reminiscencia ー norenmin

By lostinrenjun

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"El doctor dijo que después del accidente era normal tener este tipo de anomalías. Lo diagnosticó como Amnesi... More

1. la mente, el corazón, y lee jeno.
2. la memoria es frágil, el corazón, no.
3. el suplicio de la incertidumbre.
4. la nada.
5. "alucinaciones"
6. ambigüedades, y sensaciones desconocidamente familiares.
7. jeno sí es jeno.
8. la frustración de un pobre y olvidadizo jeno.
9. disociación.
10. "sólo intento protegerte"
11. evocaciones ilusorias.
13. mentiras.
14. el verdadero monstruo.
15. inquietud en medio de la serenidad
16. la curiosidad mató al gato.
17. falsos recuerdos.
18. reminiscencia.
19. la verdad.
morse codes.

12. me dejaste en un desierto, completamente solo.

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By lostinrenjun




¿No te has dado cuenta de que las cosas más comunes y simples en la vida son las más complejas y más difíciles de encontrarles un origen? Como los sueños, como nuestra existencia, como el funcionamiento de nuestra mente. ¿Por qué soñamos? ¿Y por qué a veces soñamos tan lúcidamente que muchas veces creemos haberlo vivido? O, ¿quién nos creó? ¿Cuál es nuestro origen, y cuál es la razón por la que existimos? Y, ¿Cómo es, que un pedazo de carne y neuronas nos mantenga vivos y sanos? ¿Siquiera tiene sentido?

La vida es un misterio. Nuestro funcionamiento y nuestra supervivencia es un completo misterio.

Hemos hablado innumerables veces acerca de esto, acerca de lo frágil, ambigua pero poderosa que es la mente, y siempre llegamos a la misma conclusión: Jeno. Él es nuestro ejemplo de que la memoria es lábil, mas no el corazón. También es el ejemplo para demostrar que la ambigüedad nos puede llevar a imaginar cosas que no son. Y eso nos hace preguntarnos: la mente, ¿es más poderosa cuando está enferma y deteriorada, o cuando está sana?

Lo que Jeno nos dice no significa que sea cierto, porque, ¿no se nos ha demostrado todo este tiempo lo quebrada que está su mente? Entonces, ¿por qué confías tanto en sus palabras?

La mente es poderosa, incluso cuando está enferma. La ausencia y ambigüedad de recuerdos no siempre será un problema para ella, puesto que resolverá los cabos sueltos y los rellenará por su propia cuenta, haciendo uso de la imaginación. Y tal como los sueños, pueden llegar a ser "recuerdos" tan lúcidos que nos hace creer que son verdad, como un falso recuerdo.

Pero Jeno no lo sabe, y no tiene porqué saberlo. Dejemos que siga tratando de encontrar el eslabón perdido de una cadena destruida. 





Mi corazón dejó directamente de latir al ver la punta de la pistola apuntando mi frente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo de pronto, expandiéndose por mi espina dorsal como una gran onda. Tragué saliva al advertir lo que estaba a punto de pasar. Mi garganta ahogó un grito, mi respiración dejó de ser. Y, por unos segundos, creí que ya había muerto, al ver la expresión determinada de Jaemin sosteniendo el arma en contra mía.

—Jae... Jaemin. Amor, soy yo... —tartamudeé, sin saber de dónde había sacado el valor para hablar. Mis piernas literalmente parecían dos lonjas de jalea de lo mucho que temblaban y la falta de aliento estaba a punto de hacerme desmayar, y estos efectos no hacían más que intensificarse al ver que Jaemin no bajaba el arma.

De pronto una suave brisa se escabulló por el ventanal y meció lentamente las cortinas, dejando que pequeños rayos de luz de luna entrasen e iluminasen la habitación, la cual había estado en completa oscuridad. Fue entonces que Jaemin me vio, y su expresión se ablandó considerablemente. Sus cejas se aflojaron, su mandíbula se cayó, y sus ojos oscuros se iluminaron por las lágrimas que anegaron sus ojos. Antes me miraba casi con odio, ahora lo hacía con preocupación y arrepentimiento.

