The firstborn | Jujutsu Kais...

By daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XXXI

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By daaisxke

No quería creerlo. Desde luego, nadie en su posición querría creer que las palabras que salían de aquella boca maldita eran verdad. ¿Por qué creerle? Era una maldición, una cosa que disfrutaba engañar y lastimar a los humanos ¿No? ¿Por qué debería creerle que fue capaz de concebir una primogénita y que llegó a amar como cualquier otro humano? No, en realidad, en algún momento fue humano, así que las palabras correctas deberían ser; ¿Por qué debería creerle que fue capaz de volver a sentirse humano? ¿Qué es lo que ella había despertado en él para que volviera a sentirse de esa manera?

Yūji no podía digerirlo con facilidad, saber que los hechiceros iban tras ella, y sentir esa molesta sensación de que debía intervenir; la confusión y el sentimiento indeciso de debate lo carcomía de pies a cabeza.

— ¿Te sientes mejor? —preguntó Nobara, dejando un café en frente de Yūji, justo en aquella mesa redonda del café en medio de la calle.

— Uh... Algo —respondió, dando un sorbo del cálido líquido mientras observaba como llegaba Megumi con algunos pasteles en mano—. Sinceramente nunca había sufrido un ataque de pánico, no creí que fuera tan terrible —aunque "un ataque de pánico" era simplemente para encubrir el hecho de que de cierta manera se encontraba conectado con la primogénita de Sukuna, y podía sentir la manera en la que ella se sentía en determinadas ocasiones, no sabía si podía sentir cualquier dolor, o eran cosas precisas.

— Los ataques de pánico no son frecuentes, la mayoría de personas sufre al menos tres a lo largo de su vida... No te sientas presionado pensando en cómo pudo ocurrir, porque simplemente ocurre, sin previo aviso ni razón alguna... No lo pienses demasiado —comentó Megumi, tratando de darle algo de calma mientras dejaba el pequeño pastel de fresas y crema con un bizcochuelo de vainilla frente al pelirosa-palo.

— Sí... Creo que tal vez... El estrés de todo lo que ha ocurrido repentinamente en mi vida se acumuló y simplemente... Ya no di más —respondió este, con su mirada baja en el café, en la cuchara revolviendo el café, mientras Nobara y Megumi se miraban entre sí indecisos de lo que podían decir.

Desde dicha noche en la cual el muchacho llegó destrozado a rastras a la habitación de Nobara, Yūji se vio con notorias ojeras, una mirada caída y cansada. Sus ánimos no se encontraban como usualmente solía ser, animado y tenaz. Pero Nobara y Megumi no sabían exactamente como ayudarlo más que... Mimarlo y pasar tiempo con él. Su compañía era más que suficiente; Yūji lo valoraba, pero no podía quitarse de la cabeza los tormentosos pensamientos de la dura realidad que lo golpeó repentinamente: Ryōmen Sukuna tiene una primogénita.

— Iremos con Megumi de compras ¿Nos acompañarás? —preguntó la castaña, mientras el nombrado se levantaba, colocándose un chaquetón de cuero y soltando un suspiro.

— Me quedaré en el café... Tal vez vaya a dar una vuelta —fue Yūji, y Nobara solo asintió a sus palabras.

El chico quería su espacio, y ellos lo comprenderían.

— No te alejes demasiado, y llámanos inmediatamente si algo ocurre —aclaró, mientras su mano sacudía molestamente su rosa cabellera, notando como una tenue sonrisa se esbozaba en su rostro y sus mejillas tomaban color.

Nobara sonrió, saliendo del local con Megumi, y alejándose cada vez más del muchacho, quien los veía largarse a través de los ventanales de la tienda, silencioso y en calma tortuosa.
Soltó un suspiro, hincó su codo izquierdo en la mesa, y luego pasó su mano izquierda por su nuca, a la vez que cerraba sus ojos y tomaba una bocanada de aire.

Sukuna estaba demasiado callado, y dado a las circunstancias, aquello lo estaba haciendo perder la paciencia y cordura.

Pero antes de que las palabras lograran salir de su boca en llamado a la maldición, una desagradable presión se sintió en el pecho, mientras un cosquilleo lo recorría de pies a cabeza causando que sus extremidades temblaran.

— ¡Yūji! —gritó la boca que se asomó en su mejilla, a la vez que sentía esa corriente eléctrica por toda la espina dorsal, dándole la clara alerta de que algo estaba ocurriendo.

