DEEP END โ”โ” erik lehnsherr โœถ...

By -mightymurdock

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By -mightymurdock

╔💢════════════╗
The beginning of
the evolution

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OXFORD, REINO UNIDO



Los hermanos Xavier habían viajado a Oxford para acompañar a Charles en la presentación de su tesis, la cual le valdría el título de profesor de genética.

Decidieron ir a un pub local y beber algo. Aaron, Cassandra y Eva estaban en una mesa, un tanto apartada en un rincón del bar mientras Charles estaba en la barra, esperando por su trago, cuando una linda chica rubia con heterocromía acaparó su campo de visión. Sin dudarlo se acercó a ella.

—Heterocromía— le dice al acercarse, refiriéndose a sus ojos de distinto color

—Un caballero me invitaría una copa primero— contesta ella mirándolo de reojo

—Norman, una cerveza y un Brandy para la señorita, por favor— pidió con seguridad tomándola por sorpresa

—¿Cómo lo supiste?

—Adiviné— alzó los hombros respondiendo con simpleza— Me llamo Charles Xavier— él le ofrece su mano para estrecharla

—Amy— la rubia le devuelve el saludo

—Heterocromía fue con referencia a tus ojos y tengo que decir que son encantadores— la elogia— posees una mutación— continuó mientras ella lo miraba— te tengo noticias Amy, eres una mutante

—Primero me coqueteas y luego me llamas deforme— ríe— ¿Cómo te funciona esa técnica de seducción?

—Te lo diré en la mañana— Charles le sonríe

Sus hermanos veían todo desde la mesa

—A veces me da vergüenza decir que es mi hermano— Cassandra bebió un sorbo de su vino

—Eso fue muy drástico— Eva arrugó las cejas bebiendo de su bourbon

—Pero honesto— Cassandra veía de reojo a su hermano y la chica

Aaron se quedó en silencio, con su whiskey en mano y esperando pacientemente que su hermano terminara su monólogo.

—En serio, no es un insulto— aclaró Charles antes de seguir— la mutación nos llevó de ser organismos unicelulares a ser la forma dominante  de vida reproductiva en este planeta. Formas Infinitas de variación en cada generación, todo a través de la mutación— sonríe

—¿Acaba de rimar?— Eva ladea la cabeza, mientras Cassandra trata de no reírse

—Entonces me voy a retractar— Amy le contesta igualmente con una sonrisa, recargando su brazo en la barra para tomar su trago en la mano— mutante y orgullosa—brindó con Charles

Los tres se acercan a la barra, quedándose al lado de Charles.

—Ah, veo que la están pasando bien— Aaron finge una sonrisa para Amy, después volteando hacia Charles

Charles carraspea

—Amy, ellos son mis hermanos— extiende su brazo hacia ellos— Aaron, Cassandra y Eva.

Amy le da un cortés apretón de manos a cada uno, es cuando Cassandra habla

—Lamento interrumpirlos, pero nos tenemos que ir— Cassandra mira a sus hermanos.

Charles se despidió de Amy luego de pagar la cuenta, los cuatro salen del bar

—¿Mutante y orgullosa?— Cassandra bufó

—No tiene nada de malo que lo haya dicho— Charles le ofrece su brazo a Cassandra, y ella comienza a caminar tomándose de él mientras Aaron hace lo mismo por Eva.

—Nunca cambias hermanito— Aaron disimula su risa.

Entraron a su casa de Oxford, encerrándose en el despacho junto a Charles, quien aún detalla su tesis mientras el lápiz se desliza fluidamente sobre el papel al compás de su mano mientras escribe. Su frente se arruga en un gesto de concentración

—¿Cómo vas?— Eva se sienta a su lado mientras Aaron y Cassandra se acomodan frente a ellos

—Regular, faltan unos detalles y aún debo estudiar— deja el lápiz sobre la mesa y recarga su espalda en el sillón, dejando que Eva acueste su cabeza en su hombro

—Léenos un poco— Eva le pidió

—Si, no creo que esté tan regular— Aaron centra toda su atención en su hermano

Para el homo-neanderthalensis, su primo mutante el homo-sapiens, era una aberración. La convivencia pacífica —si es que existió— duró poco. Los registros muestran que sin excepción, la llegada de la nueva especie humana era seguida por la inminente extinción de su equivalente menos evolucionado.