Su diestra, la que sostenía el arma, comenzó a temblar de manera exagerada, y de un segundo a otro, por un impulso, el arma sale disparada al suelo, como si Jaemin hubiese tocado un insecto o algún elemento prohibido. Cerré mis ojos al sentir un alivio recorrerme el cuerpo, como si el alma hubiese vuelto a enlazarse a mí. Mi corazón comenzó a bombear otra vez, mis pulmones a recibir y expulsar el oxígeno correctamente. Mis piernas dejaron de temblar y el nudo en mi garganta se deshizo.

Sin embargo, en vez de inundarme una sensación de paz, me inundó un atisbo de ira e impotencia que era casi incontrolable.

Jaemin se miró las manos, y luego me miró a mí, con unos ojos perdidos y asustados como si no tuviera idea de lo que acababa de suceder.

—Jeno... yo... Oh, mierda. —Masculló, pasándose la diestra por la cara y echándose los cabellos hacia atrás. El corazón seguía latiéndome fuerte, pero no por el susto sino por el enojo.

—¿Por qué... por qué tenías un arma? —cuestioné entonces, recobrando la compostura. Jaemin abrió la boca para responderme, sin embargo, no articuló ninguna palabra. Ni una sola.

—Jeno, perdón... yo... no sé qué pasó... —balbuceó, mirando hacia todos lados como si realmente no supiera lo que estaba pasando. Solté un suspiro, aguantándome las ganas de arrimarme sobre él y obligarlo a decirme por qué hizo lo que hizo.

¿Cómo mierda no iba a saber lo que había pasado? Alguna razón debió de tener detrás para verse tan determinado en su acción.

—¿Por qué tenías un arma? —repuse, esta vez con un tono de voz más firme.

—No lo sé... Fue un impulso... —susurraba. Por la forma en la que sus pupilas temblaban podía adivinar que en serio estaba tan perplejo como yo—. Oí la puerta cerrarse y pensé que alguien había entrado en casa, yo... Jeno, en serio, perdóname —alzó la vista para mirarme—. Te juro que jamás te haría daño...

No le respondí, más que nada porque, si lo hacía y esta discusión seguía, no dudaría en devolverle lo que quiso hacer recién.

Tiré el edredón hacia atrás y me acosté bajo él, dándole la espalda a Jaemin quien aún parecía estar en un estado de shock. Perfectamente podría estar actuando, después de todo, nadie aquí quería decirme la verdad, ¿quién me aseguraba que sus acciones eran cien por ciento verdaderas?

Oí el sonido de las sábanas moverse, y luego, sus cálidas manos envolvieron mi cintura. Tuve el impulso de quitárselas de un manotazo, mas me contuve.

—Perdóname... —susurró en mi oído.

Hice caso omiso. Me quité sus manos de encima y cerré los ojos para dormir.

Empezaba a pensar que sí, que Renjun tenía algo de razón: no estaba seguro aquí. 








Desperté al día siguiente en la mañana debido a los rayos del sol azotándome la cara. Intenté esconderme de él tapándome con las sábanas, pero el sueño se había esfumado por completo. Gruñí, molesto, y alcé la vista para ver la hora en el reloj de mi mesita. Eran las nueve, casi las diez. Miré a mi lado, viendo que el espacio de Jaemin estaba vacío. Debió haberse ido a trabajar bien temprano, pensé. Otra vez estaría solo y aburrido en casa sin él...

Me incorporé en la cama de un salto al recordar. Lo que pasó anoche... ¿fue un sueño? Podría jurar que sentí mi corazón paralizarse y el miedo al ver la boca de la pistola apuntándome la cabeza.

Bajé mi mirada hasta el suelo; el arma no estaba como cuando Jaemin la lanzó al reaccionar. Me acerqué, entonces a su lado de la cama y abrí el cajón. Tampoco estaba.

Comencé a mover el edredón y mirar a mi alrededor. Era imposible que haya sido un sueño... todo había sido demasiado lúcido para serlo.

—¿Me estaré volviendo loco? —me pregunté mientras removía las almohadas de su lugar. Solté un jadeo al ver el arma escondida debajo del cojín.

No, no había sido un sueño.