— ¡Demonios ya lo se! —respondió él, levantándose de golpe, dejando unos cuantos billetes sobre el mesón, y salió de la tienda corriendo como si su vida dependiera de ello.

¿¡Dónde está!? Se preguntó, nuevamente esa sensación. Era impredecible, a veces ocurría, a veces no, la conexión parecía ser débil, pero aun así se sentía devastador. Estaba comenzando a reconocer y diferenciar las situaciones en las cuales se sentía así, podía diferenciar cuando trataba de su dolor propio, y cuando trataba de ella.

En esa instancia, no tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo, lo único que tenía claro era que el dolor era de ella, una sensación de pavor. Pero si trataba de dolor, Yūji podía seguir de pie sin problema con tal de encontrarla.

Solo era eso, un dolor que te hacía temblar las extremidades, pero su cuerpo se encontraba... Bien, sin heridas, nada de gravedad, y si sus piernas no le fallaban estúpidamente, entonces continuaría corriendo entre las personas de las concurridas calles de Tokio con tal de encontrarla.

Sin previo aviso, sin la menor idea de que ocurriría, con su mirada fija en aquellos pequeños que poco a poco parecían desvanecerse, una sensación de pánico la invadió por completo. El terror nacía en el centro de su pecho, y se extendía por cada centímetro de su cuerpo, en cada latido taquicárdico.

Trataba de ese miedo arrollador, ese miedo como en el segundo después de dar el frenazo para evitar chocar contra el carro que se creía el dueño de la autopista. O cuando accidentalmente tus ojos no daban más y se cerraban en medio de la conducción, pasando a la otra vía y sintiendo el bocinado del camión que venía frente a ti, y corres el carro con el corazón en la boca lleno de adrenalina. O cuando tomas tu primer vuelo en avión y a través de las bocinas se escucha "Pasaremos por zona de turbulencias"

Es esa clase de miedo, en la cual solo puedes seguir manejando con cuidado luego de frenar de golpe, o comprarte un café a la pasada para no volver a dormirte al manubrio. Pero incluso siguiendo adelante, no te puedes tranquilizar. No hay café, y no hay cinturón de seguridad.
Era esa clase de miedo la que la hizo parar de golpe... Solo que el miedo no terminaba, seguía allí, iba creciendo más rápido de lo que ella esperaba. Ni siquiera sabía de qué tenía miedo; estaba en un parque infantil, podía ver a los pequeños con sus padres ¿De qué carajos iba a tener miedo? ¿De un recuerdo que ocurrió hace cientos de años?

Tiene miedo. Empieza a temblar como si tuviera cuarenta grados de fiebre. Un tiritón violento, como si estuviera en medio de la Antártida sin protección alguna. Sentía un calor sofocante, como si una fina capa de algún líquido le envolviera todo el tórax, desde los hombros hasta la mitad de la espalda, lo mismo hacia adelante.
Intenta dar unos pasos con ese temblor violento. Le fallan las rodillas y cae al suelo. Se da cuenta de que su corazón va a mil por hora, que puede sentirlo latir en cada una de las arterias de su cuerpo. Trata de respirar profundamente, pero sus pulmones deciden que ellos van a seguir el ritmo que se les venga en gana. Su respiración parecía ir tomada de la mano con su violento temblor, mientras notaba de manera sofocante como llamaba la atención a su alrededor, pero nadie hacía nada.

Todos estaban confusos.

En aquel momento comenzaba a sentirse estúpida, una vez más. ¿De qué tenía miedo? ¿Por qué debía tener miedo? ¿Por qué tenía que reaccionar de aquella forma ante un recuerdo?
Los pensamientos en su cabeza comenzaban a jugar ping-pong a la velocidad de la luz, tanto así que se volvía mareador, sus ojos tiritaban sin encontrar un lugar fijo en donde mirar.

¿Voy a morir? Si, vas a morir. ¿De qué tienes miedo, de que de la nada se caiga un árbol? No, se ven lo suficientemente firmes en la tierra. ¿De qué los pequeños se transformen en pequeños zombies y te desgarren la carne? No, imposible, no puede suceder. ¿Dónde está Hitsumi? Tal vez esté asustada... Mierda, Takeshi me va a matar. ¿¡Cuanto tiempo dura esto!?

