La reina durmiente: el legado...

By LeireCortes_

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Esta es la tercera parte de la trilogía Sueños. La primera parte, La guerrera durmiente, y la segunda parte... More

Información importante
Julio 1376/Diciembre 1374
Capítulo 1 | La lucha que acaba de comenzar y que no terminará
Capítulo 2 | Los riesgos calculados de las relaciones humanas
Enero-abril 1375
Capítulo 3 | El hermano favorito, el número uno
Capítulo 4 | La injusta justicia
Capítulo 5 | Una relación sospechosa con una doncella
Mayo-octubre 1375
Capítulo 7 | Episodios de desesperación y una última decisión
Capítulo 8 | Cuando los esqueletos comienzan a salir del clóset
Capítulo 9 | El límite de lo que no se sacrifica
Capítulo 10 | Una confesión desesperada
Capítulo 11 | Anuncios que debieron haber permanecido secretos
Octubre-noviembre 1375
Capítulo 12 | Un escape y una traición
Noviembre-diciembre 1375
Capítulo 13 | Esto es temporal
Diciembre 1375-mayo 1376
Capítulo 14 | Un paraíso para quienes no se acomodan al mundo
Junio-julio 1376
Capítulo 15 | Una declaración de guerra
Capítulo 16 | Que el mundo sea menos cruel
Capítulo 17 | El entrenamiento de un ejército desesperado
Capítulo 18 | Formas de mantener la cordura
Capítulo 19 | Expiando pecados
Capítulo 20 | El dolor de un nuevo plan
Agosto-septiembre 1376
Capítulo 21 | Mal de amores y de amistades
Septiembre 1376
Capítulo 22 | Historias de amor y (des)esperanza
Capítulo 23 | La agresividad de los ataques enemigos
Capítulo 24 | El espía del Consejo
Septiembre-octubre 1376
Capítulo 25 | El desgaste de un alma viajera
Capítulo 26 | Regreso a una casa permanente
Capítulo 27 | La incertidumbre de la supervivencia
Capítulo 28 | Caos y separación
Capítulo 29 | Magia de hada y planes arriesgados
Capítulo 30 | Batalla
Capítulo 31 | Secuestro
Capítulo 32 | Rodeada de traidores en terreno hostil
Capítulo 33 | Dos reinas
Capítulo 34 | Nunca reverencies a un cobarde
Capítulo 35 | El dolor que causa la ignorancia
Capítulo 36 | Crimen y castigo
Capítulo 37 | Disputas familiares
Capítulo 38 | Entrégate y sálvala
Capítulo 39 | Un señuelo
Capítulo 40 | La verdad te hará libre
Capítulo 41 | Transparencia y reglas claras (y que sea lo que Dios quiera)
Capítulo 42 | La guardiana escondida
Capítulo 43 | Voces de madres muertas
Capítulo 44 | Los riesgos de misiones en territorio enemigo
Capítulo 45 | Oportunidad de recuperarse y llorar muertes
Capítulo 46 | Ser felices con quienes somos y lo que nos tocó vivir
Capítulo 47 | Un anillo del corazón
Capítulo 48 | Una victoria para el recuerdo
Capítulo 49 | Ser el orgullo de papá
Capítulo 50 | La batalla por Ekroe, el inicio
Capítulo 51 | Una misión suicida por el bien de muchos
Capítulo 52 | Última oportunidad para decidir: rendirse o morir
Capítulo 53 | La materialización de una pérdida
29 de diciembre de 1376
Capítulo 54 | El Libro de las Memorias
Capítulo 55 | La horrible sensación de que vas a perder lo que amas
Capítulo 56 | Un mensaje de mal agüero
Capítulo 57 | Los preparativos para el intercambio
Capítulo 58 | Una promesa a una estrella fugaz
Capítulo 59 | Errores que cuestan vidas
Capítulo 60 | Las cosas ya no pueden empeorar
Capítulo 61 | Duelo e intenciones de morir
Capítulo 62 | Explorando nuevas opciones
Capítulo 63 | La oportunidad que emerge de las cenizas
Capítulo 64 | La vida que lo perpetúa todo
Capítulo 65 | Y si todo sale bien...
Capítulo 66 | No moriré mientras tú estés viva
Capítulo 67 | El fin de la guerra y el inicio de todo lo demás
Capítulo 68 | Cada quien lidia con el dolor a su manera
Capítulo 69 | La ausencia de la que dijo que se quedaría (de momento)
Capítulo 70 | Fantasmas que atormentan el ánimo
Capítulo 71 | Buenas intenciones y disposición de fallar
Epílogo
El final (¿por ahora?)