Resoplé, sintiendo la rabia inundarme el cuerpo. Tenía un pequeño atisbo de esperanza de que todo eso había sido un sueño, de que sólo había sido producto de mi subconsciente, sin embargo, ver la pistola ahí escondida me daba a entender que no, que había sido tan real como el miedo que sentí.

Empuñé mi mano, dejando que la ira tomara posesión de mí. Y es que me violentaba no saber la razón detrás de su ataque repentino. Él había dicho que oyó algo, pero, ¿habrá sido necesario saltar así y apuntarme con un arma? Aquello sin duda era una mentira. Jaemin era un idiota.

Un impulso de rebeldía me inundó, y me obligó a tomar mi teléfono.

«¿Estás ocupado?»

Le escribí a Renjun. No me respondía; seguramente estaba concentrado en otra cosa. Las cuerdas vocales se me anudaron en la garganta, y comencé a escribir otro mensaje para que me respondiera. Quería que me contestara ahora y me dijera que estaba desocupado, y es que quería verlo, necesitaba hacerlo.

«Quiero que vengas conmigo. Hay algo que quiero que veas. Por favor, ven, di que sí.»

Estuve a punto de apretar el botón de enviar, pero mi dedo se detuvo en mitad de la pantalla al recapacitar en mis acciones.

Releí mi mensaje, y me di cuenta de lo desesperado que sonaba. Lo borré de inmediato, y luego pensé en la situación. ¿Por qué estaba actuando así, tan impulsivamente? Oh, mierda, este no era yo. ¿Por qué me estoy rebelando en contra de Jaemin? Estoy actuando por mero despecho, esto no estaba en lo absoluto bien.

Estuve a punto de eliminar el mensaje y olvidarme de esto, pero Renjun me contesta justo antes de llevarlo a cabo.

«No, ahora, no.» Dijo. Segundos después manda un segundo mensaje. «¿Por qué?»

Me mordí el labio, arrepintiéndome. Ya no podía echar marcha atrás. Desistí, de todas formas, si lo hacía, podría encontrar más respuestas, aunque me estuviese arriesgando demasiado.

«Hay algo que quiero que veas. ¿Puedes venir?»

«Voy de inmediato» Me contestó. Yo apagué el teléfono y me levanté de la cama, comenzando con mi rutina como normalmente lo haría.

Una hora después, Renjun llama a mi puerta. Estaba delante de mí otra vez, usando, como siempre, un conjunto de ropa bien pulcro y ordenado. Parecía el maniquí de una tienda de ropa de lo bien presentada que usaba sus prendas.

—Hola, Jeno —me saludó con una sonrisa. Esta era diferente a las otras, más... coqueta.

Ah, claro, anoche casi tenemos sexo en el patio de casa, no debería sorprenderme que actuase así.

—Hola, pasa —dije yo, haciéndome a un lado para que entrara. Renjun al parecer empezaba a sentirse más cómodo aquí, puesto que, sin siquiera esperar a que yo se lo dijera, se sentó en el sofá cómodamente.

—¿Qué es eso que quieres mostrarme? —me preguntó, mirándome expectante.

—La verdad... no está aquí —repliqué, acariciando mi nuca. Mi yo interno estaba en pugna: una parte de mí no quería hacerlo, y la otra, la cual aún se sentía dolida, gritaba con exasperación que siguiera, que no le hiciera caso a Jaemin y siguiese buscando respuestas por mi cuenta. Y, como era obvio, ganaba el segundo, el que más hacía ruido dentro de mí—. Es en otro lugar.

—Oh, ¿es muy lejos?

—Más o menos.

—Tengo coche, podemos llevarnos allá. —Dijo, poniéndose de pie de inmediato.

Suspiré, claudicando. De todas formas, Jaemin se lo merecía por haberme querido atacar de esa manera.

—¿De verdad? Vamos, entonces.

Renjun fue el primero en salir, y yo lo seguí luego de guardar las llaves de la casa en mi bolsillo. Supe cuáles eran ya que eran las únicas que estaban sueltas y no tenían algún accesorio especial.

El coche era elegante por dentro y por fuera. No se veía tan caro como los que Jaemin poseía, pero se notaba que había invertido bastante en él.

