Maullidos a la Luz de la Luna...

By Sora_Cuadrado

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Las cosas han cambiado mucho para los héroes de Paris. Marinette es la nueva guardiana de los prodigios y tie... More

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-Cosplay-

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By Sora_Cuadrado

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Día 22: Cosplay

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Aquel era un sábado de mayo muy especial porque el instituto Françoise Dupont estaba abierto. Lo era todavía más porque su interior albergaba a un montón de súper héroes.

Marinette había peleado con todas sus fuerzas en las reuniones del consejo estudiantil pero había fracasado; casi por unanimidad se había decidido que el tema de la fiesta de fin de curso sería Cosplay de los héroes de Paris.

Así que el patio del instituto estaba repleto de copias de Ladybug, Chat Noir, Rena Rouge, Caparazón, Reina Aguijón... Bailando al son de la música que Nino pinchaba desde su pódium. Marinette los miraba, anclada a la mesa que habían dispuesto para la comida al fondo, frente a los vestuarios, cuando una Ladybug se acercó a ella de buen humor.

Alya había elegido tal disfraz para no levantar sospechas sobre su relación con Rena Rouge.

—¿Qué pasa, bichito? —Se burló Marinette al verla—. ¿No te diviertes?

—Sí, sí, la fiesta es genial —opinó la otra, todavía con las cejas fruncidas—. Me resulta raro ver tantas Rena Rouge por ahí... ¡Y ya no digamos tantos Caparazón! —Meneó la cabeza y observó a su amiga—. ¿Y tú? ¿Estás más tranquila?

>>. Te aseguro que la foto no está en internet.

Marinette sonrió, agradecida.

Nada más despertarse por la mañana había vuelto a contactar con Alya para pedirle que realizara un nuevo sondeo por las redes, ahora que la foto estaba desaparecida. No había encontrado nada, luego la persona que la tenía no había querido hacerla pública.

De momento se recordó.

No podía bajar la guardia porque, quien fuera que la tuviera, probablemente estaría en esa fiesta. Y si no la había subido a internet quizás era porque tenía otros planes. Por eso Marinette no dejaba de mirar a su alrededor, nerviosa. Escrutaba los rostros enmascarados de todos los presentes en busca de alguno que la vigilara o mirara de manera especial. También había puesto a Alya sobre aviso, pero cuando le peguntó esta meneó la cabeza.

—El único que te mira más de lo normal es Adrien —Le reveló.

—¿Eh?

—Le he pillado unas cuantas veces comiéndote con los ojos —especificó Alya con tono divertido—. Pero ya lleva un tiempo haciéndolo, así que no creo que sea por la foto.

—Pero, ¿qué dices? —Marinette se rio, nerviosa, aunque con las mejillas ardiéndole—. ¿Adrien? ¡Qué tontería!

—¡Es verdad! —Insistió la periodista—. Aunque es raro... estaba convencida de que salía con alguien.

—Sí. Con Kagami.

—No, rompió con ella el mes pasado. Nino me lo dijo.

Marinette calló debido a la sorpresa.

¿Adrien y Kagami habían roto? ¿Y hacía ya casi un mes? Bueno, ella se había cuidado mucho de preguntar más de la cuenta sobre ese tema así que tenía sentido no haberse enterado.

Aunque la noticia no le fue del todo indiferente, tenía demasiadas preocupaciones en esos momentos como para analizar lo que sentía.

—Por cierto, ¿de qué vas vestida? —inquirió Alya, estrechando los ojos. Repasó su indumentaria una vez más y movió un dedo—. No me suena de nada esta heroína.

—Es Multimouse —le respondió—. No es muy conocida, pero una vez ayudó a Ladybug a vencer a Cazakwuamis.

Justamente había escogido basar su disfraz en ella porque apenas nadie la había visto durante esa aventura. De algún modo los colores de Multimouse, el gris y el rosa, pegaban más con su estilo habitual, y pensó que así su aspecto no llamaría tanto la atención.

