¿Qué te interesa de mí?

By baby_carat23

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Después de todo lo ocurrido en Shibuya, Megumi Fushiguro tiene muchas cosas en las que pensar, sucesos doloro... More

Al despertar
Manos entrelazadas
Traidores
charla
Respuesta confusa
Detrás de la puerta
Maldición humana
Acuerdo olvidado
Nueva Realidad
Volvamos a casa
Reestablecer el orden
Polémico Anuncio
Decisión correcta
Te amo
Final

Acepta lo que sientes

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By baby_carat23


Cuando se levantó esa mañana parecía que todo había vuelto a la normalidad.

Se despertó con golpes en su pared, toques en la puerta y los estruendosos gritos de su compañero que seguramente le estaba esperando afuera. Así que, bostezando con mucha pereza, se encaminó al baño que tenía en su cuarto y se arregló, se colocó el uniforme, cubrió los moretones en su cuello con parches y salió de la habitación topándose con Itadori quien sonreía con tanta naturalidad que le sorprendía, actuaba como si nada hubiera pasado ayer.

- ¡Buenos días, Fushiguro! - saludó con entusiasmo y Megumi sonrió en cuanto Itadori corrió hasta su lado para andar juntos por el pasillo como hacían hace tanto tiempo, cuando la monotonía regía sus vidas antes de que su mundo estalle.

- ¿A donde tenemos que ir? - preguntó, saliendo de la habitaciones hacia el exterior, anduvieron por el patio con tranquilidad hasta que Itadori resopló y dejó de caminar, Fushiguro se giró entreabriendo los labios con confusión mirando con una ceja alzada la expresión seria de Yuuji.

- Tenemos que ir.. - suspiró, mirando al piso con remordimiento y culpabilidad jugando con las hojas debajo de sus zapatos rojos algo gastados con incomodidad - Tenemos que ir a Shibuya.

Megumi se quedó perplejo ante ello, su cuerpo entero se estremeció y sus ojos tilitaron con miedo, con profundo dolor y culpa. Sus puños se apretaron con fuerza e intentó tragar el repulsivo sentimiemto que se le atoró en la garganta para tratar de recomponerse y levantar la mirada.

- Vamos entonces - respondió a lo que el castaño asintió con rígidez y avanzó a su lado. Caminaron en silencio dirigiéndose hacia el portón de la academia, dispuestos a cumplir con su misión.

Y ambos iban encaminándose a un lugar que; despertaba tantas cosas, representaba tanto dolor y arrepentimientos que no podían sentirse tranquilos, pero al parecer debían afrontar en este momento.

Shibuya era un infierno frío.

La situación de Tokyo, la antigua ciudad que vivía iluminada de luces neón, anuncios brillantes, puestos ambulantes, el tráfico lleno de la contaminación acústica y los semáforos, el montón de personas circulando en cada parte de las calles de la ciudad nipona ahora vivían en la sombría y asfixiante soledad y silencio.

El incidente que azotó la nación fue encubierto como un ataque terrorista de grandes proporciones, y fue el tema principal en noticias y períodicos locales por mucho tiempo. La taza de muertos y desaparecidos seguía en constante aumento por el surgimiento de maldiciones que el poco personal capacitado que había quedado en pie después de todo el desastre apenas y podían manejar, por lo que mucha gente tomó la decisión de escapar del hepicentro del ataque huyendo a las ciudades vecinas y comunidades rurales para resguardarse de los desastres futuros que estaban poniendo nerviosos a todos en el país.

Ya había pasado un año desde ese acontecimiento y Shibuya seguía siendo un infierno que no quemaba porque era frío, era calmado, sereno, pero congelaba, estremecía el cuerpo con solo verlo de lejos, dolía, apretaba el corazón y hería. Por lo que cuando pasaron por ese cráter que marcaba la clara evidencia de la destrucción de ese treinta y uno de octubre Megumi hizó el rostro hacia un lado, evitando ver a toda costa las consecuencias de sus actos estúpidos, invocar a Mahoraga por un oponente que no valía la pena había sido el peor error de su vida que había desembocado una masacre por el ser más cruel existente en la tierra.

Un ser cruel que aun así le había salvado a costa de la vida de tantas personas inocentes.

