Una Perfecta Equivocación © Y...

By AndreaSmithh

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Algunas escenas +18 Elige: ¿con quién te besarías, con quién te casarías y a quién matarías? Olivia James lo... More

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Nota Autora: También en Físico

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By AndreaSmithh

—¿Qué se supone que estás haciendo? —Exigí mientras avanzaba por los pasillos con el brazo de Jax todavía sobre mis hombros.

Desde aquella distancia podía oler su perfume y, francamente, jamás pensé que un chico como él usara perfume. Eso era algo que imaginaba en Ezra Johnson, o quizás en Mateo, pero no en chicos como él.

Suponía que si se echaba algo por las mañanas, eso era esencia de problemas.

—Acompañarte a clase —contestó, como si fuese obvio.

Antes de que pudiera arrepentirme, coloqué un pie frente al suyo al siguiente paso que dimos. Todo sucedió bastante rápido, aunque yo también tuve reflejos para actuar.

Jax se tropezó con mi pie, perdiendo el equilibrio, y su cuerpo se vio impulsado contra el suelo. Mientras trataba de mantenerse erguido me soltó, y yo aproveché para alejarme de él.

Finalmente consiguió estirar un brazo y agarrarse a la pared, lo que hizo que no se rompiese la cabeza contra el suelo. Qué pena...

—¡Oye! —Exclamó, llevando los ojos hacia mí—. ¿A qué ha venido eso? ¿Quieres matarme o qué?

Fue mi turno de poner una sonrisa juguetona. Me lo había dejado en bandeja.

—Obviamente —respondí con burla, dando un paso hacia atrás, lejos de él—. ¿O todavía no te has enterado?

Durante unos breves segundos Jax me observó como si no pudiese creerlo... pero fueron extremadamente breves. En seguida elevó la comisura de los labios y, con un matiz increíble de advertencia en su mirada, dijo:

—¿Tú, y cuantos más, piojosa?

No lo pensé dos veces.

Me di la vuelta y eché a correr por el pasillo hasta la clase, sin molestarme lo más mínimo en girarme para ver si me seguía o no.

Por suerte no lo hizo, y llegué al aula justo a tiempo, antes de que la señora Anderson cerrara la puerta. Tomé asiento al lado de Isabella, saludando con la cabeza a Mateo, que de alguna forma había llegado antes que yo.

Mi amiga me miró intranquila.

—¿Todo bien? —Preguntó.

Asentí. Más tarde le contaría.

Saqué las cosas de la mochila, que había llevado colgada al hombro, y la profesora de historia comenzó a encender de nuevo el proyector. Unos segundos después, Jax DeLuca entró por la puerta, nuevamente tarde.

Sus ojos se clavaron en los míos durante unos segundos, hasta que la profesora volvió a llamarle la atención por llegar fuera de hora. A mi lado, Isa me miró como si se hubiese dado cuenta de que había una conexión entre él llegando tarde y yo acalorada.

—Apaga la luz y entra, Jax —suspiró nuevamente la señora Anderson.

Jax obedeció y se sentó en el mismo sitio que el día anterior: detrás de mí. La verdad es que no entendía muchas cosas. Como por ejemplo, por qué la señora Anderson era tan benevolente con él si siempre llegaba tarde. Como mínimo se merecía un castigo, ¿no? El resto teníamos que llegar a la hora.

Intenté prestar atención al documental y a las explicaciones de la profesora, pero el día ya comenzaba a pesar y empezaba a adormilarme. Isabella tuvo que darme unos golpes en el brazo para lograr que me mantuviese despierta. Si seguía así, no sabría cómo lograría llegar al fin de semana. Quizás necesitase una dosis triple de café.

Hasta que en mitad de la clase, sentí un pequeño pinchazo en la espalda.

Durante unos segundos pensé que lo había imaginado, pero el pinchazo volvió a repetirse. Cuando me volví, encontré a Jax DeLuca inclinado sobre el pupitre, con un lapicero en la mano y su maldita sonrisa de petulante.

—¿Qué? —Susurré, rezando para que la señora Anderson no se diera cuenta.

—Necesito hablar contigo.

Sí, claro.

Le ignoré y volví a centrar mi atención en el documental o, al menos, a intentarlo. Pero Jax no me dejó. Volvió a picarme con el lápiz, crispando mis nervios.

—Párate —le exigí, girándome otra vez durante unos segundos.