—No creerías que me disfrazaría de Ladybug, ¿verdad?

Las chicas compartieron una sonrisa de complicidad ante ese comentario que sirvió para que la atmosfera de tensión se relajara un poco.

Tanto así que Marinette no notó que, en realidad, sí estaba siendo observada.

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Al otro lado del patio interior un chico vestido con un traje verde azulado, apretaba contra sus labios un vaso de plástico en el que ya no quedaba refresco.

Su mirada llegaba hasta la enorme mesa repleta de comida y bebida donde Marinette y Alya estaban conversando. Sus ojos pardos parpadearon y se movieron unos metros más a la izquierda; junto a la puerta de entrada. Adrien Agreste también hablaba, animado, con algunos de sus amigos, pero se había dado cuenta del movimiento continuo que hacían los ojos de este hacia Marinette cada pocos segundos.

¡Maravilloso! pensó con sarcasmo. Solo faltaba que Agreste se metiera por medio.

En las últimas horas, Claude Bonnet había notado que esa repentina antipatía hacia el modelo aumentaba, casi al mismo nivel que la que sentía por Chat Noir.

Se le crisparon las manos de furia al fijarse en lo elegante y caro que parecía el disfraz de Caparazón que llevaba Adrien. Comparado con el traje de Viperion que su madre le había confeccionado a mano para la fiesta, se sentía patético.

No todos tenemos el dinero de papá para presumir... se dijo, para sentirse mejor.

No obstante, Claude apartó la mirada y respiró despacio.

En el pasado ya fue akumatizado por Lepidóctero en una ocasión y lo recordaba como una experiencia terrible. Todavía se reprochaba haber sido tan débil como para permitir que ese villano de tres al cuarto le usara en sus planes. Sucumbió una vez a sus emociones pero no estaba dispuesto a que volviera a ocurrirle. Y para ello, debía controlarlas.

El problema era que desde que encontró esa condena fotografía el día anterior, le costaba mucho frenar sus pensamientos negativos. Estos giraban, sobre todo, alrededor de Chat Noir, claro. Pero por alguna razón, si intentaba no pensar en el héroe, sus pensamientos iban directos a Adrien Agreste, con la misma furia y desprecio.

Hasta ahora había evitado a los akumas y después de repasar mil y una veces la odiosa imagen, había llegado a la conclusión de que, mal que le pesara, Marinette parecía feliz en ella. A pesar de la oscuridad que los rodeaba, podía apreciar el brillo en sus ojos, el sonrojo en su piel y la dicha que se dibujaba en su sonrisa.

Es probable que crea estar enamorada de él aceptó Claude. Las chicas eran así, ¿no? Enamoradizas, sensibleras... no quería decir que fuera un sentimiento real, y aunque lo fuera, esa relación no estaba bien.

Claude había pensado mucho en ello y así lo había decidido. No era adecuado y debía parar. Además, estaba seguro de que Chat Noir no correspondía a tales sentimientos.

Ese despreciable gato tramposo se estaba aprovechando de Marinette.

Por eso no le importa su seguridad pensaba, reforzando así su teoría.

Había permitido que los fotografiaran en esa actitud tan íntima y después había perdido las pruebas.

Marinette es demasiado cuidadosa como para cometer un error así adivinó Claude. Seguro que fue él.

Incluso cuando pelea contra los villanos no para de hacer tonterías.

Chat Noir no convenía a su amiga, al final acabaría poniéndola en peligro con su insensatez. Por eso Claude había decidido hablar con ella y hacerle ver el error que estaba cometiendo. Seguramente no sabría nada del asunto de la foto y cuando se la enseñara, entendería el poco cuidado que el héroe ponía en ocultar su relación, ella se desilusionaría de él y le dejaría.

Marinette sufriría al principio, pero a la larga sería lo mejor.

Y él estaría ahí para consolarla. Cuando todo hubiera pasado, ella le estaría muy agradecida por haberla prevenido.

