Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

By ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... More

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 48 (pt2)

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By ZelaBrambille

Holi, holi 🖤 rompan los comentarios por comentar tanto, si veo muchos me tardaré menos de la semana en subir el que sigue \*-*/ Y LO VAN A QUERER, se los juro jaja


Los brazos de Row están a mi alrededor cuando un timbre resuena en mi cabeza, me tardo en captar de dónde proviene ese sonido. Al principio lo ignoro porque estoy muy cómoda y cálida, no quiero arruinar este momento. No obstante, el timbre es insistente, al no quedarme otro remedio alejo el sueño y me siento en la cama. Es mi celular.

—¿Qué sucede? —pregunta él, arrastrando las palabras, medio dormido.

—Me están llamando.

Sin poder abrir del todo mis párpados y con movimientos torpes, busco mi bolso en el suelo y obtengo mi teléfono. El día de ayer lo dejé ahí porque estaba demasiado entretenida en la boca de Row. Contesto cuando veo que me llaman de Bridgeton, cosa que termina de despertarme, pues nunca me han llamado a esta hora.

Algo está pasando.

Un mal presentimiento trepa por mi pecho hasta mi garganta.

—¡Dios! ¡Qué bueno que me contestas! —exclama Sara, la directora, tan pronto respondo la llamada.

No, definitivamente no es nada bueno.

—¿Qué sucede? ¿Demetria y Sallie están bien?

Son las primeras en las que pienso, pues se han ido a un nuevo hogar. El miedo a equivocarme es tan fuerte que tengo que recargarme en la pared mientras espero la respuesta. ¿Y si les pasó algo? ¿Si cometí un error al pensar que eran buenas personas? ¿Y si las lastimaron? Jamás me lo perdonaría.

—No, ellas están bien, no te preocupes. —Hace una pausa, ella respira agitada, como si estuviera corriendo o haciendo mucho ejercicio—. Es Henry.

Vuelvo a tensarme.

—¿Qué pasa con Henry?

La luz de la lámpara se enciende, Row se sienta y me mira desde la cama. El reloj indica que son las cuatro de la mañana.

—Se activó una de nuestras alarmas, la del lado de los chicos. Inspeccionamos las habitaciones y no lo encontramos. Los gemelos dicen que lo vieron salir de las recámaras en la oscuridad. Lo hemos buscado por todos lados, no está por ninguna parte en el centro. Estoy corriendo hacia las oficinas para revisar los videos de vigilancia, pero creemos que saltó la barda de alguna forma.

Mis párpados se cierran por el dolor que me causa escuchar eso, me llevo la palma a la frente para tallarla, pues la tensión se ha concentrado en ese lugar. Siento la preocupación clavándose en lo más hondo de mis huesos.

La última vez que vi a Henry estaba llorando, él rechazó mi apoyo cuando intenté acercarme para consolarlo, no permitió que me acercara. No insistí, creyendo que necesitaba su espacio. Ahora ha escapado.

Los remordimientos vienen a mí. ¿Y si necesitaba que insistiera? ¿Y si pude haber hecho algo para ayudarlo? ¿Y si necesitaba que alguien lo escuchara?

Me quedo muda porque me cuesta creer lo que dice, quiero que sea mentira, deseo con todas mis fuerzas que sea un malentendido, que esté escondido en algún lugar porque no quiere hablar con nadie. Después de todo, es algo típico de él alejarse de todos, ocultarse.

»Disculpa que te moleste, es que como tienes tan buena relación con ellos pensé en ti inmediatamente. ¿No sabes a dónde pudo haber ido? ¿No te dijo nada extraño la última vez que lo viste?

—Ya sabes cómo es, no quería conversar conmigo ni con nadie, se quedó en un rincón. Pero lo vi llorar por la partida de Demetria, los dos discutieron, llevaban unos días alejados. Lo único que se me ocurre es su hermano Mac, pero es imposible, me consta que él no pudo haber motivado este escape.

