En las pequeñas cosas

By sacodehuesos79

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Lo que pasa en Las Vegas...rara vez se queda en Las Vegas. More

1. Paris, un tobillo dislocado y un lío de cojones.
2. Un vestido de verano, un Elvis borracho y una visita en el desayuno
3. Un campo de minas, un perro sucio y la matanza de San Valentín.
4. Depresión subyacente, guacamole y cerveza fría.
5. Zapatos rojos brillantes, ¿Beso, verdad o condición? e Innisfree.
6. El demonio dormido, tregua y Gatos, gatos, gatos por todas partes
7. Rayos, un Claro de Luna y Truenos
8. El caballero del lago, Extraños en la noche y Papeles mojados
9. Cinco años, Naipes y Burbujas
10. Confesión, Pollo frito en góndola y Penitencia.
12. Malas ideas, Malos besos y Malos recuerdos.
13. Respirar, Verdades incómodas y Botas para la lluvia
14. Bandera blanca, Fronteras y A las Trincheras
15. I did, I do, I will
16. Graffton Street, El piso 33 y Dublin
17. Epifanía, Bajo la lluvia y Bailes en el parque.
18. Un autobus de dos pisos, Respirarte y Temple Bar
19.Relojes de arena, Salas de espera y los Adioses.
20. Camareras deslenguadas y Regalos de Cumpleaños.
21. Camino a Itaca y Singing in the rain
22. Una Verdad desnuda y Un Buen día.

11. Pobres gatitos sin nombre, Sotto le stelle y Charcos de barro

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By sacodehuesos79

POBRES GATOS SIN NOMBRE (Cong, Febrero 2027)

El objetivo es claro y debería ser sencillo. 

Lenora lo ha dicho. Mantener con vida a Olivia y a Oscar hasta las diez de la noche.

Pero cuando la camarera le pone por fin al más pequeño en brazos antes de ponerse a bregar con un nuevo aluvión de turistas, Aitana siente que la paraliza el miedo. 

No es suficiente con que los devuelva con vida. 

En el estado actual de las cosas, sospecha que hasta un arañazo casual en cualquier de sus hijos sería percibido por Luis Cepeda como un delito de lesa majestad. 

Un par de años más a su condena. 

Algo aturdida por la idea, da un par de pasos atrás para apartarse del camino de un turista con una camiseta que lo identifica como Tornado Thornton y unas ganas de acercarse a la bara que quier hacer honor a ese nombre.

Al otro lado del camino de destrucción del tornado queda Olivia Cepeda a la que pierde de vista durante cinco segundos. 

Cinco horribles, angustiosos e interminables segundos que se le antojan cinco horas. 

Empieza a notar el sudor deslizandose por su espalda pero se sobrepone y agarra bien a Oscar y a su bolsa de pañales y se lanza a partir la marea de turistas com un Moises desesperado. 

- ¡Olivia!

Respira aliviada cuando vuelve a tenerla cogida de la mano y retrocede unos cuantos pasos más sin soltarla hasta que están seguros con la barra como parapeto. 

Joder con los hombres tranquilos. 

Espera a que su respiración y su pulson se normalicen y se deja caer en el suelo con Oscar aún en brazos.  Olivia la observa desde su imponente metro veinte de estatura con los brazos cruzados y una expresión a medio camino entre el hastío y el enfado. 

- ¿Vemos a los gatitos de Carmela?- improvisa Aitana. 

Aún no son las cuatro de la tarde, por tanto le quedan seis largas horas de mantener en perfecto estado a esas dos criaturas. 

Es probable que un geo en plena desactivación de bomba esté menos estresado de lo que está Aitana Ocaña en ese preciso instante. 

Se pone de rodillas y deja a Oscar en el suelo y los dos, Olivia les sigue de cerca, gatean hasta el rinco donde está la cama provisional de la gata.