Itadori y Megumi estaban tensos pero pudieron respirar cuando rodearon el cráter y se refugiaron en medio de las áreas que estaban en reparación, muchos edificios destrozados que esperaban ser restablecidos cubiertos por lonas y cintas amarillas con la palabra Peligro para que nadie se acerque.

Yuuji lo arrastró a uno de los pequeños negocios abandonados para buscar comida y bebidas, fueron hacia los congeladores desconectados y el castaño se puso a revisar las fechas de caducidad y demás mientras Fushiguro le esperaba apoyado en uno de los estantes con sus brazos cruzados.

El castaño llegó sonriendo con unas frituras y unas botellas de jugo en los brazos que le paso al pelinegro mientras buscaba algunos centavos en su pantalón y los dejaba en el mostrador para después salir del local y arrebatarle de las manos a Fushiguro lo que había escogido para él.

- No deberías comer eso, puede estar dañado - dijo. Observando con cierto repelus la funda de frituras que Itadori le brindó - Vas a terminar en el baño seguramente.

- Ya los revise y además tengo un estómago muy fuerte - el castaño rió yendo a sentarse a una banca que limpió con una mano y abrió la funda de frituras, palmeó el espacio vacío invitando al pelinegro a sentarse a su lado - he comido cosas expiradas muchas veces, incluso con varios meses caducados y nunca me pasó nada de nada.

Megumi se rió y se sentó al lado del castaño. A pesar de su negación inicial abrió la funda de papas fritas y empezó a comer oyendo la sonora forma de masticar del mayor, las papas crujieron en cuanto se encontraban con sus dientes pareciendo un niño comiendo con apuro en comparación del azabache que masticaba con sutileza apenas y escuchándose el crujir del alimento en su boca.

- Entonces.. - habló el castaño limpiando los residuos de comida en la comisura de su boca con la manga de su uniforme, mirando hacia el frente - ¿me podrías decir tus razones?

Megumi paró de comer deteniendo el camino de su mano hacia su boca. Confundido, le volteó a mirar sin recibir una sola mirada del castaño.

- ¿razones de que? - preguntó - ¿a que te refieres?

- Tus razones para matar a Sukuna, por supuesto - y sus ojos se expandieron ante ello, la expresión de Itadori no decía nada, absolutamente nada. Estaba tranquilo mirando hacia el frente mientras Megumi se incomodaba inevitablemente por su pregunta - Quiero saber cuales son tus motivos para matar a Sukuna.

- ¿A-acaso no es obvio? - se limitó a decir con su voz temblorosa, apretando el envoltorio de aquella comida chatarra entre sus manos
- Sukuna es una amenaza, lo mejor para todos es que deje de existir.

- Sabes que no soy de presionarte ni nada pero no quiero que me digas el discurso fabricado usado por todos. Yo quiero tus razones, los objetivos que quierea cumplir con esto, quiero saber porque quieres eliminar a Sukuna.

El pelinegro mordió sus labios con fuerza, dejando un hueco de silencio entre ambos que se iba prolongando más y más, que los iba sumiendo en incomodidad y ganas de escapar. Para Megumi no era sencillo expresar un remordimiento que tenía atorado en el pecho durante tanto tiempo. Un sentimiento que a la larga también dañaría a Itadori.

- Es lo mínimo que puedo hacer por ti y los demás - expresó con los orbes de mar cristalizándose, próximos a desbordar el sentir que le estaba ahogando - Todo esto fue mi culpa ¿no? Todo lo que ha ocurrido en el último año fue por mi maldita culpa.

- No tienes que culparte de nada, Fushiguro - espetó Itadori y agachó la cabeza, ensombreciendo su mirada mientras juntaba sus manos encima de su regazo - Todo fue mi culpa, porque no supe manejar a Sukuna yo...

- ¡Pero si no hubiera sido por mí tú jamás tendrías que manejar a una maldición dentro de ti! - interrumpió casi gritando, dejando que las lágrimas bajen, que el dolor se derrame - Si tan solo yo te hubiera protegido a ti y a tus amigos como el hechicero que soy tú no te hubieras sentido presionado a comerte ese maldito dedo ¡Y todo porque nunca he dado lo mejor de mí!

