Warrior ⟶ b. weasley ¹ (EDITA...

Por SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... Más

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones

xlvii. Agridulce

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Por SPACELATINOS


CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE;
AGRIDULCE


Eleanor Potter no podía controlar el dolor de cabeza y hombros.

Sabía que sólo era el comienzo de su misión pero no podía soportar un segundo más ver la cara de Percy Weasley lanzándole dagas de desprecio que ella no sabía cómo se había ganado. Y escuchar la voz chillona de Cornelius Fudge dándole órdenes y obligaciones para mantenerla bajo su mando todo el tiempo, no estaba ayudando más.

Lo intentaba pero simplemente, Eleanor estaba llegando a su límite.

La tensión en sus hombros y el dolor de sus huesos la hizo tener casi un colapso.

Para su buena suerte ó muy mala, la habían encontrado antes de que pudiera estallar.

Eleanor estaba en los baños de mujeres del ministerio, sus manos sobre el lavabo y su mirada fija en la perilla del agua abierta mientras pequeñas gotas salpicaban su sudadera roja y parte de sus pantalones de mezclilla.

—Deberías tomar lo que te recomendé. —le había sugerido Iris Lovelace, la sanadora de San Mungo que había conocido durante el verano cuando descubrieron el cuerpo de la madre de Ares Crouch. Era una mujer cálida y con unos ojos cafés grandes que te hacían querer verla por más de unos segundos. Ella estaba a su lado mientras se lavaba las manos y miraba su reflejo en el espejo—. La medicina muggle puede ser conveniente algunas veces.

—Estoy bien. —musitó Eleanor, su mirada aún baja, su respiración pesada y una de sus manos sosteniendo su hombro tratando de aliviar su malestar dando pequeñas presiones ahí. Su nariz se arrugó conforme sentía punzadas de dolor sobre.

La mujer frunció los labios con inconformidad, se secó las manos y se acercó a la joven.

—Tienes demasiado estrés.

Eleanor casi se rió con malhumor, era dolorosamente obvio el estrés que tenía, ni siquiera el llorar aliviaba sus malestares. Estaba llegando a su límite, sabía que el intentar complacer a todos la estaba poniendo en un camino que ya no tenía retorno.

Entre lo que debía y quería hacer estaban los caminos totalmente opuestos, dividida entre tantas obligaciones y por supuesto, su misión. Le preocupaba todo, el único momento en donde sintió paz fue el pequeño fin de semana que tuvo con Bill Weasley hace una semana. Y ahora, tampoco podían verse mucho porque el trabajo la estaba absorbiendo... Y Harry, también.

Su sobrino no se había despegado de ella desde que arribó al Grimmauld Place.

En un día sería su juicio, algo que también había hecho a Eleanor explotar por supuesto, no tenía humor ni cabeza para soportar a Dumbledore y a su estúpido miembro de la orden, Mundungus Fletcher.

Nadie la había detenido de gritarle y casi lanzarle una maldición al hombre por abandonar antes de lo debido su puesto, la mayoría en el cuartel parecían de acuerdo con ella y con su ira. Incluso Severus Snape, él parecía encontrar satisfacción en las inconformidades de Eleanor y Sirius pero pudo notar un pequeño cambió en su mirada cuando ella le estaba gritando a Mundungus.

La joven no dijo nada (como ya estaba acostumbrada) solo pasó sus dedos entre su cabello azabache que ahora ya llegaba un poco más debajo de sus hombros. Soltó un profundo suspiro mientras sus ojos se cerraban antes de reincorporarse, cerró la perilla haciendo que el flujo finalmente se detuviera.

Estoy bien.

Se repitió más para ella misma que para tranquilizar a la sanadora.

Iris no parecía conforme con eso, puso una mano sobre su hombro de manera cálida y reconfortante. La mujer solo era un año menor que Sirius y Remus, solo once años mayor que Eleanor y aún lograba sacar su lado maternal con ella. Le recordó un poco a Molly Weasley, la manera en que su toque podía brindarle una sensación hogareña que no había sentido en varios años.

—Eres muy joven. —Iris le dijo con suavidad, su mirada marrón se mantuvo sobre la de ella—. Está bien explotar algunas veces... Si yo tuviera la misma carga que tú tienes desde hace tantos años, lo hubiera hecho hace mucho tiempo. Quizá cada quien tiene una lucha interna, pero Eleanor, tú eres alguien que de verdad ha vivido un infierno. —ladeó una sonrisa amargada.

—Dime algo nuevo. —musitó Eleanor apretando los labios su mirada continuaba cabizbaja, comenzando a cansarse de lo mismo.

Iris arrugó la nariz ligeramente y le dedicó una mirada comprensiva.

—Lo que quiero decir es que estás en tu derecho a mandar todo a la mierda y nadie puede decirte lo opuesto, ni juzgarte.