Mac está en la casa de seguridad, no ha salido ni se ha puesto en contacto con nadie del exterior para proteger a su novio y a Henry.

Sara me dice que atenderá a la policía. Yo le aseguro que estoy en camino.

Row se levanta con premura, los dos nos vestimos bastante apresurados, de manera robótica y distraída.

En el camino hago todas las llamadas que puedo.

Llamo a Kealsey para preguntarle si Mac sigue en la casa de seguridad, ella no me cuelga, le marca a Mateo, quien le dice que todos están bien.

Llamo, con mucha vergüenza, a la nueva familia de Demetria y Sallie, esperando que puedan preguntarles a las niñas si saben algo. Si Henry no está con Mac, quizá fue a buscarlas, espero que sea así, necesito que sea así porque solo tendría que ir por él y darle un coscorrón por preocuparnos a todos.

Escucho cómo la señora despierta a Dems con palabras dulces, lo cual es un bálsamo para mi corazón en medio de todo este ajetreo. Ella responde segundos después, su voz adormilada me hace sonreír con tristeza.

—¿Qué pasa, Mérida?

—Hola, Dems, disculpa que te moleste cuando estás dormida. ¿Henry se ha puesto en contacto contigo?

Intento ser cuidadosa con mis palabras, pues no quiero preocuparla ni alterarla. Pero Demetria no es tonta, ella se alarma tan pronto pronuncio mi pregunta, pues respira hondo. Ahora sí me está prestando atención.

—¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Está bien?

—Eso es lo que queremos saber, cariño, prométeme que me llamarás si sabes algo, si te busca.

No lo digo en voz alta, no obstante, intuye de qué se trata mi llamada. Dice algo sobre el deseo de Henry de dejar Bridgeton porque sentía que no pertenecía allí. Puedo notar la confusión, el temor y la inquietud en la voz de Demetria cuando me pide que por favor le llame más tarde si sé algo de él.

Él ya una vez pensó en fugarse con Mac, este es un comportamiento repetitivo que debió atenderse, supervisarse. Debí saberlo, debí darme cuenta. Ahora él anda solo en algún lugar desconocido. Aunque se quiera hacer el duro y el fuerte, no conoce el mundo, no sabe que hay mucha maldad. Eso me quiebra, me aterra que pueda pasarle algo, que nunca lo encontremos.

Esto es parte de sus castigos autoimpuestos por pensar que no es suficiente.

Yo sé mucho de eso.

Me quiebro la cabeza, pensando en dónde podría estar, a dónde podría haber ido. Pero no tengo idea, no lo sé, no se me ocurre nada.

Cuando llegamos a Bridgeton las luces de las patrullas iluminan la oscuridad. Nos dejan pasar luego de que les muestro nuestras identificaciones y los gafetes del centro.

Sara está sentada en la entrada con la vista fija en el suelo. Ella siempre está en control, eso es lo que se necesita para trabajar en una casa hogar, en donde continuamente llegan casos trágicos y tienes que ayudar a sanar las heridas de los niños. En este momento no hay rastro de su sosiego, su expresión es el reflejo de la desesperación por no tener idea de dónde está Henry, logro reconocer el miedo en su rostro. Quizá porque yo siento lo mismo.

La policía se encarga rápidamente de su búsqueda, mientras nosotros nos quedamos ahí, sin saber qué hacer, con la impotencia de no poder ayudarlo, de no saber hacia dónde correr para traerlo de regreso.

Recargo la cabeza en el hombro de Row. No me ha dejado sola ni un momento, su mano acuna la mía, sus dedos enredados con los míos. Me mantengo en calma porque él está aquí, es mi tranquilidad entre tanto caos. Si respiro su aroma puedo pretender por unos segundos que seguimos en la cama y que nadie se ha perdido.

—Me siento tan culpable por no haberme dado cuenta de que estaba sufriendo. No sé si está allá afuera pensando que nadie lo quiere, que está solo cuando es todo lo contrario.

