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By Anni_Jeon

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treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
cuarenta y tres
cuarenta y cuatro
cuarenta y cinco
cuarenta y seis
cuarenta y siete
epรญlogo
capรญtulo especial; parte uno
capรญtulo especial; parte dos
capรญtulo especial; parte tres
๐‚๐”๐‘๐ˆ๐Ž๐’๐ˆ๐ƒ๐€๐ƒ๐„๐’ ๐˜ ๐€๐†๐‘๐€๐ƒ๐„๐‚๐ˆ๐Œ๐ˆ๐„๐๐“๐Ž๐’

cuarenta y ocho: final

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By Anni_Jeon

奇妙な
Strange; capítulo final
«nos volveremos a ver, Ayanami»

• • •



















































«Su presencia me cautivaba día a día, viendo la belleza que tenía de pareja pero aún así prefería sus dulces ojos a que su hermosa figura.
Mientras más me fijaba, más me enamoraba como si fuera una Luna enamorada de una estrella.
Y mientras más pasaba el tiempo, la estrella partía dejándome con ansias de más, más de su presencia.»

Itachi, luego de unas horas de pelear mano a mano con su esposa, observando a cada segundo como la expresión de ella cambiaba al notar que el rumbo de las cosas iba cambiando para mejor, viendo como el Sol comenzaba a salir se permitió mirar con sus ojos llorosos la silueta semi-transparente de su primer y único amor que estuvo acompañándolo en los últimos ocho años como una compañera y pareja.

¿A caso el destino era una maldita rencorosa porque el amor de ellos era el más puro? Era lo que todos se preguntaban al ver como la fémina mayor trataba de que las lágrimas del joven Uchiha dejen de recorrer las mejillas del pelinegro que abrazaba con fuerza la cintura de la mujer. El Sol con una lentitud comenzaba a mostrarse para los shinobis, atrasando su entrada para que esa hermosa pareja nunca se alejen pero la Vida quería apresurar el rumbo y los rayos ultravioletas comenzaron a tocar los delicados rostros de la joven Ayanami y el joven Itachi que se miraban con un amor que hizo temblar a los presentes.

—Ganamos la guerra, cariño —dijo ella con un nudo en la garganta, acunando el rostro de su pareja mientras lágrimas salían de sus orbes celestes.

—Pero te irás —musitó el pelinegro con dolor, sin querer aceptar el hecho de que no la volvería a ver jamás.

Ayanami sonrió débilmente, dándole la razón al de ojos negros que ya había dejado de llorar para que su visión no se torne borrosa por sus lágrimas y de esa manera poder recordar el bello rostro de la mujer que conquistó su corazón sin esfuerzo alguno. Sus ocelos celestes brillaban por el producto de esas gotas de agua salada, sus mejillas y nariz rojizas por el llanto, su tersa piel blanquecina decorada por líneas blancas que brillaban levemente sin opacar a la mujer; todo en ella era belleza, pero aún así preferiría sus dulces ojos celestes que le expresaron varias veces el amor que sentía hacia él.

Besó los belfos de ella cuando vio como pequeños destellos salían del cuerpo de ella y como en las demás estrellas que lucharon junto con ellos también le sucedía lo mismo, ya se iban a ese cielo al que tantas estrellas habitaban. En ese beso lleno de emociones, las lágrimas los visitaron con fuerza mientras poco a poco cada barrera desaparecía dejando desprotegidos sus corazones que se entrelazaron entre sí como si aceptasen que esa sería la última vez en que sus latidos irían a la par.

Se vieron a los ojos, diciéndote todo lo que sentían porque las palabras serían infinitas para ese par de enamorados que eran vistos por los mortales y estrellas que sentían desde sus puestos lo rotos que estaban los casados por tener que separarse una vez más, definitivamente.

—Ya es tiempo —musitó ella, acariciando con delicadeza las manos del Uchiha que tenían ligeros cortes que se terminaron curando por la energía que ella le dio en esos instantes—. Sé feliz, Itachi. Busca a una mujer que te ame, haz una familia, ve a tus hijos crecer, viaja con Shisui y Sasuke, protege a los que amas, come Dangos pero nunca te olvides que te estaré cuidando y viendo.

—No digas eso —negó con dolor Itachi, sin poder creer lo que decía la mayor—. Yo no podré amar a otra mujer, y tampoco formaré una familia con alguien que no sea Ayanami, mi esposa —musitó con sus labios temblando, queriendo mostrarse sereno pero el control de sus emociones ya no existía cuando se trataba de ella. 