WESTCHESTER, NUEVA YORK

Había muchas cosas en las que Erik pensaba con frecuencia. Pero solamente dos lograron quitarle el sueño: sus hijos, y el hombre que lo convirtió en el monstruo que era hoy —según su percepción— Y desde ese día en el orfanato, él sabía que Klaus, o como sea que se llamase, iba a regresar. Tal vez no le importaba el daño que pudiera causarle a otros, pero lo que hacía hervir su sangre era la idea de que Klaus encontrara a sus pequeños, y los usara como los usó a él y a su hermana.

Tenía años sin verlos, la última vez que lo hizo eran unos niños. Niños que le suplicaban que no se fuera, que se quedara con ellos. Sabía que tenía que protegerlos antes de que ese hombre supiera que existían, y para eso tenía que deshacerse de todas esas personas que podían llevar esa información hacia él, para después recuperar a sus hijos.

Ateleia quiso ir con él nada más saber de su plan, pero él no la dejaría

—Yo sé que estás preocupada por mis pequeños— la toma por los hombros— pero ellos son solo mí responsabilidad Ateleia— le aclara

—Son mi sangre también, Erik— la de ojos verdes tensó el mentón

—Y yo no te lo estoy negando, hermana. Pero esa gente es muy peligrosa y tú aún no controlas lo que hay en tí— Erik comienza a hacer su maleta, no sabía cuánto tiempo se iría pero sabía que llevarla con él no era una opción—  Apenas Xavier vuelva, él te ayudará. Me dió su palabra

—¿Mientras me voy a quedar aquí esperando y sin poder hacer nada?— le reclamó, nada contenta con la idea

—Exactamente eso harás— Erik la mira de reojo mientras cierra su maleta— y si no te llevo conmigo es porque sé que no vas a estar sola

Ateleia no pudo argumentar nada más, siempre era así con él.

—Tú ganas, pero cuando les hayas dado su merecido, lo primero que haremos será buscar a los niños

—Eso es— Erik besa la frente de su hermana.

Se dirigió al armario, metiendo su mano hasta topar con el escondite que había hecho, de ahí sacó una de las piezas de oro que heredaron de su familia, metiéndola en un maletín separado. Ateleia lo miró, él solo le sonríe.

—¿Qué? Solo voy a negociar por un poco de información— Erik le contesta.

Y ella sabía a qué se refería exactamente con negociar. Erik tomó sus maletas y besó la frente de su hermana

—Cuidate— Ateleia toma el rostro de su hermano y ahora es ella quien deja un beso en la frente de él.



PARÍS, FRANCIA

Erik se dirigía al banco, con su maletín en mano, para "ofertar" una de las tantas piezas de oro que le pertenecen a su familia.

Le permiten pasar a una oficina, él entra.

—La posesión de ese oro es ilegal— fue lo primero que dijo el encargado desde su fino asiento de piel, viendo de reojo el lingote de oro— deberé informar a la policía

—No juguemos ese juego— Erik sugiere, sabiendo a qué quería llegar con eso

—¿De dónde lo sacaste?— hizo esa pregunta con cierta arrogancia, dando a entender que alguien como él no podía tener algo así de manera digna

—Un amigo me recomendó su banco— Erik ignoró aquella pregunta, luchando con el impulso de querer matarlo ahí mismo

—Entiendo, aunque eso no responde a mi pregunta— la voz del hombre salió en un tono condescendiente— ¿Conoce nuestras condiciones?

