Magnificently cursed | Chanba...

By TheOxygenHoax

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|•| «Así que pídeme que corra contigo o siéntate y atrévete a mirar en lo que nos convertimos» Byun Baekh... More

Epígrafe
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X (Final)
Epílogo

I

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By TheOxygenHoax





–¡Pobre de mi alma joven y efímera! –Los ojos de la instructora, rodeados por líneas de expresión que evidencian sus 5 décadas de vida, lo siguieron con atención–, ¡Destino impío que encadena mi ser!

    Las palmas de los demás presentes hicieron resonar aplausos en la gran habitación cuando el último verso escapó de sus labios.

   Baekhyun pensó que si estuviesen en un lugar más pequeño, sería capaz de escuchar el eco que las ovaciones en su honor producirían. Era usual que los ruidos parecían sentirse más ensordecedores en sitios cerrados. Ese día la luz mañanera era clara, rayos cálidos que alumbraban la estancia de forma natural y hacían evidente el ligero rubor que se apoderó de sus pómulos.
    Esperó a que la mujer adulta hiciera un ademán para dirigirse a su pupitre. Sus manos delgadas apretando la hoja de papel, su vista sin centrarse en nadie en específico y una sonrisa ensayada en sus labios. Escuchó a la fémina llamar a otra persona para que saliera al frente a recitar su poema. El omega mantuvo la espalda recta contra el respaldar, cuidó su postura casi por inercia.

   Incluso después de su matrimonio, debía continuar asistiendo a la Casa del hogar,  aquella institución ubicada en la zona central de su manada. Él no estaba al tanto si los demás pueblos del reino también tenían centros de estudio para sus omegas, por lo menos del mismo tipo. Era una costumbre seguida por generaciones en las familias de Suncheon, no había una edad fija para ingresar, solo los padres decidían cuando era el momento propicio para ello. Baekhyun recordaba el día que le informaron sobre su inscripción. Recuerda que estuvo emocionado ¿y cómo no estarlo?, cada vez que sonaban las campanas de la iglesia del pueblo anunciando el mediodía, las puertas de la institución se abrían de par en par. Omegas elegantes salían en grupos, resguardaban cada detalle mínimo de sus acciones. El joven recordaba ir a la plaza solo para admirar el andar grácil, labios de clavel y pieles cual lirios. Sus orbes chocolate brillaban en contemplación, ansiaba que su día llegara y poder verse así cuando llegara su madurez.
    Tenía 12 años, apenas un púber tímido que solo mantenía conversaciones cortas con los hijos de las amigas de su madre. Pensó que al entrar a la Casa del hogar sería capaz de entablar amistades, pero debió suponer que un cambio de ambiente no sería milagroso si él no era extrovertido. Charlaba con algunos omegas durante los tiempos libres; sin embargo, no fue consciente de que el trato no era horizontal hasta que cumplió 14.

    Ser hijo del alfa a cargo del pueblo y vivir en una casa más llamativa que la de sus compañeros fue una barrera que lo separó de los demás. Sumado a eso, su carácter introvertido y su silencio era interpretado como una muestra de altivez.

   Byun casi no prestó atención al omega que recitó el siguiente poema por estar ensimismado. Aún así, al escucharlo finalizar, golpeó sus palmas contra sí en un aplauso elegante, con la suficiente delicadeza para que fuese notorio, mas no escandaloso.

   Y así transcurrió la siguiente hora hasta que las campanas del pueblo resonaron.
   
–¿Me acompañas a hacer unas compras?

   El pelinegro no alzó la vista, continuó guardando sus pertenencias en el bolso.

–Claro, Jung, ¿a dónde?

   Conversaciones como aquella eran comunes de escuchar al final de rutina en el lugar. Por lo menos entre los demás. Baekhyun sabía que no iban dirigidas a él, así que ni siquiera se tomó tiempo de mirar en sus direcciones.