Allí se da cuenta de que, los cinco segundos en los cuales había sentido todas aquellas desagradables sensaciones, parecieron en realidad volverse cinco horas, o cinco siglos.
Allí es cuando se da cuenta de que, pensarlo tanto provocaba que su corazón, que le iba de prisa, duplica su velocidad, y su respiración se volvía cada vez más agitada y complicada, al punto en que no se podía llamar respiración, pues no lograba sentir el aire pasar por sus fosas nasales, o por su boca.

Hace un esfuerzo por mover su brazo, intenta levantarlo para llamar a la pelinegra que jugaba con los demás pequeños en los juegos infantiles, pero su brazo no se siente como suyo... El aire se siente sobrecargado, provocando que su brazo extendido pesara y se levantara con dificultad, como cuando intentas golpear a alguien en un sueño, o correr en este mismo.

— ¡Yashiro-san! ¿¡Se encuentra bien!? —fue la voz de la pequeña que corrió hacia ella. Había girado por solo un segundo para ver a la mayor, y la vió totalmente devastada en el suelo—. ¡Yashiro-san! —exclamó, se apoyó de rodillas en la superficie rugosa, apoyando ambas manos pequeñas en los hombros de la muchacha.

Su rostro pálido refleja terror en el rostro de la menor. Los carnosos labios de la castaña se encontraban temblorosos, sus ojos húmedos; llorosos, su esclerótica rojiza llena de ardor. Y repentinamente, un golpe de información llegó directo a la consciencia de Yashiro: Eres mitad maldición, un ataque de pánico no puede matarte... Pero ¡Mierda! ¡Sigues siendo en cierta parte humana! ¡Puedes sentir el dolor como cualquier otro humano! Claro, no puedes morir por un ataque de pánico, pero si te puede hacer sentir como la mierda de una manera E-T-E-R-N-A.

Ahora, el pánico se volvió aún más aterrador. Tal vez exageraba, pero el corazón le iba como mínimo a doscientos latidos por minuto. Necesita respirar más rápido, se siente ahogada, está dispuesta a respirar más rápido de lo que su diafragma le permite, y siente cosquilleo en las mejillas y en el resto de sus articulaciones.

— Yashiro-san, Takeshi también ha tenido ataques de pánico... Cuente del uno al cinco, si se equivoca, empiece nuevamente —habló ella, esta vez, su tono de voz seguía teñido de miedo, pero intentaba hablar un poco más bajo, intentando tranquilizarla.

Un puño de acero le retuerce el estómago, empieza a tener náuseas. Siente un peso extravagante justo encima de su esternón. Quiere gritar, de verdad quiere gritar, con todas sus fuerzas, como las voces de su cabeza, pero no puede. Su cabeza se agacha hasta la superficie, apoyando la frente en el suelo; mala idea. Su respiraciones inhalan el polvo del suelo y la situación se vuelve peor.

Llama a Ruther. Dice, pero ¿Cómo llamarlo? No podía hacerlo, no sabía como hacerlo, su situación nublaba sus pensamientos y sus acciones.

— ¡Llamen a una ambulancia! —dice la voz lejana de una mujer, mientras los padres se amontonaban a su alrededor. Pésima idea.

— Si se amontonan ella se sentirá peor... —comentó Hitsumi, pero su tono de voz era bajo, tímido, los adultos no la escucharon.

No estás muriendo. No puedes morir. No necesitas que llamen a una ambulancia. Necesitas que se alejen de ti. Escuchen a Hitsumi. Pensó, la voz de su mente parecía tener un eco que le causaba dolores irritantes en los tímpanos de sus oídos.

— U-Uno... —habló la castaña, su voz temblorosa, sus manos sujetaban las pequeñas manos de la pelinegra que la escuchó con claridad—, d-dos, t-tres... —continuo, pero su garganta se sentía seca, sentía un nudo, como si se cerrara y la asfixiara—, c-cinco... —mierda. Pensó, apretó las manos de la menor, y empezó de nuevo—. U-Uno...

Yūji estaba allí.

Logró sentir su presencia cada vez más cerca. Logró sentir ese pánico, pero no era tan fuerte y doloroso como ella, que se encontraba arrodillada en el suelo sintiendo como si estuviera a punto de morir.
El rostro de Yūji se tiñó de terror, sus ojos denotaron preocupación y sus manos temblaron. Su cuerpo reaccionó antes de pensarlo, y corrió hacia el grupo de adultos que la rodeaban, como si el disparo que indicaba el inicio de una carrera en las olimpiadas hubiera retumbado en su oído.

