Trabajando Con El Enemigo *Sh...

By angielove111

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¿Puedes llegar a enamorarte de alguien a quien odias? Sakura es abogada. Shikamaru es economista. Y se odian... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8.
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18.
Capítulo Final

Capítulo 5

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By angielove111

Estoy sentada en la mesa del restaurante, que está lleno de gente. No es nada demasiado llamativo, se trata de una pizzería normalísima en un barrio modesto. Estoy convencida de que Shikamaru odiará el sitio y eso me da
una pequeña satisfacción. Pequeña, porque soy políticamente correcta.
Llega un poco tarde, así que decido llamar por teléfono a mi madre.

—Hola mamá —la saludo cuando responde al primer tono.

—Sakura,  cariño,  estábamos  hablando  precisamente  de  ti —me informa solemnemente.

Magnífico.

—¿Sobre qué? —pregunto.

—Tu padre y yo estábamos comentando lo mucho que nos gustaría ver  a Sasori  este  sábado. ¿Le  gustó lo que le mande? —pregunta  con amabilidad.

—Por supuesto —miento con descaro—. Hablando del sábado, me temo que no podré ir.

—¿Por qué? —pregunta mi madre, muy seca.

—Tengo que ir a un viaje por trabajo —desvelo.

El viaje tiene una ventaja: librarme de la visita a mis padres.

—¿En serio, Sakura? ¿También vas a trabajar el fin de semana? Ya no eres una jovencita. Nos prometiste que eso solo pasaría durante los primeros años, ¡pero hace siglos que la cosa está así!

«Gracias mamá por insinuar que soy vieja», pienso con resignación.

—Bueno, eso ya no pasa casi nunca. Es una excepción —matizo a punto de perder la paciencia. Gaara puede viajar por el mundo y no presentarse en casa durante meses, pero yo no puedo faltar ni una semana.

—Siempre es una excepción —insiste, con dureza.

Prefiero no responder. O acabaría mandándola al diablo.

—Tal  vez  Sasori  podría  venir  igualmente —propone  con entusiasmo.

—Él  también  tiene  cosas  que  hacer —respondo  nerviosa.  Esta mentira empieza a crearme algún problema.

Por supuesto Shikamaru elige el mejor momento para aparecer en la sala. Se dirige hacia mí y, cuando llega a la mesa, se inclina con la intención de darme un beso en la mejilla.
¿Pero  qué demonios hace? Apenas puedo  apartarme para ver  la expresión socarrona que me dedica.

—Buenas noches, siento  el retraso —dice finalmente y se sienta frente a mí.

—¿Con quién estás? —pregunta enseguida mi madre, la mujer con el oído más sensible y selectivo del planeta.

—Es el camarero —digo poco convencida.

—¿Estás cenando en un restaurante? —Sospecha algo—. ¿Con quién? —insiste la nueva Sherlock con falda.

—Con Ino y con Karin —miento.

—¿Me las pasas un momento? —pregunta como si nada.

—¿Para qué? —digo nerviosa.

—¿Cómo para qué? Porque quiero saludarlas. Vaya preguntas que me haces, Sakura… Estás muy rara.

Con la mirada suplico a Shikamaru que no diga nada. Podría estropearlo todo.

—Bueno, ¿me las pasas o qué?

—No puedo, fueron al baño —miento de nuevo y cierro los ojos, desesperada.

—¿Las dos? —pregunta incrédula.

—¡Pues sí, fueron juntas! ¿A qué se debe este interrogatorio? Ya las saludaré yo de tu parte. ¡Buenas noches, mamá! —Cuelgo el teléfono. ¿Por qué diablos la habré llamado?

Shikamaru intenta aguantarse la risa, pero no lo consigue del todo.

—Sí, tú ríete. Me encanta dar  espectáculos tan divertidos —digo mientras rompo con fuerza un palito y me lo meto en la boca. A la mierda
la dieta, no voy a perder ni un gramo estos días, así que comeré lo que me dé la gana.

—Tengo una duda: ¿por qué mientes? —pregunta mientras se pone cómodo.

—Porque me estresa mucho cuando insiste en que trabajo demasiado —respondo vagamente.

—Tendrías que haberle dicho que estabas conmigo. Las madres me adoran —dice con presunción y sonríe.

Me quedo mirándolo fijamente. —La mía no.

—Créeme, todas. Tengo años de experiencia —insiste engreído.

—Créeme, la mía no —replico con el mismo engreimiento.

Una luz de desafío se enciende en sus ojos.
—¿Quieres que lo comprobemos? —propone.
Sí, claro, como si en mi vida no hubiera suficientes desastres.

—Me parece que no.

¿Qué soy, una nueva mártir a punto de ser sacrificada en el altar por el orgullo de Shikamaru?