—¿Ese es tú mejor consejo como sanadora?

Eleanor la miró finalmente, encontrando sus ojos marrones ya analizándola. No era mordaz, su tono fue más exhausto y tratando de seguir siendo amable, como siempre.

—Es mi consejo como mujer y amiga, si gustas verlo así. —la sanadora le palmeó el hombro izquierdo suavemente, sabiendo que el dolor seguía en el derecho.

Y tomó su bolso para salir.

La joven Potter solo la observó irse, la esquina de su labio se curvó hacia arriba. Últimamente, a Eleanor no le venían mal las nuevas amigas.



Antes de volver a entrar al caos en el cuartel, Eleanor dió una larga bocanada de aire y guardó dentro de su bolso el bote de medicinas que finalmente había comprado.

Aquella mañana estaba tan exhausta que había salido mucho antes de lo debido, sin esperar a Arthur Weasley como acostumbraba.

Solo quería tomarse unos momentos sola antes de ir a trabajar y volver a enfrentarse a su terrible realidad.

No quería demostrar que estaba harta y cansada de la situación. Más que nada, Eleanor no quería molestar a nadie.

Se tuvo que obligar a poner la mejor sonrisa que tenía antes de entrar a la Noble y Ancestral Casa de los Black. Habían risas, gritos y pisadas alrededor de toda la casa. Los chicos aún les quedaba una semana antes de regresar a Hogwarts, y Molly Weasley había tenido la idea de ponerlos a trabajar limpiando la casa, una manera de agradecer a Sirius por recibirlos a todos ahí (para malhumor de él), el dueño prefería que la casa se derrumbara sobre ellos antes de ayudar a limpiar.

Cuando llegó a la sala, notó muchos globos flotando y algunos aún en el suelo.

Nadie la notó que estaba en la entrada porque todos estaban gritando y dando órdenes, pudo ver a Ron y a Ginny tratando de inflar más globos. A Hermione y a Cassiopeia gritándoles como debían hacerlo antes de hacerlo ellas mismas. A Sirius en su forma de perro, sobre el sofá tratando de dormir y a Remus frotando sus sienes mientras estaba a lado de su mejor amigo, haciendo su mejor esfuerzo por ignorar el ruido y continuar su lectura.

Los gemelos Weasley estaban en cada esquina sosteniendo sus varitas en alto mientras con magia trataban de colocar una manta que decía «¡Feliz cumpleaños, Elle!».

Fue entonces que Eleanor se dió cuenta que ese día era 23 de Agosto.

Ella había olvidado su propio cumpleaños.

Lentamente, trató de retroceder sin hacer tanto ruido cuando sus botas tocaban la madera porque no quería que nadie le celebrara, le incomodaban las fiestas y mucho más cuando se trataba de cantarle por casi un minuto y medio donde ella se volvería el centro de atención.

No pudo ser lo suficiente rápida y huir.

Unas manos grandes la tomaron por las caderas detrás suyo sosteniéndola con firmeza (y sin lastimarla) en su lugar.

—¿Ibas a algún lado? —le preguntó una voz en su oído, suavemente—. ¿Huh? —tarareó.

Eleanor se tensó, no porque su tacto la incomodara, era todo lo contrario. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no sonrojarse, su mente pareció volverse en blanco mientras su corazón se aceleraba por la forma en que él la agarró y su voz la hizo casi derretirse ahí mismo.

Tragó saliva y trató de lucir lo menos afectada posible mientras alzaba su mirada por encima de su hombro para ver que su rostro estaba ya inclinado y ésos ojos azules que tanto la cautivaban permanecían sobre los de ella. Una sonrisa cruzó los labios de Bill Weasley al ver el pequeño sonrojo cubriendo rápidamente sus pálidas mejillas.

—Feliz cumpleaños, Ele. —murmuró antes de darle un suave beso en su frente.

—Dime que es tiempo aún de escapar de aquí. —Eleanor le susurró mientras se giraba suavemente y puso sus manos sobre sus brazos para empujarlo al pasillo para que nadie los viera—. De verdad, no quiero estar aquí.

Ella miró detrás de su hombro para asegurarse que los demás no los escucharan y continuaran preparando su fiesta sorpresa.

—Creo que se te está pegando el dramatismo de Sirius.

La joven apretó los labios y ladeó su cabeza un poco.

—Y estoy segura que esta idea fue suya...

Bill le tocó la punta de su nariz con su dedo y le sonrió ampliamente mostrando sus dientes.

—No es tan malo, amor. No todos los días cumples años...

Eleanor arrugó la nariz.

—Una vez al año solamente y sigue siendo innecesario. No me gusta, sabes que me incomoda la atención... Además no es tiempo de celebrar, hay muchas cosas que hacer, mañana es el juicio de Harry y hoy habrá reunión de la orden y...