Intenté mantenerme firme el máximo tiempo posible, pero los pinchazos de Jax cada vez eran más insistentes, y mis nervios más extremos.

Cuando lo clavó entre la columna y la escápula, causándome dolor, fue demasiado. Sin importarme ya nada y perdiendo la paciencia, me volví hacia él, prácticamente poniéndome de pies, y exclamé:

—¿Puedes dejarme en paz de una vez, maldito idiota?

Jax se quedó quieto con el bolígrafo en la mano. A pesar de las tinieblas en las que nos encontrábamos por la película, por primera vez en mi vida pude apreciar su expresión sorprendida, sin rastro de aquella sonrisa burlona.

Antes de que reaccionara, o de que la profesora dijese algo, escuché la voz de uno de mis compañeros decir:

—¡Siempre puedes matarlo!

Y acto seguido, todos comenzaron a reírse.

Mientras la señora Anderson paraba el documental y mandaba callar a todos yo volví a sentarme bien en mi silla, con los brazos cruzados y actitud derrotada. En realidad, me lo merecía. Por aquella maldita equivocación. Por gritar a Jax en medio de clase. Por todo.

Afortunadamente la profesora no me riñó, y pude salir de la clase con el ego derrotado pero el expediente limpio. Estaba conversando con Isabella sobre nuestros posibles planes a la tarde, cuando Jax nos alcanzó.

—¡Piojosa, espera! —Me llamó.

¿Es que ese chico era idiota, o qué?

—Olivia —exclamé, volviéndome hacia él—. Me llamo Olivia.

Sin hacerme caso, e ignorando completamente a mi amiga ,que seguía a nuestro lado, o al resto de alumnos que caminaban cerca, continuó hablando.

—No trataba de molestarte, piojosa, sino de hablar contigo.

Tomé aire despacio, y decidí ser más razonable de lo que había sido en clase. Al menos lo intentaría, porque si en todo el instituto no había mostrado el menor interés por mí, no encontraba una razón válida para que cambiase de opinión de un día a otro.

—¿Y hablar sobre qué? —Pregunté—. ¿Qué tenemos tu y yo que hablar ahora que no hayamos podido hablar en los últimos cinco años?

A mi lado noté como Isabella asentía, apoyándome. Sentí la tentación de tomar su mano y apretarla con fuerza.

Sin embargo me concentré en Jax y en su mirada. Volvía a estar cerca de mí, aunque no tanto como el día anterior. Esta vez sus ojos parecían más castaños, pero también continuaban siendo verdes.

—Ayer tu tía nos invitó a mi padre y a mí a cenar esta noche en tu casa —dijo por fin—. Me escribió antes para pedirme que te acercara y así llegar pronto. Pensé que querrías saberlo.

Oh. Mierda.

—Volveré con Isabella —repliqué en su lugar.

Alzó los hombros y metió las manos en los bolsillo del pantalón, encogiéndose brevemente.

—Ya, a mí la idea tampoco me entusiasma, ¿sabes? Pero es lo que hay.

—Pues qué bien... Gracias por avisar.

Y tomé a Isabella del brazo para alejarme con ella antes de que dijera algo más.

Gracias a su advertencia tuve tiempo de llamar a mi tía y decirle que los padres de Isabella me habían invitado a cenar y pedir permiso para quedarme. Ella se mostró disgustada, pero como siempre, no me obligó a nada y dejó que me escaquease.

La casa de Isa en realidad era como mi segundo hogar. Pasaba allí la mayoría de las tardes, menos el viernes y sábado porque tenía que trabajar sirviendo aquel asqueroso pollo frito en la tienda del centro comercial. Sus padres, aunque obviamente no me habían invitado, no tuvieron ningún problema en que me quedara a cenar.

Isabella era su única hija, y a veces envidiaba lo consentida que estaba. Su habitación era prácticamente igual de grande que mi apartamento, pero ella jamás haría comparaciones. Las pocas veces que había venido a mi casa se había pasado todo el tiempo agradeciendo a mi tía la comida casera y la ayuda con los deberes.

Cuando me llevó a casa tiempo después, al ponerse el sol, no vi el coche de Jax por ningún lado. Eso fue un alivio.

—¿Quieres que venga a buscarte mañana? —Preguntó antes de que me bajara.

Sopesé su oferta unos segundos. Lo cierto es que el viaje me vendría muy bien, pero la ruta le quedaba lejos de casa, al igual que el centro comercial donde tenía que ir. Lo mejor era que usara mi bicicleta.

