LASCIVIA ©

By AzulSiber

742K 28.7K 18.5K

Stella le había ofrecido sexo a un demonio o lo que fuera que se apareciese a cambio de una vida mucho mejor... More

Prefacio
Dedicatoria
Prólogo
01
02
03
REPARTO
04
05
06
07
09
10
11
12
13
14

08

21.4K 1K 614
By AzulSiber

STELLA

—Constantine.

—¿Qué?—responde y empieza a acariciar mi espalda desnuda.

—De verdad, ¿eres la mano derecha de Lucifer?

Sí, le hice esa pregunta. Es importante para mí saber quién es realmente Constantine Agatone. Es importante para mí saber que lugar ocupa allá abajo y siento que es muy importante.

En éste momento siento su rigidez y su cuerpo tenso. Tal vez le moleste mi pregunta y mi curiosidad, pero debería ponerse en mis zapatos, no lo conozco del todo y quisiera hacerlo para confiar plenamente en él. Estoy en un momento vulnerable, supongo, en el estado en el que estoy, desnuda, después de terminar de tener sexo, vengo con ésto, puedo entenderlo, quizás no era momento para que yo hiciera mi pregunta, pero no puedo dejar éste momento pasar.

Aún así, Constantine no ha dejado de acariciar mi espalda. Pero lo siento muy tenso, y tiene su vista mirando un punto equis en la habitación.

Trago saliva, nerviosa. Tengo el atrevimiento de subirme en él, y en voltearle el rostro para que me observe a mí. Mi corazón late a millón por lo que acabo de hacer. Sé que Constantine tiene un límite y lo estoy sobrepasando pero ya no me importa mucho, él no me hará daño.

—¿Quién eres?—inquirí, viendo fijamente sus ojos.

Él no es quién dice ser. Él no es la mano derecha de Lucifer, ¿por qué me miente? Sus ojos lo dicen. No me lo ha dicho pero lo veo en sus ojos, la mentira, la frustración. Muerdo mi mejilla.

El demonio posa sus manos sobre mis caderas y me estremece.

—No quieres saberlo todavía.

Mi corazón late lento ahora. Sus palabras retumban en mi mente.

No quieres saberlo todavía.

No quieres saberlo todavía.

—Sí quiero. Te lo estoy preguntando... —digo bajito mirando su abdomen.

Evito su mirada.

¿Es él?

Constantine suspira.

—No, Stella, no puedo decirte—musita seco.

Subo la mirada.

¿Está desesperado y no lo demuestra? ¿Por qué está desesperado?

En un movimiento rápido y sorprendente estoy debajo de él, a su merced, de nuevo, y con una pizca de miedo por la rapidez en la que cambiamos de lugar.

—¿Qué...?

—Stella por favor, no preguntes más.

Constantine se mete entre mis piernas y aprisiona mis manos entrelazando nuestros dedos. Su rostro está muy cerca de mí, siento su respiración y roza nuestros labios.

La situación se vuelve excitante. De nuevo. Quiere que pierda la cabeza por él y olvide el tema.

—Constantine—le llamo, alejándolo un poco de mí para observar sus ojos.

—¿Qué, Stella?

—¿Puedo confiar en ti?

Nos miramos fijamente. Quiero poder confiar en él. Quiero saber que no me dejará caer. Que será mi amigo. Mi amante. Que tendré a alguien con quién contar.

—Puedes. Y lo seré. Seré todo lo que tú quieras que sea, cielo.

Y acto seguido, me besa.

Deja varios besos en mi rostro, besos cariñosos y dulces. Recorre mi cuello besándolo, y me hace estremecer. Estoy bajo a su merced, sin poder moverme, y con la mente repitiendo lo que acaban de decirme.

«Seré todo lo que tú quieras que sea, cielo»

¿Había llegado en confiar en él? Sí. Va un mes desde que el demonio entró a mi vida y la mejoró. Y me mejoró a mí.

¿Lo he llegado a querer?

Tal vez...

Supongo que con lo que me ha dicho puede ser suficiente por los momentos y lo mantendré así. Tiene que llegar un mejor momento.