- Siempre me frené a dar todo, creí que con mi muerte, que si me sacrificaba todo estaría bien pero sin darme cuenta puse una carga tan pesada en tus hombros, Itadori - el nombrado se volteó a mirarlo en cuento escuchó los sollozos, verlo romperse de esa forma le atacó el corazón - Yo puse sobre tus hombros a Sukuna, una pena de muerte que solo sera aplazada hasta que ya no se pueda más, te confine a una vida en la que te verán como una amenaza, un monstruo. Yo te arruiné poniendo una bomba de tiempo en tu interior que estallará y te alcanzará, algún día morirás injustamente por él, y todo por mi maldita incompetencia.

- Eso no es cierto..

- ¡Lo es! Por eso quiero sacarte de aquí - Megumi limpió sus lágrimas pasando el dorso de su mano sobre sus ojos brillantes y volteó a mirar al castaño directo a sus ojos de chocolate fundido - Quiero eliminar a Sukuna de tu cuerpo para que esa condena sea revocada definitivamente y podrás irte, podrás volver a tu antigua casa donde vivías con tu abuelo, ir a tu escuela y asistir a tu club de ocultismo con tus amigos, podrás ser un adolescente normal y abandonar este mundo al que no perteneces Yuuji. Porque te esta rompiendo, te esta haciendo mucho daño y no estoy preparado para el día en que dejes de sonreír, no estoy listo para el momento en que vuelvas a decir que lo mejor sería que murieras.

Itadori pasó sus manos por su rostro, secando con los suaves toques de sus dedos los rastros de lágrimas en sus mejillas y las pequeñas gotas de rocío que brillaban en sus pestañas. Megumi se dejó hacer, cerrando los ojos cuando las manos se mantuvieron estáticas sujetando su cara, y sintió un pequeño beso en la frente cortesía de aquel chico que era su persona más preciada en el mundo. Abrió los ojos lentamente topándose con la expresión de tristeza en el rostro del mayor. observo aquellos ojos brillar, como chocolate fundiéndose por el sol, los labios rosas temblaron entreabriéndose un poco, soltando un pequeño quejido de dolor.

- ¿Realmente crees que podré tener una vida normal después de todo lo que viví con ustedes? - las manos acariciaron los mechones de cabello azabache, y lágrimas bajaron, lágrimas que Fushiguro se encargó de borrar. Porque el sol no debe llorar.
- No podré tener una vida normal cuando se el secreto más grande de este mundo. No voy a poder dormir tranquilo sabiendo que allá afuera mueren un montón de personas por maldiciones cada día. Ni siquiera estaré tranquilo porque pensaré en ti, en Kugisaki, en Gojo- sensei a cada momento. No me puedes pedir que me aleje cuando ya no puedo ignorar esto más.

- ¡Pero esto te está haciendo daño! - sus puños se ciñeron en la tela roja de su capucha acercándolo más, dejando que Itadori vea su expresión de culpa y desesperación - tú eres muy fuerte Itadori pero como hechiceros siempre debemos estar listos para perder a alguien por mucho que duela. Tú, tú nunca estarás listo para eso, ya sufriste demasiado con Nanami, Junpei, las víctimas de shibuya, y no pienso dejar que pases por eso una vez más porque te esta resquebrajando el alma, Itadori.

- Estoy bien, no exageres - respondió. Apartó las manos del pelinegro de su agarre y las tomó entre las suyas, apretándolas con delicadeza por lo frágiles que se veían - podré manejar eso. Por el momento, estoy bien.

- No quiero que llegues al punto de que sonrías para no preocupar a nadie - dijo - No quiero ver tu rostro y solo ver tristeza. Yo no quiero perder a mi sol.

Fue entonces cuando Itadori le abrazó. Le rodeó con sus brazos y él escondió su rostro en su hombro haciendo que los mechones de cabello oscuro cosquillearan en su nariz soltando una pequeña risa que vibró en su garganta. Ese era un sonido de felicidad, un sonido de alegría que no deseaba que se extinga en el castaño.
Quería que fuera feliz, que tenga una vida normal ya que cada vez que lo veía llorar no podía evitar sentirse como una basura porque él mismo lo arrastró a su mundo que no tenía cavida para alguien tan bueno como Itadori sin destrozarlo en el proceso.

