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By LienXue

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Historias cortas de Mo Ran y Chu Wanning llenas de azúcar y miel, porque para llorar ya está la novela. Ժ╴ ╴... More

I. Apartamento 410
II. Al Borde del Abismo
III. El Primero en Llegar
IV. El Alcohol Sabe Mejor Entre Dos
V. Iridiscentes Bajo la Lluvia
VI. 9 de Agosto
VII. Lejos de las Miradas Curiosas
VIII. Juramento de Sangre
IX. En los Brazos de la Tormenta
X. Enséñame a Nadar
XI. Quiero Abrazarte Cálidamente Sin Dejar Ningún Espacio
XII. La Primera Publicación de Chu Wanning
XIII. Ahora Que La Tarde Se Hace Más Lenta
XIV. El Primer Emperador y su Músico de la Corte
XV. Te Tatuaré en Mi Corazón (Para que te Quedes Conmigo Para Siempre)
XVII. Té de Burbujas
XVIII. Horas de Oficina
XIX. Para Adornar el Tiempo Contigo
XX. El Emperador en Ti
XXI. Una Lluvia Ligera

XVI. Dulce, Azucarado, Caramelo

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By LienXue

Autor: marizousbooty

Traducción: LienXue

Categoría: Post-canon, +18.

Resumen:

Una mezcla de dulces obliga a Chu Wanning a revelar su corazón a Mo Ran.

Y todos sus deseos más oscuros.

─────♡◦♡◦♡─────

Chu Wanning no sospechó nada cuando se comió el adorable caramelo. Lo había guardado tras su última cita con Mo Ran —una compra normal, pero a ellos les gustaba llamar 'citas' a cualquier momento en que salían juntos a solas—. El vendedor tenía una gran variedad de caramelos a la venta, algunos de los cuales sugerían propiedades mágicas y remedios interesantes, pero muchos eran simplemente dulces normales. Admitió que no podía recordar lo que pasó después, pero en el momento siguiente estaba levantando una caja llena de tantos dulces deliciosos que hicieron que la cabeza de Chu Wanning diera vueltas.

Había apartado la caja de la vista de Mo Ran. No había necesidad de que él, ni nadie, supiera cuánto había derrochado en ese manjar especial. La caja estaba metida bajo el desorden de su banco de trabajo, donde Mo Ran no se atrevía a intentar limpiar sin el permiso de Chu Wanning.

Los caramelos habían durado casi quince días así, como un prolongado secreto que devoraba cuando Mo Ran estaba de espaldas, un mordisco aquí o allá para saciar su antojo cada vez que los deliciosos pasteles hechos por su esposo no eran suficientes para calmar su voraz hambre de dulces. Chu Wanning era consciente de los pocos caramelos especiales que se escondían en la caja, nada con efectos secundarios terribles, pero hacía tiempo que había mezclado el contenido y pasado por alto del vendedor cuáles eran.

Mo Ran había salido a buscar leña para evitar el frío de mediados de invierno cuando Chu Wanning sacó un dulce para satisfacer la picazón en su piel y el pequeño gusto por el azúcar que se asomaba en su estómago. Uno solo fue suficiente para saciar su hambre hasta que los nian gao¹ estuvieran listos. Era un bocadito delicado y dulce, de color rosa pálido, con brillantes fragmentos de azúcar espolvoreada como nieve cristalizada. Intentó saborear los dos pequeños trozos que se derretían lentamente en su lengua y eran ligeramente dulces contra sus dientes, interrumpidos solo por el duro crujido del azúcar crepitante. Había un regusto fragante como el más dulce relleno de limón. Hizo que Chu Wanning se derritiera.

Después no había nada raro, salvo la ligera azúcar que le quedaba en la lengua y que le calmaba el antojo. Volvió a trabajar ajustando algunas uniones a un guantelete.

Mo Ran regresó, su piel bronceada estaba pálida por el prolongado invierno y la nieve se pegaba a sus pesadas ropas y a sus pestañas. En su rostro se reflejaba un rubor frío, y un resoplido salió de su boca cuando dejó la leña junto a la estufa.

—Estoy en casa, Wanning. ¿Me extrañaste?

—Por supuesto que sí. Me siento solo cuando no estás —Chu Wanning se tapó la boca con una mano.

Mo Ran se puso en pie, con una sonrisa rebosante en los labios.

—¿En serio? No me digas.

—Te lo digo. —Chu Wanning volvió a cubrirse la cara, con las mejillas hinchadas de calor.

La sonrisa se redujo a un ceño fruncido de preocupación.

—¿Qué ocurre?

—Comí caramelos de mi escondite secreto de caramelos que se supone que no debes conocer y ahora no puedo dejar de hablar. —Las palabras salieron a borbotones antes de que pudieran detenerse.

—¿Escondite secreto? —Las cejas de Mo Ran se alzaron divertidas. Se quitó el polvo de las manos y llegó al lado de Chu Wanning en tres largos pasos.

