La médium del periódico #1: T...

By DanielaCriadoNavarro

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🔞ATENCIÓN, ESTA NOVELA ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA. 🔞 Pensaba que mi día a día era agitado porque recorría... More

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA.
1- El fantasma de Ana Bolena.
2- Espía a las órdenes del Secret Intelligence Service.
3- Barbie Lady Danielle and The Ghost.
4- ¡Sexo, mentiras y Nostradamus!
5- El desnudo de lady Danielle.
6- ¿Y si nos enrollamos, Ms. Williams?
7- Y mi amante me rescata... por los pelos...
8- Veneno, incesto y sexo: Lucrecia Borgia.
9- ¡Van a matar a Nathan!
10-Los poderes de la naturaleza.
11- ¿El sexo y un fantasma terrorífico son compatibles?
13-La muerte de Noah Stone.
14- Los tiburones blancos de Sudáfrica.
15- Los topos del MI6.
16-Vivir peligrosamente.
17- Pensando en Lucifer.
18- Con faldas, Cleopatra y a lo loco.
19-Doscientas leguas de viaje submarino con mi capitán mafioso.
20-Novia a la fuga.
21- Lo que la verdad esconde.
22- Misión imposible.
23- El libro de la selva.
24- Un baño de realidad.
25- Alta Traición.
26- Las cincuenta sombras del mafioso.
27- Dominatrix.
28- El mafioso y el sexo.
29- La jaula de las ratas.
30- La venganza.
31- CAPÍTULO FINAL: ¿Quieres saber quién soy de verdad?
EPÍLOGO: Lucifer.
Éxito de Wattpad WEBTOON Studios.
NOVELAS DE LA SAGA LA MÉDIUM DEL PERIÓDICO.
AUDIOLIBRO DE ESTA HISTORIA.
BANDA SONORA DE LA NOVELA.
¿Tenéis curiosidad acerca de la abuela de Danielle?
Danielle forma parte del Escuadrón de Héroes.
Te dejo un dibujo de Danielle.

12- La persecución de Brujas.

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By DanielaCriadoNavarro

Los ojos penetrantes de Willem Van de Walle me provocan escozor en los senos. Es normal que atraigan la atención, pues desbordan el corsé de la diseñadora Stella McCartney. La mirada se ha quedado prendida en ellos y me acaricia la piel, creo que ni con una puerta de acero de por medio podría evitarla. Sería capaz de traspasarla con su visión de rayos X igual que Superman.

     Se supone que la profesión de marchante de arte lo convierte en un ser incisivo. Y más en su caso, ya que se dedica también a reproducir las obras de pintores flamencos de renombre. En situación normal me sentiría halagada porque es un hombre que ronda la treintena, muy guapo, atlético, alto como la mayoría de los belgas, de pelo rubio oscuro y de ojos azules. Stone y yo no estábamos seguros de cuál era su inclinación sexual, así que nos hemos vestido los dos muy sensuales.

     Después de ducharnos juntos he ayudado a Noah a prenderse la camisa negra de Dior que ahora lleva puesta y le he dejado sin abrochar los últimos botones. Los músculos se le marcan de una manera que me dan ganas de regresar al hotel, de tirarlo sobre el lecho de nuevo y de hacerle el amor con frenesí.

     Me esfuerzo para quitarle la vista de encima y dedicarle por entero mi atención a Van de Walle. Para lograrlo me concentro, primero, en la reproducción de Circe y los compañeros de Ulises, el cuadro de Stradanus —un pintor nacido en Brujas— que cuelga detrás del comerciante. Muchos piensan que es italiano porque engendró El laboratorio del alquimista en el Studiolo  de Francisco I y también trabajó durante años en Florencia, en la corte de los Médicis.