- No puedo negarte que he sufrido, pero estoy feliz por haberlos conocido. En medio de esta situación pude conocer a las mejores personas del mundo y poder llamarlos mis amigos es maravilloso. Quiero seguir a su lado porque los aprecio demasiado - Ambos se separaron e Itadori le sonrió contagiando a Megumi quien también le dió una pequeña sonrisa con sus ojos llorosos - siempre estaré agradecido contigo porque me salvaste y me mostraste la amistad más sincera que pude encontrar. Te prometo que aun si mi corazón este roto, no me romperé.

Esos remormientos que venían arrastrando los tenían atorados desde hace mucho en sus corazones y finalmente dejarlo salir había sido liberador. De cierta forma era una carga compartida entre los dos porque por mucho que dijeran esa culpa sobre sus hombros no desaparecerá pero el peso ha sido reducido porque los dos están para el otro, ninguno de los dos está solo. Siempre se apoyaran y estarán cuando el otro lo necesite. Sus almas siempre estarían conectadas.

Pero Megumi seguía dudando.

- Entonces... No puedo eliminar a Sukuna. Aunque no quieras tener una vida normal de nuevo que Sukuna siga existiendo es muy peligroso.

- No lo sé realmente - se rascó la cabeza con indecisión, haciendo una mueca en su rostro - estoy de cierta forma acostumbrado a tenerlo en mi cabeza y bueno, últimamente nos llevamos bien gracias a ti. Nuestra única cosa en común es que te queremos mucho y deseamos protegerte. Eres muy importante para nosotros y no me atrevería a matarlo cuando vive solo por ti y para ti.

Itadori se mantuvo tranquilo sin analizar lo que había dicho. Sin embargo ante el ambiente carente de palabras observó a su amigo quien tenía una expresión de sorpresa y pena en su rostro. Desde hace un tiempo que Megumi había caído en cuenta que Itadori sabía más de lo que parecía pero que el tema salga a flote por una imprudencia del mayor no evitaba que se sintiera avergonzado por las distintas situaciones en las que pudo enterarse y sobre todo como reaccione ante esta.

- ¿Desde hace cuánto lo sabías? ¿cómo te enteraste de que Sukuna y yo...?

Él casi se muere en ese momento.
Los ojos de Yuuji miraban a todas partes con nervios, de su boca solo salían palabras incoherentes y jugaba con sus manos. El chico temblaba, quería huir pero ante Fushiguro que se veía igual o peor que él y a pesar de eso le cuestionaba aquello no podía echarse para atrás.

- Aaaagh, ¡¿por qué tenías que hacer una pregunta como esa?! - exclamó, azorado, sus mejillas quemaban - ¡Los vi! ¡Ok! Sukuna tomaba el control de mi cuerpo cuando dormía así que más o menos estuve insconciente en todos sus encuentros, pero una vez no fue así y bueno.. yo.. ¡V-vi algo que no quería! Y por eso no podía verte a la cara porque recordaba eso y me hacía pensar muchas cosas como.. ¡que tuve sexo indirectamente contigo! ¡MI MEJOR AMIGO!

- P-por eso...me e-evitabas - Y Megumi moría de vergüenza, la verdad era que nunca había pensado en que a través de los ojos rojizos que le miraban en el acto podrían estar los pozos de chocolate inocente de Itadori observando sin querer y saber eso era lo más vergonzoso del mundo.
- En parte, comenzé a evitarte porque te vi con Sukuna y bueno me apenaba haberlos cachado con las manos en la masa pero además de eso había otra cosas que me molestaba mucho.

- ¿que te molestaba?

- Me sentí traicionado - manifestó - me sentí traicionado por mi mejor amigo. Sukuna me hizo mucho daño y le tenía un profundo rencor por lo que pasó, pero mi amigo; el chico que había arriesgado su vida por mí, que me dijo que siempre me apoyaría tiene una aventura con el causante de mi desdicha. Obviamente, no lo tomé bien a la primera.

El pelinegro apretó los labios, sintiéndose intranquilo y culpable por sus acciones egoístas y desleales. Pero la mano de Yuuji tomó la suya calmándole un poco.