—No te preocupes, estaré bien —le aseguré.

Sabía que seguía preocupada. Heeijin y Carla no habían insistido en preguntarme, pero en todas ellas notaba la preocupación.

—Si estás con ánimos de ir a la fiesta cuando acabes de trabajar solo tienes que decírmelo —insistió, refiriéndose a la fiesta del día siguiente—. Además, creo que irán universitarios, mucho más interesantes que nuestros idiotas compañeros de clase.

Alzó las cejas de forma sugerente y yo me reí, aunque sabía que a ella los universitarios tampoco le interesaban. En la ciudad de al lado había una universidad a la que parte de la población asistía, por lo que probablemente dichos universitarios solamente fuesen los estudiantes de último curso del año anterior. Nada tan interesante como lo planteaba, pero la intención era lo que contaba.

Yo misma tenía intención de ir a esa universidad. Allí podría estudiar la misma carrera que mi tía y, si ahorraba suficiente para un coche, conseguiría ir y volver todos los días, para así seguir estando juntas.

—Te quiero, amiga —se despidió de mí, inclinándose para darme un abrazo.

Subí las escaleras de dos en dos, aunque sigilosa, esperando no encontrarme a nadie. Cuando giré la llave en la puerta, me tomé unos segundos por si escuchaba voces, pero todo estaba en silencio.

Al entrar, no había ninguna luz encendida. Supuse que la cena habría terminado.

Dejé la mochila a un lado, me descalcé, y cruce el apartamento directa a la habitación de mi tía. Cuando entré, la encontré acostada en la cama leyendo un libro de pedagogía.

—Buenas noches —saludé, acercándome a ella mientras cerraba su lectura—. ¿Cómo ha ido la cena?

La tía Jenna echó las sábanas a un lado y me dejó un poco de hueco para que pudiese tumbarme a su lado. No era algo que tuviese por costumbre, no desde que cumplí los ocho años y dejé de llorar por las noches preguntando por mis padres. Sin embargo, de vez en cuando me gustaba, como los días en los que pasaba tanto tiempo sin estar con ella.

Y lo mejor de todo es que no tenía que preguntar. Bastaba con saludar, y ella ya sabía lo que pretendía. Estábamos muy unidas. Tanto, que una parte de mí se sentía extraña por no haberla contado nada sobre el mensaje en el chat grupal de whatsapp, ni sobre Jax DeLuca y por qué no me gustaba.

—Bastante bien, al final solo fuimos Tony y yo. Su hijo tenía algo que hacer.

—Uh, ¿en plan cita? —Me burlé.

Mi tía me abrazó y se rió conmigo.

En realidad, por mucho que la llamase tía, era prácticamente una madre para mí.

—Todavía no, pero creo que le gusto.

Interesante.

—¿Cómo sabes si le gustas a alguien?

Sus ojos se volvieron astutos hacia mí.

—¿Qué pasa, enana? ¿Hay alguien por ahí?

—Ojalá, pero no por el momento.

Mateo Ford tenía pareja, y con Ezra Johnson ni me hacía ilusiones. En cuanto a la propuesta de su amigo Jason... Un escalofrío me recorrió al pensar en ello.

Definitivamente no, descartado.

—Supongo que, sencillamente, lo sabes.

—Vaya, qué definición más exacta.

Mi tía volvió a reírse, y yo tomé el mando de su televisión para encenderla.

Antes de que me diese cuenta, me había quedado dormida mientras veía un programa de televisión con ella, recuperándome de todo el cansancio que había absorbido durante el día.

¡Feliz viernes, familia de wattpad!

Ains, y la sorpresa que se va a llevar al día siguiente Olivia no será pequeña... xD Y sí, tiene que ver con Jax xD

¡Que ya voy por el capítulo 25! Aunque no voy a escribir más hasta el domingo porque necesito de otras historias que no quiero abandonar, así que les daré un descanso.

Es increíble leer estos primeros mientras yo voy tan avanzada y ver cómo están en mi ordenador los personajes y cómo están aquí xD ME ENCANTA

Nos vemos mañana con el siguiente :) Que ya es 1 de mayo y empiezo oficialmente la novela 🤡 subiendo el capítulo 6 ese día 🤡

(Es culpa vuestra, ¿sabéis? Y de Jax. No mía).

Un abrazo gigantesco,

Andrea :)


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