The Weight of The Water (l.s)

By venuslittlegirl

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Harry es una sirena que solo busca volver a casa sin importar lo que tenga que sacrificar. Louis y su barco s... More

Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Final
Epílogo
Agradecimientos

Uno

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By venuslittlegirl


Estas páginas relatan una historia verosímil que, sin embargo, nunca podría suceder en la realidad. Narran, de hecho, la historia de dos personajes que se encuentran por obra del destino y varias veces más, aunque cada una de ellas es la única, y la primera, y la última. Pueden hacerlo porque habitan un tiempo anómalo que inútilmente buscaríamos en la experiencia cotidiana. Lo establecen las narraciones, de tanto en tanto, y éste es uno de sus privilegios.

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Miró una vez más la brújula atenazada entre sus dedos, siendo levemente iluminada por la luna que se alzaba sobre su cabeza y reflejando la cobertura de oro, las piedras preciosas y la larga cadena de plata que rodeaba su cuello.

Su espalda estaba apoyada en la pared de ladrillos detrás suyo y sentía la transpiración en su nuca, casi recorriendo con gotas el largo de su espalda. Trató de acompasar su respiración y volvió a guardar la brújula, poniéndola debajo del cuello de su camisa sucia y maltratada cuando comprobó la dirección a la que apuntaba.

Era un bar. O eso creía.

Veía con sus ojos esmeralda una casa de madera y ladrillos, con un cartel sucio sujetado por cadenas y con ventanas reflejando la luz de antorchas, gritos malditamente fuertes y personas fuera sujetando botellas daban la clara imagen del tipo de negocio del que se trataba.

Dio una última mirada hacia atrás, con la paranoia carcomiendo su pecho y caminó hacia la puerta como si fuera su sentencia de muerte.

Cuadró sus hombros y alzó levemente la cabeza cuando pasó por el lado de los hombres que estaban apoyados en la fachada del bar, casi tan borrachos como para no dar dos pasos.

Harry los miró de reojo, cuando sus ojos cayeron sobre uno de los tatuajes que sobresalía de la clavícula de uno de ellos, era un timón cruzado con espadas.

Uno tenía una panza que estiraba su camisa sucia mientras que sus piernas regordetas vestían pantalones negros junto con botas del mismo color y, claro, una pañoleta rodeando su cabeza.

Su mano se quedó quieta en el pomo de la puerta entre sus dedos y se los quedó mirando un corto tiempo, antes de darse cuenta que, sí, definitivamente esa era la suerte con la que había nacido.

Porque solo él estaba a punto de meterse en un bar de piratas. Su más grande deseo suponía medidas desesperadas.

Abrió la puerta con la imagen del tatuaje clavada detrás de sus ojos, entrando directamente a su infierno y percibiendo el fuerte olor a alcohol y sudor.

En ese ambiente no se sentía tan mal vestido, con su camisa de lino rota, sus pantalones con agujeros en las rodillas y sus botas manchadas de barro, incluso se podría confundir con ellos. Su cabello castaño rizado y largo, enredado con polvo y sus labios secos parecían concordar con la apariencia de todos, igual que el mal olor que traía encima, incluso las pocas argollas a lo largo de sus dos orejas coincidían.

Excepto que había una gran diferencia entre ellos.

Palpó sus bolsillos para asegurarse que todo estaba en su lugar, el metal caliente de la brújula en su pecho y la daga en la manga de su camisa hicieron que se sintiera más seguro de sí mismo.

Las mesas de madera en los costados del bar estaban repletas de hombres, con sus botellas de ron encima de éstas riéndose a carcajadas sueltas y con mujeres apretadas a su lado. El resplandeciente oro de los dientes de algunos lo inquietaban un poco.

Se sentó frente a la barra con un suspiro cansado, sintiendo sus pies quemar.

Su corazón todavía parecía querer salirse de su pecho por la gigante carrera que había hecho y su garganta estaba más seca de lo común, le picaba. Miró a su alrededor un poco inquieto, sus ojos cayendo en la puerta robusta y de madera del bar, esperando a que entraran en cualquier momento.

Pero no, estaba seguro de que los había perdido. Había doblado, saltado, se había metido en uno de los carruajes que estaban en las calles, y había conocido a la famosa Lady Teressa. No era tan preciosa como todos esos humanos decían, pero sí muy chillona.

Y demonios que tenía fuerza.

Se tocó la cabeza, aún palpitante y dio otro vistazo a su alrededor.

