Su propuesta me sorprende. No creí que pudiera preferir mi compañía. No me considero alguien entretenida o divertida con quien pasar el rato. Y también me agrada la idea. Mas de lo que me gustaría admitir.
—¿Y bien? ¿Dónde iremos hoy? —me pregunta rompiendo con el silencio.
—No te he dicho que si.
—Pero tampoco que no.
Suspiro. Pero me es inevitable sonreír.
—Sinceramente, no hay muchos lugares a los cuales ir.
—Que pueblo mas aburrido entonces.
—Tiene su encanto —le digo de pronto—. Me gusta vivir aquí. Esta paz no la consigues en muchos sitios.
—Acepto eso. Pero para cuando tenga cincuenta años. Ahora quiero diversión. Bares, salidas nocturnas, gente... ¿No hay nada?
—El río. La gente suele ir a cenar allí en verano. Hay una linda costanera.
—Pues tendremos cita en el río entonces.
La palabra queda sonando fuerte en mi mente. Nunca he tenido una cita. La única persona con la que he salido es Igor y después de él no he conocido a nadie mas. La palabra me asusta.
—No es una cita.
—¿Por qué? ¿No quieres?
—Si. Pero no lo llames así.
Se ríe.