Los tres gatitos están ya más despiertos que el día anterior, pero la gata aún maúlla lastimera desde su cojín mientras su criaturas se pasean por encima de ella. 

Aitana aparta con cuidado los dedos pegajosos de Oscar de su pelo e intercambia una mirada de solidaridad con el animal. 

- ¿Has decidido el nombre de los gatos?

Olivia se encoge de hombros mientras acaricia distraída el hocico de la madre. 

- No nos los podemos quedar, papá tiene alegría. 

- ¿Quieres decir alergía?- Aitana intenta que no se le escape la risa. 

- Eso-Olivia hace un gesto con la mano indicando que un par de letras movidas de sitio no tienen tanta importancia. 

No sabe hasta que punto suponen un mundo en este caso. 

- Aún así- cruza las piernas y la niña imita su postura sin darse cuenta- si los vais a regalar estoy segura de que la persona que se los lleve no le importará que tú escojas un nombre para ellos. 

Olivia enreda un mechón de cabello rojo en su dedo meñique en un curioso gesto y arruga la nariz. 

- ¿Tú crees?

Es un alivio al menos, que no le muestre hostilidad y Aitana se agarra a un clavo ardiendo. 

- ¡Claro!- retiene por el pañal a Oscar que empieza a alejarse y le atrae de nuevo a su regazo- ¿A ti que te parece, Oscar, les ponemos nombre a los gatitos?

- Oscar no sabe hablar- a pesar del escaso parecido físico con su padre, Aitana descubre que Olivia tiene perfeccionada la mirada de suficiencia de Luis Cepeda y aprieta los dientes para no responder como lo haría con su padre. 

- Ya...- mira hacia el pequeño que, aparentemente está acostumbrado a estar con gente diferente porque no parece especialmente extrañado por estar en brazos de Aitana- ¿entonces, Oli?. 

Olivia se pone de rodillas de nuevo y se acerca a los recién nacidos, apoya la barbilla en las manos y frunce el ceño, concentrada en la tarea. 

Aitana y Oscar siguen sus movimientos interesados. 

Finalmente se incorpora y anuncia.

- Pensé en llamarlos uno, dos y tres, aon, dó y tri en gaélico- su gesto solemne y su tono serio- pero eso es muy aburrido. 

Aitana asiente, fascinada por la forma de expresarse de la pequeña. 

- Después se me ocurrió por los colores, pero son blancos y grises, también es aburrido....llamarlo como mi mamá sería feo, ella no era una gata, era una mamá. 

Una sombra pasa por la mirada de Olivia y Aitana no puede evitar preguntarse que clase de persona sería Muriel.

Intenta reconciliar la imagen borrosa de una fotografía de revista, su primera impresión de ella, con la de la foto del escritorio del despacho de Luis, madre feliz, mujer claramente enamorada.  

Hace ya bastante tiempo que Aitana procura no cometer el error de compararse con otras personas, pero la figura de la difunta mujer de Luis se le antoja una sombra que la rodea por todas partes. 

- ¿Entonces?- devuelve su atención a Olivia, esperando que aún puedan dedicar un tiempo más a esa tarea- ¿qué se te ocurre?

Les quedan cinco horas y cincuenta minutos por sobrevivir. 

- Colores- anuncia Olivia incorporándose satisfecha- Gorm, Bui y Dearg. 

Aitana está bastante segura de que la niña se acaba de atragantar.

- ¿Perdón?

De nuevo la mirada de suficiencia de los Cepeda toma el control. 

- En gaélico, azul, amarillo y rojo- se levanta como una jueza que acabe de dictar sentencia- así podrán mezclarse y saldrán más colores diferentes. 

Mientras Aitana intenta encontrar la lógica detrás del razonamiento, Olivia se pone en pie y le tiende la bolsa de los pañales de Oscar. 

Su misión aquí está completada.

- ¿Nos vamos?- mira a su alrededor con disgusto- Hay demasiada gente aquí. 