Capítulo 6 | Maneras erróneas de demostrar amor

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By LeireCortes_

Tanto sei eu de mi parte quanto do meu coraçon,

Car me ten mia madre presa e, mentr'eu en sa prison

For, non veerei meu amigo [...]

Tanto sé de mi parte como sé de mi corazón,

que mi madre me tiene presa, me mantiene en esta prisión

Para así, no ver a mi amigo.

***

—Prueba esto. Dime, ¿está bueno?

Mabel le acercó una cuchara a los labios y casi la forzó dentro de su boca. Derramó mucho del caldo por la barbilla de Nairi, quien intentó limpiársela con el dorso de la mano mientras tragaba.

—Está delicioso, como todo lo que preparas. No te preocupes. —El caldo caliente había quemado un poco su boca, por lo que tomó un vaso de agua y le dio un gran trago, dejando el agua fresca dentro por unos segundos antes de tragarla. Mabel, mientras tanto, seguía mezclando en el caldero y viendo la comida con el ceño funcido—. ¿Ay algún problema?

—Algo me falta, algo me falta. No sé qué es. Mmm...

—¿Mabel? ¿Estás bien?

—Sí, sí, perfecta. El caldo, por otro lado, no. Le falta algo, pero no recuerdo que es. Espera. —Se dio media vuelta y entro en una de las despensas. Salió un rato después con cinco peras en los brazos, todavía murmurando entre dientes—. Creo que solo era eso. Olvidé algo que puede parecer insignificante pero lo hace mucho más delicioso. ¿Dónde está el vino?

—Detrás de ti. —Nairi señaló en la mesa, donde estaba la botella de vino a la vista de Mabel.

—Cierto, cierto. No la vi. A ver. —Tomó otro pocillo un poco más pequeño, cortó tres peras en pequeños, casi minúsculos, pedazos, y los aventó en el pocillo. Después vertió vino y lo puso al fuego—. Espera a probarlo con la pera, te darás cuenta de que está mucho mejor.

—Está bastante bien como está —dijo Nairi.

—Piensas eso porque no has probado la receta completa. Espera a ver. —Cortó las dos peras restantes en rodajas y las aventó en el caldero principal—. ¿Podrías ayudarme a lavar eso? Mientras cuido la comida en el fuego.

—Por supuesto.

Nairi lavó los platos, cuchillos, cucharas y otros recipientes que Mabel había estado ensuciando desde temprano. Este era el tercer plato que preparaba, el cuarto que intentaba. Por alguna razón quería hacerle un festín de tres tiempos a su padre, pero había fallado —en su opinión; Nairi había pensado que estaba delicioso—, en el plato fuerte la primera vez que lo intentó, y ahora parecía más convencida, pero aun así le preocupaba a Nairi. Le daba la impresión de que en cualquier momento iba a tirarse el caldo encima, o lo iba a quemar. No era usual verla así de distraída, pero Nairi comenzaba a entender el poder de su padre en ella, incluso si no tenía conocimiento de los antecedentes.

Al final, cuando toda la comida estuvo lista, Mabel arrastró a Nairi hasta su habitación y comenzó a lanzar ropa en la cama.

—No tengo nada —dijo, agachada sobre su baúl, cuando sacó hasta el último de sus vestidos.

—¿Estás segura de que no tienes nada?

