En las pequeñas cosas

By sacodehuesos79

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Lo que pasa en Las Vegas...rara vez se queda en Las Vegas. More

1. Paris, un tobillo dislocado y un lío de cojones.
2. Un vestido de verano, un Elvis borracho y una visita en el desayuno
3. Un campo de minas, un perro sucio y la matanza de San Valentín.
4. Depresión subyacente, guacamole y cerveza fría.
5. Zapatos rojos brillantes, ¿Beso, verdad o condición? e Innisfree.
6. El demonio dormido, tregua y Gatos, gatos, gatos por todas partes
7. Rayos, un Claro de Luna y Truenos
8. El caballero del lago, Extraños en la noche y Papeles mojados
9. Cinco años, Naipes y Burbujas
10. Confesión, Pollo frito en góndola y Penitencia.
11. Pobres gatitos sin nombre, Sotto le stelle y Charcos de barro
12. Malas ideas, Malos besos y Malos recuerdos.
13. Respirar, Verdades incómodas y Botas para la lluvia
14. Bandera blanca, Fronteras y A las Trincheras
15. I did, I do, I will
16. Graffton Street, El piso 33 y Dublin
18. Un autobus de dos pisos, Respirarte y Temple Bar
19.Relojes de arena, Salas de espera y los Adioses.
20. Camareras deslenguadas y Regalos de Cumpleaños.
21. Camino a Itaca y Singing in the rain
22. Una Verdad desnuda y Un Buen día.

17. Epifanía, Bajo la lluvia y Bailes en el parque.

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By sacodehuesos79

EPIFANÍA (Hotel Westbury, Febrero 2027)

Una vuelta. 

Otra. 

Otra más. 

Aitana ahueca la almohada, prueba a tumbarse de un lado y después del otro. 

Se levanta y pasea de un lado al otro de la habitación. Intenta sin éxito abrir la ventana. 

El hotel está rodeado por varias calles peatonales a las que solamente tienen acceso los vehículos de transporte, así que no hay ruído de tráfico o de gente. Muy de cuando en cuando, un grupo de jovenes que vuelve de la zona de los bares, atraviesa Graffton Street entre risas que llegan amortiguadas hasta ella. 

Apoya la frente en el cristal intentando sin éxito refrescarse. 

Quiere y no quiere pensar en la conversación con Luis de hace un rato. 

Aunque eso no es del todo verdad. 

No quiere pensar en ello, porque hacerlo le obligaría a examinar los motivos para cada una de sus acciones de los últimos cinco años. 

Pero no puede evitarlo. Le quema la frente en el punto exacto en el que le ha dado un beso. 

Si Luis se hubiera comportado como lo hizo hace unas cuantas noches en el hotel de su habitación de Cong, podría haberse enfadado con él. 

Pero el muy gilipollas tenía que ir y darle un beso en la frente. 

En la frente por la virgen santísima. 

En la puta frente. 

Levanta el dedo índice y el corazón y posa las yemas de los dedos sobre el punto exacto. 

No sabe muy bien sin intenta borrar el recuerdo o conservarlo. 

Su cerebro va de aquella noche en las Vegas hasta esa misma noche en esta habitación con tanta velocidad que siente que empieza a marearse. 

Intenta recordar exactamente como se sentía entonces. No después, cuando supo que Luis estaba con Muriel sino un poco antes, cuando se despertó en la cama de su hotel con la piel todavía sensible por el sexo. 

No es fácil ser objetivo con lo que recuerda como la noche más increible de su vida. 

Pero intenta observarlo con frialdad e intuye que probablemente el arrepentimiento habría llegado pronto si Luis hubiera estado allí aquella mañana. 

Pronto le habrían seguido los reproches. 

A pesar de las locuras de una noche en una ciudad anónima, no puede negar que aquella Aitana tenía demasiado miedo a perderlo todo. Habría sido más fácil fingir, una vez, más que no había posibilidad de nada real entre ella y Luis. 

Camina de nuevo, esta vez hasta el baño y abre el grifo del agua fría. Se moja las muñecas, la nuca y también las mejillas. 

Su mente, traicionera, evita borrar la marca del beso, aunque solo exista en su imaginación. 

Aquel día se sintió humillada. A pesar de todo sintió que no era más que otra muesca en el poste de la cama del Luis Cepeda. 

Aquella Aitana creía que el mundo debía estar a sus pies, así que su venganza fue asegurarse de no ser alguien demasiado fácil de olvidar y descartar. 

Por eso se encargó de darle validez legal al matrimonio. 

Era más joven, más estúpida y mucho más egoísta. 

