The firstborn | Jujutsu Kais...

By daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XX

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By daaisxke

El alto hombre, de cabellera medianamente larga hasta la altura de la nuca, se vio envuelto casi en una oscuridad completa. De alguna forma, la luz de los faroles externos aclaraban un poco el ambiente.

Caminó en silencio por el pequeño apartamento. La cocina americana un tanto desordenada, un gran librero repleto de libros de diferentes colores y algunas sagas completas. La televisión se encontraba prendida y en un volumen bajo, pero lo ignoró y pasó de largo.

Se dirigió rectamente hacia la habitación, el departamento solo era de dos espacios. Sobre la cama, la castaña dormía plácidamente dándole la espalda a una pelinegra que ocupaba la mayoría del espacio, durmiendo estirada y relajada. Aquello le trajo algunos recuerdos mientras se acercaba lentamente con una leve sonrisa en su rostro.

Soltó un suspiro y se colocó de cuclillas para estar a la altura de la muchacha. Estaba simplemente en bragas negras y una ceñida camisa blanca sin mangas, su cabello desprolijo y su rostro totalmente relajado, en un estado totalmente indefenso. Pero aún durmiendo cargaba con esa fluorita colgando de aquel cordel de cuero, brillaba de una manera fosforescente durante la noche, pero él estaba completamente segura que no le traía más que melancolía a la muchacha que parecía dormir en paz.

— Sigues conservando eso eh —habló en un susurro casi inaudible, mientras extendía su mano en silencio y lentitud hacia el rostro de la muchacha. Con extrema delicadeza dejó un mechón de cabello tras su oreja y luego suspiró—. Supongo que un primer amor no se olvida fácilmente, pero han pasado casi ochocientos años, deberías deshacerte de eso en algún momento.

— En un principio, creímos que era simplemente humana porque su físico era como cualquier otro... Pero... Ella supo desde un principio que nosotros iríamos a visitarla. Su tono forzado de intentar ser cortés no era para nada convincente, además de que la forma en la cual nos miraba era bastante escalofriante... —comentó Nobara, mientras el asunto comenzaba a colocarse un poco más serio.

— Por alguna razón, cuando mencionamos ser investigadores privados del caso de sus compañeros difuntos, ella realmente se molestó, y una energía maldita increíble comenzó a desprender de ella... Nosotros simplemente nos congelamos, no pudimos hacer nada al respecto.

— ¿Energía maldita? —se cuestionó Gojō, y Yūji volvió a mirar con sorpresa la situación. Una pieza más unida limpiamente a su rompecabezas—. Si Ryōmen tiene una relación cercana con Nakerama entonces tal vez la energía maldita que detectaron en él solo era un rastro de ella.

— No, la energía de Nakerama es propia, estamos completamente seguros —corrigió Nobara, volviendo a cruzarse de brazos—. Pero la energía maldita que Ryōmen desprendía...

— No era común —continuó Megumi tras notar que la castaña se había quedado sin palabras—. No era común como cualquier maldición de cualquier grado. Quiero decir, el peso, la ansiedad y el impacto, el golpe de la energía que desprendía era claramente de una maldición de categoría superior al primer grado, pero no era común... Las energías se pueden diferenciar entre razas, por así decirlo, como por ejemplo la energía de nosotros; los hechiceros, y de ellos; las maldiciones, como también el aura que rodea a cada persona... Bien, ahora, el aura que ella desprendía era tal como el de una maldición de grado especial; temor, dominio, desesperación. Pero en cuanto a su energía maldita... Es totalmente diferente tanto de las maldiciones como de los hechiceros, por lo cual no pudimos descifrar si es humana, hechicera, brujo, o... maldición. Es realmente algo único —habló Megumi, haciendo movimientos con sus manos demasiado concentrado en sus palabras, tanto así que sus ojos estaban fijos en un punto de la mesa de centro para no perder su concentración.