—Sí— Erik asiente mientras se estira para alcanzar uno de los retratos en el escritorio y verlo— y ustedes deberían conocer las mías— agregó, dejando el retrato en su lugar— ese oro es todo lo que queda de mi familia. Fue derretido de sus posesiones y arrancado de sus dientes. Es riqueza manchada de sangre y pulida en violencia—Erik sonríe viendo cómo la expresión del hombre va cambiando de superioridad a una de temor— y usted me va a ayudar a encontrar a los cabrones que lo hicieron

Al oír la amenaza, el hombre intenta presionar la alarma, pero Erik aprovecha que tiene un reloj en su muñeca, usándolo para ejercer presión en esa área, sometiéndolo, y ejerciendo un poco más de fuerza para que al soltarlo, la tensión hiciera su trabajo y recibiera un golpe en la cara.

Erik se puso de pie, avanzando hacia el contrario de forma amenazante, sentándose en el escritorio

—Quiero a Klaus Schmidt— lo golpea en el hombro, haciendo que se recargue en el respaldo del sillón— ¿Dónde está?

—Nuestros clientes no dan direcciones— le informa con voz temblorosa— no somos esa clase de…

—¿No son esa clase de banco?— lo interrumpe, el acento alemán en su francés se volvió más marcado y su voz más grave

Se inclinó poniendo una mano en el hombro del mayor, mientras con la otra, flexiona sus dedos índice y pulgar para atraer sus empastes metálicos.

—De metal ¿Eh?— la rabia corría por sus venas y brillaba en sus ojos— Oro no…— gruñó— ¡Le preocupa que se los roben!

Continuó con su tarea, disfrutando de cómo sus ojos lo miraban con miedo, y su cara se enrojeció  mientras intentaba regular su respiración y aguantar el dolor. Comienza a hablar entre quejidos.

—¡Argentina!— exclamó con voz entrecortada— ¡Klaus está en Argentina! ¡Villa Gesell!

Pero aún obteniendo la respuesta que quería, Erik no se detuvo hasta que la pequeña pieza estuvo entre sus dedos, dándole las gracias mientras se levanta  y deja ese trozo de metal en la mesa, yendo por su oro para guardarlo y darse la vuelta para salir

—Me encantaría matarlo— es lo primero que sale de sus labios mientras le da la espalda— así que recuerde lo que le digo: sí le advierte a alguien que iré, lo voy a encontrar.

Erik sale del banco, dispuesto a seguirle la pista a uno de los verdugos de su familia.


VILLA GESELL, ARGENTINA

Llegó al pueblo, yendo al bar que Klaus solía frecuentar.  al entrar, dejó su sombrero en el perchero.

—Buenas tardes caballeros— los saluda, mientras su acento se hace evidente al hablar en español

Sin esperar nada más, fue hacia la barra sentándose en un banquillo.

—Una cerveza, por favor— le pidió al barman, mientras las yemas de sus dedos golpetean la mesa y  sus ojos observan cada detalle alrededor.

Hasta que a su costado izquierdo, sus ojos azules distinguen un retrato colgado en la pared en el cuál aparecen los dos hombres detrás de él, junto a Klaus. Debajo de ellos puede leerse: Caspartina Miami.

Observa el retrato unos segundos y después parpadea, bajando la cabeza. Para entonces su cerveza ya estaba en la barra.

—¿Cerveza alemana?— pregunta en su idioma natal, el mismo alemán.

—Sí, una Bitburger— respondió el hombre de canas en el mismo idioma. Mientras el hombre reía, Erik bebía un sorbo

—La mejor— contesta él, sonriendo de lado para luego voltearse y mirarlos— ¿Qué los trae a Argentina?