Pero sigue sin entender porque no intentó arreglarlo hasta que no le quedó otro remedio. Por qué guardó el secreto tantos años. 

Sus ojos desde el espejo le devuelve una mirada casi burlona. 

Quiere pensar que al menos ha madurado un poco en todos estos años. 

Se acerca a la puerta que conecta las dos habitaciones y pega el oído a la madera. No se escucha absolutamente nada. 

Mueve el picaporte con infinito cuidado y prueba a ver si se abre. Cuando se gira sin dificultad entra en la habitación contigua. 

Las luces de la calle que se filtran a través de las cortinas, dejan la habitación en semipenumbra.  En una de las camas distingue las pequeñas formas de Olivia y Oscar que duermen ocupando todo el colchón pero sin dejar de tocarse. 

Se mueve de puntillas hasta la otra cama y se encuentra los ojos de Luis completamente abiertos observándola. 

Le consuela saber que, al menos, está tan afectado por la conversación como ella y que tampco puede dormir. 

No se permite pensarlo demasiado y se arrodilla a su lado. 

- No sé si me hubiera quedado contigo- empieza a hablar en un susurro antes de que él tenga tiempo a preguntar qué hace ahí- me gustaba pensar que sí, que todo era culpa tuya por haber desaparecido y que yo lo habría dejado todo pero probablemente no. 

Luis se limita a mirarla en silencio. Aitana escucha su respiración pesada y se acerca más para asegurarse de no despertar a los niños. 

- Puede que estuviera empezando a despertar y puede que esa noche fuera el empujón que necesitaba pero...

La voz de Luis suena demasiado cerca y le hace cosquillas en las pestañas.

- Pero aún no estabas preparada- completa  él.

Aitana hace un gesto con la cabeza a medio camino entre una negación y un asentimiento y lucha contra el nudo que ha tomado el control de su garganta.  

Necesita unas cuantas lágrimas para deshacerlo. 

Probablemente un par de gin tonics. 

Pero siente que al menos Luis se merecía escucharlo. Más que las disculpas que repite una y otra vez pero que aún no está segura de sentir del todo.  

- Si hubiera estado preparada, si no hubiera sido una cobarde- su susurro cabalga a través del nudo y se escapa en un pequeño sollozo- no habría legalizado el matrimonio solo para...

Se hace un silencio mientras busca el verbo correcto. 

- ¿Vengarte?- Luis levanta las cejas. 

Retenerle. En realidad Aitana ha estado a punto de decir que legalizó el matrimonio para retenerlo de alguna forma. Para no perderle definitivamente hasta que estuviese preparada por fin. 

Pero quizá él tenga razón. Quizá solo quiso impedir que Luis tuviera, una vez más, la última palabra en su relación. 

- Mañana se habrá acabado todo y te librarás de mi de una vez y para siempre... 

Espera a que Luis diga algo, una broma al menos sobre el alivio que sentirá cuando por fin haya terminado con cualquier vínculo entre ellos

O quizás espera todo lo contrario. 

Aitana sacude la cabeza obligando a esas ideas absurdas a esfumarse. 

Con infinito cuidado levanta una mano y le retira un rizo demasiado largo que amenaza con taparle el ojo derecho. 

- Tienes que cortarte el pelo- retira los dedos antes de que el gesto se convierta en una caricia.

-Probablemente- podría jurar que hay una nota de humor en la voz de Luis. 

Espera unos segundos más en silencio y llega por fin a su propósito para entrar en la habitación.  

- Gracias. 

Luis frunce el ceño confundido, la propia Aitana no está segura del todo de porqué se lo dice. 

Por haber accedido a firmar los papeles en lugar de seguir torturándola como probablemente se merece. 

Por no odiarla. 

Por decirle que no fue tan fácil dejarla atrás. 

Per probablemente también por toda aquella noche de hace cinco años que empezó con un Elvis borracho y él rescatándola de la conversación con unos gilipollas cuando nadie le habría culpado por ignorarla y que terminó en su habitación del piso treinta y tres. 

Porque está empezando a ser consciente de la forma en que esa noche, de una forma u otra, fue el primer paso para cambiar toda su vida. 

- No se merecen.

Un destello del viejo Luis asoma en sus risa  y a Aitana se le seca la boca.

Pero ya ha cumplido con lo que ha venido a hacer a esta habitación. A Irlanda también. 

Solo le queda volver a su vida de simpre y esperar que esa pieza del rompecabezas que aún se le escapa, la que explicaría porque nunca dijo nada sobre el matrimonio no lo cambie todo otra vez. 


