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By weasxstilinxkx-

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CAPÍTULO UNO ,

the adventure begins

; Todo comenzó cuando Edelia, cansada de su realidad, decidió romper la rutina para convertirse en una gran guerrera.

La primera vez que llegó a Narnia tan solo tenía ocho años, la pequeña no llegó a comprender ni cómo ni por qué llegó a aquella encantadora tierra mágica, Edelia solo era consciente de que se adentró cuando se cayó por un profundo hoyo situado en la parte posterior del patio de su colegio, aterrizando en una torre de seco y blando heno. Cuando se levantó la chica tuvo que apartarse unos restos de la hierba que se mezcló rebeldemente entre su rubio cabello; entonces miró a su alrededor sin conocer el sitio dónde se encontraba.

Miró hacia el cielo, esperando haber visto algún tipo de agujero que simulase el hoyo por el cual cayó hacía unos momentos pero eso nunca pasó, en su lugar un largo azul se extendía, tiñiendo sus nubes y despejándolo por completo, el sol brillaba con tanta fuerza que se reflejaba en la verde y fresca hierba que crecía sanamente sobre el terreno, decorada con nieve por encima, como si la hubieran espolvoreado. Edelia no lograba ver más que árboles cuidados con manzanas casi tan rojas como la sangre; no se dio cuenta del hambre que traía hasta que vio los alimentos y su estómago rugió con fuerza y en queja, exigiéndole algo que calmara su ansiedad pero no le prestó interés, si no que la rubia ignoró por completo el hecho de que se hallaba hambrienta por una vieja pero intacta torre que se situaba unos kilómetros frente a ella misma.

Su mente se dividió en una controversia consigo misma, basándose en si acercarse a ver si alguien podría ayudarle o al menos, explicarle dónde demonios estaba o quedarse en el exterior, su miedo le alentaba a quedarse en ese sitio justo cuando el sonar de algo crujir llamó su atención; la pequeña se giró y lo que vio no le resultó más fácil para aclarar sus dudas en absoluto, si no que la confundió más.

Frente a ella, exactamente al lado de la fuente de piedra que derrochaba agua potable y que ella no se percató de que estaba ahí debido a su estado de sorpresa y confusión se encontraba un hombre sobre dos patas de cabra y una llamativa bufanda roja rodeando su cuello, el pánico se convirtió en una bola de presión en su garganta, sin saber si gritar o salir corriendo. No sabía de qué se trataba aquella criatura, un hombre desde luego que no, o al menos no del todo, sus ojos celestes la estudiaban con curiosidad y un deje de temor; aquello llamó la curiosidad de la menor, que deparó en el rostro bonachón que este poseía. Llevaba el torso blanco como la leche al descubierto, situándose bajo un árbol, sin parecer importarle que las ramas de este le arrojaran nieve sobre sus hombros y su oscuro cabello peinado.

     ── ¿Qué eres? ──Se atrevió a preguntar Edelia con su voz temblorosa, frunció el ceño y dio unos pasos sobre la nieve que se hallaba en el suelo. El hombre hizo lo mismo al verla, también parecía asustado a pesar de ser mucho más mayor que aquella pequeña de ojos grandes y azules.

   ── Pues un fauno, ¿y tú? ──Dijo con obviedad, como si aquello fuera lo más normal del mundo pero que a la chica solo le incrementó más confusión. El ya dicho fauno terminó a pocos metros delante de la simpática muchacha, no sabía por qué pero por alguna razón, sentía que su corazón vibraba con ternura cada vez que la miraba a los ojos── ¿Cómo has llegado hasta Narnia? ¿Te has perdido?

Edelia frunció el ceño otra vez, ¿dónde había dicho ese fauno que se encontraba? Ahora que lo tenía delante, podía diferenciar unas divertidas pecas sobre su nariz y algo de pelo en el pecho pero más allá de eso, nada sospechoso, por lo que Edelia se sintió más tranquila y el miedo abandonó poco a poco su cuerpo en un silencioso suspiro a la vez que una sonrisa crecía entre sus labios.

    ── Soy una humana. ──Explicó con calma y para ella, su condición sí era más obvia. Claro que, si se ponía en lugar de la criatura, entendía que para él fuera igual, pues parecía no convivir con la raza humana puesto que sus claros y pequeños ojitos se abrieron como platos llenos de sorpresa a la vez que sus labios se entreabrieron unos breves segundos──. Y bueno, vengo de Londres. ¿En qué sitio queda... Narnia?