—Nada adecuado —añadió sin voltear a verla.

Nairi la vio mientras extendía los vestidos entre sus brazos para verlos a contra luz. Ladeaba la cabeza, hacía muecas, hasta que terminó suspirando y aventando todos los vestidos que había descartado al baúl.

—Pues ni modo. Este será.

Se quitó el vestido que tenía y se puso el nuevo lo más rápido que pudo. Nairi le ayudó a acomodar la espalda, que se le había arrugado y atorado. Después, sacó un velo del baúl y se lo comenzó a asegurar con pasadores.

—¿Te pondrás un velo?

—Ajá.

—Pensé que en Weslia no los usabas.

—En realidad no, pero mientras más tradicional, mejor. No es necesario que empecemos a alterarlo en cuanto llegue.

Julius tocó a la puerta en ese momento y la abrió en cuanto Mabel le gritó que pasara.

—Tu padre llegó.

Mabel se quedó pasmada, congelada en medio de la habitación, con el velo a medio poner. Sus dedos parecieron cobrar vida y moverse más rápido que la luz para terminar de sujetar la tela a su cabeza antes de salir corriendo de ahí.

—¿Estará bien? —preguntó Nairi.

Julius se encogió de hombros.

—Espero que sí. Tienen una relación tensa, quizá más de lo que Mabel recuerda, pero bueno, le dejé a Isa, a ver si eso lo ablanda un poco —dijo Julius con una mueca.

—Su padre me da miedo, y aún no lo conozco.

—Su padre me da miedo, y sí lo conozco —dijo Julius y soltó una carcajada que Nairi no compartió. Ya no quería estar ahí para el reencuentro familiar. No, gracias—. Por cierto, quería hablar contigo.

—Adelante, dime. —Toda la sangre se heló en sus venas y recorrió su cuerpo mucho más lento. Nunca era bueno hablar.

—Marie me pidió que te dijera que eres horrible por alejarte de Aurora. Dice que ha estado pasando demasiado tiempo con James.

—¿Su medio primo?

— Sí. No le parece gustar nada la idea, dice que James no le da buena vibra, algo así —dijo Julius—. Y que la única razón por al que lo hace es porque tú la abandonaste.

—Mabel necesitaba mi ayuda.

—Ambos sabemos que no es la única razón, ¿verdad? Aurora también te necesita. Está entrando en una nueva etapa de su vida, es difícil.

—Tú también deberías de tener más tiempo con ella, de estar para ella —escupió Nairi—. No soy la única que la ha dejado sola. Marie parece ser más prioridad ahora mismo, ¿no?

—Oh, por favor. Estoy a cargo de el funcionamiento de todo el castillo, todos los días. Si no he estado para ella todo el tiempo, ha sido porque estoy ocupado. Tú tienes muchas menos responsabilidades. Y respecto a Marie, no tienes ni idea de lo que hablas. También es mi amiga, pero ni siquiera es que estamos pasando tiempo juntos porque nos encante, es por algo más importante —espetó Julius—. Tú eres la que la descuidas porque quieres.

—Es más seguro así. Con el Consejo y los achichincles de Humberto aquí, es mejor no interactuar demasiado. ¿Te imaginas lo que pasaría si se enteran? No quiero ni pensarlo. Podríamos poner en peligro la reputación de Aurora, podríamos estar poniendo en peligro mi propia vida. No quiero pasar a la historia de este mundo como la que pervirtió a la reina, muchas gracias.

Julius se dejó caer en la cama con un largo suspiro.

—Lamento mucho que se vean en esta situación, de verdad que sí. No deberían de preocuparse de esas tonterías, no cuando ninguna está casada. Pero ese no es el punto, el punto es que no le estás dando a Aurora suficiente crédito. No es ninguna tonta, ella sabrá ser discreta, no las pondrá en peligro.

Nairi sacudió la cabeza.

—No. Ella puede ser todo lo inteligente que quiera, pero tiene los sentimientos escritos en la cara. De discreta, nada.