— Y lo que más nos confundió es que... Bueno, realmente se había molestado hasta el punto en que creíamos que no saldríamos intactos del asunto, pero en realidad ella solo dijo "Solo váyanse a la mierda y no vuelvan a aparecer nunca más por acá" y nos cerró la puerta en la cara —espetó Nobara con un claro tono indignado, pues no le había agradado demasiado el comportamiento de la muchacha.

— Había alguien más —acotó el pelinegro alzando la mirada tras recordar el asunto—. Había una pequeña, cuando Ryōmen nos recibió, casi a los segundos apareció una pequeña de cabello negro. Ella dijo "¿Es Takeshi-chan?" Así que cuando veníamos en el carro de vuelta no tardé en investigar, y trataba de la hermana menor de Takeshi, Nakerama Hitsumi de seis años... Cuando llegamos al gimnasio para interrogar a Nakerama Takeshi, escuche a lo lejos que se encontraba hablando por teléfono y recuerdo haberlo escuchado nombrar a Ryōmen.

— Por lo cual tenemos más que claro que hay una relación cercana entre ellos dos —continuó Nobara—. Ahora... Incluso si sabes que ambos tienen alguna habilidad con energía maldita, como Nakerama con la capacidad de ver maldiciones y poder golpearlas sin hacerles daño, y a Ryōmen con una energía increíble que está más que claro que puede hacer una gran cantidad de daño. Pero aun así no tenemos realmente pruebas concretas de que ellos se vieron involucrados en el incidente de la maldición de primer grado en el instituto... Por mucho que me gustaría ir y patearle el trasero, no tenemos pruebas de que fue ella quien derrotó a la maldición —como si pudieras hacer algo en su contra, mocosa inútil. Se burló Sukuna en su mente, carcajeando sonoramente un poco más recostado en su trono.

El silencio invadió por unos minutos. Megumi ansioso jugaba con sus manos, Nobara permanecía sentada de brazos cruzados con su ceño fruncido, Gojō con aquella leve sonrisa de siempre y la hoja del perfil de la adolescente.
Yūji por su lado estaba atormentado, ansioso. Su mirada no podía dejar de mirar la fotografía de aquella castaña de ojos verdes cada cinco segundos. ¿Y si la atrapan? Pensó, pero luego se contradecía y negaba sus pensamientos, incapaz de querer creer que se encontraba tan interesado por alguien que no conocía.

— Bueno — Gojō interrumpió el tenso silencio. Cruzó una pierna sobre la otra, se reclinó hasta el respaldo del sofá, y volvió a extender sus brazos en este mismo. Todos fijaron sus miradas en él esperando sus palabras—. Ryōmen Yashiro está registrada como una adolescente problemática que escapó de un orfanato inglés a corta edad y volvió a su país natal. Las multas y sentencias a reformatorios de sus delitos menores fueron pagadas y evitadas por un extranjero del cual no tenemos demasiadas pistas, ni siquiera un nombre. No tenemos pruebas concretas de que fue quien acabó con la maldición de primer grado en su propio instituto... Pero tenemos razones más que suficientes para llevar a cabo una investigación más minuciosa respecto a ella, y por si las dudas incluiremos a Nakerama Takeshi, puede ser su cómplice en lo que sea de su vida, por lo cual igualmente será una pieza importante —ah, Megumi estaba más que a gusto con esas palabras, realmente lo único que quería era investigar a esa castaña—. La forma en la que aquella maldición de primer grado, que causo este múltiple asesinato de estudiantes, fue exorcizada no era común. Como sabemos, no trataba de un humano modificado sino que una maldición totalmente pura, por lo cual es casi imposible que quede un cuerpo completo luego de ser exorcizado, en las ocasiones más básicas quedan pequeños pedazos de él que se vuelven objetos malditos, como se puede sabe en el caso del exorcismo de Sukuna... Además, lo que sea que haya acabado con dicha maldición, procuró no dejar ni el más mínimo rastro de su presencia o energía maldita en el cuerpo. Estamos hablando de un nuevo fenómeno que, luego de la investigación llevada por ustedes dos, me da algunas razones para creer que Yashiro se encuentra implicada en el asunto —el peli-blanco se tomó unos cortos segundos para recuperar el aliento y luego suspiró.

