Maullidos a la Luz de la Luna...

By Sora_Cuadrado

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Las cosas han cambiado mucho para los héroes de Paris. Marinette es la nueva guardiana de los prodigios y tie... More

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By Sora_Cuadrado

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Día 3: Mugre

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—¡Xuppu! —Marinette resopló, deteniéndose solo un instante a echar un vistazo dentro del enjuto callejón. Era muy estrecho y húmedo, y de él salía un olor nauseabundo que la obligó a pinzarse la nariz con los dedos al tiempo que hacia una mueca—. ¡Xuppu!

¡Qué extraño resultaba gritar entre susurros aspirados, mirando a tu espalda todo el tiempo y con la nariz tapada!

Y qué incómodo.

Tuvo que sacar la cabeza del callejón para coger aire, grandes bocanadas del aire puro de la calle, procurando disimular cuando alguien pasaba cerca de ella. Una señora, altiva y de oronda figura embutida en un vestido gris perla con las costuras a punto de estallar, la miró con una ceja arqueada con horror. Marinette la sonrió como si nada y esperó a que esta doblara la esquina para abrir su bolsito y hablarle al interior.

—¡Tikki, no le encuentro! —se quejó, nerviosa—. ¿Seguro que está ahí dentro?

—Sí, puedo sentirlo —La chica adoptó una mueca de terror—. Lo siento, Marinette, los otros Kwamis no están acostumbrados a vivir fuera de la caja de los prodigios.

>>. Y Xuppu es un poco...

Ella asintió, pesarosa.

Había decidido liberar a los Kwamis de la caja hacía ya unos cuatro días... Bueno, decidir no era quizás la palabra más adecuada. Más bien se le habían escapado en un descuido y ya no había tenido corazón para volverlos a encerrar.

Desde entonces, su habitación había sido un caos. Las pequeñas criaturas enloquecieron durante los primeros minutos de libertad, revoloteando, chillando, tocándolo todo... Entendía su entusiasmo después de tanto tiempo prisioneros en el universo de la caja, pero no esperaba que fueran tan nerviosos.

Hiperactivos refunfuñó en su cabeza. Si es que un Kwami puede serlo...

Con gran esfuerzo y valiéndose de la comida que usaba con ellos como soborno, logró que la mayoría se relajara y la hicieran más caso. Pero había otros que aún se escabullían cuando menos lo esperaba y revoloteaban por otras habitaciones de su casa o, como era el caso, salían al exterior.

¡Si alguien veía a los Kwamis sería el fin!

Marinette estaba agotada y agobiada, apenas dormía por las noches asediada por las preocupaciones y se pasaba las horas libres intentando descifrar los escritos de Fu... eso sin contar con las interrupciones que tenía que hacer cada vez que aparecía un nuevo villano. No tenía tiempo casi para estudiar, para estar con sus amigas y mucho menos...

Luka...

El nudo espinoso que se había instalado en su estómago desde el día de la ruptura seguía hincándosele, con saña, dolor y pesar, cada vez que pensaba en él y en Verdad.

Aunque intentaba no recordarlo, ni pensar en lo que significaba (oh sí, el prematuro y definitivo fin de su vida amorosa) pero igual, la cabeza le daba vueltas como si estuviera a punto de saltarle por los aires. Empezaba a enfadarse por nada, a responder mal a la gente que solo quería ayudarla, se le escapaban los Kwamis, perdía cosas...

Y otro sentimiento abominable le revolvió el estómago al recordar el modo tonto en que había perdido su paraguas.

El paraguas de Adrien.

No sabía por qué le resultaba aún tan importante cuando ya había renunciado a los sentimientos que ese objeto representaba, pero desde que lo perdió dos días atrás se sentía aún más miserable y triste. Incluso había llorado pensando en el paraguas... o puede que fuera por otra de las tantas cosas que la tenían sumida en un estado de ansiedad y miedo casi incontrolable. Ya no distinguía sus sentimientos. Su pensamiento iba a tal velocidad que incluso las ideas que se le ocurrían resultaban confusas y extrañas.

Todo la dolía, todo la angustiaba, todo parecía hacerse un mundo.

Entonces, la imagen de Chat Noir en el puente titiló en su recuerdo y sintió que la presión en su pecho aflojaba un poco.

—¡Marinette! —La llamó Tikki, agitándose en su bolso—. ¡Ahí está!

La chica sacó el móvil y alumbró el interior del callejón; al fondo pudo ver una figura diminuta que se movía, como atrapada, de una pared a otra mientras emitía gruñidos. Parecía una pelotita de goma peluda que hubiese sido lanzada contra el muro y no pudiera dejar de rebotar.

—¡Xuppu! —exclamó, entrando a su encuentro.