   Hizo una reverencia a la maestra Kim y salió apresurado después de recibir una sonrisa suave de su parte. Normalmente permanecería en el salón de clases algunos minutos más conversando con la mujer mayor, pero debía llegar temprano a casa aquel día.
   Su camisa de lino blanco era más que suficiente para sobrellevar el ambiente del día. Caluroso y con corrientes de viento frío. Caminó con cautela por el pueblo, el alboroto del mercado era pintoresco y los niños jugando en la plaza, adorables. No supo a quienes dirigir su atención en primer lugar. Los señores en los puestos gritaban ofertas y algunos hasta  tenían los productos en mano para captar la atención de compradores. El joven pasaba un poco alejado de aquel sector para no ser detenido por alguno de ellos, pero se mantenía un tanto cerca para visualizarlos con naturalidad. Por otro lado, los pequeños en la plaza habían colocado tapas de botellas en una fila multicolor. Baekhyun vio como no se preocupaban por tener las manos y rodillas en el suelo, como estás estaban pintadas de un color grisáceo y con restos de tierra.

   Esbozó una sonrisa triste inconscientemente.

   El cielo estaba despejado y apenas unas cuantas nubes acompañaban al sol en lo alto. Recorrió el suelo adoquinado con rapidez y antes de pensarlo, había llegado a casa.

   La construcción era algo intimidante en comparación de las casas contiguas de colores cafés y alturas pequeñas. La suya era de color crema, llamativo entre los colores oscuros y similar al de la iglesia central, en los encuentros de las aristas habían entablamentos curvos. La puerta tenía ornamentaciones que solo se podían ver a detalle si se estaba cerca, como el apellido de su esposo y el suyo tallado.

   Sus orbes cálidos permanecieron observando las letras y soltó un suspiro.
   Aún resultaba extraño para él llevar un anillo dorado en su anular izquierdo. Al comenzar a usarlo estaba plenamente consciente del objeto, ya que nunca había sido del tipo de chico que llevaba anillos. Para decepción de su su suegra, quien siempre le mencionaba los bonitos que eran sus dedos. 
   Por el uso, el metal no se sentía frío contra su piel, de hecho, hasta había olvidado tenerlo puesto todo el día.

–Mi niño, ¿qué haces afuera? Pasa de una vez.

   La voz de la mujer lo hizo sobresaltarse. La omega mayor sostenía una bolsa de tela en su mano derecha. Pudo deducir que regresaba de hacer compras.

–Solo estaba pensando, lo siento –mencionó, un poco avergonzado de tan solo pensar que lo había estado observando tantos minutos.

   La fémina se colgó de su brazo con confianza y el joven se apresuró en abrir la puerta con su copia de la llave.

–Traje pollo fresco para ayudarte a preparar el almuerzo.

   Ella dio dos apretones suaves al brazo esbelto de Byun, quien sonrió amablemente.

–No debió molestarse, estoy agradecido por su ayuda, seño-

   Pellizcó su mejilla.

–Ya te dije que me llames madre, ahora eres parte de la familia.

  Asintió con timidez y aprovechó que tenía que cerrar la puerta para darse la vuelta, la mujer mayor lo soltó y se dirigió a paso apresurado a la cocina.

   Se sentía agradecido por la actitud amigable de la madre de su esposo, de verdad que lo hacía. Solo que llegaba a ser sobrecogedor. No estaba por completo acostumbrado a su nueva situación, tampoco se sentía muy cómodo de llamar a alguien «madre». Si bien ya habían transcurrido cinco años desde la muerte de su papá, omega como él, la idea no era de su gusto.

–Madre –llamó, el sabor que quedó en su boca después de pronunciarlo fue amargo–, ¿sabe a qué hora vendrá Sehun del trabajo? Pensé que estaría aquí cuando llegara.

   Al entrar a la cocina la vio de espaldas a él, ella acomodaba la olla en los parantes, encima del fuego. Su mirada no se despegó de su labor incluso cuando le respondió:

–No te preocupes, tenemos tiempo suficiente para terminar. Él está con los demás atendiendo asuntos del gremio.

   Bueno, esas reuniones siempre tomaban un par de horas como mínimo.
   Lo sabía por su padre, como alfa líder siempre estaba ocupado. Ahora incluso más, con todo el asunto de los conflictos bélicos entre pueblos rebeldes y Beonjae, reino del que su manada era parte.
  
   Apenas había transcurrido un mes desde su casamiento. Aún así, Baekhyun cumplía con sus labores de omega lo mejor que podía y, aparentemente, lo hacía bastante bien. Pensó que iba a ser complicado ocuparse de la Casa del hogar y su propia morada a la vez, pero lo estaba manejando de forma adecuada. Por otro lado, disfrutaba las noches siendo tomado por su esposo, o por lo menos ya había tomado costumbre.

