The firstborn | Jujutsu Kais...

بواسطة daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... المزيد

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶

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بواسطة daaisxke

Año 700 d.c
El juego del docente
Parte final

— Tienes una escritura realmente linda —comentó el azabache, observando la forma en la que la menor hacía su mayor esfuerzo por terminar de escribir su nombre con aquel pincel delgado sobre el papel semitransparente de arroz.

— Mamá solo me enseño a escribir mi nombre, en la tribu solíamos hacer otras actividades... Como tejer, cazar, construir los arcos, flecha y armas... También solían enseñarnos los rituales y para qué servían —relató, y la punta del pincel volvió a hundirse en la tintura negra.

El hombre permanecía sentado junto a ella. Esa despreocupada y simple sonrisa plasmada en su rostro, su codo hincado en la mesa y su rostro apoyado en la palma de su mano, observando detalladamente las facciones infantiles de la menor que permanecía bastante seria y concentrada en lo que hacía.

— Usted es un demonio como papá ¿No? —preguntó repentinamente, pero aun así no desvió la mirada de su escritura.

— El término para nuestra raza es "Maldiciones"... Los demonios se encuentran en otra categoría —contestó, mientras su mano derecha se extendía a la castaña cabellera de la muchacha. Ni siquiera se inmutó ante ello—. Veo que Sukuna no te lo ha explicado todo.

— Dice que lo hará, también quiere enseñarme a utilizar mi energía maldita... Pero cree que es más importante aprender a escribir antes de enseñarme lo demás —su voz era serena, causaba una sensación indescriptible de paz en el ambiente.

— ¿No tienes miedo de él? ¿Sabes que podría destrozarte con solo tronar sus dedos si es que se le da la gana? —esta vez, decidió divertirse un poco más, y recibió una reacción inesperada de ella.

La menor siempre parecía mantenerse serena, demasiado como para estar consciente de encontrarse en la misma casa que una increíble entidad maldita.
Su escritura se detuvo. Ruther logró observar como ella tragaba en seco y su mirada se perdía en el papel de escritura, a la vez que su respiración se cortaba por un tiempo.

— Se que el señor Ryōmen es realmente poderoso —respondió, volviendo a su escritura mientras el mayor junto a ella fruncía levemente su ceño manteniendo una sonrisa burlona—. Pero si realmente fuera tan despiadado como todo el mundo dice, entonces ¿Por qué me salvó? —su mirada verdosa se giró hacia el azabache, quien sintió escalofríos de pies a cabeza luego de esas palabras—. Oí que su apariencia es realmente monstruosa, él comentó que tenía cuatro brazos y dos caras. Vi un par de veces sus cuatro brazos pero él se veía como una persona normal, solo que tenía dos extremidades más... Realmente no puedo temerle por completo, él me salvó de la masacre de mi familia, buscó un recipiente para no asustarme...  Aunque aún no comprendo demasiado lo que es un recipiente... Pero, se preocupó de comprarme ropa, se preocupó de encontrar una cabaña con buenos muebles donde vivir. Se preocupó de darme lo necesario, como un profesor —nuevamente le dedicó una de esas indescriptibles miradas, provocando que el azabache se sorprendiera un poco y separara su rostro de la palma de su mano—. Se que el señor Ryōmen no sabe expresarse bien, pero... Mamá una vez mencionó... Que papá en realidad era una buena persona.

Por alguna razón, él realmente sentía ganas de estallar a carcajadas. Para alguien que había pasado su larga vida como subordinado del hombre que ella tanto hablaba, escuchar sus palabras eran como un sueño que nunca se podría alcanzar, un sueño, una imagen que nunca podría imaginarse, no había forma de imaginarlo.
Pero, por otro lado, podía concordar en que, sí, había algo en el Rey de las maldiciones que había cambiado, pero su comportamiento era únicamente así hacia esa pequeña castaña.

— ¡Termine! —alzó ella, interrumpiendo por completo los pensamientos de Ruther, quien se exaltó en su lugar y solo alcanzó a observar la encantadora sonrisa en su rostro. La menor se levantó de su lugar, dejando de lado el pincel y la tinta.

— ¿Ah? ¡Yashiro espera! —la muchacha corrió por la sala principal, corrió el shōji  para llegar a un pequeño pasillo que separaba el salón principal de la simple terraza delantera.

— ¡Mire, complete el abecedario! —alzó ella hacia el peli-blanco de cabellera larga.

Sukuna llevaba unos holgados pantalones claros, su torso al descubierto, descalzo, y fumando en su pipa tradicional, relajado sobre el sofá de mimbre que tenía un pequeño futón.
Giró a ver a la castaña que corría hacia él con un papel en sus manos, la sonrisa y el brillo de sus ojos era resplandeciente y le causaba calidez incluso a lo lejos. La vió llegar frente a él, y la menor se subió rápidamente al sofá, arrastrándose hacia el mayor para extenderle el papel.

— ¿Qué es esto? —preguntó él, mientras botaba el humo sobrante de su boca y observaba con algo de sorpresa como la castaña se precipitaba a sentarse en sus piernas, recostando su espalda en el torso del mayor.