SOTTO LE STELLE (Las Vegas, Febrero 2022)

- Estoy bastante segura de que hay algún capítulo de CSI que empieza así y termina con un cadaver putrefacto descubierto en el desierto. El de la mujer habitualmente. 

Las carreteras que salen desde las Vegas hacia el punto de observación que les ha sugerido Larry el gondolero son poco más rectas infinitas y mal iluminadas. 

Alquilan un coche descapotable y discuten durante diez minutos sobre la convenicencia de dejar retirada la capota. 

Gana Luis, por supuesto que gana Luis y a Aitana no le queda otro remedio que comprar una sudadera de forro polar en una tienda de regalos antes de subirse al coche para no morir de congelación.

Escoge una especialmente horripilante con un pene de lentejuelas  que anuncia que forma parte de una despedida de soltera. 

Claro que hace falta más que eso para ofender el delicado gusto estético de Luis Cepeda.

En la misma tienda de regalos compra una manta de viaje de cuadro escoceses verdes y negros, una bolsa de pipas y otra de pistachos, cerveza fría y un termo de café con leche caliente y un par de vasos de plástico. 

Luis pone los ojos en blanco cuando la ve salir de la tienda con su recién estrenada sudadera, pero Aitana sabe que en realidad le divierte. 

En cuanto entra en el coche, cambia la emisora de radio y levanta las piernas para ponerlas en el salpicadero. 

Solo para irritarle. 

- ¿Estás seguro de que sabes por donde vamos?

Atraviesan una urbanización con casas unifamiliares de piedra roja a los lados justo en las afueras de Las Vegas cuando se lo pregunta por primera vez. 

Luis le lanza una mirada rápida y vuelve a concentrarse en la carretera.

Irónicamente quizás esta sea la peor de todas las locuras de esta noche.

No por la posibilidad de perderse en el desierto, que ya debería meter un santo temor divino en sus cerebros. 

Pero se le ocurre, viendo las piernas eternas de Aitana rebotar al ritmo de la música que lo de quedarse solos, sin miles de turistas y luces a su alrededor es una idea nefasta. 

Probablemente debería girar y volver a Las Vegas. 

Claro que es una irresponsabilidad hacer un giro en una carretera con tan poca luz.

Y realmente tiene ganas de ver las estrellas en el desierto.

Y, por supuesto, tienen su pacto. El de no acabar la noche desnudos. 

Así que no tiene ningún sentido malgastar el dinero del alquiler del coche. 

Todas son excusas débiles para justificar que en realidad se lo está pasando demasiado bien como para renunciar a lo que queda de noche. 

- ¿Dijo trece millas o trece kilómetros?- pregunta distraído cuando por fin dejan de ver carteles de neon.

Aitana levanta las cejas sin tener muy claro si realmente se lo está preguntando a ella. No podría explicar la diferencia entre esas dos unidades de medida aunque su vida dependiera de ello. 

- ¿Dijo trece?- menea la cabeza y le lanza su mirada patentada mezcla de disculpa y flirteo. 

Olvida que Luis la conoce y es inmune a ella desde hace tiempo, así que cuando le aparta los pies con un manotazo la pilla por sorpresa. 

- Me cago en...

- Ni lo intentes conmigo, Campanilla. 

Aitana arruga la nariz y se lanza a cambiar la emisora del coche otra vez. Le parece imposible recibir señal de radio en medio de la nada pero la verdad es que hay poco espacio de estática en el dial entre emisora y emisora. 

- ¿Qué te apetece escuchar?

Pasa del country, al soul y de nuevo al country,  tras una pausa rápida por una emisora de reaggeton, vuelve a dejarlo en el country. 

- No habría imaginado que eras una fan del country, miss Aitana.

El comentario no está hecho con mala baba y tampoco a ella le apetece tomárselo de esa forma y estropear el ambiente. 

- Por supuesto, mi próximo disco va a ser una fusión de country y trap- pestañea de forma exagerada- siempre he sido muy fan de Dolly Parton. 