   Era feliz, tenía la vida promedio que cualquier omega desearía.

   Sehun no puso objeciones cuando Baekhyun le contó sobre su deseo de trabajar como instructor en la institución. Claro, aún con 19 años era muy joven; por ello, tenía horarios extra en los que trabajaba como ayudante de la maestra Kim. Incluso si le habían recomendado postular como docente de clases de etiqueta, Byun no se dejó convencer y fue firme en su decisión. Él quería enseñar literatura a los demás, desde la creación de poemas hasta novelas. Tal vez así sería capaz de inspirar a otros como a él lo inspiró la profesora Kim.

              ⊰᯽⊱┈──╌❊ - ❊╌──┈⊰᯽⊱

   Chanyeol vio a Byun Baekhyun salir de la institución con su típico porte elegante y mentón alzado. El sol dejaba caer sus rayos con gracia sobre el rostro fino del omega, por su cuello alargado y se colaba por el recatado escote de la camisa de lino blanco. El joven de hebras azabache se fue sin observar en dirección a nadie más luciendo con alarde la piel hundida de sus clavículas níveas.

   Park se contuvo de rodar los ojos con hastío.

–… ¡ya! Supera tus celos de una vez, Jieun.

   Todos los demás alumnos comenzaron a conversar con normalidad, el barullo común invadió la estancia.

–¡No son celos! –exclamó la aludida –. Es solo que Baekhyun tiene demasiada suerte, nacer tan hermoso y ¡por si fuera poco! consigue casarse con el mismísimo Oh Sehun.

–Ninguna de las dos tenía oportunidad con un hombre como él de todos modos. Por lo menos sabemos que sus cachorros serán preciosos.

   Chanyeol, harto de tener que escuchar los cuchicheos de sus compañeras, tomó sus cosas y salió del aula, rumbo a su vivienda.
   Había transcurrido otro día más en la Casa del hogar, lugar donde se veía obligado a ir por su condición de omega. Él no era precisamente la persona más diestra para labores de cocina o bordado. Apenas podía soportar las extensas clases de etiqueta y, bueno, disfrutar las de literatura, incluso si no tenía tanto talento para la creación de poesía. Claro, las de pintura también eran de su gusto.
   Si bien no era un inútil, la comparación con los demás de la clase había destrozado su ánimo inicial. Era parte del promedio, pero aún así, no dejaba de ser decepcionante cuando pensaba haber hecho una labor excepcional, para después percatarse de que alguien lo había hecho mucho mejor. Y siempre debía tratarse del Señor Perfecto: Byun Baekhyun. En aquel lugar los métodos de enseñanza siempre terminaban guiando a plantearse comparaciones que resultaban ser más de mal gusto que fructíferas. Porque siempre existirían problemas para él debido al obstáculo que representaban sus manos grandes, o no podría mantener un caminar elegante por sus piernas torcidas.

   Estaba harto de los estándares que existían para su clase. Todo parecía tan malditamente imposible de alcanzar.

   Claro, para Byun Baekhyun no. El joven parecía haber sido creado para seguir el estereotipo de omega perfecto, pero no quería volver a pensar en él.

   El día era soleado y aún quedaban varias horas hasta que la noche arribara. Park se dirigió a un puesto del mercado para comprar unas cuantas frutas y vegetales, tal como su madre le había encargado en la mañana antes de verlo partir. Ignoró como el alfa que atendía en el puesto tuvo que alzar el rostro para poder mirarlo directamente a la cara. Se aguantó soltar un bufido ante la expresión que recibió, ¿por qué los alfas se sentían intimidados de ver a un omega que les doblaba el tamaño? En ocasiones era gracioso escucharlos entonar sus voces de forma más grave para que la de Chanyeol no fuera más intensa que la suya; sin embargo, él no estaba de humor para soportar a aquellos idiotas incapaces de disimular. Antes de que el vendedor le diera el monto, pagó con las monedas exactas al calcular mentalmente y fue rumbo a casa a zancadas.