Ha pasado un rato y estábamos en la cocina. Constantine me había pedido pizza para mí y de nuevo sushi. Estaba sentada encima del mesón viéndolo hacerse una ensalada de frutas. Estaba sin camisa y podía disfrutar de lo bueno que se veía de espaldas. Joder.

Me entretenía verlo así. Le he dicho si podíamos ver una película y aceptó, diciéndome que fuera una de acción. Me puse feliz en ese momento porque iba a compartir más con él y cada vez se seguía abriendo a mí. Claro, que algunas cosas me las oculta y en algún momento saldrían a la luz.

El demonio se dió la vuelta con la taza en sus manos y empezó a comer. Se acercó a mí y se metió entre mis piernas.

—¿Quieres?—me ofreció.

Tomó melón, sandía y piña, llevando el tenedor a mi boca y abrí. El sabor de las frutas despertó más mi apetito.

—Gracias.

El timbre sonó y bajé del mesón a abrir la puerta y recibir mi comida. Estaba un muchacho apuesto con una sonrisa agradable.

—¿Es aquí la casa del señor Agatone?—su voz me causó un escalofríos extraño.

—Sí, aquí es—dije y me extendió la Caja de pizza y el sushi en un envase plástico.

—Menos mal. Me había perdido dos veces. ¡Espero disfruten!

Y se fue en una moto.

Me causó un cosquilleo extraño, pero me di la vuelta cerrando la puerta y yendo directamente a la cocina para servirme. Me estaba muriendo de hambre. El demonio me observó divertido cuando empecé a comer.

—¿Qué?

—Nada. Provecho—siguió sonriendo—. ¿No veremos una película?

—¡Cierto!

Tomé mi pizza, mi sushi y nos fuimos al cuarto. Encendí la televisión y coloqué el Netflix con la cuenta que Owen me pidió que comprara. Le cedí el mando a Constantine y él terminó optando por Guerra Mundial Z.

Después de terminar de comer y sentirme completamente llena, me acosté a su lado, pegándome como chicle a él. Por alguna razón me sentía muy tranquila estando junto a el demonio, también me gustaba. Mi cabeza estaba en su pecho, observando la película.

El demonio había escogido una película de zombies que se veía muy buena. Iba bien. Pero a mí me pegó el sueño. No pasó mucho cuando caí en los brazos de morfeo.

Desperté estirando mi cuerpo y bostezando. Sentí un beso en mi frente y abrí mis ojos. El demonio estaba a mi lado, sentado, leyendo.

Estrujé mis ojos y luego los volví a abrir.

Lo observé bien, y sí tenía un libro en sus manos.

—Me esperaba todo, menos que leyeras—musité con mi voz de recién despertada.

—Buenos días, cielo.

Mordí mi labio.

¿Es éste mi lugar, señor?

Despertar con un hombre que me ha entregado la felicidad a mi familia y me la está dando a mí, ¿es aquí?

Miré el techo. Del techo al televisor. Del televisor a Constantine. Me sentía tanto como rara, feliz de haber despertado con él a mi lado. ¿Qué es ésto que estoy sintiendo?

Suspiré.

—Buenos días, Constantine. ¿Qué hora es?

—Las once en punto, estuviste durmiendo mucho.

—¡Ay dios mío! ¡Mi madre debe estar preocupada, Constantine! ¿Y mi celular?

Me lo tiende y observo 5 llamadas perdidas de mi madre. Carajo. Lamento no avisarle que iba a pasar el día y la noche con el demonio.

—Me voy—musité levantándome—. ¿Puedes llevarme?

Empecé a vestirme con la ropa de ayer, que la había metido en la lavadora y después en la secadora.

—Toma mi auto, las llaves están en el mesón de la cocina—dice, concentrado en el libro.

—¿Seguro?

Asiente con la cabeza.

Voy al baño y me observo en el espejo para acomodarme el cuello de la camisa. Mi cabello castaño está enmarañado y vuelto un lío, por lo que simplemente me hago una cebolla mal hecha y ya está. Hoy me siento diferente. Con más energía y más vida de lo normal.

—Bueno, me iré. Te veo el lunes, Constantine—me despido.

Antes de salir del cuarto, me llama.