     ── Oh hija de Eva, me temo que ese sitio del que hablas no está en este reino. ──Le dijo con una amable sonrisa y Edelia se quedó más tranquila al ver que este no le corregía en caso de que hubiera dicho mal el nombre de aquel sitio──. Me temo que no puedo ayudarte, no sé como volver a tu casa. ¿Cuál es tu nombre? Yo soy Tumnus.

      ── Edelia, Edelia Rymer.

El señor Tumnus giró su cabeza hacia ambos lados, la fémina repitió su acción algo confusa porque era evidente de que allí no había nadie más que ellos y la nieve que caía sobre sus cabezas. Luego, el fauno se acercó como si fuera a contarle un secreto, y así fue cuando la rubia percibió el cambio de su tono de voz a uno más bajo.

   ── Edelia es un nombre muy bonito, pero ¿sabes? No podemos quedarnos aquí, podrían vernos y no es seguro para ti. ──Su interior se sacudió con fiereza, haciendo que la pequeña se quedara pálida, presa del miedo──. Yo te esconderé y te cubriré, prometo contarte todo pero una vez estemos resguardados, mi casa es muy acogedora. Te encantará.

Estiró el brazo acompañado de una gentil sonrisa y Edelia dudó unos segundos pero finalmente, su manita aceptó la más pequeña y así fue como fauno y humana partieron rumbo hacia el dulce hogar del señor Tumnus. Nunca estaba recomendado ir junto a desconocidos, Edelia lo sabía a la perfección pero vio en él una esperanza a la que poder agarrarse, por lo que se arriesgó y aquello le salió bien. Afortunadamente.

────── ✾ ──────

Así fue como nada más y nada menos, Edelia acabó viviendo en secreto con el señor Tumnus, apenas podía salir de la pequeña casita que él mismo transformó con sus afectos personales y si lo hacía, era cerca de su entrada. Lo bueno fue que pudo conocer a más criaturas como a los señores Castores, que eran muy gentiles a pesar de ser un poco gruñones pero realmente amables, o también un zorro un tanto canallesco pero que sin duda, logró sacar una sonrisa en el rostro de la pequeña en varisas ocasiones, en sus peores días. Pues como toda niña, muchas veces anhelaba salir a jugar o tomar el sol a pesar de conocer los peligros a los que estaba expuesta, por eso era que nunca lo llegaba a hacer por la seguridad de su bienestar.

Pero un día todo aquello cambió, cuando temprano en la mañana, Edelia salió al terreno de la casa de su viejo amigo Tumnus a tomar el sol y disfrutar de hacer pequeños muñecos de nieve que no le robaran mucho tiempo y siempre bajo la protección del fauno o de alguno de los ya mencionados previamente. Se alejó unos pocos metros para acercarse a un árbol sin vida, ella había escuchado que antiguamente solían hablar, pero por más que esta lo intentaba no conseguía ni un solo murmuro a cambio; necesitaba una rama para la nariz de su muñeco y a Tumnus le pareció buena idea porque podía vigilarla desde la puerta, visible en su campo de visión.

La rubia, con dos años más, dio un salto que logró alcanzar un brazo del árbol, aferrándose a este con sus delgados brazos, ágilmente consiguió arrancar dos pequeñas y finas ramitas que le servirían; estaba contenta de poder conseguirlas. Pero entonces escuchó el sonido de unos pasos y a través de las ramas, divisó una cabellera negra como el azabache caminando hacia ella.

Un niño, más o menos de su edad, abrazándose a sí mismo muerto de frío y tiritando, también tan blanco como la escarcha y las pecas que adornaban tiernamente su rostro de travieso.

Edelia se quedó muda ante tal escena frente a sus ojos, estaba exhausta, no podía creerlo. Literalmente hacía años que no veía a ningún niño, estaba tan entusiasmada y sorprendida al mismo tiempo, que olvidó por completo mantenerse agarrada a la rama del árbol, cayendo estrepitosamente en la nieve junto a un pequeño grito. El contrario se asustó ante tal repentino momento que no se esperaba, dio un paso hacia atrás con su rostro lleno de pánico pero al ver la cabellera sedosa y rubia de la chica; se quedó ensimismado unos segundos.