El olor inundó de nuevo sus fosas nasales, pero caminó con determinación hacia el Kwami que se detuvo en el acto, al oír su voz.

—¡Marinette! —respondió y salió disparado hacia ella. Chocó contra el pecho de la chica y ella lo abrazó, el diminuto mono tembló con fuerza—. ¡Me perdí! ¡Y ya no sabía volver! ¡Y todo estaba muy oscuro!

Claro, si es que no estás acostumbrado al enorme mundo exterior... pensó ella. Pero se calló, no tenía ánimo para una regañina.

Lo levantó hasta su rostro y le sonrió.

—Por eso no debes salir de mi cuarto, Xuppu, ¿lo entiendes? —El Kwami asintió con cara de disgusto—. Tranquilo, ya pasó —Lo acarició con ternura y abrió su bolsito para meterlo dentro—. Quédate con Tikki ahí dentro, volvemos a casa.

Cerró su bolsito, exhalando hondo y sonoramente, con el cuerpo agarrotado por la tensión.

Un problema resuelto pensó, sin que eso la animara demasiado.

Miró hacia arriba y apenas vio la franja del cielo, torcida y de un tono grisáceo, que se abría entre los salientes de los dos edificios donde se encajaba el callejón. Ya no llovía, pero seguía estando nublado. Corría un viento frío que empujaba las nubes de un lado a otro de modo que podías ver el brillo del sol, y al segundo siguiente todo se oscurecía. Las calles seguían encharcadas y los suelos embarrados. Al mirarse los pies al haz de luz de su linterna comprobó que sus manoletinas estaban llenas de barro.

Genial se dijo. En realidad, no le importaba. Se encogió de hombros y cuando fue a dar un paso oyó algo sobre su cabeza que la distrajo. Su pie derecho resbaló en un plástico mojado que había frente a ella y el desequilibrio le produjo un vértigo en el estómago que la hizo chillar.

Trató de equilibrarse como pudo, pero entonces oyó una voz.

—¡¿Hay alguien ahí?!

Eso la asustó más y su otra pierna hizo un quiebro peligroso. Perdió el control y se precipitó de cabeza al suelo.

—¡¿Hola?!

La voz retumbó de nuevo y Marinette, moviéndose como una oruga perezosa sobre sí misma, enfocó su vista hacia el recuadro de luz que era la salida del callejón. Una figura oscura aterrizó allí y sus ojos verdes la encontraron, a pesar de la oscuridad.

—¡Marinette! —la llamó, asustado. Ella le hizo un gesto para que no entrara, aquel lugar era demasiado estrecho. Apretó los dientes con dolor, pues había caído sobre su brazo izquierdo y le ardía. Logró, no obstante, elevarse sobre sus rodillas—. ¿Estás bien?

>>. Oí un grito mientras pasaba por encima y pensé que alguien necesitaba ayuda.

—Sí, estoy bien... —Aunque tenía la ropa empapada y sucia, las manos rasguñadas y algo le había salpicado en la cara. Mientras se ponía en pie trató de recordar si ese día había patrulla.

¿Qué hace por aquí entonces?

Renqueó hacía el chico, haciendo una mueca.

—¿Hay algún akuma a la vista, Chat Noir? —Le preguntó antes que nada, y él negó con la cabeza—. Entonces, ¿por qué est...? —Se detuvo cuando el chico apretó los labios y estrechó sus grandes ojos, como si aguantara la respiración. Lo logró unos segundos pero al final se le escapó una sonora carcajada.

La chica dio un respingo, confusa.

—L-lo siento, princesa —se disculpó, sujetándose el estómago—. Pero... tienes toda la cara llena de mugre.

—¡¿Qué?!

—¡Toda la cara!

Marinette trató de limpiarse con las manos, pero estas también estaban sucias así que Chat Noir la tomó por las muñecas para detenerla.

—Espera —dijo él, tirando de ella hacia sí—. Ven aquí —Usando sus pulgares, retiró parte de la suciedad de debajo de los ojos, de los pómulos y la nariz. Su sonrisa de guasa fue cambiando a medida que la limpiaba. Se hizo más cálida, y sus pupilas se colorearon de un abrumador afecto al tiempo que la línea de sus labios se ovalaba en un gesto de sorpresa—. Vaya, nunca me había dado cuenta de que...

—¿De qué?

—De que... tienes pecas —murmuró. Y su dedo delineó la zona que iba de los pómulos hasta la nariz de la chica—; justo aquí —Marinette sintió que la saliva se volvía más pesada al intentar tragar—. Son de un color tan claro que no se ven a simple vista.

—Oh —musito ella, sin que nada mejor se le ocurriera. La invadió un sentimiento de paz muy particular y, aunque su mente la avisaba de que esa conversación era extraña, no la sintió así—. Nunca habías estado tan cerca como para verlas...