El pelirrojo la observó fijamente con su mirada azul mientras ella comenzó a balbucear poniendo excusa sobre excusa y como poco a poco todas comenzaron a perder el sentido. Su mirada se suavizó aún más de lo normal cada que la miraba, él se enfocó en sus pequeñas expresiones, la forma en que fruncía el ceño o en como su mirada parecía divagar porque le incomodaba el contacto directo cuando hablaba, la hacía sentir insegura u el como pasaba sus manos por su cabello como si se comenzara a sentir cada vez más frustrada pero solo era un tic que él había notado que tenía con los años que la conocía.

—Amor.

Era desconcertante la manera en que su grave voz, se suavizaba cuando se dirigía a ella. Quizá y era por eso que con escucharlo Eleanor se sentía más tranquila.

Eso... o la manera en que sus manos seguían tocando sus caderas frotando sus dedos en círculos allí, tocando suavemente la piel que su sudadera no cubría.

—¿Huh? —tarareó aún desconcertada.

—Primero respira.

Las manos de Bill subieron ahora a sus brazos, frotándola para darle un poco de calor aunque no era necesario.

Eleanor no se había dado cuenta que contenía la respiración mientras balbuceaba frases, ella recuperó el aire mientras tenía su barbilla alzada levemente para verlo a los ojos cuando regulaba su aliento.

Él le sonrió suavemente.

—Sólo disfruta, Ele. Creo que tanto los demás como tú, necesitamos esto. —musitó mientras los ojos de Eleanor permanecían sobre los suyos. Una conexión que hacía su corazón vibrar—. Y si lo que te preocupa es que te canten... bueno, siempre puedo obligarlos a no hacerlo. —el le guiñó un ojo.

Pareció meditarlo unos segundos, él tenía razón, los demás se aferraban a los pequeños momentos de alegría que podían compartir porque sabían que la guerra era inesperada y les preocupaba. La mayoría, si no es que todos, habían perdido mucho durante la primera y ahora con una segunda, los tenía tensos.

Eleanor asintió suavemente y apretó sus labios en una fina linea.

—Pero ninguna canción.

Levantó su dedo señalándolo y él alzó el suyo entrelazándolos.

—Ninguna canción. —prometió sin dejar de mirarla.

Eleanor le sonrió divertida aún con sus dedos juntos y ellos demasiado cerca para poder sentir la respiración del otro.

Pudo ver cierta duda en la mirada azul de Bill, como si quisiera decir algo pero como siempre, ningún momento era ideal cuando vivían varias personas en la misma casa.

Bill suspiró y soltó a Eleanor cuando se escucharon las voces de sus alborotadores hermanos gemelos avisándoles a todos que ella ya estaba allí.

—Mátame, por favor. —alcanzó a murmurarle Eleanor antes de que fuera envuelta por los brazos de George.

El pelirrojo mayor simplemente se recargó en el borde de la puerta y cruzó sus brazos con expresión divertida mientras miraba a su chica abrazar a sus hermanos pequeños de manera incómoda.

—Ow... —la joven Potter miró a los gemelos con el ceño fruncido cuando estos le colocaron sobre su cabeza una pequeña corona plateada con destellos rojos y verdes. Ella volteó a verlos sin comprender—. ¿Gracias?

Fred rodó los ojos sonriendo por la expresión confundida de la mayor y señaló el objeto sobre su cabeza.

—Ya verás. Es parte de nuestras ideas... ¡No es malo! —agregó Fred rápidamente cuando ella lo miró asustada y sostuvo sus manos mientras George la agarró de los hombros cuando Eleanor trató de quitarse la corona—. Juramos solemnemente que no es una broma nuestra.

—Eres exclusiva, Eleanor. Nunca te haríamos ninguna broma a ti. —George agregó con los brazos cruzados y una sonrisa haciendo que sus ojos azules brillaran más—. Tiene un propósito que verás más al rato. No es malo... solo esperamos que te guste.

—Lo hicimos para ti.

Los gemelos le guiñaron el ojo al mismo tiempo haciendo que Eleanor los mirara enternecida, sus labios temblaron y se lanzó a abrazar a ambos chicos al mismo tiempo.

—Ay, mis dulces bromistas. —los empujó más cerca mientras se paraba de puntas para poder besarles ambas mejillas—. Los quiero mucho.

Las orejas de ambos gemelos se pusieron rojas y cuando se alejaron Eleanor notó que detrás de ellos ya estaban esperándola los demás para felicitarla.

Uno por uno fue abrazándola y dándole un obsequio.

