Trabajando Con El Enemigo *Sh...

By angielove111

26.1K 2.8K 441

¿Puedes llegar a enamorarte de alguien a quien odias? Sakura es abogada. Shikamaru es economista. Y se odian... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18.
Capítulo Final

Capitulo 8.

1.1K 139 6
By angielove111

 
El teléfono de la oficina suena amenazadoramente. Ahora no es buen
momento, tengo que terminar de leer este informe sobre las novedades recientes en el ámbito fiscal. Durante las épocas de crisis
se inventan algo nuevo cada día.

—¿Sí?  —respondo  un  poco  molesta,  porque  quiero  que  resulte evidente que estoy muy ocupada.

—Sakura,  tu  hermano  está  aquí —me  comunica  la  recepcionista, inmune a mi tono.

—¿Quién? —pregunto asombrada.

Llevo años trabajando aquí y nadie de mi familia, nunca, vino a verme. Pensaba que ignoraban del todo al lugar, que lo habían borrado del mapa.

—Tu hermano Gaara. ¿Le digo  que suba? —pregunta como  si estuviese hablando con una estúpida.

—Por supuesto, lo espero en el ascensor. Muchas gracias.

Intento recuperarme rápidamente del estupor y me encamino hacia el
vestíbulo. Pasan  unos  segundos  y  ahí  está,  mi  hermano,  en  todo  su
esplendor.
—¡Hola Gaara! —lo saludo sorprendida, porque se trata de una visita que no me esperaba en absoluto.

—Hola, Sakura —responde al salir del ascensor y me da un beso.

Hay algunas miradas curiosas que se fijan en nosotros. Parece que últimamente estoy contribuyendo mucho al chusmerio de la empresa.

—¿Qué haces por aquí? —pregunto  sin tapujos, dado  que mi hermano me conoce bien y sabe es que inútil fingir.

—Matsuri y yo nos vamos mañana y quería pasar a saludarte.

Gaara nunca pasa a saludar a nadie, que quede claro. Siempre está demasiado ocupado o tiene alguna vida que salvar.

—¿Quieres tomar un café? —sugiero, porque no quiero continuar esta conversación tan extraña delante de todo el mundo.

—De acuerdo —acepta.

Y eso que Gaara no bebe café. Esta visita es cada vez más surreal.
—¿Y cuánto tiempo estaran de viaje esta vez? —pregunto mientras nos dirigimos a la zona de descanso.

Alza los hombros con resignación.
—Quién sabe... Tres o cuatro meses...

—No es que no me alegre por tu visita, Gaara —confieso mientras aprieto los botones de la máquina del café—, pero me muero de ganas de saber por qué viniste. Si no recuerdo mal, ya nos despedimos el domingo —le recuerdo.

Me mira avergonzado. Bien.
—Vi el artículo del sábado —dice en voz baja, como si con eso explicara todos los misterios del universo.

—Me alegro de que encuentres tiempo para mantenerte informado. ¿Y bien? —pregunto inocentemente.

No tengo la más mínima intención de ponerle las cosas fáciles.

—¡Pues que estoy preocupado! Es normal, eres mi hermanita y me encuentro una foto tuya en el diario... tan maquillada, vestida de una forma que honestamente...

—Sí, me queda claro —lo interrumpo—. ¿Pero cuántos años tengo? —pregunto, molesta.

—Veintisiete —responde entre dientes, porque sabe a dónde quiero
llegar.

—Bien, ¿y crees que yo, a mi edad, tengo que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer?

A Gaara no le gusta que lo haga quedar como tonto.

—No se trata de adónde vas, y, sinceramente, tampoco cómo vas. Sino con quién vas —dice decidido, enfatizando las palabras.

Tal vez sea mejor no interferir demasiado.

 —No  quería que se preocuparan, pero  estoy soltera desde hace varias semanas, así que puedo salir con quien quiera.