—Bueno, entonces podrías estar para ella como amiga, con los límites de una amistad, no lo sé. Quizá así Aurora pueda tener los sentimientos amistosos escritos en la cara.

Nairi soltó una carcajada.

—Sí sabes que así no funciona, ¿verdad? E incluso si lo hiciera, no pienso arriesgarme. No quiero ser la doncella favorita, la más cercana de la reina. Agnes ya me mira extraño. Viene haciéndolo desde ya un tiempo, pero no lo noté hasta después de la coronación. No es el mismo tipo de mirada que me daba cuando recién llegué aquí, no es como si me odiara o algo; además, ella siempre fue la que me defendió de Corrina, o lo intentaba, al menos. Ahora me ve como con sospecha, con desagrado, incluso. No sé qué se le pase por al cabeza, y tampoco quiero saberlo. No creo que le haya sido difícil conectar los puntos, sobre todo cuando estaba tan cerca de nosotras. No lo sé. Tengo miedo de que le cuente a Corrina, o de que le cuente a alguien más. Si actuamos como si nada, pero lejos la una de la otra, quizá cualquier idea extraña que tenga se le olvidará.

—Entiendo, de verdad que sí. Pero en realidad es Aurora quien tiene más que perder aquí, ¿sabes? Podría perder su reputación, incluso su reino, pero antes muerta antes de que te tocaran un pelo. ¿Y ese tipo de escándalo? Más que pasar a la historia, te borrarán de ella. La gente no querrá mencionarlo para nada. —Julius se puso de pie y se paró frente a ella. Puso sus manos en los brazos de Nairi y le sonrió—. Aurora te ama, y, como tú dices, tiene los sentimientos grabados en la cara. Hay algo de tristeza ahí, y creo que ambos sabemos que es por ti. Nada más voltea a verla durante las comidas, y dime a quién está mirando y cómo.

—No quiero que Aurora salga perdiendo, tampoco. Esto le importa demasiado. —Se separó de Julius y se acercó más a la puerta, cruzada de brazos—. ¿Y entonces, Marie como está? ¿Sí te ha contado qué le pasó?

—Sé tanto como ustedes —dijo Julius tras verla con los ojos cerrados. Se parecía a Mabel en eso—. No me ha querido contar nada, y tampoco la quiero presionar demasiado.

—¿Y bueno? ¿Cuándo nos vas a revelar el gran misterio de lo que haces con Marie?

—Si todo sale bien, nunca. —Nairi alzó ambas cejas—. Todo bien, todo bien, pero digamos que, en el mejor escenario, nunca tenemos que revelar esas cosas. En el peor... Pues ya verán. Anda, vamos. Creo que ya pasó suficiente tiempo como para no estar ahí en el incómodo reencuentro.

***

En efecto, ya había pasado la gran parte de la incomodidad que trae el reencuentro inicial. Mabel le había dado los zapatos que le había comprado, y su padre, Gil, le había regalado otro par. Nairi evitó la risa que quería sacar ante lo simpático que le parecía que ambos hubieran decidido que la mejor idea era regalar zapatos.

Ese día, comieron en el solar. Era extraño, pero Julius había arreglado todo para que pudieran tener un tiempo a solas, alejados del Consejo y de la familia real norliana, para disfrutar la comida (las comidas) que Mabel había preparado.

Todo parecía bien... Hasta que no lo estuvo.

—Entonces, Julius, ¿cómo te ha ido? —preguntó Gil, fijando con demasiada intensidad sus oscuros ojos en Julius. Rascó su barbilla por sobre la corta barba y ladeó la cabeza, esperando respuesta.

Julius le dio un último sorbo a su agua y dejó el vaso en la mesa antes de contestar.

—Todo bien, bastante decente. De momento, tranquilo. No han habido muchos inconvenientes en el castillo, más allá de lo obvio, ¿verdad? Muchas cosas nuevas por aquí.