      ── ¿Estás bien? ──Preguntó él en un intento de ser amable, cosa que normalmente no se le daba nada bien. Edelia alzo su rostro y fue entonces cuanto la pudo ver bien, tenían unos ojos grandes y azules como el océano que no pasaron desapercibidos para el chico, igual que tampoco lo hizo su tez blanca y suave; era linda. Inmediatamente apartó aquella absurda idea de su cabeza con repulsión, ¿qué hacía un niño cómo él pensando en eso?

     ── Sí, sí. Solo me has distraído, no suelen verse muchos niños por aquí. ──Edelia sonrió cálidamente pero no recibió nada positivo por su parte, solamente se le vino a la cabeza lo desagrable que era pero no dijo nada al respecto, ella tenía una educación que le inculcaron sus padres; a los que extrañaba como a nadie—. Soy E...

      ── Debo marcharme.

Y como dijo aquello, se fue. Dejándola con la palabra en la boca. La niña enfocó al chico perdiéndose entre los árboles hasta que ya no vio ni rastro de él, y dejó las ramitas rotas en la nieve, olvidándose completamente de ellas y de su muñeco para volver con Tumnus, quien observó toda la escena y pasó un brazo por el hombro de la pequeña como si pudiera protegerla; fijándose aún en el camino por el que el pelinegro se había largado y sin poder pasar por alto la culpabilidad que se reflejó en su rostro al ver a su niña.

────── ✾ ──────

La celda era fría, el hielo se clavaba en su trasero y dolía como si quemase. Tumnus y ella fueron encontrados al poco tiempo, la Bruja Blanca ordenó que los encerraran. La experiencia estaba siendo horrible, sobre todo para el fauno, que además de su dolor, le era más insoportable el no poder ayudar a Edelia a sacarla de allí. Sufría al ver cómo la pequeña miraba el pan duro con pena, sin poder darle ni un bocado debido a sus sensibles encías; y él no se comía su porción por no hacerla sentir mal. Aunque esta siempre terminaba regalándosela con una radiante sonrisa a pesar de su demacrado estado.

Se separaron en un brusco gesto una vez oyeron el eco de aquellos pasos que tanto les aterraban, preparados para recibir cualquier mal que estuvieran dispuestos a cometer pero en lugar de ello, el mismo chico con el que Edelia se topó cayó de bruces al suelo helado, dejando ver a la Bruja Blanca tras este.

       ── Él os delató. ──Declaró la mujer culpando al contrario, con su dedo acusador──. Y por unos dulces.

Aquellas palabras llenas de maldad fueron las últimas que escucharon antes de que un tenso silencio reinase en la estancia una vez les dejaron solos.

     
        ── Eres hermano de Lucy  ──Dijo Tumnus, admirando al pelinegro con algo de sorpresa. La fémina frunció ligeramente el ceño, pasando la mirada entre sus dos compañeros pues, no tenía idea de quién estaba hablando──. Tenéis la misma nariz.

El menor se encogió en su sitio y se llevó la mano hacia su rostro para así rascar su nariz; aunque una pequeña y entrañable sonrisa creció de sus belfos. Delatándose a sí mismo en cuanto la extrañaba.

        ── ¿Cómo te llamas? La última vez te marchaste dejándome con la palabra en la boca y sin presentarte. Eso es de mala educación ──Edelia no tenía pelos en la lengua y menos con alguien que no la había tratado de forma adecuda, pero aún así sus ojos azules clavaron toda su atención en él.

  
       ── Edmund.

      ── Pues en menudo lío estamos por tu culpa, Edmund.

Lo que sucedió después fue todo fantasía, cuando pudieron salir de ese castillo congelado, Edelia se dio cuenta de que el señor Tumnus era más importante en su vida de lo que ella misma hubiera creído jamás, puesto que este tuvo que quedarse preso mientras que a ambos niños se los llevó consigo la Bruja Blanca. A pesar de no ser una agradable travesía, ambos fueron rescatados en una noche por narnianos; y fue cuando Edelia acabó conociendo a los hermanos Pevensie.

Peter era el mayor, portaba un pelo rubio como el de ella o más potente, sus ojos eran claros como los de Lucy y Susan, a diferencia de Edmund, que los tenía marrones oscuros. Para Edelia era el más simpático, se portó muy bien con ella desde el principuo y Lucy rápidamente logró buscarse un hueco en el corazón de la muchacha, convirtiéndose en una de sus grandes amigas; con Susan no terminó de encajar mucho pero le caía bien, era una buena chica al fin y al cabo.