—Stella.

—¿Sí?

—Maneja con cuidado. De todas maneras, veré lo que haces.

Fruncí el ceño con lo último. Iba a preguntarle pero me entró una llamada y era mi madre.

¿Stella? ¿Estás ahí?

Con mi mano me despedí, ya que mantenía su mirada fija en mí e hizo lo mismo. Salí de la habitación, tomé las llaves rápidamente y me salí de la casa.

—Aquí estoy, mamá.

¿Dónde has estado metida, Stella Aileen?

Pasé el día con Constantine, perdón por no avisarte. Me estoy dirigiendo a casa,hablamos cuando llegue—y le colgué antes que me saliera con una palabrota.

Ya montada en el auto de Constantine, lo encendí con nervios pero pude con ello. Conduje hasta mi casa escuchando el radio y pensando en todo lo ocurrido. A decir verdad, sí estoy consciente de lo que pedí esa noche y de lo que ofrecería, pero dentro de mí algo no quiere que lo que tengamos Constantine y yo sea sólo sexo.

Ayer me sentí genial, tengo que admitirlo. Constantine puede ser frío en ocasiones, pero la mayoría de las veces es dulce conmigo y últimamente lo es. Aunque estoy acostumbrada a su hablar seco y tosco siempre.

Suspiré.

Todo dentro de mí era un revuelo, un remolino, una tormenta. Definir exactamente qué es lo que quiero, es difícil. Únicamente pido que Constantine no pierda los estribos. Es un demonio y aún no conozco cuál es su puesto en el infierno, eso me da miedo porque sigo sin saber quién es Constantine Agatone.

***

Era miércoles y he pasado tres días sin saber del demonio. No se había comunicado conmigo y tampoco asustado con sus apariciones repentinas. Lo he estado llamando con el pensamiento y no aparece, me ha tenido preocupada. Él no debería desaparecer así por así. Me he estado encargando yo del trabajo de su empresa, estoy bajo full estrés y papeles que realmente logro entender poco.

Me bajo del auto que me dejó él para comprarme un café negro con azúcar. Ésta cafetería me pareció la más adecuada y tranquila para poder terminar de hacer un trabajo desde su laptop que la tomé. Pido el café y me siento en la última mesa que estaba sola, la cafetería no está tan llena pero si tiene algo de parejas y personas solas más adelante.

Ya sentada, me propongo a terminar el trabajo. No sé si lo hago bien o mal, aparte de que he seguido haciendo el curso, de mi mente no puede salir en dónde carajos está ese demonio. Me siento completamente preocupada y aturdida ya que algo dentro de mí extraña su presencia cerca.

Pf.

Así no me sale el trabajo perfecto. Mi mente está invadida por él. Mi cuerpo también. Me incomoda el hecho de no poder trabajar tranquilamente y con la mente en paz, ¡joder! Maldito demonio de mierda que me tiene en un estado de ansiedad.

¡Ni siquiera me sé su jodido número de teléfono!

—Rayos.

Cierro la laptop.

No puedo.

No puedo concentrarme.

«¿Dónde diablos estás?»

El café llega y lo bebo de apoco.

Me limito a observar a las personas intentando despejar mi mente y centrarme en algo. En éste momento recibo un mensaje de Mary y Owen que me piden que los recoja a su escuela. Termino de tomarme el café, recojo apurada mi cartera y la laptop, dejo el dinero del café con la mesera y al darme la vuelta derramo el café sobre una muchacha.

—¡Ay! ¡Lo siento, lo siento! Diablos, ¡no quise! De verdad discúlpame.

La chica me observa con un leve sonrojo.

—No te preocupes. Déjalo así.

—Ay no, tengo toallas en mi auto, puedes limpiarte si quieres—le ofrezco.

—Tranquila—me sonríe de una manera extraña.

—¡Oye, Erina! Mierda, ¿qué te pasó?

Aparece una chica casi idéntica a la que le derramé el café.

Son gemelas si no me equívoco.

La otra chica me observa de pies a cabeza.

—¿Eres Stella Moritz?—me pregunta la chica que se parece a la que tiene el café encima.

Frunzo el ceño.