Él me abraza.

—No es tu culpa, recuerda que no podemos hacer mucho por las personas cuando no quieren aceptar nuestra ayuda. Tú lo intentaste, él no aceptó tu apoyo.

—Pero él es tan vulnerable, Row, no sabe que las personas allá afuera pueden ser muy malas.

Las horas pasan sin noticias, lo que hace más difícil la espera. Los policías recorren las calles, los locales, cualquier sitio en el que pueda refugiarse. No hay rastro de él, es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Pese a que me angustia hacerlo, me comunico con Mac para informarle. Sé que esto le afectará porque todo lo que ha intentado hacer es protegerlo.

—¿Qué está pasando, Giselle? Mateo anda muy misterioso, sé que oculta algo, pero no me quiere decir nada.

Suspiro.

—Lo siento, Mac...

El jadeo de angustia que suelta cuando le cuento que Henry se escapó me sabe a dolor y desesperación. No hay nada que pueda hacer para convencerlo de permanecer en la casa de seguridad, él ya está en la calle antes de que cualquiera de nosotros pueda protegerlo. Tarda en terminar la llamada, los gritos de su novio suplicándole que vuelva me parten el corazón, pero lo entiendo porque yo haría lo mismo.

Cuando la mañana llega, los niños salen para ir al comedor, pues servirán en unos minutos el desayuno.

De inmediato localizo a los gemelos, quienes se acercan a nosotros tan pronto se percatan de mi presencia. Sus ojitos tristes me llegan hasta el alma.

—¿Henry volverá? —pregunta Colin.

—Esperemos que vuelva, cariño —respondo.

—Todos se van —suelta Corey, quien busca mis brazos y empieza a llorar, desconsolado—. Todos nos dejan.

Sus palabras me rompen un poco más, lo aprieto fuerte para consolarlo. Observo a Colin, él solo nos observa y después agacha la cabeza, luce como si fuera a romperse en cualquier momento, pero aguanta las lágrimas.

Son tan pequeños y frágiles que temo que se rompan delante de mí. En poco tiempo se quedaron solos, se fueron Demetria, Sallie y Henry. No había pensado en eso, ya no están sus amigos aquí, no puedo imaginar la soledad que seguramente están sintiendo. Pensar que en algún momento me marcharé de la ciudad solo logra alterarme más.

—Yo sigo aquí, cariño, estoy aquí —susurro.

Ellos se quedan un buen rato junto a mí, cuando los cuidadores les piden que vayan a desayunar tienen que marcharse, después de eso irán a la escuela. Veo sus pucheros, su deseo de permanecer conmigo, quieren quedarse y en el fondo sé que es porque piensan que soy lo único que les queda.

Hay locuras sucediendo en mi cabeza. ¿Y si los adopto? ¿Y si le digo a Row que los adoptemos juntos? ¿Y si le pido a papá que los adopte?

Me obligo a concentrarme, la realidad es que no puedo hacer nada por ellos en este momento, la prioridad es encontrar a Henry.

Cuando nos damos cuenta de que no sirve de nada quedarnos en Bridgeton, de que estorbamos más que ayudar, decidimos marcharnos.

Afuera de la casa de la hermandad todo parece estar tranquilo, el interior es un infierno porque Mac está aquí dando vueltas como si fuera un león enjaulado.

Omar mueve a todos sus contactos, pide ayuda, conocen a tantas personas en la ciudad que espero que alguien lo haya visto. Él es el que se encarga de salir a buscarlo porque le pedimos a Mac que se quede aquí, es mejor para todos que no aumenten los problemas. La tristeza e impotencia reflejadas en su mirada crea una bola de tensión en mi garganta, me roba el aliento.

No hay noticias cuando llega la noche.

Row y yo nos quedamos en la que era su antigua habitación, los recuerdos de lo que compartimos en este cuarto me hacen sonreír con melancolía.

Me recuesto de lado, él hace lo mismo, así que estamos frente a frente.

