Dancing With The Devil | Larr...

By BooDarkness

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Es 1967 y Harry está harto de ser aquel chiquillo religioso al cual todos molestan. Cansado de un dios fingie... More

DANCING WITH THE DEVIL | FÍSICO 2.0
DANCING WITH THE DEVIL | TRAILER
IMPORTANTE.
Advertencias.
Índice.
ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ ɪ/ɪɪ: "ᴇʟ ᴠɪᴏʟɪɴɪsᴛᴀ ᴅᴇʟ ɪɴғɪᴇʀɴᴏ"
ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ ɪɪ/ɪɪ: "sᴏᴍʙʀᴀ"
ɪ: "ɪɴᴠᴏᴄᴀᴄɪᴏ́ɴ"
ɪɪ: "ᴅɪᴏs ᴛᴇ ʙᴇɴᴅɪɢᴀ"
ɪɪɪ: "ᴍᴀʟ ᴘᴇʀsᴏɴɪғɪᴄᴀᴅᴏ"
ᴠ: "ᴀᴛᴀϙᴜᴇ ᴀʟ ᴄᴏʀᴀᴢᴏ́ɴ"
ᴠɪ: "ᴄᴀsᴛʀᴀᴛɪ"
ᴠɪɪ: "ʟᴇɴɢᴜᴀ ᴀғɪʟᴀᴅᴀ"
ᴠɪɪɪ: "ᴅᴀɴᴢᴀ ᴄᴏɴ ᴇʟ ᴅɪᴀʙʟᴏ" PARTE I/II.
ᴠɪɪɪ: "ᴅᴀɴᴢᴀ ᴄᴏɴ ᴇʟ ᴅɪᴀʙʟᴏ" PARTE II/II.
ɪx: "ɪɴᴛᴇʀᴄᴀᴍʙɪᴏ ᴅᴇ ᴀʟᴍᴀs"
x: "ᴀᴍᴀʀ ᴀʟ ᴅɪᴀʙʟᴏ ᴅᴜᴇʟᴇ"
xɪ: "ʜᴀʟʟᴏᴡᴇᴇɴ"
xɪɪ: "ᴄᴏɴғᴇsɪᴏɴᴇs ᴀ ᴍᴇᴅɪᴀɴᴏᴄʜᴇ"
xɪɪɪ: "ғᴜᴇɢᴏ ɪɴᴛᴇʀɪᴏʀ"
xɪᴠ: "ᴇʟ ᴘʀɪ́ɴᴄɪᴘᴇ ᴅᴇʟ ɪɴғʀᴀᴍᴜɴᴅᴏ"
xᴠ: "ᴘᴜʀᴏ ᴘᴇʀᴏ ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ"
xᴠɪ: "ʀᴏᴍᴘᴇ-ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇꜱ"
xᴠɪɪ: "ʟᴀ ʜᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴍɪ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
xᴠɪɪɪ: "ᴄᴀᴍɪɴᴏ ᴀʟ ᴅᴇꜱᴄᴇɴꜱᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xɪx: "ʜᴏɢᴀʀ, ᴀɢʀɪᴅᴜʟᴄᴇ ʜᴏɢᴀʀ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xx: "ʟᴀ ᴘʀᴏᴍᴇꜱᴀ ᴅᴇʟ ᴅɪᴀʙʟᴏ"
2DO ARCO | "CAOS"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxɪ: "ꜱᴜᴇÑᴏ ʟÚᴄɪᴅᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxɪɪ: "ᴀʙᴀɴᴅᴏɴᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxɪɪɪ: "Qᴜᴇ ᴄᴏᴍɪᴇɴᴄᴇ ᴇʟ ꜱʜᴏᴡ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxɪᴠ: "ᴅᴇꜱᴀʟᴍᴀᴅᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxᴠ: "ᴠᴀᴄÍᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxᴠɪ: "ᴇʟ ʀᴇʏ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ᴄɪᴇʟᴏꜱ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxᴠɪɪ: "ᴏᴊᴏ ᴘᴏʀ ᴏᴊᴏ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxᴠɪɪɪ: "ᴄᴏɴꜱᴇᴄᴜᴇɴᴄɪᴀꜱ ɪɴꜰᴇʀɴᴀʟᴇꜱ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxɪx: "ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ʏ Úʟᴛɪᴍᴀ"
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxx: "ᴇʟ Áɴɢᴇʟ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
ᴇᴘÍʟᴏɢᴏ ɪ/ɪɪ.
ᴇᴘÍʟᴏɢᴏ ɪɪ/ɪɪ.
Agradecimientos, y un hiatus.