Se nota que estoy molesta, pero  es que no  puedo  soportar  más injerencias por parte de mi familia, a quien quiero mucho, pero cuando se trata de temas sentimentales, es mejor marcar las distancias.

—Claro, si no fuera porque el tipo de la foto no es en absoluto la clase de hombre con el que acostumbras a salir. Esas personas no valen la pena —dice repentinamente triste.

Me siento fatal porque sé que Gaara vino con las mejores intenciones del mundo. Él conoció muy bien la alta sociedad cuando salió con Lina, la chica de quien estuvo enamorado la mayor parte de su vida. 
El  final  fue  trágico,  porque  cuando  dos  mundos  opuestos  se enfrentan, casi nunca acaba bien. El padre de ella empezó a presionar cuando vio que su historia iba en serio y Lina, cuando tuvo que elegir
entre el dinero de papá y Gaara, optó por la opción más fácil. Todos sabíamos que lo haría, o mejor dicho, todos excepto Gaara, que lo pasó fatal. Creo que necesitó años para superarlo. Matsuri fue como sol en el invierno. Cuando llegó a su vida, mi hermano por fin pudo cerrar esa
profunda herida.

Me acuerdo perfectamente de Lina: ¿vivir de trabajar? Eso para ella significaba ser pobre. Una perla de sabiduría que recordaremos eternamente.

La tragedia es que la gente de su círculo no puede evitar pensar como ella. Normalmente, su único trabajo es cuidar de su patrimonio. ¡Y encima pretenden que se considere una ocupación difícil y ardua!

—Sé que sufriste mucho y no quieres que yo pase por algo parecido —digo  con  sinceridad—,  pero  tienes  que  confiar  en  mí.  No  hay absolutamente nada entre Shikamaru Nara y yo. No soy tan estúpida. De hecho, me cae mal.

Y lo pienso realmente, no lo digo para reconfortar a mi hermano. El señorito no está entre mis personas favoritas por el mero hecho de haber pasado unas cuantas horas en su compañía. Obligada, para más explícitos.

Y entonces, justo cuando acabo la frase, aparece por la esquina el rostro perfecto de Shikamaru en todo su esplendor. Gaara lo ve enseguida y lo observa reticente.

—¿Tienes un minuto, Sakura? —pregunta el pequeño lord haciendo gala de su mejor sonrisa, la que utiliza para obtener todo lo que quiere.

—Ahora no —respondo brusca, porque me gustaría convencer a mi hermano  de  que  puede  irse  a  recorrer  mundo  sin  tener  que preocuparse de mí. Y porque Shikamaru debería conocerme lo suficiente como para no adoptar la técnica de la sonrisa sexy conmigo.

El tono hace diana porque su expresión muta inmediatamente.

—Bueno,  entonces  cuando  puedas... —dice frio antes  de desaparecer.

Gaara ríe a mis espaldas.
—Capte vibraciones interesantes... —me toma el pelo mientras sigue removiendo el café que no se beberá.

—Te lo dije hermanito. No hay nada de qué preocuparse.

Se acerca a mí y me mira fijamente a los ojos en busca de alguna respuesta.
—Bueno, eso ya lo veremos... Dentro de unos meses, cuando vuelva, iremos a comer y me pondrás al día de todo lo que me perdi. ¿De acuerdo? —propone.

—¡Trato hecho! —confirmo.

Seguro que no habrá nada que contarle.
Tomo  el  café  que  sostiene  en  las  manos  y  tras  un  arranque  de generosidad, lo tiro a la basura. Tengo la tentación de bebérmelo, pero hoy ya estoy demasiado nerviosa y no necesito más cafeína.
Lo acompaño al ascensor, le doy un abrazo y le prometo que le escribiré pronto.
Cuando Gaara se va, no me queda otra opción: voy a ver qué quería Shikamaru. El día ya estaba siendo complicado, pero parece que todavía puede empeorar.