   Al parecer sus padres no estaban. Lo supuso por el silencio reinando dentro de las paredes estrechas y oscuras. El tumulto se podía escuchar inclusive dentro de su hogar con claridad, debido a la cercanía entre su morada y el centro de la ciudad. Park dejó las bolsas en la mesa del comedor y se dirigió a su habitación mientras doblaba las mangas de su camisa. Su piel estaba un tanto sonrosada por la temperatura externa. Al pasar sus dedos por su cabello notó que estaba un tanto más largo a como solía llevarlo. Sin embargo, no consideraba que se veía mal, su flequillo había crecido y ahora, para poder ver, tenía que separar la cortina de cabello castaño en dos partes. De tal manera que las puntas ondeadas estaban a la altura de sus ojos, cercanas a sus pómulos.

   No pensó mucho antes de saltar a su cama, con el rostro oculto entre las almohadas.

  Trató de no pensar que apenas era un lunes, por lo que quedaba toda una semana más yendo a la institución. Lo único positivo sería escuchar los discursos extensos de la maestra Kim.

   «Cada omega es hermoso a su manera Chanyeol, contrario a lo que crees, todo lo que se enseña aquí no mide tu valor como persona».

   Sonrió ante el recuerdo. Esperaba que ella tuviera razón, porque él sentía que se estaba ahogando.
  

              ⊰᯽⊱┈──╌❊ - ❊╌──┈⊰᯽⊱

   A la mañana siguiente, Baekhyun se despertó antes de que los gallos del pueblo comenzaran a cantar. Pudo ver a través de las cortinas que los cielos estaban pintados en tonos azules grisáceos, como aquellas pinturas de aves que decoraban los pasillos de su centro de estudio. Su marido yacía durmiendo a su lado, ajeno al omega que se levantaba con cuidado.
   El joven sintió sus huesos crujir después de horas de reposo. Un bostezo hizo tensar su cuerpo airoso y se preparó para comenzar un día nuevo.

   Se apresuró en darse un baño e, inspirado por su primer pensamiento del día, decidió usar una camisa azul claro. No se sentía a gusto con Sehun viéndolo desnudo, más que nada por lo que podría conllevar.
   Él cumpliría con sus deberes, pero si podía evitarlos no perdería la oportunidad.
   No tardó demasiado en peinar sus cortas hebras color ébano, sus cabellos eran finos, así que resultaba sencillo mantenerlos ordenados.

–¿Baek? –Se sobresaltó al escuchar la voz ronca de su esposo a sus espaldas.

   No obstante, relajó los hombros y se dio la vuelta para darle cara. El contrario tenía una expresión somnolienta y un ligero rastro de saliva en la comisura de su boca. Byun quiso sonreír, mas su autocontrol logró que su rostro permaneciera apacible.

–Buenos días, Sehun –Su voz fue tranquila–. Aún es temprano, puedes descansar un poco si lo deseas, iré a preparar el desayuno.

   Lo vio caer rendido en las almohadas y le pareció escucharlo musitar un «está bien» o alguna expresión similar.

   Sin duda Baekhyun había tenido suerte. Uno de los alfas más deseados de la manada había pedido su mano en matrimonio. Oh era tranquilo y respetuoso, con una posición económica estable y buenos modales. El pelinegro sabía que era afortunado, ya que pudo tocarle un esposo más demandante, por el contrario, tenía un marido que le daba su espacio.

   Estaba agradecido.

  Recordaba el día de su boda, la camisa color hueso que utilizó junto al oro que bañaba tiras convexas alrededor de su cuello. La señora Oh había aplicado rubor en sus pómulos con cautela, pues había mencionado que no quería sobrepasarse con el maquillaje.
   El día fue cálido como la expresión orgullosa de su padre; las flores decorativas suaves como las sonrisas que los presentes le dirigieron. Todo fue perfecto, quizá demasiado.
 
   El azabache sacudió la cabeza, en un intento de concentrarse en el presente de nuevo. 

   Terminó todo justo a tiempo, Sehun salió justo antes de que Baekhyun saliera por la puerta rumbo a la Casa del hogar. Fue extraño, si bien no asqueroso, sentir sus labios robándole un beso fugaz fue desconcertante, apenas recobró la cordura cuando lo escuchó despedirse y desearle buena suerte en su día.