¿Por qué había sido guiado hasta allí?

Aún no sabía si confiaba en los aparatos que había robado, algunos de los mapas estaban tan viejos que parecían poder hacerse polvo en cualquier momento. Pero era la única salida que tenía para volver. Y ese viejo parecía obsesionado con todas sus pertenencias como para mentir sobre el valor y la veracidad de lo que ofrecía. No había arriesgado su vida para que fueran piezas engañosas, y si lo eran, no sabía qué iba a hacer.

Giró levemente la cabeza para mirar de reojo a las dos personas que se habían tirado en las sillas a su lado, uno de ellos con una cicatriz que le recorría la mayoría de su mejilla y el otro rubio estaba alzando la mano para pedir una bebida a la promiscua mujer con pechos grandes que atendía la barra. Sus ojos captaron cómo el de la cicatriz se sacaba su chaqueta y la dejaba colgada en la parte trasera de la silla, mientras seguía hablando.

Harry se miró a sí mismo, específicamente a sus brazos con piel de gallina por el frío que había aprendido a ignorar a lo largo de los años. Pero sabía que, si ya no iba a estar con mucha protección a su alrededor, lo principal iba a ser mantenerse cálido. Y no sabía cuánto tiempo iba a estar solo.

Corrió la silla levemente hacia un lado, haciendo como si estuviera acomodándose en ella y mirando un poco más de cerca a los hombres, hablando sin que se les pudiera entender mucho por el bullicio del bar. Sin embargo, cuando su mano se estiró hacia la chaqueta con disimulo, como si estuviera rascándose la espalda, alcanzó a escuchar un pedazo de su conversación.

—... admitiendo a algunos, —. El rubio habló, mirando de pies a cabeza al de la cicatriz, —con habilidades específicas.

—¿Qué estás tratando de decirme?— Gruñó por lo bajo el de la cicatriz. Harry no pudo ver su expresión, pero seguro parecía un perro rabioso. Su cabeza estaba inclinada hacia el rubio y Harry solo alcanzaba a ver la mitad de la cara del de acento extranjero.

—El capitán solo está buscando personas que sirvan más que para pelear y matar.

Harry se sentó derecho, mirándolos con un poco de curiosidad y olvidándose por unos segundos de su intención anterior.

¿Un barco?

Sus ojos se iluminaron por lo que significaba, pero antes de que siquiera pudiera analizarlo bien, la puerta del bar se abrió con un estruendo revelando a alguien que solo quería verlo muerto.

Maldijo por lo bajo, mirando a su alrededor en busca de una salida rápida con la desesperación construyéndose en su pecho.

La mayoría de las personas presentes se giraron a ver al individuo que entró con el ceño fruncido por el escándalo y Harry aprovechó eso, no sin antes tomar una pequeña ventaja del asiento del hombre a su lado, que estaba distraído viendo al hombre de traje que no calzaba para nada ahí, todos tomando su presencia como una amenaza.

Se deslizó silenciosamente hacia un pasillo que divisó al final, poniéndose la chaqueta de cuero de un color azul oscuro, sintiéndose pesada en sus hombros.

Si no hubiera estado tan paranoico por salir de ahí lo más rápido posible, se hubiera sorprendido por lo bien que se ajustaba a él. Miró hacia atrás, el hombre uniformado siendo claramente intimidado por los hombres fibrosos del lugar.

Tragó saliva cuando sus ojos se encontraron, aún a través de todo ese montón de gente. El hombre empezó a hacerse paso con una expresión determinada, gritándole, sin que Harry lo pudiera escuchar y éste último solo pudo hacer una cosa:

Entrar a la primera puerta que encontró.

La cerró con un fuerte golpe y se apoyó en ésta. Soltó un suspiro de alivio, cerrando los ojos y tirando su cabeza hacia atrás.

Miró una silla que tenía al lado y la apoyó rápidamente en contra de la puerta, trabándola para que ni se le ocurriera entrar aquí.

Se giró a buscar alguna ventana por la cual escapar de allí, o alguna otra puerta, pero...

Oh.

Parpadeó sorprendido.

Uhm, dejen ponerlo así.

Es que Harry durante toda su vida pensó que la belleza de los humanos era subjetiva, de una manera totalmente diferente a los de su especie. En las calles de piedra se podía encontrar belleza en cómo las personas desamparadas hacían brillar sus ojos con las simples cosas de la vida, en cómo un niño sonreía cuando sus caprichos eran cumplidos o los sentimientos reflejados en el amor incipiente, sus caras transformándose de una manera que le hacía olvidar sus expresiones estoicas.