El chico parpadeó y la miró a los ojos, con sorpresa.

—Creo que no —Y lo dijo como si hubieran sido muchas más las veces en que habían coincidido y por ello le costara estar seguro. Despacio, apartó las manos y torció la cabeza—. ¿Qué hacías ahí dentro?

Marinette se estiró, tensa de nuevo.

—¡Ah, nada! —respondió—. Solo... me pareció oír un mo... ¡Maullido! Sí, un maullido muy agudo y pensé que quizás habría un gatito perdido o... algo... —Se trabó un par de veces, sintiendo que tanto Tikki como Xuppu la golpeaban la cadera dentro del bolsito, quizás urgiéndola a que se marchara pero entonces recordó algo—. ¡Oh, Chat Noir! ¿Encontraste mi paraguas?

—¿Tu paraguas?

—¡El que me olvidé en el puente!

—Sí, ya sé —se rascó la cabeza, algo desorientado—. Sí, aún estaba allí cuando volvía a buscarlo —Marinette sonrió al oírlo.

—¡Estupendo! ¡Menos mal! —exclamó—. ¿Dónde está?

—En mi casa —respondió él—. Puedo llevártelo luego a la tuya...

—¡¡No!! —Le salió un grito un tanto más exagerado de lo que ella habría pretendido y por eso Chat Noir se quedó mirándola, sobrecogido. Pero no... ¡No podía permitir que él apareciera por su balcón de improviso! No con los Kwamis revoloteando a sus anchas por su cuarto, era muy peligroso—. Ah... —Se quedó en blanco, paralizada—. Ah... —repitió para ganar tiempo. Los engranajes marchitos de su cerebro por el exceso de esfuerzo se quejaron, pero por suerte le ofrecieron algo—. Es que... he oído que Lepidóctero es ahora más poderoso que antes y... me da miedo que si te ve viniendo a mi casa, piense que somos muy amigos y entonces...

—¡Oh, claro! No lo había pensado —la interrumpió él, mortificado. Se llevó las manos a la cara—. Lo siento, Marinette, ni siquiera se me ocurrió que así te ponía en peligro.

La chica bajó la vista.

—Pensarás que soy una cobarde...

—¡No! Al contrario... tú pensarás de mí que soy un inconsciente —El chico meneó la cabeza—. Si es que últimamente solo hago el mal a otros... —añadió y Marinette recogió esas palabras sintiendo un escalofrío—. No te preocupes. Encontraré el modo de devolverte tu paraguas de forma segura.

—Gracias —Le respondió. Intrigada, se apretó las manos a su espalda en un intento de detenerse antes de preguntar. No debía ser curiosa, menos siendo ella misma, pero en verdad quería saber qué le pasaba a su compañero—. ¿Todo va bien, Chat Noir?

Entre ellos las preguntas siempre eran peligrosas pero Marinette cayó en que no había visto esa actitud triste en el chico cuando se presentaba ante Ladybug, de modo que sí quería saberlo solo ella podía preguntarle.

—Sí, por supuesto —respondió él, armándose con su seguridad habitual. Mas cuando la miró a los ojos creyó ver una vacilación en sus gestos; separó los labios como si fuera hablar para luego fruncirlos—. Bueno... —murmuró y se encogió de hombros, con las orejas de su cabeza caídas—. No pasa nada, solo es...

Marinette volvió a sentir el zumbido en su cadera. Bajó los ojos y apretó el bolsito a su espalda, nerviosa. El chico había caído en el silencio y sus ojos, deambulaban abatidos por el suelo. Tenía que volver a su casa. Los Kwamis llevaban solos mucho rato. Y necesitaba quitarse toda la suciedad de encima pero...

—¿Chat Noir?

No podía solo salir corriendo y dejarle así, ¿verdad? Alargó una mano y le rozó el brazo para llamar su atención.

—Tranquilo, lo que sea... pasará —le dijo y recordando sus palabras anteriores, añadió—. No te creo capaz de hacerle el mal a nadie, ni aunque te esforzaras.

—Eres muy buena, Princesa —la sonrió de lado—. Pero me temo que sí lo he hecho.

—Seguro que no era tu intención —insistió ella. Y con gran dolor por no creer del todo esas palabras, continuó—. Y es que hay veces en que no se puede evitar hacer daño... —Pensó en Luka, en sus amigas, incluso en sí misma—. Pero eso no nos define como malas personas... ¿verdad?

—Espero que no —respondió él. Ella respiró hondo y dijo con más energía.

—No, no lo hace.

Se sintió un poco mejor consigo misma y la expresión más tranquila con la que el chico se marchó poco después, la hizo creer que él también estaba más animado.

Pero a su compañero le pasaba algo malo, no tenía dudas.