—En la mañana estaba pensando locuras —murmuro.

—¿Sí?

Asiento.

—Pensé en decirte que deberíamos adoptar a los gemelos. —Se me escapa una risita—. Me duele que se sientan tan solos.

Él se queda serio unos segundos, su comisura va subiendo lentamente. Se desliza para alcanzarme. Una de sus manos cepilla mi cabello hacia atrás, delinea mi pómulo con su dedo.

—Eso significa que estás pensando en un futuro juntos, una familia.

Sonrío, la timidez se refleja en el gesto.

Siento que mis mejillas se encienden, él se percata de mi sonrojo, pues roza mi mejilla caliente con sus dedos. Sus ojos encendidos me hacen sentir sedienta y temblorosa.

La situación en la que nos encontramos me deja impactada. La antigua Giselle, la que vino la primera vez a este lugar, se habría carcajeado si le hubiera dicho que algún día estaría frente a este hermoso hombre hablando sobre tener una familia.

—No te voy a mentir, antes ni siquiera me atrevía a soñar con eso, pero ahora que estoy sanando y que estás aquí... No parece imposible.

Me rodea con sus brazos, logro refugiarme en su cuello donde respiro y me empapo con su aroma. También lo abrazo, me aferro a su cuerpo, a su calor.

—Me haces tan feliz —susurra. 



El tercer día después de su escape encuentran algo en una cámara de seguridad de una de las avenidas más peligrosas de la ciudad. Podemos ver el video gracias a Omar y sus influencias.

Mi corazón se quiebra al ver el rostro de Henry lleno de golpes, los morados, su ojo hinchado. Casi no puede caminar, arrastra una de sus piernas. No alcanzo a distinguir su expresión, pero sí puedo imaginar el miedo que siente. Mira hacia todas partes como si estuviera buscando ayuda.

Un recuerdo sombrío me atraviesa, mi mandíbula comienza a temblar. Él está viviendo lo que viví alguna vez y eso no puedo soportarlo.

Está en un semáforo junto a otros niños vendiendo drogas.

Es difícil no recordar mi infancia, a esos seres inhumanos que nos obligaban a vender cosas en las calles, se llevaban el dinero y nos maltrataban, éramos unos objetos, era una vida de mierda.

La rabia crece dentro de mí, se esparce como un veneno que no va a ser apaciguado hasta que él esté a salvo, hasta que sus heridas sanen. No pienso abandonarlo, no lo dejaré ahí en las garras de esas personas.

Mac los reconoce, son los miembros de la banda a la que pertenecía. En ese instante comprendemos que lo más probable es que Henry haya sido manipulado. Creemos que querían que se escapara de Bridgeton para vengarse de Mac, para provocar un enfrentamiento, para herirnos a todos.

Puedo ver el miedo en los ojos de Kealsey, la angustia que hace que Omar trague saliva varias veces. Row tiene la vista clavada en el rostro golpeado de Henry, sin expresión en la cara, pero lo conozco demasiado bien para notar que hay preocupación cruda extendiéndose dentro suyo, la tensión en sus hombros y en sus puños apretados.

Nadie dice nada y yo por un momento temo que no quieran ayudarnos.

—No lo voy a dejar ahí —suelto—. No me importa lo que tenga que hacer para sacarlo.

Rowdy me mira y cierra los párpados con lo que creo es pesadumbre, luce como si lo acabara de condenar a la peor de las torturas. Quiere decir que no, lo sé, puedo leerlo en todo su cuerpo, punzando en su mirada clara, pero sabe que no hay manera de que me quede quieta, que iré aunque él no vaya.

Esta es una guerra, estamos en medio y sé que es peligroso entrar, pero es Henry, es un chico que no conoce el mundo, que está solo allá afuera, seguramente asustado y arrepentido. Yo también estaba asustada, me hubiera gustado que alguien me salvara. No lo voy a dejar, no cuando me necesita.

—Podemos esperar a que la policía actúe —propone Omar, dubitativo.