Para llegar a la puerta de su oficina paso frente a una sorprendida Tenten. Lo olvidaba, estoy en territorio enemigo y verme por aca es algo inusual. Llamo con decisión y, sin esperar a que responda, entro en la sala.
Hay costumbres que no cambian.
La oficina de Shikamaru es idéntica a la mía, excepto por la mesa, que es antigua y de un valor incalculable. Se la habrá traído de su casa.
Está al  teléfono  y mi  entrada inesperada lo  molesta. No  es una novedad, pero hoy las pequeñas costumbres ayudan a mi estado de ánimo.

Tapa el auricular del teléfono con una mano y dice:
—La próxima vez no hace falta ni que llames.

Lo miro sorprendida, como si no comprendiera el mensaje, y me siento sin mucha gracia en la silla.

—¿Puedo llamarte más tarde? —dice a su interlocutor con cara de pocos amigos.
Bien, justo lo que necesitaba, porque no tengo ganas de pensar en el beso y en las sensaciones que despertó en mí. Mucho mejor concentrarse en emociones más útiles, como por ejemplo la rabia.

Se despide y cuelga con brusquedad. Qué exagerado.

—¿Querías hablar conmigo? —pregunto con la máxima inocencia, decidida a no dejarme impresionar por su actitud.
Durante un segundo me parece que Shikamaru va a echarme a gritos, pero evidentemente, al menos hoy, la razón gana al deseo.

—No quería hablar contigo, pero por desgracia necesitaba hacerlo.

He aquí un discurso y un tono que me reconfortan. Está claro que durante  los  últimos  días mantuvimos una  relación  un  poco demasiado amistosa. Al menos para mi gusto.
—Entonces, ¿necesitabas hablar conmigo? —reformulo la pregunta sin dejar que me afecte el tono.

—Sí. ¿Te lo dijo ya Kakashi? —pregunta con frialdad.

—Hoy no vi a Kakashi todavía —digo.
La mirada de Shikamaru es de abatimiento.

—Claro,  mandemos  al  mensajero  para  que  lo  abatan  las  tropas enemigas —murmura.

—Oye, no siempre estoy tan sedienta de sangre —me defiendo.

—Si el vudú todavía estuviera de moda, llevaría tiempo muerto.

No lo niego y me limito a sonreír. Me siento tan bien en estas peleas que me dan ganas de ponerme a bailar.

—Bueno —dice cambiando de tema—, tenemos una misión este fin de semana. Tiene que ver con nuestro trabajo, y en parte con nuestro pacto.

Maldita sea, ¿por qué acepté ayudarle?
—¿De qué se trata? —pregunto con cautela.

—De  trabajo,  porque Madara  estará  entre  los  invitados  y expreso de forma perentoria su deseo  de vernos para charlar con nosotros —explica mientras se apoya en el respaldo de la silla—. Y en parte tiene que ver con el otro tema porque la batida de caza se lleva a cabo en la finca de mi abuelo, y por supuesto yo tengo que estar presente.

—¿Una batida de caza? —repito con tono incrédulo.

—Sí, la  batida  de  caza  anual  del  duque  de Konoha—explica aburrido el chico que un día heredará ese título.

—Yo no pienso participar en una batida de caza... —murmuro, como si con eso se acabara el problema.

Shikamaru me mira arqueando las cejas.
—Por supuesto que lo harás. Por no mencionar que estás obligada.

Aquí hay un malentendido.
—Soy vegetariana y defensora de los derechos de los animales. Nosotros no participamos en batidas de caza. Saboteamos las batidas de caza.

Seguramente tengo un aspecto amenazador porque Shikamaru retrocede con
la silla.
—Entonces haz ver que participas en la batida de caza —propone. Y pensar que lo consideraba un tipo inteligente.

—¡Te volviste loco: mi familia me retiraría la palabra si pusiera un pie en la zona de caza del duque de Konoha! ¡Y harían bien!