- Pensé que tal vez estabas siendo manejado por Sukuna o era un plan de él para arrebatarte de mí y dejarme solo completamente pero.. cuando desapareciste pude ver mejor las cosas. Jamás había visto a Sukuna perder los estribos, él siempre ha tenido esa aura de rey imperturbable pero estaba como una fiera asustada cuando te secuestraron. Él, el mismo Ryomen Sukuna que tu y yo conocemos, me rogó, me imploró que le cediera el control de mi cuerpo para encontrarte, ayudó en el plan de rescatar a Satoru por ti, mató a los peces gordos por ti y fue entonces cuando pude darme cuenta de que Sukuna había comenzado a ser mínimamente humano. Vi un cambio, vi un sentimiento real y no pude seguir en contra de eso.

- Entonces...tú.. ¿estás bien con eso? -

- Al inicio tuve un poco de miedo porque pensaba que Sukuna te había estado obligando pero tú eres el tipo de persona que sin importar cuanto miedo tengas peleas, peleas y no te dejas doblegar por nadie, yo sabía que tu no te hubieras dejado hacer ese tipo de cosas peor por alguien que repudias así que si permitiste que eso sucediera con Sukuna es porque había algo en medio de ustedes dos, no le eres tan indiferente como pensaba y yo no me interprondé entre ustedes. Tienes mi bendición.

- Pero.. pero esta mal, él es una maldición y yo soy un hechicero. Yo.. me deje llevar en ese entonces pero ahora quiero hacer las cosas bien.

- Deberías pensar un poco más en sobre lo que tu quieres - el castaño le dió un pequeño manotón en la cabeza y se levantó de la banca, agarró las fundas y envases plásticos y comenzó a andar nuavamente por las solitarias calles de Tokyo con Megumi siguiéndole - que importa si es un hombre, una maldición, un asesino egocéntrico de mal carácter, pedante, cruel, un psicópata acosador de menores de edad que igual te conquistó, te hace feliz y ha demostrado que eres la única persona que le importa, además no te ha hecho daño desde esa vez que me mató pero el día que se atreva a tocarte de mala manera, yo, Itadori Yuuji saldré en tu rescate pequeño Megumi.

- Estabas diciendo cosas demasiado coherentes que ya me estabas asustando. Es bueno saber que sigues siendo un idiota.

Itadori rió, rascándose la cabeza y alborotando los mechones castaños. Botó la basura que habían llevado en un cesto de basura público y siguieron caminando, haciendo guardia, monitoreando el lugar, atentos a cualquier ataque proveniente de alguna maldición.

- Lo que quiero decir es que ya no pienses demasiado y deja que suceda. Nadie tiene porque juzgarte y yo siempre te apoyaré en lo que sea que decidas. Pero ya no veas mi bienestar ni la de los demás, se un poco egoísta y haz lo que tu deseas.

Si hacía eso ¿que es lo que esperaba que suceda exactamente? Sabía que Sukuna le correspondía, que si se declaraba no habría un rechazo inminente, muy por el contrario, sería recibido con besos y mimos por ese hombre. Pero a Megumi todo eso le parecía tan irreal y no podía evitar cuestionarse ¿y si en algún momento hace algo que no le gusta a Sukuna?. si decide acabar con lo que tienen ¿sukuna le dejará irse pacíficamente?. Ryomen sukuna es un hombre tan impredecible que Megumi no puede parar de pensar distintos escenarios en las que acepta a la maldición y todo termina en desastre. Ryomen no es seguridad, no es estabilidad, realmente no puede ver un futuro escrito entre los dos pero, y con todo eso, quiere intentarlo.

- ¿Quieres que le de el control a Sukuna para que puedas hablar con él más tarde?

Megumi ya no lo pensó mucho porque, después de todo, tiene la bendición de Itadori.

- Sí, quiero verlo.

♡♡♡

¡Holis!
La canción de arriba la posteó vanger_DO en su perfil y de verdad les queda perfecto a Yuuji y Megumi y dije: ¡DEBO PONERLA AQUÍ! es que este debe ser el himno Itafushi xD simpen a esta diosa que escribe puro arte Sukufushi y si ves esto nena ¡TE AMO MUCHO Y TE EXTRAÑO!
Bueno, me toca comunicarles que nos quedan dos cap y fin. Me da penita porque es mi primera historia pero ya la debo dejar ir.
Así que nos vemos pronto.

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