-Entonces, ¿me harán el favor, estaría muy agradecido... las plantas me darían un poco más igual, pero Ptolomeo me preocupa bastante más.
-¡Claro Luis! No te preocupes por tu perro, le cuidaremos estos días.
-¡Y a las plantas también!-Exclamó Laura.
-Y a las plantas también.-Afirmó Aníbal con una sonrisa radiante.
Aníbal era un chaval de 16 años, alto, se le veía sano y fuerte, rubio y ojos verdes, sus amigos en vez de llamarle Aníbal le llamaban Adonis.
Laura era una dulce niña de 10 años, pelirroja y con pequitas por toda su carita blanca como la leche, le gustaban mucho los animales y las plantas.
Luis les dedicó una sonrisa también mientras les daba una serie de instrucciones.
-Me agrada escuchar eso. A Ptolomeo tendréis que sacarle una vez al día a pasear, con que sean 30 minutos debería bastar, las plantas con regarlas antes de ir a la escuela o después también estaría bien, podéis mirar por toda la casa para ver si Ptolomeo no ha hecho caca ni pis por ningún lugar, pero al ático no subáis, por favor.-Dijo con tono serio.
Los niños asintieron, recibieron las llaves de la casa de Luis, y este cogió el coche y se fue, eran las 21:30 de la noche.
Esa misma noche los hermanos estuvieron hasta tarde hablando de que al día siguiente, que era sábado, estarían paseando a Ptolomeo desde las 09:00 am hasta la hora de comer, y por la tarde harían exactamente lo mismo.
A la mañana siguiente a las 08:30 ya habían desayunado y se habían aseado, fueron corriendo a casa de Luis, Ptolomeo les recibió con muchos ladridos alegres y lamiéndoles las manos.
-¡Qué bonito eres Ptolo!-Exclamó feliz Laura mientras le acariciaba el cogote y las orejas.
-Venga Lau, tenemos que ver si ha meado o cagado por la casa y regar las plantas antes de pasearle.
-Yo me pido cuidar de Ptolo porfa tato.
-¿Entonces tú limpiarás las cacas y los meados?
-¡Sí!
-Está bien.
Aníbal cogió la regadera del patio, fue a la cocina y la llenó, empezó a regar las plantas del salón, la cocina y el baño, volvió a la cocina a llenar la regadera, y se fue al patio, la entrada de la casa y repasar las demás plantas hasta acabar el agua que le quedaba, mientras se dirigía a dejar la regadera en el patio, le pareció escuchar una voz de niña.
-¿Qué dices Lau? ¡Pero habla más alto coño!
No recibió respuesta, entró en la casa y la llamó de nuevo.
-¿Qué quieres Anibilín?
-¿Qué me decías antes?
-¿Antes cuándo? Estas loquito de la cabeza.
Aníbal pensó: Esta niña cada día es más subnormal, lo que tiene que aguantar un hermano mayor, Dios mío.
-¿Has mirado si ha hecho caca y pis dentro de casa?
-¡Todo limpio capitán!
-Pues nada, busca la correa que vamos a pasear a Ptolomeo.
Mientras salían de casa de su vecino, un objeto se precipitó al suelo, el golpe sonó en el ático, pero los hermanos no lo escucharon debido a un ladrido de Ptolomeo.
Ese día, pasearon a Ptolomeo una vez más, y fueron a su casa a dormir.
Cuando el reloj del ayuntamiento de la localidad daban las 03:00 de la madrugada, una luz se encendió dentro de la casa de Luis, se apagó a las 2 horas.
-¡Aníbal que nos hemos dormido que son las 10 de la mañana ya! Despierta zángano.-Gritaba Laura a su hermano mientras lo zarandeaba de un lado a otro.
-Joder Laura eres una pesada de narices hostias.
-¡Hay que pasear a Ptolomeo idiota!
-Que sí que sí, cállate ya de una vez que ya me levanto coño.
-¡Mamá Aníbal está diciendo palabras feas!
La madre de los niños fue veloz a la habitación de sus hijos.
-¿Y qué palabras feas está diciendo?
-Pues está diciendo...
-Laura y hermana. Esas palabras feas digo.-Cortó Aníbal a su hermana
Los tres se miraron y rieron.
-Venga que es tarde niños, id a casa de Luis.
Poco después hicieron la misma operación que el día anterior, pero esta vez Aníbal sí que escuchó un ruido en el ático.
-Lau, ¿escuchaste eso?
-¡Sí! Seguro que son fantasmas, seguro.
-Yo que sé Lau cállate un mes inútil.
-Se lo voy a decir a mamá.
-Que plasta eres chica
Escucharon otro ruido en el ático, y otro, y otro y otro, repetidas veces.
-Parece... ¿El himno del Real Madrid?
-Uy sí, los fantasmas vikingos-Se mofó Laura.
-Que sí, escucha con atención.
-Ahora quien es el inútil...
-Cállate pesada.
-Te callas tú. Mongolo tonto feo adefesio.