—Sería importantísimo para mí que me consiga originales de la Escuela Flamenca de Pintura. —Me le acerco tanto que le coloco los senos casi debajo de la nariz: él está sentado detrás del escritorio, yo delante y Stone escruta las cámaras de seguridad con la excusa de analizar los retratos—. En Londres lo he intentado todo, pero no he podido hacerme con alguno de ellos, siempre se me adelantan... Pagaría lo que fuese...

     Y mientras le musito este pedido aleteo las pestañas con coquetería. Quizá lo tiente mi sugerencia velada, ya sabéis, intercambio de favores sexuales por cuadros. Lo cierto es que he impresionado a de Walle al llegar en mi Aston Martin así que sabe que el dinero no me falta. Es normal que alucinara porque aquí no pueden entrar los vehículos e hice que el mío acelerase y derrapara al aparcar con la habilidad propia de una experta.

     Os preguntaréis cómo me han enredado otra vez en una misión para el MI6. Con la finalidad de concluirla de modo exitoso hoy estoy aquí, en Brujas, una de las Venecias del Norte cuyo nombre —Brugge— significa puentes. Sé que he prometido no volver a intervenir y es comprensible que os lo preguntéis, también me gustaría saber la respuesta. Supongo que el subidón de adrenalina resulta adictivo.

     No hay otra explicación. Porque ponerme del lado de las niñerías de los que mandan a los servicios de inteligencia, aunque sea el de mi país de origen, va en contra de mis principios. Acostumbran a recrear sus juegos de mesa favoritos —tipo Risk— y se olvidan de que afectan nuestra vida real. Siempre repiten la misma tontería y tropiezan con la misma piedra: ponen a un dictador, lo arman y lo llenan de dinero, el dictador se crece, arman a los rebeldes y llenan de dinero a la oposición, cambian de dictador, se vuelve a crecer y así hasta el infinito.

     O se les ocurre la peregrina idea de construir un oleoducto que pase por una zona conflictiva —cuyo parche hicieron ellos mismos décadas antes, separando y juntando nacionalidades y etnias diversas— y empiezan a mover ficha. Después intentan cambiar el planisferio, se inventan una guerra y la pierden. Dicen que no, que la han ganado, pero tienen que salir a las corridas antes de pasar más vergüenza. Aunque sí es cierto que ganan económicamente porque son los mayores proveedores de armamento, de seguridad y de tecnología. Y después de un conflicto siempre viene la reconstrucción, de la cual se aprovechan. Mientras tanto mueren civiles, mueren los peones de los distintos países, se enquista el odio. ¡Hombres, qué aburridos y qué predecibles son! La simple realidad es que no mandan los gobiernos, sino las mafias, las multinacionales y los miembros del Club Bilderberg[*], todo candidato a la presidencia primero pasa revista por allí.

     Claro que, en lo que me concierne, no consiento que el machismo me atropelle sin pelear hasta morir. Me enfrento a quien sea, Stone lo comprobó en primera persona.

—Tenemos que turnarnos con el coche —me ordenó al salir de Galicia.

—Perfecto. —Le sonreí con dulzura—. ¿Dónde quieres que te deje? Así nos encontramos en Orange. A Aston solo lo conduzco yo, no importa cuántos kilómetros deba recorrer.

—¡Qué tontería! Somos dos, podemos turnarnos. —Me acarició el brazo y la piel volvió a pedirme sus caricias—. A la mayoría de las mujeres no les gusta conducir en ruta.

—Aston es mi amante preferido y no se lo prestaría a nadie. ¡Y me encanta conducir! —Mi risa era irónica—. Elige pronto si sigues o te dejo por el camino.

—Entonces haremos paradas cada tres horas y beberemos algo. —Frunció el ceño.

—¡Bien, Dan! —gritó Anthony desde el asiento de atrás.

     Papá se empeñó en viajar con nosotros, no sé si porque desconfía de Noah o por algo en especial que solo él sabe, ya que cuando me recreo con los hombres jamás suele aparecerse de esta forma. Cierto es que de ordinario yo me dedico a hacer el amor y no a ejercer de espía.