—Sí, claro. ¿No ha habido alguna doncella, o empleada de algún tipo, que hayas dejado embarazada?

Nairi abrió mucho los ojos. Cuando pensaba en Julius, lo último que pensaba era en alguien así, que fuera embarazando mujeres por ahí. Observó a Mabel con el ceño fruncido.

—Padre, no comiences. La estamos pasando muy bien.

—Solo pregunto por sus hábitos, querida, no estoy intentando empezar nada, como tú le dices.

—¿Sus hábitos? Por favor. —Julius volvió a tomar agua, esta vez enfocando su mirada en el interior del vaso, sin querer voltear a ningún otro lado—. Supéralo de una buena vez.

—Si te embarazó así de esa manera, si abusó de ti de esa manera, nada nos segura que no abusará de alguien más.

—Cállate. No te voy a permitir que uses palabras tan fuertes como abuso. Julius no abusó de mí, ni de nadie.

—¿Ah, no? ¿Y entonces cómo quedaste embarazada?

—Pensaría que no quieres entrar en detalles sucios, pero si quieres...

—No seas desagradable y vulgar, Mabel —dijo Dan entre dientes, con una mueca, con la mirada fija en los ojos de su hija.

—Entonces no seas entrometido y no levantes falsos.

—¡Es un fornicador! —exclamó Dan apuntando a Julius con el dedo.

—¡Entonces lo somos! Fornicadores, pecadores, llámanos como quieras. Pero un abusador, no es.

—¿Me vas a decir que no te engañó para aprovecharse de ti, una niña inocente?

—¡Padre, por Dios, tenía dieciocho cuando eso pasó! ¡Él solo es un año más grande que yo, no me jodas!

—¡Mabel! Cuida tu lengua, señorita.

Nairi se quedó congelada en su lugar, observando toda la escena. Julius parecía querer desaparecer e Isa, que siempre estaba tan inquieta, ahora parecía bastante concentrada en pellizcar el pan que Mabel le había dejado frente a ella.

Es el momento de interrumpir, niña.

Mabel se puso de pie y azotó sus manos contra la mesa.

—No, no la cuido, porque estoy hasta la madre de que me trates como una niña. Ya soy una mujer adulta, ¿comprendes? Tomo mis propias decisiones, te parezcan o no.

—Quizá ahora eres una mujer adulta, pero no lo eras cuando este se aprovechó de ti.

—¡Y síguele con eso! Yo tenía catorce cuando querías casarme con aquel tipo, ¿no? ¿Qué crees que hubiera pasado cuando estuviéramos casados? ¿Dormiríamos en camas separadas y jamás nos veríamos desnudos? No me jodas. Y ahí, para que veas, sí me hubiera estado obligando, porque ese tipo me daba asco.

—Pero no te casé con él, ¿o sí? Entendí que estabas pequeña, pero te pudo haber dado una gran vida. —Dan miró a su hija de arriba a abajo—. Una buena vida de verdad.

—¿Mejor que esto? Vivo en un castillo, padre, soy amiga de la reina. No me jodas con mejores vidas.

Mabel se dejó caer sobre la silla y suspiró. Enfocó su atención a Isa, dándole la espalda a su padre en un vano intento de detener la conversación.

—Eres una empleada. Una cocinera. No actúes como si fuera la gran cosa.

Mabel respiró profundo y encaró a su padre.

—Antes, era una cocinera. Ahora, soy una cocinera. Antes, cocinaba en una pequeña cantina de paso. Ahora, cocino para la realeza y nobleza. Antes, vivíamos en una choza con un techo lleno de goteras. Ahora, vivo en un castillo, sin goteras, con jardines, mucha comida, y una buena paga. Antes, apenas y tenía amigas porque teníamos tan poco dinero que tenía que caminar horas desde nuestra casa hasta cualquier zona poblada. Ahora, tengo amigas porque vivimos en el mismo lugar. Antes, mi tiempo libre se usaba en transportarme, ahora puedo usarlo como se me da la gana. ¿No consideras eso una mejora? —Dan se quedó en silencio. Rodó los ojos y sacudió la cabeza—. Ya sé, ya sé que no te cae bien Julius. Ya sé que no te gusta la idea de que me haya embarazado antes de casarme. Ya sé que crees que soy una fornicadora y una pecadora, pero tienes que entender, de una vez por todas, que todo lo que hice, lo hice porque quería. Si me embaracé fue porque Julius me gustaba. Si después me casé con él, fue porque lo amo. ¿No puedes respetar eso?