Shikamaru resopla molesto.
—¿Entonces te parece bien que me ocupe yo de Madara? ¿De todo? Porque querrá hablar de trabajo durante la maldita batida de caza —me recuerda. Su tono es petulante y rencoroso.

—¡No puedes entrometerte en lo de Madara! ¡Prometiste que me dejarías vía libre si te ayudaba! Y maldita sea, ¡incluso te besé para que no te metieras en esto!

Me levanto de golpe de la silla y pienso que la frase no sono como un cumplido a sus dotes de seducción, pero tenía que decirlo.
Shikamaru  también  salta  de  su  silla  y  se  inclina  hacia  mí  con  aire amenazador:
—¡Quiero dejar claro que la repulsión fue mutua!

Lo  único  que nos  separa ahora mismo  es  el  antiguo  escritorio. Nuestras manos se rozan accidentalmente y en ese instante es como si una descarga eléctrica de un millón de vatios atravesara mi cuerpo, de los pies a la cabeza. Se me pone la piel de gallina.
Y cuando miro su rostro, me atrapa esa maravillosa sonrisa. ¡Socorro! ¿Por qué tiene un efecto tan desestabilizador sobre mí? No puedo hacer otra cosa que alejar la mano rápidamente de la suya y dar un paso atrás. Tiene que haber espacio entre nosotros. Necesitaría un continente de distancia por cómo me siento ahora mismo.
La única pequeña satisfacción que siento es que su rostro también muestra un cierto rubor. Está bien, reflexiono con un poco de alegría.

—Bueno. A ver, intentemos recuperar la sensatez —continúa Shikamaru— y olvidemos las últimas frases que acabamos de pronunciar, porque es mejor olvidar ciertas cosas. ¿Podemos volver al problema? Si quieres llevar el caso de Madara Uchiha debes renunciar a tus escrúpulos respecto a los animales y aceptar la invitación a casa de mi abuelo, que es un sujeto peligroso y nunca en su vida conocio a un defensor de los derechos de los animales, pero tampoco obligó a nadie a participar en una batida de caza. Quédate en el jardín, lee un libro, haz lo que te apetezca, se tú misma. Aburrida —dice.

En estos términos podría ser factible, pero es que no quiero para nada mezclarme con la nobleza de medio país durante un fin de semana entero.

—Podría ir... —comento—, pero solo si no tengo que participar en la batida. Quiero que me des tu palabra.

Shikamaru parece calmarse frente a mi rendición.
—Te lo prometo. Podrás hacer lo que quieras —subraya—, como siempre haces.

Golpe bajo, pero puede que esta vez tenga razón.
—Ok, ¿y cuál es el plan? —pregunto con resignación y me vuelvo a sentar en la silla con expresión cansada.

—La batida de caza se lleva a cabo en el castillo de Konoha. Está a dos  o  tres  horas  de aqui  en  coche,  según  el  tráfico. Creo  que podríamos  salir  de  aquí  el  viernes  por  la  noche. Algunos  invitados llegarán el viernes, otros el sábado por la mañana, pero es mejor hacerlo todo con calma —explica—. El sábado se dedica a la «vida social» y a Madara le gustaría aprovechar la jornada para trabajar con nosotros. Por la noche habrá una cena formal y el baile.

¿Escuche mal o dijo «baile»? ¿Otra vez? ¿Por qué tengo tanta mala suerte últimamente?

—La batida de caza es el domingo, y después hay una especie de comida a primera hora de la tarde y luego volvemos a la ciudad. ¿Todo claro? —pregunta Shikamaru, que sigue de pie y camina al lado de mi silla.

Asiento con resignación. —Todo claro

Pero luego recuerdo algo que no es precisamente banal.

—¿Y nuestro teatro? ¿Lo abandonamos durante el fin de semana? Por favor, dime que sí, ¡por favor!