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Esperó hasta que Alya se marchó para abordar a su amiga. Mientras se acercaba, se percató de que parecía un poco nerviosa; por supuesto debía estarlo... Claude entendía que cargar con un secreto semejante debía ser muy difícil.

Y todo por culpa de Chat Noir.

—¡Hola, Marinette! —La saludó y ella le sonrió al levantar la vista de unos platos que estaba acomodando sobre la mesa. Al verla más de cerca quedó fascinado por su atuendo tan delicado y por ese nuevo peinado tan bonito que llevaba—. ¡Estás genial!

>>. Pero... ¿qué heroína eres?

—Multimouse —respondió ella y ante la mueca que él hizo, añadió—. No es muy conocida.

—Ah... —La repasó con la mirada, arqueando una ceja—. ¿Se supone que es un... conejo?

—No, un ratón.

¿Un ratón? Pensó, molesto. La comida de los gatos... Tuvo que contenerse antes de gruñir. ¡Seguro que había sido idea del estúpido de Chat Noir! ¡Qué soberbio era!

Pues cuidado, gato infecto, que las serpientes también comemos ratones...

—La fiesta va muy bien, ¿no crees? —preguntó Marinette, animada.

—¡Sí, es fantástico!

—Hemos hecho un buen trabajo.

—¡Sobre todo tú! —exclamó Claude, pero rápidamente movió las manos para señalar la mesa—. ¡Quiero decir, con la comida!

>>. Todo tiene una pinta deliciosa.

—¡Gracias!

Claude suspiró, pasándose la lengua por el labio inferior para humedecerlo.

Ahora que la tenía delante se vio invadido por las dudas.

¿Y si se equivocaba? ¿Y si la foto era falsa? Podía ser una especie de broma que alguien había hecho con photoshop o algo así. Haría un completo ridículo ante ella si resultaba ser así.

Quizás fuera mejor tantearla un poco primero.

—Me gusta que no hayas elegido el disfraz de Ladybug, como todas las demás —Comentó como si nada.

—¿Por qué? —preguntó ella, dejando a un lado el estado de la mesa. Se frotó las manos y le miró fijamente—. ¿No te gusta a Ladybug?

—¡Claro que sí! A todos les gusta... —Claude sonrió—. En especial a Chat Noir —Vigiló su expresión con ansiedad y añadió—. Quiero decir que es evidente que hay algo entre ellos.

—¿Ah, sí? — ¿Su voz había sonado celosa? ¿Estaba molesta con esa idea? Escrutó con atención cada uno de sus gestos pero Marinette se mostró tranquila, casi indiferente—. A mí nunca me lo ha parecido.

Podría ser en que, en realidad, su amiga no tuviera nada que ver con el héroe...

O quizás confía demasiado en ese idiota.

—No sabemos qué hacen después de vencer a los villanos, cuando se marchan juntos —insistió sin quitarle los ojos de encima—. Quizás tengan algún escondrijo secreto donde se escabullen después de las peleas...

Marinette se encogió de hombros, como si nada.

No parecía si quiera interesada en hablar de los héroes y eso tranquilizó el corazón herido del chico. Y bajo esta nueva óptica, le pareció un poco absurdo, de repente, haber creído que Marinette y Chat Noir pudieran tener algo.

Se sintió profundamente aliviado por no haber metido la pata.

Pero no podía bajar la guardia del todo. En las últimas semanas se había percatado del inusual interés que Agreste estaba empezando a mostrar por la chica y si se descuidaba un poco, el modelo daría un paso adelante y eso sería fatal.

Torció la cabeza hacia la entrada buscándole, pero el chico ya no estaba ahí.

De repente, Marinette se rio.

Cerca de ellos había una pareja, disfrazados de Ladybug y Chat Noir. El chico estaba imitando las mismas tonterías que hacía siempre el héroe para llamar la atención de la heroína.

Patético.

No sé ni cómo Ladybug le toma en serio... pensó Claude y meneó la cabeza.

