Los chicos llevaron a Anne a su hogar.
Diana planeaba avisar de antemano a Bertha lo que había sucedido, pero la pelirroja al enterarse, se negó rotundamente.
—No, Di, sabes como es mamá. Va a sobresaltarse y ponerse dramática y no estoy mentalmente preparada para un regaño. Con descansar estaré bien —aseguró su alma gemela, haciendo que la pelinegra sonría de lado y deje su teléfono.
Al llegar, solo se encontraban sus padres.
Cuando estos vieron que los amigos ayudaban a su no tan pequeña hija a bajar, se pusieron alertas.
—¿Anne, cariño? ¿Qué sucede?
—Nada ma, estoy bien.
—¿Entonces por qué tus amigos te están ayudando a caminar? Walter, ayúdame, vamos a dentro —dice indicándole a su esposo que hacer.
Ambos dejaron a la ojiazul en el sofá, para que pueda descansar.
—Anne Shirley, ¿Qué ha sucedido? —farfulló su madre con voz preocupada pero con regaño a la misma vez.
—No pasó nada que no se pueda arreglar, ma, en serio... —contestó cerrando sus ojos. Ya estaban comenzando a dolerle de vuelta.
—Bien, si tú no me vas a decir, lo harán tus amigos —dijo Bertha mirando a los otros tres, quiénes la miraban como si se tratase de un demonio preocupado por su hija.
—Bueno... nosotros... —hablan al unísono.
—Ma, no los metas a ellos en esto. Simplemente me dieron con el balón en la cabeza y me desmayé.
—¡¿Te desmayaste?! —dijo con voz elevada.
—Sí, y no grites, me duele la cabeza —murmuró recostándose.
—Oh, querida mía, está bien, descansa todo lo que necesites, más tarde hablamos. Chicos, muchísimas gracias por traerla —suelta con sus manos juntas.
—No hay de qué, Bertha, nos vemos —saludó Diana, echando a sus amigos hacia el auto.
Diana tipeó algo en su celular y se pusieron en marcha, mientras Anne caía en un profundo sueño.
❁༄༄༄❁
La pelirroja fue abriendo sus ojos lentamente, recordando todo lo que había sucedido.
Su cabeza ya no dolía como antes, y sus ojos no le pesaban.
Se estiró en el sofá y miró su reloj. Había dormido cuatro horas y sentía que lo que había hecho por una eternidad.
Su estómago rugió y fue a buscar alguna fruta para alimentarse.
—Hola pequitas, ¿te sientes mejor? —preguntó su padre, exaltándola.
—Ay, me asustaste —respondió con una mano en su pecho.
—Lo siento —murmura su padre con una risita.
—Respondiendo a tu pregunta, sí, ya me siento mejor. En realidad, siento como si hubiera descansado por siglos —habló mientras le daba un mordisco a la manzana.
—Es el poder de la siestas reparadoras —contesta—. Bien, deberías ir preparándote, en unos minutos iremos a casa de unos amigos.
Anne abre lo ojos como platos y se dirige a su cuarto.
—¡Gracias pa!
—De nada —contesta riendo.
La pelirroja se encerró en su cuarto y empezó a rebuscar en su armario algo decente para usar, pero no encontró nada que la convenciera.
Bueno, aunque Anne no era conocida por interesarse en la moda, le gustaba mucho ir de compras y probar diferentes estilos.
Yo
"Emergencia. Tengo una salida con amigos de
mamá y papá y no tengo nada que ponerme".
Alma gemela
"¿Ahora?".
Yo
"Sip, casual, de noche".
Alma gemela
"Bien, ponte el vestido blanco con
flores verdecillas. Puedes usar tus
converse, sí quieres. Además usa
la chaqueta de jean".
Yo
"Gracias, me salvaste".
Alma gemela
"No hay de qué :)".
"Estás mejor, ¿verdad? Sí me
necesitas, aquí estoy".
Yo
"Sí, gracias por preguntar<3".
Después de agradecerle a su mejor amiga, busca su atuendo y lo deja sobre la cama.
Finalmente, decide darse una ducha refrescante.