—¡Buen intento! —Le efectué un guiño a daddy  por el retrovisor—. Creo que tendría que aprovechar el recorrido para decidir a quién entrevistar en Brujas.

—Se intenta, es un cochazo —se disculpó Stone, pensaba que hablaba con él—. Es una buena idea lo de la entrevista. Así nuestro viaje resulta más verosímil.

—Echaré una ojeada para ver con quién me encuentro por allí —se despidió Anthony y respondió a mi guiño con otro mientras se esfumaba.

—¡Adiós, papá! —exclamé, sin dejar de prestar atención a la ruta.

—¿Papá? —Stone se desconcertó—. No soy tan mayor.

—Tenemos un par de opciones, Dan —me comunicó Anthony segundos después mientras aparecía solo la cabeza—. Pero me temo que son hombres.

—¡Otra excepción! —me quejé, atenta al tráfico.

—Sé que soy mayor que tú —enfatizó Noah, serio—. Pero tampoco son tantos años, sir Nathan es más viejo que yo... Y piensa que a veces las excepciones son más interesantes que la propia regla.

—Sí, mi querida Dany, pero es lo que hay. —La sonrisa de Anthony era enorme, tanto que daba la sensación de que los extremos de la boca se le juntaban detrás de la testa; materializó el resto del cuerpo y le echó un vistazo irónico a Noah—. Vamos a la inversa de lo que acostumbramos. Primero fijamos el sitio y a continuación buscamos a los fantasmas.

—¿Y son interesantes? —Debían serlo para que llamasen la atención de mi jefe—. Espero que sí, de lo contrario será un aburrimiento total.

—Piensa que los mayores somos más interesantes que los jóvenes, a ellos les falta experiencia —razonó Noah, preocupado, lo dejé seguir porque la confusión era muy divertida—. Les falta recorrer mucho mundo...

—Richard III y William Caxton —recalcó Anthony, contento como un par de castañuelas—. ¡Son muy interesantes! Aunque Will solo está medio año en Brujas, el resto lo pasa en Londres. Recorre Europa para controlar los títulos nuevos que publican las editoriales. Richard no, no quiere ni escuchar hablar de Gran Bretaña. Y menos desde que encontraron su esqueleto debajo del estacionamiento de Leicester. Se siente humillado de haber caído tan bajo.

—¡Perfecto! —exclamé, encantada—. ¡Son más que interesantes!

—¿Los jóvenes o los mayores? —me preguntó Stone, intranquilo.

—Richard Plantagenet y William Caxton. —Me costó contener las carcajadas.

—No tengo el gusto de conocerlos, ¿son británicos? —Se hallaba muy serio.

—Británicos hasta la médula. —Las casas de piedra con hórreos quedaban atrás a medida que mi coche devoraba los kilómetros y se esfumaba el aroma de los árboles autóctonos gallegos, como robles, tejos, alcornoques.

—Reconozco que tenemos una lista, el MI6  necesitaba saber todos los detalles acerca de tu vida y con quién te relacionabas, pero estos dos nombres no nos constan.

—Me imagino, ¡llevan siglos muertos! —Y al fin reí—. Anthony me acaba de decir que en Brujas puedo entrevistar al rey Richard III y a William Caxton. ¿No sabes quiénes son?

—Dos tíos que han causado que haga el ridículo —se lamentó, ¿sonrojándose?: qué curioso, ¿los espías se ponen colorados?

—No te preocupes, ha sido muy entretenido. —Le acaricié la musculosa pierna—. Te cuento: William Caxton fue el que imprimió el primer libro en inglés, en Brujas, Recuyell of the Historyes of Troyes. Lo tradujo él mismo del francés.

—¡Ah! —Los colores no le bajaban.