—¿Quiénes son? ¿Cómo sabes mi nombre? —inquiero poniéndome incómoda.

—¡Ah, lo siento! Mal comenzar. Derramaste café sobre mi hermana, ¿cierto?

Entre cierro mis ojos, mirándola sospechosamente.

Esos ojos los conozco de algún lado.

—Sí, fui yo y fue un accidente—respondo—. Pero no viene al caso. ¿Quiénes son?

—Eh, bueno, somos las hermanas de Constantine—dice y abro mis ojos al escuchar tal cosa.

Nunca me dijo que tenía hermanas. Yo tampoco pregunté. Pero ya decía que conocía sus ojos de algún lugar. Pero, ¿por qué aparecen ahora?

—¿Él está bien? ¡Llevo tres malditos días sin saber de ese imbécil! ¡Me dejó todo su trabajo a mí! ¡Estoy cansada, estresada y únicamente quiero que aparezca y poder dormir! —exclamo soltando todo mi odio.

En medio de una cafetería.

Muy bien Stella, qué manera de llamara atención y parecer una niña de 15 años.

—Mierda, discúlpenme—las miro apenada mientras que ellas me miran con una sonrisa divertidas en sus rostros—. ¿Quieren venir conmigo? Tengo que ir por mis hermanos y llevarlos a casa, porque tengo el presentimiento que nos tomará una conversación larga.

—Me parece bien—contesta la chica del café derramado encima.

Musito un leve «ok» y salimos de la cafetería. Me siguen hasta el auto y dentro del auto le ofrezco las toallas a la chica.

—Bueno, ¿tú eres Erina, no? —le pregunto.

—Así es—dice limpiándose el café de la camisa—. Y ella es Irina.

—Y son las hermanas de Constantine—digo, de nuevo.

Las dos asienten.

Tomo aire y luego lo boto en un suspiro.

Mientras voy manejando, tengo la ansiedad de hacerles preguntas.

—¿Cómo me han conseguido?

—El auto de mi hermano tiene gps—contesta Irina, ella parece ser más fría de cara pero con bastante humor.

Mientras que Erina es tranquila y severa. Pero Erina me causa una mala espina, ya que la veo por el retrovisor un poco más detalladamente.

—Vale.

—Él está bien, Stella.

—Que bueno.

—No puede venir por los momentos.

—¿Y por qué las mandó a ustedes?—detengo el auto frente a la escuela y le escribo a Mary avisándole que estoy afuera.

—Porque quiere mantenerte a salvo—dice esta vez Erina.

Ok, no podía más.

—¿Las dos saben qué tipo de relación tenemos o qué?

—Así es—dicen al unísono.

—Aunque quería que fuera únicamente sexo, no pude evitar agarrarle empatía al demonio. ¡Pero me confunde! Porque simplemente quiero que sea mi amante, con la persona que podré contar cuando más lo necesite, ¡no mi jodido novio o esposo, o guarda espaldas! Además, ¡¿mantenerme a salvo de qué?!

Mi voz se había alzado y cuando terminé de hablar o de gritar respiraba agitada por lo rápido en que hablé. Las dos me miraban serias, despectivas. En ese momento mis hermanos entran al auto saludando educadamente a las dos muchachas.

—Hola chicos, ¿cómo les fue?—sonrío tensa, por la situación que creé.

—Súper—contestan los dos.

—¿Son tus amigas, Stell? —inquiere Mary.

—Algo así, hermosa. Son las hermanas de Constantine—les digo.

—¡Son guapas! Mi nombre es Owen pero pueden llamarme mi amor.

—¡Owen!—con la mirada le dije que se mantuviera callado.

—Ella es Irina y yo Erina, un gusto conocerlos—dice la del café.

Directo a casa únicamente pude escuchar a los niños hablar con Erina y Irina. Cuando me preguntaban cosas respondía neutralmente.

Hasta llegar a casa,pude sentirme un poco tranquila. Los niños fueron a su habitación y yo me dirigí a la Biblioteca de la casa con las hermanas de Constantine a mi espalda. En todo el camino tuve la mente ocupada.

