The firstborn | Jujutsu Kais...

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๐“๐…๐ (Pausada) | โ Un demonio en el รบtero de una mujer โž Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... ืขื•ื“

Prรณlogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
XI
XII
XIII
XIV
XV
๐”ˆ๐”ฐ๐”ญ๐”ข๐” ๐”ฆ๐”ž๐”ฉ ๐”ก๐”ข ๐”–๐”ž๐”ซ ๐”™๐”ž๐”ฉ๐”ข๐”ซ๐”ฑ๐”ฆ๐”ซ
XVI | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
XXV | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
XXXVI
XXXVIII
XXXIX
XL
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XLII
XLIII
XLIV
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LII | ๐”ช๐”ข๐”ช๐”ฌ๐”ฏ๐”ถ
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LIV

XXXVII

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Hitsumi estaba maravillada. No sabía cómo hizo la castaña para encontrar esa tienda de ropa especifica que la menor tanto se había empeñado por imaginar. Tenía el estilo de prendas que su hermano mayor y Yashiro utilizaban, tenían de todas las tallas posibles; y eso incluía a los menores.
Realmente, el brillo de encanto se asomaba en sus oscuros ojos, sujetada de la mano izquierda de la castaña que rió levemente al verla tan emocionada.

Jeans mom, jeans baggy, jeans cargo, faldas a tablas con diseños cuadrados o de color liso, tops, camisetas holgadas, chaquetones, suéteres, vestidos, bolsos, zapatos, botas, cadenas, accesorios, aretes.

— Tú ve y escoge lo que quieras, será como un regalo adelantado para tu cumpleaños —Yashiro sacudió su cabellera. Tenía cada una de las tarjetas en su billetera rebalsadas de dinero, y tenía toda la intención de mimar a la pequeña incluso si aquello significaba ser regañada por Takeshi una vez que se enterara. Pero ¿Qué más da?

— ¿Lo que quiera? —preguntó la menor, alzando su mirada a ella quien solo volvió a sonreír levemente y asintió.

Pasaron de un lado a otro. Yashiro llevaba unos simples jeans negros con múltiples rasgaduras, ajustados un tanto a sus muslos y más holgados hacia el resto de las piernas. Unos tenis blancos con detalles negros y azules. Y una ceñida camisa de tirantes color blanca, con un pronunciado escote.
La cadena con dos placas militares, el collar con aquella piedra fluorita y entre otro par más decoraban como de costumbre su pecho desnudo, y también unos cuantos anillos en sus manos.

La pequeña, en cambio, llevaba un vestido blanco sin mangas, holgado desde la cintura hasta la rodilla, con unas zapatillas negras y calcetas hasta la pantorrilla también blancas. Su cabello había sido tomado en dos tomates algo descuidados, pero seguía viéndose resplandeciente y hermosa.

— ¿Hah? ¿Solo llevarás eso? —preguntó extrañada, viendo solo un par de jeans y poleras en las manos de la pequeña, quien asintió con esa inocente mirada y esbozó una sonrisa—. Cariño ¿Por qué no renovamos todo tu armario? No importa lo que Takeshi diga, solo ve y escoge más ropa ¿Acaso piensas vestirte con los mismos jeans y camisas todo el resto del año? —burló, aunque si lo pensamos bien ella siempre parecía ocupar la misma ropa durante la semana, pero bueno. Agarró las prendas, las dejó en un carrito y le hizo un ademán con la mano para que fuera a escoger más cosas.

A pesar de las múltiples "Pero Takeshi-chan va a..." De Hitsumi, Yashiro insistió una y otra vez qué poco le importaba, hasta que terminaron cuatro horas metidas en la tienda. Yashiro le mostraba prendas a la menor, ella asentía con una sonrisa e iba al cambiador, desfilaba para la castaña que encontraba que todo en ella se veía bien, y luego dejaban el oufit en el carrito para continuar con las compras.
Terminaron por gastar el dinero de dos tarjetas en su billetera, y la pelinegra se sintió algo culpable de ello, pero Yashiro solo realizó el pago con su mejor sonrisa mientras le guiñaba un ojo para acariciar levemente su mejilla, mientras al costado de la caja dos empleados se encargaban de guardar el montonal de ropa en bolsas de papel.