   De camino al lugar, apretó los labios en una línea recta.

   Las puertas aún estaban cerradas cuando arribó. Él se quejó mentalmente, seguro había calculado mal el tiempo o quizás caminó a un ritmo más apresurado. Solía demorar de 15 a 20 minutos en llegar, casi al momento exacto en el que el encargado abría el portón.

   No debería ser un problema la espera si encontraba una manera de distraer su mente. No obstante, a esas horas de la mañana no había mucho que admirar a su alrededor. No había personas transitando, solo unos pocos comerciantes llevando su mercadería a los puestos. Todavía era muy temprano para que el pueblo despertara. Baekhyun cruzó sus brazos sobre su pecho y observó la plaza despejada, de alguna forma, sin la picardía de los vendedores y la alegría de los niños, todo parecía tan carente de vida. Los adoquines rectangulares se lucían más grises, casi a juego con el cielo. Byun se sintió vacío, allí, solo con sus pensamientos.

  Fue alivio ver movimiento por el rabillo del ojo. Alguien llegó y al parecer no era de pasada, tenía el mismo destino que el pelinegro. Notó una silueta espigada y alta, fue por esa característica que solo le vino un nombre a la mente al cual asociarla. Chanyeol, el omega con el que compartía clases y del que solían hablar en el pueblo. Lo escuchó murmurar un «buenos días» y él correspondió al saludo en voz baja. Esta ocasión era una de las pocas en las que estaban a solas, por lo que Byun se dio el permiso de prestarle atención para confirmar con sus propios ojos los rumores.

   Le ganaba casi una cabeza de alto, lo cual era bastante sorprendente. Poseía una mandíbula fuerte y hombros anchos; a pesar de entender el punto de las habladurías callejeras, no consideró tales facciones lo suficientemente exageradas para ser el chisme de las personas durante tanto tiempo. Claro, también podría ser que Baekhyun ya se había acostumbrado a su apariencia, ya que eran contemporáneos y estudiaron juntos, posiblemente tendrían la misma edad. Intentó encontrar algún recuerdo del primer pensamiento que tuvo al ver al alto joven; sin embargo, no pudo obtener un recuerdo en específico. Él había visto crecer a los demás niños de la manada a la par que él lo hacía, no es como si los cambios fueran tan notorios si los veía casi a diario.

   Cuando Baekhyun dirigió su vista a sus zapatos caoba, pudo aprovechar para darle una mirada a las manos de Park. Las venas se marcaban como los trazos desordenados de un lápiz. Fue sorprendente y llamativo. Por impulso observó sus propias manos, eran grandes, pero delgadas y con los dedos más finos.

   Era un hecho que el contrario no tenía apariencia de omega. Sin embargo, no existía duda de su casta. Había escuchado a personas hablar al respecto, el omega alto era una especie de broma local entre los alfas –chiste que no le hacía ninguna gracia, a decir verdad–, pero que prefería ignorar antes que interactuar con esa clase de gente.
   Sintió lástima por el hombre a su lado, habían pocas probabilidades de que lo desposaran algún día, lo cual, para un omega de la manada, era muy mal visto. Aunque quien sabe, ocurrían muchas sorpresas en su ciudad natal. Pueblo pequeño, infierno grande. Chanyeol tenía un bonito y luminoso par de ojos, quizás alguien pudiera ver más allá de su reputación.

  Junto al conserje llegaron otro par de omegas conversando animadamente, las puertas fueron abiertas a los minutos y el azabache se olvidó de su meditación previa. Los pasillos blancos se erigían de las baldosas del suelo, las pinturas, elaboradas por antiguos alumnos, iban desde animales y bodegones, hasta siluetas antropomorfas.

   A pesar de ser de los primeros en llegar, Baekhyun sabía que su maestra de literatura solía quedarse a dormir en la Casa del hogar, pues no contaba con familia que cuidar apenas llegara a su morada. No pudo evitar sentir un poco de envidia de su independencia.

–Maestra Kim –saludó después de tocar la puerta de la oficina, incluso cuando esta estaba abierta de antemano.