Entiendo su indecisión, las dudas, de verdad lo hago porque ellos tienen una vida, aceptar la batalla es tomar riesgos.

—Iré yo —dice Mac, quien todavía se sigue recuperando de su herida—. Ustedes no tienen que involucrarse, ya han hecho demasiado por mí al cuidarme y esconderme. Ellos me quieren a mí, por eso fueron por Henry, quieren que salga y los enfrente, quizá quieran hacer un intercambio.

Esa idea me genera tanto malestar, me revuelve el estómago, me enferma.

Mac ha sido una víctima del destino, alguien que se vio orillado a involucrarse con las personas incorrectas. Hay bondad en su interior, no debería vivir este infierno.

—No creo que solamente te quieran a ti —suelta Angel desde una esquina—. Los hemos provocado, saben que estás con nosotros, saben que no te dejaremos solo.

Entiendo de inmediato lo que quiere decir, quieren a Blacked, a la hermandad.

»Yo estoy dentro, caperuza —suelta Angel, asintiendo—. Siempre lo hemos dado todo por defender a los inocentes.

—Yo también estoy dentro —dice Keals.

Todos se van uniendo porque, al final del día son como hermanos, y la familia siempre está ahí para cuidarte las espaldas.

Omar le habla a sus contactos en la policía, acompañaremos a algunos elementos encubiertos, les brindaremos apoyo, ellos se harán cargo de los otros niños y de atraparlos.

El plan es rodearlos cuando estén en la calle vendiendo las drogas, los informes dicen que salen todas las mañanas. Row estará en uno de los edificios, su puntería privilegiada nos cuidará desde las alturas. Omar y Kealsey se encargarán de limpiar el camino, disparar si hace falta para abrirle paso a Mateo, quien provocará una distracción. Yo estaré escondida esperando que Mac y Tyler tomen a Henry para llevarlo a un lugar seguro por una ruta de escape.

Lo rescataremos en unas horas, la esperanza arde en mi pecho, aunque sea estúpido.

Esa noche, mientras estoy frente a la ventana rodeándome a mí misma, Row llega y me abraza desde atrás.

—Por favor —dice con la voz rota—. Por favor no vayas, nosotros lo haremos, ¿de acuerdo?

—No me pidas eso, Row, sabes que Henry me importa y que no voy a abandonarlo.

—Por favor, Giselle, esto puede acabar muy mal, no quiero que te pase nada.

Me doy la vuelta dentro de sus brazos, me pongo de puntillas para alcanzarlo y rodear su cuello, para depositar un suave beso en sus labios, esperando que eso logre apaciguar su temor.

—Todo va a salir bien.

Pero al decirlo no estoy tan segura, él lo sabe.



Cuando la mañana llega se siente el peso y la tensión en el ambiente. El silencio es atronador porque nunca había sentido esta pesadez al estar aquí. Para mí esta casa significa alegría, risas, amigos bromeando. Hoy es sombría, lúgubre.

Entregan armas, reparten balas. Todo en silencio.

Kealsey, quien se escondió para fumar cuando la conocí, saca un cigarrillo y lo enciende delante de todos. Me acerco a ella.

—Lamento que estemos en esta situación —digo.

Ella sonríe.

—No hay manera de que deje a ese crío ahí. Podemos tener miedo, para vamos a pelear. Tal vez esta sea nuestra última misión.

Eso me sorprende, no sabía que estaban considerando dejar la hermandad.

—Siempre adoraré tu matriarcado, nena —susurro.

Esta vez ríe, sin embargo, la seriedad vuelve, me mira con fijeza.

—Pase lo que pase, pelirroja, me alegra mucho haberte conocido, gracias por ser mi amiga.

El nudo en mi garganta surge tan rápido queriendo asfixiarme, esto se siente como una despedida, me niego a que sea de ese modo. Tomo una bocanada de aire que se siente temblorosa en mi pecho. Alcanzo su brazo y le doy un jalón para darle un abrazo fuerte, me corresponde de inmediato.

