Cuatro Momentos (Drummond #3)

By Gaby_SWSD

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Un mal inicio... Weston Drummond es el cuarto hijo de lord Wulfric Drummond, regente de Savoir, quien después... More

Nota introductoria
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Epílogo
Nota Final

Capítulo 40

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By Gaby_SWSD

Laraine había terminado de desayunar, lamentando que no hubiera tardado más en bajar o hubiera pasado antes por el despacho, pues de haberlo hecho así, habría podido desayunar con Wes después de que este volviera de su paseo de la mañana y sin despertar suspicacias. De cualquier forma, ya estaba hecho y era hora de empezar el día de labor.

–¿Señora?

–¿Arley? –Lara arqueó una ceja, pues el joven venía sin aliento y parecía asustado–. ¿Estás bien?

–Han venido... no hay muchos, pero son guerreros... y vienen con su esposo.

–¿Qué? –Lara soltó alarmada y echó a andar hacia el patio del Castillo–. ¿Guerreros? ¿Estás seguro de que se trata de...?

–Sí. Son guerreros del Castillo MacAuliffe. Portan el estandarte de Glenley.

El ejército del rey. Y tenían a Weston.

Lara corrió para atravesar el patio hasta que estuvo a punto de alcanzar las puertas y así chocar de frente con los visitantes no deseados que habían llegado a Nox. ¿Con qué propósito? ¿Qué querían? ¿Y por qué Wes venía con ellos? ¿Lo habrían apresado? ¿Pensarían en...?

Sus oscuras elucubraciones se detuvieron en seco cuando se encontró con que Wes llegaba liderando a aquellos hombres, pero sonreía. No había ni una sola onza de desconfianza o temor en él ni en su actitud hacia ellos. Solo... calidez.

¿Cómo podía ser posible que su esposo tuviera esa actitud hacia ellos? ¿Y por qué los había traído hasta el Castillo sin consultárselo? ¿Los habría también invitado a quedarse, como si él fuera el señor de Nox? Sinceramente esperaba que no.

–¡Laraine! –exclamó Wes, sin notar su tensión y alargó su mano hacia ella. Lara no la tomó–. ¿Te encuentras bien? –preguntó por lo bajo, ella hizo un movimiento de asentimiento con la cabeza–. Ven, quiero que conozcas a alguien.

–¿Qué? –Laraine se dejó guiar unos pasos, demasiado sorprendida para protestar. Luego se detuvo–. ¿Has perdido el juicio, Weston?

–¿Lara?

–¡Son guerreros! ¿Crees que quiero conocerlos? –soltó con desprecio.

Wes se quedó en su lugar, digiriendo la información y unos segundos después entendimiento iluminó su rostro.

–La guerra –musitó.

–Perdimos. Fuimos declarados traidores. Los peores estragos vinieron de ellos, el ejército del rey con origen en las tierras de Glenley. ¿Crees que quiero dar la bienvenida a mi hogar a...?

–Lara, sé que es difícil –Wes se giró y tomó sus manos entre las suyas– pero somos un solo reino, ¿recuerdas? Ellos también lucharon y sufrieron, como Nox. La guerra solo genera pérdidas, para todos.

–Wes...

–Es mi hermano –dijo Wes y sonrió tristemente–. Si quieres, si te es imposible saludarlo, iré hacia él y le pediré que establezcan campamento en las afueras del Castillo, con sus hombres.

–No confío en ellos.

–De acuerdo –Wes asintió, le dio un apretón en las manos y las soltó–. Solo ha venido a asegurarse que estaba... bien.

Lara apretó las manos en puños a su costado, esperando que la ola de dolor y tristeza la bañara ante la visión de aquel estandarte que había significado la condenación de Nox. Pero no llegó, o no con la fuerza que normalmente lo hacía.

Por primera vez observó a los hombres que se encontraban a caballo. Los rostros de ellos, la inquietud que se percibía en el ambiente y sus posturas adustas. Y se dio cuenta que solo eran eso, seres humanos, inquietos, inseguros, temiendo el peligro.

Pero no había peligro. Ya no, porque pese a todo, eran un solo reino. Wes tenía razón, eran diferentes tierras, con sus propias particularidades, pero unidas bajo un solo reino. Y quizá todavía hubiera una oportunidad de establecer un puente entre todos ellos... quizá.