La belleza en los humanos era esporádica, se podía ver de vez en cuando, pero siempre le sorprendía. Y Harry tuvo que aprender a pensar de esa manera para no hundirse en el odio.

De vuelta en casa, esa belleza la veía siempre, porque evolucionaron así con el propósito de cautivar y destruir, sin embargo, era mucho más fea que en la tierra de una forma que pocos entendían.

Porque los humanos eran como esos copos de nieve que caían de vez en cuando en su hogar, cada uno era único, pero tenían esta misma estructura y si hacía de lado algunas diferencias, eran todos iguales. Y, en serio, como hay tantos de ellos alrededor, nadie iba a notar las diferencias a menos que le importara lo suficiente para mirarlos de cerca.

Pero mirando de una manera totalmente sorprendida a la persona delante de él, se preguntó si la belleza era tan subjetiva como siempre pensó o simplemente no había mirado lo suficientemente atento para darse cuenta.

Porque sus ojos eran azules como la cascada en las que le gustaba jugar cuando era pequeño y sus labios eran rojos como ese caramelo que había robado en la mañana y disfrutado tanto. Cabello chocolate y plumoso con un flequillo cayendo por el lado de su ojo derecho, cubiertos por un gracioso sombrero y, además, envainaba esa espada como si hubiera nacido para sostenerla contra él.

Harry tragó saliva, saliendo de su estupefacción y ampliando los ojos.

Estaba seguro que hace menos de dos segundos él estaba sentado en esa roñosa silla a dos metros.

Y mirando la ferocidad en sus ojos, se preguntó si había encontrado un copo de nieve excepcional.

—Hey, hey, hey —Habló alzando las manos y lamiéndose los labios con nerviosismo, su corazón acelerándose en su pecho. —No me hagas daño.

La espada tocó su cuello y Harry trató de retroceder sin éxito por la puerta a sus espaldas, su garganta se cerró por el temor. Se estaba encogiendo de a poco y la conocida sensación de pánico quería salir.

—¿Por qué demonios cerraste la puerta? —Gruñó por lo bajo, sus ojos oscuros y la mandíbula apretada. Harry boqueó como un pez.

¿Cuál es una razón suficiente buena para que no te maten?

—Yo... ¿quería privacidad?— Los ojos del más alto recorrieron la espada por unos segundos, calculando cuánto tiempo necesitaba para sacar la daga escondida en su manga. El filo se presionó un poco más en su tráquea y soltó un suspiro tembloroso. Un poco más y seguro rompía la piel.

—Dime.

Harry trató de buscar alguna salida sin recorrer a la violencia, pero...

Sus ojos se deslizaron por el cuerpo del hombre sin querer, en serio, y gracias a esto se dio cuenta de su vestimenta. Y de su sombrero y sus cadenas de oro contrastando contra la piel bronceada de su torso descubierto por esa camisa de lino.

Y ese abrigo rojo oscuro que caía por el respaldo de la silla más allá, además de los suaves músculos flexionados en su camisa arremangada y la brújula tatuada en su antebrazo, con el nombre El Pícaro debajo de éste.

Y él conocía el nombre de ese barco.

—Quiero unirme a tu tripulación—. Soltó de golpe, volviendo de su exhaustivo análisis de su cuerpo hasta su cara, que se había suavizado un poco al oír las palabras. Sin embargo, la espalda no retrocedió ni un centímetro, el azul de sus ojos se estrechó por unos segundos. Rogó para que la conversación que había escuchado antes fuera cierta, que éste fuera el capitán y siguió hablando. —Yo... yo sé sobre medicina y sé pelear, juro que sé pelear cuando no tengo una espada en mi garganta.

El filo retrocedió dubitativamente, pero no estuvo tranquilo hasta que fue devuelta a su funda en el costado de la cadera del hombre y comprobó con su mano su cuello con el miedo de sentir algo viscoso, pero no había nada gracias a la suerte que tuvo por esta vez, dándole la razón de sus sospechas.

Sin embargo, sus palabras cayeron sobre él cuando se dio cuenta lo que significaba unirse a su tripulación, lo que significaba para las personas dentro de ella y especialmente para el capitán. Porque Harry iba a ser su verdugo, pero no podía hacerlo solo, no iba a volver a ver los ojos de madre u oír las quejas de sus hermanas de diferente sangre, o ver la belleza del mar cuando éste se atormentaba, mirándolo desde abajo, sintiéndose seguro porque allí estaba a salvo, no iba a poder sentirse como él a menos que cargara con un peso en su conciencia.