—No  me rindo  tan fácilmente —dice confiado. Como  si no  me hubiera dado cuenta.

—Créeme,  lo  digo  por  tu  bien —lo  aviso  sintiéndome  muy arrogante.

Y aquí me equivoco, porque para él se acaba de convertir en un reto. Lo percibo por la expresión testaruda que se le dibuja en el rostro. Aprendi a reconocerla, a mi pesar.

—¿Qué apostamos? —pregunta mientras se inclina peligrosamente en mi dirección.

Señor, eres testigo de que hice todo lo que estaba en mi mano para evitar esto.
¿Sabes qué te digo, Shikamaru Nara? Prepárate. La sola idea me hace sonreír y no puedo disimular.

—De acuerdo —concedo. Tire la toalla—. Algún fin de semana puedes pasar por la granja de mis padres, un sábado después de comer.

—También podría pasar a la hora de comer. Las mujeres mayores adoran mis modales.

Sí, claro, ya verás. Ven a casa y mi familia te dejará listo para un sacrificio. Repentinamente, la idea se vuelve tan apetitosa que agarro decidida otro palito. Para celebrarlo, me digo.

—Ok, si de verdad es tan importante para ti… —Intento no desvelar con mi expresión en qué lio se acaba de meter. Él solito, que quede
claro.

—Perfecto. —Me ofrece su mano para sellar el acuerdo.

La estrecho rápidamente y disfruto la sensación de calor y firmeza que desprende.
Un ligerísimo remordimiento asoma en mi mente, pero lo aparto enseguida: este  hombre  se  merece  todo  lo  que  mi  deliciosa  familia antimonárquica pueda ofrecerle.

****

 
El vuelo a Escocia es bastante tranquilo. Shikamaru y yo estamos inmersos  en nuestros  propios  asuntos. Poca conversación, poquísimo decoro. Excelente.
El trayecto en auto es más problemático porque discutimos para decidir quién
conducirá, gano yo después de una negociación extenuante, quién consultará los mapas gana él y, por último, para decidir de quién es la culpa por habernos perdido. ¿De quien conduce o de quien consulta en Google maps?

Dos horas después llegamos a la propiedad de Uchiha, una gran villa de gusto más que dudoso. Por otro lado, Madara es hijo de un marqués que se casó con la hija de un duque, pero parece que ninguno de los dos heredó propiedades antiguas. Solo villas que parecen antiguas.

Shikamaru baja del auto y niega con la cabeza.
—Hmmm… —mascullo para confirmar su expresión.

—Ya puedes decirlo —murmura con perplejidad.

No alcanzamos a decir  nada más porque de la nada aparecen al menos cinco sirvientes que nos dan una bienvenida muy calurosa. Al menos a uno de nosotros.
Por supuesto, no podía faltar un mayordomo, como en la mejor tradición real. Alguien debería decirle a Uchiha que han pasado dos siglos desde que esto se llevaba. Si mi madre estuviera aquí, tendría un ataque al corazón.

—Lord Nara—saludan todos a Shikamaru con deferencia.

Me extraña que no le hayan puesto una alfombra roja para que el polvo no estropee sus mocasines italianos.
—Señorita Haruno—me dicen, con un énfasis mucho más contenido.

El mayordomo me mira de reojo. Bueno, no soy de la nobleza, ¿y qué?
Poco después Madara Uchiha parece en la puerta, majestuoso, con la típica mirada de satisfacción y pomposidad. Menos mal que no hubo sorpresas; es la actitud que me esperaba de mi cliente.

—¡Querido Shikamaru! ¿Cómo fue el viaje?  —pregunta  atentamente mientras estrecha la mano de mi compañero y a mí me ignora por
completo.

—Todo bien, gracias lord Uchiha.

—Me alegro. Y dado que te ocuparás oficialmente de la gestión de mi patrimonio y de mis sociedades, sería mejor que me llamaras Madara— dice con tono muy agradable. ¿Se está burlando de mí?

Me río de lo territoriales que son la gente de la nobleza y de lo tonto que se escucha al hablar de esta forma. Es como si hablara de filosofía constantemente.

—¿Qué es tan divertido? —pregunta en voz baja para que no lo oigan.

Lo miro con elocuencia.

—Es decir, ¿aparte de la casa, los sirvientes y el ambiente? —añade con ironía.

Shikamaru es una persona insoportable, pero si tuviera que encontrarle algo bueno,  sería  la  ironía.  Tiene  una  forma  muy  directa  y  cortante  de reaccionar ante las cosas, y admito que casi siempre se trata de cosas de las que te puedes reír.

—Su forma de hablar me hace acordar a mi ex —susurro—. ¿No  crees  que  hay demasiados filósofos en el mundo? —pregunto inocentemente.

Shikamaru adopta una expresión sagaz. Tal vez quería decir algo, pero se contiene porque Uchiha vuelve con nosotros.

