Greenwood II SAGA COMPLETA

By GeorgiaMoon

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NOVELA FINALISTA DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO OZ DE NOVELA JUVENIL YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS, publicado... More

¡GREENWOOD VUELVE A WATTPAD!
«Greenwood»
Prefacio
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
«La maldición de la princesa»
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo
Nota final

Dieciocho

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By GeorgiaMoon

Parecía que Luna sabía mucho acerca del bosque, pero no nos decía nada sobre lo que ocurría realmente.

—¿Por qué no nos quieres decir qué pasa? —preguntó Harry, enfadado.

—Porque no puedo —respondió Luna.

—Pero ¿por qué? —insistió.

—Primero porque tú no me creerías, jovencito, que te conozco desde hace muchos años. Y segundo, porque no estoy en mi derecho de hacerlo.

Todo era muy extraño. Thomas había desaparecido, luego, había visto las tres estatuas junto a la Cueva del Búho y al misterioso búho, que había desaparecido en el bosque. Minerva asomó la cabeza en la cocina y entró allí con paso cauteloso.

—Mamá, no quiero ser desagradable, ¿pero qué hacen Harry y Esme en la cocina de nuestra casa?

—¡Ah, Minerva! Ya te has despertado, ¿cómo te encuentras, mi niña preciosa? —preguntó Luna.

Minerva se había vestido ya y nos miraba confundida.

—Estoy bien, aunque algo aturdida y me duele la garganta, pero ¿qué hacen Harry y Esme aquí? No entiendo nada.

—Ellos te han traído del bosque —respondió Luna con una sonrisa triste.

—¿Del bosque?

—Será mejor que te sientes y que los tres escuchéis lo que os tengo que contar.

La tensión se palpaba en el aire. Me entristeció ver la lánguida mirada de Harry al observar que Minerva se sentaba a mi lado.

—Cuéntanos, Luna —dije para aliviar la tensión y desviar la atención de Harry.

—Creo que deberíamos explicar a Minerva qué ha pasado esta mañana, y los días anteriores. Debe de estar algo confundida. Te duele el cuello, ¿verdad?

Minerva asintió y se llevó la mano a la zona, con el ceño fruncido.

—Te encontramos en el bosque, gritando —contesté yo—. Le gritabas a alguien para que te abriese una puerta o te diese una llave.

—Dabas miedo, en serio. Tenías los ojos abiertos y mirabas a la nada. Pedías a gritos que te abriesen una puerta —continuó Harry. Minerva le lanzó una mirada extraña.

—Yo no recuerdo nada de eso. Ni siquiera recuerdo haber soñado algo así.

—Eres sonámbula —respondió Harry.

Ella continuó mirando la mesa y se mordió el labio.

—Cada uno de vosotros tiene una función en este caso. Harry, tú encuentras las respuestas, tú ves el bosque de un modo distinto del que lo hacen Minerva y Esme. Pero eso no significa que lo que dicen no sea real —dijo Luna, que lo miraba fijamente a los ojos—. Eres una persona muy lógica, y por eso cuestionas lo que ve Esme. Tú tienes las respuestas. Esme, tú tienes el don de la visión. Ves lo que hay al otro lado del bosque, que es tan real como lo que ve Harry. Tú lo escuchas e interpretas lo que te dice, pero no puedes hablar con él. Ahí es donde entra en juego Minerva. Ella puede hablar con el bosque, hablar su idioma. Los tres sois muy valiosos y cada uno tiene su función. No podréis avanzar si no estáis unidos.

Todo lo que yo veía era real, no me lo inventaba. Y también era cierto que Harry no veía lo mismo que yo. Por más que lo intentara, no lo vería nunca, y aquello explicaba muchas cosas. Sin embargo me sentí mal por él. Sabía que Harry quería creer las palabras de Luna, pero no podía. Lo veía en sus ojos.

—Luna, antes has dicho que Minerva se quedaría sin voz. Si ella es quien puede hablar con el bosque, ¿cómo va a quedarse sin voz? No tiene sentido —preguntó Harry.

Minerva arqueó una ceja. Escuchaba con atención. Mucho me temía que tendríamos una charla muy larga para ponerla al día. Quisiera o no, teníamos que trabajar juntos y en equipo, porque, si no, nunca resolveríamos el misterio del bosque.

—A lo mejor porque grita cuando está sonámbula... —intervine. Aquella era la única razón que se me ocurría.

—Harry, ¿recuerdas los cuentos que te contaba tu padre? —preguntó Luna.