— Yashiro-san ¿Cómo es que usted tiene tanto dinero?

— Soy una ladrona de bancos —rió, pero aparentemente la menor pareció tomar sus palabras en serio, y se notó en su ceño levemente fruncido en confusión—. S-Solo bromeaba, en realidad mis padres tiene... Bastante dinero —sonrió, mientras cargaba con diez bolsas de ropa en cada brazo, y la pequeña apenas podía con las cuatro que ella llevaba, además de que el chico a sus espaldas cargaba un carrito con otro par de compras.

Yashiro también había aprovechado de comparar un par de cosas.

Dejaron todo en la maletera del carro, y luego se apresuraron en llegar al cine para la función que habían comprado. La película pasó y ahora se irían a algún café por algún pastel. Había procurado levantarse temprano para disfrutar del día, y así ocurrió. Ese sería probablemente el mejor día para Hitsumi, creía que sería imposible olvidarlo, pues lo había estado esperando por mucho tiempo.

Nobara miró a su alrededor. Megumi permanecía en calma sentado junto a él. El carro de ventanas polarizadas se encontraba a un par de cuadras del pequeño local café, pues habían conseguido rastrear a la castaña hasta dicho lugar.
Ijichi permanecía en el asiento del conductor algo ansioso, temía que algo le ocurriera a los dos adolescentes. Seguía considerando un poco irresponsable por parte de Gojō dejarle un trabajo así a aquellos dos muchachos, puesto que ahora no trataba de una maldición de grado especial, sino que se enfrentaban a algo de lo cual desconocía.

Nobara miró la hora en el reloj pequeño de su muñeca izquierda. Alzó la mirada una vez más a la pequeña tienda y luego suspiro.

— Han pasado dos horas y no hay movimiento ¿Crees que nos ha sentido? —habló, y Megumi giró a verla de igual forma soltando un suspiro. Su pierna subía y bajaba de lo ansioso que se encontraba.

— Sigue estando allí... O está planeando algo, o simplemente está disfrutando de la comida —respondió él, mordiendo la uña de su dedo pulgar mientras miraba minuciosamente la calle frente al local.

— No nos queda de otra, vamos de una vez —comentó Nobara, abriendo la puerta del carro y exaltando al pelinegro, a la vez que Ijichi se urgía un tanto por la tenacidad de la castaña para ir directo a la boca del lobo.

— V-Vayan con cuidado... —fue lo único que el mayor atinó a decir, viendo como el pelinegro bajaba rápidamente para no quedarse atrás.

Ambos estudiantes cruzaron rápidamente la calle, pasaron entre las personas con sus miradas fijas en el local a cuestión de metros. Sentían nervios y adrenalina de pies a cabeza, como cuando vas en la caída de una montaña rusa. Ya no había vuelta atrás, sus pasos no se detenían, y no se creían capaces de detenerse.
Frente al lugar, abrieron la puerta vidriada y una campana sobre sus cabezas resonó, los exaltó, los dejó aturdidos, mientras un par de meseros giraban a verlos y los nervios se sentían a flor de piel.

Sus miradas nerviosas viajaron por el lugar. Llamarón la atención de unas cuantas personas hasta que lograron localizar a la castaña que buscaban. Permanecía tranquilamente sentada en una de las mesas lejanas a la entrada, revisaba su celular mientras la mesa se encontraba vacía.
Tragaron en seco, fruncieron sus ceños, se miraron uno al otro y asintieron para sí mismos.
Por cada paso que daba, sus corazones latían cada vez más rápido, la distancia se acortaba cada vez más. Podían sentir cómo las conversaciones y bullicios a su alrededor parecían nublarse, fijándose únicamente en ella... Quien alzó su gatuna y estremecedora mirada verde con lentitud, mientras una sonrisa ladina casi indivisible se asomaba en su rostro, su cabeza levemente ladeada, y un semblante impredecible.

Los estudiantes se detuvieron en seco. ¿Debían seguir? Ya estaban allí, no podían largarse, solo se verían como cobardes si así ocurría. Ella se veía relajada, como si los hubiera estado esperando, reclinada en el respaldo de la silla con su celular en mano y esa profunda mirada que parecía leerles hasta el alma.