—Y Richard III es el rey sobre el que Shakespeare basó su obra The Life and Death of King Richard III, una de sus tragedias. —Noah no parecía tan entusiasmado como Nathan cuando yo empezaba con uno de mis discursos sobre acontecimientos históricos—. Hizo que llevaran al rey Edward V y al hermano, sus sobrinos, a la Torre de Londres. La familia materna de los pequeños había planeado matarlo porque él era el Protector del rey y este fue el castigo por el complot. Nunca se volvió a saber nada de ellos. Siempre se dijo que Richard los mató o que los mandó matar... Solo para reinar un par de años y dar paso a los Tudor.

—¡Ah! —Stone se distrajo al observarme los muslos: se me había subido la corta falda al cambiar las marchas.

—¿Nunca has leído esta obra de Shakespeare? —le pregunté, intrigada.

—No. —Efectuó una mueca de desagrado—. Pero me obligaron a leer Macbeth  en el instituto. Me imagino que eso cuenta.

—En la obra sobre Richard III no hay brujas, sino fantasmas —comparé, pletórica—. Todos los fantasmas de las personas con las que él se comportó de una manera perversa. Se le aparecen y lo vuelven loco poco antes de morir.

—No lo dudo. —Puso los ojos en blanco—. Sé lo que es.

—¡Cierto! —Lancé una carcajada y el movimiento hizo que quedara visible la parte del pubis de mi bodie  de encaje de Sarrieri: Noah no despegaba la mirada de las transparencias, más fascinado que con los datos que le proporcionaba —. En dos mil doce hallaron unos restos que parecían ser los suyos por las heridas de espada, por el sitio en el que lo encontraron, un estacionamiento de Leicester, y porque tenía un hombro más alto que el otro. Los estudios de ADN confirmaron que era él... Aunque también quedó en evidencia que alguna de las esposas le fue infiel al marido. Podría afectar, incluso, la legitimidad de los Windsor.

—La ropa interior te queda muy sexy —me elogió Noah con los ojos brillantes—. Aparca entre aquellos pinos, no se ve a nadie por allí.

     Pensándolo bien, quizá no sea la adrenalina la que me empuja a llevar a cabo este cometido con Stone. Creo que me he dejado enredar en esta telaraña para proteger a Nathan, al cerrar el triángulo formado por Lyon Systems —la empresa responsable del secuestro de los periodistas de The Times—, la filial de Brooklyn que retenía a mi jefe y esta galería de arte de Brujas.

     Mr. Smith destacó la importancia de la misión en nuestro encuentro de Orange. No tenía mucha lógica nuestro paso por allí —con toda la tecnología de la que disponen—, pues las comunicaciones y las guerras cotidianas se libran en los ordenadores y en otros dispositivos electrónicos. Pero sí tenía sentido: el jefe de Operaciones me quería dar un nuevo rapapolvo. Me dejó muy claro que debía ceñirme a las instrucciones y a Noah le dio órdenes de no dejarme sola ni un segundo porque, según él, era cuando la liaba. No le aclaré que delante de Stone también solía hacerlo mientras él se dedicaba a aplaudirme. ¿Para qué entrar en minucias?

—Sois una pareja de vacaciones en Brujas, comportaos como tal haciendo turismo y carantoñas. —¡Vaya lenguaje más anticuado!—. Usted, lady Danielle, usará su nombre verdadero. Os alojareis en una suite del Duke's Palace Hotel. ¡Y mucho cuidado! Al piso franco solo iréis en caso de que la misión fracase. Tenéis que entrar en la galería de Willem Van de Walle y comprobar si es cierto que las armas están allí.

—¿No es más fácil que lo constatéis con vuestras máquinas? —inquirí, curiosa.

     También podría preguntárselo a mis amigos. Sería mucho más sencillo, aunque le quitaría emoción a la aventura.