—Se supone que no debes saberlo. Es un secreto.

Mo Ran tarareó.

—¿Qué más tienes en mente?

—¡Tú...! No juegues conmigo, hace que mi corazón se acelere.

Una sonrisa malvada atravesó su hermoso rostro.

—Me encanta jugar con mi Wanning. ¿Sabes si esto es potencialmente peligroso?

—Los dulces del vendedor eran todos de carácter inofensivo, la mayoría solo caramelos. Me debe haber atraído el bonito azúcar cristalizado de la parte superior.

—¿Sabía bien? ¿Lo disfrutaste?

Chu Wanning no pudo evitar asentir. Sus manos empujadas contra su boca amortiguaban sus palabras pero no podía dejar de hablar.

—Estaba delicioso. Ojalá hubieras probado un pedacito para poder hacerme más.

—¿Con o sin el suero de la verdad?

—Sin.

Mo Ran asintió.

—¿Y qué más hay en la mente de Wanning?

Un sofocante calor se disparó a través de Chu Wanning. Necesitaba parar antes de que se le escapara algo embarazoso. Quería tragarse la mano entera.

—No me diste un beso de bienvenida.

—¿Cómo? —Mo Ran apartó las manos de Chu Wanning—. No puedo oírte así.

—No recibí un beso. —Chu Wanning ansiaba el beso que siempre recibía tras cualquier breve separación, el pequeño y dulce besito en los labios para reafirmar que estaba de nuevo en casa. Sus mejillas se sonrojaron al ver el brillo de los ojos de Mo Ran. Este cumplió y le dio un dulce beso.

—Perdona a este por no cumplir con sus deberes de esposo.

La sonrisa de Mo Ran es tan maravillosa, y era toda para Chu Wanning.

—Me encanta tu sonrisa. —Su boca no pudo hacer nada para detener sus pensamientos.

Un nuevo rubor floreció en las hermosas mejillas de Mo Ran, todavía rosadas por la nieve de afuera pero ahora cálidas por el afecto.

—¿Mi sonrisa?

—Sí, y tus manos. Me encantan tus manos —Chu Wanning apartó gentilmente sus muñecas de su agarre y ahuecó sus grandes y frías manos, callosas de tanto trabajo pero con delgadas líneas y nudillos increíblemente suaves por el cuidado. Estaban sucias de tanto cortar leña, con tierra adherida a las uñas. Chu Wanning no pudo evitar inclinar la espalda para dar un beso a esas manos que adoraba y calentarlas entre las suyas. A Mo Ran se le cortó la respiración en la garganta.

—Baobei —exhaló—, ¿qué más te gusta de mí?

Este mocoso...

—Estás pescando cumplidos cuando no tengo más remedio que darlos —resopló, pero continuó casi sin querer, aunque quizá el precio del rostro abiertamente dulce de Mo Ran sabía mejor que ese caramelo. Quiso detenerse antes de que se le escapara algo verdaderamente vergonzoso. Su boca seguía moviéndose, las palabras seguían derramándose—. Me encanta tu voz y tus brazos, el aroma de tu cabello después de haber estado merodeando por el bosque todo el día. Tus ojos son mi color favorito, ese negro intenso que nunca había visto antes. Tus hoyuelos son tan dulces que hacen que mi corazón se acelere cada vez que sonríes. Tienes la risa más bonita y preparas la mejor comida que jamás comeré. Me cuidas de maravilla, más de lo que me merezco. Me haces sentir tan bien cuando... —se mordió la mejilla, el fuerte sabor de la sangre interrumpió el azúcar que cubría su lengua.

Una mirada oscura y familiar brilló en los ojos de Mo Ran, a quien acababa de halagar.

—¿Qué hago que te hace sentir... —se inclinó cerca hasta que sus labios casi tocaron el lóbulo de su oreja—...tan bien, mi baobei?

Una oleada imparable se apoderó de los pulmones de Chu Wanning. No pudo evitar que la marea se derramara por su boca. Se obligó a cerrarla, los pensamientos de su cabeza, normalmente tan bien encerrados, se abrieron de golpe y amenazaron con inundar la habitación. Su corazón latía erráticamente, el miedo le oprimía el pecho, pero por alguna razón, muy probablemente el suero de la verdad, su cuerpo simplemente se inclinó hacia Mo Ran.

—Cuando me haces el amor —exhaló. Un rubor ardiente le quemaba las mejillas, la salada dulzura que aún permanecía en su boca abrumaba sus sentidos.

Mo Ran se cernía sobre él, con una pizca de peligro en sus ojos oscuros de medianoche y la nitidez de su sonrisa. Cualquier ser sensato correría; Chu Wanning se inclinaría hacia atrás para tener espacio para respirar, pero se vio fuertemente atrapado por el suero de la verdad y se inclinó indefenso hacia él, arrastrado hacia delante como una marea espumosa atraída por la luna baja.

