"Sé que te dejo en buenas manos" le dijo la madre a la pequeña, de tan solo seis años, Hope. "Recuerda que siempre hubo, hay y habrá esperanza" Sus ojos se iban cerrando poco a poco y cada vez le costaba respirar más.
"Mami, por favor. Llévame contigo" Lloriqueó Hope.
"Prefiero no quitarle esperanza al mundo" Sonrío la moribunda, Lori, la madre de Hope. "Mami te ama, Esperanza" y a continuación, la poca vida que se encontraba en el cuerpo de esa mujer, se esfumó.
Se esfumó dejando a una niña frágil y a un padre desesperado.
Se esfumó siendo inconsciente de que, en realidad, esas "buenas manos" no eran nada más, ni nada menos, que las manos del mismísimo demonio.
El mismísimo demonio preocupado en su bienestar y no en el de su hija. Para él, el que Lori se muriera, significaba perder el único ingreso de dinero a la familia. Para él, lo único que significaba era tener que buscar trabajo.
"¿Mamá?" Intentó despertar, en vano, la pequeña Hope al cuerpo de su madre.
"Mami esta descansando, cariño. Dejemosla sola" Le contestó Albert, su padre, a Hope.
Hope, insegura de la respuesta de su papá, lo mira y luego dirige su mirada a su madre. "Te amaré por siempre, mami" y seguido de esto, beso su frente. Su frente que poco a poco iba perdiendo la baja temperatura corporal.
Hope abandonó, con su padre, la habitación en la que hace pocos minutos su madre había compartido sus últimas palabras con ella.
Hope abandonó la habitación, sin saber que nunca más vería a su madre con vida nuevamente.
Hope abandonó la habitación, sin saber que su padre convertiría de su vida un infierno.
Hope abandonó la habitación sin saber nada. Absolutamente nada.
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