El matrimonio Weasley le preparó su pastel y un delicioso banquete de cumpleaños que fue preparado por Molly, aunque Arthur había intentado ayudar, su esposa no se lo permitió. Eleanor les agradeció, sabía que la manera de demostrar cuanto le importabas a la matriarca de los Weasley era por medio de su sazón. Y provocó que el corazón de la joven se derritiera si es que fuera fisiológicamente posible.

Por otra parte, Hermione pareció ser la más tímida, no tenía mucho contacto con la tía de su mejor amigo pero la admiraba a través de las historias que Harry le contaba sobre ella. La más joven le había dado un brazalete, Eleanor pudo apreciar que su nombre estaba grabado allí.

Los siguientes en felicitarla fueron los mellizos Black-Crouch. Mientras que Cassiopeia parecía aún avergonzada luego de los últimos encuentros con la mayor, el abrazo fue incómodo u al menos por parte de la menor que aún se culpaba por tratarla mal en el pasado.

Eleanor se giró para ver al hijo de Sirius frente a ella, tenía sus manos guardadas en los bolsillos y sus ojos grises trataban de no mirarla tan fijamente.

—Feliz cumpleaños. —musitó Alphard con sus manos en sus bolsillos, tenía un pequeño sonrojo sobre sus mejillas que trataba de ocultar.

Aún estaba agradecido con Eleanor por lo que había hecho por él, ya que era a la única que trataba más con amabilidad. Y para sorpresa de la joven, él sacó una pequeña cajita de terciopelo verde de sus bolsillos y se la entregó.

—Oh, no...

—Sólo ábrela. —la interrumpió Alphard con una pequeña sonrisa ladeada—. Artie y yo no sabíamos que regalarte... Entonces pensamos que eso era lo indicado.

Eleanor frunció el ceño mirando a ambos mellizos mirarse entre ellos con complicidad y dirigió su atención al regalo, cuando lo abrió pudo ver un guardapelo en forma de corazón.

—Chicos, esto es muy lindo...

—¡Ábrelo! —insistió Cassiopeia con las manos juntas y una enorme sonrisa en sus labios mientras se paraba de puntitas para ver su reacción.

La joven Potter apretó los labios y abrió el colgante, su mirada cayó sobre la pequeña fotografía en movimiento que estaba allí. Se llevó una mano a los labios y un pequeño sollozo escapó de ella, su mirada chocolate se alzó rápidamente a los mellizos que le sonreían.

—¿Cómo...? —susurró Eleanor, tenía los ojos abiertos y su vista se nublaba.

—Espero que no te moleste... —dijo Cassiopeia colocando un mechón de su cabello negro detrás de su oreja tímidamente—, la encontré cuando limpiábamos hace unos días la casa, estaba entre las cosas de papá. Y por supuesto le pedí permiso a papá, los tres pensamos que sería algo que te gustaría.

Eleanor no dijo nada, solo se acercó a ambos chicos y los abrazó. Su mano aún tenía sostenido el regalo con fuerza. Pudo sentir que el cuerpo de Alphard se tensaba pero poco a poco le devolvía el gesto aunque con menos entusiasmo a diferencia de su hermana, Cassiopeia puso su barbilla sobre el hombro de Eleanor mientras se dejaba abrazar por la mayor.

—Yo... Esto... —Eleanor se rió entre dientes rompiendo el abrazo y separándose después de unos instantes, limpiando las pequeñas lágrimas que escaparon de ella. Llevó la mano que sostenía el obsequio a su pecho, justo en donde estaba su corazón y les sonrió nostálgica pero agradecida—... No saben como esto me ha hecho feliz, chicos. Muchas gracias.

—Fue idea de Artie. —dijo Alphard encogiéndose de hombros suavemente—. Yo sólo ayude con el hechizo.

—Está siendo modesto. —intervino la melliza rodando sus ojos grises con diversión—. Él escogió el dije.

Eleanor sacudió su cabeza y mordió su labio volviendo a mirar el regalo.

Era mucho más pequeña y su familia estaba allí. Justo en su cumpleaños número 5, no lo recordaba tan vívidamente porque ella era muy pequeña, pero sí sabía que había sido un verano antes de que a Sirius lo hubieran borrado del árbol de los Black. Sus padres la cargaban, su mamá Euphemia y su padre Fleamont. Mientras que James y Sirius estaban a su lado tomando sus brazos y sonreían a la cámara.

—Es mi mamá Mia y mi papá Monty. —habló para sí misma Eleanor tocando la fotografía con sus dedos como si también pudiera sentirlos así. Su sonrisa era triste pero llena de amor—. Y Jamie... —ella alzó la mirada y apretó el dije entre sus manos—. Gracias, chicos. En serio, muchas gracias.

A simple vista, parecía que ella iba a llorar como lo hacía cada que recordaba a su familia pero ese día no se sintió de la misma manera, era como si sintiera por primera vez que ellos estaban allí con ella.