— ¡El abecedario! Ruther sensei me enseñó a escribirlo... Aunque dice que solo es el Higarana... Tengo que aprender los otros dos —sus pálidas manos de nudillos rojizos, sus dedos largos y delgados, igual de pequeños, indicaban carácter por carácter con la yema de sus dedos teñidos de la tinta negra.

El nombrado, Ruther, apareció por la terraza delantera, observando con sorpresa como la pequeña castaña se encontraba sentada en las piernas del mayor, quien en su mano izquierda tenía el papel con las escrituras de la menor, y en su mano derecha la pipa tradicional. Su rostro se mostraba relajado, sin preocupaciones, aunque su ceño estaba levemente fruncido.

Era algo... increíble de observar.

— Tienes una caligrafía increíble —comentó Sukuna, y la muchacha alzó su cabeza hacia atrás con una sonrisa para poder observar el rostro del mayor—. A tu edad... y teniendo en cuenta que no sabías escribir más que tu nombre, creí que sería difícil enseñarte la escritura.

— ¡Trabajar con pincel es realmente fácil! —respondió ella, mientras la barbilla del mayor se apoyaba en su cabeza—. La mujeres de la tribu me enseñaron a pintar el cuerpo de los demás cuando hacíamos rituales, y con los demás también solíamos pintar las rocas o troncos, como puntos de referencia para que los hombres y mujeres que iban a cazar reconocieran el camino a casa —aunque en realidad solo era una tradición, los cazadores de su tribu tenían unos increíbles sentidos, tal como el de cualquier lobo en medio del bosque, así que perderse en realidad parecía algo imposible.

— La letra es realmente similar a la de tu madre —comentó repentinamente, llamando totalmente la atención de la menor, que por segunda vez llevó su cabeza hacia atrás para poder observar al mayor—. Es muy legible, derecho, ordenado... Es perfecto —pero algo cambió en los ojos del mayor, mientras recordaba las cartas de aquella mujer que aún conservaba en algún lugar.

— ¿Puedo ahora ir a cazar?

— ¿Hoh? Solo has escrito esto, si haces tres papeles más tal vez te deje ir a cazar —respondió, y por tercera vez en el día, el azabache quedó totalmente sorprendido al ver como el mayor le esbozaba una sonrisa ladina a la menor, con cariño incluso cuando no creía que así fuera.

— ¿¡Tres más!? —se exaltó ella, quitándole el papel de las manos y girando a verlo—. ¡Pero se me cansará la mano y no podré sujetar bien el arco y la flecha!

— No es mi problema que seas tan débil —se burló él, desviando la mirada a la vez que tomaba una bocanada de tabaco, y la menor solo le miró con su ceño fruncido y un puchero. Tierna. Pensó, y soltó una risa mientras el humo se escapaba de sus labios.

Ah... ¿Qué rayos es él? Pensó Ruther.

La menor llevaba unos simples pantalones holgados pero ajustados en los tobillos, junto a una simple camisa sin mangas y sus zapatos algo gastados. El arco colgaba de su hombro derecho, y llevaba una cartuchera de madera para cargar con las flechas, estas eran cinco en total. Su larga cabellera estaba tomada en una larga trenza que comenzaba desde la raíz, junto en medio de su frente, hacia atrás, sujetada al final por un corto pero firme cordel de cuero.
Las yemas de sus dedos aún se veían manchadas por la tinta al escribir, y sus brazos y rostro nuevamente se veían arañados. La muchacha no parecía tener demasiado cuidado consigo misma cuando iba por el bosque, pasar a llevarse con alguna rama o arbusto en realidad no se le hacía demasiado relevante.

Ruther iba a sus espaldas, vestía con la ropa tradicional de siempre pues en verdad no le causaba problema alguno pasear por el bosque. En cambio ella debía prepararse para la aventura.

— ¿No estamos yendo demasiado dentro del bosque? —preguntó el mayor, observando como la larga trenza de clara cabellera se sacudía de un lado a otro mientras las ramas de los arbustos rasgaban como si tratase de una hoja de papel la pálida piel de la muchacha.

— Los conejos no suelen acercarse demasiado a la entrada del bosque porque saben que hay humanos rondando cerca... Hay que ir hacia adentro si queremos cazar —aunque en realidad él lo sabía, solo estaba algo preocupado por la vida de la pequeña.

Es decir, tiene diez años, su físico en realidad se ve muchísimo más pequeño que los niños promedios de su edad, así que Ruther estaba algo sorprendido de todo el recorrido que la muchacha hacía en busca de comida, pero también creí que era algo de esperarse, pues en realidad, incluso si Ryōmen Sukuna había dejado ver un lado de él que se creía prácticamente extinto, eso no significaría que mimaría a la niña por ser su hija.

— ¿No te da miedo ir por el bosque sola? —preguntó de nuevo, notando la presencia de maldiciones de grados inferiores rondando alrededor de ellos, pero no se atrevían a acercarse demasiado si esa pequeña estaba acompañada por una maldición de primer grado.