Shikamaru está en un aprieto.
—Bueno, no, también invitaron a Temari y a sus padres.

¿Pero qué he hecho yo para merecerme todo esto? Me abandono sobre la mesa y escondo el rostro entre los brazos.

—¿Estás pensando en tirarte en algún rio? —pregunta Shikamaru con ironía.

—Exacto, es justo lo que estaba pensando... —murmullo sin levantar la cabeza.

—Ánimo, podría ser mucho peor —susurra riendo. Alzo de golpe la cabeza.

—Lo dudo mucho. ¡Y no te atrevas a llevarme la contraria! —digo amenazándolo con un dedo.

—Nunca en la vida —intenta convencerme.

—Claro que lo harías. Harías cualquier cosa, te conozco. Si te parece bien, después de este cubo de agua fría, me vuelvo a trabajar.

Me levanto de la silla y me dirijo a la puerta.

—Fue un placer, como siempre —me despido, irónica. Shikamaru ríe con diversión.

—El placer es mío.

Y el cretino va y hace una reverencia.

****
 

—¡Vamos, chicas, aprieten! ¡Hay que cerrar esta maldita valija como sea! —imploro a mis amigas.

—Si no te llevaras tantas cosas... —comenta Ino. La miro indignada.

—¡Pero si ustedes me obligaron a llevarme todo esto!

Karin se atreve incluso a reír.
—Hay que reconocer que tiene razón.

Ino, no obstante, no parece convencida.
—Nosotras  simplemente  le seleccionamos las  prendas imprescindibles. Luego ella también metio en la valija un montón de cosas inútiles.

—¿Por ejemplo? —quiero saber porque no me convencio en absoluto.

—¡Tus dichosas circulares fiscales! ¡Y no te atrevas a negarlo! —dice mi amiga con determinación.

—Sí, creo que yo edtuve apretando papeles —confirma Karin.

Levanto las manos en señal de defensa.
—Son cosas estrictamente necesarias. Y ahora probemos de nuevo, ¡con fuerza!

—La ropa es necesaria, las circulares puedes leerlas en la oficina o en tu ipad— replica Karin, que hoy está muy nerviosa.

—¿Te peleaste con Suigetsu? —pregunto, porque está claro que mi valija no puede ser la causa de toda esta rabia reprimida.

—¡Claro que si! —responde ofuscada—. ¿Cuándo no me peleo con Suigetsu?

Ahora todo cuadra.

Después de unos minutos largos y complicados, conseguimos cerrar la maleta.
—¡Oh, por fin! —suspira Karin, que se sienta en el suelo agotada por el esfuerzo—. Deberías comprarte una más grande.

—¡Esta valija siempre me fue bien y seguirá yéndome bien! —le hago ver.

Ino también está de acuerdo con Karin.
—Pero no es lo bastante grande y sales con el conde de Nara y tienes que ir al castillo de Konoha.

—En primer  lugar, yo  no  salgo  con Shikamaru —empiezo  a decir  con decisión.

—Claro, ¡solo se besan! —me interrumpe Karin. Le tiro un cojín e intento recuperar el hilo.

—Bueno, como decía, no salgo con Shikamaru. Y en segundo lugar, no sé
cómo se imaginan el lugar, pero seguro que es una casa de campo grande.

Ino rompe a carcajadas.
—Hazme un favor, mujer que no leyó una revista en su vida y que se obstina en ignorar la realidad de este país: cuando llegues y veas el castillo, ¿podrías llamarme para contarme qué te parece?

Justo lo que necesitaba para estar tranquila.
—¿Es un castillo de verdad? —pregunto titubeante.

—Es un castillo enorme —confirma mi amiga con sadismo. Mi rostro se contrae en una mueca de dolor.

—Si mi madre se enterara, creo que renunciaría por una vez a su dieta y comería carne. Me asaría al horno.

—¿Por qué? ¿Qué excusa le diste esta vez para no ir a comer con ellos? —pregunta Karin.