—El clima— el mismo hombre le responde, con una sonrisa, riendo de nuevo—  soy criador de cerdos

Erik sonríe ante la respuesta del hombre sin moverse de la barra ni dejando de verlos. El hombre de cabello castaño oscuro es el siguiente en contestarle

—Soy sastre desde niño, mi padre tenía un taller en Düsseldorf

Una dolorosa punzada se instala en el corazón de Erik. Él no lo demuestra, tan solo se levanta de la barra tomando su cerveza para ir y sentarse junto a los mayores.

—Mis padres venían de Düsseldorf—  contó mientras se sentaba

—¿Cuáles eran sus nombres?— pregunta el morocho

—No tenían nombre— Erik le contesta sin quitar su sonrisa— se los quitaron los criadores de cerdos— brinda con el hombre de canas— y los sastres— por último, brinda con el morocho

Los tres bebieron un trago de su cerveza y esos hombres ya intuían lo que Erik tenía planeado, pues no dejaba de verlos ni tampoco borraba su sonrisa maliciosa a pesar de estar bebiendo, por su parte ellos lucían nerviosos, a la defensiva. Los vasos de los tres vuelven a estar sobre la mesa, y Erik aprovecha para girar su antebrazo y mostrar la cicatriz que obtuvo mientras experimentaban con él.

Eso hizo que los hombres se decidieran a atacar. El hombre que estaba más cerca de él, sacó una daga de plata queriendo clavarla en Erik, pero él fue más ágil frenando el ataque con su brazo y torciendo la mano de su enemigo, mientras su mano libre tomó la daga

—Sangre y Honor— leyó el grabado en la hoja de la daga— ¿Me pregunto cuál estaba primero?

—Solo seguíamos órdenes— el mayor responde mientras Erik lo tiene sometido

—Es la sangre entonces— con esas palabras Erik clavó la daga en la palma del contrario, haciéndolo gritar de dolor

El morocho se para de su asiento, mientras el hombre del bar le apunta a Erik con una pistola

—¡Quieto cabrón!— gritó en español

El otro hombre, le pidió en alemán que disparara y él quiso obedecer, pero la pistola tomó una dirección completamente distinta gracias a los poderes de Erik, disparándole al castaño. Sin que quien la empuñaba pudiera hacer nada. Sacó la daga de aquella mano ensangrentada solo para clavarla en el vientre del tipo del arma, regresándola a dónde antes causando más dolor al anciano.

—¿Quién eres?— el dolor quemaba por dentro

Erik se pone de pie, yendo hacia el retrato para verlo una vez más

—Solo diré que soy el monstruo de Frankenstein, y busco a mi creador— dijo hablando de nuevo en inglés, para después tomar el arma con la que lo habían amenazado, disparándole al único hombre que quedaba con vida



LAS VEGAS, NEVADA

Adam Macleod se encontraba a las afueras del club Hellfire junto a su compañera Moira Mactaggert viendo todo desde la distancia, dentro de un coche y con ayuda de los binoculares.

—¿Ese no es el coronel Henry?— Mactaggert asoma la cabeza

—Si, él forma parte de la OTAN— Adam le responde viendo cómo Henry bajaba de un lujoso coche y era recibido por un pequeño grupo de hombres

—Además de tres cabezas de la mafia y el embajador italiano— añade su otro compañero, Levin

—No creo que estén de parte de Shaw— Moira aseguró— el club Hellfire es otra cosa

Adam y Moira estaban pensando en qué hacer, pero Levin estaba bastante ocupado viendo los conjuntos de las damas de compañía que comenzaban a llegar.

—Dame eso, no vinimos a verlas a ellas— Moira lo reprende tomando los binoculares, solo alcanza a ver cómo Henry entra al club junto a los demás.

Le entregó los binoculares a Levin y desabrochó el cierre de su abrigo, dándose cuenta de lo que podía hacer para infiltrarse.

—¿Pero qué haces Moira?— Adam no sabía qué más decir

—Utilizando equipo que la agencia nunca me dió— Moira sale del coche solo en lencería, yendo directo al club y mezclándose así con el resto de las chicas

Caminó en fila junto a todas, pero pudo ver cómo el coronel entraba acompañado de una mujer rubia que al parecer, por lo que alcanzó a escuchar, era socia de Shaw.

