Oculto en Saturno

By BlendPekoe

14.3K 2.6K 1K

La vida de Ezequiel se vuelve perfecta desde el momento en que conoce a Matías, los sueños y todos los imposi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 13

308 69 29
By BlendPekoe

A pesar de mi descubrimiento no hice ni dije nada que diera a entender que me daba cuenta de sus intenciones. Vivíamos en una ciudad chica y eso me llevaba a pensar que Francisco no tenía tanta oportunidad de conseguir alguien con quien acostarse sin compromisos. Sus comentarios, cuando dijo que las personas olvidaban las condiciones, me hacían creer que, después de pasar por varias situaciones de prueba y error, buscaba asegurarme. Algo que sonaba extraño junto a la idea del no compromiso, pero que de alguna forma podía entenderlo. Mi sospecha de que sufría de un amor no correspondido se reforzaba. También pensé en la posibilidad de que solo fuera una de esas personas que les gustaban estar solas pero esa idea no me convencía mucho. Si así fuera, no se tomaría el trabajo de ser complaciente. Él era solitario pero había algo detrás de eso a lo que no podía ponerle nombre. Se me complicaba darle forma a esa sensación abstracta que me transmitía.

Un ermitaño de ropa cara.

***

Vicente llegó un día, a media semana, después del mediodía. Acomodó sus cosas en mi oficina y anunció que charlaría con la mesera víctima de mi arranque de enojo. Pero su plan, cualquiera fuera, no se limitaba a esa reunión. También habló con el resto, uno por uno, ambos turnos, dándoles la oportunidad para hacer cualquier descargo o sugerencia. Con eso se aseguraba que cualquier queja no pasara de él y, por lo tanto, no llegara a ningún lado.

Luego de un par de horas invertidas en sosegar a los empleados de la cafetería, usó mi escritorio como puesto de trabajo en lugar de irse. Ocupaba una mano con su celular y la otra con su notebook, como si estuviera apurado en sacarse pendientes de encima. Para mi sorpresa, el plan de Vicente continuaba e incluía a los profesores del centro cultural. No eran todos, porque no coincidían con los días, pero se tomó el tiempo con los que estaban como si fuera época de campaña. Si alguna persona que cursaba se acercaba a él, se detenía mostrándose amistoso y receptivo. Contentar a la gente era su trabajo.

Su esmerado recorrido terminó tarde y un rato antes del cierre del centro cultural, dándome mucho más en qué pensar. Se sentó frente a mí sin mostrarse agotado o molesto, si recibió quejas no me lo dijo.

—No tienes que preocuparte por nada. —Lo miré en silencio—. Benjamín puede hacer la propuesta que quiera a quien quiera pero la próxima vez que pidan un recorte él se va —habló animado queriendo transmitirme seguridad—. Voy a darle el asistente que siempre pidió, así entrena a su reemplazo. Yo voy a comunicarle la novedad de su asistente para que crea que quiero complacerlo para que no se queje.

Me recosté en mi silla y me puse a jugar con una lapicera.

—Vas a tener que esperar a que lo echemos si quieres romperle la cara —avisó haciéndose el gracioso.

Pero ya no tenía ganas de hacer eso.

—¿No vas a decir nada? —presionó.

Ya era de noche y de fondo sonaba el piano en la cafetería.

—Gracias.

Se sorprendió con mi respuesta y se quedó esperando a que agregara algo más.

—Nunca me das las gracias —señaló preocupado.

—Lo sé. —Tomé aire—. Lo que pasó hoy no va a volver a suceder. Voy a hacer bien las cosas así no tienes que volver a disculparte con nadie por mí.

Su preocupación empeoró, mis palabras estaban lejos de reconfortarlo. Porque por más de dos años me dediqué a golpear la mano que Vicente me extendía y mi nueva actitud lo desconcertaba. Después de un rato de profundo silencio salió de la oficina para buscarse café. Regresó y desde la puerta me hizo señas para que lo siguiera con cierta urgencia. Fui detrás de él por la entrada principal que se mantenía abierta para las personas que tomaban cursos o participaban de talleres, en el frente se encontraba un pequeño jardín con árboles y un par de bancos, ese espacio conectaba con la entrada primaria de la cafetería. Una vez afuera, con el frío golpeándonos, Vicente se detuvo haciendo un gesto hacia la vereda. Allí en la calle se encontraban unas cuatro personas que, sin importarles el frío y la oscuridad, se mantenían inmóviles mirando el interior de la cafetería. Escuchaban con atención a la chica que tocaba el piano, de la misma manera que lo hacían quienes estaban dentro.

—Le sacaría una foto si no estuviera tan oscuro —dijo en voz baja.

En lugar de observar a los cuatros espectadores, me dediqué a observar a Vicente. Ya fuera de buena gana o a regañadientes, no dejaría de preocuparse por mí, ese día o diez años en el futuro, así como lo había hecho en el pasado. Y aunque no quería que ocupara su tiempo, su trabajo ni su mente en mí, me daba cuenta que era ridículo luchar contra eso. ¿Acaso yo no habría hecho lo mismo por él?

—¿De verdad le quitaste el piano a una escuela?

Volteó extrañado.

—Que no te de lástima, iba a terminar abandonado en un salón de actos.