—¿Hacer el amor? Yo lo describiría más bien como follarte sin sentido —dijo Mo Ran. Un calor intenso tiró del núcleo de Chu Wanning ante el tono bajo y seductor, la promesa de algo.

Un simple suero de la verdad solo le haría soltar la lengua, pero esto debía ser un brebaje más poderoso que forzaba sus manos y ampliaba su expresión. Se movió hacia él, aparentemente fuera de control, pero era lo que quería a pesar de lo mucho que se gritaba internamente a sí mismo que se detuviera antes de hacer algo indebido, que se detuviera antes de sobrepasar sus límites, que se detuviera antes de hacer algo de lo que se arrepentiría. Chu Wanning se atragantó, no estaba dispuesto a decir nunca palabras tan vulgares, pero la necesidad de responder era abrumadora. Sin que una pregunta le rondara por la cabeza, era capaz de reprimir cualquier palabra dañina.

—Hoy haré cualquier cosa por ti, Wanning —la voz de Mo Ran goteaba miel oscura, pesada y melosa al impregnar la piel de Chu Wanning. Se inclinó hacia él y le acarició el caparazón de la oreja con sus labios aún fríos por la nieve que había en el exterior—. Todo lo que tienes que hacer es decírmelo. ¿Quieres que te lleve a la cama y te sirva? ¿Que te incline y te folle aquí y ahora? Podría simplemente abrir mi boca para que me uses a tu antojo. No me opondría a nada de lo que mi baobei quisiera hacer.

El calor que se acumulaba en el núcleo de Chu Wanning se convirtió de repente en una llama rugiente. Apretó los muslos con fuerza, agarró los brazos de su silla hasta que empezaron a crujir bajo sus dedos. Los pensamientos de la noche anterior pasaron por su mente, las cosas depravadas que hicieron en pleno día en el bosque hace solo unos días, la semana pasada cuando Mo Ran lo había atado y...

—Tómame —su respiración era entrecortada, incapaz de decidirse por una idea cuando había tantas entre las que elegir. Quería a Mo Ran, eso no era nuevo, eran las palabras que salían de su boca—. Llévame a la cama y... —balbuceó con su lengua llena de nudos.

—Como desees —Mo Ran lo levantó y lo llevó a su dormitorio. Las sábanas seguían desordenadas desde que Chu Wanning las había dejado esa mañana, ya que Mo Ran había estado demasiado ocupado durante el día para acomodarlas como solía hacer. Bajó a Chu Wanning a la cama y se arrastró hasta situarse encima de él—. ¿Qué puede hacer este esposo por ti?

—Bésame.

Y lo hizo. Lento y profundo, tiró de los acordes del placer que hicieron sonar una canción alta y dulce en la sangre de Chu Wanning. No había ninguna otra sensación como la de ser besado por su esposo, ningún caramelo que lo satisficiera como este, ninguna felicidad en el mundo podía compararse con la simplicidad de su vida ahora. Era mejor que cualquier oro o tesoro invaluable, incluso que el poder o el estatus. A Chu Wanning le encantaba besar a Mo Ran, y Mo Ran estaba más que feliz de devolverle el beso.

Que le pidiera otro beso parecía encender algo caliente y ardiente dentro de él. La respuesta fue arrastrada por la fuerza en el estado ciertamente inhibido de Chu Wanning, una droga que recorría su cuerpo y que lo hacía fácil de doblegar, pero que solo revelaba la verdad. Chu Wanning no pudo apartarse con el ceño fruncido, esperando que Mo Ran supiera leer la situación y le diera lo que quería, lo cual suele ser muy bueno para saber qué dar y qué recibir. Las palabras que salían involuntariamente de sus labios le daban a Mo Ran un poder sobre él que no le gustaba.

Era su vulnerabilidad. Chu Wanning se sumergió en el beso, arrastrado por los brazos de Mo Ran, pero el suero de la verdad lo puso tenso, nervioso. No debería, porque no hay nada que pudiera ocultar a su esposo —excepto la caja de caramelos y el regalo de cumpleaños en el que estaba trabajando—. Mo Ran sabe cómo leerlo, sabe cuándo Chu Wanning no está disfrutando y cuándo se siente realmente bien. Es una dinámica sencilla la que tienen, una que depende de que Mo Ran preste mucha atención.

Era injusto, pero a Chu Wanning no le gustaba abrirse fácilmente. Ahora no tenía otra opción.

Los besos le quemaban la piel. La excitación se sentía pesada y caliente en su interior. Quería más y Mo Ran se tomaba su tiempo mordisqueando sus labios y pasando una mano por su costado vestido.

Tan pronto como se formó el pensamiento, la boca de Chu Wanning ya se estaba moviendo.

—Más, dame más.

Mo Ran aspiró con fuerza.

—Cualquier cosa, baobei. ¿Más besos? ¿Más caricias?