Entre los cinco y por supuesto, con la ayuda de los Narnianos y del mismísimo Aslan, lograron derrotar a Jadis y liberarles del torturoso invierno, los hermanos fueron coronados reyes y reinas. Edelia se negó, puesto que aún se consideraba pequeña e inmadura para ello pero prometió ganarse algún título, ya fuera igual de grande que el de ellos o más insignificante, no era algo que le importara demasiado.

El gran León les dio la oportunidad de volver a sus hogares y Edelia fue la única que decidió quedarse en Narnia. Le pidió a los Pevensie que les hiciera saber a su familia que estaba bien, incluso les dio la dirección para poder completar con su misión, aunque esta no sabía que el tiempo en Narnia no transcurría como en Londres y que, cuando sea que fuere que volviese, tan solo habrían pasado unos breves segundos.

La despedida fue cercana y cálida con la mayoría, Lucy lloró contra su tripa mediante el abrazo, manchándole de lágrimas el vestido mientras esta le acariciaba el pelo con cariño y sonreía, llena de ternura. Le prometió que se verían más pronto de lo que ella se esperase y pareció animarla, Peter le despeinó de forma divertida aunque terminó besando su frente, haciéndola sentirse protegida, Susan le dio algunos consejos de puntería y otros que le serían de gran ayuda, acabando por cruzar la línea del farol que los devolvería a su casa.

El último sería Edmund.

Quien se acercó a ella con cautela y una fina pero pequeña sonrisa que se dejó ver en él, algo no muy común.

        ── Siento todo lo que ha ocurrido por mi culpa. ──Si hubo alguien quien maduró en ese viaje, fue el varón menor de los Pevensie. Llegó con una actitud rebelde, pasota y egoísta pero quien abandonaba en esos instantes la Tierra mágica era otro nuevo Edmund.

        ── No pasa nada, al final todo se arregló y tú ayudaste. Lo he pasado bien aprendiendo a manejar la espada y si tú no hubieras liado todo esto, yo no hubiera aprendido. ──Bromeó guiñándole un ojo de forma cómplice y divertida, provocando las risas en el contrario. Edelia no estaba acostumbrada a escucharle reír pero las pocas veces que lo hizo, pensó en lo bien que le sentaba; mucho mejor que cuando estaba serio──. Espero que en el tiempo que no estés aquí repitas más risas, así para cuando vuelvas no tengo que aguantar más esa cara que pones de amargado.

Las risas de Edmund se fueron apagando hasta que quedó una fugaz sonrisa, sin sentirse molesto ante las palabras de Edelia. Su relación no era la mejor pero, tenían sus momentos y ese era uno de ellos, no iba a estropearlo por algo que ni siquiera le ofendió. Ella era diferente, o eso le parecía al pelinegro, no es que hubiera tenido muchas oportunidades de conocer a una chica dispuesta a coger una espada pero estaba seguro de que si la tuviera, no habrían muchas dispuestas a ello.

Y por si fuera poco, se le daba bastante bien. Tenía mucha agilidad. Edmund posó sus ojos en el rostro de la muchacha, fijándose atentamente para poder retenerlo en su memoria y recordarla durante el tiempo que estarían fuera de Narnia.

       ── Al final me alegra haberte conocido, Edelia. Aunque seas un grano molesto ──Añadió con sorna, la muchacha rió suavemente a la vez que cruzaba los brazos bajo su pecho, mientras que Edmund entrecerraba sus ojos ante la molestia de los rayos del sol──. Debo marcharme pero, nos veremos pronto.

Extendió su mano hacia ella sutilmente, obligándola a alzar una de sus cejas, algo incrédula.

      
        ── ¿Tregua? ──Preguntó Edmund.

        ── Tregua. ──Respondió la contraria, estrechando la mano masculina con cuidado de no hacerlo fuerte para no dañarle, junto a una sincera y pícara sonrisa.

Tras unos segundos, rompieron el enlace entre sus manos y Edmund desapareció. No se giró antes de marcharse pero ella sabía que no iba a hacerlo, ahora solo le quedaba esperar a poder verles de nuevo, que no sabía cuándo sería. Pero desde luego, Edelia no olvidaría el pacto de tregua que forjaron entre ambos.

Pasara el tiempo que pasara.

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