— ¿Se quedarán allí parados? —habló ella, con ese tono retador pero sencillo, mientras su barbilla se alzaba levemente para ampliar un poco su sonrisa. Y los menores, por segunda vez, se vieron obligados a tragar en seco ante el incómodo nudos en su garganta.

Nobara gruñó, se adelantó, tomó una silla de la mesa contigua que se encontraba desocupada, y rápidamente se sentó frente a ella, cruzando una pierna sobre la otra y cruzándose de brazos, ganando una mirada de pies a cabeza por parte de la castaña; quien no podía evitar pensar en algo obsceno.
Luego prosiguió Megumi, tomó asiento en la silla que ya se encontraba en dicha mesa, con su ceño fruncido y mirada llena de seriedad, entrelazando sus manos y colocándolas sobre la mesa para inclinarse levemente hacia adelante, pero la mirada de ella seguía fija en su acompañante.

— Realmente nunca se rinden, eh —comentó, para que luego un mesero se acercara con una bandeja. Un café, un vaso de zumo de frutilla y dos pasteles; uno de chocolate amargo y otro de fresa. Las cosas fueron colocadas sobre la mesa, y el chico miró de reojo a los nuevos dos acompañantes de la clienta.

— ¿Pedirán algo más? —preguntó, pero nadie respondió por unos cuantos largos segundos de silencio entre guerras de miradas.

— Estamos bien, gracias —respondió ella, dirigiendo su mirada hacia el mesero para esbozar una leve sonrisa y verlo marcharse unos cuantos segundos.

La tensión podía sentirse por los aires. Los estudiantes no sabían cómo comenzar la conversación primordial en la mesa, solo la veían beber de su café tranquilamente mientras dejaba su teléfono celular de lado.
Pronto, dos pequeños se acercaron a la mesa con rapidez. Los ojos de Nobara y Megumi denotaron algo de sorpresa y se tensaron en sus lugares.

— Yashiro-san ¿Ya llegó mi postre? —preguntó la pequeña de cabellera negra, colocándose de puntillas mientras apoyaba ambas manos en la orilla de la mesa para echar un vistazo.

— Acá está, pastel de fresa con crema pastelera, tu preferido ¿No? —respondió, extendiendo su platillo con una sonrisa, pero la menor jaló un poco de su brazo para que esta la levantara. La castaña hizo caso, la levantó y la sentó en sus piernas, para que esta rápidamente agarrara un tenedor y le diera un bocado.

— ¡Señorita Yashiro! —entre alzó el otro pequeño que se había acercado, un castaño de cabello desprolijo y piel canela. Recién allí la mayor se percató de su presencia y miró hacia abajo.

Inconscientemente su mirada era de disgusto, los dos estudiantes podían notarlo claramente, pero el menor no lograba captar sus expresiones.
Megumi y Nobara se encontraban ansiosos. ¿Quiénes eran...? No, podían reconocer a la pelinegra, el castaño no era familiar, pero la pelinegra sí. Yendo al punto ¿¡Porque tenían que estar esos pequeños en este maldito momento!?

— ¡Soy Yoshida Taiki! —se presentó, tenía una sonrisa encantadora pero le faltaba el colmillo inferior izquierdo.

Yashiro alzó una ceja incrédula, lo miró de pies a cabeza y luego bufó.

— El chico que le coquetea a Hitsumi —resumió ella, y los dos estudiantes enfrente quedaron desconcertados, pues tan solo trataba de niños de seis años ¿Qué iban a saber ellos que era coquetear? Pero bueno, Taiki era realmente todo un coqueto.

— ¡Soy el mejor amigo de Hitsumi! —respondió él, haciendo una reverencia de noventa grados. Para cuando alzó la cabeza, sus mejillas se encontraban totalmente rojas ante el anterior comentario de la mayor—. Espero confíe en mí, cuidaré a Hitsumi —esbozó nuevamente una encantadora sonrisa llena de emoción, para luego girar sobre sus talones y nuevamente correr hacia su mesa correspondiente.

— ¿Ese mocoso acaba de pedir tu mano, Hitsumi? —espetó Yashiro, con un mohín en su rostro mientras la menor solo disfrutaba de su postre—. ¿Qué se cree ese pedazo de carne inservible?