Estallan en una carcajada y Aitana devuelve los pies al salpicadero y empieza a seguir la música con aullidos. 

Luis la observa durante más tiempo del que debería al estar conduciendo, le fascina verla así, libre y relajada, sin agenda y sin pensarlo demasiado se lanza a acompañarla inventando sobre la marcha una historia de una vaca muy triste que les hace acabar con lágrimas de la risa. 

Media hora más tarde encuentran el desvío que les indica el gps y que corresponde con las instrucciones de Larry. Escuchan bajo las ruedas el cambio del ruido del asfalto a la gravilla y detienen el coche después unos cuantos metros más. 

Al apagar el coche, se apaga también la radio y el ruido del silencio se hace abrumador de pronto. 

- ¿Sabes algo de estrellas?- como tantas otras veces Aitana siente la necesidad de apagar el silencio- por supuesto que sabes, no creo que haya nada de lo que...cuando iba de casal en verano, de campamento, nos enseñaba algunas constelaciones pero no creo que sepa encontrar más que el carro, ¿como lo...

Se interrumpe al sentir el dedo índice de Luis posado sobre sus labios. Ni siquiera lo ha visto venir. Huele al cuero del volante y un poco a tabaco y le tiene tan cerca que también puede percibir que huele a él. 

- Vale, me callo, lo siento. 

Luis retira el dedo a toda velocidad, arrepintiéndose del impulso. La forma en que sus labios se han movido contra su piel al farfullar la disculpa no ha sido tan diferente a la forma en la que se mueven con un beso y le quema la piel justo en ese par de centímetros. 

Mala idea esta del desierto. 

Nefasta. 

Pero después de tragar saliva y concentrar toda su energía en devolver su pulso a un ritmo parecido a la normalidad, apoya la cabeza en el respaldo y levanta la vista hacia el cielo. 

Nunca ha visto nada igual. 

Nunca en las noches de campamento por Galicia, ni siquiera en Candeleda. 

La nebulosa de la Via Lácta rasga el cielo en vertical, como si fuera la columna y parece no haber un solo punto del firmamento que no esté cubierto por puntos de luz.

- ¡Qué puta locura!

Intuye más que ve que Aitana imita su postura y se relaja. Acciona un botón, no es difícil localizarlo ya que todos los coches son similares y hace que los dos asientos se reclinen. 

- Jo-der

Hay tantas estrellas que parece imposible reconocer un patrón o incluso alguna de las constelaciones más conocidas. 

En cuanto sus ojos se acostumbran a la oscuridad empiezan a distinguir las estrellas fugaces que cruzan el cielo a decenas. 

- Esto te tiene que dar para canción fijo- Aitana susurra las palabras casi para si misma, pero Luis las escucha igualmente. 

Se le ocurre, sin embargo, que ese momento que están viviendo es demasiado extraordinario para compartirlo con el resto del mundo. 

Solo podría ser más perfecto si la besase. 

Cierra los ojos y casi puede  escuchar el ruido de los sables de la pelea entre su conciencia y sus ganas.

- Pediría un deseo- escucha el tono jocoso en la voz de Aitana- pero he aprendido que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea. 

- ¿Por qué?- también la voz de Luis es poco más que un susurro.

- Por que a veces se cumple y es una mierda. 

La idea es suficientemente intrigante como para abandonar su debate interno durante unos instantes. Gira la cabeza hacia ella y se la encuentra mirándole. 

- ¿A qué te refieres?

Se miran y un segundo se encadena con el siguiente hasta que pasa un minuto. Luis llega a creer que Aitana ha olvidado la pregunta. 

- Hay que ser muy específico, si deseas que alguien te bese por ejemplo- aún en la penumbra él puede ver como se muerde el labio- deberías especificar el cuándo y el dónde y también cúanto debe durar, incluso introducir alguna claúsula sobre la falta de remordimientos después de ese beso. 