—Lo hemos intentado. —El gesto indicaba que ya lo habían probado todo y que yo era la última opción, supongo que piden mi ayuda cuando algo es imposible—. Y no hemos encontrado nada, pero tiene que ser allí. Necesitamos pruebas, no nos sirven las sospechas ni los indicios. Utilizan la galería como base y hacen los envíos a través del Puerto de Ostende, a veinte minutos de Brujas. Se supone que envían obras de arte a muchos países, pero en los contenedores y en las cajas tienen que ir las armas. No sabemos cómo, todo es una gran incógnita.

—Ya. —Imité a Noah—. Hay que terminar con la competencia. —Esbocé un gesto burlón.

     Operaciones me observó muy serio, pero solo recalcó:

—Dejaréis Francia y primero pasaréis por Múnich, donde al agente Stone lo espera un encargo. De ahí vais hasta Brujas. ¡Esta es la ruta y no se hable más!

     La orden me encantó, pues las autopistas alemanas son mis preferidas e iba a coger una de ellas durante parte del trayecto. Antes de llegar a Orange hice la travesía por la A 1 con mi Aston Martin, pero desde Múnich hasta Brujas cogí la Autobahnen A 3  y pisé el acelerador a fondo. ¡Aleluya!

—¿No te parece que vas un poco rápido? —Stone, pálido, señalaba el tablero de Aston.

—No, solo vamos a doscientos ochenta kilómetros por hora —me burlé, concentrada en la autopista—. Da más, pero no quiero forzarlo. Aún es nuevo.

—El resto de los coches dan la sensación de estar aparcados. —Dudó, su rostro se ponía verde—. ¿No puedes ir más lento?

—¿Eres espía o qué? —le pregunté, fastidiada.

—Por eso mismo. —Le costaba pronunciar las palabras—. No tengo problemas con morir en medio de una misión peligrosa, pero esto no incluye incrustarme contra otro vehículo o contra una señal de tráfico haciendo el tonto por una autopista.

     ¡Vaya pelmazo! Nat solía gritar: «¡Yuuupi!» Y gozaba tanto como yo con la velocidad. No lo miré, estaba concentrada en la autobahnen  alemana, una obra magistral de ingeniería.

—Para que te quedes tranquilo —le informé, al fin, quería hacerlo padecer un poco más por romper la perfección del momento—, me enseñó a conducir a esta velocidad Lewis Mansell en su Fórmula Uno. Me dejaba el coche y me daba instrucciones por el pinganillo. Aston es mucho más sencillo. ¡Cálmate y disfruta!

—¿El campeón actual de Fórmula 1? —preguntó, incrédulo—. ¿El Lewis Mansell tres veces ganador del campeonato mundial?

—El mismo, no conozco a otro, siempre me rodeo de ganadores. —Aunque le contestaba no perdía la concentración—. Seguro que está en la lista del MI6  de la que me hablabas, salimos juntos durante dos años.

—No, no nos consta —negó con voz más sosegada.

—¡Pues entonces cállate! Y, dicho sea de paso, muy mal por vuestra parte. Nathan es el director de un periódico y sí lo sabía.

     Me hallo un poco dispersa. Se supone que, en lugar de pensar en bólidos, en amantes y en autopistas, debo utilizar mis encantos para seducir a Van de Walle y que Noah vaya al interior del local a revisarlo.

—¿Sería mucho atrevimiento por mi parte invitarlo a beber una copa de vino y así hablamos de Stradanus, de El Bosco  y de muchos más?

—Ningún atrevimiento, lady Danielle. —Me acaricia con una mirada de deseo—. Aunque prefiero la cerveza. Cierro en un momento y nos vamos los tres.

—Los dos. —Lo cojo del brazo cuando él se me aproxima—. Mi amigo tiene que ir a hacer algunos recados y no deseo estar sola.

     Mientras caminamos codo con codo hacia un conocido bar, analizo las callecitas y los edificios románicos y góticos, que equivalen al paraíso para mí. Ya he estado en varias oportunidades, pero nunca me canso, pues Brujas se quedó detenida en el medioevo. Creo que nos sentamos en el bar de la película In Bruge, porque aprecio el campanario desde la misma perspectiva.