ɪᴠ: "ɴɪɴ̃ᴏ ғᴀᴠᴏʀɪᴛᴏ"

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By BooDarkness

Unos fuertes golpes en la puerta de su habitación provocaron que sus ojos se abrieran muy lentamente, intentando acurrucarse aún más entre las mantas, buscando un calor que sentía perdido.

—Harry, cielo, arriba. Debes ir a la escuela —Oyó la voz de su madre provenir del otro lado de la habitación—. ¡Despierta! Anda, bebé. Te preparé el desayuno —Lo siguiente que el rizado oyó fueron pasos en la escalera y “Dominique” siendo reproducida nuevamente, una y otra vez.

Sintió una mirada sobre él cuando intentó —nuevamente— conciliar sueño, recordando haberse dormido en plena oscuridad, con el Diablo de pie, frente a su cama, simplemente observándolo. Le ardían un poco los ojos al haberse dormido entre un silencioso llanto, y el pitido en su oído izquierdo le estaba sacando de quicio.

Pero al menos su alma continuaba en su cuerpo.

En cuanto sus enormes ojos verdes se abrieron, notó una figura vestida de negro sentada sobre la cama, a su lado. Observó por unos pequeños segundos cada anillo en los largos dedos del Diablo, admirando los raros símbolos que apenas relucían de éstos. Temía alzar la vista y observar el rostro contrario, pero una vez lo hizo, simplemente se encontró con una firme mirada sobre él, y al ser más hermoso de la existencia manteniendo un semblante muy serio.

El pitido de su oreja aumentó cuando sus miradas se cruzaron por unos segundos, así que tuvo que observar hacia otra parte de la habitación.

—¿Te asusté? —Ambas cejas del arcángel se alzaron, y su tono era tan sarcástico al punto en el que Harry tuvo que morder su lengua con fuerza, recordando que no podría responderle de manera grosera al mismísimo rey del inframundo.

Negó lentamente con la cabeza antes de suspirar, sentándose en la cama con lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos, y aún continuaba sintiendo el profundo malestar. Su mirada se dirigió hacia el Diablo, el cual simplemente lo observaba, sin ninguna expresión en su rostro.

—Buenos días —Dijo este último, y se inclinó hacia el mundano.

La respiración de Harry quedó atascada en su garganta mientras su cuerpo comenzaba a temblar, temiendo lo que podría suceder. Sin embargo, jamás se hubiese esperado un suave beso en su mejilla derecha.

Aún con la mirada en las mantas, formó una línea en sus labios cuando los presionó entre sí, sonrojado y provocando que, lentamente, el Diablo sonriese de lado.

—Puro...como el veneno.

—¡Harry! —Unos golpes en la puerta lo hicieron dirigir su mirada hacia ésta, y ni siquiera le fue necesario voltearse para notar que el arcángel ya no se encontraba junto a él.

Suspiró, poniéndose de pie y tomando el uniforme de la escuela antes de dirigirse hacia el baño, no sin antes avisarle a su madre que estaba despierto. Se duchó rápidamente, lavando bien su cuerpo y buscando, de alguna forma, sentirse nuevamente bien.

No funcionó.

Al salir, se secó y vistió. El uniforme no estaba tan mal: eran unos pantalones negros, al igual que los zapatos, junto a una camisa blanca, abotonada hasta arriba y un suéter de lana azul. Sus rizos estaban húmedos, y continuaba con su aspecto moribundo.

Comenzaba a acostumbrarse, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba extraño siquiera pensarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener al Diablo acechando en donde sea que estuviese.