—¿Es nuevo? —pregunté entonces al ver que estaba demasiado limpio. Todo lo que Renjun tenía estaba demasiado limpio. Él asintió mientras se cruzaba el cinturón.

—Mi padre lo compró para nosotros. Prácticamente es mío, porque ni él ni mi madre saben conducir —comentó, terminando de acomodarse en el coche.

—Y tú... ¿trabajas? —cuestioné. Me causaba curiosidad saber acerca de lo que se dedicaba, mucho más luego de percatarme que siempre estaba libre cuando yo se lo pedía o, sobre todo, cuando me venía a ver.

—No. Estudio Ingeniería Comercial en la universidad —contestó con naturalidad—. A petición de mis padres y su emergente empresa, la verdad, porque si por mí fuera, no estudiaría. Me quedaría contigo... —esto último lo soltó en un susurro, pero aun así logré oírlo—. ¿Adónde vamos? —cambió de tema drásticamente.

—¿Puedes ir a esta dirección? —le pedí, mostrándole la pantalla de mi teléfono. Renjun abrió sus ojos y soltó un jadeo.

—No me digas que... ¿ahora recuerdas? —me preguntó, mirándome con ojos esperanzados. Negué con la cabeza, y su rostro de desilusión fue evidente.

—Jaemin me llevó allí ayer. —Le dije—. Y quería que fueras conmigo, porque hay preguntas que tengo que hacerte.

Renjun hizo una mueca de molestia al oír el nombre de Jaemin, y sin decir nada, encendió el auto y comenzó a andar.








Al llegar al lugar sentí un nudo en mi garganta. Me sentía nervioso al recordar el día de ayer, en donde un vago recuerdo me alcanzó mientras estaba aquí. Tenía miedo de que sucediera una segunda vez.

—Vaya... muchos recuerdos se me vienen a la mente en este momento... —musitó él una vez entramos en casa.

Comenzó a recorrer la casa, viendo los cuadros, sonriendo levemente como si estuviese feliz de volver.

Se adentró en el pasillo, y abrió la primera puerta, la cual era la de mi habitación.

—No ha cambiado ni un poquito —comentó—. Tu habitación siempre se me hizo muy única. Tenías muchos gustos y siempre lo demostrabas pegando imágenes de aquello en tu pared.

Al parecer Renjun conocía detalles que Jaemin no. Pensé.

—La verdad, me da un poco de vergüenza recordar esta habitación... —confesó de pronto, bajando la vista y mordiéndose el labio inferior.

—¿Qué? ¿Por qué? —inquirí.

—La casa estaba sola la mayoría del tiempo, y aprovechábamos el tiempo después de clases para tener sexo aquí.

Tragué saliva, sintiendo el calor acumularse en mis mejillas. Renjun miraba al suelo, sonriendo con picardía. Lo único que se me venía a la mente era aquel recuerdo que, ahora que él lo decía, podía confirmar que sí, había sido un recuerdo y no una fantasía mía.

—¿Sí? —dije yo, tratando de sonar indiferente. No quería que Renjun supiera que ahora podía acordarme de ello—. ¿Y cómo?

Él alzó la vista y me miró, sin quitar esa mirada lujuriosa de sí.

—Así —dijo, acercándose a mí. Tiró de mi camiseta y me obligó a apegarme a él, besando apasionadamente mis labios. Aquello me tomó desprevenido, y apenas sus labios y sus manos tocaron mi cara, me estremecí, como si su tacto tuviese el poder de un relámpago.

Cerré mis ojos ante la irresistible sensación de sus labios sobre los míos, y prontamente mis manos no se contuvieron y se ciñeron a su cintura, la cual era tan pequeña como todo su cuerpo. Aun así, Renjun parecía tener el control de la situación, puesto que, segundos después, me arrastra, sin dejar de besarme, hasta la cama de la habitación. Se separó de mí unos segundos, y colocó sus manos en mi pecho para empujarme hacia atrás.

Y justo después, se sienta a horcajadas sobre mí para seguir besándome. Sus labios, entonces, comenzaron a bajar desde mi boca hasta mi cuello, deteniéndose allí unos segundos para dejarme una marca.