—Seguramente.

La melodía romántica que se escuchaba correspondía a la película de El Rey León. Me acerqué a la puerta de la cafetería y desde allí puse atención al espectáculo como un espectador más. Nunca me tomaba el tiempo para eso, lo evitaba. Se sentía irreal lograr algo que parecía valer la pena.

—Vicente —llamé y se acercó creyendo que había algo que debía mirar—. ¿Estás ocupado después de esto? Vamos a cenar.

—¿Qué? ¿Tú estás proponiendo ir a cenar?

—No estás obligado —repliqué regresando a mi oficina.

***

Fuimos a un restaurante pequeño y sencillo, cercano a la biblioteca. El frío y los días más cortos no le daban mucha concurrencia a los restaurantes en la semana, así que tuvimos la calma de un lugar casi vacío.

Vicente pidió carne y papas fritas empujado por un largo día de trabajo, yo cambié las papas fritas por ensalada, no quería seguir subiendo de peso. Después de titubear varias veces, decidí hablarle.

—Estuve pensando en renunciar...

—No vas a renunciar —interrumpió impaciente—. Ya sabía que algo te traías con esta invitación. No voy a aceptar ninguna renuncia. Y si pretendes irte igual, sabes que eso no va a hacer que te deje en paz. Voy a ir a tu casa todos los días hasta volverte loco, ya lo hice una vez y puedo hacerlo todo el tiempo que sea necesario. —Hice un gesto de fastidio pero no lo interrumpí—. No voy a dejar que tires nuestro trabajo a la basura, porque es nuestro, ni solo tuyo ni solo mío. Nuestro —golpeaba la mesa con un dedo para resaltar sus palabras—. No voy a hacer caso de ninguna excusa que pongas para renunciar. Lo único que quieres es meter la cabeza en un pozo como una avestruz.

Me observó desafiante, demostrando que no se arrepentiría de haber soltado esas palabras.

—¿Ya terminaste?

—No, no terminé —respondió ofendido—. Puedes enojarte conmigo todo lo que quieras pero no voy a dejar que hagas algo que no se puede deshacer. Porque, aunque tú no quieras creerlo, un día te vas a despertar y te vas a dar cuenta que yo tengo razón.

No siguió.

—¿En tu trabajo también te adelantas de esa manera? —critiqué—. Como decía, estuve pensando en renunciar pero me di cuenta que no puedo hacerlo.

—Oh.

—Así que puedes quedarte tranquilo.

Pero no se mostró convencido por la noticia.

—¿Eso es todo? ¿No vas a explicar nada?

Suspiré, era la parte que más me costaba decir en voz alta.

—No puedo empezar de cero en ningún otro lado, no aguantaría lo que demanda hacerlo. —Hice una pausa reflexiva—. El problema no es el trabajo, soy yo.

—No puedo creer que estoy escuchándote decir eso.

—¿Era muy necesario hacer ese comentario? —cuestioné molesto.

Levantó las manos en señal de arrepentimiento y paz.

—Necesito decirte algo pero si me respondes tonterías no puedo —reclamé.

—No digo nada más.

—Es algo que quiero decirte para que no lo escuches primero de Benjamín.

Puso cara seria al oír ese nombre. Revolví un poco mi comida y opté por dejar los cubiertos sintiendo que requeriría de toda mi fuerza contárselo.

—No se trata de un problema pero no quiero que te tome por sorpresa.

—Estás dando vueltas.

—Él tiene una foto donde estoy con una persona.

—¿Quién?

Lo miré en silencio hasta que empezó a entender.

—No es nadie —aseguré—. Fue una casualidad.

Asintió. Percibía por mi expresión que era mejor no hacer preguntas aunque quedó a la espera de que decidiera compartirle algo más de información. Un poco apenado continué comiendo en silencio. A pesar de no haber contado nada de él, Francisco tomaba más presencia en mi vida.

Cuando salimos del restaurante insistió en querer llevarme a mi casa pero yo deseaba irme solo, me había expuesto al haber admitido la existencia de Francisco. Aunque lo minimizara, aunque mintiera diciendo que fue algo aislado, yo sabía qué significaría para otros semejante hecho.

Vicente se detuvo antes de ir hacia su auto.

—Eze, no tiene nada de malo ver a otras personas.

—No estoy viendo a nadie —aclaré.

Con impotencia observé que no me creía.

—Solamente quería decirlo.

Lo dejé sin más intercambios. Antes, por un comentario similar de su parte me habría enfurecido pero ya no podía y por ese mismo motivo me fui con malestar. No podía discutir ni defender una lealtad que no existía de mi parte. Seguramente él había notado lo mismo.

Continue Reading

You'll Also Like

28.7K 437 3
Daniel Crane terminó el colegio y no sabía qué hacer con su vida. Saltaba de un problema a otro. Hasta su familia insistía en que debería llevar una...
455K 29.5K 29
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
206K 24.5K 46
». .« Kevin griff, un estudiante de 17/18 años que está a punto de graduarse, es un...
4.3K 985 40
"Prometo buscarte en mi otra vida y cumplir mi promesa" Un desafortunado ser humano. Un frío y solitario ángel de la muerte. El destino los volvió a...