     No sé si habéis visto este filme con el que Colin Farrel ganó un premio Globo de Oro al mejor actor y McDonagh —que, además, lo dirigió— uno de nuestros Bafta  al mejor guion. Deberíais verlo si queréis recrearos con la belleza de la ciudad. Es ese tipo de obras británicas lentas al principio —divertida más adelante—, que desembocan en un final surrealista que no cuento para no caer en el spoiler. Dos sicarios se esconden en Brujas después de que el más joven, Farrell, mata por error a un niño. Esperan a que el jefe se comunique con ellos y la trama poco a poco se enreda.

     No me puedo contener y le pregunto a Willem —ha insistido en que lo llame así—, mientras estamos sentados en la terraza con dos cervezas:

—¿Es este el bar donde se filmó la película In Bruge?

—En efecto —me informa con tono seductor; tengo que reconocer que es muy atractivo, en circunstancias normales lo reclutaría para rollo de una noche—, la Plaza del Mercado es un personaje más, aparece todo el tiempo, al igual que la Torre del Campanario Belfort. No sé si sabes que la parte más antigua del campanario es del año mil doscientos cuarenta... Solo deseo que seas feliz aquí en Brujas y que la recorras de punta a punta. Me encantaría enseñarte mi ciudad...

—¡Ay, la Historia, mi debilidad! —Le clavo la vista y le insinúo un millón de posibilidades.

—¿Te gustaría que te pida algún plato típico de aquí? Carbonara flamenca o salchichas con puré de patatas, por ejemplo. —Y al pronunciar la palabra «salchichas» me seduce con la mirada.

—Lo siento, soy vegetariana. Las cervezas y las patatas por mí están bien.

     Durante dos horas hablamos de sexo, de los edificios antiguos de Brujas, de relaciones sexuales sin compromiso, del Museo Groeninge, de ménages à trois, de quintetos y de orgías, del Bosco, de sadomasoquismo y de bondage, de René Magritte, de Jan Van Eyck y de muchos otros pintores cuyas obras están allí expuestas. Stone aparece justo cuando estoy a punto de ir a la casa de Van de Walle porque no sé cómo estirar más los minutos. El marchante se ve obligado a dejarnos, no sin antes echarle a Noah una mirada de rabia.

—¿Y? No me tengas en ascuas. ¿Has encontrado algo? —le pregunto, impaciente.

—Nada de nada. —Frunce el ceño—. Solo obras de arte y revistas y videos pornográficos.

—Pues nada, entonces. —¡Qué fastidio!—. O seguimos mis métodos no tradicionales y a la porra Operaciones o me acuesto con de Walle y le extraigo una confesión, tú eliges.

—Es hora de que tus amigos fantasmas entren en acción. —Stone mueve la cabeza de arriba abajo—. ¡Te apoyo!

El tiempo escapa mientras Anthony y yo hacemos los arreglos, paso a paso igual que siempre. En esta oportunidad debemos vestirnos de negro. ¿De qué película o de qué serie será? Dudo. ¿Quizá de La trampa, el filme interpretado por Catherine Z. Jones y por Sean Connery? Sé que le apasiona, la hemos visto juntos decenas de veces.

—Me has pillado, pero no te preocupes —me alienta daddy  después de leerme los pensamientos—, yo te guiaré. Nosotros te protegemos, nada te pasará. Al igual que en la misión de Brooklyn, ninguno de los malos recordará tu participación. ¡Quédate tranquila!

     Porque en la de Mauritania los dos que quedaron vivos no me habían visto. Para resumiros el plan os diré que debemos colarnos en el establecimiento a la una y treinta de la madrugada. Por fortuna no hay gente en la calle. Noah abre con facilidad la entrada secundaria de la galería mientras yo vigilo y una vez más las cámaras son inutilizadas por mis amigos. La bruma sube desde los canales de Brujas, pero yo sé que es mucho más que esto porque poco a poco se espesa hasta hacerse compacta.