Chu Wanning no podía parar. Podía sentir el calor de la polla de Mo Ran cerca de sus muslos.

—Tócame, desnúdame y tócame.

Mo Ran gruñó. El ruido hizo que un jadeo recorriera la columna vertebral de Chu Wanning. Le arrancaron la ropa sin miramientos, el sonido de las costuras al rasgarse quedó enterrado bajo el crujido de la tela, el aire frío y las manos calientes que recorrían su piel hicieron que los escalofríos patinaran por su cuerpo.

—Más, más —gimió Chu Wanning. Los dientes rozaban la sensible columna de su cuello, los ágiles dedos acariciaban un incesante ritmo de afecto sobre su torso. Un escalofrío de placer le recorrió la columna vertebral. Sus pensamientos se sumieron en un revoltijo, como ocurría siempre que Mo Ran lo tocaba. Excepto que cada gemido coherente salía de sus labios en lugar de encerrarse en una fantasía difusa.

Estaba a punto de implosionar.

—Toca los muslos, mis pezones, me encanta cuando me chupas los pezones —Chu Wanning quería estallar en llamas, pero con cada palabra salpicada en su piel, Mo Ran seguía cada demanda sin dudar. Rodeó con los muslos de Chu Wanning su cintura aún vestida y los acarició larga y lentamente mientras se inclinaba para chupar la cereza rosa de su pecho.

—Quiero ver tu piel, sentirte contra mí. Odio que lleves ropa todo el tiempo, pero es mejor que nadie más que yo pueda verte —Chu Wanning quería morir, hundirse en el suelo y hacerse uno con la tierra. ¡Qué exigente! Su boca seguía fluyendo, las palabras seguían cayendo, sus manos buscaban tocar a Mo Ran, para acercarlo y no dejarlo ir nunca porque eso es lo único que quiere hacer.

Mo Ran ardía bajo sus manos. Seguía cada exigencia, se movía entre las garras de Chu Wanning, se comía cada palabra que derramaba como la última gota de rocío de la mañana. La cadena de palabras que Chu Wanning pensó que lo dejaría arruinado, dejó a su corazón tambaleándose por la liberación, llevó a Mo Ran como un perro con correa, jadeando y con la mirada salvaje. Se había desatado una bestia y solo sus impotentes palabras lo mantenían atado.

De alguna manera, terminó boca abajo, con la delantera desnuda de Mo Ran chocando contra su espalda como una bestia enloquecida por el calor, su aliento húmedo atraía a Chu Wanning mientras pedía más, más.

—Shizun, ¿qué es lo siguiente? ¿Qué más hará este humilde discípulo por ti? —Jadeó en su piel.

Más, más.

—Ábreme. Necesito sentirte dentro de mí. —Agradeció la almohada que presionaba su cara, para ocultar su abrumadora vergüenza, pero su cuerpo se estremecía como un arco tensado al borde de la liberación con Mo Ran complaciéndolo.

Unos dedos resbaladizos encontraron su entrada y empujaron hacia dentro. Dos a la vez, todavía flojo desde la mañana en que Chu Wanning se acostó de lado y levantó la pierna para que Mo Ran lo tomara lenta y pausadamente. Unos dientes afilados le mordisqueaba las orejas, un pellizco en la piel sensible de detrás de la oreja que siempre le producía un escalofrío.

Tres dedos lo dilataron bien, ya no era un murmullo placentero como antes, pero era suficiente para prepararlo para la polla de Mo Ran. De todos los tiempos, un recuerdo de un susurro acalorado se trazó en su piel cuando Mo Ran le arrancaba con los dedos un orgasmo tras otro, una pregunta ociosa sobre si podría soportarlo todo.

—Más —Chu Wanning no podría detenerse aunque quisiera—. Quiero... —se atragantó, con la lengua suelta y la vergüenza en guerra dentro de su boca—. Tu mano. Quiero toda tu mano dentro de mí.

Mo Ran se congeló por encima de él con una inhalación desgarrada.

—¿Estás seguro, Wanning? —Sonaba tenso, a punto de estallar.

—¡Mo Weiyu, estoy bajo la influencia del suero de la verdad! —No quería gritarle con tanta crudeza, pero, por favor, ¡salva su cara y dale lo que quiere antes de que se consuma por la vergüenza!

—Lo siento, lo siento —Mo Ran se puso manos a la obra, el fragante olor floral de su ungüento favorito iluminaba el aire. Se retiró y levantó a Chu Wanning sobre sus rodillas, permitiéndole un poco de piedad al mantener su rostro enterrado en la sábana. Temblaba bajo sus manos mientras el meñique se deslizaba lentamente junto con el resto. Le dolía el estiramiento, un ligero ardor similar al de tomar a Mo Ran después de pasar demasiado tiempo separados. El pulgar, húmedo y resbaladizo, acarició círculos perezosos a lo largo de su zona íntima para ayudarlo a relajarse.