El club era extravagante, la música sonaba alta mientras las mujeres bajaban por las escaleras con gracia, listas para comenzar la noche. Cada hombre comienza a escoger a una y ellas se van con ellos hacia las zonas privadas. Moira los rechazó a todos, alegando que debía ir con el coronel Henry. Entró a uno de esos espacios privados, cerrando la cortina como si de verdad hubiera alguien esperándola. Se sentó en el amplio sillón, viendo cómo en el centro de la mesa, había un botón bastante sospechoso.

Lo presionó y todo comenzó a girar, llevándola a una habitación oculta. Era un despacho. Vió varios documentos sobre el escritorio y quiso ir a averiguar qué era lo que contenían.    Más un fuerte golpe la pone en alerta, y se agacha ocultándose detrás del escritorio. Al notar que nadie salía, se puso de pie y caminó hacia las estanterías repletas de libros, notando que una de estas era en realidad una puerta secreta que, para su buena suerte, estaba entreabierta. Escuchaba que tenían una conversación, querían persuadirlo de colocar misiles en Turquía. Pero no tenía idea para qué.

Cuando se asomó por esa pequeña abertura, observó detrás de ella a Sebastian Shaw, acompañado de una mujer cuyo cuerpo estaba cubierto de diamante y de un hombre de piel roja y cabello negro.

—No queremos que el coronel llegue tarde— Sebastian le dijo al hombre de rojo, quien extendió su mano hacia el coronel Henry el cuál de alguna manera había acabado en el suelo. Desaparecieron en cuestión de segundos.

Moira no esperó a más y regresó por donde vino, cuidando no ser vista. Entró con rapidez al coche y tomó su celular para llamar a su superior e informarle de lo que había visto, ignorando por completo a Adam y Levin quienes no dejaban de preguntarle qué había pasado

—Más vale que sea importante, Mactaggert— advierte Macone en voz baja mientras al fondo se oye una discusión indistinta

—Fuí al club Hellfire. El coronel Henry estaba ahí, lo seguí y estaba con Shaw. Había una mujer que tenía el cuerpo hecho de diamante y un hombre de piel roja que se teletransporta

—¿Eh?— susurró Adam queriendo encontrarle sentido a la narración de su compañera

—Moira ¿Qué estás fumando?— Macone no había creído nada de lo que Moira le contó— debiste dejar que Adam fuera en tu lugar

—Señor el coronel Henry estaba ahí— le aseguró la mujer

—¿Ah sí?— le pregunta— pues el coronel Henry está justo aquí, así que a menos que haya recorrido quince  mil kilómetros en diez minutos— Macone guarda silencio, tomando aire para continuar— no quiero que me hagas perder el tiempo— sentenció— tengo muchas cosas que hacer Mactaggert

—Señor yo…— para cuando Moira volvió a hablar, Macone había colgado

—¿Qué pasó?— Adam tocó el hombro de su compañera

—¿Estás loca Moira?— espetó Levin

Moira no le responde a ninguno de los dos, solo se queda viendo a un punto fijo, pensando en qué hacer.

—¿Ahora qué?— Levin había comenzado a enfadarse

—Buscaremos a un experto en mutación genética— Moira los barre con la mirada






OXFORD, REINO UNIDO


Charles había recibido su título como profesor. Sus hermanos aplauden desde sus lugares, con —evidentemente— más euforia que el resto. Con su título en mano, avanzó hasta el podio para dar su discurso después de la presentación de su tesis.