Solté un gemido al sentir el roce de nuestros genitales por sobre la ropa, y pude oír una risita provenir de su parte. Estaba jugando conmigo.

De pronto aquel recuerdo se me viene a la mente. Parecía casi como si lo estuviese reviviendo: su olor, su figura, su rostro, la habitación. Cada vez me convencía más de que era un recuerdo y no mi imaginación, como creí que había sido en un principio.

Renjun siguió meneando sus caderas sobre mí, calentándome aún más. Estuve a punto de tomar las riendas del asunto y de quitarle la ropa, pero es justo en aquel momento en donde vuelve a separarse de mí y posteriormente a levantarse de la cama.

La sonrisa traviesa que esbozó después me dio a entender que me había dejado con las ganas a propósito.

Le sonreí de vuelta, ocultando mi decepción. Me ilusioné por unos segundos, pensando que hubiésemos podido recrear aquel recuerdo que había tenido...








—¿Renjun? —Lo llamé cuando una espontánea pregunta se formuló dentro mi cabeza. Él se giró para mirarme, alzando sus cejas para demostrar que me estaba prestando atención.

—¿Sí? —preguntó él con un tono de voz relajado. Guardó sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón, esperándome.

—¿Mis padres sabían de nuestra relación? —por alguna razón me ponía nervioso preguntar esto.

—No. —Negó de inmediato, sin dejar aquel tono relajado en su voz—. Era un secreto que tú y yo teníamos bien guardado, sobre todo con tus padres, bueno, tu padre, mejor dicho —explicó, sentándose sobre la silla del escritorio.

—¿Cómo? —inquirí.

—Para tu familia sólo éramos "buenos amigos" —hizo las comillas con los dedos—. Tu padre era alguien terrible, y sé que quizás no debería decirlo así, pero creo que no hay otras palabras para describirlo. Era violento, irascible, y con un pensamiento tan retrógrado que, seguramente, si se enteraba de lo nuestro, lo más suave que hubiese podido pasar es que te haya echado de casa. —Mi boca se abrió de la sorpresa, no podía imaginarme a ese dulce hombre sonriente de los cuadros de esta casa actuando como Renjun me lo describía—. Cuando te conocí ya estaba en terapia, y tú mismo me dijiste que estaba un poco mejor, así que no quiero ni imaginarme cómo hubiese sido antes de aquello.

Las palabras de Jaemin, entonces, brotaron de mi cabeza como pequeñas raíces: «Tus padres no estaban del todo bien. Recuerdo que a veces venía hasta aquí para verte, y durante las noches oíamos sus discusiones, que no eran menores. Supongo que cuando creciste eso cambió, porque se veían realmente felices.»

—Le metimos el cuento a tus padres de que éramos buenos amigos, y, al parecer, nunca sospecharon nada. Todo el tiempo que duramos juntos, hasta el accidente, fue por eso. —Bajó la vista y esbozó una sonrisa. Vi cómo se mordía el labio inferior, como si quisiese ocultarla.

Seguimos hablando por un rato más, de cosas que no eran información relevante. Renjun me habló de lo que me gustaba, y usó ciertos conceptos que, supongo, mi yo del pasado habría recordado e incluso se habría emocionado al ver que los conocía, pero ahora no causaban ningún efecto en mí.

Volvimos pronto a casa, aunque, más que sentirme satisfecho de sus palabras, por alguna razón me dejaban un amargo en la boca.

No me convencía del todo. Nada de lo que me decían terminaba convenciéndome. Es como si dijesen la verdad, pero al mismo tiempo no, como si le agregasen una pizca de mentira para ocultar algo que yo no debo saber, pero que, de alguna manera, mi instinto adivinaba de igual manera que ahí hay un eslabón suelto que debo unir.

Y es que todo lo que me describían sonaba tan perfecto... tan irreal, como si sólo se tratase de una fantasía. No sabía cuál de los dos me estaba mintiendo, y aquello me frustraba de una manera que era imposible de contenerme.

—Si pudiera, te llevaría a cualquier otro lugar que fuera mucho mejor que en dónde estás... —musitó él, soltando un suspiro cuando ya íbamos llegando a casa. No me di cuenta, pero la tarde ya estaba terminando y la noche se avecinaba al intercambiar y oscurecer el cielo de un lindo celeste a un apagado azul marino.