BAJO LA LLUVIA  (Hotel Bellagio, piso treinta y tres, Las Vegs, Febrero 2022)

Las predicciones de Aitana en el ascensor fallan por apenas unos metros. 

Los que les faltan para alcanzar la cama. 

En el mismo pedazo de suelo en el que se deshacen de la ropa, caen ellos mismo en una madeja desordenada de extremidades y risas. 

Se quedan después en el suelo, ella sobre él,  bañados por  la luz del sol que ya entra a raudales por la ventana.  Luis siente el aliento de Aitana en la piel de su pecho y su mano recorriendo las costillas.  Demasiado cansado para hacer cualquier otra cosa, levanta la mano hasta su espalda e intenta recordar el patrón de sus lunares con los ojos cerrados. 

Pasan así un buen rato, en silencio, hasta que el teléfono de la habitación empieza a sonar y les   sobresalta.  El movil de Aitana lleva en silencio toda la noche y no ha contestado a los recados que le han dejado en recepción así que debe haber un montón de gente desesperada por encontrarla. 

Le cuesta encontrar ganas de algo que no sea volver a cerrar los ojos y dejarse acunar por el sonido del corazón de Luis.

El teléfono para un segundo y Aitana apoya de nuevo el rostro en la piel suave del pecho, pero en seguida vuelve a empezar acompañado de golpes en la puerta. 

Suaves y educados primero, con el puño después. 

Encaja la barbilla en la clavícula de Luis y espera a que abra los ojos. Es incapaz de leer lo que hay en ellos. 

- Un momento, por favor- dirige la voz hacia la puerta. 

Se aparta con cuidado pues sus cuerpos aún están unidos y contempla como él levanta el brazo y lo pone sobre los ojos para evitar que le moleste el sol.  

Con el corazón en la boca, busca un albornoz en el baño y se lo pone. 

Se mira al espejo. Su cuello y su escote aún presentan los efectos de la barba de Luis al rozarse contra ellos, tiene los labios hinchados y le brillan los ojos a pesar de las ojeras. 

Sea quien sea quien está al otro lado de la puerta no puede, no debe saber, que Luis Cepeda está también en esa habitación. 

Si le pide que se esconda será volver a viejos y malos hábitos que los dos habían dejado atrás. 

La otra opción es pedirle que se quede. 

Un rato. Hasta los premios. Hasta mañana. Una semana. 

Para siempre. 

Los golpes en la puerta empiezan de nuevo. 

- Aitana, abre de una vez- la voz de Olga empieza a sonar enfadada y se refresca la cara a toda velocidad. 

Al levantarse de nuevo se sorprende al descubrir a Luis completamente desnudo tras ella. No dice una palabra. Se inclina, aparta el cabello del cuello y deposita un beso suave sobre la clavícula. 

- Te espero en la ducha. 

Después, solo para molestarla y recordarle que sigue siendo el de siempre, le da una suave palmada en las nalgas. 

Es un gestso que Aitana odia y, aún así, no puede evitar sonreír como una imbecil. 

Cuando abre la puerta de la habitación,y cierra la del baño primero por supuesto, aún sonríe. 

- ¿Dónde coño has estado toda la noche?- Olga no pregunta antes de entrar en la habitación.

Si la ropa masculina esparcida por toda la habitación no fuera suficiente pista, el ruido de la ducha llega perfectamente desde el baño. Pero ni una cosa ni otra delata la identidad de la tercera persona en la habitación. 

- Por ahí- se cruza de brazos y calcula cuanto tiempo tardará en deshacerse de su prima para poder, efectivamente, reunirse con Luis bajo el agua.  

- ¿Por ahí?...- sonríe algo irritada por lo vago de la respuesta y mira a su alrededor- ya, ¿y puedo preguntar...

Aitana sacude la cabeza.

-  Poder puedes, pero no te voy a contestar. 

Tampoco es que sea la primera vez que ocurre. Olga es plenamente consciente de como es la relación de su prima con Manuel y tampoco va a escandalizarse de que una joven de veintitres años disfrute un poco de la vida. 

- ¿Algo que pueda presentar problemas?- su mente pasa automáticamente al modo de gestión de crisis. 

Aitana decide que lo mejor, irónicamente es decirle la verdad. 

- En realidad sí- abre los ojos exageradamente- hace un ratito me he casado en vaqueros mientras un Elvis cantaba una canción de Sinatra. 

Abre la puerta de la habitación y señala con la cabeza fuera. 

- ¿Por qué no vas a asegurarte de que nadie me haya hecho una foto? 

Olga aparta su flequillo de la frente con un resoplido frustrado. 