—¿Qué crees que le dije? Que tengo un viaje de trabajo. Punto. Por cierto, si llama pidiendo información, ustedes no saben nada, ¿de acuerdo? —suplico.

—¡Claro que no sabemos nada! Puedes estar tranquila.

—¡Si supieras lo tranquila que estoy! Por algún motivo tengo un mal presentimiento acerca de este fin de semana. Como si algo muy, muy malo fuera a pasarme. Y, para ser  sincera, últimamente ya me han pasado bastantes cosas malas, así que agradecería una pequeña tregua.

Y hubiera seguido quejándome si mi teléfono no hubiese emitido un breve sonido.

—Ya llegue. Baja —leo en voz alta el mensaje—. Podría haber añadido un «por favor», ¿no creen?

Incluso sus mensajes, en teoría asépticos, me hacen enfadar.

—No  le  hagas  caso —me  advierte  Karin,  que  se  levanta  para acompañarme a la puerta—, ha crecido así. Está acostumbrado a dar órdenes.

Como si eso lo justificara. Desde mi punto de vista, eso solo empeora su situación.
—Intenten no pelearse —me recomienda Ino. Pero luego ve mi reacción y añade—: ... demasiado. Peleen lo estrictamente necesario.

—Lo intentaremos —respondo poco convencida y les doy un beso.

Al salir a la calle veo enseguida el Porsche de Shikamaru frente a mi edificio.
—Te ayudaría con la maleta si fueras una mujer normal. Pero dada la situación, puedes tú sola.

Y así, pulsa un botón y se abre el maletero.
Guardo rápidamente la valija y me subo al auto.

—No te preocupes, siempre me las arregló  yo sola —respondo mientras me abrocho el cinturón de seguridad.

—¿Estás lista? —pregunta y se pone unas gafas de sol a la última moda, aunque es casi de noche.

—Para nada, pero pongámonos en marcha.

***
 
Cuando  llegamos es  casi  medianoche. El  viaje fue bastante cansado, no tanto por el tráfico, sino por la compañía difícil. Tres horas de conversación continuada con Shikamaru es demasiado y debería estar prohibido por ley.
Hemos discutido por casi todo, ¡y eso que solo hemos hablado de la sanidad pública y de la reforma escolar! Creo que en el trayecto de vuelta será mejor charlar de temas más neutrales, como la música o la paz en el mundo. Aunque sospecho que podríamos llegar a las manos incluso por
temas así.

—Bienvenida, señorita Haruno —me acoge un educado mayordomo de aspecto impecable al abrir la puerta del auto.
Solo fue  apagar el motor e inmediatamente ya tenemos al servicio a nuestras órdenes. Veo que otra persona se encarga de mi maleta. No tuve que mover ni un dedo.

—Gracias —me limito a decir, cohibida, al salir del coche. No estoy acostumbrada a este trato.

—Soy James, señorita —se presenta el mayordomo.

—Gracias, James —repito, porque estoy aturdida.

Tengo frente a mí a uno de los castillos más grandes que vi en mi vida. Torres, muros y una entrada de mármol blanco que parece una catedral. Creo que estoy a punto de marearme.

—Buenas noches, James —saluda también Shikamaru.

—Lord Nara, como siempre es un placer tenerlo en casa.

¡Claro! Esto es «casa» para Shikamaru. Es bastante desestabilizador.

—Gracias. ¿Ya llegaron muchos invitados? —se interesa.

—Algunos, pero esperamos el mayor cantidad para mañana por la mañana — confirma con diligencia el mayordomo.

—No  hacía  falta  que  nos  esperaran despiertos  si  se tienen que levantar al alba, James. Habría hecho yo los honores de anfitrión —dice Shikamaru, abriendo camino por la inmensa entrada al castillo.

—Supongo que dormiré en la habitación de siempre. ¿Dónde dormira Sakura? —pregunta  echando  un  vistazo  a  su alrededor para saber hacia dónde ir.

