. Cuando Sukuna alzó la mirada, notó como los ojos del muchacho se oscurecieron y se volvió una expresión más que seria, molesta.

— Sukuna... ¿Es que no viste todas las marcas y mordidas en el cuerpo de tu propia hija?

El puñetazo llegó a su rostro por tercera vez. La sangre se acumuló en su boca pero se vió obligado a mantenerla allí; si escupía caería encima de ella, y prefería no hacerla enojar más de lo que ya se encontraba.

— ¡Tú y tus malditos juegos de mierda! —alzó con molestia, agarrando el cuello de la camisa blanca del hombre, estampándolo contra el muro y alzándolo unos cuantos centímetros del suelo, mientras este llevaba sus manos a las muñecas de ella—. ¿¡Qué es lo que te causa tanta gracia, eh!? —la rabia la dominaba de pies a cabeza. Sus iris verdes se habían vuelto rubí. Una vena se marcaba en su frente, sobresalían en sus manos. Una mueca de furia se asomaba en su boca. Ahora no solo los caninos se veían llamativos, sino que los primeros premolares también se habían vuelto más sobresalientes, como cualquier perro rabioso.

— Yashiro...

— ¡Borra esa maldita sonrisa de tu puto rostro! —no lo dejó terminar, y otro puñetazo se abalanzó a su rostro, haciéndolo caer de rodillas al suelo, apoyando ambas manos en la madera y dejando caer a chorros la sangre que se había acumulado en su boca—. ¿¡Crees acaso que los Ryōmen son un juego de mesa para ti, Ruther!? —dos patadas seguidas fueron contra el costado derecho del nombrado, haciéndolo escupir más sangre y quebrándole dos costillas de una; pero para él era realmente fácil repararlas.

En medio de la paliza, el timbre de su departamento fue tocado. Su mirada rabiosa se dirigió rápidamente hacia la entrada, causándole más molestia al ser interrumpida en medio de un asunto relevante.
Soltó un suspiro mirando de reojo al rubio que hacía un esfuerzo por recuperar el aliento, pero las dos costillas rotas no le ayudaban mucho mientras se sentaba con dificultad en su lugar.

Yashiro gruñó, se dirigió hacia la entrada a paso rápido y pesado, haciendo temblar a la persona desde el otro lado, y haciéndola exaltar en el momento en que la puerta que los dividía se abrió de par en par.
Era un adolescente bajo, flacucho, con el cabello cubriéndole la cara hasta los ojos, con prendas holgadas y un nervioso temblor de manos.

— ¿Qué mierda quieres Kensuke? —espetó con rudeza, y el nombrado tragó en seco dedicándole una rápida mirada.

Su mirada verde se veía más frívola de lo normal. Sus nudillos ensangrentados, su respiración agitada, su ropa desprolija. Ese ceño asesino fruncido a más no poder. De cierta forma ese adolescente siempre le tuvo temor a aquella mujer; se veía demasiado dominante y no se creía capaz de tratar con ella.

Los ojos del muchacho no se veían por su cabello azul marino (teñido), pero la forma en la que su expresión cambio a más temor le dió a entender todo a la mayor.

— Y-Yo sentí m-mucho ruido —comentó con su mirada fija en el hombre que a penas lograba respirar correctamente (incluso cuando no lo necesitaba)—. Y-Y creí q-que tal vez-

— Oi —llamó, sujetándole el cuello del holgado suéter y atrayéndolo hacia ella con brusquedad, haciéndolo temblar aún más mientras se encogía en su lugar. La muchacha se apoyaba con su mano izquierda el marco de la puerta, y su mano derecha en la ropa de aquel chico que con suerte lograba llegarle al hombro—. Cierra la puta boca y entra a tu ratonera, si llamas a la policía iré tras de ti después de terminar con él ¿Estamos? —el chico solo asintió con timidez; tal vez no debió parar su anime para ir a meterse allí—. Respóndeme cuando te hablo —ordenó.

— S-Si...

— ¿Sí qué? —ah, su mirada era más intensa tal como su agarre, casi podía creer que miraba a través de sus ojo.