—No te atrevas a decirme adiós —le digo.

Vuelve a sonreír, pero no dice nada.



Vamos en dos camionetas. Row, Tyler, Mac y yo estamos juntos. Recorremos la ciudad, vamos de un extremo al otro, siguiendo a los demás, quienes llevan la delantera y nos muestran el camino. Los policías también vienen, así que somos un montón de gente, eso es lo único que me tranquiliza, seremos más.

Mis dedos hormiguean, siento el estómago revuelto y ganas de vomitar.

Cada vez estamos más cerca.

Nos quedan unas cuantas calles más.

Para tranquilizarme cuento hasta diez al ritmo de los segundos que marca el reloj del estéreo.

Uno...

Dos...

Tres...

Cuatro...

Cinco...

Seis...

Ellos dan la vuelta en una esquina, nosotros vamos a hacer lo mismo, sin embargo, todo se sale de control.

Las llantas de la camioneta donde van Omar, Kealsey y Mateo chirrían causando un estruendo ensordecedor que retumba en las paredes de mi mente. Creo que lanzo un grito por el susto, no lo sé, pues lo que me rodea se convierte en un nubarrón borroso, solo sé que mi garganta se siente rasposa y arde.

—¡¡Maldita mierda!! —grita Row, su voz suena fuerte, suena como el grito de alguien que acaba de ver a su peor pesadilla—. ¡¡Nos emboscaron!!

¿Cómo puede ser eso posible?

Escucho maldiciones, exclamaciones, vidrios bajando. De soslayo veo que Tyler y Mac sacan las pistolas por una rendija en las ventanas, uno en cada lado y comienzan a disparar.

Row mueve el volante tan rápido que tengo que alzar las manos para evitar estrellarme en la puerta, para no salir volando por el vidrio.

No da vuelta, sigue derecho.

Con preocupación veo cómo nos alejamos de la camioneta de nuestros amigos. El pánico me roba el aire.

—¡No podemos dejarlos ahí! —exclamo cuando encuentro mi voz.

—Tomaré otro camino —explica él.

Todo sucede tan rápido que no me doy cuenta de lo que está pasando, solo puedo repasar en mi mente una y otra vez lo que acaba de suceder, cómo las cosas se nos fueron de las manos.

Serpentea entre las calles, llegamos a un callejón que desemboca en el sitio donde ya se escuchan balazos.

Todos saltan de la camioneta, incluyéndome. Row toma mi muñeca, me arrastra para ocultarme en el callejón. No estoy segura de querer quedarme aquí mientras él está allá afuera. Debería estar en un edificio, no aquí abajo entre todo el peligro.

—No te muevas de aquí... —me pide—. No te muevas por ningún motivo, Giselle.

Va a seguir a Tyler, pero alcanzo a capturar su brazo antes de que se vaya porque de pronto siento la necesidad de encerrarnos en una burbuja. Entonces nuestros ojos conectan por primera vez desde que salimos de la casa, sus músculos tensos se endurecen más al ver mi cara. Mira hacia atrás un momento, por encima de su hombro, luego se acerca a mí y me abraza.

En ese momento comienzo a llorar, me aferro a su cuello y niego con la cabeza. No, no quiero que se vaya, quiero suplicarle que se quede, pedirle que se esconda conmigo.

»Todo va a estar bien, caperucita, por favor no llores.

Pero no puedo parar, tampoco puedo distinguirlo bien por las lágrimas que caen.

—Prométemelo, promete que todo estará bien y estaremos juntos cuando esto termine —le ruego.

Row traga saliva y asiente.

—Lo prometo, cariño.

Me da un beso duro que no termino de disfrutar, que me sabe amargo por las lágrimas saladas que se combinan con su sabor. Me deja antes de que pueda decirle cuánto lo amo.

Tyler, Mac y él se esconden detrás de la camioneta que obstaculiza la salida del callejón, sacan sus armas y disparan. Los ruidos de las balas y los gritos se vuelven una canción aterradora que me da escalofríos.