Tuve el impulso de decirle que sí, que me sacara de aquí, sin embargo, alcancé a morderme la lengua antes de hacerlo. Porque, claro que sí, Renjun parecía conocerme y saber muchas cosas acerca de mí y, siendo sincero, tomando en consideración lo que sucedió anoche con Jaemin, Renjun me inspiraba un poco más de confianza, por la simple razón de que muchos factores indicaban que estaría mejor y más seguro con él. Sin embargo, ¿quién me lo asegura? Si no hubiese sido por su aparición Jaemin y yo seguiríamos bien.

Pero, nadie me asegura tampoco que estaré seguro con Jaemin. Entonces, ¿quién era el verdadero problema?

Todos a mi alrededor parecen mezclar la verdad con la mentira, como si se hubiesen puesto de acuerdo para jugar con mi mente.

—¿Jeno? —oí a Renjun llamarme. Alcé la vista, volviendo a la realidad. El coche estaba afuera de casa, Renjun esperando a que me bajara—. Llegamos.

—Ah, sí. Gracias —agradecí—. ¿No quieres pasar?

—Si están las luces encendidas, mejor que no. Prefiero ahorrarme problemas. Jaemin no puede verme.

Giré mi vista de inmediato, dándome cuenta de que sí, las luces de la casa estaban encendidas.

—Mierda —mascullé, bajándome enseguida—. Adiós —me despedí, y sin esperar a que me respondiera, entré en casa.

Mas me quedé parado en la puerta, con la mano rodeando el pomo. Me reproché en aquel momento, recordándome lo estúpido que había sido aquella osadía. El coche de Jaemin estaba estacionado a un lado, seguramente estaba esperando a que entrara. Me arrepentía... en parte.

Tomé una gran bocanada de aire y en un impulso de valentía, entré en casa con los ojos cerrados, y cuando los abrí, efectivamente, Jaemin me estaba esperando en la entrada con los brazos cruzados. Su ceño fruncido me demostraba con obviedad lo enojado que estaba.

—¿Dónde estabas? —preguntó en tono autoritario. Yo suspiré, de pronto sintiéndome mosqueado.

—Sólo salí un rato a tomar aire. —Respondí sin interés. No sé porqué esperaba que aquello lo calmara, pero, sea como fuese, terminé alterándolo más.

—Llegué hace tres horas y tú no estabas. ¿No crees que es mucho tiempo? —Estaba tan molesto que podía ver pequeñas llamas brotar de sus ojos, pero eso, en vez de intimidarme, me molestó aún más, sobre todo el tonito sarcástico que estaba usando al hablar.

—¿No? —repliqué, poco a poco tomando su misma actitud. Mis ojos estaban serios, y supe que Jaemin lo notó al ver una expresión confundida en sus orbes que duró menos de un segundo.

—Estabas con Renjun, ¿no es así? —soltó de pronto. Estaba tratando de provocarme.

—¿Renjun? ¿No que Renjun estaba muerto? —Fingí demencia.

Jaemin abrió los ojos de par en par ante su error. Quiso responder, pero en vez de articular palabras, su boca comenzó a temblar con nerviosismo.

—Me mentiste —espeté, viendo que empezaba a tomar ventaja en la conversación—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso hay más cosas que no me estás contando? —los ojos se me inundaron de lágrimas, lágrimas falsas. Ver a Jaemin nervioso me estaba causando satisfacción, podía ver que salir de esto sería más fácil de lo que creí.

—No desvíes la conversación —saltó él—. ¿Por qué tardaste tanto?

—No me has respondido. ¿Por qué, Jaemin? ¿Por qué me ocultas cosas? —comencé a acercarme a él con paso lento. El corazón me latía ferozmente, no sabía de dónde estaba sacando tanto valor para decirle todas estas cosas. Jaemin dio un paso atrás—. ¿Por qué me mentiste?

—¿Por qué me atacas así, tan de la nada? —preguntó él entonces con voz temblorosa.

—¿No es obvio? ¡Me mentiste!