-Parece que te estés describiendo.
Escucharon muchos golpes más.
-Aníbal porfi vámonos, tengo miedito... Mucho miedito jolines, vamos con Ptolo al parque.
-Que pesada eres de verdad... voy a dar con una escoba en el techo... A ver qué sucede.
-¡No! Desde luego que no. ¡Nos vamos a ir ya de ya córcholis.
-Plasta de niña coño.
Aníbal fue en busca de la escoba y dio varios golpes en el techo al ritmo del himno español.
Unos golpes iguales fueron su respuesta, probó una vez más y recibió misma respuesta.
-Lau, voy a subir, ¿vienes? Puede que haya alguien allí arriba.
-Ni de chiripa campeón, yo me quedo aquí abajo, eso son fantasmas no subas tato porfi.
-Que plomazo de niña eres de verdad... Ya subo yo.
Aníbal fue a la cocina a por un cuchillo de cocina, llegó a la puerta del ático y la abrió con un irritante chirrido.
-Genial... ahora hasta en Japón saben que he abierto la puerta. ¿Vas a venir?
-Que no, y tú tampoco.
-Que te calles niña, ahora bajo.
Aníbal encendió la linterna de su teléfono móvil y empezó a subir peldaños poco a poco mientras tenía en alto el cuchillo, llegó a la buhardilla y abrió la puerta mientras iluminaba la mitad de la estancia(la que estaba frente a él),sólo vio una silla elegante pero envejecida, un baúl, unos sacos, mucho polvo, humedad y telarañas.
Entró del todo en la estancia y cuando iba a darse la vuelta para iluminar la otra mitad recibió un golpe en el pecho que le tiró al suelo, y le hizo tirar el móvil y el cuchillo, mientras intentaba respirar hondo por el duro golpe, escuchó un llanto de una niña no muy mayor que su hermana y una risa cruel.
-Vaya vaya... Con que sí subiste... Igual que el hermano de esta necia perra asquerosa.
-¿Quién eres?-Preguntó mientras intentaba agarrar el cuchillo.
El hombre de la voz recogió el teléfono del niño y se iluminó la cara mientras sonreía.
-¿Luis? ¿Y esa niña... quién es?
Luis se acercó al chico mientras le contaba todo.
-Es una vecina que tuve, también le dije a su hermano y a ella que cuidaran a Ptolomeo... maté a su hermanito, ¡y me la quedé a ella para mis fantasías sexuales obvio! Pero ya no me sirve, está muy famélica y ya no me gusta, ahora es el turno de la dulce Laurita...
Aníbal se levantó corriendo y dió un puñetazo a Luis en la cara, cuando se disponía a salir corriendo de la buhardilla, recibió una patada en la espalda y cayó de bruces al suelo.
-No Aníbal no... claro que no.
-Eres... ¡un monstruo!
-Sí, quién sabe, tal vez.
Luis se agachó para coger el cuchillo y se acercó a Aníbal.
-¿Últimas palabras?
-¡Laura sal co...!
Luis no dejó terminar a Aníbal, le acuchilló en el pecho, en la tráquea, y en la cabeza otras cuantas veces.
-Maldito crío... Como se haya escapado mi presa mataré a la zorra de tu madre.
Luis se acercó a la niña de la habitación.
-Matilde, es tu turno.
Matilde cerró los ojos y dijo muy lento y bajito unas palabras increíbles de escuchar en una niña de 14 años.
-Ojalá vaya al cielo, y cuándo mueras que espero que sea sufriendo, vayas al infierno, así yo seré la que me ría y tu llores.
Dicho esas palabras se acercó a Luis, agarró el cuchillo y se lo clavó en el cuello, sus ojitos brillaron por última vez y mientras caía al suelo, en su carita se asomó una vaga sonrisa, algo que no ocurría desde hacía casi un lustro.
-Puta niña de mierda, se te van a comer los gusanos, no creas que te enterraré, fulana.
Mientras tanto, Laura había escuchado unos golpes arriba, y al ver que Aníbal no bajaba, empezó a subir poco a poco a oscuras, ya que no tenía móvil.
-¿Tato? ¿Dónde estas? Tengo miedo. Si es una de tus estúpidas bromas, no hace gracia... que lo sepas.
Como no obtuvo respuesta siguió subiendo, encontró la puerta de la buhardilla abierta, y entró.
-Aníbal... ¿dónde estás? Sal porfi, tengo mucho miedo.-Dijo entre lágrimas.
Escuchó el ruido de cómo se cerraba una puerta y soltó un grito.
-Hola querida... ¿preparada para tu nueva vida?
-Luis... estás aquí... ¿cómo? ¿Y Aníbal?
Luis encendió las luces para que la niña viera a Matilde y Aníbal.
-Aquí está tu hermano, y tu predecesora... Ahora no te llamarás Laura, te llamarás número 6.
La niña empezó a llorar, Luis agarró sus pequeños brazitos, la empujó a la cama y empezó a quitarse la camisa.
-Di hola a tu nueva vida...