Entonces se fijó en la manera que Marinette observaba la escena, más concretamente al chico. Se reía, pero había un brillo especial en sus pupilas y un delicioso rubor apenas visible sobre su fresca piel sonrosada.

Claude la miró, sobrecogido por lo guapa que estaba, pero no tardó en comprender la razón de esa expresión que solo podía definirse de un modo: enamorada.

¡Es verdad! Se dijo, entendiendo por fin. ¡Todo era verdad! Esa odiosa fotografía era real y su amiga estaba manteniendo una relación secreta con ese héroe de pacotilla.

Claude hundió su mano temblorosa en el bolsillo y acarició la superficie helada de la fotografía. No quedaba más remedio. Tenía que hacerlo para salvar a Marinette de las garras de ese aprovechado.

Respiró hondo y dio un paso al frente.

—Marinette, escucha... —La llamó—. Tengo algo que decir...

—¡Ah! —La chica dio un respingo cuando su móvil se puso a pitar—. ¡La alarma de los pasteles!

—¿Eh?

—Tengo una segunda tanda de pasteles haciéndose en el horno de la cafetería —Le explicó de carrerilla—. Y es hora de sacarlos.

—¿No puede esperar?

—¡No! ¡Se quemarán! —Rodeó la mesa a toda prisa y salió corriendo—. ¡Luego seguimos hablando!

—Pero...

Se fue, trotando con prisas, mezclándose entre la multitud de héroes que bailaban en el centro del patio.

Claude rechinó los dientes, apretando la foto entre sus dedos.

Debería haber sido más directo... ¡Y enseñarle la fotografía!

Estaba claro que la chica confiaba en Chat Noir, así que la única forma de lograr que se aleje de él, era demostrarle que las intenciones del héroe no eran honestas. Y que su interés en ella era frágil e inconstante.

Esperaría a que ella regresara.

Antes de que acabara la fiesta, haría añicos esa relación.

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Qué raro meditaba Marinette, con la nariz arrugada. Era la primera vez que mantenía una conversación con Claude en la que no había hecho ni una de sus bromas habituales. Además, le había parecido preocupado por algo a pesar de que intentaba disimularlo hablando de cosas sin importancia.

Una vez en las cocinas, que la cafetería del instituto le había prestado para guardar y terminar de preparar la comida de la fiesta, Marinette se dirigió directa al horno y lo abrió.

—¿Qué...? —Musito, confusa. Los pasteles no habían subido aunque habían estado un buen rato ahí. Ese horno era parecido al de la panadería, pero quizás la potencia no era la misma—. La subiremos un poquito —Movió la rueda de la temperatura y volvió a cerrarlo—. ¡Ya está!

Pero entonces, el horno se apagó. Se escuchó un chasquido y las luces de la cocina se fundieron también.

—¡Oh... no, no, no! —exclamó la chica, nerviosa—. ¡Mis pasteles! —Se dio cuenta de que tampoco se oía ya la música del patio—. ¡La fiesta!

¡Debía haber sobrecargado la red al aumentar la potencia del horno!

Oh no... se lamentó.

Buscó su móvil para alumbrar algo pero descubrió que lo había dejado arriba, en el patio. Las cocinas estaban en la planta baja, igual que la sala de la caldera, así que no había ventanas ni nada que ofreciera luz ahora que la electricidad había fallado.

Si intentaba salir de ahí a oscuras y subir las escaleras, era probable que se rompiera el cuello en un tropiezo. Resopló. Tendría que esperar a que alguien volviera a dar las luces.

Justo cuando iba a preguntarle a Tikki si ella veía algo para apagar el horno, la piel se le puso de gallina al captar otra presencia en la cocina. Marinette se tensó, nerviosa, y achicó los ojos tratando de ver algo, pero ni siquiera distinguía los bordes de los muebles.

Entonces, oyó pasos suaves acercándose a ella.

—¿Hola? —murmuró—. ¿Hay alguien más aquí?