Row corre hacia alguna parte y ya no puedo verlo, no puedo comprobar que está bien. La ansiedad y la angustia se aferran a mi pecho, a mi cuello, me ahorcan y me vuelven una masa temblorosa llena de pavor.

No debí insistir, no debimos venir.

¿Qué hice?

Todos se van, me quedo completamente sola.

Un grito retumba desde algún lugar y me trae de vuelta a la realidad, la sangre se me congela porque siento que puedo reconocer su voz.

Presurosa, me agacho y me acerco a la camioneta, busco entre los espacios de las llantas y lo veo.

Ahí está Henry, no encuentro a otros niños, solo a él. Un hombre lo agarra del cuello y lo arroja al suelo con fuerza.

Alguien corre hacia él, es Mac.

No sé cómo lo logra si sigue recuperándose de su herida, pero consigue llegar con rapidez y desarmar al tipo, ellos se enfrascan en una pelea.

Busco desesperada que alguien más los vea, pero no veo ningún rostro conocido, solo a mujeres y hombres armados, escondidos en murallas improvisadas disparando hacia todas partes. Nadie lo nota, nadie ve a Henry solo en medio de todos, paralizado. Y Mac está demasiado ocupado peleando como para ayudarlo, a pesar de que le grita que se esconda, que corra.

Recuerdo las palabras de Row, no debo moverme.

Mierda.

Maldita mierda.

Pero no me puedo quedar quieta cuando veo el terror en su rostro, en ese que finge que es malo, aunque sea dulce y bondadoso.

Antes de poder detenerme ya estoy corriendo hacia él, escondiéndome entre los autos, agachándome. Todo el camino repito en mi mente que estoy cometiendo una gran equivocación, pero está ese otro lado que no puedo ignorar y me suplica que asegure su seguridad.

Henry está quieto, firme como una estatua. Tan pronto lo alcanzo, lo abrazo rodeando sus hombros, está temblando. Sus dientes castañean, tienen los ojos bien abiertos y fijos en la pelea de su hermano y el otro hombre. Cuando digo su nombre voltea a verme, casi como si estuviera asustado. Parpadea, juro que sus pupilas están tan dilatadas que me hace pensar que le dieron drogas. Está drogado hasta el culo.

Puedo ver su miedo.

Creo que no me reconoce al principio, le cuesta aferrarse a la realidad, distinguir qué es una mentira. Si no me equivoco, si está drogado, él podría estar en un mal momento.

A veces las drogas te llevan a la euforia, otras veces te arrastra a una puta pesadilla. En más de una ocasión me llevaron al infierno, veía cosas que me asustaban. El día que choqué con el árbol fue el peor de todos, yo me monté en el auto porque quería escapar de lo que me estaba persiguiendo, la bestia de mis pesadillas.

No sé qué corre por el organismo de Henry, no sé qué está sucediendo en su mente, pero se nota que está pasándola mal y que está aterrado.

Lo aprieto fuerte.

—Tranquilo, vamos a un lugar seguro, ¿sí?

Él no responde, solo tiembla de forma incontrolable. No sé si lograré esconderlo entre todo este desastre. No disminuyo la fuerza del agarre mientras lo guío al callejón. Tenemos que correr, escondernos entre columnas y autos. De soslayo veo los cuerpos de la banda del oeste caer, los policías encubiertos se van acercando, los acorralan.

En más de una ocasión busco a Row, la desesperación cavando un pozo profundo dentro de mí, pero no lo encuentro, no puedo verlo. No está por ninguna parte y eso... Eso me angustia, me arrebata la respiración.

La adrenalina me hace actuar, todo sucede tan rápido que no entiendo cómo llegamos al callejón. No me detengo hasta que dejo a Henry detrás de un basurero, oculto. No podemos irnos, no está Tyler, tampoco Mac.

