The firstborn | Jujutsu Kais...

By daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XXXVI

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By daaisxke

— ¿Crees que Yashiro pueda quedarse un tiempo más? —preguntó el menor, terminando de ordenar lo que había ocupado en la cocina para alzar su mirada por sobre su hombro, observando a su padre tranquilamente leyendo el periódico del día con una taza de café en mano—. Hay un idiota que la ha estado molestando —exagero, pues en realidad era consiente de la relación entre en rubio y ella, sin embargo, su comportamiento extremadamente indiferente y burlesco realmente lo sacaba de sus casillas.

— ¿Quién? —preguntó, sin desviar su mirada del diario mientras le daba un sorbo al café, y el muchacho giraba sobre sus talones secando sus manos con el paño de cocina.

— Un rubio, la ha estado acosando... Por lo que sé, él debe estar alrededor de los treinta y tantos, no se donde se conocieron pero es realmente insistente —exageró, dejando ahora el paño colgado de la manilla del horno eléctrico para apoyar ambas manos en el mesón de la barra.

— Bueno, de ser así... Tu hermana vendrá prontamente, tal vez llegue mañana por la noche, así que tendrás que compartir cuarto con ella si quieres que se quede —comentó, y la sonrisa de burla se asomó en su rostro mientras bebía de su café, intentando ocultar el doble sentido de su expresión en el diario del día—. No creo que sea un problema ¿No? —molestó hacia el menor, quien frunció su ceño y lo fulminó con la mirada a pesar de que no podía verlo por el estúpido periódico, aunque en realidad su padre podía sentir como era amenazado con la mirada.

— Iré a entrenar, si Yashiro despierta ¿Podrías preparar el desayuno? No necesitan esperarme, yo ya he comida —aclaró, pues estaba más que listo para comenzar con su rutina. El bolso deportivo lo esperaba en la entrada de la casa.

— Sí, sí, no te preocupes, yo me haré cargo —alargó el viejo, haciendo un despreocupado gesto con una de sus manos mientras el menor solo asentía y se dirigía a la salida.

Seguía teniendo un mal presentimiento que le causaba un nudo en el estómago, pero no podía hacer demasiado por ello. Últimamente las cosas no iban bien, y Yashiro se veía más estresada de lo usual. Pero nuevamente ¿Qué podía hacer él al respecto? Yashiro no era alguien realmente fácil de convencer cuando las cosas eran complicadas. Sí, habían veces en las cuales se doblegaba, pero en otras cuantas (dependiendo del riesgo e importancia) era firme con sus palabras y nada ni nadie la haría cambiar de opinión.

Pero él... Realmente estaba preocupándose.

La castaña despertaba poco a poco. No necesitó abrir sus ojos por completo o activar todos sus sentidos para notar lo mal que se sentía, tanto física como mentalmente.
Para ella, quien es un humano mitad maldición o maldición mitad humano, el mínimo de sentirse mal eran como cuarenta grados de fiebre para cualquier otra persona; es decir, podía sentirse como si se encontrara al borde de la muerte, pero lamentablemente, ese malestar no la mataría más que hacerla sentirse fatigada y dificultarle sus acciones cotidianas. Para ello debía conseguir energía, y para conseguir energía necesitaba a una persona que cumpliera con los requisitos que ella imponía.

La pelinegra dormía tranquilamente entre sus brazos, abrazando a su vez ese conejo de felpa color negro. Las cortinas de rollo grisáceas impedían levemente que el sol de la mañana ingresara, y realmente se sentía agradecida de aquello.
Logró sentir el hormigueo de su brazo derecho adormilado, pues seguramente la pequeña pasó recostada toda la noche en su brazo, sin mostrar signo de querer moverse de allí. Incluso si a veces el tacto de la mayor era más frío de lo normal, seguía siendo reconfortante.