Bueno, Hitsumi en realidad no le prestaba demasiada atención ni a los chicos ni a las chicas. En su mente únicamente se encontraba su hermano mayor y Yashiro las veinticuatro horas del día, por lo cual no sabía cómo reaccionar o qué pensar que aquel moreno sea "su mejor amigo" por título que se colocó el mismo.

— Yashiro-san... ¿Ellos son amigos tuyos? —preguntó la menor, su oscura mirada se encontraba fija en los dos estudiantes enfrente. Quienes le miraron de igual forma he hicieron un esfuerzo de esbozar una leves sonrisas para no parecer tiesos de nerviosismo y temor.

— ¿Ah? Si, si... —aunque le restó importancia—. ¿Por qué no terminas de comer con esa cosa? —habló refiriéndose al castaño en su mesa, mientras bajaba a la pelinegra de sus piernas para extenderle el platillo de pastel y el vaso de jugo natural—. Ten cuidado con el jugo, teñirá tu vestido si se te cae encima.

La confusión los atormentó una vez más. Ver a Ryōmen Yashiro limpiar la comisura del labio de la menor, ordenar su vestido blanco y dejar un beso en su frente era como ver a cualquier otra madre con su pequeño hijo. La menor hacía caso a sus indicaciones cada vez que era posible, tal como ahora, asintió y se dirigió hacia la mesa del castaño quien la recibió con una amplia y gustosa sonrisa.
Tensaron sus manos tragando en seco. Nerviosos miraron a los pequeños, pues... ¿Ella se creería capaz de usarlos como rehenes si se veía en apuros? No la conocían, perfectamente podía estar actuando ese comportamiento amable y cariñoso con aquella pelinegra y su hermano por conveniencia.

— ¿Son armas malditas las que llevan allí? —preguntó repentinamente, pero su mirada continuaba fija en la mesa de los menores. Su rostro se veía serio, y sus ojos caídos.

¿Cómo logró notarlo? Sí, eran armas malditas, pero ¿Ella era capaz de sentir la energía que provenía de cualquier tipo de cuerpo? Entonces ¿Realmente estaba esperando a que ellos fueran a la boca del lobo?

— Son como perros que no ladran... —burló, soltando una risa nasal mientras notaban como las venas sobresalían levemente de las manos de la castaña, y entraron en pánico sintiendo un tanto más su energía—. Preparándose con armas malditas, pasando por la puerta principal, viendo directamente hacia mí ¿Para qué luego vuelvan a paralizarse como la última vez? Me causa gracia~ —alargó, girando lentamente su mirada hacia ellos a la vez que esbozaba una sonrisa ladina llena de burla, y sus notorios colmillos se asomaban mientras un reflejo rojizo se veía en sus ojos por tan solo unos cortos segundos, provocando que ambos estudiantes soltaran un jadeo casi inaudible lleno de pavor y sorpresa—. Le prometí a Hitsumi que sería nuestro día, pero vienen ustedes a joderme como perros rastreros... ¿Tan obsesionados están conmigo? —nuevamente no sabían discernir si trataba de una amenaza o solo se estaba burlando, dado que a pesar de su tono de voz, su mirada siempre parecía ser impredecible.

— ¿Bruja? —preguntó Nobara, ganando una mirada felina en su dirección, mientras su ceño se fruncía y hacia un intento por parecer más firme—. ¿Usuario de maldiciones, brujo, hechicero, maldición, recipiente, cuerpo maldito? —continuó, apoyando ambos antebrazos en el mesón mientras se inclinaba hacia adelante—. ¿Qué demonios eres? —soltó, pero solo logró observar cómo la muchacha alzaba una ceja incrédula con aquella sonrisa ladina.

— ¿Cuál es el punto de saber que soy? —preguntó de vuelta, reacomodándose en su lugar y dándole un sorbo a su café—. Quiero decir, voy a la escuela, tengo un buen amigo, salgo a fiestas, tengo un promedio estable, y no le he hecho daño a nadie que no intente pasarse de la raya conmigo ¿No podrían simplemente considerarme una humana adolescente de diecisiete años? —dejó la taza sobre su platillo, y ahora su mirada viajó hacia Megumi.

Ese muchacho le llamaba la atención. No solo se le hacía extrañamente familiar, sino que siempre parecía querer decir algo, pero se mantenía en silencio. Su mirada era minuciosa, sus manos se mantenían tensas, su ceño fruncido, y de vez en cuando lograba ver el movimiento de su nuez al tragar en seco.