—¡Sólo intento protegerte! —bramó de pronto; al parecer había perdido los estribos—. ¡Te lo doy todo! ¡Casa, comida, abrigo! ¡Por la mierda, Jeno! ¡¿Por qué me atacas así?!

—¿Protegerme? —rechisté. Ahora sí que estaba molesto—. ¿Encerrarme en casa y no dejarme ni salir de casa te parece protección? Me suena más a tortura. ¿Qué clase de persona no deja que su novio trabaje o estudie? ¡Me tienes como un adorno aquí! ¡Y para colmo me ocultas cosas y te rehúsas a hablarme de mi pasado!

Estaba tan cegado por la ira que no vi cuando alzó su mano sino hasta que sentí la bofetada golpearme fuerte en la mejilla. Mis palabras fueron interrumpidas, y a cambio de ello, un impulso por devolvérselo me dominó. Alcé mi mano también, pero cuando la dejé caer, una imagen se viene a mi mente de manera fugaz, como una pequeña advertencia.

No, otra vez no.

Me vi, me vi a mí mismo siendo el culpable de una agresión. Mi mano se levantó tal cual como ahora, pero en vez de detenerme, la dejé caer sobre el rostro, el rostro de alguien que cayó al suelo debido a la fuerza de mi impacto. El llanto en su rostro era evidente, y luego, lo reconocí. Mi víctima era Renjun.

Volví a la realidad, y bajé la mano de inmediato. Jaemin me miraba con ojos vidriosos y enrojecidos por la ira. De pronto mi respiración de descompasó, y no entendí por qué estábamos así. El ardor que brotó de mi mejilla me lo recordó, y no pude evitar el nudo en mi garganta y las posteriores lágrimas que cayeron sin yo poder detenerlas.

—Joder, mierda —maldijo Jaemin, cambiando su expresión en la fracción de un segundo—. Perdón Jeno, perdón, perdón, perdón —dijo, la voz temblándole, su mano queriendo tomar mi brazo.

Yo no podía creerlo. ¿Realmente me había golpeado? Primero el arma, ahora esto, ¿qué seguía? Esto no podía ser cierto, este no era Jaemin, era imposible que fuese él. ¿Dónde estaba ese Jaemin dulce, aquel que me cuidaba, me mimaba, me consentía? ¿Por qué, tan repentinamente, estábamos así? ¿Cuándo pasamos de besos y caricias, a discusiones y amenazas?

Jaemin me tocó el brazo, yo se lo aparté de un tirón.

—Jeno...

—No, Jaemin. No esta vez —le espeté, dando unos pasos adelante para subir las escaleras.

—Jeno, en serio, no quería hacerlo, fue un impulso. Yo de verdad, jamás te haría daño...

—Pues ya lo hiciste —interrumpí. Jaemin se mordió el labio y alzó las cejas en signo de desesperación.

—Perdóname, te juro que nunca más...

—Ándate a la mierda. —Escupí. La voz se me quebró, y apresuré el paso para subir al segundo piso antes de que mis piernas flaquearan y me derrumbara delante de él. Apenas entré a nuestra habitación, me largué a llorar, desplomándome en el suelo.

No lloraba porque me hubiese agredido. Tampoco lloraba porque me hubiese mentido, porque yo ya sabía, desde hace días, que Renjun en realidad no estaba muerto. Lloraba porque, en ese preciso momento, al ver sus ojos inundados de ira y sin demostrar ningún ápice de arrepentimiento, que sentí mi corazón romperse en miles de pedacitos. Porque sentí, en ese preciso momento, cómo nuestro amor de tantos años se manchó y se destruyó como si no hubiese tenido ningún valor.

Sentí, en ese preciso momento, como lo único que me tenía me soltaba la mano y me dejaba en medio de un desierto, completamente solo. 

















-. --- / .... .- -.-- / ...- .. -.-. - .. -- .- ...

¿Alguna vez han oído aquel dicho que dice que, en momentos de tensión o desesperación, es que nuestro verdadero yo sale a la luz? ¿No? Pues ahora lo conocen, y podría aplicar para Jeno. Think about it.



Gracias por llegar hasta aquí <3 ten un Jeno como recompensa  (.◜◡◝) ♡

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