—Los acompaño. Mi ama de llaves les mostrará sus dormitorios.

Y de este modo entramos en la casa-palacio, porque no sabría de qué otra  forma  definirla. Una  absoluta  esquizofrenia  de  estilos  y  épocas mezcladas por un arquitecto a quien tendrían que retirar el título. Como se
suele decir, honoris causa por haber edificado o al menos haber permitido un horror semejante.
El  vestíbulo   es  más  que  imponente,  es  intencionadamente perturbador, pienso. Desde aquí surgen dos inmensas escalinatas de estilo neoclásico que se unen en el primer piso justo delante de una estatua «interesante», por decirlo de algún modo.
La ama de llaves, una mujer que rondará los sesenta, de cabello canoso y mirada malvada, se detiene y nos señala la escultura.

—La han hecho recientemente, es la señorita Mina, la hija de lord Madara —dice orgullosa.

Ok, ahora lo entiendo todo.

Miro a Shikamaru y su rostro transmite, como mínimo, perplejidad. No sabe qué decir, algo que no pasa a menudo.

—La señorita Mina debe ser muy atractiva —comento sin saber muy bien qué inventarme. Está claro que miento, pero es lo que esta gente espera.

—No  se hace  la idea. De todos modos, esta noche tendrán la oportunidad de conocerla en la cena y podrán juzgar de primera mano. Una mujer de una belleza singular —dice emocionada.

Shikamaru y yo nos miramos con preocupación.

La ama de llaves,  alias  señorita  Rotten,  enfila un  pasillo semiescondido, detrás de las escaleras. Al cabo de unos metros se detiene frente a una puerta y me indica que se trata de mi dormitorio.

—Señorita Haruno, su aposento.

Luego se dirige a Shikamaru:
—Lord Nara, para usted hemos pensado en un dormitorio en el primer piso. Por aquí, sígame.

Y con esa frase, sin añadir explicaciones, me dejan delante de la puerta para dirigirse a la escalinata.
Por un instante, Shikamaru parece tan desconcertado como yo y no sabe muy bien si dejarme sola en ese pasillo oscuro y correr tras la señora o bien esperar a ver si la habitación que me han asignado es una especie de calabozo.

—Puedes irte —digo con resignación—, si la pierdes de vista será peor.

—Eso parece —comenta preocupado.

—Hasta luego —me despido y pongo la mano en la manilla.

—Bueno, nos vemos luego —dice, decidido a dejarme entrar.

Creo que Madara Uchiha lo ha hecho adrede. Es posible que sea parte del castigo por haberlo hecho esperar la semana pasada.
Aunque la verdad es que la habitación no es fea, sino básica, aséptica como un hospital y gris, aunque con mil tonalidades de gris.
Sonrío porque soy una luchadora nata y Madara todavía no sabe a quién va a enfrentarse.
 

***
 

Al cabo de unas horas estoy sentada en un majestuoso sofá de falso estilo Luis XVIII, abstraída mientras bebo un aperitivo y espero a que llegue la famosa hija de Madara. Que, por cierto, llega escandalosamente tarde. Demasiado incluso para una belleza singular.
Voy por el tercer Martini y si continúo bebiendo con el estómago vacío, mi lucidez acabará por desaparecer.

Shikamaru debe pensar lo mismo porque desde su sofá, igual de horrendo que el mío, me mira tenso.
Levanto una ceja para intentar transmitirle que se calme, pero parece que el mensaje no llega.

Madara se está recreando con un monólogo sobre la caza y sus conquistas. Como estoy totalmente en contra de la caza, me concentro en Shikamaru para no escuchar los detalles morbosos. ¡Sigo siendo la hija de dos ecologistas y pacifistas!
Shikamaru se ha percata de mi mirada escandalizada y me observa tenso. No me da ninguna envidia: por un lado tiene a Madara dándole la lata, y por otro a la tan odiada señorita Haruno (yo obviamente). Probablemente no es su mejor fin de semana.

Finalmente,  cuando  ya  hemos  agotado  todos  los  temas  de conversación y sin poder «hablar de trabajo con el estómago vacío», en palabras del dueño de la casa, hace su aparición la estrella de la noche, la grandiosa Mina.

Solo necesito echarle un vistazo para comprender por qué Madara insistio tanto en que Shikamaru trabajara con él.
No  lo  hizo  por  una cuestión de confianza en mí o  en mis aptitudes; en el fondo, Beverly sabe que soy muy buena en mi trabajo. La verdad es que quería a Shikamaru porque su intención es tener a un futuro duque como yerno.

En mi rostro, por primera vez en muchos días, se dibuja una gran, profunda  y  divertida sonrisa. 

Chicos,  la  cosa  empieza  a  ponerse
divertida.


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