Quizá era momento de que la humanidad le devolviera todo lo que le había quitado en la forma de un barco.

Quitó lentamente la mano de su cuello, volviendo a enderezarse cuando la adrenalina goteaba fuera de él. Comprobó disimuladamente la manga para asegurarse que la daga seguía escondida allí, siguiendo al capitán quien había vuelto a su asiento no sin antes quitar la silla de la puerta y echarle una mirada de absoluta desconfianza.

—¿Médico? —Harry lo miró, parpadeante. Sus pesadas botas repiquetearon cuando se acercó un poco más. —¿Por qué un médico querría unirse a mi tripulación?

El capitán estaba en esa silla, con una mesa de madera entre ellos dos. La habitación parecía el lugar donde guardaban los barriles de alcohol, y si su vista no le fallaba, también servía como guarida de un capitán. Su voz absolutamente cortante.

—No soy médico —. Sus manos temblando un poco cuando las pasó por su cabello. —Mi familia entera nació con este don de... de curar a las personas.

La ceja del hombre se alzó.

—Digo, nací rodeado de curanderos y sé técnicas —Trató de arreglarlo, echándole un vistazo a la puerta detrás suyo.

—¿Y pelear?—. Un breve recuerdo de la sangre salpicada en las paredes vino a su mente.

—También —Habló en voz baja, oscureciéndose un poco.

Los ojos del capitán lo analizaron por unos segundos, alzando su cabeza y entrecerrando sus ojos, su mano llena de anillos rozando el mango de la espada en su costado. Se miraron fijamente por unos segundos.

El hombre se lamió los labios, inclinándose hacia delante, Harry siguió hipnotizado el movimiento con sus ojos. —¿Por qué quieres unirte a mi tripulación?

Para volver a mi hogar.

—Porque no tengo nada que me ate a esta tierra, —Dijo, sin siquiera mentir. —No tengo dinero, familia, ningún amante.

El hombre se echó hacia atrás en su silla, sus ojos oscureciéndose un poco más al escuchar lo último, casi sacándole el aliento a Harry. Parecía seriamente pensativo, recorriendo con sus ojos el cuerpo del muchacho, sopesándolo antes de abrir la boca.

— Capitán Louis Tomlinson—. Le sonrió de lado lentamente, con un aura desconfiada. —También conocido como Rapier para algunos.

Y Harry se puso a pensar en el enredo en el que estaba metido al escuchar su nombre.

El apodo de su barco tuvo que haberle dado alguna pista, pero simplemente no lo conectó, porque ese sobrenombre era el de uno de los piratas más buscados por la corona inglesa. Y cuando conectaron sus miradas de nuevo, se planteó cómo iba a poder engañarlo por tanto tiempo, si sus ojos parecían querer arrancarle todos sus secretos.

Cómo iba a poder ganarse su confianza, cuando claramente no había muerto de pura y simple suerte.

Sin embargo, algo no calzaba en todo esto. La súbita aceptación del capitán parecía un poco fuera de lo común, sus ojos azulados aún sobre él, su mano aún sobre el mango de su espada y su cabeza levemente ladeada hicieron que Harry alzara las cejas hacia él, un leve escalofrío recorriéndole la nuca.

—¿Qué?

Louis se inclinó hacia adelante, entrelazando sus dedos sobre la mesa, apoyado como un puño.

— Ahora quiero la verdad —. Se paró de su asiento, pareciendo incluso más alto que Harry por la postura que había tomado, cuando era todo lo contrario. Este último deslizó la daga escondida en su manga en su mano derecha, el filo cubierto por la tela del brazo de la chaqueta. —No me mientas, ¿de qué corrías y por qué quieres unirte a mi tripulación?

El rizado se lamió sus labios secos, su corazón se detuvo por un segundo por el temor. —Estoy diciendo la verdad.

Louis sonrió sarcásticamente. —Tú no tienes madera de un pirata—. Declaró.

—Uhm, sí lo soy— Alzó una ceja, su pie izquierdo deslizándose levemente hacia delante, paulatinamente poniéndose a la defensiva ante cualquier signo de pelea inminente.

—No, no lo eres —. Rodeó la mesa que los separaba, quedándose a dos metros de Harry. —¿Sabes cómo lo sé?

—Lo soy.