Ya lo había intuido dos días atrás en el puente. No había estado bien la actitud que tuvo en ese momento, pues no era correcto que Marinette se tomara tantas confianzas con el héroe, pero las emociones la habían sobrepasado y en medio del dolor, su mejor amigo había aparecido, como si hubiera presentido que ella le necesitada. Y Chat era tan cariñoso y gentil con su parte civil como lo era con la heroica, así que... no pudo evitarlo.

Parece sentirse culpable por algo se dijo, aunque ella estaba convencida de que lo que creyera haber hecho, no podía ser tan grave. ¡Era Chat Noir! Era el chico más bueno y noble que conocía. ¿Será por eso que anda por la ciudad en busca de gente a la que ayudar?

Meneó la cabeza y un poco de mugre salió disparada. Se pasó la mano por la zona limpia y sonrió recordando la suavidad de su tacto y la diversión dibujada en su mirada felina. De repente se dio cuenta de que se sentía mucho más ligera, más tranquila... como el día del puente.

Solo unos minutos en compañía del héroe habían servido para tranquilizarla. Se rozó la nariz con los ojos cerrados evocando la manera en que Chat Noir se había reído al ver su cara. Ni siquiera había sentido vergüenza.

Gato tonto pensó, animada. Gracias.

Respiró hondo y se dio la vuelta para volver a casa.

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—Ayúdame, Plagg, ¿qué me estoy perdiendo? —Le preguntó Adrien a su Kwami esa noche, a solas en su habitación—. ¡Solo es un paraguas!

>>. ¿Por qué parece tan importante para ella?

—No sé... ni que estuviera hecho de queso... —El pequeño espíritu revoloteó alrededor del objeto, olisqueando el aire como si pudiera ocultar comida en su interior.

—Tiene que haber algún motivo oculto —reflexionó el chico entornando los ojos, sin dejar de mirarlo—. Algo que no se ve a simple a vista...

—Claro... como las pecas de una chica ocultas tras la mugre... —Adrien frunció el ceño, fastidiado. Plagg llevaba todo el día con la misma broma y las primeras veces había logrado incluso sonrojarle—. ¿Por qué no se lo devuelves sin más? Quizás entonces te lo diga...

Aun siendo una idea de Plagg, esa parecía la opción más lógica.

El chico tomó el paraguas y lo dejó junto a la puerta de su cuarto. Aún no se le había ocurrido como haría para dárselo a Marinette sin acercarse a su casa... Se sentó en su sofá blanco y trató de pensar algo. Pero no lograba concentrarse. Primero le empezó a picar la cabeza, después los brazos...

Pensó en la chica y, como un tonto, se quedó mirando la mano con que la había rozado el rostro. Llevaba el traje, así que no había sentido su piel pero... aún en esos momentos, sentía que las yemas de los dedos le ardían.

—Conozco esa cara de tonto confundido... —comentó Plagg y soltó una risita. Pero Adrien no le miró. Se levantó, tomó el paraguas y lo guardó en su armario—. ¿Qué haces?

—Voy a pensar en ello un poco más —respondió, resuelto—. ¡Debe haber alguna razón oculta!

—¡Ja, claro! —Plagg sonrió, bajando el tono meloso hasta que solo él pudo oírse—. Seguro que pensarás en ello; en paraguas... en pecas... y en lo que se esconde tras la mugre que hay a simple vista...

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¡Feliz lunes Miraculers!

¿Qué tal estáis?

Aquí os dejo el capítulo 3 del reto: Mugre. Una palabra que espero haber traducido bien... tenía otras opciones pero esta fue la que me pareció más graciosa, jajaja.  Supongo que no es necesario que sea todo tan estricto, ¿no?

¿Sabéis?

Creo que ya lo he mencionado antes pero yo soy de escribir las historias casi por completo antes de empezar a subirlas. Soy muy planificadora y es justo por eso que este reto, a parte de ser divertido y emocionante, me da bastante miedo, jaja. Porque debo improvisar cada día y hay muchas palabras que estoy viendo y no sé cómo voy a relacionarlas con el resto O.O aunque supongo que ahí está la gracia, ¿no?

Y de todos modos, hay mucha gente que cada año logra hacer este reto. Aunque me pregunto si ellas también iban a ciegas o lo tenían todo planeado de antes...

Otra cosa es que, como ya escribí un fic marichat hace tiempo bastante largo, no quisiera que este se pareciera demasiado a ese, así que tengo que estrujarme el cerebro para no repetir ideas >.<

En fin, gracias a todos los que estáis siguiendo mi reto y me escribís, dandome vuestro apoyo :-) Significa mucho para mí y me ayuda a seguir escribiendo.

¡Muchos besotes para todos y todas!

:-)

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