El cerebro de Danna apenas y puede terminar de procesar lo que está pasando a su alrededor. La noche anterior apenas y durmió un poco pues los recuerdos de su cena con Christopher –un fracaso total la cena en sí, cabe destacar- no han parado de reproducirse dentro de los confines de su cabeza un solo segundo.
Detiene sus pasos delante del espejo y se observa a sí misma por largos segundos.
No es demasiado pero algo parece diferente.
Tal vez es la sonrisa que lleva en los labios.
O tal vez el jodido brillo que tiene en los ojos.
No lo sabe a ciencia cierta, el punto es que le gusta la manera en la que luce. Más relajada. Más fresca.
—Pareces una adolescente enamorada.—se reprocha a sí misma.—Dios, Danna…deja de sonreír así. Pareces una colegiala enamorada.—se queja.—¿Qué es lo que estás haciendo? Christopher es casi tu hermano…—niega lentamente.—Maldita sea, nosotros no somos hermanos…
Un par de suaves golpes se hacen presentes en la puerta de la habitación. Deja escapar un pequeño suspiro antes de encaminarse para atender.—¡Danna!—la voz de Alexandra llena el aire antes de lanzarse a sus brazos en cuanto abre la puerta.
—Hola.—saluda envolviéndola en un pequeño abrazo.—¿Qué haces acá tan temprano…?
—Mi papá fue por mí porque me invitó a desayunar…—anuncia.
—Increíble…
—¿Quieres venir con nosotros?—cuestiona.
—¿No estaba invitada antes?—pregunta.
Christopher se echa a reír antes de acercarse a ella para depositar un beso fugaz sobre sus labios. Un gemido de sorpresa escapa de los labios de la pequeña y Danna la mira un momento.
—¡Son novios!—exclama pareciendo realmente feliz.
—Eh…tanto como novios…
—¡Sí!—la interrumpe el castaño. Danna ladea su cabeza un poco pero cuando pequeños gritos de emoción abandonan a Alex prefiere guardar silencio. Porque la emoción de esa niña siempre será algo digno de ver incluso aunque sea una felicidad producida por algo erróneo hasta cierto punto.
—¿Entonces eso significa que te vas a casar con mi papá y vas a vivir con nosotros en nuestra casa, verdad?—pregunta a toda prisa.—¡Quiero!
—Alex, vas muy rápido. Detente un poco.—responde ella.—Nosotros sólo estamos saliendo…sin prisas ni nada que se le parezca…
—Bueno pero mi papá y tú son novios y eso es lo importante.—anuncia sin más.
—¿Qué les parece si dejamos toda esta charla y vamos a desayunar de una vez?—pregunta la castaña en voz baja.
—¿Podemos desayunar panqueques con arándanos y miel?
—¡Sí!—decide él.
—¡Te quiero papi!—anuncia lanzándose a sus brazos.
—¡También te quiero, enana!
—A ti también te quiero, Dan.—agrega en dirección a ella. Una amplia sonrisa se forma en los labios de la mujer.
—¡Y yo a ti, Alex!
(…)
—¿Les gustaría quedarse un día más en Boston?—cuestiona Christopher de repente.
La mirada de Danna se posa en él un momento.—¿Por qué tendríamos que quedarnos un día más en Boston?
—Bueno…pensé que ya sabes; podríamos ir al parque o algo parecido…
Los ojos de Alexandra se abren con total sorpresa y una amplia sonrisa se forma en la comisura de sus labios.—¡Quiero! Cuando mi mamá y yo vivíamos aquí ella me llevaba a comer al parque y le dábamos de comer a las ardillas…
—Eso suena muy bonito, Alex.—susurra la castaña.
—¿Si nos quedamos podemos ir al parque a comer…?—cuestiona sin dejar de mirarla.—Por favor… ¿podemos, Dan?
La mirada marrón de Alexandra Vélez se posa encima de la de Danna. Aparta la mirada un segundo y cuando se encuentra con los de Christopher algo dentro de ella se enciende. Se muerde los labios y larga un prolongado suspiro.