—Oh, Wanning —respiró Mo Ran—, me estás tomando tan bien. —Estaba hasta los últimos nudillos, su borde se extendía ampliamente alrededor de los cuatro dedos.

La respiración de Chu Wanning estaba atrapada en su pecho, sus manos se agarraban débilmente a la almohada. Intentó incorporarse para que al menos le entrara más aire en los pulmones, pero todo su cuerpo temblaba desde el punto en el que estaba siendo penetrado hasta la punta de los dedos de los pies y de las manos.

Mo Ran no lo incitó, solo el puro deseo y el brillo de la excitación que cubría todo su cuerpo le hicieron abrir la boca.

—Más, Mo Ran. Quiero sentirte completamente dentro de mí. Escondido del mundo. Por favor.

Quiso entrar en combustión. Mo Ran maldecía y follaba dentro de él con los cuatro dedos, su mano libre le separaba la mejilla para abrirlo bien. Besos y mordiscos llovieron sobre la suave piel de su espalda, trasero y muslos. Chu Wanning apenas consiguió poner los brazos debajo de él para levantar el pecho y arquearse dulcemente ante sus caricias. Un viento frío agitó los marcos de las ventanas como si amenazara con entrar, haciendo que un escalofrío le recorriera la columna vertebral. Los dedos de sus pies se curvaron mientras Mo Ran presionaba en lo más profundo de su núcleo hasta llegar al manojo de nervios que hacía que Chu Wanning se derritiera bajo su tacto.

El pulgar trazó su borde y con una lenta retirada de los dedos, presionó la punta del pulgar en su holgado orificio. Chu Wanning se estremecía mientras toda la mano empujaba lenta y cuidadosamente dentro de él, retrocediendo, y luego empujando más adentro con tanto cuidado que le daban ganas de gritar.

El estiramiento era divino, justo al borde del dolor que le hacía temblar hasta quedar sin piel. Sus brazos se hundieron debajo de él, pero su trasero fue empujado más arriba, dejando su cara y su pecho presionados contra la cama y su agujero abierto para que Mo Ran presionara su mano más profundamente. Chu Wanning jadeó y gimió cuando la parte más ancha de su mano superó su dilatado orificio y el resto de la mano, hasta la muñeca, se deslizó fácilmente después. Se arañó las piernas, desesperado por aferrarse a algo real.

Podía sentir la forma de la mano de Mo Ran en su interior, las crestas de sus nudillos y las líneas de sus dedos. Chu Wanning se agitaba por el ángulo y la enorme presión que ejercía en su interior. Su polla estaba dura y goteaba con fuerza sobre las sábanas de abajo, roja y sin tocar por ahora, pero no le importaba. Se agarró a la parte posterior de los muslos y gimió.

Mo Ran empujaba hacia dentro y hacia fuera lentamente, sus dedos largos y delgados se extendían un poco más para probar los límites. Su aliento era caliente en la piel de Chu Wanning. La sábana bajo su rostro estaba mojada por la saliva y las lágrimas tal vez, pero no podría decir si había empezado a llorar o en qué momento.

—¡Fóllame, fóllame! —Sollozó. Las palabras sabían agrias en su lengua, distorsionadas y desconocidas, pero era lo que necesitaba desesperadamente.

—Cualquier cosa, cualquier cosa por mi baobei. —Mo Ran sonaba como si estuviera a punto de derrumbarse. La mano que sostenía su cadera temblaba, sujetándolo con tanta fuerza que dejaría una marca. Enterrada en lo más profundo, la mano de Mo Ran se curvó en un puño que hizo que Chu Wanning se arquease y temblase, y luego folló dentro de él con fuerza.

Chu Wanning sufrió un cortocircuito. Su cerebro se convirtió en papilla y goteaba de sus oídos, ruegos y súplicas apenas coherentes brotaban de su lengua, palabras que nunca diría ni siquiera en el ardor del sexo, pero que fueron arrancadas por el suero de la verdad que bañaba su boca. Mo Ran devoró cada palabra. Lo penetró con todo el brazo, los nudillos salientes y los ángulos afilados de su puño se arrastraron contra sus sensibles paredes y lo llevaron más arriba, más allá de lo que sus gelatinosos sentidos podían comprender. Su trasero fue presionado más arriba, sus rodillas fueron extraídas de la cama y sus pies lucharon por conseguir un lugar, sus dedos excavaron marcas ardientes en la parte posterior de sus muslos.

No tuvo espacio para gritar mientras se corría sin ser tocado. Las estrellas se agitaron tras su visión ennegrecida, el fuego del atardecer quemó sus sentidos. El mundo entero giró mientras la conmoción de su orgasmo lo desgarraba.

Chu Wanning resurgió instantes después con la espalda apoyada en la cama y las piernas abiertas, su cuerpo pesaba como una tonelada de acero y, sin embargo, su cabeza flotaba en las férreas nubes invernales. Mo Ran se cernía sobre él, con los ojos muy abiertos y más oscuros que una noche sin luna.