Luis tiene la tentación de tomarle el pelo por la forma en que lo dice. Tan seria e incluso utilizando términos legales. 

- Pero es muy difícil ser tan específico en lo que tarda en pasar una estrella fugaz- completa ella apartando por fin la mirada- así que es mejor no hacerlo. 

Pestañea sorprendido y también se vuelve la mirada al cielo. Sin poder evitarlo, a tientas busca con su mano la de ella y la cubre. 

Después de unos instantes de duda, Aitana gira la mano y entrelaza los dedos con los de él. 

- No me gusta- la voz de Luis está más ronca de lo que debería y le suena rara a él mismo. 

Aitana no se atreve a mirarle. 

- ¿El qué?

- Eso de no desear, es triste. Aunque después nos llevemos una hostia tremenda, siempre deberíamos desear. 

Así es Luis, piensa ella, kamikaze por naturaleza, Quijote y molino a la vez. 

Están bajo millones de estrellas que se extienden hasta donde la vista. Sería fácil imaginarse que son los dos unicos seres humanos sobre la tierra. 

Así que Aitana espera a la siguiente estrella fugaz y formula su deseo. 

Pero no desea que la bese. Desea, por una vez, ser más parecida a Luis. Ser capaz de lanzarse a tumba abierta sin pensar demasiado en las consecuencias. 

Así que, cuando abre los ojos después de formular su deseo, se imagina que un poder extraño y superior la guía cuando reduce la distancia de apenas veinte centimetros que hay entre ellos. 

Y es ella quien le besa a él. 


CHARCOS DE BARRO (Cong, Febrero 2027)

Lo más prudente, decide Aitana, es quedarse cerca de Innisfree. 

Avisa a Lenora de que va a llevarse a los niños a dar un paseo, aunque solo sea para que Luis no tenga un infarto si no puede localizarlos. 

El universo decide darle un respiro y cuando salen a la calle no está lloviendo. 

- ¿Vamos al parque?- cuando Olivia levanta su mirada verde hacia ella no parece por una vez una anciana en el cuerpo de una niña.

No sabe si podrá cargar con Oscar durante todo el paseo y no hay forma de que averigue como se coloca la mochila con la que vio a Luis con el niño cargado a la espalda.

Al menos no sin quince tutoriales y un par de semanas. 

Pero Olivia llega al rescate con un triciclo que recupera de un cobertizo junto a la vieja iglesia. 

- Era mío cuando era pequeña- informa, solemne de nuevo, como si no fuese casi un bebé ella misma. 

De modo que sienta a Oscar en el triciclo, que tiene un mango con el que empujarlo y se deja guíar por Olivia hasta el parque que no está demasiado lejos. 

Al llegar allí, Aitana observa con desconfianza la tirolina de madera que debe ser la estrella del lugar y calcula las probabilides que aún tiene de devolver a los niños sin un solo rasguño. 

Antes de que Olivia pueda sugerirlo, se adelanta y les propone una visita a los columpios.

Coloca a Oscar en uno de los asientos y el pequeño empieza a gimotear y estira los brazos hacia ella. 

Olivia en cambio se mueve como un  mono para subirse al columpio y se impulsa con la punta de sus botas amarillas.  

- A Oscar no le gustan los columpios. 

Viéndola razonablemente segura, vuelve a coger al más pequeño en brazos y lo mira a los ojos. 

- De acuerdo Mini Cepeda ¿qué hago contigo?- abandona el intento de ponerse seria cuando ve el puchero del niño- Ey! Oscar ¡no, hombre!, que era broma. 

Lo balancea un par de veces sobre su cadera como ha visto hacer en incontables ocasiones a sus tías y a todos su primos con sus hijos. 

Por fin consigue arrancarle una risa y repite el gesto sintiéndose triunfante. 

Descubre sorprendida que no es un sentimiento del todo desconocido, pero no acaba de recordar cuando ha experimentado algo así en las pocas ocasiones en las que ha estado con niños. 