Una vez terminó, se dirigió a su cuarto y preparó su mochila con sus deberes. Notó que había algunos incompletos, pero antes de comenzar a lamentarse, recordó que la única persona que lo trataba bien en aquel establecimiento era Fionn Whitehead, su compañero de clases y...amigo, o eso creía. ¡Podría preguntarle!

Subió los escalones del sótano, con las correas de su mochila colgadas en sus pequeños hombros, e intentó evadir el tocadiscos, pasando rápidamente por un lado de éste antes de que la canción volviese a comenzar.

Una vez en la cocina, se sentó en una silla, con el desayuno sobre la mesa y su hermana mayor en la silla del frente. Probablemente ésta lo había hecho, ya que su madre estaba limpiando.

Comenzó a beber el té y comer un poco de pan, sintiendo que se volvería loco ante el pitido en su oído izquierdo y la fuerte melodía francesa en su oído derecho. Apenas podía oír su propio masticar, y lo comprobó cuando Gemma le arrojó comida en el rostro.

—¡Ah! —Se quejó, llevando su mano a su ojo derecho—. ¿Por qué hiciste eso? —Su hermana mayor frunció su ceño, diciendo algo que Harry ni siquiera pudo oír. —¡¿EH?!

La mujer mayor observó a su hijo con su ceño fruncido mientras pasaba por su lado, caminando fuera de la cocina. Para el alivio de todos en la casa, la música del tocadiscos cesó.

—¿Estás bromeando o algo así? —Preguntó Gemma, algo molesta.

—Lo siento, no te oía por la música.

—Ay, Harry... —Anne volvió a la cocina, llevando sus manos a su cintura mientras observaba a su hijo—. ¿Tendremos que volver al hospital?

El rizado observó a su madre de inmediato, a punto de rogarle y mentirle de la forma más creíble, pero la mejilla morada de la mujer captó su atención, provocándole un vuelco en el corazón.

—Mami —Se paró de la silla casi de inmediato—. ¿Qué ocurrió? —Ya no estaba seguro de continuar evadiendo el asunto, incluso si no sabía exactamente qué hacer.

Cada vez se ponía peor.

—¿Qué cos—? ¡Oh! —Anne llevó una de sus manos a su propia mejilla herida, acariciando suavemente el hematoma—. Sabes cómo soy, Hazzie. Me golpeo con todo —Rió, caminando nuevamente hacia la encimera para continuar con la limpieza —. Vas a llegar tarde a clases.

Harry y Gemma se observaron fijamente por unos segundos antes de que la mayor decidiese hablar, también algo dudosa:

—Mamá, ¿segura te golpeaste?

La madre de ambos bufó—. Sí, Gemms, y se acabó el tema —Lucía algo harta, pero tenía sus razones—. ¿Te sientes bien para ir a clases, Hazzie? Estás algo pálido. Si decides no asistir, podríamos ir a la iglesia.

—No, no —Respondió rápidamente, tomando su taza de té y dando un gran sorbo bajo la atenta mirada de su hermana—. No he dormido bien anoche, pero estoy bien.

No estaba mintiendo del todo: no había despertado en ningún momento de la noche, pero, aun así, se sentía como si no hubiese descansado por años.

—Puedes quedarte, yo te creo.

Harry negó nuevamente, comiendo un trozo de pan con rapidez, incluso si no tenía tanta hambre. ¡Por supuesto que no! Ya no quería estar solo, nunca más, y aún menos asistir a la iglesia.

—No, todo está bien y, además, tengo un examen hoy —Se aproximó a su madre, dejando un beso sobre su mejilla sana, y luego hizo lo mismo con su hermana—. Tengan un lindo día hoy, ¿sí?

—Adiós, Hazzie —Gemma agitó su mano.

—Cuídate, cielo. Que Dios te bendiga.

Aquella última frase, proveniente de su madre, provocó que las náuseas surgiesen de manera imprevista, y tuvo que tomar su mochila con rapidez antes de —prácticamente— correr fuera de la casa.

Una vez el aire golpeó su rostro, caminó unos lentos pasos, alejándose de la entrada de su humilde hogar para, sin poder evitarlo, inclinarse en el césped y devolver su desayuno.