—Es una decisión equivocada, Mabel, tú...

—¿Por qué? Dime, ¿por qué? —La voz se le quebró, y los ojos le brillaron—. Yo te digo, es porque elegí una vida que no te gustó, una vida que tú no elegiste para mí. Pero te tengo una noticia, padre, tú eliges tu vida como quieras, pero yo soy un ser humano independiente de ti, y tengo el mismo derecho de elegir mi vida como me plazca. Y elijo esta vida. Y me gusta. Y soy feliz. Deberías de estar feliz por mí.

Dan sacudió la cabeza de nuevo.

—No estoy de acuerdo.

—¿Entonces para qué viniste? No hay nada que puedas hacer para cambiar la vida que tengo ahora.

—Te extrañaba. Puedo estar en desacuerdo con tu estilo de vida, pero aun así quererte.

Mabel se limpió una lágrima que corrió por su rostro y asintió con lentitud.

—Esto fue un error. Con permiso.

Mabel no esperó más y salió corriendo del solar. Nairi se puso de pie, dispuesta a correr para seguirla, pero paró en seco. Julius estaba ahí. Lo miró, y notó en sus ojos una clara pregunta.

—Ve.

Julius agradeció con una sonrisa y un asentimiento y salió corriendo detrás de Mabel. Nairi se quedó ahí, incómoda. Se puso de pie, tomó a Isa por los brazos y tras un «con permiso», se retiró.

***

En la noche, Nairi fue a la torre de Aurora. En realidad, estaba consciente de que era una mala idea, pero la culpa la carcomía tras la charla con Julius. Estaba siendo una mala novia, incluso una mala amiga, y quizá hasta una mala doncella. Huir cuando estaban solas era algo que ni Corrina ni Agnes hacían, así que hasta en eso estaba fallando.

Entró y se la encontró escribiendo algo. Levantó la mirada y le sonrió, tan grande y tan lindo que le dieron ganas de llorar. No sentía que se mereciera esa sonrisa y esos ojos tan brillantes y hermosos. Tampoco sus palabras dulces que la saludaron, ni las ganas que tenía de acercársele y que Nairi rechazaba manteniendo su distancia.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó Nairi. Se sentó en la silla frente a ella y jugó con sus manos.

—No ha sido el mejor día. Eh... No sé. Ha sido muy ocupado.

—Supe que estuviste con James en el jardín. ¿Te llevas bien con él?

—Sí, bueno. Ahora parece ser que ninguno de los dos tenemos vidas tan ocupadas y nos hacemos compañía el uno al otro.

Un golpe hubiera dolido menos.

—A Marie no le cae bien, según me dijo Julius.

—Pues que me lo venga a decir en la cara. Siempre anda escondida, no la he visto cara a cara en días. Además, ¿como por qué? Es un gran tipo. Con problemas con sus padres, pero cae bien. Quizá deberías de conocerlo, formarte una opinión propia. Y no sé, quizá sirve como excusa para pasar más tiempo juntas, no del todo solas. No sé.

—Mejor no.

Nairi vio el momento exacto en el que la mirada de Aurora se opacó. Perdió su brillo, como si perdiera la esperanza.

—¿No se te ha ocurrido que quizá esta repentina separación puede llamar la atención? —preguntó Aurora. Nairi no pudo evitar notar, con pesar, el tono en el que se lo dijo, tan seco y firme, como quien dice una queja—. ¿Como éramos tan cercanas, como hablábamos bastante, pasábamos tiempo juntas y de repente ya no lo hacemos, ya ni comemos juntas, ni dormimos en la misma cama ni nada?

