Lobo Perdido Libro 2

Von AlexKiaw

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Ranshaw Lennox, Mike Denner, Amatis Stevenson y Kris Larsson están dispuestos a dejarlo todo para vivir la vi... Mehr

Notas
Las manadas
1
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4
5
6
7
Parte 1 | DENNER
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Parte 2 | Dankala
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Parte 3 | Müller
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Parte 4 | Dankala
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Parte 5 | Lennander
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Von AlexKiaw

Otra risotada se escuchó a través de la pared.

—Me alegra que la pasen bien —comentó Amatis. Se había puesto una larga camiseta y en ese momento se disponía a meterse a la cama. Mike miraba por la ventana para brindarle alguna intimidad.

Antes, mientras cenaban, notó al chico nervioso. Y conforme pasaba el tiempo y llegó la hora de dormir, parecía asustado. Mike no sabía cómo proceder. Se suponía que ambos lo deseaban, pero ¿y sí no era así? Con una expresión cuidadosa, tratando de dilucidar los sentimientos de su compañero, preguntó.

—¿Esperabas algo distinto?

Entre Alfas y Omegas no comentaban temas íntimos. En realidad, no solían hablar. ¡Los cuatro rompieron tantas reglas que ni podían contarlas!

Petter dijo que con el tiempo y la confianza y a veces con el cariño, hablar con los Alfas sería cada vez más fácil. En cambio, entre Omegas no había secretos. Les iba la vida en ello.

Tenían que saber lo más posible, prepararse, cuidarse para estar a salvo y no cometer errores que pusieran en riesgo su vida.

Sin embargo, entre Amatis y Mike siempre hubo una gran y agradable charla, que continuaban en donde la habían dejado cada que tenían que separarse. Los asuntos nunca faltaron y las risas y las sonrisas fueron algo muy frecuente. Eran amigos, por encima de cualquier otra cosa.

—Nunca se sabe qué esperar —dijo en voz queda, sin mirar a los ojos al Alfa. No quería que se enojara. Aunque confiaba en él, no lo hacía en el lobo que su compañero llevaba dentro.

Mike suspiró. Estaba desanimado con la actitud de Amatis. Cerró las cortinas para esconder la luz de la luna llena.

Esa misma tarde había sentido los efectos. Estaba ansioso y deseaba la cercanía del chico, lo necesitaba desnudo, en la cama. Anhelaba frotarse con su olor y dejar el propio dentro y fuera. Y lo quería muy pronto.

Amatis, sentado en el centro de la cama con las rodillas pegadas al pecho, parecía asustado y nervioso, pero que lo ocultaba bien. Usaba la camiseta y su ropa interior. Y estaba rehuyendo su mirada; era desconcertante.

Para Mike también era la primera vez. Aunque nervioso, no temía. Su lobo sabía lo que debía hacer. Era una voz interior fuerte que lo guiaba. Confiaba en esa parte de sí mismo. Se sentó al lado del chico y le tomó la mano.

—¿Tienes miedo de mí?

—No —intentó sonreír, sin embargo, el nudo en el estómago y la tensión en el rostro, no le permitían soltarse—. De ti no. Es decir, no de todo. De una parte tuya sí, un poco.

—¿Te refieres a mi lobo?

—Pueden ser muy agresivos y peligrosos.

—¿Cómo lo sabes?

—Se dicen cosas. Algunas a veces son feas.

—Cuéntame.

Amatis no quería poner en palabras el horror y menos la primera noche que estaba a solas de verdad con el Alfa al que amaba. No quería hablar de cómo Petter casi murió durante la reclamación con su padre. Ni contarle que uno de sus tíos, hermano de Pette si falleció por las heridas causadas por las garras del Alfa y por la hemorragia.

Otra risotada atravesó la pared y ese sonido aligeró su corazón.

—¿Completamos el apareamiento ahora? —preguntó a Mike. Casi sentía que lo mejor era sacárselo de encima lo más pronto que pudiera. Pero el Alfa suspiró y se levantó. Tardó un momento en responder.

—Vayamos despacio. No quiero que temas.

—No tengo miedo del hombre, Mike. Son los Alfa los que no saben detenerse.

—La luna llama a mi lobo con fuerza, pero no es nada que no pueda soportar. La verdad es esta: me muero por tenerte. No obstante, solo somos tú y yo, en nuestra vida y no le debemos explicaciones a nadie.

—Mike...

El Alfa se alejó hacia la puerta y Amatis quería decirle que no se fuera, que él era un Omega preparado, que sabía los riesgos, que tendría cuidado, que por favor lo reclamara de una buena vez, por lo que más quisiera.

Pero no consiguió reunir el valor para decirlo de esa manera o de cualquier otra. Lamentó haber expresado su temor. Tal vez su compañero ya no querría tomarlo y entre más tiempo pasara, más nervioso se pondría porque el lobo estaría más deseoso y...

Mike cerró con seguro la puerta y después se desnudó frente a Amatis.

El chico imaginó mil veces cómo sería el reclamo y su guion interno de lo que debería ser cada vez quedaba más olvidado. Había imaginado que se quitarían la ropa uno al otro. Y nunca se le ocurrió que habría oportunidad y espacio para incómodas conversaciones.