- ¡Por Dios! no seas cría, ya me voy para que eches un polvo tranquila- pero, por supuesto, antes de irse mira el reloj en el móvilporque sus vidas no son otra cosa que una sucesion de compromisos- tienes solo tres horas antes de que lleguen los de maquillaje. 

Aitana asiente y se apresura a cerrar la puerta una vez más, con Olga del otro lado, por supuesto.

En el baño la recibe un golpe de vapor y recuerda de pronto como a Luis le gusta el agua casi hirviendo en la ducha. 

Es curioso lo fácil que es olvidar ciertos detalles absurdos. 

Deja caer el albornoz al suelo y no pierde un solo momento para abrir la mampara y abrazarle por detrás. 

Hay un lunar, justo debajo del omóplato izquierdo que tiene forma de lágrima y rescata con la lengua una gota de agua que cae justo encima de él. 

Es curioso como otras quedan grabadas a fuego en la memoria. 

Luis se gira y la levanta a pulso, dejando que sus cuerpos resbalen el uno contra el otro, hasta que sus narices están a la misma altura y puede besarla sin agacharse. 

- Hola

- Hola

- ¿A que hora te conviertes en calabaza?

Con una habilidad que resulta casi irritante, Luis agarra sus piernas y maniobra hasta que rodean su cintura y su espalda está apoyada en la pared  y cada milímetro de su piel está en contacto con él. 

Se le pasa por la cabeza chincharle, decirle que no puede ser Campanilla y Cenicienta a la vez, pero solo puede pensar en lo que está haciendo con sus manos y con su lengua y, de alguna forma que no acaba de comprender, con sus caderas. 

A ella  le gusta el agua un poco menos caliente, pero en ese preciso instante estaría dispuesta a perder la piel a tiras escaldadas por el agua por quedarse justo en ese lugar y en ese momento.

Solo un poco más. 

Bajo la lluvia. 

Con él. 


BAILES EN EL PARQUE (Dublin, Febrero 2027)

Aitana siempre había pensado que no había nadie capaz de comer más que ella en un buffet de desayuno. 

Hasta que descubre a Olivia Cepeda en acción. 

Dónde puede meter en su metro veinte escaso de estatura toda la comida que tiene delante, es un verdadero misterio de la naturaleza. 

Dulce, salado y toda la gama intermedia de sabores. No le hace ascos ni siquiera al plato de mejillones frescos y ostras que incluso Aitana y Luis observan con cierta desconfianza. 

De cualquier forma los dos agradecen poder centrar su atención en los niños, porque las conversaciones de la noche anterior les han dejado a ambos infinitamente tristes.

Luis piensa que no hay mucho más que decir. Él fue demasiado cobarde para enfrentarse a ella cuando supo que Muriel estaba embarazada y prefirió pensar que las cosas entre ellos nunca habrían funcionado y ahora la propia Aitana ha reconocido que no habría abandonado la vida que llevaba entonces para empezar una nueva relación con Luis. 

Punto muerto. Final del camino. Solo faltan sus nombres en la línea de puntos para hacerlo oficial. Literalmente. 

- ¿Podemos ir a ver a los cisnes?

Olivia apenas se para entre bocado y bocado de bacon para preguntar. 

- ¿El qué?

- La última vez que estuve aquí con mami fuimos a ver los cisnes del parque. 

Luis aparta la taza de café como si le hubiera quemado. La muerte de Muriel no ha sido por primera vez en trece meses su primer pensamiento nada más abrir los ojos y al escuchar a Olivia se siente culpable por ello. 

- Tenemos un poco de prisa, peque, Aitana tiene que recoger unos papeles en la oficina de correos...

Aitana calla y se concentra en la tarta de queso con arándanos que hacía tan solo unos minutos le parecía deliciosa. 

Solo quince minutos. Ese es el tiempo estimado de distancia entre el hotel en el que están alojados y la oficina de correos en O'Connell Street a donde su abogado ha enviado los documentos por correo certificado. 

Diez minutos para recogerlos y apenas un minuto y medio para firmar. 

En media hora todo habrá acabado. 

Despues de la noche anterior sabe que Luis no se marchó porque la considerase un polvo más. 

Ahora también sabe, aunque sea incómodo reconocerlo, que ella no le habría elegido a él llegado el caso. 

- No pasa nada- carraspea para interrumpir la discusión entre padre e hija-  no pasa nada por una hora más. 

Mientras se lava los dientes, una vez en su habitación,  se dice que solo intenta ser amable. Después de todo ha alterado la vida de esa familia y lo menos que puede hacer es dejar que disfruten un poco. 