Inmediatamente se sintió mejor, pero, de solo pensar en el infierno que le esperaba dentro de su instituto religioso, tenía ganas de dar media vuelta y regresar a la soledad de su cuarto.

—Harry —Oyó a lo lejos el llamado de su padre, y rápidamente se enderezó, limpiando sus labios con el dorso de las manos y obsequiándole al hombre, el cual estaba algo lejos, una adorable sonrisa.

—¿Sí? —Mentiroso. Era un mentiroso—. ¿Qué sucede, papá? —Se aproximó tranquilamente, intentando no detenerse a mitad de camino cuando notó una sombra alta detrás de sí, en el suelo.

Des cerró la puerta del asiento copiloto de su vehículo, limpiando sus manos con un viejo trapo mientras le dedicaba una amigable sonrisa a su hijo.

—Arreglé el coche. ¿Ibas caminando? Te llevo.

—Puedo ir solo, no hay probl—

—Te llevo, hijo —El adulto lo interrumpió, cruzando la calle para poder dirigirse al asiento conductor—. Súbete.

Harry sintió un cálido aliento en su oído derecho antes de oír miles de susurros a la par:

<< ¿Cómo se atreve a interrumpirte? >>

<< ¿Quién le dijo que es el jefe del orden? >>

<< Míralo...él cree que tiene autoridad en ti, así como cree que la tiene en tu madre. >>

Ni siquiera supo cuando estuvo dentro del vehículo, abrochando su cinturón, porque en lo único que podía pensar era en la ira creciendo en lo profundo de su pecho, mientras miles de terroríficos recuerdos se hacían presentes en su mente. Aquel hombre, que lucía tan amable, dirigía el volante de su coche con manos gentiles...

...las cuales lastimaban a su madre cuando nadie veía.

Des comentaba sobre cómo había permanecido toda la mañana reparando algunas fallas en el motor, pero, lo que sea que intentaba explicarle a Harry, ya no importaba. Jamás había importado, en lo más mínimo.

Ni siquiera quería continuar oyendo su asquerosa voz, su falso tono de superioridad por saber cómo reparar aquel maldito auto. ¡Es más! Si fuese por el rizado, deseaba que un camión aplastase el lado derecho, dejando muerto a su progenitor. Quería tantas cosas en aquel momento, pero principalmente quería...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz ajena, la cual lo alentaba sin duda alguna, incluso emocionado por el cambio de pensamientos del mundano.

<< Díselo, díselo. Mueres por decírselo. >>

Llevó su mirada al volante. ¿Qué pasaba si lo tomaba y provocaba un accidente?

—Es algo complicado. No cualquier hombre lo haría y, definitivamente, ninguna muj—

—Hijo de puta.

El adulto dejó de hablar, sin poder creer lo que había salido de la boca de su hijo menor; aquel chico tan inocente, amable y puro.

—... ¿Harry? —Se mantuvo viendo fijamente el camino, buscando aparcar frente al instituto religioso.

Harry respiró con dificultad ante el enfado que sentía dentro—. Puto cobarde de mierda.

El auto se detuvo bruscamente, impulsando a ambos hacia adelante y atrás. Des se volteó en su asiento, observando a su hijo fijamente, el cual ni siquiera respiraba.

—¿Quieres repetirme lo que me has dicho? No te oí bien —Habló lentamente, desafiando al adolescente, creyendo que no se atrevería a siquiera mencionar el asunto.

Harry ni siquiera titubeó: —Maldito hijo de puta.

No se sentía él mismo, pero tenía un grito lleno de impotencia atascado en su garganta. Su espalda estaba empapada en sudor, y le temblaban las manos.

Des lo observó fijamente antes de bajarse del vehículo con brusquedad, teniendo un par de dificultades al olvidar desabrochar su cinturón de seguridad. En tan solo un par de segundos, ya se encontraba del lado del asiento copiloto, abriendo la puerta y esperando a que su hijo estuviese fuera.

Harry salió lentamente, con su mirada fija en la de su progenitor, aún enfrentándolo. Éste último aproximó su rostro al de su hijo, quedando a tan sólo unos pocos centímetros.