La presencia, guiada por su voz, se acercó más todavía. Hasta que ella la sintió justo delante.

—Hola, ratoncita —dijo una voz. ¿Chat Noir? Pensó sin estar segura; parecía su voz pero tenía algo distinto—. He seguido tu dulce rrrrrastro hasta aquí.

Vale, sí, es él.

—¡Chat Noir! —Susurró molesta—. ¡Oh, no! Pero... ¡¿No te dije que no debías venir?!

—Sí, pero también dijiste que te encantaría que estuviera...

—¿Yo dije eso?

—Estabas ya medio dormida, pero sí. Lo dijiste.

Marinette sacudió la cabeza y trató de imprimir su voz de un tono severo, casi enfadado que enmascarara el alivio que le producía que él estuviera a su lado. La verdad es que se estaba poniendo de los nervios imaginándose a ese desconocido ladrón de fotos acechándola desde algún rincón, con la prueba que haría saltar por los aires su secreto...

—¡Te dije que podía encontrar a la persona que tiene la foto sola!

—Sí... pero cuatro ojos ven mejor que dos.

¡Estupendo! Se dijo. Si a esa persona le quedaba alguna duda de que la foto fuera auténtica, la presencia de Chat aquí terminará de convencerle.

—¡Tranquila, ratoncita! —dijo él y Marinette frunció los labios al notar que ya era la segunda vez que la llamaba así. No, más motes no... ¿Cuántos más pensaba ponerle?—. Es la ocasión perfecta para mí. Esta escuela está llena de Chat Noir.

>>. Hoy más que nunca puedo pasar desapercibido.

—¿Tú, pasar desapercibido?

—He visto a un par por ahí que se me parecen bastante —opinó, resuelto—. Además, no tendría ninguna lógica que viniera a una fiesta de Cosplay con mi verdadero aspecto.

—Y sin embargo lo has hecho...

—¡Porque nadie se lo espera! —exclamó—. Es un plan genial.

No, qué va... pensó ella.

Pero, ¿serviría de algo mencionarlo? Chat Noir no se iría y ella tampoco tenía fuerzas para echarle. Puede que con un poco de suerte la gente creyera que era solo un alumno más con un disfraz muy bueno.

Y de todos modos, aunque descubrieran que era el real tampoco importaba. Era uno de los héroes que se había pasado por la fiesta que hacían en su honor.

—Marinette —Susurró su nombre con esa voz que sonaba distinta y la chica sintió un escalofrío. Él movió las manos, buscándola en la oscuridad, pudo notar el aire del movimiento y le resultó extraño. Él sí puede verme, pero cuando una de esas manos la encontró, todo cobró sentido.

—¡¿Te has quitado el traje?! —exclamó ella, horrorizada. Pues lo que había sentido que rozaba sus hombros y brevemente su cuello, era una mano al descubierto.

El chico dio un respingo.

—Ah... ¿puede?

—¡Chat Noir! —Le regañó y al instante cerró los ojos con fuerza—. ¡La luz puede volver en cualquier momento y entonces te vería!

—Sí... —dijo él, haciendo un ruidito que indicaba que eso no le preocupaba. Guardó silencio y su otra mano palpó el brazo de la chica, deslizándose hasta su hombro también—. ¿Y eso sería tan malo?

Marinette jadeó de la impresión.

—¡Pues claro que sí! —respondió, sin pararse a pensarlo—. Tu identidad debe seguir siendo secreta.

—¿También para ti?

—¡Especialmente para mí! —Entonces se dio cuenta de lo que había dicho y se echó a temblar—. Ah... ósea que... ¡Lo que quería decir es que...!

—Solo será un momento, lo prometo —La cortó él, sin dar importancia a sus palabras. Sus manos subieron para cubrir con suavidad su rostro—. Es que con los guantes, nunca puedo...

No terminó de hablar, pero ella entendió.

Siempre estaban separados por una capa de cuero negra.

