Seis Meses ❤ Ganadora Wattys...

By KalevMenez

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***AVISO IMPORTANTE*** ***ESTA ES LA CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA SIETE MESES, GANADORA DE LOS PREMIOS WATTY 2... More

AVISO IMPORTANTE ESTE LIBRO ES UNA SECUELA
Capítulo 1- Un paso adelante
Capítulo 2- Sin rumbo
Capítulo 3- De vuelta al pasado
Capítulo 4- De paseo por el Paseo de Gracia
Capítulo 5- De Barcelona a París
Capítulo 6- Mon Amour
Capítulo 7- Meditando posibilidades
Ganadora de los Premios Watty 2014

Preámbulo

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By KalevMenez

Habían pasado seis meses ya desde que mi mundo colapsó. Veinticuatro semanas sin sentir esos labios franceses derretirse en los míos, más de cuatro mil horas sin esos ojos grises hipnotizándome el alma.

Sin embargo, el tiempo no había pasado en blanco. Ciento ochenta días de increíbles aventuras, viajes, amigos nuevos y algunas cuantas miles de lágrimas, pero la misma cantidad de risas.

Me encontraba de vuelta en casa después de seis meses de viaje. Otra vez compartiendo techo al lado de mis mejores amigas y disfrutando del acariciante frío que acompaña el inicio del otoño en los primeros días de septiembre en Salamanca. Había vuelto a mi trabajo de mesera y trataba de juntar dinero nuevamente mientras planeaba qué hacer con mi vida.

—Esta abierto, ya estoy lista —grité desde el escritorio al escuchar que llamaban a mi puerta, pero sin quitarle la vista a mi computadora. Estaba concentradísima contestándole un e-mail a mi hermana y planeando mi futuro con ella.

La media noche estaba cerca, pero en nuestro depa —y en general en España—, el inicio de la madrugada indicaba la hora de salir de casa, no la hora de llegada como le pasaba a la pobre Cenicienta o como me pasaba a mí cuando vivía con mis papás. Sobre todo en Salamanca, pues los estudiantes que pueblan la ciudad no saben hacer otra cosa más que salir a destramparse hasta el amanecer.

La puerta se abrió lentamente mientras yo seguía sumergida en el correo escribiendo los detalles de mi siguiente visita. Un silencio sepulcral llenó mi habitación después de abrirse la puerta.

Era sábado y Dani nos había invitado a la fiesta del siglo organizada por los amigos italianos de su novio Fabio.

Yo ya estaba lista, bañada, vestida, alisada y maquillada muy al natural. Pasé toda mi adolescencia maquillándome cual payaso, pero años atrás había descubierto las maravillas de usar solo un poco de rímel y un poco de lipstick. Dicen que a los hombres les encanta la naturalidad y a mí me encanta no gastar tiempo en esas cosas.

Antes de comenzar a escribirle a mi hermana había pasado unos treinta o cuarenta minutos alisándome el pelo con la plancha de ropa. Sí, como se lee, con la plancha de ropa. Tampoco hay que exagerar. Hay ciertas cosas que si las dejáramos ser naturales nos harían ver como náufragos en una isla desierta. Yo había descubierto una nueva técnica que me dejaba el pelo más liso que el mismísimo papel. Consistía en tomar una pequeña toalla de tamaño facial y ponerla por debajo de mi pelo para intentar no quemarme las manos mientras pasaba la plancha un par de veces sobre este. Un par de movimientos lo hacían perder toda noción de sus ondas y rizos color chocolate que me hacían recordar día a día que no podemos controlarlo todo. No recomiendo intentarlo en casa pues varias veces me quemé con mi técnica infalible, dejando en el cuello una raja roja del tamaño de un dedo pulgar. Siempre parecía que algún pasado de lanza me había dejado un chupetón, pero hasta el momento no había encontrado otra técnica más eficiente y rápida que el planchado de pelo... literal.