—No creo, y si sí, ¿qué importa? ¿A qué conclusión pueden llegar en base a esto? ¿Que nos caemos mal, que estamos peleadas? Dudo mucho que supongan que teníamos algo.

—Pues me parece una actitud bastante usual en parejas que se separan, aunque estoy de acuerdo en que no creo que piensen eso.

Nairi tragó saliva e intentó conectar su mirada a la de Aurora.

—Pero nosotras no somos una pareja que se separó, ¿verdad? Solo una pareja que está poniendo distancia por su propia seguridad.

Aurora al fin la miró, y a Nairi no le gustó lo que vio. Era una mirada perdida, quizá hasta dubitativa, llena de tristeza.

—No lo sé, dímelo tú. Tú fuiste la que se alejó, la que puso esa "distancia por nuestra propia seguridad". ¿Somos una pareja que se separó?

—No, no, claro que no. ¿Eso es lo que crees? —Aurora no contestó. Nairi respiraba con irregularidad—. Aurora, sabes que te amo, ¿verdad? ¿Y que quiero estar contigo? —Cuando la única respuesta que recibió fue silencio, algo le comenzó a molestar más físicamente de lo que le gustaría. No sabía exactamente en donde, si en el estómago o en el pecho, pero era desagradable—. ¿Aurora? Háblame, dime qué piensas. —Alargó su mano y tomó la de Aurora, acariciándola con cuidado.

—No pareciera que me amas, no. Puedes decir lo que quieras, pero no parece. No siento que tus acciones reflejen tus palabras.

El picor en los ojos, la bruma que le impedía ver, era molesta. No le gustaba lo que Aurora le decía, le estaba echando la culpa por la situación actual cuando el alejarse de ella era por su bien. Por el de las dos. Era lo mejor por hacer, y que la hiciera ver como la mala de la película le molestaba. Pero no le iba a decir todo eso, no cuando parecía tan triste.

—Yo creo lo contrario. Que mis acciones reflejan mis palabras exactamente y a la perfección, porque lo estoy haciendo por las dos.

—Si lo estuvieras haciendo por las dos, tendrías en cuenta lo que opino yo.

—¿Y qué hay de lo que opino yo? —preguntó Nairi.

Aurora se puso de pie y caminó hasta la puerta, a espaldas de Nairi, quien ni siquiera hizo el intento de voltear a verla, o seguirla.

—Quizá sí somos somos de esas parejas que se van a separar —dijo Aurora antes de salir.

Nairi aprovechó la privacidad de la torre para dejar que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Era cansado no estar cerca de Aurora. Era triste no tener ni siquiera las noches para poder tomarla de la mano, o acariciar su cabello, o sentir su piel contra la suya. La distancia le rompía el corazón, pero sabía que ese dolor no era nada a comparación con el dolor que podría causarle la cercanía en el futuro. Era un precio justo, mínimo incluso, por salvar su corazón de más dolor.

Pero pero tener la certeza de que estaba haciendo lo correcto no evitó que se sintiera horrible toda la noche, sin ser capaz de mantener los ojos cerrados por más de un par de minutos seguidos, sus párpados siempre siendo las puertas de lágrimas ardientes. Y todo era peor cuando, una vez que la noche había caído y sellado el día por completo, bien entrada la madrugada, cuando lo único que se escuchaba eran los leves ronquidos de Agnes y la respiración pesada de Corrina, los sollozos de Aurora tomaron protagonismo y se volvieron contagiosos. Nairi sollozó con ella, intentando hacer menos ruido, y culpó a las circunstancias en las que estaban por sus problemas.

***

La siguiente semana... ya comienza a llegar lo bueno 😌

Espero que estén muy bien, muchas gracias por estar aquí otra semana más. Nos estamos leyendo y nos vemos el próximo viernes con actualización doble 🥰

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