Louis lo ignoró. —No tatuajes, no espada escondida en tu bota, —Rodeó a Harry, como si lo estuviera acechando — Demasiado confiado frente a un capitán, alzas la cabeza como si estuvieras en control de la situación. —No eres un pirata porque ninguno en su sano juicio se uniría a mi tripulación con la fama que procedo.

Harry lo miró por el rabillo del ojo.—¿Qué?

Louis se paró frente a él. —Yo no mato —. Tarareó un poco cuando miró hacia la puerta y de vuelta hacia Harry. —A menos que sea necesario.

Harry parpadeó. —¿No es eso bueno?

Mostró sus ojos achinados hacia él y soltó un suspiro entre sus labios separados. —La mayoría de nosotros somos trastornados. La sangre es adictiva cuando ya la probaste una vez, especialmente siendo alguien arrojado a la calle, odio en tu pecho hacia las personas sin nada más que aferrarte, tu única salida es unirte a un grupo de personas igual de tóxicas que tú buscando riquezas sin moral.—Frunció el ceño mientras hablaba, sus ojos perdiéndose levemente por encima del hombro de Harry antes de regresar a su cara con seriedad.— El poder es placer, y algunos lo encuentran en la sangre.

—¿De qué estás hablando?—. Su mano se aferró un poco más al mango de la daga, aún cuando había inducido que no lo iba a matar a menos que atacara.

—Estoy diciendo que, si fueras un pirata, nunca hubieras acudido a mí porque más que la riqueza, a algunos les gusta la sangre. Siguen a su capitán como animales perdidos, dispuestos a todo para no perder—. Sus labios se arrugaron en una fina línea.— Pocos llegan a mi tripulación por eso, la mayoría cachorros perdidos, pocos piratas.

—¿Y cómo demonios eres el capitán más temido si no matas?

Louis sonrió socarrón, su cara lentamente saliendo de esa oscuridad que se había hundido durante su discurso, negando con su cabeza levemente. —Hay otras maneras —. Volvió a su expresión seria. —Ahora, dime porqué estás aquí realmente.

Harry volvió a esconder su daga en la manga, dudando un poco.

¿Realmente quería hacer esto?

El mapa escondido en su pecho parecía querer tentarlo. Si hacía esto, no había vuelta atrás, estaba con un pie dentro y con otro afuera, aún podía volver y buscar otra manera.

Pero estaba cansado de estar solo.

Se había endurecido durante el tiempo, aprendido a ser un alma solitaria. Pero le habían quitado tanto durante toda su vida, había hecho sus deseos a un lado, el pequeño sacrificio que iba a hacer no era más que un hecho sin importancia.

Los humanos eran bellas criaturas, pero, aún así, eran crueles como el infierno.

Le habían hecho tanto daño durante toda su vida, a su madre y sus hermanas también, especialmente los piratas. Sacrificar a unos cuantos no tendría que traerle remordimientos.

Así que abrió la boca.

—Tengo el mapa al tesoro de Asclepio —Louis se tensó.

—Imposible.

Harry negó, sacando de dentro de su camisa el mapa doblado en cuatro y alzándolo para enfatizarlo. —Justo aquí.

Sus ojos lentamente deslizándose por el papel en sus manos, antes de acercarse rápidamente a Harry con la intención de quitárselo. Éste trató de alzarlo para que no lo hiciera, pero en un veloz movimiento ya tenía el papel entre sus dedos repletos de anillos.

El rizado lo miró sorprendido, su mano aún alzada y ahora vacía, parpadeando sin creerlo.

El capitán ni siquiera lo miró, cuando se dio la vuelta ya tenía el papel plegado en toda la mesa roñosa, su cuerpo inclinándose hacia delante y dándole la espalda a Harry.

Éste deslizó su mirada por su cuerpo con un poco más de interés y se aclaró la garganta, antes de acercarse a él con pasos inseguros. Su cabeza se asomó por encima del hombro de Louis, mirando también el mapa aun cuando ya lo había hecho miles de veces. Su cuerpo cubría la mitad de la espalda del capitán y trató de mantenerse lo más alejado que pudiera, su inconsciente diciéndole que podía dar la vuelta y ver el mapa desde el otro lado de la mesa.

Reprimió ese pensamiento.

—Este es realmente el mapa—. Louis murmuró bajo su aliento y Harry asintió aun cuando no lo podía ver.— ¿Dónde demonios lo encontraste?