Como si nunca la hubieran abandonado.

—Bueno, chicos, vamos. La cena ya está lista. —dijo Molly antes de limpiar las pequeñas lágrimas que se habían resbalado con su mandil y le sonrió cálidamente a Eleanor que aún seguía mirando el guardapelo como si fuera lo más preciado. Detrás suyo estaba Bill, sosteniéndola de los hombros. Una escena que sólo hizo que sonriera aún más. Le guiñó un ojo a su hijo, mientras comenzaba a empujar a todos al comedor.

Cuando quedaron solos en el pasillo de nuevo, Bill besó su sien y apretó sus hombros con cariño.

—¿Todo bien, amor?

Eleanor sonrió suavemente, miró sobre su hombro al pelirrojo y asintió.

—Aunque no lo parezca... Me siento bien. —No era una mentira del todo. En ese momento, ella se sentía feliz por la familia que había ganado—. Estoy bien.

Él sonrió y se inclinó cerca para besarla en sus labios sintiendo el agridulce sabor de sus lágrimas y sus labios sobre los suyos.

—Lo único que me importa es verte bien, Ele. —susurró entre el beso, su pulgar limpiaba los rastros de sus lágrimas y su nariz rozó la suya despacio—. Te quiero.

—Yo también te quiero. —musitó Eleanor mientras tomaba una de sus mejillas y lo acercaba de nuevo para darle otro beso.

Pronto, los ladridos de cierto perro llamaron la atención y lo próximo que supo Eleanor es que había sido separada de los labios de Bill. En su lugar, ahora tenía a Sirius en forma de Canuto encima de ella mientras le lamía la cara y ella estaba sobre la alfombra con el perro en su regazo.

El pelirrojo intentó acercarse a Eleanor para ayudarla a reincorporarse pero retrocedió tan pronto y Sirius le gruñó.

—También me da gusto verte, Sirius. —dijo Eleanor con los dientes apretados y tratando de sacarlo de encima para que dejara de lamerle las mejillas.

—¡Detente, Canuto! —lo regañó Remus, mientras salía de la sala y se acercaba a los tres en el pasillo, junto con Bill ayudaron a Eleanor a levantarse. El hombre lobo miró mal al perro negro que solo se sentó en sus cuatro patas, luciendo inocente—. Te dije que dejaras de actuar como perro cuando llegará Eleanor.

Remus sacudió la cabeza con desaprobación.

El hombre lobo terminó ignorándolo para acercarse hasta la joven que aún se limpiaba las mejillas con una sonrisa divertida en sus labios.

—Feliz cumpleaños, Elle. —la abrazó e inmediatamente Eleanor recargó su cabeza en su hombro sonriendo. Una de sus cosas favoritas en el mundo era el color rojo, el chocolate y los abrazos de Remus—. ¿Debería seguir tratándote como si fueras mi pequeña o ya se vería mal? —se alejó solo un poco para mirarla con el ceño levemente fruncido.

—Ella en efecto ya no es nuestra pequeña, Lunático.

Sirius regresó al pasillo ahora con su forma habitual, esta vez se acercó para abrazar también a la joven pero él la alzó del suelo y le dió una pequeña vuelta.

—Y antes de que digas algo, el regalo de mis cachorros no es el mío, yo te he comprado algo. —le avisó Black al dejarla sobre el suelo de nuevo. Inusualmente más sonriente que de costumbre y para sorpresa de Eleanor, esta vez él no olía a alcohol. Sacó una pequeña cajita roja de su bolsillo y se lo extiende—. Ya sabes, es mi manera de extorsión para que yo siga siendo tu persona favorita.

—No debías. —Eleanor sacudió la cabeza haciendo una pequeña mueca pero aceptó el regalo, su mirada chocolate sobre los ojos grises del hombre—. Mi persona favorita es Rem. —agregó con ligera diversión.

Sirius se llevó una mano al pecho justo donde se encontraba su corazón pretendiendo que ella lo había herido. Su mejor amigo a su lado, le palmeó la espalda de manera burlona antes de señalar a la joven.

—Esa es mi chica. —dijo Remus como si fuera un padre orgulloso.

El hombre Black bufó y se cruzó de brazos.

—Ahora es la chica de Ben. —lo corrigió.

Tanto Bill y Eleanor se miraron entre ellos con un sonrojo cubriendo sus rostros, la más joven pretendió mirar el regalo de su hermano adoptivo mientras que el pelirrojo se rascó la nuca y tosió tratando de aligerar la tensión.

—No planeo hablar de eso. La luna llena es la próxima semana... —añadió Remus mirando a Bill con los ojos entrecerrados provocando una risa de Sirius y que Eleanor lo mirara mal—. Solo estoy comentando los hechos. —dijo el hombre lobo encogiéndose de hombros.