— Desde luego que me da miedo —respondió ella, sus palabras con total sinceridad y rudeza, pero sin girar a ver hacia atrás—. El bosque en el cual vivía con mi tribu no era oscuro y tenebroso como este, podía recorrerlo como si fuera la palma de mi mano... Ahora he tenido que acostumbrarme a este terreno. Una vez me perdí y me costó tres días llegar a casa, aunque en realidad el señor Ryōmen me encontró antes... Y solo me felicitó por seguir viva —ah, él estaba completamente seguro de que esa solo fue una molesta prueba de su padre, de no ser así, la muchacha probablemente no hubiera pasado ni dos horas perdidas en el bosque, pues Sukuna hubiera ido por ella cuanto antes.

Pero, escuchando sus palabras ¿Qué ocurriría si él se la arrebataba? ¿También tardaría en ir por ella para probar de lo que era capaz? Sinceramente, si ahora mismo él se le lanzaba encima, si ahora mismo él intentara devorarla ¿Sukuna detendría la situación exterminándolo de la faz del universo con solo tronar sus dedos, o acaso dejaría la situación en manos de Yashiro?

¿Cuánta confianza había colocado el Rey de las maldiciones en su primogénita?

— Yashiro —llamó, y la muchacha solo musito—. ¿No te ha enseñado a activar tu energía maldita, no es cierto? —el silencio invadió por un tiempo, aunque solo fue un silencio de la conversa entre ellos dos, pues el bullicio de la naturaleza; como el ruido de los insectos, animales y aves llegaba claramente a sus oídos.

— No, ¿Por qué pregunta? —respondió ella, provocando que su serena voz le erizaran los vellos de la piel, mientras una sonrisa sádica se asomaba en su rostro y su boca comenzaba a hacerse agua, hasta el punto en que un fino y delgado hilo de baba comenzó a correr por la comisura de sus labios.

Sus iris negros comenzaron a tornarse de un color rojizo, mientras su pupila se volvía una fina línea, como las de un reptil. Sus dientes comenzaban a cambiar, y sus colmillos se volvían cada vez más grandes, su dentadura se volvía cada vez más filuda. La sed de sangre comenzaba a secarle la garganta, comenzaba a gruñirle el estómago, y totalmente decidido, se lanzó sobre ella como un hambriento lobo contra un indefenso conejillo de indias.

Pero en realidad no era lo que él esperaba. La pequeña no soltó un grito asustadiza, no soltó lágrimas ni sollozos, ni mucho menos suplico por su vida, no. Ella solo soltó una queja de dolor al caer contra el suelo, pero de alguna manera terminó por colocar en una posición firme su arco y flecha en contra de él.
Era impactante sentir la frívola punta de la flecha tocando la piel de su garganta, era un agarre firme que no hacía temblar el arma en absoluto, era un agarre decidido. Y por primera vez en las semanas que había pasado junto a ella, logró reconocer esa mirada llena de ferocidad en los claros ojos de la menor, una mirada que había sacado totalmente de su padre.

— Papá dijo que no me subestimara —comentó ella, su ceño se frunció y su mirada se volvió más intensa.

El gran hombre apoyaba ambas manos contra el suelo, evitando así que su peso cayera sobre la pequeña bajo él.

— Él dijo que usted no le agradaba, pero que era necesario —continuó, pero en el rostro del hombre ya no había una sonrisa despreocupada, sino que serenidad para escuchar su habla—. Él dijo que usted era un "Idiota pervertido" que seguramente intentaría hacer algo en mi contra —y por alguna razón, estaba comenzando a serle emocionante tener a la menor amenazándolo con atravesar su garganta por aquella flecha.

Ah ¿Olvidé mencionarlo? Ruther, la maldición de primer grado, era un masoquista de élite.

— Tal vez no pueda usar mi energía maldita, pero por esa misma razón papá se preocupó de darme armas malditas —ah, finalmente podía comprender todo. Finalmente podía comprender la despreocupada actitud de Sukuna cuando la menor dijo "Iré a cazar con Ruther sensei", y es que tal como él se lo había imaginado, esta no era más que una de las riesgosas pruebas de Sukuna hacia su primogénita—. Si ahora mismo lanzo la flecha, atravesara su cuello y crearé una herida que incluso siendo una maldición de primer grado, será bastante crítica, luego... El uso de energía maldita en el arma avisará a papá, y él vendrá por usted —escuchaba con atención, mientras sus uñas se enterraban entre la tierra y el musgo de la superficie, a la vez que tragaba en seco con satisfacción—. Usted me enseñará sobre el mundo durante los próximos años, así que en realidad le conviene mantenerse al margen si no quiere que papá lo mande al carajo.

Sus cejas se alzaron con sorpresa escuchando ese vocabulario, nuevamente con total seguridad de que aquello había sido aprendido del Rey de maldiciones. Realmente estaba comenzando a sorprenderse de una manera indescriptible de la repentina tenacidad de la muchacha, quien ahora tenía su vida en sus manos.

Luego de un largo silencio, Ruther esbozó una sonrisa ladina bastante burlesca, a la vez que sus ojos poco a poco volvían a la normalidad, y su sed de sangre se veía retenida, solo por el momento.

— Entonces, por favor, llevémonos bien de ahora en adelante, linda.

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