Y entonces pasa algo extraño, porque el mayordomo se queda en silencio y se ruboriza. Visiblemente. No me lo esperaba. Parece un tipo impasible.

—Tenemos  un  ala  del  castillo  en  restauración —explica  James, ruborizado—. Hubo  un temporal terrible el mes pasado  y nos vimos obligados a cerrar muchas habitaciones. Y con tantos invitados a punto de llegar, el duque pensó que no supondría ningún inconveniente que usted y la señorita Haruno compartieran su dormitorio.

—¿Qué? —se me escapa de forma muy poco señorial.

Todos se giran en mi dirección para mirarme. El rostro de Shikamaru me advierte por lo que acabo de hacer.

—Quería decir, «¿qué?» —reformulo la pregunta con un tono de voz mucho más bajo.

—¿Hay algún problema? El duque vio sus fotos y pensó  que preferirían proceder  así... —explica James, cada vez más
nervioso.

Hablar de habitaciones compartidas para un mayordomo de más de sesenta años es un problema de etiqueta.

—En absoluto —confirma Shikamaru y me fulmina con la mirada. Claro, si él duerme en el suelo, pienso.

—Bien, pues si dormimos en mi habitación, no necesitamos robarles más tiempo de sueño. Pueden retirarse—indica Shikamaru.

El  mayordomo  y  el  ayudante  silencioso  nos  dan  las  gracias  y desaparecen rápidamente. Me quedo a solas con Shikamaru, que se dirige como si nada hacia la escalera blanca que hay frente a nosotros. Visto y no visto. Pobre James, era demasiado para él.

—¿Vienes o piensas quedarte a dormir aquí? —pregunta sin siquiera darse la vuelta.

Tomo mi maleta con rabia y lo sigo.
—Voy, voy —respondo resoplando.

Recorremos un largo y ostentoso pasillo en el primer piso hasta llegar a una puerta antigua de color blanco.

—Bienvenida a mi humilde morada —dice Shikamaru con ironía, porque esa
habitación no tiene nada de humilde. Ni siquiera el aire.
Este «cuartucho»  es  tan  grande  como  mi  departamento,  por  no mencionar que las paredes están cubiertas de mármol fino. La decoración es claramente neoclásica y mi atención se centra enseguida en el parquet más bonito que vi en mi vida, cubierto parcialmente por una alfombra inmensa. ¡No  me  atrevería  a  pisarla!  El  techo  debe  estar inspirado en el palacio real de Versalles, creo que tienen elementos en común.
En el centro de la habitación hay dos grandes sofás antiguos y una mesa. En un rincón hay un escritorio de vidrio moderno con una computadora. Por supuesto, es la zona de trabajo.
En el otro lado de la habitación hay una cama inmensa, antigua pero
sencilla. En el fondo, a la derecha, se entrevé una puerta que debe conducir
al baño.
Creo que Shikamaru no es partidario del lujo ostentoso. Esta habitación es alucinante, pero de algún modo sigue siendo funcional y con tonalidades bastante sobrias.

—¿Te gusta? —pregunta el anfitrión.

—Claro. Sobre todo me gusta el sofá en el que dormirás —replico. Es mejor ir al grano y no perder el tiempo.

Es tarde y eso puede haber anestesiado y limitado mis capacidades de rebelión, pero eso no significa que vaya a aceptar  lo de compartir dormitorio. Aunque, de hecho, ¡hay espacio para dos familias!

—Y yo que pensaba que te ofrecerías tú para dormir en el sofá… — me molesta Shikamaru.

—Pensabas mal —digo tranquila—. Las fotos son culpa tuya, así que el sofá también es tuyo.

—Paciencia —suspira—, tendré que tomar una manta del armario. Aunque obligar a alguien de mi estatura a dormir en un sofá, eso es cruel.