Ella no le había dado mucha importancia pero... sí que sentía diferente notar la calidez de sus manos en sus mejillas. La suavidad de su piel... Colocó las manos sobre las del chico y acarició los dedos, los nudillos, notó la frialdad de su anillo en contraste con el calor que la estaba inundando.

Percibía además otras cosas.

Sin el traje mágico, el calor de ese cuerpo parecía más intenso y chocaba contra ella ahora que estaban tan cerca. Notaba un olor diferente en él y cuando sintió que Chat se inclinaba y la besó, también hubo algunas sutiles diferencias.

La manera en que la tocaba era la misma, acariciándola con dulzura, ejerciendo esa eléctrica presión en sus labios hasta que ella los separaba ligeramente, rozándola despacio y con ternura. Y sin embargo, la sensación fue mucho más intensa, de alguna manera nueva y familiar a la vez.

Fue tan sorprendente que se sintió un poco confundida.

—Ha sido... raro —murmuró, sin poder contenerse.

—¿Raro?

—Como... si no fueras tú del todo —trató de explicar—. Es que hueles distinto, incluso tu voz suena un poco diferente... —Sonrió en la oscuridad, mientras él seguía acariciando su rostro—. Aunque también me gusta.

Chat Noir se rio.

—¡Ah, entonces también le das el visto bueno al chico bajo la máscara!

Marinette parpadeó, pensativa.

¿Era eso? Estaba con el chico tras la máscara de Chat Noir. Le hizo gracia que hablara de él como si fuera otra persona, ella también pensaba en Ladybug a veces como si fuera una chica distinta.

Chat inclinó su rostro para besarle la nariz y respiró profundamente.

—¿Sabes? Tuve un sueño hace poco... —Le contó en voz baja—. Soñé que bailaba contigo en esta fiesta, delante de todo el mundo...

—¡Ah! Así que es por eso que has venido...

—¡No! —Se rio un poco y siguió—. Pero cuando me miraba a mí mismo, no era Chat Noir. Era solo yo...

>>. Pero tú... me tratabas igual.

—¡Pues claro! Porque seguías siendo tú... ¿Cómo iba a tratarte si no?

—Entonces... ¿me seguirás queriendo cuando descubras mi identidad secreta? —preguntó, vacilante—. Sea quien sea...

Marinette apretó sus manos contra su piel. Ella se había estado haciendo preguntas parecidas no hacía mucho tiempo.

—¿Y tú me seguirás queriendo cuando te cuente mis secretos?

El chico atrapó sus manos y le besó las palmas.

—No hay ningún secreto que puedas contarme que cambie lo que siento por ti, princesa.

Eso espero... pensó ella, apretando los párpados.

Fue una suerte que aún los mantuviera cerrados porque en ese momento, un nuevo chasquido devolvió la electricidad y la luz a la sala.

—¿Seguro que no quieres echar una miradita? —La provocó, pero Marinette frunció más todavía el ceño—. ¡Vale, vale! Como quieras —respondió—. Garras fuera.

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Para cuando la música volvió a sonar, Claude ya había salido del patio. Escuchó los vítores y los gritos de la gente a su espalda, al otro lado de las puertas al cruzarlas para entrar a la cafetería.

Marinette se retrasaba y debía hablar con ella sin perder más tiempo.

Buscó con la mirada la entrada a las cocinas pero entonces captó voces que subían por las escaleras y se paró en el acto. La chica apareció para abrir la puerta, venía sonriente y sonrojada de nuevo; tras ella apareció el héroe cargando las bandejas de pasteles.

Y al instante de verlo supo que era él.

—¡Oh! —exclamó Marinette al descubrirle allí—. ¡Hola, Claude! —Se puso a mirar a todos lados, nerviosa—. Ah... ¿Qué haces aquí?

—No —le soltó y empezó a andar hacia ellos—. ¿Qué haces tú aquí? —Exigió saber mirando al héroe—. ¿No me dijiste que tenías cosas más importantes que hacer que venir a una fiesta?