—Diría que nos ignoraras pero eso solo aumenta más nuestras ganas de molestarte, Ben.

Eleanor miró a Sirius con los ojos entrecerrados desaprobando sus comentarios y Bill tragó saliva, mirando nuevamente a la chica a su lado.

—Mejor abre el regalo.

—Sí, mejor. —musitó la joven y vió una caja de terciopelo similar a la que los mellizos le habían dado pero esta era más grande. Y antes de abrirla, ella ya sabía lo que contenía—. Oh... —Eleanor miró el collar de diamantes que estaba dentro, junto a este estaba una barra de chocolate que sabía que era parte de su tutor. Un rubor cubrió sus mejillas, ella acudió su cabeza y tragó saliva antes de hablar tratando de regresar el regalo—. No, esto es muchísimo. No puedo aceptarlo.

—Si no lo aceptas se lo daré a Kreacher. —amenazó el dueño de la casa con sus ojos grises sobre los de ella con expresión seria—. Y a él le encanta guardar cosas. —se encogió de hombros y puso las manos dentro de sus pantalones de mezclilla luciendo tranquilo—. El dinero nunca ha sido un problema, Eleanor. Lo sabes.

Ella se mordió su labio y suspiró sabiendo que no iba a poder ganar contra él.

—Lo que es tener dinero. —se mufó Remus a su lado con expresión divertida cruzándose de brazos—. Quisiera esos problemas en mi vida.

—Yo también. —agregó Bill sin dejar de sonreír por la expresión irritante y exasperada que había puesto Sirius.

—Lo mismo aquí.

Los tres hombres voltearon a ver a Eleanor con los ceños fruncidos como si estuviera loca.

—Pero tú tienes la fortuna Potter en Gringotts a tu disposición. —jadeó Sirius dramáticamente casi ofendido por unirse a ellos contra suyo—. Eso es hipocresía.

La azabache rodó los ojos.

—Tú mismo lo has dicho, Black. Es fortuna de mis padres, no mía. Y además, ahora le pertenece a Harry. Durante mi adolescencia solo usé lo necesario, cuando comencé a trabajar en el Ministerio dejé de usarla porque no se sentía correcto el quitarle ese dinero a mi sobrino. —les explicó a Sirius y a Bill, el hombre lobo ya sabía que ella había decidido hace unos años no tocar el dinero—. Pero te agradezco el regalo, Sirius. No debías pero prometo usarlo.

—Lo que sea por ti, Elle. —Sirius le guiñó el ojo.

Bill le sonrió a la joven sin que ella lo mirara mientras explicaba sus razones la hizo quererla aún más (si era posible). Él sabía que a Eleanor no le importaba que él no tuviera mucho que ofrecerle a diferencia de su anterior pretendiente, pero ahora que entendía sus razones, lo hizo admirarla y apreciar que le permitiría estar a su lado.

Eleanor era bondadosa y no le importaba quedarse sin nada con tal de dar lo que tenía a la gente que amaba, en ese instante, a su sobrino.




Fue extraño no haber visto a Harry o a Ron durante el recibimiento de Eleanor, la mayoría ya estaba sentada en el comedor cenando mientras aún los dos chicos no abandonaban la habitación que se les había asignado.

Eleanor trató de seguir escuchando la conversación de Tonks y Dahlia Bane pero ella no podía seguir la sincronía de ambas mujeres. Sus pensamientos solo estaban en su sobrino y en por qué aún no había bajado a recibirla.

Sin esperarlo, todos se callaron de repente, las luces se apagaron y unas manos cubrieron sus ojos mientras se escuchaban las voces de todos corear la canción de cumpleaños.

—Feliz cumpleaños, tía Ellie. —susurró Harry sobre su oído antes de besar su mejilla y descubrirle la vista, sus brazos la rodearon mientras ella seguía sentada.

Finalmente, pudo ver como todos los Weasley a excepción de Charlie y Percy estaban parados alrededor de la mesa cerca de ella, junto con los mellizos Black, Sirius, Remus, Dahlia, Tonks y Hermione.

Ron cargaba el pastel y lo colocaba frente a ella sobre la mesa, pudo ver varias velitas enterradas en el pastel que era de color rojo y tenía su nombre escrito con betún de color beige.

Su sobrino la tenía abrazada mientras todos coreaban la canción de cumpleaños, Bill que estaba frente a ella del otro lado de la mesa le guiñó un ojo y se encogió de hombros ya que no había cumplido su promesa. Ella sonrió conteniendo las ganas de llorar por el amor que sentía.

Era su primer cumpleaños en bastante tiempo que no solo eran Remus y ella e incluso con la familia Weasley algunas veces. El año pasado no se había celebrado por el caos en el campeonato de Quidditch, el anterior a ese mucho menos porque Sirius escapó de Azkaban y ella había sido arrastrada al pub de Tom.