—Wanning, ¿estás conmigo? —susurró.

—Más o menos.

—Eso es suficiente. ¿Cómo te sientes?

—Como una nube.

Mo Ran se rio. Su sonrisa era tan linda.

—Tu sonrisa es tan linda —dijo Chu Wanning.

El acalorado rubor se transformó en el más encantador rosa.

—Ah, es una pena que mi esposo tenga la cara demasiado delgada para hablar así todo el tiempo. Sigo amándolo con o sin un suero de la verdad que lo obliga a decir que quiere ser follado por mi puño.

Chu Wanning nunca ha querido disolverse tanto. Debería haberse conformado con la literal paliza que recibió, pero su cuerpo traidor, su corazón pervertido, necesitaba más. Se impulsó hacia arriba con una sorprendente muestra de fuerza a pesar de que acababa de ser sometido a una fuerte presión y empujó a Mo Ran hacia abajo cuando intentó ayudarle a subir. Un leve sonido de sorpresa salió de su pecho por el impacto, con los ojos muy abiertos y pesados. Mantuvo la boca cerrada y observó cómo Chu Wanning se movía para sentarse a horcajadas sobre sus caderas, rodeando su dura polla con la esbelta línea de sus pálidos muslos.

Sus manos se movieron por voluntad propia, o por la orden tácita que nunca se hubiera atrevido a escuchar. Rodeó la polla de Mo Ran y se sumió en la admiración por su grosor, el peso embriagador en sus palmas. Le gustaba cómo se sentía en su lengua, el olor de su almizcle, el estremecedor placer que podía provocar en Mo Ran al chupar su cabeza y arrastrar sus labios por el eje.

Mo Ran inhaló con fuerza. Por supuesto, esos pensamientos llegaron a sus oídos.

—¿Qué quieres, mi Wanning? —Mo Ran exhaló. Estaba caliente debajo de Chu Wanning, temblando como un arco tensado. Sus manos temblorosas se aferraban a sus hombros, sin moverse hasta que Chu Wanning hiciera el siguiente movimiento, dijera sus deseos.

Chu Wanning quería desaparecer ya. Esto era lo peor, su piel una llama viva agitada por la vergüenza, incluso la pura fuerza que traía el ver a Mo Ran reducido a un desastre tembloroso no era suficiente para superar su ansiedad, el miedo todavía latía crudo en sus venas. Su corazón latía demasiado rápido, demasiado fuerte en sus oídos.

—¿Qué ocurre? —Mo Ran le pasó un largo dedo por la mejilla.

—No me gusta esto. Siento que estoy perdiendo el control y no puedo detenerme.

—¿Pero...?

—Pero lo quiero tanto.

—Mn. No lo mencionaré de nuevo si te hace sentir mejor.

Eso no es lo que Chu Wanning quería.

Sacudió la cabeza. No me mires, no me reconozcas, cierra los ojos. ¿Cómo puedo hacer esto contigo mirándome así, con tus ojos de medianoche y el placer tiñendo tus labios como si yo fuera un dios seductor?

—No apartes la mirada.

Mo Ran no lo hizo. ¿Cómo podría hacerlo con una adoración tan descarada en sus ojos?

Chu Wanning tomó su polla, caliente y espasmódica en sus pálidas manos, y la alineó con su agujero. Nunca había tomado el control de esta manera, obligando a Mo Ran a acostarse, y empujarse a sí mismo dentro. Se vio obligado a sentarse en el regazo de Mo Ran mientras este se introducía en él hasta que Chu Wanning tembló y sollozó.

Era muy fácil hundirse en él. Su agujero estaba estirado más allá de sus límites, doliéndole hasta un grado casi insoportable, pero estar lleno de la polla de Mo Ran era como un bálsamo calmante. Se sentía lleno, completo. La gravedad tiró de él hacia abajo y Mo Ran se instaló mucho más profundamente de lo que solía hacerlo, llenando cada grieta desnuda con su calor ardiente. No había el dolor agudo de sus nudillos ni el rasguño de sus uñas dejando huellas de fuego placentero a lo largo de sus sensibles paredes, solo la magnífica y maravillosa presión con la que solo Mo Ran podía llenarlo tan completamente.

Chu Wanning jadeó ante la sensación de ser forzado a abrirse y a estar en carne viva. Era más gentil que tomar la mano de Mo Ran, pero no menos abrumadoramente satisfactorio. Mo Ran le acarició los costados, su mirada reverente, un revoltijo de dulce suciedad cayendo de sus labios mientras lo miraba con la expresión más abiertamente entrañable.

—¿Vas a montarme? Me encanta cuando brincas sobre mi polla. Puedo ver todo de ti sin ningún lugar donde esconderte. Me das tanto placer, me llenas de tu amor con cualquier cosa que hagas. Esto es como un regalo, ser mimado por mi Wanning. —Dejó correr su boca sin tener en cuenta la cara sonrojada de Chu Wanning. Nunca lo hizo, solo le incitó a seguir burlándose hasta que Chu Wanning ardiera de vergüenza.

