Greenwood II SAGA COMPLETA

By GeorgiaMoon

2.3M 146K 23.7K

NOVELA FINALISTA DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO OZ DE NOVELA JUVENIL YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS, publicado... More

¡GREENWOOD VUELVE A WATTPAD!
«Greenwood»
Prefacio
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
«La maldición de la princesa»
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo
Nota final

Diecisiete

26.3K 2.4K 551
By GeorgiaMoon

No sentía nada. Era como si flotara por encima de mi cuerpo. Como si surcara a la deriva en busca de un puerto seguro donde refugiarme. Sabía que Harry estaba a mi lado y que me tenía entre sus brazos. Recordé que Jane le había pedido que me llevase con él a su habitación y que me hiciese compañía mientras ella estaba con mi madre en casa.

Thomas había desaparecido en el bosque

Esa misma noche lo había visto jugar a fútbol en el instituto, justo al lado del bosque, pero no entendía por qué se había adentrado en él cuando todos le decíamos que no se acercase si no quería correr peligro. Era bastante hipócrita por mi parte, porque Harry y yo íbamos constantemente, pero nunca nos había pasado nada.

—Mi hermano ha desaparecido, Harry.

—Lo sé, Esme. Ahora tenemos que ser más fuertes que nunca.

—No, lo que tenemos que hacer es ir en busca de Thomas.

Intenté deshacerme de sus brazos y me puse de pie.

—No podemos, Esme. Todavía no lo hemos resuelto todo y nos faltan muchas respuestas. Sería un plan suicida —contestó Harry, que se levantó de la cama y me agarró por la muñeca.

Levanté la cabeza y lo miré a la cara. Las lágrimas se arremolinaban en mis ojos. Harry me observaba con tristeza.

¿Volvería a ver a Thomas algún día?

—Harry, es mi hermano...

—Lo sé. Pero no podemos arriesgarnos a salir ahí fuera cuando en realidad no tenemos ni la más mínima idea de a qué nos enfrentamos. Entiéndelo, por favor.

Suspiré profundamente y dejé que Harry volviera a abrazarme. Me encogí entre sus brazos y agarré con fuerza su camisa. Sollocé y pronuncié el nombre de mi hermano. Harry apoyó la mejilla en mi coronilla e intentó tranquilizarme.

—Prométeme que pronto iremos a buscarlo.

—Te lo prometo, Esme. Te prometo que pronto iremos a buscar a Thomas y a los demás.

Asentí y Harry me colocó en su regazo cuando nos sentamos en la cama. Eran las cinco de la madrugada y aún era de noche. El sol no había salido y las calles de Greenwood se habían teñido de tristeza y soledad.

—Gracias —susurré contra su cuello, con los ojos cerrados por el cansancio.

—No hay de qué. Somos un equipo, ¿verdad?

—El equipo Hesme —contesté entre risas.

—El equipo Hesme. —Harry sonrió lánguidamente y me dio un beso en la frente. Después me tomó de la mano—. Vamos al baño a desmaquillarte, estoy seguro de que mi madre tendrá algo.

Me senté en la tapa del retrete y Harry empapó un disco de algodón en un poco de loción desmaquillante. Me dijo que cerrara los ojos y acto seguido frotó el disco contra mi párpado.

—Puedo hacerlo yo sola.

—Déjame cuidarte.

—Está bien.

Mientras él continuaba, me fijé en su rostro. Sus ojos verdes se veían cansados y, aunque no tenía bolsas debajo de ellos, se notaba que tenía sueño. Aparté unos suaves rizos de su frente y fijé la vista en el leve rubor que había en sus mejillas. No sabía si se debía a nuestra proximidad, al frío o a la energía que tenía. Con mucho cuidado de no parecer descarada, observé su nariz recta y puntiaguda, y bajé hasta llegar finalmente a su boca, con esos labios finos, rosados y apetecibles. Los mismos que había besado dos veces aquella misma noche, antes de que mi hermano desapareciera.

Thomas era un buen chico, un tanto mimado y consentido a veces, pero era un niño muy dulce que nunca deseaba el mal a alguien. Pensar que estaba solo en el bosque, en una noche de invierno como esa, hizo que se me revolviera el estómago.