Yashiro soltó un quejido. Procuró no mover demasiado su brazo derecho para no despertar a la menor. Se recostó de espalda mirando al techo, pasando su mano izquierda por su frente sintiendo una fina capa de sudor, y luego tomó una gran bocanada de aire para soltarla en un sonoro suspiro.
Buscó su teléfono celular en la mesa de noche. Al encontrarlo visualizó la hora, luego volvió a dejarlo de lado, y con mucho cuidado quitó su brazo debajo del cuello de la menor.
Logró no despertarla, la cubrió nuevamente con las mantas, y ahora se dirigió hacia el cuarto de baño en el mismo cuarto de la pelinegra.

Traía una holgada y gran camisa blanca sin mangas, que dejaba ver la mayoría del costado de su cuerpo, y algo escotado; pero para no ser demasiado invasiva en el hogar que no le pertenecía, fue lo suficientemente cortés para permanecer con brasier. También llevaba un simple buzo gris, ajustado por el cordón interior a su cadera, pues ambas prendas le pertenecían al azabache y eran demasiado grandes para ella.
No había llevado ropa de cambio, no tenía la intención de quedarse, pero recordó que adormilada recibió el pijama improvisado de Takeshi para cambiarse y seguir durmiendo; como cuando tus padres te despertaban a las diez de la noche para que te tomaras el jarabe y un vaso de agua, y después te derramabas el agua en el pecho pero tenías demasiado sueño como para hacer algo al respecto, y solo escuchabas a tu mamá regañarte en voz baja para volver a dormir. Como sea.

Se miró en el espejo, su mirada caída, cansada, sin brillo alguno. Sus labios se veían algo partidos, su boca se sentía pastosa. Estaba pálida como cualquier enfermo, con notorias ojeras bajo sus verdosos ojos, y una fina capa de sudor cubriéndola.

Lo bueno es que Ryōmen Yashiro era una experta en cubrir su apariencia, en mejorarla un poco con algo de energía maldita, pero aquello solo la hacía ver más digna; no mejoraba su salud.
Se lavó el rostro, tomó por largos segundos agua de la llave del baño, se cepilló el cabello con el cepillo rosa pequeño perteneciente a Hitsumi, y como no traía cepillo de dientes solo se enjuagó con enjuague bucal también rosa para menores de edad. Demasiado dulce. Pensó, para luego salir del cuarto de baño.

— Oi... —sacudió sin demasiado cuidado a la menor, quien frunció su ceño con extraña molestia mientras se revolcaba en su lugar—. Vamos, levántate, vamos a desayunar —continuó su sacudida, con sueño, para luego ver como la pequeña finalmente abría sus ojos sentándose en su lugar, sobando su rostro para despejarse un poco.

Esperó a que la menor terminara de prepararse en el baño, aunque permaneció con esa gran camisa con diseños satánicos. Luego, ambas bajaron al primer piso, descalzas y con ese semblante aún lleno de sueño.

— Ah, ya despertaron —saludó el mayor desde la cocina, y la mano pequeña que sujetaba a Yashiro se soltó, para correr directo hacia su padre y pedir abrazos—. ¿Has dormido bien? —pregunto Tadakatsu, con una sonrisa leve hacia la castaña que se dirigía a la barra para tomar asiento en uno de los taburetes.

— De maravilla —respondió ella, pues era la pura verdad. A diferencia de experiencias que tenía con otros pequeños de la edad de Hitsumi, ella no pegaba patadas, no se movía de un lado a otro cada cinco minutos, ni tampoco le quitaba los cubrecamas para cubrirse como un taco de comida.

— ¿Te quedarás a almorzar? De ser así podrías ayudarme en la cocina —comentó el hombre, quien tenía en brazos a la menor mientras servía café en la taza frente a ella. Le trajo un similar recuerdo a Takeshi en su departamento, y aquello provocó que una sonrisa ladina se esbozara en su rostro.

— Usted solo dígame que hacer y yo lo hago —respondió, servicial, para ver a Hitsumi dirigirse esta vez hacia ella y pedir ser tomada en brazos. Yashiro hizo caso a sus gestos y la tomó sentándola en sus piernas.