Cuando se cepilla el pelo, con un poco más de fuerza de la necesaria, se obliga a reconocer que simplemente está siendo cobarde.  Una vez los papeles estén firmados todo habrá acabado y esta vez sí será para siempre.

Hace tan solo una semana, cuando llegó a Cong por primera vez, no había nada que deseara más en el mundo. 

O quizás sí. 

Desiste de hacerse la raya del ojo cuando le sale torcida por tecera vez. 

Ha tardado cinco años en ser sincera con sus motivos de entonces. No está ni de lejos preparada para examinar sus motivos de ahora. 

Es solo una hora más que no supondrá ninguna diferencia. Le envía un mensaje a Jon justo antes de salir de su habitación. 

Esa misma noche cogerá el vuelo de regreso a España.  

Pero esta mañana, agarra con fuerza la mano de Olivia, mientras los cuatro cruzan Graftton Street en dirección al St. Stephen's Green. Es una calle peatonal llena de tiendas y músicos callejeros y es imposible no contagiarse por los gritos entusiastas de la niña, acostumbrada a la vida más pausada de Cong, que la llevan a detenerse casi en cada escaparate que le llama la atención. 

Luis, por su parte, intenta no perder de vista a Oscar, que se ha negado a que lo lleven en la mochila y no deja de moverse entre la gente con sus pasos aún no del todo estables. 

Al final, tardan algo más de una hora en un trayecto que solo debería haberles llevado quince minutos.

 Es fácil perder la noción del tiempo. La lluvia ha dado un respiro y el sol asoma tímidamente entre las nubes grises. 

Al llegar al estanque, descubren que no están los ciscnes, pero si un montón de patos y también una mujer haciendo pombas de jabón gigantes. 

Oscar y Olivia corren fascinados detras de cada una de ellas entre risas, mientras Aitana y Luis les observan a una distancia prudencial. 

- Joder, me había olvidado de esto- Luis parece hablar casi para si mismo, pero ella le escucha igualmente. 

- ¿De qué?

- De disfrutar con ellos- sacude la cabeza- de verles disfrutar. 

- No creo que...- Aitana no está muy segura de como poner en palabras lo que piensa, mucho menos lo que siente pero puede intentarlo- No creo que sea para tanto, o sea, mírales, no parecen niños que lleven trece meses sin reirse. 

Oscar corre hacia su padre a toda velocidad y Luis levanta una pierna para dejarle pasar por debajo. Olivia salta y estira las manos hacia la pompa que acaba de volar en dirección a las copas de los árboles. Probablemente en cinco minutos, Oscar se caerá al suelo porque aún no tiene un dominio absoluto de sus piernas y Olivia se frustrará por cualquier pequeño detalle. 

Como niños normales. Felices incluso. 

Puede que haya estado demasiado sumido en su propia pena para apreciarlo. 

- Supongo- Luis expulsa el aire como si dejase marchar un poquito más de su tristeza. 

No está bien del todo. Tardará en estarlo y probablemente haya una parte de si mismo que siempre llore la falta de Muriel. 

Pero aceptando que puede estar enfadado hace unos días y aceptando ahora que puede reírse sin que eso sea faltar al respeto a su memoria, ha empezado a sanar. 

Siguen el paseo hasta llegar al final de estanque sin que los cisnes aparezcan pero Olivia parece haberse olvidado de ellos. Hay un pequeño templete en el que un cuarteto de jazz está tocando y coge a su hermano de la mano y corre hacia ellos. 

Luis se aparta un poco y compra un par de cafés para ellos en un puesto cercano. Mientras vuelve a su lado se entretiene observando a Oscar que da vueltas sin control y a Olivia que ha cogido a Aitana de la mano para que la haga girar de puntillas.

Es demasiado fácil dejarse llevar por la imagen aunque sabe que no es real. Aitana se subirá en un rato a un avión y se alejará de sus vidas para siempre. 

Tal y como ella le dijo no le hubiera escogido hace cinco años si hubiera tenido la ocasión. 

Pero de una forma inesperada, su visita le ha ayudado a empezar a sanar. A él y a su familia. 

Se acerca y le tiende un café. 

- Con vainilla, si no recuerdo mal. 

Olivia se sube a sus pies sin preguntar y Luis da un par de zancadas torpes hasta que consigue hacerla reir. 

- Oye Aitana- Luis espera a que la niña se aleje en dirección a Oscar que se ha sentado en el suelo mareado por las vueltas- que gracias. 

Aitana supone que se refiere a su comentario de antes, sobre Oscar y Olivia siendo niños normales y felices. Pero la mirada serena de Luis, sin rabia, con un poco menos de tristeza, la llena de calma también a ella. 

- No se merecen. 










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