—Tengo mis métodos—. Habló con timidez. Harry se tocó el pecho buscando algo con su mano, la cadena de oro sobresaliendo en su clavícula, antes de volver a mirar la nuca de Louis.

—¿El mismo método que te consiguió esa chaqueta? —Harry alzó las cejas.

—Pues no—. Se alejó de la espalda de Louis para apoyarse en la mesa con su trasero presionado en ella y cruzando los brazos.

—Te falta una parte del mapa—. Louis alzó su mirada hacia él con el ceño fruncido y Harry arrugó la nariz, el mapa sobre la mesa con un cuarto de él arrancado sin miramientos.

—Sé dónde está—. Louis buscó la mentira en su cara por unos segundos, antes de pararse derecho y acomodarse el sombrero que se había deslizado por su cabeza unos centímetros. Harry siempre había encontrado tan graciosa esa prenda, pero de alguna manera, Louis lo lucía muy bien.

—De acuerdo—. Su cara se arrugó un poco, mirando el mapa sobre la mesa con incertidumbre. Dime todo lo que sabes sobre esto y estás dentro de mi tripulación.

Harry se mordió el labio con indecisión antes de asentir, se dio la vuelta y copió la posición de Louis hace unos segundos, su cuerpo inclinado sobre el mapa y su dedo serpenteando hasta llegar a un pedazo de tierra que estaba en la esquina inferior izquierda, y mirando de reojo al capitán empezó a hablar.

Comenzó con la leyenda que rodeaba el tesoro del Dios Asclepio.

—Se dice que fue asesinado por Zeus en la Isla Del Faro,—. Harry se perdió la manera en que Louis tensó su mano a su lado, sumergido en la información socavada en su cabeza—. Por el temor de la evolución de su poder, a punto de llegar a poder resucitar a los muertos si seguía por el rumbo en el que iba. Esta Isla fue condenada a ser protegida a toda costa, su ubicación perdida en historias, todos sus tesoros enterrados con él, la única manera de encontrarla era... si no anhelabas sus tesoros, su báculo y su oro.

—Y sigo sin saber cómo mierda lo hiciste—. Murmuró entre dientes y Harry le lanzó una sonrisa. Louis lo observó.

—Esto fue el último esfuerzo de Asclepio, sabiendo que Zeus venía detrás de él, buscando un sucesor interesado en seguir sus estudios para mejorar la medicina. El mapa tiene la manera más segura y rápida de llegar—. Se quedó callado un tiempo, mirando el pedazo de papel frente a él sin la parte más importante en él: la ubicación de la isla. Aspiró profundamente, sus ojos vagando por los diferentes nombres escritos en el mapa, nombres de criaturas que pocos humanos conocían.

—Te falta la parte donde su tesoro está custodiado por demonios mitad pez mitad humano—. Harry frunció sus labios, un poco indignado, tarareando en acuerdo por mera conveniencia, enderezándose de vuelta para mirarlo a la cara.

—No más que exageraciones, ¿no?—. Sus ojos se conectaron por unos segundos, antes de que Harry bajara la mirada de vuelta al mapa, haciéndole imposible mentirle a la cara cuando lo observaba de esa manera. Su mano vagó por su pelo para revolverlo y esperó las preguntas de Louis que no tardaron en llegar.

La conversación terminó más temprano de lo que creía, siendo los dos interrumpidos por un toque en la puerta cuando estaban hundiéndose en las dudas más profundas de Louis y cuando esto sucedió, fue como si la tensión acumulada en la espalda de Harry se liberara. El intercambio de palabras se basó en Harry diciendo la media verdad, dejando de lado las partes más oscuras e imposibles de entender, si eras alguien fuera de su mundo, suprimidas de la conversación.

Harry era un enredo de palabras tartamudeadas, evasión de contacto visual y movimiento de pies, constantemente tamborileando, y sus dedos en la mesa de madera indicando lugares del mapa que no tenían mucha relación con lo que hablaba.

Louis, por otra parte, por cada palabra que salía de su boca, era como si se alejara cada vez más de él, asintiendo y buscando sus ojos de vez en cuando, manteniéndose callado la mayor parte del tiempo con nada más que sus preguntas saliendo de sus labios. Pero dos minutos antes que los interrumpieran, se había desconectado un poco, como si los engranajes de su cabeza estuvieran trabajando.

Así que cuando estuvo frente a la puerta para abrirla, le lanzó una mirada por encima de su hombro.

—No digas nada hasta que hayamos encontrado el resto del mapa—. Y abrió la puerta.

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