—Por aquí —me ordena Anthony.

     Nos guía hacia la trastienda del local, justo en el sitio donde se amontonan las reproducciones de Stradanus.

—Ahora retira todos los cuadros —me pide mi padre adoptivo—. Debajo hay una bóveda con todo tipo de armas. La tecnología no puede penetrarla por el material del que está construida, una aleación que es a prueba de todo.

     Quito las obras, y, debajo de la moqueta —que en esta parte es un rectángulo de un metro por un metro—, veo la entrada. Noah solo me observa, fascinado igual que siempre.

—¿Y cómo abrimos la trampilla? —pregunto al apreciar que se asemeja a las cajas de seguridad de los bancos.

—¡Déjame! —Se impacienta Stone y saca del bolsillo una maquinita cuyo uso desconozco, que conecta al tablero de la trampa.

     Un par de minutos después me indica:

—Ya está.

     Descendemos por la escalera —él primero y yo detrás—, los dos armados con ametralladoras ligeras. Resulta increíble porque hay una estancia que luego se bifurca en una red de catacumbas modernas de acero, muy iluminadas y con aire acondicionado, supongo que para renovar el oxígeno y para templar el ambiente. Se dividen a izquierda y a derecha y no parecen acabar nunca. Me imagino que están construidas dentro del agua del canal.

     Pero esto no es lo más relevante. A los costados se amontonan armas de distinto calibre, ametralladoras, fusiles de asalto, todos de marcas variadas. La estancia está llena de cajas, hay cientos de ellas. Abrimos una y dentro hay cientos de Colts y de Berettas.

—¿Nos dividimos? —le pregunto a Noah—. ¿Tú por la izquierda y yo por la derecha?

—Mr. Smith me ordenó que no me separe de ti y es exactamente lo que haré. —Me coge del brazo—. Sin discusión. ¿De acuerdo? Vamos los dos por la derecha.

—¡Está bien! —exclamo, malhumorada.

     Caminamos en esta dirección cinco metros, diez metros, doce metros. Me corrijo: no hay cientos de cajas, sino miles, imagino que todas repletas de armas como la que abrimos porque, como es lógico, no realizamos una comprobación minuciosa durante nuestra exploración. Cuando recorremos veinte metros surge un individuo de la nada, y, sin mediar palabra, dispara a bocajarro. Acierta en Stone, que va primero. Él se queja y cae fulminado hacia adelante.

     Puedo ver y oler las gotas de sangre sobre el suelo gris claro. Poco a poco se convierten en un charco carmesí, que desprende el aroma metálico característico. Despiadada, contemplo al individuo que ha asesinado a Noah. Estoy harta de seguir los procedimientos sexistas y tradicionales porque nunca juegan en mi favor.

     Le suelto al hombre un cliché, que refleja a la perfección el odio que me embarga:

—¡Despídete de la vida porque eres hombre muerto!

[*] Es una reunión que tiene lugar todos los años, en la que participan poco más de un centenar de las personas más influyentes del mundo. Solo se accede mediante invitación.


Danielle llama la atención al conducir a Aston por las callecitas de Brujas.


  Noah se ha vestido impecable para la reunión con su jefe y le proporciona las últimas indicaciones a Danielle.


Este es Willem van de Walle, el individuo al que investiga el Secret Intelligence Service.



Parece muy interesado en Danielle.


No es de extrañar, ella intenta seducirlo...



Un nuevo hombre guapo y misteriosoaparece en la vida de Danielle. ¿Willem Van de Walle guarda más secretos inconfesables?


Danielle conduce su Aston Martin así. ¿Noah tiene motivos para asustarse?



Danielle recuerda sus momentos en el coche con Nathan.



Te hago un recorrido por los canales de Brujas.



Si subes a la Torre del Campanario de Brujas descubrirás que la vista es maravillosa.










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