—Ah... no sé de qué hablas —respondió Chat Noir, dejando a un lado las bandejas y queriendo disimular —. Puede que me confundas con el verdadero Chat Noir, pero yo no...

—Sé que eres tú —Le interrumpió. Los señaló a ambos con el dedo—. Y sé lo que estáis haciendo.

—¿Haciendo? Solo me está ayudando con los pasteles...

—Está haciendo algo más que eso, Marinette —Alzó su tono de voz—. Se está aprovechando de ti.

—¿Cómo...?

—¿Qué estás diciendo? —preguntó el héroe, un poco molesto.

Y ahora se hace el inocente pensó Claude con amargura. Arañó el bolsillo con sus uñas y extrajo la foto. La expuso ante ellos y ambos palidecieron a la vez.

—¿Tú... tenías la foto? —preguntó Chat, siendo el primero en reaccionar. Su rostro se ensombreció— ¿Y qué pretendes hacer con eso?

Pero Claude no le prestaba atención a él, solo tenía ojos para Marinette. La chica había enmudecido por la impresión y él se alegró; esa era la reacción que esperaba. La que necesitaba para seguir adelante con sus planes.

—La encontré en el suelo de los vestuarios, Marinette —le explicó, volviéndose hacia ella, como si el resto de la estancia hubiese desaparecido—. No lo sabías, ¿verdad? Ni siquiera se ha molestado en contarte que la perdió —Los enormes ojos de la chica se cerraron y al abrirse, le miraron solo a él. Su corazón brincó de júbilo— ¿Te das cuenta de lo poco que le importas?

>>. ¡No tiene ningún cuidado! Pierde una foto como esta, exponiéndote. ¡Y luego se presenta aquí sin siquiera disimular! No le importa en absoluto que os descubran y ponerte en peligro.

—¡Eso no es cierto! —protestó Chat Noir.

—¡Claro que lo es! —gritó Claude perdiendo el control de su voz y agitó la foto hacia ellos—. Los chicos como tú... no se preocupan por nadie, más que por sí mismos. Os conozco bien.

>>. Chicos como tú o como Adrien Agreste... lo habéis tenido todo en la vida sin esforzaros, y por eso creéis que todo os pertenece, pero no es así.

Se volvió hacia Marinette, seguía callada, mirándole casi sin pestañear.

—Marinette... —La llamó, suavizando el tono para ella—; debes alejarte de este chico cuanto antes. ¡Ya ves que no puedes confiar en él!

—¿Y... puedo confiar en ti? —le preguntó, recuperando el habla. Claude sonrió.

—Por supuesto que sí...

La chica extendió su brazo y abrió la mano hacia él. Satisfecho, él avanzó un paso para tomarla, pero entonces...

—Devuélveme esa fotografía, Claude —Le ordenó ella, con gran seriedad—. Ahora mismo.

.

.

Chat Noir sintió algo punzante en su nuca al oír la voz de la chica. Ni siquiera le hizo falta mirarla para saber que su lady acababa de tomar el mando de aquella desastrosa situación.

Y lo agradeció en silencio, porque lo cierto era que las palabras de ese chico le habían perturbado demasiado. Básicamente, porque eran verdad. Toda la culpa de lo que estaba pasando era suya...

—Espera... ¿Tú sabías lo de la fotografía? —Marinette asintió—. ¡¿Y no vas a hacer nada?!

—Esa foto no te pertenece, Claude, es nuestra y tienes que devolvérnosla.

Chat se sintió, de repente, como si estuviera fuera de su cuerpo. Como si observara una situación en la que no tenía nada que ver. Se sentía aturdido e inútil.

Solo pareció volver en sí cuando oyó la pregunta.

—Entonces, ¿no vas a dejarle?

Hubo un levísimo momento de pánico del que se avergonzó. Pues la respuesta de Marinette no pudo ser más rápida, más clara, más firme.

—Eso no va a pasar.