Después de años, estaban celebrándola a ella, no eran lágrimas de tristeza u de soledad lo que la acompañaba. Era amor, y un profundo agradecimiento.

Un sentimiento agridulce que la perseguía.

—¡Pide tú deseo! —chilló Dahlia con una sonrisa amplia y aplaudiendo felizmente cuando todos terminaron de cantar.

—Pero rápido porque ese pastel se ve delicioso, Dorea. —añadió Tonks con diversión.

Eleanor se inclinó viendo las velas en el pastel, sintiéndose agradecida de que a pesar de haber perdido tanto en el pasado, ahora ella tenía una nueva familia con personas que la amaba por quién ella era. Subió su mirada y observó los rostros de cada uno antes de volver a mirar el pastel.

Un único deseo en su cabeza.

Amor.

Y sopló las velas.

En el momento que lo hizo, comenzaron a salir chispas por encima de su cabeza, su cabello empezó a cambiar de azabache a colores brillantes, fuegos artificiales en formas de mariposas la rodearon, Eleanor empezó a sonreír y a chillar sorprendida pero fascinada con la magia de los gemelos.

Y luego, el nombre de Eleanor apareció en fuegos artificiales antes de convertirse en pequeños delfines y desaparecer frente a ella.

Eleanor no tenía palabras para lo que acababa de presenciar, tenía sus manos sobre su boca y su mirada estaba en los gemelos Weasley.

—Sorpresa, Elle. —dijeron al unísono los dos pelirrojos.

—Te dije que no era nada malo. —dijo Fred con una sonrisa resplandeciente.

Increíble.

Fue lo único que Eleanor pudo decir ya que aún estaba sorprendida e impresionada por la gran creatividad e inteligencia de los gemelos.

Wow... —murmuró Sirius con admiración, tenía la boca semi abierta y volteó a ver a los gemelos como si estuviera orgulloso de lo que acababa de presenciar—. ¿Y eso fue todo el ruido que hacían allá arriba en el verano?

Fred y George se voltearon a ver con miradas orgullosas de haber sorprendido a Sirius, rodeando el hombro del otro mientras miraban a sus ídolos: Canuto y Lunático.

—Próximamente disponible en nuestra tienda con descuentos para Remus y tú. —dijo George con orgullo.

Increíble. —volvió a decir Eleanor sin salir de su trance.



Minutos más tarde, mientras los demás estaban comiendo pastel y riendo en el comedor, Bill y Eleanor pudieron escaparse unos momentos.

Los dos estaban sentados en el sofá de la sala, la cabeza de Eleanor sobre su hombro y sus manos entrelazadas mientras que el brazo de Bill la rodeaba por los hombros atrayéndola a su pecho.

—No fue tan malo, ¿o sí? —murmuró el pelirrojo con su barbilla sobre el cabello de la joven.

—Debo admitir que esperaba lo peor —suspiró suavemente sintiéndose relajada entre sus brazos—, pero no fue nada de eso. Estaba tan acostumbrada a no disfrutar mis cumpleaños, ignorarlos o simplemente, tratar de olvidar que existía ese día. —habló en voz baja solo para que él la escuchara—. Mis cumpleaños eran días en los que no dejaba de llorar más que lo normal. —trató de reírse pero no pudo y Bill le apretó el hombro suavemente como recordatorio de que él estaba ahí para ella. Eleanor sonrió—. Pero hoy... bueno, hoy se sintió diferente. No fui feliz al cien por ciento porque eso sería mentira pero creo que si fue lo más cercano que me sentí a una familia como nunca antes.

Él iba a hablar pero guardó silencio porque sabía que ella agregaría algo más.

—Mis padres murieron cuando era muy pequeña, no los recuerdo mucho... Es triste saber que solo puedo recordarlos cuando veo sus fotografías o a través de las historias que Sirius y Rem me cuentan sobre ellos. —sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, su vista sobre el fuego de la chimenea—. Me avergüenza decir que mi figura paterna es Remus y no porque crea que eso sea malo. No, en absoluto, él es lo mejor que me pudo pasar pero... Remus solo tenía veintiún años cuando se hizo cargo de mi. —bufó suavemente—. Yo tenía solo nueve años. ¿Cómo puede un adolescente convertirse en padre de una niña que ya es considerada grande?

Se bufó de sus propias palabras encontrado delirante la manera en que se expresaba, sus ojos chocolates demostraban la amargura que sentía contra ella misma por la vida que le había tocado.

Bill continúo acariciándola y besando su cabeza suavemente mientras ella se desahogaba.