—Debes seguir con tu vida; solamente sé feliz, Itachi —ladeó su rostro mientras sonreía, con la parte inferior de su cuerpo desaparecida.

—¡Tu me haces feliz! —gritó el Uchiha, causando que una mujer peli-rosa llorara en silencio—. ¡Solamente tu, Ayanami!

—Tu también me haces feliz —sonrió la fémina elevándose un poco en el aire, yendo hacia el cielo con lentitud, siendo la única que aún quedaba en ese terreno—. Pero ya debo irme, cariño.

—¡Nos volveremos a ver, Ayanami! —exclamó intentado agarrar las manos de la mujer pero ella ya estaba desapareciendo—. ¡Te amo, Uchiha Ayanami!

Ayanami sonrió con sus ojos cerrados mientras unas tibias lágrimas bajaban por su rostro ante el grito que profirió su amado, tragó saliva sabiendo que solamente su rostro quedaba un poco trasparente y gritó, logrando que el pelinegro soltase otra lagrima más.

—¡También te amo, Hoshi Itachi! 

—Nos volveremos a ver, Ayanami —susurró agarrando una de las tantas plumas pulcras que había dejado la Hoshi antes de desaparecer, sintiendo como su mejor amigo abrazaba sus hombros en señal de apoyo.

«Pero una noche, esa estrella hermosa que tenía de pareja nunca más volvió a regalarme su luz cálida.
Y su presencia solamente aparece en mis sueños, sonriendo como la última vez y brillando como lo hizo estando conmigo.
Pequeña Luna, ¿por qué tuviste que enamorarte de un astro que tenía su tiempo contado en ese cielo estrellado?»

Una pequeña niña pelinegra corría alejándose de su madre para ir hacia su familiar de hebras negras que estaba sentado en un tronco mientras miraba el cielo nocturno llenos de infinitas estrellas, teniendo cuidado para no caer comenzó a disminuir la velocidad que tenía con sus pequeños pies y cuando estuvo a punto de caer, una ligera bruma la rodeó para que no termine en el suelo por lo que soltó una pequeña risa que fue opacada cuando el mayor la tomó entre sus brazos para sentarla a su lado derecho, trayéndole recuerdos a Itachi.

—¿Qué estabas haciendo, Sarada? —preguntó el mayor con curiosidad, mirándola por breves segundos para dirigir su oscura mirada al cielo en busca de una estrella en particular.

—¡Quería verte! —exclamó con emoción la menor, despidiéndose con sus manos de su madre peli-rosa que simplemente negó con una sonrisa alejándose con un azabache que había dirigido sus ojos hacia una pequeña tumba que tenía un montón de flores.

—Espero que no le hayas causado problemas a mi tonto hermano menor —dijo con una sonrisa divertida el Uchiha mayor, consciente de la mirada que le había dado Sasuke a la tumba de su amada—. ¿Qué quieres hacer esta semana? Shisui junto con sus hijos vendrán en unos días.

Shisui, su mejor amigo, había tenido un pequeño romance con una mujer que al final terminó dejándolo cuando los dos pequeños mellizos nacieron. Nunca se sorprendió ante eso, ya que era sabido porque la relación que tenían ambos se había comenzado a enfriar cuando los hijos del Uchiha nacieron y él le prestaba atención a los dos pequeños a que su pareja que se terminó consiguiendo un amante con el que al final se terminó quedando en Konoha; mientras el varón junto con los dos pequeños conseguían una casa en esa aldea pero que habitualmente iban a la casa de Itachi que había construido en el claro en el que antes compartía demasiados recuerdos con Ayanami. Era divertido pensar en las ojeras que decoraban a Shisui y en su cara de muerto viviente al no dormir por estar cuidando de los mellizos que eran el futuro del clan.

—Quiero que me cuentes de la historia de mi tía —musitó emocionada una pequeña Sarada de siete años, moviendo sus manos con emoción para darle más credibilidad a su comentario.

Itachi sonrió un poco, aún sintiendo el dolor que le causaba la partida de Ayanami pero había logrado superarlo poco a poco. 

—¿No te la conté varias veces? —preguntó con una ceja alzada mientras tomaba una manta y cubría a la pequeña por la brisa fresca que había pasado por el lugar.

—Es que me gusta, y papá no me la quiere contar —hizo un puchero triste.