- ¿El tobogán?- pregunta- ¿qué te parece Oli? ¿probamos el tobogán? 

Prueban el tobogán varias veces, hasta que sus vaqueros dejan de ser azul claro y también el barco pirata de madera. Los animales con un muelle son un fracaso pero no así el balancín en el que repiten. 

Por fin el recorrido del parque les vuelve a llegar hasta la tirolina y los tres se miran. 

- ¿Puedo, porfiiiii ?- Olivia parece haber aceptado que Aitana es la figura de autoridad al menos por esa tarde.

La adulta observa con temor la larga cuerda que  cubre unos veinte metros y niega con la cabeza. 

Ni un arañazo, se recuerda. Mucho menos un brazo roto. 

- Mejor no Oli- aprovecha que Oscar empieza a protestar para intentar alejarla de allí. 

La niña, que hasta ese momento había estado ríendo,  frunce el ceño frustrada y se deja caer en la arena del parque. 

-¡Eres un rollo! 

Olivia se asegura de decírselo en castellano y en inglés para que no quede la menor duda de su opinión. 

Oscar percibe el enfado de su hermana y su labio inferior empieza a temblar de nuevo. 

Aitana que ha estado a punto de cantar victoria sabe que puede ser cuestion de segundos que tenga una revolución entre manos y piensa a toda prisa. 

- ¡Charcos!

Olivia tiene sus botas de lluvia amarillas.

Ella lleva unos mocasines que definitivamente no son el mejor calzado para la lluvia. 

Pero cuando ella era pequeña le encantaba saltar en los charcos hasta empaparse toda la ropa. 

La niña no cede, ni se levanta, pero deja de protestar por lo que queda claro que le ha picado el interés. 

- Podemos saltar en los charcos de barro- Aitana intenta comunicar su entusiasmo. 

- ¿Y mojarnos?- no parece fiarse. 

No cree que Luis pueda percibir unos calcetines mojados como una amenaza al bienestar de sus criaturas  y, en cualquier caso, es mejor que la amenaza de motín que ella tiene entre manos. 

-¿Por qué no?

Olivia abre entonces la marcha hacia el paseo de piedra que discurre junto al río y Aitana y Oscar la siguen a toda prisa. 

En el paseo pronto empiezan a aparecer otros elementos que atraen su interes. Los patos, por ejemplo y un par de babosas que a Olivia le dan mucho asco pero que Oscar intenta llevarse a la boca. 

Por fin, pasado un rato, como por arte de magia, aparece el primer charco. 

Olivia mira otra vez a Aitana para asegurarse de que la oferta de empaparse iba en serio. 

Aitana hace lo único que se le ocurre para demostrarle que no habrá enfados. 

Coge carrerilla y salta. Al centro del charco primero y en círculos alrededor despues arruinando por completo sus preciosos mocasines de ante. 

Oscar aplaude y grita encantado y Olivia lanza una carcajada y se une al aplauso. 

Aitana les mira con los tobillos cubiertos de barro y vuelve a sentir la sensación de hace un rato, cuando consiguió que Oscar riese por primera vez. 

Solo que esta vez es capaz de identificarla. 

Es el mismo calor que solía sentir en la boca del estómago cuando conseguía arrancarle una carcajada a Luis. 

La idea la detiene en seco, pero antes de que tenga tiempo de pensar demasiado en las implicaciones, Olivia sale corriendo hacia ella y salta justo a su lado salpicándola de pies a cabeza. 

Oscar reclama su atención a gritos y a Aitana no le queda otro remedio que cogerle en brazos y saltar con él. 

Saltan salpicándose la una a la otra y a Oscar también, saltan entre risas y a pesar de las miradas de desaprobación que reciben de un par de ancianas que pasan por su lado. 

Solo hay algo capaz de cortar en seco sus saltos. 

- ¿Te has vuelto completamente loca?




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