—Al ver a tus padres... bueno, me imagino que así mismo hubieran sido los míos si hubiera tenido la oportunidad de conocerlos y recordarlos más. —se rió en voz baja ignorando el amargo sabor de su boca—. Debo admitir que muchas veces fantaseé con la idea de que ellos también eran mis padres. Arthur y Molly... hubiera hecho hasta lo imposible porque lo fueran... es por eso que golpeé a Perce, esa vez. No pude soportar escucharlo expresarse tan mal de Arthur... simplemente no.

El pelirrojo besó su cabeza una última vez antes de tocar su barbilla con la misma mano que rodeaba sus hombros para alzarla y que lo pudiera ver, él tenía su rostro inclinado apreciando sus facciones de cerca.

—Lo sé, Ele. Yo he visto la manera en que amas y defiendes a mis padres, no soy tonto, sé muy bien por mis hermanos que hay personas que se burlan del puesto de mi padre y la posición de mi familia. Quizá Charlie no tanto pero Fred y George tienen un temperamento explosivo, quizá un poco más que el de Ron, pero no han visto como es Ginny y mucho menos como soy yo cuando se trata de proteger a mi familia... —hizo una pausa antes de continuar—. Percy está equivocado. Pero sigue siendo mi hermano, y lo amo, entiendo que su frustración y su ambición lo llevo a hacer lo que hizo, solo espero el momento en que reaccioné no sea tarde. Mi mamá lo extraña.

Se acercó un poco más para rozar la nariz de Eleanor con la suya tiernamente antes de sonreírle.

—Y por lo otro, mis padres te adoran como una hija, Ele. —se rió suavemente—. ¿No has visto la manera en que mi padre expresa con tanto orgullo de ti? Y ni hablar de mi madre. No necesito tener pruebas para asegurar que mi madre ya te considera una hija más.

Eleanor miró los ojos azules del pelirrojo y mordió su labio conteniendo una sonrisa estúpida que amenazaba con continuar creciendo mientras más lo escuchaba hablar.

—Y bueno, no necesito decir que eres lo más preciado que tengo en mi vida. Desde niños, el momento en que me llamaste 'Billy' mi corazón te perteneció. —Él la tomó por las mejillas y la acercó a su rostro, sus labios tocándose suavemente—. Tu sola existencia me vuelve loco, Eleanor. Mi Ele.

Eleanor solo ladeó su cabeza un poco para besarlo, sus manos subiendo de su pecho hasta su cuello acercándolo a ella mientras sus labios se movían lentamente sobre el otro.

—Por Godric, eres demasiado cursi, William. —susurró entre su beso tratando de no reír.

Él arrugó su nariz de forma divertida.

—¿Verdad? Y eso que no has visto mi lado más meloso.

Eleanor frunció el ceño y se alejó solo un poco, sus manos continuando sobre su cuello mientras bajaba la mirada y se encontraba con un ramo pequeño de flores de diferentes tipos pero todas siendo rojas.

—¿Es para... mí? —hizo un puchero mirando el ramo antes de volver su vista a él admirando como el color rojo se apoderaba de sus pálido rostro.

—Sé que no es mucho pero...

Eleanor sacudió la cabeza no dispuesta a escuchar alguna excusa, solo se inclinó y volvió a presionar sus labios juntos.

—Es perfecto. —susurró suavemente—. Tú tan eres perfecto que me derrites.

Él la miró con tanta ternura en su mirada y admiración que no podía creer que en algún momento de su vida podría merecer a una mujer como ella. Era simplemente imposible e inexplicable.

—Sé que no es mucho y que mereces más, y que no tengo la fortuna de Sirius y que...

Eleanor solo lo miraba con una sonrisa amplia que solo crecía cada que se ponía nervioso, ella tomó el ramo entre sus manos y beso sus labios otra vez para callarlo.

—Nadie antes me había regalado flores. Y esto vale muchísimo más para mi que cualquier diamante, Bill, porque fuiste quien me lo dió. Así que deja de decir tonterías sin sentido.

—Te quiero, Eleanor. —susurró Bill en sus labios, sus manos sosteniendo su mentón y pasando sus pulgares por la linea de su mandíbula—. No te merezco.

Eleanor se rió entre dientes sonrojada por su cálido tacto.

—Vuelves a decir una vez más y te voy a volver a callar.

No te merez...

Los labios de Eleanor se presionaron contra los de él interrumpiendo su frase haciéndolos reír entre el beso pero sin dejar de besarse.

«El mejor cumpleaños.» pensó Eleanor mientras se dejaba ser besada por Bill Wealey.


NOTA DE AUTORA

No saben lo derretida y melosa que ando, no me ando soporto.

¡Espero que les guste esta nueva actualización!

Amo mucho el comienzo de Bileanor, son tan cutes... antes del desmadre ahre. Nos espera mucho contenido cheesy? Por su puesto que sí.

Nos leemos en el próximo capítulo, chicxs.

Besos enormes,
Fergie x

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