—Bueno…tu papá es el jefe así que…
—¡Sí!—exclama feliz interrumpiendo la voz de Danna. Christopher se echa a reír de inmediato y niega lentamente.
—Creo que tendremos un día interesante…
Los ojos de Danna apenas pueden despegarse de Christopher y Alexandra que permanecen sentados en una banca. Él le ata las agujetas y aunque el acto es muy simple y demasiado sencillo para Danna es lo más grande y significante que lo ha visto hacer.
No logra comprender en que momento ese hombre al que tanto juraba odiar se ha vuelto tan jodidamente atractivo a sus ojos pero sin lugar a dudas lo ha hecho. La sonrisa que lleva en el rostro y la manera en la que mira a Alex es sin duda alguna algo muy nueva y demasiado prometedora para ella.
Demasiado en verdad.
¿Y en qué momento Danna terminó en medio de todo aquella situación que se le ha salido de las manos y que no puede controlar? ¡No lo sabe! ¡Joder, no lo sabe! Un día simplemente despertó y el odio que juraba sentir por él no estaba más. Solo había atracción incluso aunque ella estuviese realmente ensimismada en negarlo.
Pero viéndolos ahí a ellos dos pareciéndose amarse el uno al otro y sonriéndose como si se conocieran de toda la vida se da cuenta que Camila siempre tuvo razón. El odio que ella decía sentir por Christopher Vélez nunca existió. Siempre fue cariño. Y ni siquiera era cariño de hermanos.
Aparta la mirada cuando lo nota poniéndose de pie. Danna deja escapar un pequeño suspiro y se concentra en las copas de los árboles. Puede escuchar la risa de Christopher y un segundo después él se encuentra sentado a su lado. Sus ojos se encuentran un momento y una amplia sonrisa se abre paso en sus labios.
—¿Qué pasa?—cuestiona ella tratando de parecer inocente.
Christopher se ríe.—Ya sé que Alex y yo somos lindos e irresistibles, puedo sentir tu mirada encima de mí todavía…
—No te estaba mirando, no seas tan egocéntrico.—se queja ella.
Él niega.—Los dos sabemos que sí.
—Bien, sí. Sí estaba mirándolos.—acepta finalmente.—Es que me parece algo tan irreal que estés haciendo esto, Christopher…es decir, que estés haciendo todo esto con Alex es…increíble...
Una amplia sonrisa se forma en sus labios y niega lentamente.—Si alguien me hubiese dicho que iba a terminar enamorado de la misma niña que apareció en la puerta de mi casa diciendo que era mi hija en serio me habría echado a reír y muchísimo…—hace una pausa.—Por mucho tiempo hui de cualquier tipo de compromiso y de repente me apareció uno del que aunque quise no pude huir…y en parte es gracias a ti, Dan…
—Ya te dije que no es gracias a mí.—replica de inmediato.—Mira yo no tengo nada que ver con el hecho de que los tres estemos aquí. Todo fuiste tú.—le sonríe.—Y la felicidad de Alexandra el día de hoy por estar en el mismo parque en el que su madre la traía para comer y darle de comer a las ardillas; todo es gracias a ti…
—Te adoro.—susurra tomando la mano de la castaña entre la suya.
—También te adoro.—responde sincera.
—¡Papá!—exclama la niña corriendo hasta nosotros.—Mira esto…—anuncia mostrándole su mano.
Christopher posa toda su atención en ella y una pequeña sonrisa se forma en sus labios.—Es una Catarina…
—¡Es muy bonita!—agrega la pequeña castaña.—Mira Danna…es muy bonita ¿verdad?
—Es muy linda.—asiente.—¿Sabes una cosa? Mi papá decía…que una Catarina significa buena suerte y que cuando encuentras una tienes que pedir un deseo…—anuncia sin dejar de mirarla.
—¿De verdad?—pregunta abriendo sus lindos ojos pardos.
—De verdad.—asiente.—Así que vamos, pide un deseo…
—Bueno...—hace una pausa.—Mi deseo es…quiero que mi papito se quede con nosotras y que siempre, siempre, siempre nos quiera mucho a Danna y a mí…—Danna jadea. Christopher le sonríe antes de tomarla entre sus brazos.—¡Papá…!