— Takeshi ha ido a entrenar, aunque ya debería estar cerca de casa. Salió por lo menos hace tres horas —comentó, y se dio media vuelta para continuar preparando el desayuno.

Yashiro tuvo una mejor visión de su espalda. No era tan ancha como la del menor, pero seguía teniendo un físico increíble. Esta vez el hombre vestía unos simples pantalones de dormir color negro, sus pantuflas del mismo color, y una camisa de manga corta de color blanca. Su cabello no se veía ordenado hacia atrás como solía ocuparlo, sino que estaba algo más desprolijo y despreocupado, además de que ya no portaba el reloj dorado ni los otros anillos; únicamente el de matrimonio de oro en su dedo anular izquierdo.

— Buenos días —alargó esta vez el menor, quien recién llegaba de casa luego de su entrenamiento. Llevaba unos jeans claros donde podían marcarse claramente sus grandes y firmes muslos, junto a una ceñida camisa negra de manga corta llevando al hombro su bolso deportivo.

— ¡Takeshi-chan! —alzó su hermana menor, bajándose de las piernas de Yashiro con su ayuda para correr hacia él, siendo tomada por tercera vez en brazos para recibir un beso en su frente y una sacudida de cabello.

El chico con la pequeña en brazos se acercó a Yashiro, también dejando un casto beso en su cabeza para sacudir su cabello molestamente y tomar asiento en el taburete contiguo, recibiendo una taza de café por parte de su padre para continuar con el pequeño desayuno.

Esos pequeños momentos hacían desaparecer el malestar de Yashiro y el nudo de mal presentimiento en el estómago de Takeshi, simplemente disfrutando de la convivencia del uno y el otro.

La investigación era molesta, era realmente molesta, la detestaba. Los observaba caminar de un lado a otro. Preparaban preparativos pero ¿Para qué? Ni siquiera lograba entender ni ver que eran esas cosas que estaban comenzando a preparar.

"Aún se puede hablar civilizadamente con ella" ¿¡Entonces porque demonios parecían prepararse para ir a una guerra!? Estaba ansioso, molesto, y estresado porque no podía comprender la exagerada precaución y pavor con la cual los chicos se preparaban para ir a "hablar civilizadamente" con ella.
Su profesor se veía relajado, llevaba siempre esa despreocupada sonrisa en su rostro mientras veía a Nobara llenar el estuche en su cinturón de clavos, mientras por otro lado Megumi parecía revisar el filo del arma maldita que parecía una... Una especie de espada.

— No sabemos si este fin de semana podremos encontrarnos con ella, así que estaremos preparados para comenzar el lunes —habló Megumi, guardando la espada en su vaina para luego dejarla cuidadosamente sobre el mesón de centro—. De todas formas daremos unas rondas por sus recorridos frecuentes, aprovecharemos de igual forma para encargarnos de las maldiciones de grados inferiores que encontremos al paso.

— ¿P-Para qué es eso? —preguntó Yūji hacia el pelinegro, quien alzó la mirada y luego observó nuevamente el arma maldita.

— Precauciones —comentó, observando como el pelirosa-palo tragaba en seco.

— Yashiro es una chica que siempre cree tener todo bajo su control, y aunque en las últimas ocasiones podemos confirmarlo, no podemos permitirle creer que todo el tiempo va a ser así... Somos hechiceros, tenemos que seguir adelante sea lo que sea —comentó Nobara, quien también se había preparado un arma maldita en caso de llegar a necesitarla, aunque era una pequeña daga de veinte centímetros que escondía en su respectiva vaina sujetada en un cinturón en su muslo derecho—. Ella solo impone temor, pero más allá de ello no hace ningún movimiento peligroso... Así que ¿Por qué nosotros no dar el primer paso?