—Vete a la escuela —Habló entre dientes antes de apartarse, regresar al lado conductor, subirse al vehículo y acelerar casi de inmediato, desapareciendo en una de las esquinas de la calle siguiente.

Fue casi inmediato el momento en el que su ira desapareció por completo, con el nudo en su garganta descendiendo, deseando con el corazón estar muerto para no afrontar lo que podría suceder cuando regrese a su hogar.


       
La ansiedad se extendía por su pecho de manera inevitable, y rogaba no soltar lágrima alguna mientras caminaba apresuradamente por los pasillos del instituto, los cuales estaban algo vacíos. Estaba llegando tarde, pero aquello era lo que menos le importaba en aquel momento, su mente sólo repetía una cosa: baño. Necesitaba llegar a éste, encerrarse y buscar cualquier manera de solucionar el problema que causó.

Su camino fue repentinamente bloqueado por un chico alto, delgado, de mandíbula marcada y semblante serio: Fionn Whitehead.

—Hey, Harry —Saludó amigablemente.

——H-Hola —Le temblaba la mandíbula, siéndole imposible no tartamudear a lo loco mientras ambos avanzaban por los pasillos lentamente.

—¿Cómo estás?

—...bien, ¿tú?

—Genial —Respondió de vuelta su amigo y compañero de clases—. ¿Hiciste algo en la semana?

<< ¿Además de invocar al diablo? No, nada. >>

—Uhm, no. ¿Tú?

El chico ladeó un poco su cabeza, luciendo aburrido de tan solo pensar en la respuesta—. Estuve con mi abuela...es decir, la conocí. Ella es genial —Dijo, asintiendo y siendo interrumpido por la campana retumbando en los pasillos, indicando que era horario de clases. Aparentemente no había llegado tan tarde como creyó—. ¿Vamos a clases?

—Sí, yo... —Harry observó a su alrededor, al borde de un ataque de pánico al notar a las personas saliendo de la última puerta, donde estaba la cafetería, a punto de llenar los pasillos—...luego te alcanzo. Necesito ir al baño.

—Vale... —Respondió Fionn, frunciendo su ceño mientras, muy dudosamente, continuaba caminando hacia el salón de clases.

El rizado, en cambio, siguió de largo por el pasillo, el cual estaba adornado por cuadros y estatuillas de santos. Una vez se adentró al baño, el silencio fue ensordecedor, provocando que el pitido en su oído izquierdo aumentase al punto en el que creía que se volvería loco.

Verificó que no hubiese nadie en los cuatro cubículos para, luego, acercarse al lavabo, donde apoyó su cuerpo contra la encimera de cerámica y observó su reflejo en el amplio y limpio espejo. Respiró profundamente por un par de segundos y despeinó sus propios rizos con manos temblorosas, buscando sentirse —de alguna manera— mejor.

La ansiedad no se detenía, encerrada en su pecho, lastimándolo. Sollozó secamente, con su cuerpo entero temblando antes de dar unos tambaleantes pasos hacia atrás, pegando su espalda en los fríos azulejos de la pared mientras cerraba sus ojos con fuerza. Iba a volverse loco.

Sintió la presencia del mal personificado casi de inmediato, y ni siquiera tuvo que abrir sus ojos para saber que lo tenía frente a sí, pero lo hizo cuando sintió dos cálidas manos sosteniendo sus mejillas, alzando levemente su rostro.

—Sh, sh, sh —El Diablo intentó calmarlo, limpiando las lágrimas que estaban a punto de caer por la suave y pálida piel del rizado—. ¿Mi niño favorito está asustado? —Harry asintió rápidamente, sin siquiera ser capaz de responder—. ¿Cómo puede estar tan asustado cuando ha hecho algo peor que tan solo faltar el respeto? —Negó, suspirando con falsedad.

El mundano tomó aire profundamente, sin moverse ni un poco—. N-no lo...yo, é-él...

—No, lo entiendo —Interrumpió el Diablo—. Tu querido padre se merecía esas palabras de tu parte. ¿Sabes por qué? —Harry negó lentamente—. Porque eres lo que más ama.

—...Él es un buen padre —Quiso excusar a su progenitor.

—Golpea a tu madre.