—Yo siempre…siempre voy a amarlas mucho y siempre voy a quedarme a su lado…—Alex le sonríe.—¡Siempre!
—¿Vas a cenar con nosotros, papá?—cuestiona Alex sin dejar de mirarme al tiempo que las puertas del elevador se abren.—Dan y yo vamos a hacer una noche de chicas…pero te podemos invitar ¿verdad, Dan?
Ella se ríe.—Verdad.
—Bueno supongo que me encantaría…—acepta.
La niña le sonríe ampliamente.—¿Entonces vienes a la habitación de Dan?—pregunta.—Porque ahí haremos nuestra noche de chicas…pero te vamos a invitar…
Christopher se echa a reír.—Me parece bien.—responde sincero.—Vayan adelantándose y pidan servicio a la habitación; voy a llamar a Erick y después las alcanzo…
—No te tardes, papá…—niego.
—No tardaré en absoluto, lo prometo.—anuncia dejando un beso sobre su frente antes de besar a Danna.
—¡Te queremos, papá!
—¡También las quiero…!
Christopher se despide de ellas y camina en dirección a su habitación.
Deja salir un largo suspiro rememorando cada uno de los momentos divertidos que disfrutó con sus chicas. Se sienta en el filo de la cama y justo cuando está por llamar a su mejor amigo el nombre de su padre aparece en la pantalla de su celular.
Inspira con fuerza antes de dejar salir el aire de sus pulmones y responde.—Papá…—saluda.
—¿Me puedes explicar qué demonios es eso de que tienes una hija de ocho años?—cuestiona de repente. El corazón de Christopher deja de latir un momento y cierra sus ojos tratando de procesar las palabras de su padre.—¡Te estoy hablando, Christopher!
—Papá…—comienzo.
—Esta tarde fui a tu oficina porque quería hablar contigo de algo importante ¿y sabes cuál fue la jodida sorpresa que me llevé?—reclama.—¡Que mi único hijo es padre de una niña de ocho años y que no tiene ni idea de dónde salió!
—¿Quién te lo dijo?—cuestiona.
—¿Eso que carajos importa?—replica.—¿Es verdad?
—¿Erick te lo dijo, verdad?
—¡Erick no me dijo nada! Intentó protegerte en todo momento como era de esperarse.—inquiere con sorna.—No importa quién me lo dijo, el punto acá es que absolutamente todos sabían de la existencia de esta niña y nosotros que somos tus padres no teníamos ni idea de que lo que está pasando contigo.—hace una pausa.—¿En qué carajos estabas pensando cuando…?
—¡Basta!—exclama sin más.—Soy lo suficientemente mayor como para saber qué es lo que estoy haciendo con mi vida. Y sí, papá. Tengo una hija de ocho años y no tienes ni idea de la manera en la que la amo.—hace una pausa.—No puedes pretender que puedes hacer conmigo y con mi jodido criterio lo que te venga en gana…y si no se los dije fue porque sabía exactamente que no ibas a reaccionar de una buena manera pero el origen de mi hija tampoco es algo que vaya a discutir contigo ni con nadie. Alexandra es mi hija y mientras más rápido lo aceptes mejor será para todos…
—Christopher…
—¿Qué vas a hacer, papá?—cuestiona entre dientes.—¿Vas a desheredarme? Pues hazlo, me importa una mierda…
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo…
—Claro que lo sé.—responde lentamente.—Pero si lo que estás esperando es a que renuncie a mi hija solo para que un montón de idiotas no hablen sobre nuestra maldita familia, me da lo mismo y puedes esperar sentado a que eso pase porque no voy a hacerlo. No voy a renunciar a ella jamás, así que grabatelo muy bien en la cabeza. Alexandra es mía. Es una Vélez. Y así tenga que renunciar incluso a ti y a mamá para ponerla a salvo inlcuso de ustedes no va a importarme en absoluto porque no voy a renunciar a mi hija… ¡nunca!