   Las cortinas de la habitación estaban cerradas, aún así, la luz se colaba por las telas cremas. La mujer lo recibió con una sonrisa, las líneas de expresión marcándose notoriamente en su piel bronceada. Era una omega que rondaba los cincuenta años, de nariz respingona y ojeras marcadas.
   Baekhyun, de nuevo por los rumores del pueblo, se había enterado que su maestra era estéril. La mayoría de personas la veían con lástima, pero Kim Jiho los ignoraba y siempre mostraba buena cara.

–Baekhyun –Le dio la bienvenida con su voz un poco ronca, ella se aclaró la garganta–, pasa, toma asiento, ¿qué tal tu mañana?

–Bien, no es tan interesante –respondió, lo más extraordinario de su rutina fue el beso, pero no era un tema que le apeteciera tocar; el omega se apresuró a sentarse frente al escritorio–. Veo que volvió a pasar la noche aquí.

   La fémina recostó su espalda en la silla.

–Se me hizo tarde y no me apetecía volver de noche, mi ruta es larga –Asintió en comprensión, a él tampoco le gustaría transitar solo a esas horas–. Pero no te preocupes, el sofá es muy cómodo.

   Dejó escapar una corta risa.

–¿Dicta clases esta mañana?

–No, hoy me toca en el salón A en un par de horas, son los menores, así que es un poco trabajoso.

  El joven mantuvo sus piernas juntas y ligeramente inclinadas hacia la izquierda.

–Entiendo –pronunció–, ¿necesita ayuda con algo? Tengo una clase, pero estaré libre después.

–No te preocupes, Baekhyun, ve y disfruta tu tiempo libre –Le dijo ella, él se obligó a no cambiar de expresión a una decepcionada.

   Le gustaba ayudar a la mujer, no sólo porque le servía para prepararse para su futuro como docente, sino porque podría distraer su mente. No tenía mucho que hacer en el pueblo. Por lo menos no era tan interesante.

–Ya veo… supongo que no tendré horas extras hoy.

–En efecto –Ella captó su mirada y torció los labios en un intento de sonrisa reconfortante–. ¿Por qué no intentas quedar con alguien de la clase? Escuché que en la panadería de la señora Choi han preparado nuevas recetas de pasteles increíbles.

   Sonaba excelente.
   Se encogió en su lugar.

–Me gusta el plan –admitió–, pero no sé si alguien quiera.

–Puedes intentar con Minseok, han hablado algunas veces, ¿no?

  Asintió con lentitud. Podría funcionar, Kim Minseok era una de las personas más amigables de la clase. Había hablado con Baekhyun sobre materias y lo saludaba con familiaridad cuando se cruzaban. No obstante, de eso a salir como amigos era un abismo que cruzar. Por lo menos para Byun, quien no solía empezar conversaciones.

   La maestra Kim tenía la costumbre de preocuparse por las interacciones del joven. No lo llegaba a presionar, pero solía incentivarlo a que intentara relacionarse con los demás. Fue sutil al sugerirlo durante todos los años que llevaba siendo su docente. Solo que últimamente lo presionaba un poco más.

   El joven no la quería decepcionar, peor aún si se tomaba en cuenta que su avance más grande había sido conseguir que Baekhyun mantuviera charlas casuales con sus compañeros durante los recesos.

               ⊰᯽⊱┈──╌❊ - ❊╌──┈⊰᯽⊱

«Buenos días»

   Usualmente la voz del contrario poseía un timbre claro, a veces demasiado dulce, cuando hablaba o recitaba para la clase. Rostro perfecto, fachada impoluta y tono de voz adecuado para cada situación. Byun Baekhyun siempre se mostraba así al mundo. Tan hermosamente insoportable.
  
   Chanyeol arribó aquella mañana a la Casa del hogar sin mucho ánimo, con su atención centrada en tratar de apilar sus pertenencias dentro de su desgastado morral. No fue hasta que llegó a la esquina que vislumbró la silueta ligera y armónica de su némesis personificada.
   Sin poder evitarlo, se ubicó a unos pasos de distancia murmurando un saludo por mera educación. Porque si bien no era de su agrado, los modales eran algo básico que su madre había recalcado en su educación.
   Pero la voz de Baekhyun al responder lo dejó helado. Apenas fue un susurro débil y ¿tímido? No podría asegurarlo, era difícil imaginar al azabache como alguien temeroso cuando se paseaba con aquel porte altivo y se vestía con ropas finas.