—Los de la princesa del bosque, que cantaba desde la torre de su castillo y todos los animales se detenían a escucharla —añadió sorprendentemente Minerva.

Harry la miró extrañado, aunque contestó:

—Sí, claro que los recuerdo. Los cuentos de la princesa Eco. —Él también estaba sorprendido por la reacción de Minerva—. Pero son simples cuentos, no quieren decir nada en Greenwood.

Justo después de que dijese aquello, Luna alargó la mano y la puso sobre la de Harry. La madre de Minerva lo miró fijamente a los ojos con una sonrisa. Él pareció congelarse y mirar a la nada, pero cuando lo soltó, volvió a la normalidad.

—Recuérdalos.

Giré la cabeza y vi que Harry tenía el ceño fruncido. No paraba de frotarse las manos. Las tenía rojas.

—¿Por qué cada vez que le coges la mano es como si le quemases la piel? —pregunté a Luna.

—Mi mente tiene que luchar contra la suya para poder proyectar imágenes y que él las vea.

—¿Eres una bruja? —susurré.

Minerva se tensó en su silla, aguantó la respiración y cerró los puños. ¿Qué acababa de decir? Su rostro se sumergió en lo que parecían ser pensamientos muy profundos y apartó la cara cuando Harry la miró, de nuevo con ojos tristes y melancólicos. Parecía que Minerva se había olvidado por un momento de lo sucedido entre ellos dos y que volvía a ser la niña risueña que aparecía en las fotos junto a él, pero enseguida volvió a mostrar la misma actitud de siempre delante de Harry.

—No, cariño, no soy una bruja. Simplemente tengo el don de la telepatía —respondió Luna con una sonrisa cálida, como si le hubiese hecho gracia mi pregunta.

¡Vaya pregunta más estúpida! ¡Las brujas no existían! Pero todo era tan extraño... Era como si estuviésemos dentro de una película de ciencia ficción. Todo parecía irreal.

—Sigo sin entender qué tenemos que ver Harry, Esme y yo con todo este asunto del bosque —intervino Minerva, que miraba a su madre desconcertada.

—Solo hay tres personas que pueden acceder, y esos sois vosotros.

—Así que, estás diciendo que los desaparecidos están en una especie de... ¿mundo paralelo? —preguntó Harry con mucha cautela, como si estuviese midiendo sus palabras.

Sabía que aquello no era fácil para él. Después de lo que había dicho Luna, cada vez estaba más segura de que cada uno cumplíamos la función indicada; Harry había sido quien había descubierto lo del inexistente magnetismo en el bosque y se había dado cuenta de que la zona en la que la gente desaparecía tenía forma de triángulo.

—Allí es donde tenéis que ir.

Luna se levantó y llevó las tazas al fregadero.

—Aunque no entiendo nada, ¿cómo conseguimos entrar allí? —preguntó Minerva.

Exacto. ¿Cómo diablos entraríamos en ese mundo si ni siquiera sabíamos dónde estaba la entrada? Tenía la sospecha de que estaba en el arco. Minerva había intentado abrir una especie de puerta invisible mientras estaba sonámbula. Pero ¿cómo conseguiríamos abrir esa supuesta puerta si no teníamos ninguna llave?

Eran demasiadas preguntas. Mi cabeza trabajaba a un ritmo frenético y me resultaba imposible dar rienda suelta a mi imaginación y sumergirme en posibles bosques alternativos con animales parlantes y hadas. Miré a Harry y vi que tenía el ceño completamente fruncido. Sus cejas dibujaban prácticamente una línea. Debía de estar pensando lo mismo que yo.

—Conseguiréis entrar allí una vez aprendáis a escuchar sin ver —respondió Luna.

—Esto es demasiado para mí —declaró Harry, que se llevó las manos a la cabeza y se sacudió el pelo.

—Lo sé, Harry. Ten, ponte esto en la mano.

Luna le tendió un ungüento. Harry le echó una mirada escéptica, aunque lo usó de todos modos.

Todos nos quedamos en silencio. Minerva miró a su madre y Harry se untó la pomada. Enseguida le disminuyó la rojez.

—Y ahora ¿qué se supone que tenemos que hacer? —preguntó Minerva.

—Harry y Esme tendrán que ponerte al día de todos sus descubrimientos, que son unos cuantos, aunque no los suficientes. Tenéis que resolver lo que ocurrió hace cinco años, por favor. No soporto veros así.

Los tres no retiramos a la habitación de Minerva y ella nos indicó dónde nos podíamos sentar. Igual que en la cocina, la tensión se palpaba en el ambiente, y ni Harry ni Minerva parecían tener intención de dar el primer paso, así que me vi en la obligación de hacer de mediadora. Luna se había ido a hacer unos recados, así que nos quedamos solos en la casa para hablar tranquila- mente.