— N-No policía —tragó en seco, y el silencio invadió por unos segundos eternos. Su vecina asintió con rudeza, lo soltó bruscamente provocando que se alejara de la entrada y cerró la puerta de golpe.

Se dirigió hacia el peli-rubio que se arrastraba, como el perro que es, en el suelo. Cogió la nuca de su camisa junto al cinturón de su pantalón y lo levantó aventándolo contra la mesa de centro del salón de estar.
El vidrio de esta se destrozó por completo, enterrándose en los filamentos de la carne de su espalda, haciéndolo soltar jadeos y quejidos de dolor.

— ¿Ya... t-terminaste? —habló con dificultad, mientras ella se sentaba de piernas abiertas en el sofá, tratando de controlar su respiración mientras extendía su brazo izquierdo en el respaldo del sofá, llevando su cabeza hacia atrás

Cerró sus ojos, creyendo que podría descansar por un momento, pero sentir como el hombre se recomponía colocándose de rodillas frente a ella no ayudaba mucho, ni mucho menos sus grandes manos viajando por sus rodillas hasta sus muslos.
Yashiro alzó su pie derecho y lo llevó sobre la cabeza del rubio, estampando su rostro contra el piso a sus pies, como una reverencia hacia su gran Dios, pero solo escucho la forma en la que este soltaba leves risas y la enfurecía más y más.

— ¿De qué te ríes? ¿Qué es lo que te causa tanta gracia, mierda de perro? —preguntó desde su posición, mirándola con ese ceño fruncido y esa posición sentada en el sofá, casi como en esas películas mafiosas, de Yakuzas; de algo le sirvió pasar horas en cama viéndola mientras se echaba tres kilos de helado encima.

— Bueno... —intentó responder pero la risa ronca que se escapó de sus labios le impidió seguir—. Ha pasado un tiempo desde que te veo de esa forma ¿No te es agradable volver a ser lo que siempre fuiste, Yashiro? Deberías dejar de fingir algo que no eres, esa apariencia de adolescente popular que va de cama en cama... ¿Ya olvidaste lo que hiciste en las guerras?

Se levantó de golpe, como si una ola de valor la hubiera golpeado mientras una sonrisa sádica se esbozaba en su rostro. Realmente no lo podía soportar, no de esta manera.
Solo le proporcionó una patada en toda la cara, haciéndolo caer de espaldas mientras ella corría de otra patada la mesa junto a ellos, haciendo más espacio en el destruido lugar.

— Mierda... —se quejó él, apoyando ambos codos en el suelo para poder levantarse con lentitud, o al menos tratar.

— ¿Dije que podías levantarte? —su pie derecho pateó su firme torso, manteniéndolo allí, haciendo presión, estampándolo contra el suelo impidiéndole levantarse, pero la molesta y simple sonrisa atractiva se mantenía en su rostro de facciones marcadas.

Le desagradaba a mil. Lo había visto millones de veces sonreír de esa manera mientras ella sufría, tal vez mientras ella le suplicaba por salvar a alguien. Ni el hijo de puta de su padre era así, podía decir que ese bastardo de Ruther era incluso más cruel que el Rey de las maldiciones.

— ¿Sabes? Cuando me encuentre de nuevo con papá —habló mientras se inclinaba hacia adelante, colocando una pierna a cada lado de su cuerpo y sujetando el cuello de su camisa, levantándolo un poco del suelo—. Luego de darle una paliza, le diré que me dé tu cadena y serás mi perra —abrió su boca con su dedo pulgar, botando un escupitajo en su lengua mientras notaba como las mejillas de este se sonrojaban a más no poder—. Y cuando ya no me sirvas, te mataré, y de verdad voy a disfrutarlo.

— Esperaré ese día, Señorita Ryōmen —sonrió suplicante, mientras ella solo esbozaba un mohín y lo dejaba caer de su agarre, casi dándole oportunidad de un respiro.

— Levántate, tengo un trabajo para ti —ah, había destrozado el salón de estar, seguramente vendría ahora el arrendador a joderle la vida y echarla del edificio—. Un trabajo sin juegos, harás las cosas tal y como te digo ¿Me has entendido?

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