Subí al auto negro que me esperaba en la esquina de mi casa, prefería que me esperase allí ya que mi hogar en cierto modo era intimidante, además de que era mucho más sencillo si mi padre no tenía tanta información hacia donde iría y con quien, desde niña él fue muy sobreprotector conmigo, pero bueno, era una de las tantas desventajas de ser la hija del jefe de policía de New York.
-Lauu -chilló la rubia frente al volante del Ford último modelo, le regalé una sonrisa y un beso en la mejilla.
-Buenas noches mi amada Chloe saludé a mu mejor amiga de toda la vida-, ¿A dónde nos dirigimos esta noche?
Mi mejor amiga desde los cinco años, Chloe Smath, era la loca de las fiestas, yo no me quedaba atrás, pero prefería no chocar tanto con mi padre a la hora de salir, por eso prefería que ella me empuje a hacer locuras.
-Vamos a...-hizo una pausa, intentando una atmósfera de misterio, la cual déjame decir que consiguió, ya que era impredecible.
Pusé mis ojos en blanco, lanzando un bufido me crucé de brazos.
-Amo que salgamos pero odio tu misterio-dijé arrugando la nariz-,¡espero que no sea "Sugar dad"!.
Nuestro último encuentro con ese bar no había salido nada bien, ni siquiera quería pararme a rememorar ese momento.
Chloe lanzó una sonora carcajada y aceleró su auto.
-Por supuesto que no-negó con la cabeza-.Esa noche fue demasiado hasta para mí, aunque hoy me gustaría hacer algo indebido.
Arqueé mi ceja derecha, instando a que continúe.
-Quiero ir a Thiago- confesó finalmente con una pequeña sonrisa inocente en sus labios tintados color granate.
Oh, mi Dios.
Mi padre me iba a asesinar, o en el peor de los casos encerrarme en su prisión.
Sí, la hija del jefe de policía de New York iría a Thiago, el club y bar más famoso de la ciudad, no era precisamente el "más famoso" por sus buenos tragos y música, no, era así de popular por el hecho de que allí se reunían los mafiosos más grandes, peligrosos e influyentes de la ciudad, y también tendría que aclarar que allí iban los más guapos.
-Esto es una locura-chillé.
Mi mejor amiga me regaló una sonrisa socarrona.
-Una locura-afirmó y me guiño un ojo-,pero de buena calidad.