–Wes –Laraine lo alcanzó cuando él llegaba con su hermano. Él giró a mirarla, curioso. Por toda respuesta, Lara extendió su mano en su dirección. Wes sonrió con calidez y la tomó–. Bienvenidos al Castillo de Ealaín –exclamó Laraine dirigiendo su mirada hacia el grupo que esperaba–. Soy Laraine, la regente de Nox.

–Señora –el joven que se encontraba junto a Wes hacía unos minutos, el que sin duda era su hermano, ofreció una formal reverencia–. Mi nombre es Ashton Drummond, capitán de la guardia de Glenley y guerrero del ejército del Rey.

–No le hagas caso, Lara –rompió el tenso silencio Wes, con patente diversión en su voz–. Su rango en Glenley es pura cortesía, porque se comprometió con la nieta del regente de Glenley.

–¡Wes! –exclamaron a su vez Ashton y Lara. Cruzaron miradas y una renuente sonrisa asomó a los labios de Ashton. Lara hizo más esfuerzo por suprimirla.

–Bueno, ya que ha quedado establecido quienes somos –Wes hizo una señal hacia los hombres que aún se encontraban en sus monturas–. ¿Te importaría Lara si les ofrecemos un lugar donde atender a sus caballos?

–Por supuesto. Y luego un refrigerio, deben estar hambrientos –ofreció, aunque sentía la extrañeza en su propia voz por estar agasajando a los que tanto tiempo consideró sus enemigos.

Sin embargo, miró de reojo a Wes y encontró su mirada llena de orgullo, agradecimiento y cariño, por lo que se sintió segura de lo que estaba haciendo. Y amada. Muy amada.

Aunque Laraine había desayunado, se encargó de pedir que trajeran el desayuno para Weston y para su hermano. Así también, dispuso que luego de que los hombres que lo acompañaban se encargaran de los caballos, fueran invitados a entrar al salón a compartir el desayuno o, si preferían, que se les sirviera algo en el exterior.

No le sorprendió cuando, al haber transcurrido unos minutos de que se hubieran sentados, todos excepto uno de los seis hombres que habían acompañado a Ashton Drummond hubiera declinado ingresar al interior del Castillo y optado por la opción última. De hecho, el hombre que había ingresado parecía haberlo hecho a regañadientes, probablemente se echaron en suerte el ingreso para escoltar al menor de los Drummond y había perdido.

–¿Es todo lo que te servirás? –Wes se dirigió a Lara con el ceño fruncido al ver que solo tenía una taza de té frente a sí–. Debes alimentarte, Lara.

–He desayunado, Weston. Una taza de té será suficiente para terminar y acompañarlos, si está bien con ustedes, por supuesto.

–¿Cómo no, Lara? Quiero que conozcas a uno de mis hermanos, más allá de las historias que te he contado –Wes miró a su hermano y sonrió–. Laraine también tiene una hermana menor, pero es todo. Muy razonable, no como nosotros los Drummond que parecíamos tener un hermano por año.

–Es verdad, pero no podemos quejarnos al respecto. Con toda probabilidad, si nuestros padres se detenían en lo razonable, dos o tres hijos, tú podrías no estar aquí y yo definitivamente no lo estaría –respondió Ashton risueño, tras tomar un gran bocado de comida–. Esto está delicioso, gracias.

–Me alegra que le guste. Es una especialidad de Nox –señaló Lara.

Por parte de Ashton solo hubo una fracción de segundo de duda antes de seguir comiendo. En cambio, el joven guerrero que lo acompañaba no hizo intento de tocar el alimento aludido. A Lara le pareció graciosa la reacción, por cuanto si hubieran querido envenenarlos o hacerles algún daño, no se hubieran limitado a hacerlo únicamente en la comida originaria de Nox, ¿cierto?

–¿Y cómo ha estado el viaje? ¿Complicado? –inquirió Wes tras beber su infusión–. ¿Los caminos? ¿Te encontraste con alguien? De hecho, de dónde has venido exactamente. ¿Savoir o Glenley?