En cambio, el Alfa se sacó la ropa, no en modo seductor, sino resignado. Miraba a la pared. Como si lo estuvieran obligando a hacer algo que no quería.

Y lo peor ocurrió cuando ya estaba desnudo y su ropa desechada, hecha a un lado de una patada. Comenzó a transformarse.

Amatis retrocedió a la cabecera y con una almohada inútil se protegió. Ver a su compañero fue doloroso y aterrador.

—¿Y qué pasó entonces? —preguntó Kris. Ambos esperaban sentados a la mesa y sus Alfas brillaban por su ausencia. Comían igual que si nunca hubieran visto un pastel de chocolate antes. Lo cual era cierto.

Las variadas expresiones artísticas de repostería que esperaban en la mesa habían sido atacadas por los chicos. La noche anterior, Amatis y Mike regresaron tarde, cargados con pasteles. Uno relleno de crema y fresas, otro que llamaban chocolatamour, una tarta cubierta de frutas increíbles y el último era algo que dijeron que tenía zanahoria y nuez, salpicado con el polvo blanco dulce que tanto gustó a Kris desde la primera vez que lo probó.

Y parecían dispuestos a devorarlo todo.

—¿Has visto a Ranshaw transformado?

—Solo en el bosque de lejos, ya ves que no se acercaron mucho. Y ayer un poco, justo antes de morderme, pero no fue una transformación completa. Aun así, me pareció muy grande. ¿Crees que debamos guardar algo para ellos? No puedo dejar de devorar esto —exclamó Kris, sirviéndose una rebanada más del delicioso pan oscuro. Nada similar a eso probó en Lennander.

—No. Dijo Mike que podíamos acabarlo todo si queríamos porque van a traer más. Y respecto a lo otro, sí que lo es. Parecía que un caballo estaba en la habitación, negro, con los ojos amarillos, tan lleno de pelo que se veía más grande de lo que es.

—¿Qué hiciste entonces?

—¡Quería echar a correr! ¡Pero el lobo estaba entre la puerta y la cama, ocupando todo el espacio! Se acercó y me olfateó. Hizo ruidos como si le gustará mi olor. De un salto trepó a la cama y se echó junto a mí, puso la cabeza sobre mis piernas. Pensé que quería que lo acariciara.

—¿Y tenías miedo?

—¡Sí! Más que antes. Es que, de verdad es gigantesco. ¡Y los colmillos! Estoy seguro de que me arrancaría la cabeza si quisiera.

—Mike se dejaría matar antes de hacerte daño, Amatis. Eso lo sabemos todos. Es muy bueno.

—Se quedó quieto, cuidándome hasta que me dormí.

—¿Y ya? ¿Pasaste la primera noche con tu Alfa abrazando a un lobo?

—¡Fue muy bonito! Cuando desperté no amanecía aún, pero yo no tenía frío. Y era Mike dormido entre mis brazos.

Suspiró. Parecía flotar mientras Kris emitía los ruidos más obscenos al dar cuenta de aquella delicia. Por un momento guardaron silencio, pues Amatis se perdió en sus recuerdos.

La manera en que Mike podía verse tan joven y apacible mientras dormía lo llenó de ternura. Lo besó en los labios, muy suave para no despertarlo, pero Mike abrió los ojos y le correspondió como si lo hubiera estado esperando. Amatis ya no tenía miedo, porque su Alfa le había demostrado que su lobo lo quería tanto como el hombre.

—Ya te reclamó. Tienes su olor en ti.

Amatis sonrió.

—En el amanecer.

—¿Fue bueno?

—Fue perfecto. Es muy considerado y amoroso.

—Es raro que no los escucháramos.

—Estaban como muertos. Sus risas se oyeron hasta muy tarde.

—Es que Ranshaw es el tipo más genial que existe. Yo también temía. Así que le dije que tenía que prepararme. Lo hizo bien. Me cuidó todo el tiempo, fue increíble.

—Me imagino. Seguro te contó sus historias extrañas.

—Sí, salía con cada cosa que yo no sabía si reírme o pedirle que se pusiera a lo suyo.

—¿Te dolió?

—Supongo. No lo sé. A lo mejor no podría decir que era dolor. O no solo eso. Fue intenso. ¿A ti?

Amatis cerró los ojos sin querer. Aún sentía a Mike en su cuerpo. El momento justo en el que entró, muy despacio, y como esa sensación entre ensanchamiento, casi imposible sin serlo, con estallidos de placer que lo recorrían.

—¿Están listos?

Los dos Alfas llegaron. Los chicos habían olvidado sus planes de salir por estar entretenidos comiendo pasteles y hablando de sus respectivos reclamos.

—¿Te acabasteel de chocolate? —preguntó Ranshaw, divertido—. Supongo que no tienes más apetito.

—La verdad es que sí tengo.

—Trajimos pavo al horno y ensalada de verduras rojas —dijo Mike—. Vamos a comer y después guardaremos nuestras cosas. Iremos a entregar las llaves de la cabaña y partiremos a San Fernando hoy mismo.

—Pensé que nos quedaríamos aquí por lo menos una semana.

—Parecía una buena idea, pero Ran y yo decidimos que lo mejor será buscar a Jonás y establecernos lo antes posible.

—De acuerdo —dijo Kris—, mira, aún sobra una rebanada, por si la quieres. Aunque si no, a mí me queda espacio. 

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