—Sigue siendo un buen padre.

El arcángel acarició las mejillas del rizado con gentileza, incluso si lucía verdaderamente intimidante—. ¿Acaso un buen padre significa enseñarles mal a sus hijos y saberlo? Si es así, házmelo saber.

No podía negar aquel comentario.

Harry desvío su mirada hacia la salida del baño, paranoico de que alguien decidiese entrar. ¿Verían al rey del inframundo? ¿Tan solo él podía verlo y oírlo? ¿Sentirlo? Tragó saliva, intentando no temer al ensordecedor silencio.

—... ¿Señor Diablo?

Una silenciosa risa brotó de los labios del arcángel, los cuales se curvaron tan solo un poco hacia arriba.

“Señor Diablo”. Me gusta, muy original —Comentó, provocando que el mundano sintiese un calor extenderse por sus pómulos.

—Lo siento —Se disculpó rápidamente, sintiéndose más torpe que de costumbre. ¿Lo habría ofendido? —. Yo...no sé cómo llamarte. ¿Lucif...—?

—Louis.

Harry parpadeó, desprevenido. Honestamente, no esperaba aquel nombre, si no uno más largo, extraño y único. “Louis” era común, tanto que, si las pocas personas religiosas del pueblo supiesen que aquel nombre también le pertenecía al Diablo, muy probablemente se harían encima.

Aunque tenía algo de sentido. El significado de aquel nombre que lucía tan simple lo caracterizaba: “Guerrero famoso”.

—Pero...pero en realidad no te llamas así, ¿verdad?

Louis le soltó las mejillas, alzando un poco una de sus cejas, aún serio—. ¿Cómo crees que me llamo, entonces?

—Yo... —Notó la mirada del Diablo fija en sus ojos, obligándolo a llevar la suya al suelo—...creí que era “Satanás” —Murmuró avergonzado.

—Me llaman por muchos nombres...tú usa el verdadero —Murmuró, provocando que el mundano se preguntase si era el único con el permiso de usarlo—. Louis.

—Louis —Repitió, tragando saliva ruidosamente. La lejanía entre el arcángel y él era casi nula, sin permitirle contenerse en verlo fijamente a los ojos. En el instante que lo hizo, el pitido en su oído izquierdo se intensificó al punto en el que llevó sus manos a su cabeza, frunciendo su ceño y viendo nuevamente al suelo—. Y-yo...debo ir a clases.

El timbre sonó en el momento oportuno, anunciando la hora del receso. ¿Tanto tiempo había permanecido allí dentro? Supo que el Diablo ya no se encontraba allí, incluso sin verlo, debido a que el malestar en su estómago se había ido un poco.

Lavó sus manos, su rostro, acomodó su cabello y, luego de un profundo suspiro, se encaminó hacia la salida del baño, diciéndose a sí mismo que podría enfrentar lo que sea que fuese a suceder.

Incluso si no se lo creía del todo.

       
Durante el día, todo había sido genial...si no fuese porque a Harry le esperaba de todo excepto algo bueno cuando llegase a su hogar, por supuesto.

Los bravucones de su clase habían decidido no molestarlo, y pudo obtener distracción en clases. También había encontrado realmente interesante el cómo Fionn había conocido a su abuela materna.

Toda distracción era una ventaja en la interminable espera a su sufrimiento, en un infierno disfrazado de cielo, con un caos simulando ser pura calma.

La clase de coro era la última, y los dos compañeros de clase se mantenían juntos, sentados en sus respectivos lugares. Necesitaban lograr entonar una antigua melodía italiana, pero era realmente difícil para algunos alumnos, los cuales cantaban palabras sin sentido o bromeaban, fingiendo sonidos de flatulencias. El profesor se encontraba disgustado, pero, aun así, se le escapaba una que otra risa.