—¡Silencio! —Se lanzó hacia delante y le tapó la boca. El repentino movimiento sacudió la polla enterrada en su interior. Gimieron al unísono, y el estruendo vibró contra la mano de Chu Wanning. La lengua de Mo Ran se lanzó a lamer su mano como si eso fuera a funcionar con Chu Wanning.

Apartó las manos y las sujetó suavemente por las palmas, sus labios rozaron suavemente la piel rugosa de los nudillos de Chu Wanning y las líneas arqueadas de sus dedos. Eran manos viejas, que mostraban su edad antes que su rostro, con frecuencia tan secas que la piel se agrietaba y las palmas tenían una textura escamosa. Nunca habían sido manos bonitas, destrozadas por el trabajo torpe y marchitas con el paso de los años, pero Mo Ran las apreciaba. A veces le untaba la piel con bálsamos y aceites reconfortantes para aliviar la sequedad agrietada, y se tomaba su tiempo para masajear cada articulación hasta que Chu Wanning quedaba sumergido en sus brazos.

—No hables —Chu Wanning apartó suavemente sus manos y las deslizó a lo largo del amplio pecho de Mo Ran—. Voy a moverme.

Mo Ran lo observó con los ojos entornados, un rubor alto y brillante en sus cinceladas mejillas. Esta había sido una pequeña fantasía de Chu Wanning cuando se dejaba follar desde abajo; plantar los pies en la cama y volver a Mo Ran loco de placer tanto como él. Nunca pudo hacerlo. Tal vez el suero de la verdad era una bendición disfrazada, pero no borraba la pura mortificación mientras plantaba los pies en la cama y equilibraba sus manos en el musculoso abdomen de Mo Ran, caliente por su excitante calor.

—No mires. No puedes verme hacer esto —era su última súplica, lo único que no podría soportar si tuviera que tomar las riendas.

Mo Ran se lamió los labios.

—No puedo apartar nunca mis ojos de ti —pasó sus manos lentamente por los muslos de Chu Wanning.

—Cierra los ojos o no me moveré —Chu Wanning se movió involuntariamente alrededor de su circunferencia, el peso caliente un recordatorio sin aliento de la frontera que estaba a punto de cruzar.

Con un suspiro tembloroso, Mo Ran inclinó la cabeza hacia atrás y se relajó en la cama. El ardiente impulso se apoderó de las extremidades de Chu Wanning, quien se levantó temblorosamente, la vergüenza superada por sus acciones, y se dejó caer pesadamente. Gemidos desgarradores salieron de sus bocas, todo el aire fue expulsado de sus pulmones. La polla de Mo Ran estaba enterrada en lo más profundo, presionando en todos los puntos correctos que hacían que las estrellas brillaran en sus ojos desenfocados.

Se movió, subiendo y bajando por la polla de Mo Ran para sentir el maravilloso estiramiento de su circunferencia empujando y tirando tan profundamente dentro, un metrónomo constante que hizo arder el núcleo de Chu Wanning. Nunca había tenido el control de esta manera, con Mo Ran a su merced, capaz de perseguir su placer a su antojo mientras Mo Ran solo podía recostarse y soportarlo. Había una sensación de emoción, un cosquilleo en su piel como un crepitar de electricidad mientras cabalgaba con más fuerza, sus venas bombeadas de lujuria acelerada.

Mo Ran se hundió más en la cama y movió la cabeza hacia atrás con un gemido gutural. Sus dedos arañaban los muslos de Chu Wanning para mantenerse a flote. Tenía la boca abierta, la mandíbula trazando letras sin sonido, los ojos cerrados, incapaz de hacer nada más que sentir. Chu Wanning se impulsó con más fuerza, más rápido, persiguiendo el placer que rugía en su interior. Su polla estaba dura y golpeaba contra su estómago, todo su cuerpo trabajaba sobre Mo Ran para llevarlos al límite.

Las sacudidas interrumpidas de las caderas de Mo Ran hacían penetrar más profundamente su hinchada polla, un ritmo desigual que interrumpía el espectáculo que Chu Wanning había construido. Su respiración entrecortada era ensordecedora, su cabello hacía tiempo que se había desprendido de su horquilla y se balanceaba salvajemente como una seda arrastrada por el viento.

—Por favor, por favor —Mo Ran suplicó desde debajo de él. Chu Wanning jadeaba—. Mi baobei, me estás volviendo loco.

Unos dedos afilados se clavaron profundamente, con fuerza, en sus caderas rebeldes.

—Te estás follando tan bien sobre mí. ¿Cómo se siente? Puedo correrme solo con ver cómo te das placer a ti mismo. Dioses, Wanning, sigue así. Quiero que te corras así, tú solo. Úsame.