— Tienes conocimiento del mundo de hechiceros y maldiciones, por ley no se te puede considerar un humano común, por mucho que intentes mezclarte entre ellos —respondió Nobara, con algo de rudeza en sus palabras, pues su desesperación era clara.

La mirada de Yashiro bajó lentamente a la superficie clara de la mesa, mientras una segunda risa nasal se le escapaba, y daba pequeños picoteos en la taza de café con su dedo índice.
Las palabras de esa atractiva chica retumbaron en su mente, removieron algo en su interior de manera incómoda, y tragó duro ante el nudo que se formaba en la garganta.

— Si... Tienes razón, supongo que en algún momento también quise creer que era humana para llevar una vida tranquila —rió mientras llevaba el borde de la taza de café a sus labios, y su mirada continuaba cabizbaja. Pero los estudiantes no se dejarían engañar por esa melancólica mirada verdosa que parecía estar en su propio mundo—. ¿Sabes? Una vez mi padre me dijo que debía adaptarme y sobrevivir. Ahora que lo recuerdo... Es gracioso pensar que ese hombre realmente me abandonó en el bosque con una costilla rota, solo para que aprendiera lo que es "adaptarse y sobrevivir" —relató, como si realmente le causara gracia, pero en realidad era todo lo contrario.

— ¿Por ello fuiste abandonada en un orfanato? —fue Megumi, ganando su atención mientras se removía en su lugar. Ninguno de los dos estudiantes daba una limpia imagen segura en la conversación, Yashiro era la única sin preocupaciones que hablaba sentada relajadamente bebiendo de su café.

— ¿El orfanato? —rió, pues claro, aquello solo eran datos falsos en sus antecedentes nuevos creados hace diecisiete años ¿Qué iban a saber ellos?—. Creí que los hechiceros tenían más herramientas de investigación... Pero veo que me he equivocado, ustedes solo buscan en la punta del icebergs.

Tensos en sus lugares, todas aquellas ideas de conversaciones que habían planeado para encontrarse con ella se habían ido al carajo. Cada vez que la tenían cara a cara sus mentes siempre se nublaban.

— Necesito que vengas con nosotros, considéralo algo así como un asunto de grado policial —espetó Nobara, colocándose de pie y apoyando ambas manos en el mesón, pero algo en la burlesca mirada de la castaña le hizo estremecer.

— ¿Sabes cuantas resistencias al arresto he tenido a lo largo de toda mi vida? —preguntó algo ya irritada, admirando la tenacidad de la castaña y la inocencia de ambos que creían que sinceramente las cosas serían fáciles—. Oh, disculpa, estoy segura de que hasta se saben mi talla de brasier —rió, mientras se levantaba de su lugar haciendo que los menores temblaran.

¿Ella hablaba en serio? ¿Cedería o se resistiría? Por el comentario anterior creían que era más seguro lo segundo, pero nunca lograban tener una idea clara de ella.

— ¡Hitsumi! —llamó, y la menor se apresuró en llegar a ella—. Llamaré a tu hermano para que venga por ti, se que era nuestro día pero ellos... —indicó a los menores, quienes ganaron una profunda y extraña mirada molesta por parte de la pequeña—, son viejos amigos de mi preparatoria anterior, nos reuniremos con otros excompañeros un rato, pero luego tal vez pase a cenar a tu hogar ¿Te parece bien? —habló mientras de su billetera sacaba algo de efectivo para pagar la cuenta.

Megumi y Nobara no sabían de qué manera reaccionar. Estaban confusos, no sabían que se traía ella entre manos. ¿Debían seguirle el juego? ¿Debían llamar a Gojō sensei? No podían atacar en un lugar como este, y Yashiro era consciente de ello, pues ella tampoco estaba dispuesta a dar un paso siendo que está rodeada de personas inocentes.

— Hay un bar detrás de este local —indicó ella, con una espléndida sonrisa indicando vagamente la barra de atención en el fondo, aunque en realidad ella solo se refería al callejón oscuro y solitario entre el café y un bar de motociclistas—. Así podremos hablar tranquilamente.

Sentenció, nuevamente con ese destello rojizo en sus iris verdosos.

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