Me detengo en medio de la habitación para decidir dónde abrir mi valija.
—¿Crees que me vas a ablandar de algún modo? —le pregunto sin dejar que me afecte su último comentario.

Shikamaru no responde, solo ríe.
Me siento en la cama y abro la valija.
—¿Dónde puedo guardar mis cosas?

Shikamaru abre el armario y señala un cajón.
—Este está libre si tienes que guardar prendas dobladas. Si quieres colgar algo, puedes hacerlo aquí.

—Solo traje un vestido largo —lo tranquilizo.

—No hay problema, no falta espacio. Aquí tengo muy pocas cosas porque no vengo mucho. Trato de pisar este castillo lo menos posible.

Es una observación demasiado interesante como para no indagar.
—¿Y  eso? —pregunto  con  curiosidad,  pero  sin  que  se  note demasiado.

—Porque si vengo mucho por aquí, me acabo peleando con mis padres y con mi abuelo. Así que trato de evitarlo.

Me quedo con la boca abierta.
—Cómo no.

Ups, se me escapo.

Shikamaru ríe por mi expresión.
—Sí, querida, no eres la única que puede presumir de hacerme perder la paciencia. Mi familia está muy entregada a esa misión. Tengo una vida extremadamente difícil.

—Me lo imagino. Los mineros chinos sin derechos sociales estarían de acuerdo en considerar que tu vida está llena de penurias.

Me gustaría seguir indagando, pero es medianoche y estoy cansada, muy cansada.
Él también tiene pinta de necesitar dormir.
—¿Dejamos los temas complicados para mañana y nos vamos a dormir? —propongo poco después, al guardar las últimas cosas en el armario.

—Por  una  vez,  creo  que  tienes  una  buena  idea —accede bostezando.

—Yo solo tengo buenas ideas —respondo.

—Voy a fingir que no escuche nada. Adelante, puedes ir tú primero al
baño.

Me invita a acomodarme mostrándome la puerta que hay al fondo del dormitorio.
Tomo el pijama, que afortunadamente es un simple conjunto de dos piezas, y me dirijo al baño. Me lavo los dientes y me cambio rápidamente. Cuando regreso a la habitación, Shikamaru ya se ha cambiado: lleva pantalones de pijama de cuadros y una camiseta blanca normal. Por tanto, me digo, ¡no hay motivo aparente para que parezca tan sexy! Y aun así...

—¿Nada de lencería de encaje? —comenta al verme con mi pijama normalísimo.

—¿Crees que soy una chica de lencería de encaje? —pregunto muy sorprendida.

Shikamaru parece darle vueltas y luego se encoge de hombros.
—No, por supuesto que no. Pero nunca se sabe… —dice riendo.

—Por favor, un poco de seriedad —pido sin dejar que me afecte su afirmación.
Me acerco a la cama y de un salto, me meto entre las sábanas. Son muy suaves, no puedo quejarme. Creo que esta noche dormiré bien, a pesar de la presencia de Shikamaru, que dormirá en un sofá a una distancia prudente.

El pequeño lord sale del baño y luego apaga la luz del dormitorio.
—Buenas noches —dice desde algún lugar, lejos, en la oscuridad.

—Buenas noches —respondo, y al cabo de un minuto ya estoy entre los brazos de Morfeo.

Continue Reading

You'll Also Like

13.1K 1.9K 50
En una isla donde las bestias que sólo soñamos alguna vez, reinaron durante milenios en la superficie de aquel lugar perdido en los más profundo del...
1.6K 81 2
Lo que todas queríamos saber! ¿Cómo le fue a los Kudo en su luna de miel?
23.5K 2.4K 20
La etapa del embarazo es un momento anhelado por algunas, soñado y despreciado por algunas otras, es cuestión de gustos e intereses. Por lo que Urara...
13K 509 25
Heather y Ted Un intento de suicidarse Un te extrañe y un Felices para siempre... No lo creo