Aunque había sido todo su culpa, de su inconsciencia, ella no vaciló un instante en ponerse de su lado. Chat Noir agarró su bastón y eso le dio seguridad; él también debía mostrarse fuerte, aunque la culpa le devorara.

—Venga —anunció, apuntando al chico con su arma—. Suéltala de una vez.

La expresión encolerizada de Claude se hizo mucho más evidente. Su cuello y rostro se pusieron completamente rojos e incluso él pudo escuchar el sonido atronador de sus dientes rechinando unos con otros.

Pero, al instante siguiente, se puso a respirar hondo y recuperó algo de su dominio.

—¿Y qué pasa si se la enseño a todo el mundo? —Propuso entonces, arqueando las cejas—. Si vuestra relación sale a la luz, no os quedará más remedio que separaros... ¿no es cierto?

Chat Noir apretó la mandíbula.

—Si haces eso la pondrás en peligro a ella —Le recordó—. Creí que esta chica te importaba.

—Bastante más que a ti, minino —le respondió Claude de manera desafiante—. O renunciarías a ella para protegerla.

—¡Ya vale de hablar de mí como si no estuviera! —Se quejó Marinette—. Claude, no vas a conseguir lo que te propones. Esta decisión es mía y no voy a separarme de Chat Noir.

>>. Así que entréganos la foto de una vez.

—Muy bien —murmuró, tras unos segundos de silencio—. Queréis la foto de vuelta y que guarde vuestro secretito... ¿no? —Los otros sostuvieron su mirada fijamente—. Pero no será tan fácil.

>>. No consentiré que tú, ni ningún otro niño mimado como Agreste me pase por encima...

—Deja de meterte con Adrien —Le ordenó Marinette—. No tienes idea de cómo es en verdad.

Chat Noir dio un respingo ante esas palabras. El corazón se le infló en el acto, pero se obligó a centrarse en lo importante.

—¿Qué es lo quieres?

—Tendrás que pelear por la fotografía, minino —replicó Claude. Y el otro sonrió.

—¿Estás seguro de que quieres pelear conmigo?

—¡No una pelea de verdad! Una competición... de videojuegos —Reveló—. Si tú ganas, os devuelvo la fotografía y me comprometo a no decir una palabra de esto a nadie, jamás.

—¿Y si pierdo?

Claude sonrió y sus ojos pardos, algo enrojecidos, se movieron hacia Marinette, para después saltar y posarse en las manos del héroe.

—Me quedo con tu prodigio.

.

.

.

¡Hola, Miraculers!

¡Hola a todos y a todas!

Feliz sábado ^^ ¿Alguien tiene ganas de fiesta?

Cosplay... Otra de las palabras que se me atragantaban de la lista, porque solo tengo una idea vaga de lo que es y no sabía cómo incluirla, mucho menos en un universo donde la mayoría de los personajes ya van disfrazados gran parte del tiempo, jajaja.

Pero bueno... pensando, pensando en cómo voy a hacer para solucionar la trama de Claude y de la foto, pues esto es lo que se me ocurrió. Habría sido más sencillo que Lepidóctero lo akumatizara y que los héroes le liberaran... por lo general, después de eso, la gente está de mejor talante y entienden que se han equivocado... Sin embargo, debían ser Marinette y Chat Noir quienes lo resolvieran y no Ladybug, así que...

¿Os ha gustado? Jajaja, espero que sí.

¿Sabéis de qué otro tema no tengo ni idea? Sobre videojuegos... T.T

¡Deseadme suerte para mañana!

¡Muchas gracias por todos vuestros comentarios y opiniones geniales! La verdad es que cada día estamos más cerca del final y no me creo que me estéis siguiendo durante todo este tiempo. Sé que son muchas palabras, muchos capítulos y es que además, según Word, hemos pasado las 200 páginas. ¿Sabéis cuánto es eso? Y aun así aquí seguís... me quedo sin palabras, no podría ser más feliz con este reto.

Nos vemos en el siguiente ^^

¡Besos para todos y todas!

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