¿De qué me quiere mantener a salvo? ¡No soy una niña a la que tiene que defender de todo! ¿Por qué no viene él y me lo dice a la cara?

—Aquí estamos perfectamente bien para hablar—digo, sentándome en un mueble frente a ellas—, lamento el escándalo que les hice en el auto. Con todo el trabajo que tengo encima de la empresa me tiene cansada y apunto de explotarme la cabeza. Constantine también interfiere conmigo.

—No se nota, mujer—Irina ríe.

—Respondiendo a tu pregunta, Stella, mi hermano tiene enemigos—dice Erina directamente.

¿Enemigos?

¿El demonio, tiene enemigos?

El muy maldito sí me ha mentido y él no es quién dice ser.

—Sabía que me ocultaba algo, pero no me quiso decir—digo, mirando al techo, sospesando la respuesta—. ¿Quién es él en realidad? Cuando intento empezar a conocerlo salen muchas cosas más nuevas, que mierda—termino por decir.

—Definitivamente estás llena de odio—Irina murmura—. Creo recordar que nos dijo que te había dicho que era la mano derecha de nuestro jefe, pero no le creíste.

Frunzo el ceño y la miro.

—Es cierto. No le creí, no estaba siendo sincero conmigo—las observo a las dos directamente a los ojos y solamente me encuentro con frialdad pura—. ¿Y lo es? ¿Por eso tiene enemigos? Los enemigos de su jefe son los de él. Pero, ¿por qué me pone en riesgo a mí? Es ilógico.

—Pueden usar a mi hermano como blanco. Es decir, lo pueden hacer conspirar contra nuestro jefe o hacer cosas que van contra la ley solamente para salvarte el pellejo—farfulla Erina y no puedo evitar sentirme extraña.

—Ésto se me hace raro. Simplemente Constantine me puede dejar morir, no soy importante para él—decir eso me dolió, pero suponía que era así—. Digo, solamente soy como su juguete sexual, para eso me paga, ¿no? No tiene mucho afecto de cariño hacia mí.

«—¿Puedo confiar en ti?

—Puedes. Y lo seré. Seré todo lo que tú quieras que sea, cielo.»

Mi corazón se hizo chiquito y se retorció.

—Tus recuerdos dicen lo contrario—Irina me observa seria.

—No entres en mi mente, Irina—hablo enojada—. Me es suficiente que Constantine lo haga. No te lo permitiré de nuevo.

Alza sus cejas al cielo.

—Él me había dicho que eras feroz y con un carácter fuerte, pero que te lo tenías guardado.

Suspiro.

Ésta situación me está destruyendo en silencio.

—Pudo haber un momento en el que pareció tenerme afecto. Entró en mi vida hace un mes, ¿ustedes pueden tener sentimientos?—resoplo—, mierda, es que, argh.

Quiero golpear algo justo ahora.

—Volveremos el viernes—Erina se levanta—. Quizás él aparezca, pero ten cuidado a donde vayas. Que tu rutina sea de la casa al trabajo, del trabajo a la escuela y de la escuela aquí.

Tengo un mal sabor en la boca.

—No me digan qué coño hacer. Pero está bien. Después de pensar en todo ésto, veré qué hacer y qué creer porque, ¡boom!—hago un gesto de que me va a explotar la cabeza y luego sonrío exageradamente.

—Adiós.

Y desaparecieron dejando ese leve humo negro entre el aire.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

😳😳😳😳😳

Ésto está fuerte entonces.

¿Qué les pareció el capítulo? Va en honor a las 120K 😻😻😻 Gracias a ustedes ha llegado tan lejos Constantine y Stella💕 Las amo y los amo😻

¡Espero que sí les haya gustado! ¡Ya quiero leer sus comentarios! Díganme qué les pareció, qué sospechan, qué piensan 👀👀👀 acuérdense que he creado un grupo de WhatsApp y Facebook, los links se encuentran en mi perfil.

No se olviden seguirme en Instagram para contenido también 😳

kler.delafosse

Continue Reading

You'll Also Like

170K 12.7K 26
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
495K 83.8K 69
Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversio...
Queen By Liz

Romance

50.7K 2.5K 23
Libro de Eva Muñoz