Ah, Nobara, tan tenaz como de costumbre. Desde luego que plantear las cosas era algo fácil, pero cuando llegaba el momento de actuar seguramente era algo completamente diferente a lo que ellos se imaginaban.
Sí, se les era extraño que la castaña tuviera una capacidad increíble para mantener la calma. No era como cualquier otra cosa a la que se habían enfrentado, pues por alguna razón, cada vez que se encontraban con ella frente a frente, ella parecía mirar a su alrededor; como si estuviera verificando que hubiera cierto radiar de distancia de ellos tres con los demás quienes los rodeaban. Pero no lograban comprender el porqué.

— ¿Para qué dar el primer paso, si ella puede hablar tranquilamente con ustedes? —preguntó Yūji, tratando de ocultar un poco la irreconocible molestia que sentía ante la amenaza que esos dos parecían querer presentar hacia ella—. Quiero decir ¿Ella ha hecho algo más allá de hablarles? Que yo sepa no a... No los ha agredido más que verbalmente, y el miedo... —tragó en seco, buscando la forma de explicarlo—. El miedo que supuestamente ella impone solo es algo que ustedes se imaginan, ¿Qué tal si ella simplemente quiere estar en paz?

Claro, nuevamente ganó una mirada fulminante por parte de Nobara. Pero esta vez Yūji no desvió su mirada, sus extremidades no temblaron con nerviosismo. Protegió su postura y le miró igual de serio que ella a él, pues realmente no comprendía por qué tenían que ser tan exagerados.
Pero, lamentablemente, había algo que Yūji no podía comprender ni aunque se lo explicaran con peras y manzanas, y es que; Ryōmen Yashiro si imponía un temor inexplicable, y no era cuestión de la imaginación de terceros. Pero claro ¿Cómo podría saberlo? La única vez en la que logró verla cara a cara, sentirla y cruzar palabras con ella fue cuando estaba teniendo un ataque de pánico, estaba en su faceta más débil y fácil de atacar, era imposible que sintiera el temor que ella podía imponer con una simple mirada. Él solo sentía su desesperación y dolor ante el miedo que dominaba su ser, el temblor, el sudor, el llanto, los malos recuerdos.

— Yūji —llamó Nobara, cortando el tenso silencio mientras eran presenciados minuciosamente por el pelinegro y el peli-blanco—. ¿La has visto alguna vez en persona, cara a cara? —preguntó, con su ceño fruncido y sus palabras duras.

Y nuevamente fue acorralado. Tragó en seco nervioso ante aquello, pues recordaba vívidamente las dos ocasiones, sin embargo no podía decirlo, desde luego. Hizo su mayor esfuerzo por mantener su expresión de seriedad ante el tema, y no verse nervioso ante las preguntas.

— Todos cuando pequeños le tememos a algo, y no puedes negarlo... Imagina cuando estás durmiendo tranquilamente y la puerta de tu armario se abre. Sientes el crujir de la puerta, te despiertas y ves el abismo que hay entre el espacio de la puerta y el interior del mueble... Como es simplemente total oscuridad y vacío tu mente empieza a imaginar cualquier tipo de cosas, sientes tu corazón latir rápidamente por el pavor constante que te domina el tener el armario a tus pies entreabierto —explicó ella, mientras terminaba de arreglar el cinturón con ese pequeño estuche de cuero en su cadera, y volvió a alzar su mirada a él—. Recuerda ese miedo, ahora multiplícalo por diez... Eso es lo que te hace sentir su mirada cuando te ve directamente.

Ese miedo aterrador que ellos dos decían sentir, Gojō quería vivirlo, quería vivir esa experiencia. Quería encargarse, pues quería averiguar quién era ella. Quería encargarse, pues quería ver su capacidad de fuerza. Quería encargarse, pues quería ver esos verdes y frívolos ojos que expresaban superioridad que tanto alardeaban sus estudiantes. Quería encargarse, pues quería luchar contra ella y verla en acción.

Una risilla se escapó de sus labios. La mirada de sus tres estudiantes se giraron hacia él, desconcertados por su repentina interrupción. El mayor solo llevó su cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo del sofá, mientras una sonrisa ladina se esbozaba en su rostro.

— ¿Debería encargarme yo para dejar de dar rodeos? —preguntó.

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