—De acuerdo, clase —Habló el hombre, alzando su voz—. Quiero hacer un anuncio muy importante así que, por favor, presten mucha atención —Un par de murmullos hicieron falta para que el salón de clases quedase en silencio mientras el profesor se dirigía hacia el escritorio, tomando un manojo de hojas y acomodando sus lentes—. Les daré una de estas hojas a cada uno de ustedes, y los menores de edad deberán de enseñarle a sus padres. Es un permiso para ir con dos profesores, incluyéndome, junto a los alumnos de primer año de la universidad Noorgard, a un bosque cercano al pueblo, ida y vuelta en autobús. Será una pequeña convivencia, donde hablaremos sobre muchas cosas que necesitan aprender.

<< Si sus padres o tutor no les dan permiso, simplemente no entreguen el papel. Sin papel no pueden venir. Si tienen alguna duda pueden acercarse y consultarlo conmigo o con el profesor Howell. Ahora sí, ya pueden retirarse. Tengan un buen día y que Dios los bendiga.

Todos los alumnos tomaron un papel antes de dirigirse hacia la salida. Mientras Fionn y Harry caminaban por los pasillos, camino a la puerta principal del establecimiento, éste último comenzaba a sentir el verdadero malestar. Un presentimiento aterrador, donde sabía exactamente lo que le sucedería.

Fionn observó de reojo el papel en su mano derecha, negando lentamente con la cabeza—. Dios mío. No van a permitirme, incluso siendo mayor. Mi papá es muy protector, y cree que últimamente me he estado comportando mal —Bufó, fastidiado—. Dice que soy alocado, que fumo y bebo cuando nadie está a mi alrededor.

Harry parpadeó rápidamente, alzando ambas cejas mientras llevaba su mirada al más alto—. ¿Lo haces?

—...ese no es el punto. El punto es que voy a tener que rogar —Comentó, sonando verdaderamente molesto.

—Lo siento, Fionn —Una vez ambos estuvieron fuera del establecimiento, el corazón del rizado dio un vuelco al visualizar el vehículo de su padre, pero se relajó un poco ante una silueta femenina dentro de éste—. Yo...tengo que irme. Nos vemos mañana.

—Adiós, Harry.

Ambos chicos tomaron diferentes direcciones, sin saber lo que el otro vivía al llegar a sus hogares.

¿Hogar? ¿Eso era? Porque no se sentía como uno.

Harry apresuró el paso cuando notó que el vehículo de su padre se encendía nuevamente. Se subió al asiento copiloto, notando de reojo que la silueta femenina era su madre, y bajó la mirada. Sabía que su padre sólo le permitía conducir cuando algo había sucedido.

El silencio reinó, y el chico supuso que Anne ya se había enterado de su muy terrible actitud.

—M-mamá... —Pocas veces la llamaba de aquella manera, ya que siempre usaba apodos más adorables, pero aquel —claramente— no era el momento.

Su madre alzó la mirada bruscamente, provocando que el rizado también lo haga. Lucía enfadada, y no solo eso...

...estaba golpeada.

¿Acaso...? ¿Acaso su padre la había golpeado? ¿Anne había pagado por sus descuidos?

¿Cómo había sido tan idiota? Según él, era el culpable...de absolutamente todo. Comenzó a sollozar siquiera antes de ser regañado a gritos.

—¡¿Cómo pudiste hablarle así a tu padre?! ¡¿Cómo te atreviste a faltarle el respeto de aquella forma?! —Comenzó la mujer, con sus temblorosas manos ejerciendo presión en el volante—. Él te cría, te da de comer, te mantiene bajo su techo... ¡Jamás te ha hecho falta nada! ¡Te lo ha dado todo, Harry! ¿Qué pudo haberte hecho para que lo insultes de esa forma?

El menor cubrió su rostro con sus manos, soltando las lágrimas que había aguantado durante todo el tiempo dentro del instituto, encogiéndose un poco en su asiento mientras negaba.

—Yo...no quise —Mintió, sollozando un poco más por ello—. Él te...yo-...

—Tú eres un malagradecido —La mujer lo interrumpió, comenzando a conducir—. No quiero que vuelvas a hablar de aquella manera, nunca más. Recibirás el castigo que mereces por ello, y la conversación termina aquí, ¿de acuerdo? —Harry asintió rápidamente. << Tiene razón, tiene razón. >>—. Necesitas... —parecía como si le costase decirlo—...necesitas disciplina.

Y no comprendía.