— Yo... —habló Megumi, siendo ahora él quien ganaba toda la atención—. Cuando fuimos por primera vez al instituto encontré un par de cosas de ella que... traje conmigo —aclaró, tal vez un tanto avergonzado, pero debía hablar—. Ustedes lo estuvieron ignorando desde un principio pero yo... No puedo quitarme de la cabeza que su apellido sea Ryōmen.

Ese mocoso inútil. Se quejó Sukuna, frunciendo su ceño y apoyando su rostro en su puño. Hasta ahora creía que la situación estaba bajo control, pero si sigue hablando...

— Realmente creo que tienen algún tipo de conexión. Quiero decir, su aura, la forma en la que ella vuelve el ambiente sobrecargado con una simple mirada está más allá de cualquier maldición de primer grado que hayamos conocido... Puedo decir que, incluso es capaz de sobrepasar el temor que Sukuna impone cuando llega a la escena —el pelinegro bajó la mirada mientras tensaba su mandíbula, aún manteniendo el molesto jugueteo de sus manos—. Es increíble.

La maldición en su trono enarcó una ceja, apoyó su rostro en su puño mientras soltaba un suspiro y cruzaba una pierna sobre la otra. Se reclinó un poco más hacia atrás, entre acostado en aquel lugar, mientras su mirada esta vez se perdía en frente.

— ¿Sobrepasar el temor que impongo? —habló para sí mismo, frunciendo un tanto su ceño más que pensativo—. Bueno, no la he visto en años, así que su crecimiento está más que claro... Pero ¿Hasta qué punto él continuó entrenándola tal y como le ordene? —la imagen del hombre mencionado se pasó por sus ojos, creyendo que simplemente sería un recuerdo de la persona al ser nombrada.

Pero en realidad, su figura estaba allí, con esa sonrisa ladina leve de siempre y ese semblante relajado con su barbilla alzada, mirando desde las faldas de su colina de cadáveres al gran Rey de las maldiciones, cautivo en aquel recipiente que le desagradaba al no tener el control total.

— ¿Qué haces aquí? Estoy en una reunión ¿No ves que eres un objeto de desconcentración? —espetó de mala gana, observando con un mohín en su rostro al respectivo hombre que vestía con ropas tradicionales.

— Le hice una pequeña visita a Yashiro —respondió él, y por alguna razón, Sukuna sintió una molestia desagradable recorriéndolo de pies a cabeza.

— ¿Fue así? —por segunda vez, esa despreocupada sonrisa que tanto le gustaría borrar de ese jodido rostro—. ¿Hablaste con ella?

— Oh, en realidad no. Aparentemente estaba durmiendo, antes no solía hacerlo —acotó, mientras se acercaba a pasos lentos hacia la colina, subió esta con lentitud y llegó hasta un par de metros a los pies del gran demonio—. Creo que nuevamente se ha acostumbrado a la vida humana... Noté que sigue algo apegada al pasado, supongo que es inevitable siendo mitad humana.

— Esa siempre fue su única debilidad —habló Sukuna, desviando su mirada a la vez que suspiraba.

Debía admitirlo, de cierto modo la envidiaba. Él no recordaba lo que era el amor y cariño hasta conocer a la madre de su primogénita. Una mujer amable que siempre dudó de su existencia, pero aun así lo trataba como si fuese una persona más, no como un simple demonio capaz de destrozarla tronando sus dedos. Ella dejó de lado las reglas y tradiciones de su clan, de su tribu.

Aquello era lo que lo cautivó tanto de su respectiva familia; las dos únicas personas que no le miraban con horror cuando se paraba frente a ellas.

— Era implacable, luchaba como toda una guerrera... Superaba a cualquier simple cazador que se interponía en mi camino —las memorias pasaron ante sus ojos, provocando que su mirada se volviera débil, melancólica.