—Como todos saben, pasamos estos últimos años estudiando la genética y todo lo que esto conlleva. Hablamos de la herencia, el código genético, el ADN— comenzó— estudiamos la vida y su evolución, así como las cosas que de cierta forma determinan cada mínimo aspecto en nuestra apariencia física e incluso nuestra salud— continúa, toda la atención está sobre él— provenimos de miles de años de evolución no solo en la genética sino también en otras ciencias y habilidades. Pero creo que el ejemplo más claro, es la familia. La familia es el núcleo de la evolución, nuestro más grande ejemplar, todos y cada uno de nosotros formamos parte de una evolución constante que jamás se ha detenido ni se detendrá. Está en nosotros guiar a las nuevas generaciones para que formen parte de este extenso camino, y encuentren su propósito— hace una pausa, mirando a sus hermanos con una sonrisa—. Este logro no es solo mío, sino también de mis hermanos. Ellos son mi núcleo y la roca de la cual me sostengo. Son la maravilla que esos miles de años de los que hablé, trajo a mi vida.

Los aplausos no se hicieron esperar, Charles bajó del escenario y apenas se acercó a sus hermanos estos no dudaron en darle un abrazo.

—Casi lloro por tu culpa— Aaron sorbe su nariz

—Ay gracias, lo suponía— Charles le contesta en un tono burlón

—Aunque las que están llorando son otras— Aaron inclina su cabeza hacia sus hermanas

Ellas lo envuelven en un abrazo aún más fuerte que el anterior, mientras le repetían una y otra vez lo orgullosas que estaban de él. Salieron del recinto dónde se había llevado a cabo la ceremonia para ir directo al pub de la noche anterior.

Estaban en su mundo, disfrutando de la felicidad de la  que ahora, después de años, podían disfrutar sin remordimiento.

Detrás de ellos y mezclados con la gente, Adam y Moira caminaban hacia  donde ellos iban.

—¿Qué tan segura estás de que te va a ayudar?— Adam habló en voz baja

—Si no hubiera estado segura no habríamos venido— Moira sigue caminando y ninguno de los dos vuelve a pronunciar una palabra.




Ya estaban en el pub, sentados en una mesa y disfrutando de un trago mientras hablaban entre sí.

El par de agentes los veía desde la barra, esperando el momento ideal para acercarse a ellos. Pasaron un par de minutos esperando hasta que vieron a Charles acercarse a la barra. Ahí es cuando los dos aprovechan y caminan hacia él.

—Profesor Xavier— Adam estrecha su mano con la del castaño— su presentación fue espectacular. Permítame presentarme, mi nombre es Adam Macleod

—Moira Mactaggert— ella también lo saluda

—Mi compañera y yo necesitamos de sus conocimientos, queremos saber si las mutaciones de las que habló ya se encuentran en personas como nosotros.

—¿Disculpe?— Charles los miró

—Si, esa clase de mutaciones que menciona en su tesis— continúa Moira— quisiéramos saber si ya pudieron haber pasado en personas aún con vida.

Aaron se pone de pie, pues las personas que estaban junto a su hermano le parecieron un tanto sospechosas.

Charles buscó en la memoria de Moira, y pudo ver a esa mujer y al hombre que había descubierto en Las Vegas, pero había uno que no reconoció.

Eva llegó junto a Aaron, es cuando Charles le pide que vea en su mente lo que él ya había visto.

—Cada vez somos más— dice el telépata— no es solo una teoría

Eva vió a esas tres personas, y reconoció a Shaw entre ellas. Su respiración se detuvo unos segundos.

—Agente Mactaggert ¿Hace cuánto los vió?— la rubia pregunta

Eva había reconocido a Adam, y él a ella. Solo pudieron intercambiar una sonrisa, no sabían qué decir

—Un par de horas, en una misión junto a mi compañero en las Vegas— le contesta, señalando a Adam con el pulgar— no son ellos lo que me preocupa, sino lo que están planeando hacer

Eva asiente, mientras sus hermanos mayores se miran

—Esto es muy importante para nosotros, créame. Haremos lo que sea para ayudarlos— Charles les asegura.

—Gracias profesor— Adam estrecha sus manos de nuevo

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