—Harry, tenemos que contar a Minerva lo que hemos descubierto, pero primero tenéis que arreglar lo que pasó entre vosotros —dije con cierto miedo.

Ambos rostros demostraron la incomodidad que sentían, pero el de Harry además reflejaba dolor y la melancolía, que era lo que siempre veía cuando él la miraba. Minerva observaba sus manos y jugaba con ellas, con el ceño fruncido y una mueca de desagrado.

—Primero me gustaría que me explicaseis qué habéis descubierto, y después Harry y yo hablaremos.

—Estoy de acuerdo con ella —respondió Harry, que observaba a Minerva con cierta cautela, como si estuviese asustado.

Comenzamos a narrar lo que había ocurrido desde que había llegado a Greenwood. Le explicamos el misterio todavía no resuelto de la niebla. Seguíamos sin saber cuál era su significado. Le hablamos del libro del padre de Harry que encontré en Portland y el descubrimiento de la traición de Melissa.

Al escuchar esto último, Minerva entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa burlona, como si no le extrañara en absoluto lo que había hecho Melissa. También le dijimos que habíamos ido a ver a Jeff Skins y que creíamos que el sheriff escondía algo. Además, también le contamos la existencia del arco con las inscripciones en medio del bosque, justo donde la habíamos encontrado hacía unas horas.

—Así que hay alguien que está detrás de todo esto y nosotros somos los únicos que podemos desenmascarar la verdad —concluyó Minerva después de enterarse de la existencia del cuadro que nos representaba a los tres.

—No sabemos muy bien si es algo o alguien, pero al parecer tu madre sabe algo sobre el bosque. Lo que no entiendo es cómo —respondí yo. Me crucé de brazos y empecé a pensar en todas las respuestas posibles a esa pregunta.

—Harry cree que Jeff miente —añadió ella.

—Exacto —contestó Harry—. Tú lo conoces. Siempre estaba pendiente de que Melissa tuviese todo lo que pedía, y es muy extraño que haya dejado la investigación.

—En eso te doy la razón. Siempre lo controlaba todo... — Miró a Harry a los ojos y él agachó la cabeza. Entonces Minerva decidió cambiar de tema—. Además, el hermano de Esme ha desaparecido. La cosa está jodida, chicos.

—Sí... —respondimos Harry y yo a la vez, entre suspiros.

Los tres nos quedamos en silencio y observé con atención la habitación de Minerva. Había fotografías de los sitios a los que había ido e incluso algunos trofeos, pero lo que más me sorprendió era la instantánea de Harry, Melissa y ella en la roca, riendo. No entendía que todavía tuviera esa fotos si le tenía tanto rencor. Todos mirábamos en silencio el suelo, con los brazos cruzados y los labios sellados. Decidí que era hora de marcharme.

—Bueno, yo creo que me voy, chicos —anuncié.

—Tu madre te necesita, Esme.

Minerva esbozó una triste sonrisa.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte? —preguntó Harry, que tendió la mano y me acarició. Me suplicaba con la mirada que me quedara.

Minerva sonrió de costado y miró en dirección contraria, cruzada de brazos. ¿Qué bicho le había picado?

—Mi madre me necesita, Harry. Nos vemos más tarde, ¿de acuerdo? Avisadme cuando lo hayáis arreglado todo.

Harry agachó la cabeza. Me dolió ver que me necesitaba de esa forma. Entonces, me soltó la mano, pero yo volví a agarrársela y le di un ligero apretón con una ligera sonrisa en la cara. Minerva nos miraba de soslayo.

—Por Dios, Harry, ni que se marchase para siempre —dijo Minerva entre risas.

Él se sonrojó y carraspeó. Se levantó de la cama y me arrastró hasta la puerta de la habitación, donde Minerva no nos oía.

—Llámame cuando llegues a casa —dijo, y me acarició la cara con el dorso de la mano.

—Harry, está a solo diez minutos, como mucho.

—Quiero asegurarme de que no te pasa nada.

—Ninguno de nosotros va a desaparecer en el bosque hasta que no tengamos la llave. ¿Recuerdas lo que Luna ha dicho? — respondí en un susurro para tranquilizarlo un poco.

Harry frunció los labios. Sus ojos de color esmeralda brillaban como dos luceros en un cielo despejado. De repente, me dio un beso en la comisura de la boca que me pilló por sorpresa. Le di un apretón en la mano y me marché, mirándolo por última vez.