–Curioso, ¿eh? –Ashton se tomó su tiempo para contestar, como si fueran preguntas complicadas. Wes puso en blanco los ojos, irritado como de costumbre con su hermano menor. Lara reprimió otra sonrisa al ver el intercambio–. Estuvo relativamente tranquilo. Los caminos estuvieron intransitables durante largo tiempo, por eso que tus misivas nos tenían inquietos y pensando... de todas maneras, era un alivio que se pudiera transitar a caballo más no con carruajes, por lo que parecía difícil llegar a ti. Al final, salí de Glenley hacia Savoir, me encontré con el resto de nuestros hermanos y decidí venir aquí. Prometí que pronto les tendría un informe completo. A menos que tú quieras ir en persona y...

–No, por mucho prefiero que tú se los digas. No tengo el menor deseo de abandonar Nox –apuntó Wes y continuó comiendo. Lara no pudo evitar, esta vez, sonreír–. Pero, lo que me sorprende es que vinieras solo. ¿La pequeña Eilidh no protestó?

–¿Protestar, mi joven prometida? ¡Vamos, Wes, la conoces! Declaró que viajaría conmigo, tenía todo empacado e inclusive un carruaje listo. Eso no califica como una simple protesta, ¿cierto?

–¿Y cómo la dejaste atrás?

–Kyan –declaró con sencillez. Lara miró a su esposo, esperando una aclaración.

–Ah, es el verdadero capitán de la guardia de Glenley –soltó Wes para fastidiar a Ashton–. En realidad, es un guerrero de gran experiencia, amigo de Ashton y que ha sido su sombra por años.

–Como Garrett, tu capitán de guardia –indicó Lara, pensativa.

–Bastante parecido, solo que Kyan es... aterrorizante –Wes sonrió–. Ahora veo cómo lograste dejar atrás a Eilidh.

–Lo has dicho bien. Dejar atrás, porque en unos días, la verás aparecer por aquí, no lo dudes, Wes.

–¿Aquí? –Lara arqueó una ceja, interrogante.

–A donde va Ashton, Eilidh lo sigue. De hecho, siempre prefiere viajar con ella para evitar que se meta en problemas. Si supieras sus historias... lo entenderías. De hecho, estoy sorprendido que la hubiera dejado atrás, aun si es al cuidado de Kyan –reflexionó Wes.

–Ah, pero es que no sabía qué sucedería aquí –Ashton se encogió de hombros y continuó con franqueza–. Podíamos haber encontrado todo tipo de cosas desagradables al final del viaje de las que no estaba seguro... –de pronto miró a Laraine–: pero, lo que he encontrado, señora de Nox. Estoy... anonado. No puedo expresar lo que ha sido ver a Wes así y, estoy completamente convencido, que se debe a usted. ¿Verdad?

–He ayudado a mi esposo, como él a mí. Hemos hecho lo mejor que hemos podido de acuerdo con las circunstancias, capitán Drummond.

–Ciertamente. Parece que de eso se trata el matrimonio de todos modos –Ashton le sonrió, una gran sonrisa llena de sinceridad–. Es un honor conocerla finalmente y, si me lo permite, bienvenida a la familia Drummond, aun cuando sea con retraso.

–Gracias, capitán –contestó Laraine en voz baja, un poco intimidada a su pesar.

–Será mejor que me llame Ashton. Y si también lo permite, la llamaré Laraine y prescindiremos de las formalidades. Así será más fácil que me cuente qué ha sido de mi hermano, al que pensábamos cercano a la tumba y ha resultado estar casi tan saludable como yo. Es un poco insultante, ¿sabe? Ni siquiera es un guerrero.

Wes bufó ante esto último y Laraine, sin saber cómo, terminó sonriendo y hablando largamente con Ashton, en compañía de Wes. El otro guerrero que los había acompañado se había retirado casi inmediatamente, en cuanto había obtenido el permiso de Ashton para hacerlo. Eso hizo que ellos se movieran a la biblioteca del Castillo, para continuar unos minutos más con la charla antes de que Laraine se excusara y fuera a despachar asuntos del Castillo, mientras Wes ofreció mostrar el poblado a Ashton, que no había pisado Nox antes.


**Un nuevo capítulo, no queda mucho para terminar la historia (creo). ¿La mala noticia? No he podido terminar de escribirla aún, pero confío en que podré hacerlo. Gracias por seguirla. Abrazos y nos leemos pronto.**

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