Chu Wanning descendió con más fuerza, más rápido. El sudor goteaba por su piel, atrapando su cabello alborotado para pegarlo. Su respiración era entrecortada, vapores volcánicos a punto de estallar mientras se inflamaba de placer. Toda la parte inferior de su cuerpo le dolía, se estremecía por el esfuerzo, estaba a punto de desmoronarse y derrumbarse en una docena de pedazos.

Necesitaba tanto correrse, atravesado por la polla hinchada de Mo Ran.

Sin embargo, era demasiado débil. Con un sollozo, cayó hacia atrás justo cuando Mo Ran empujó sus rodillas para atraparlo.

—Sigue, sigue. Lo estás haciendo muy bien, muy bien.

Chu Wanning se apoyó en sus piernas y las utilizó para equilibrarse mientras se follaba a sí mismo con fuerza y rapidez, con las rodillas encajadas en la cama y los ojos tensos y ardientes, pero oh, no estaba dispuesto a parar.

Con todo el cuerpo arqueado hacia atrás y desnudo, Mo Ran recorrió con sus manos cada centímetro sudoroso que podía alcanzar con las alabanzas más repugnantes que caían de sus labios.

—Eres tan hermoso. ¿Cómo es que me casé con la persona más perfecta? Mira tu polla, goteando por su liberación.

La polla de Chu Wanning le golpeaba el ombligo con cada empuje hacia abajo, el semen goteaba de su cabeza hinchada y se pegaba a su piel. El sonido era obsceno, el golpeteo húmedo de la piel contra la piel y sus respiraciones ásperas y pesadas atravesadas por la polla de Mo Ran. Estaba perdiendo el control, deslizándose hacia los cielos, donde su cerebro se llenaba de franjas de algodón incendiadas por el placer.

Un particular chasquido de sus caderas condujo la polla de Mo Ran directamente a ese sensible manojo de nervios que estremeció a Chu Wanning hasta el fondo. Se encendió una luz en Mo Ran con el sonido de su gemido desenfrenado. Sujetó sus caderas con un agarre implacable, clavó los pies en la cama y llevó sus caderas al encuentro de Chu Wanning.

Toda la energía fue forzada a salir de sus pulmones mientras Chu Wanning se dejaba vencer por Mo Ran, sus caderas se movían por las manos de Mo Ran mientras era llevado a la cúspide de la locura, del placer tan forjado y bruto que Chu Wanning era incapaz de recuperar el control. Se movía en espiral, obligado a follar la polla de Mo Ran a su antojo, sin control de sus extremidades y con su excitación alcanzando su cúspide efervescente.

Se corrió con un relámpago que le recorrió la espina dorsal, un grito amortiguado en sus oídos zumbantes mientras su cuerpo se agitaba de placer. Mo Ran lo sujetó, lo mantuvo firme mientras lo hacía subir y bajar por su polla, gimiendo tan fuerte como los roncos llantos de Chu Wanning mientras se apretaba a su alrededor.

Fue largo, vertiginoso, dejándolo inerte y agitado mientras Mo Ran seguía utilizando los últimos restos de su propia fuerza para levantar a Chu Wanning y follar dentro de él con dureza y rapidez, con el chasquido de sus caderas penetrando en el embriagador ambiente.

Finalmente, se corrió con ímpetu, el semen goteando del espasmódico agujero de Chu Wanning. A Mo Ran le temblaban las manos mientras hacía maniobrar a Chu Wanning para que se pusiera a su lado.

Se tomaron un momento para igualar sus respiraciones, la abrumada cabeza con espuma de mar de Chu Wanning se asentó de nuevo en las olas de arena. El agotamiento le presionaba en el fondo de los huesos y en las comisuras de los ojos.

—Wanning siempre tiene buenas ideas —el pecho de Mo Ran seguía pesando, amplio y bronco, con una franja de luz gris brillante procedente de una ventana cercana—. Estuviste increíble.

—Mn. —Fue todo lo que Chu Wanning se atrevió a responder.

—¿Sigue activo el suero de la verdad? Quiero hurgar en tu cerebro para ver si hay más actividades que hacer.

—Pregúntame algo.

—¿Cómo se siente mi polla cuando está dentro de ti?

Desvergonzado, quiso chasquear.

—Intoxicante. Me siento lleno de la manera más maravillosa. —Sintió que su piel fría estallaba en llamas. 

Mo Ran se revolvió con un gruñido y lanzó un asedio de besos al cuello expuesto de Chu Wanning.

—Cuéntame más de tus fantasías, esposo. Quiero hacerlas todas realidad.


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Glosario

1. Nian gao: también conocido en el occidente como 'pastel de arroz' o pastel del Año Nuevo Chino, es preparado con arroz glutinoso y es utilizado como ingrediente en la cocina china.

¡Gracias por leer! Si notan algún error, por favor no duden en corregirme ❤

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