Llevaba puesto un vestido blanco dos dedos arriba de las rodillas, con un par de imágenes de pop art en blanco y negro estampadas en la cintura y cerca de la cadera, Tenía solo la manga izquierda hasta el codo y por el lado derecho era strapless. Lo había comprado esa misma tarde, me había costado un ojo de la cara, pero valía la pena pues me quedaba bastante entallado y me hacia ver un tanto sexy al resaltar las partes más carnosas de mi cuerpo, pero también me hacía ver un tanto trendy. Lili me acompañó a escogerlo —marica con ese vestido te nos comprometes esta noche —me dijo sonriendo de oreja a oreja.

Necesitaba sentirme guapa, llevaba varios fines de semana sin salir desde que había vuelto a casa y los únicos piropos que había recibido recientemente provenían de los albañiles que estaban remodelando un restaurante cerca de mi trabajo. Me daba la impresión que incluso a ellos les parecía raro lo mucho que me paseaba por ahí. Estaba claro que me urgía un poco de vida social.

Así que me encontraba sentada dándole la espalda a la entrada de mi habitación. Solo se podían escuchar mis dedos tecleando felizmente al otro lado del mundo. Me detuve porque me distrajo el silencio que se produjo después del toc toc. Interrumpí mis pensamientos y mi e-mail para echarle un vistazo a la realidad y giré la cabeza hacia la entrada de mi habitación para encontrarme con algo muy parecido a un fantasma.

Una luz con destellos de arco iris llenaba de colores mi cuarto, como quien juega con un CD y un foco. Detrás de esa luz estaba la cara esperanzada de Fréderic. La misma que le daba vida a mi sentido, o más bien a mi sin sentido.

Me quedé paralizada. Por un momento sentí que el tiempo se detenía y que mi corazón dejaba de latir. Me hubiera gustado ignorar su presencia y girar nuevamente hacia mi computadora para seguir con mi correo, pero sus ojos llorosos no me permitían moverme. Mi mirada de incredulidad fue llenando la expresión de mi rostro y cada vez se hacía más notorio la falta de aire en mis pulmones al entender lo que estaba sucediendo.

Seis meses después de haberme alejado de él por completo, después de haber gastado millones de euros en pañuelos desechables, después de haber secado mis ojos, de haber cambiado mi número de teléfono y hasta mi e-mail con el cual llevaba diez años ya, por cierto, se aparecía nuevamente este cursi francés en el marco de la puerta de mi cuarto. Ahí estaba arrodillado y todo. El diamante que tenía en la mano me hubiera deslumbrado de no haber sido por sus ojos.

El silencio que nos rodeaba se apoderó de mi habitación.

Silencio, silencio y más silencio.

Solo podía escuchar los latidos de mi corazón que parecía querer escapar de mi pecho y saltar hacía sus manos. 

Entendí que no había fiesta alguna, Dani y Lili habían conspirado con él nuevamente.

Silencio, silencio, silencio y más silencio.

—Alexandra Jauregui —dijo por fin rompiendo ese tenebroso silencio y despertando a las mariposas habitantes de mi panza con su ronca voz—, mi vida sin ti es pura supervivencia, es aburrida, sin color y sin sabor. Nunca he conocido a nadie tan intensa, manipuladora, inteligente, adorable y tan independiente como tú. No he sabido vivir sin tu sonrisa que es la puerta perfecta para esa voz que me enamoraba cada vez más cuando juraba amarme cada mañana en francés... la extraño cada día.

»Las pecas en tu pecho y tu espalda son las constelaciones que guían mi camino y hoy no sé ni para donde caminar sin ellas.

»Tu fuego, tu pasión, ese entregarte por completo a tus emociones y sentir todo tan intensamente es lo que te hace ser tan irritantemente adictiva y lo que le da rumbo y sentido a mi vida. Sin tus besos, sin el olor de tu pelo acariciándome en las mañanas, sin tus ojos negros haciéndome cosquillas en el alma no sé hacia donde ir. Llevo meses sintiéndome como un perro buscando un lugar para dormir. Te amo, Alexandra —completó con la voz cortada, pero con mucha intensidad y aún hincado en una rodilla mirándome sin pestañear.