  Frunció el ceño y no pudo evitar seguirlo con la mirada mientras se escabullía dentro del establecimiento a pasos apresurados.

   Park apartó sus hebras cafés de su rostro y decidió entrar también, pero sin demasiadas prisas. No es que le emocionara mucho la idea de iniciar un nuevo día en la institución, de hecho, hubiera preferido permanecer en su cama descansando.
   Si no hubiera sido por su madre, quien anticipó sus intenciones y lo obligó a partir.
   «No olvides comprar pan de regreso, Chanyeollie», había pronunciado en voz alta mientras él arrastraba sus pies por los caminos de piedra.

   A pesar de quejarse, el joven omega estaba agradecido por las atenciones de su madre. Prefería los regaños de la mujer en lugar de la indiferencia de su padre. A la cual ya estaba acostumbrado a sus diecinueve años de vida. Incluso antes de que Chanyeol  empezara a crecer y lucir ciertamente «llamativo», su progenitor no solía pasar demasiado tiempo a su lado. Los únicos recuerdos que conservaba de forma más vivida era la espalda de su padre atravesando el umbral de la puerta y perdiéndose en la luz del día.
   Era obvio que el hombre había anhelado que su primogénito fuese un alfa; sin embargo, los acontecimientos de la vida podían tomar diferentes caminos, uno de ellos fue su hijo naciendo como un sano omega. Uno bastante peculiar.

   La mayoría de omegas de su edad estaban comprometidos o casados ya. Lo cual significaba haberse mudado o tener planes de dejar las casas en las que crecieron para crear un hogar propio. Existía otro grupo, el de los más desafortunados, que aún no eran cortejados de manera oficial. Él consideraba estar en un grupo más inferior a ese, porque por lo menos el calmado Do Kyungsoo cumplía los estándares de belleza para su casta. Park, por otro lado, tenía una bandera roja de alerta flameando en su cabeza.

   Ingresó al salón. Estaba vacío por completo, un alivio, ya que era incómodo ver a todos conversando animadamente y quedarse callados para ver quién llegaba. Compartía aquella clase con Baekhyun, quien no estaba por ningún lado. No lo tomó mucha importancia, de todas formas aún faltaba casi media hora para que la clase comenzara. Los asientos cercanos a la ventana llamaron su atención más que los cercanos a la puerta o los del medio. Por lo menos en estos podría imaginar, por momentos, que estaba fuera.

   Respiró profundo. La maestra Kim tampoco contrajo matrimonio y era feliz. Chanyeol se aferró a aquella idea. No es que el matrimonio fuese un tema primordial en su agenda, sólo le preocupaba las consecuencias que podría generarle.

              ⊰᯽⊱┈──╌❊ - ❊╌──┈⊰᯽⊱

   Baekhyun quiso hacerlo, jura que estuvo a punto de acercarse y hablar.

   No obstante, era muy distinto imaginar la escena mentalmente a llevarla a cabo. Baekhyun había enfocado al buen Minseok en su campo de visión, había respirado hondo en incluso se estaba mentalizando para ir a su encuentro. Pero se quedó paralizado al ver como se acercaban Kyungsoo y Jieun al omega de mejillas adorables para conversar. Un nudo apretado se creó en su garganta y de repente apartó la mirada y, antes de analizar sus acciones, estaba saliendo de la Casa del hogar a pasos apresurados.
  
   Sus ojos picaban por la frustración. No sabía si mañana tendría la misma determinación que hoy. Había estado a punto de lograrlo.

   Irritado, fue a sentarse en una de las bancas más lejanas del centro del pueblo. Estaba a espaldas de la iglesia y no era tan cómoda, pues era metal y madera, básicamente.
   Le hubiera gustado ir a la casa de su padre y visitar su antigua habitación, pero era probable que el hombre estuviese ocupado.

   Baekhyun escuchó los carruajes de siempre, las herraduras en las patas de los caballos y las ruedas deslizándose por los desniveles. Escondió su rostro entre sus manos delgadas, las yemas de sus dedos hicieron fricción en el puente de su nariz. Se permitió mantener sus ojos cerrados y desentenderse del tiempo.

   Aún absorto, apenas fue consciente de las trompetas en el centro de la plaza.



















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