No comprendía porqué su madre le hacía sentir que su vida dependía de un hombre, que si no fuese por su padre, él sería un fracaso. No comprendía, no quería...no podía.

Pero, lamentablemente, lo creía.

       

Harry intentaba no gritar cada vez que la hebilla del cinturón golpeaba dolorosamente la piel de su espalda. Serían tan solo diez veces, pero Des, cegado por la ira, no pudo evitar proporcionarle uno más en su rostro, bajo su ojo izquierdo. Ahora su pómulo estaba algo morado, y la espalda del adolescente ardía como el mismísimo infierno.

Se encontraba acostado en su cama, de lado, con lágrimas cayendo por sus mejillas hasta humedecer su almohada. Había una taza de chocolate caliente sobre la mesa de noche, y fue cobijado por su madre, la cual se disculpó en apresurados susurros. También recibió un discurso de su padre, el cual intentaba hacerlo entrar en razón, diciéndole que Dios no le abriría las puertas del cielo a una mala persona.

El reconocible malestar lo invadió, y la cama se movió detrás suyo. El cálido aliento de Louis le rozó la oreja izquierda y, por alguna razón, aquello lo hizo sollozar aún más. Incluso si el Diablo apenas había respirado, ya no se sentía tan solo.

—Dime qué quieres que haga.

—M-mi espalda, me duele —Habló mientras hipaba, haciendo un gran esfuerzo para soportar el desgarrador llanto que necesitaba soltar y sintiendo una inmensa tristeza en su pecho.

No quería ser una mala persona, quería ser buena. Quería ir al cielo, pero aquello ya no sería posible, porque había insultado a su padre, y los golpes en el cuerpo de Anne eran su culpa.

Se quedó inmóvil cuando sintió la cálida mano del Diablo colarse por debajo de la camiseta de su pijama, acariciando la piel de su cadera, subiendo lentamente hasta su costilla antes de, inesperadamente, presionar su palma sobre las recientes heridas en su espalda.

El aire escapó de sus pulmones ante el repentino ardor, el cual se esfumó en menos de un segundo. Su espalda sanó, al punto de no sentir ni un gramo de dolor.

—Voltea —Ordenó el arcángel.

Harry lo hizo muy lentamente, creyendo que sentiría un dolor inmenso, que estaba alucinando y su espalda no se habría curado, pero era real. Louis lo había sanado.

Una vez estuvo frente al Diablo, con sus ojos cerrados, sintió el tacto de éste bajo su ojo, en la herida “accidental” que su padre le había hecho. Acarició un par de veces, y el dolor desapareció. El hematoma permaneció en su sitio, como signo de un mal recuerdo.

—Yo podría no permitir que vuelvan a hacerte daño... —Le susurró Louis, bajando su mano a la húmeda mejilla del rizado, acariciándola con gentileza. Era extraño que el mismísimo Diablo le hiciese sentir bien, incluso con malestar a su alrededor—. Solo tienes que decir mi nombre. Nómbrame, y haré algo al respecto.

Harry sorbió su nariz antes de asentir lentamente—. Está bien... —Repentinamente, sentía que moría de sueño—...quiero-... —Pero no lo sabía.

—¿Quieres que asesine a tu padre?

—No —Respondió rápidamente, abriendo sus ojos y bajando su mirada a los finos labios ajenos—. No puedo...no quiero que nadie vuelva a salir lastimado por mi culpa.

El arcángel alzó ambas cejas, resoplando—. Culpa —Repitió y, repentinamente, lucía pensativo—. Creo que lo único que hay aquí... —Alzó su dedo índice y presionó suavemente en la frente del mundano—...es pura negatividad.

Harry suspiró, repentinamente agotado mientras sus ojos volvían a cerrarse.

—No es a propósito —Fue lo último que dijo antes de dormirse profundamente.

Louis subió su mano a los rizos de su niño favorito, probándolos con duda entre su dedo índice, acariciándolos con lentitud antes de suspirar y envolver el diminuto cuerpo contrario entre sus brazos.

Lo refugió en su pecho, como si su intención fuese protegerlo de todo mal, y absorbió poco a poco su alma sin piedad alguna.

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