— ¿Hah? —musitó el otro, soltando una leve risilla—. ¿Te refieres a tu mujer o a tu hija?

— ¿¡Y eso que rayos te importa!? —se exaltó el mayor, volviendo a la realidad y causando que el otro soltara nuevas carcajadas mientras negaba levemente desviando su mirada hacia su derecha—. Como sea ¿Qué hay de su crecimiento?

— ¿Crecimiento? —Sukuna soltó un gruñido y le miró con rabia, pues él tenía más que claro a qué se refería. Solo le agradaba molestarlo, sabiendo que Yashiro era capaz de atacar a su padre si él ponía un dedo sobre ese idiota de sonrisa despreocupada—. Controla de una manera increíble la forma de ocultar su energía maldita, a simple vista es una simple humana sobre el estándar atractivo de los estereotipos de hoy en día. Recuerdo que antes no era realmente demasiado llamativa, a las personas no les importaba el físico, sino que quien iba a ir a cazar para tener algo que cenar, en estos tiempos las cosas han cambiado drásticamente, todos parecen tener todo al alcance de las manos... La humanidad se convirtió en unos vagos codiciosos.

— Te has desviado del tema —alargó Sukuna, rodando sus ojos ante lo que tenía más que claro. Aunque desde su perspectiva, la humanidad era un mierda desde sus principios, así que no le importaba demasiado la forma en la que el mundo ha evolucionado.

— No puedo predecir su rango de energía maldita. Al no tenerla consciente frente a mí no puedo verla más que con su guardia baja y totalmente indefensa... Ya lo dije, aprendió a ocultarse a tal grado de parecer una simple humana —soltó un suspiro escondiendo sus manos entre las grandes mangas de su traje—. Pero... Tomando en cuenta que sus otros tres corazones fueron arrebatados... Su energía maldita debe igualarte en tu estado actual, es posible que no tenga todas las armas de los dioses.

— Los demás están trabajando en ello, ve y recolecta la información necesaria —hizo un despreocupado ademán con su mano izquierda para que aquella molesta maldición finalmente se retirara, tratando de prestar un poco más de atención a las conversaciones del exterior.

— ¡Ah, por cierto! —alzó el hombre, volviendo a girarse hacia Sukuna y causando que este perdiera su concentración—. Yashiro la ha cagado con el interrogatorio de los hechiceros, ¿Estás al tanto de ello?

— ¿¡No te acabo de decir que estoy tratando de escuchar la conversación de esos bastardos!? —alzó con rabia, mientras una vena comenzaba a asomarse en su frente, a la vez que fulminaba con su mirada a aquel peli-oscuro.

— ¿Es así? Como solo he conectado mi mente a la tuya, no puedo escuchar lo que ocurre en el exterior del recipiente.

— Entonces cierra el pico, siéntate, y quédate calladito y quietecito —hizo por segunda vez un ademán, notando como el hombre se sentaba a sus pies mirando en frente, soltando un sonoro suspiro por tener que permanecer más tiempo allí.

Gojō llevó una mano a su barbilla, alzando su mirada sobre las cabezas de sus estudiantes para soltar un gruñido pensativo. Megumi seguía inquieto en su lugar, Nobara permanecía de brazos cruzados con su ceño levemente fruncido, y Yūji ansioso en silencio, con una mirada profunda fija en la punta de sus zapatos; por alguna razón se sentía aterrado de que continuaran con dicha investigación.

Sukuna tenía un pase, y es que tal vez su respectivo recipiente le serviría de algo para intentar alejar a Yashiro de aquellos hechiceros.

— ¿Qué tipo de relación, exactamente? —pregunto el peli-blanco, llamando la atención de Megumi. Alzó rápidamente su mirada y soltó un suspiro.

— No lo sé —se limitó a responder, reclinándose hacia atrás hasta que su espalda se recostara en el respaldo del sofá—. Su forma de actuar, su aura y su apellido son más que suficientes para recordarme a Sukuna... Tengo más que claro que en los registros del Rey de las maldiciones no hay ni una mísera pista de haber tenido un subordinado específico, cercano... Como... No lo se, un soldado, una mano derecha que lo respaldara.