— ¡Permiso! —alzó, pasando con brusquedad entre las personas que se apartaron a trompicones hacia los lados, dejando que aquel peli-rosa palo se infiltrara en la escena—. O-Oi, intenta respirar...

Era absurdo. Yūji tal vez sintió ese pánico, no al nivel en el cual Yashiro se encontraba, pero lo suficiente para saber que las palabras no iban a ayudar en nada. Cuando te encuentras en ese estado tan deplorable en el que crees que vas a morir, pero la espera a la muerte es eterna, solo te queda intentar tranquilizarte por tu cuenta, hallar la manera de respirar a un nivel moderado.

— Cuenta del uno al diez —dijo esta vez el peli-rosa palo, mientras se colocaba de rodillas, y la atraía hacia él en un abrazo tembloroso, como si tuviera miedo de tocarla y que esta se rompiera en pedacitos—. Cuenta conmigo.

Yashiro no reconocía aquella figura que le hablaba, las lágrimas que rebalsaban sus ojos no le permitían mirar con claridad lo que estaba sucediendo a su alrededor. Pero sintió su tacto al momento de ser abrazada. Su tacto le llegó como si estuviera amortiguado, ¿El tacto se puede amortiguar? No importa en realidad, porque al fin y al cabo era desagradable. Le hacía sentir mal pensar en que, en ese estado en el cual solo necesitaba a alguien más para sentirse mejor, el tacto del desconocido que buscaba ayudarla no era reconfortante.

— Yashiro...

¿Por qué sabe su nombre? No, eso tampoco importa en ese momento. Ella también se aferró a él, sus manos temblorosas se cerraban en puños estrujando la tela de la campera verde musgo que el chico llevaba.

— Cuenta conmigo —repitió, y la castaña hizo un esfuerzo por asentir—. Uno.

— U-Uno... —repitió ella, pero ¿Y si le contagia su ansiedad? ¿Y si le contagia el ataque de pánico? Yashiro sabía más que nadie lo que era pasar por esa situación, y por ello mismo no quería que NADIE pasase por lo que ella pasaba.

— Dos.

— D-Dos...

— Tres —lo estás haciendo bien. Pensó Yūji, apoyando su mentón en la cabeza de la muchacha, con delicadeza, aun sosteniendo su cuerpo tembloroso.

— T-Tres...

— Cuatro.

— C-Cuatro...

— Cinco.

— C-Cinco... —se comenzaba a sentir más tranquila.

Los pensamientos que le inundaban la cabeza poco a poco se iban disolviendo. El eco era menos provocando que el dolor de sus tímpanos también disminuyera.

— ¿Te sientes mejor? —preguntó, luego de que lograran contar hasta el número diez sin equivocarse. Yashiro asintió débilmente—. Dime que puedo hacer por ti.

No responde. Ni siquiera sabe lo que puede hacer ella para ayudarse a sí misma. Alza la mirada de la superficie hacia el frente, encontrándose con la afligida expresión de la pelinegra de corta edad. Miraba esos oscuros ojos ligeramente enrojecidos, seguramente la hizo entrar en temor ante esta situación tan deplorable. Pero... Se veía lejana y a la vez cerca, como si estuviera a cien mil años luz, pero a su vez a tan solo centímetros de su rostro.

¿Y si cierro los ojos y muero? Pensó, nuevamente una sacudida violenta la envolvió, pero el firme abrazo de aquel desconocido, por alguna razón, la tranquilizo, y sus párpados comenzaban a pesar. Su corazón seguía latiendo rápido, pero iba disminuyendo a la normalidad lentamente, al igual que su respiración se relajaba.

Sintió el cálido tacto de la pequeña mano de la pelinegra, pero estaba vez no se sintió desagradable, sino que reconfortante. Y finalmente, sus ojos se cerraron concentrándose en su respiración levemente agitada, mientras la sirena de las ambulancias se escuchaba de fondo.

















🚨
Nunca he sufrido un ataque de pánico, así que escribir este capítulo fue realmente difícil, pero gracias a testimonios y experiencias de conocidos logré formar algo 🤸🏻‍♀️

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