Había sido bastante egoísta. No había pensado en mi madre en ningún momento desde que me había enterado de la desaparición de Thomas.

Nunca se me hubiera ocurrido pensar que Greenwood escondía tantos secretos, misterios y sorpresas. Por mucho que quisiera saber qué había pasado entre Harry y Minerva, aquello era asunto suyo y no podía obligarlos a que me lo contaran.



Al llegar a mi casa, vi que la policía seguía allí. Hunter estaba sentado a los pies de Jane. Se levantó al verme llegar.

—¡Esmeralda! —exclamó mi madre al verme—. ¿Adónde habías ido? Jane y yo hemos visto que Harry salía de casa, pero no nos ha dicho dónde estabas.

—Estaba en casa de Minerva.

—¿Y qué hacías allí?

—Estamos trabajando en un proyecto de Literatura. Sobre Charlotte Brontë, y necesitamos aprovechar el tiempo al máximo.

—Me has asustado. No vuelvas a irte sin avisarme. No sé qué haría si te perdiera a ti también.

Se me cayó el alma al suelo. Rápidamente me senté a su lado y la abracé.

—Perdóname —dije contra su cabello—. No volveré a hacerlo.

Todavía abrazadas, levanté los ojos y vi que Jane sonreía con cierta tristeza.

—Bueno, Donna, yo ya me voy. Si necesitáis algo, no dudéis en llamarme a mí o a Harry, ¿de acuerdo? —Ambas asentimos y Jane se levantó, agarrando a Hunter del collar—. Esme, no la dejes sola.

—Sé cuidarme —contestó mi madre entre risas.

—No la dejes sola —repitió Jane.

Asentí y nos despedimos. Miré a mi madre y apoyé la cabeza en su hombro. Ella buscó mi mano y la apretó entre la suya, acariciándome los nudillos con el pulgar.

—Hacía tiempo que no nos abrazábamos así —susurró y algo en mí se quebró.

Fui incapaz de responder. Sentí un nudo en la garganta y esperé que mi silencio hablase por mí.

Pasaron unos cuantos minutos más hasta que la policía se marchó y decidimos entrar en casa. Era evidente por el aspecto que tenía que no había dormido en absoluto aquella noche. Casi como yo, aunque yo sentía todavía cómo la adrenalina me corría por las venas después de lo ocurrido en el bosque. Le dije que tenía que entrar a casa y descansar un poco, que no podía hacer ya nada más por Thomas salvo esperar a que la policía lo encontrase, pero ¿cómo iban a hacerlo?

Ni siquiera podía imaginarme lo que siente una madre cuando un hijo desaparece. Yo era su hermana, pero el dolor de una madre sin duda no tiene límites. Su amor es profundo y puro, supremo. Mientras le preparaba una tila y sacaba algunas galletas de la caja metálica donde las guardábamos, llamé a Harry para decirle que no se preocupara por mí. Después comencé a pensar en por qué demonios había ido Thomas al bosque. Estaba en los terrenos del colegio jugando a fútbol con algunos de sus amigos durante el baile. ¿Los habría interrogado ya lo policía?

—No quiero dormir, quiero seguir despierta —dijo mi madre cuando le tendí la infusión.

Tenía el cabello enmarañado y unas ojeras muy oscuras que resaltaban en su pálida tez. No me gustaba verla así. Quería que volviera a ser la de siempre, esa mujer enérgica y llena de vida.

—Tienes que dormir algo, mamá.

Ella sonrió tristemente.

—A veces pienso que tienes cincuenta años en vez de diecisiete.

Yo también creía a veces que era la adulta de las dos, la que se tomaba las cosas más en serio y no bromeaba con cualquier cosa, pero después comprendí que ella era una gran mujer que simplemente intentaba ser espontánea y divertida. Era la mejor madre del mundo.

—Te quiero, mamá —susurré mientras la abrazaba.

Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se lo había dicho.

—Y yo a ti, Esme, y yo a ti.

Después de tomarse la tila y las galletas, cayó rendida en el sofá y la tapé con la manta que había en el respaldo. Aquel había sido un día de locos.

Thomas había desaparecido.

Me había adentrado yo sola en el bosque, rompiendo la promesa que le hice a Harry.

Había encontrado tres estatuas de piedra que después habían desaparecido y un búho me había atacado. Además, Harry y yo habíamos visto a Minerva sonámbula intentando abrir una puerta invisible en medio del bosque.

Ella era la tercera persona que necesitábamos para descubrir el secreto del bosque.

Y cada vez había más preguntas sin respuesta.

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