—Bien, pero una sola vez más —señaló abrazando por los hombros a Sarada que asintió emocionada—. Tu tía Ayanami fue la mujer que más amé en todos mis años de vida, con la protección que ella me brindaba, con las pequeñas sonrisas que me dedicaba o esa tradición de la que tanto extraño. Pero, ¿quién no se enamoraría de esa tremenda mujer? —soltó una pequeña risa, contagiando a la menor—. Todo había comenzado con una pregunta en este mismo tronco y después de varias noches sin respuesta alguna, ella me habló y ese fue el momento de una amistad de una estrella y una Luna. ¿Sabías que tu tía Ayanami era la mujer más poderosa que vi en toda mi vida?

—¡La tía Ayanami es mi ejemplo a seguir, tío Itachi!

—Seguramente ella esté alegre de eso —sus ojos se cristalizaron levemente, pero no lloró—. Y eso lo demostró en la Cuarta Guerra Mundial Shinobi, pero antes de eso te contaré de nuevo lo que hizo por mí y por todas esas personas que salvó...

«Su corazón estaba roto, sin poder ser reparado y eso todos lo sabían.
Su brillo se apagó, pero el nacimiento de nuevas estrellas logró que su fulgor apareciera de nuevo, dispuesto a seguir brillando hasta que aquel momento llegue.»

—¡Ayanami, no corras! —gritó un pelinegro queriendo atrapar a su hija que reía levemente con sus ojos celestes esquivando los brazos del mayor. Shisui suspiró e hizo un clon de sombra para atrapar a la pequeña Ayanami que se había escapado de la casa que Itachi tenía en el claro para mirar las estrellas—. Te atrapé, pequeña estrella.

—¡Tío Itachi, papá no me quiere soltar! —exclamó con todo lo que podía, logrando que Shisui negara cuando prácticamente en segundos Itachi tenía a la pequeña Ayanami en sus brazos mirándolo con el ceño fruncido.

—La consientas mucho, Itachi —negó el mayor alzando a su otro hijo para ir hacia el tronco en el que anteriormente estaba el de coleta con Sarada—. Hola de nuevo, pequeña.

—Hola, tío Shisui —saludó Sarada alzando sus brazos para tomar al pequeño Kuta que hacía honor al significado de su nombre: gran paz. Shisui se lo entregó con una sonrisa para sentarse en el suelo lleno de pasto, viendo como su hija parecía a gusto en los brazos de su mejor amigo que no paraba de sonreír con levedad cuando la niña jugaba con la pulsera que aún usaba Itachi—. Tío Shisui, ¿le pusiste nombres que se relacionen con la tía Ayanami a mis primitos? —preguntó dejando que el pequeño de cinco años juegue con su dedo índice.

—Así es, tu tía Ayanami fue la que me trajo a la vida y fue mi mejor amiga —informó con una sonrisa nostálgica el hombre con una opresión en su pecho—. Y por eso mismo le puse su nombre a la pequeña, y Kuta representa la gran paz que Ayanami nos daba a nosotros —señaló a su mejor amigo que había dejado de sonreír y a él mismo—. En honor a mi gran amiga.

Itachi bajó la mirada a la hija de su amigo, viendo en ella los ojos que se parecían a su difunta esposa y le sonrió ligeramente mientras le daba un pequeño golpecito suave con su dedo índice a la diminuta nariz de la niña que ríe enternecida por el gesto del mayor. La pequeña Ayanami paró de reír cuando se dio cuenta que algo blanco la rodeaba y miró hacia el cielo estrellado, como si ella supiese que alguien de allá arriba era la causante de esa energía; Itachi se cubrió sus ojos con una mano mientras un nudo en la garganta se formaba, sin poder ocultar el dolor que estaba sintiendo ante esa imagen.

—Sarada —llamó la atención de la niña que también era rodeada por la bruma, y también llamó la atención de los demás que lo veían atentamente—. El amor que yo tenía con tu tía Ayanami era extraño, pero fue el más puro y sincero que alguna vez en mi vida vi.

Y el fuerte brillo de una estrella en ese cielo lo confirmó.

«Y ahora la Luna era acompañada por las demás estrellas que compartían el mismo dolor de su amiga estrella que partió dejando pequeños recuerdos detrás de sí; y la Luna sigue esperando que su estrella vuelva a brillar a su lado.»





Poema escrito por mí, titulado: Amor a la estrella.

Aún no termina del todo el fic, no se preocupen.

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la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerรกn en sus mundos aunque tambiรฉn agregare otras cosa...