Ah~ ese mocoso es astuto. Rio la maldición.

— Pero al ser una maldición de categoría superior, es posible que fuera fácil manejar a maldiciones inferiores, y entre otras criaturas inferiores a él... Por lo cual se me hace imposible de creer que durante todo su "reinado" se encontrara solo, completamente por su cuenta.

El azabache sentado a los pies de la maldición sonrió gustosamente. Miró sobre su hombro alzando un tanto la mirada, encontrándose con los iris rubí de su amo. Su sonrisa se volvió aún más amplia, y luego llegó el momento de hablar.

— ¿Por qué no la pones a prueba? —opinó la maldición inferior. Sukuna solo frunció su ceño y se mantuvo en silencio mirándolo fijamente, o más bien mirando esa molesta sonrisa en su rostro.

— ¿Qué es lo que estás tramando? Habla ya —espetó él, aclarando su rabia en sus secas palabras.

La maldición suspiró. Se colocó de pie y escaló hasta finalmente quedar cara a cara con el mayor. Su mirada baja fija en el Rey medio echado en su trono, esbozó una sonrisa astuta y terminó por sentarse en el brasero de su trono, exaltando al mayor y provocando su molestia.

— ¿QUÉ-

— Ponla a prueba —sentenció él, cruzando una pierna sobre la otra, mirando fijamente sus feroces ojos rubí.

Sukuna, más que endemoniado por su actitud, se irguió en su asiento mirando a su subordinado sentado junto a él. Siempre fue alguien impredecible, por mucho que lo intentara, él era imposible de leer a sus ojos. Por eso es que, cada vez que Yashiro se la pasaba junto a él, no podía evitar sentir un mal presentimiento.

— Ya tiene a los hechiceros sobre ella por su imprudente comportamiento ¿Por qué no vemos cómo maneja la situación? —el ceño del mayor se frunció aún más, pues exponerla no era exactamente lo que quería. Aun así, había algo que Sukuna no quería admitir, pero que su subordinado se encargaría de dejarle más que claro:—. Yashiro ya no es una niña de diez años, Sukuna. Ella es una adulta, y tal como tú le has enseñado, se ha adaptado a la evolución del mundo a su manera y ha optado por una actitud rebelde... Incluso siendo así, te recuerdo que durante tus años inactivos ella pasó por miles de cosas que harían a cualquier humano decir: ¿Y cómo es que sigues viva después de sufrir por todo ello?... Ella sabe claramente lo que es tener una familia, sabe lo que es ser una madre, sabe lo que es ser una esposa... Conoce la vida de los infantes, de los adolescentes y de los adultos desde todas las facetas posibles, pasando por etapas de la evolución de la sociedad.

Ah, su hablar realmente lo estaba volviendo loco. Todas esas estupideces que salían de su boca simplemente le estaban causando un dolor de cabeza, el desagrado en realidad solo era su propia culpa, pues él no quería admitir nada de lo que estaba escuchando.

— Ella es una adulta, Sukuna, y tiene el conocimiento suficiente como para manejar esta situación por su cuenta.

No. Él no quería escuchar esa palabra nuevamente. ¿Adulta? Él quería a la pequeña castaña que le miraba con calidez y siempre se lanzaba a sus brazos.

— Su vida ya fue destruida por tu culpa, una prueba más, una prueba menos ¿Cuál es la diferencia cuando ni tú mismo puedes aceptar todo lo que la hiciste sufr-

La cabeza de aquel hombre fue cortada en dos de manera diagonal. Incluso cuando era una simple proyección de su subordinado en su subconsciente, sintió satisfacción cuando sus palabras se detuvieron y pequeñas gotas negras, que simulaban sangre, salpicaron sobre su rostro y el cuerpo se desvaneció tras caer de su colina.

— Te sobrepasaste, Ruther.

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