Este no era el plan, nada está saliendo cómo esperaban. No sé cómo vamos a salir de aquí, no sé qué vamos a hacer.

Las lágrimas de Henry caen sin parar, sus sollozos son tan fuertes que temo que alguien nos descubra.

Me pongo de rodillas frente a él, tomo su rostro para que me mire, esperando que pueda verme entre el nubarrón que lo consume.

—Shh, todo va a estar bien, ¿de acuerdo? —susurro.

—Lo lamento, lo lamento, lo lamento, lo lamento —repite y se mece—. Quería verla, decirle... Llegaron...

Verlo así me destroza, él no debería estar viviendo esta mierda. Sus pensamientos están revueltos, no puede explicar.

—Ya hablaremos, respira. —Hago una pausa para cepillar su cabello lleno de sudor, para liberar su rostro esperando que la brisa lo refresque—. No te muevas de aquí, ya vuelvo.

Debería quedarme para cuidarlo y mantenerme en un lugar seguro, pero no puedo porque el nudo en mi garganta me roba el aire. Necesito saber que Kealsey, Mateo, Mac y los demás están bien.

Necesito saber que Row está bien.

Vuelvo a agacharme para buscarlo porque estoy desesperada, porque si algo le pasa jamás me lo perdonaré.

Jadeo por la sorpresa cuando veo a Kealsey en medio de la calle sin ningún tipo de protección con lo que parece un tubo en uno de sus hombros. Estoy segura de que es un arma.

—¡¡Miren cómo una mujer acaba con ustedes, cabrones de mierda!!

Su grito retumba, alto y fuerte antes de que lance un proyectil, el impacto truena, el piso tiembla, los gritos avisan que algo se quema.

Las sirenas de la policía se escuchan a lo lejos, por un momento un rayo de esperanza me atraviesa, el cual se esfuma cuando una sombra me hace alzar la cabeza.

Una bota impacta en mi cara, la patada me lanza hacia atrás, caigo en el suelo.

El sonido lastimero que me abandona no logra expresar cómo se extiende el dolor profundo que me llega hasta la nuca y me deja ciega por unos segundos.

Miro hacia arriba, es un hombre corpulento que esboza una sonrisa macabra, la cual reconozco al instante.

El aire sale de mis pulmones, el dolor sigue ahí repiqueteando, pero el miedo que siento al ver esa cara es lo que me nubla y me obliga a arrastrarme hacia atrás.

Es el sujeto del bar, el que pensó que era una espía e intentó aprovecharse de mí cuando estaba borracha, Row lo golpeo contra un lavabo y no puedo recordar mucho más.

Él está enojado, ese hombre me mira con una rabia que me hiela la sangre.

—Maldita puta, nos volvemos a encontrar.

Sin que yo pueda hacer mucho para defenderme, a pesar de que lo intento, a pesar de que encajo mis uñas y lo hago sangrar, a pesar de que uso todas las tácticas que sé, él me golpea una y otra vez. Azota mi cabeza contra el suelo, jala mis cabellos para levantarme y me estrella en la pared.

Me golpea y me patea hasta que los golpes dejan de doler, hasta que mis huesos crujen al romperse, hasta que escupo sangre en el concreto y no puedo hacer nada más que temblar porque estoy muy débil como para seguir peleando.

Hay dos cosas que me duelen antes de que todo se vuelva negro:

Ver cómo Mac cae al suelo y no vuelve a levantarse.

Ver que los ojos de Row me buscan con desespero, ver cómo el miedo y el dolor descomponen su rostro cuando me encuentran. Él corre, viene hacia mí, quizá ya es tarde.

Quiero gritarle que estoy bien, pero nada sale de mi boca.

Y luego todo se esfuma.


* * * 

Mi chiquita caperuza :(

Pero Keals es nuestra patrona, deja un emoji poderoso para confirmarlo 🗡️

AY NO, es que esto me pone triste, pensar que el final se acerca. Amo a estos personajes, Giselle y Row se han coronado como mis favoritos.

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ


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