—Desde el primer día que te conocí, cuando apenas sabía seis cosas sobre ti, te lo propuse. Hoy que conozco todo de ti y que además me extraño a mí mismo sin ti, te lo repito con el único fin de hacerte feliz cada día: cásate conmigo —concluyó temeroso levantando un poco más ese impresionante anillo con la forma de la torre Eifell. Una lágrima cargada de dolor se desvaneció al final de su barbilla.

Se me escapó una sonrisa chueca al recordar su propuesta ese hermoso primer día, pero rápidamente se esfumó. Mantuve mi mirada fija en ese par de ojos grises que me enamoraron desde la primera vez que los vi y sentí como poco a poco mi cara se humedecía nuevamente con las lágrimas que llevaban su nombre y que pensé se habían extinguido por completo.

Me levanté de mi silla sin tener muy en claro el siguiente paso. Me acerqué poco a poco hasta el marco de mi puerta donde se encontraba él.

Me arrodillé para ponerme a su altura y Fréderic me invitó a tomar el anillo levantando más su mano, asintiendo con la cabeza y sonriendo levemente para encubrir un poco su miedo a mi rechazo.

—Ya perdí la cuenta de cuantos veces te hice daño. En mi vida he cometido muchos errores, muchísimos, pero sin duda el peor de todos fue lastimarte... y perderte. Te amo, te amo, te amo, Alexandra y nunca he estado más seguro de algo en mi vida. Te quiero para siempre —dijo defendiendo su punto con sinceridad y un claro arrepentimiento en los ojos.

Después de todo lo vivido rechazarlo sería lo más lógico, aunque también era lo más bonito que me había dicho jamás. Sus palabras me habían llenado de amor el corazón y hasta los pulmones. Llevaba una vida entera escuchando ese tipo de cursilerías en pantalla grande y soñando con encontrar a alguien que algún día sintiera todo eso por mí y que me hiciera sentir lo mismo por él. Y ahí estaba arrodillado frente a mí, como salido de una película.

Pero cualquiera sabe que las palabras no funcionan como pegamento y mi corazón estaba despedazado.

Sentía que Fréderic lo había arrancado de mi pecho, lo había aplanado con un ablandador de carne, después le había pasado la plancha -misma que yo usaba para mi pelo- alisándolo por completo para luego esculpir en él palabras llenas de dolor que se habían quedado impregnadas entre sus pequeñas y profundas grietas todo este tiempo. Por si fuera poco, al siguiente día había vuelto a tomar mi corazón ya completamente sin forma y lo había metido en la trituradora de papel.

Estaba claro que con un discurso ensayado y robado de alguna película mi corazón no volviera a tomar color y forma. Así que, alejé la mano que sostenía aquél impresionante anillo —digno de una princesa— y le planté una cachetada que si bien no llevaba la fuerza telenovelera para tirarle los dientes, fue suficiente para voltearle la cara de perfil.

Suspiró y me miró entristecido regresando la cara a su lugar.

—Lo siento —me dijo bajando la mirada hacia el suelo—, no sé que hacer para...

—No vuelvas a hacerlo ¡nunca más! —interrumpí sus disculpas con rabia y apuntándole con un dedo después de limpiar las lágrimas que me habían resbalado ya hasta el  cuello—. Nunca más —repetí con ímpetu señalándolo con la mano que lo había lastimado que aún temblaba por el exceso de emociones—. ¡Nunca más!

Se puso de pie sin quitar su intensa mirada de mis ojos enfurecidos. Tomó el anillo que había dejado caer al suelo en su pequeña caja de piel negra, lo dejó sobre el suelo y dio la media vuelta encaminándose hacia la puerta.

—Es tuyo, igual que mi corazón. —dijo señalando el anillo que dejaba cerca de mis rodillas—, nunca me perdonaré el haberte perdido. Soy un imbécil y me odio tanto o más que tú a mí —dijo mientras salía por la puerta de mi habitación cerrándola para dejar que el silencio absoluto llenara mi mente y sacara a flote mis recuerdos.

—¡Fréderic, espera! 

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