—Ya estás, ya vuelves a ser Esme y no un oso panda —dijo Harry antes de desechar el algodón—. Voy a traerte ropa de mi hermana para que te cambies, ¿está bien? Ese vestido no debe ser muy cómodo para dormir.

—Gracias.

Harry salió del baño y lancé un gran suspiro al aire, dejando caer los hombros. ¿Qué había hecho que Thomas se adentrara en el bosque? Muchas veces iba a jugar a fútbol con sus amigos, pero no creía que hubiese entrado porque sí. Debía de haber una razón. Recordé que cuando Harry y yo nos adentramos en el bosque durante el baile, Thomas me había lanzado una sonrisa, como si estuviese diciendo «Si ya sabía yo que era tu novio». ¿Acaso nos había seguido?

No, eso era imposible. Ni Harry ni yo lo habíamos visto.

Oí los pasos de Harry, que se acercaba al baño, y me sequé las lágrimas. Al menos ya no tenía ni rastro de maquillaje en las manos.

—Espero que te sirva. Helena y tú debéis de usar la misma talla, creo.

Se encogió de hombros y me dijo que me esperaría en su habitación.

—Gracias, Harry —le di las gracias por milésima vez en pocos minutos.

Cuando me cambié de ropa, doblé el vestido dorado y lo llevé en mis manos hasta llegar a la habitación, donde lo dejé sobre el escritorio. Las sábanas de la cama estaban echadas a un costado y no sabía si tenía que recostarme allí o no. Segundos después, Harry llegó con dos tazas humeantes seguido de Hunter, que llevaba una bolsa de galletas colgando de la boca.

—He pensado en que quizá te apetecía comer algo. He traído chocolate caliente. Es temprano y prácticamente podríamos desayunar.

Sonrió y me tendió una taza.

—¿Dónde estaba Hunter? —pregunté mientras aceptaba la taza que Harry me tendía. Enseguida noté como el calor del chocolate revivía mis dedos fríos.

—Estaba con mi madre en tu casa, pero ella lo ha mandado aquí. —Se sentó a mi lado—. ¿Te encuentras mejor?

—No mucho, la verdad.

—Sé lo que se siente, pero ahora no podemos hacer nada. Solo podemos esperar a reunir más pistas y abordar la situación lo mejor que sepamos.

Suspiré y dirigí mis ojos al líquido caliente que contenía la taza. Di un sorbo con cuidado de no quemarme la lengua. Hunter se sentó en el suelo y se acurrucó justo al lado de nuestros pies. Harry abrió la bolsa de galletas y me la tendió.

—¿Tú crees que mi padre está también en el bosque? Sé sincero, por favor.

No podía mirarlo a los ojos y contemplar la tristeza que reflejaba su mirada. Simplemente no podía.

—Sí, lo creo. Pero necesitamos un plan. Tenemos que averiguar más cosas sobre el bosque.

Reí. Por supuesto que Harry diría algo así. Él nunca se lanzaría al peligro sin tener un plan. La improvisación y él no se llevaban muy bien.

Harry dejó la taza en su mesita de noche y me agarró de la mano derecha. Me obligó a mirarlo a los ojos. Se lo veía decidido.

—Prométeme que no entrarás sola al bosque. Bajo ningún concepto.

—Pero mi hermano...

—Prométemelo, Esme —insistió.

No tuve más remedio. Sabía que tenía que prometérselo si no quería que me estuviese mirando toda la noche fijamente hasta obtener una respuesta positiva.

—Lo prometo.

Harry me estrechó entre sus brazos y apoyé la cabeza en su pecho. Luego, nos recostamos en su cama.

—No me dejes solo, Esme. Sin ti, nada será lo mismo.


La habitación se quedó en silencio y lo único que se escuchaba era la suave y acompasada respiración de Harry, que descansaba las manos sobre su estómago. Su pecho subía y bajaba cada vez que inspirada y espiraba. No podía quedarme de brazos cruzados cuando mi hermano estaba dentro del bosque, desaparecido. Estaba segura de que Jeff no iba a mover ni un dedo por Thomas, si ni siquiera había hecho nada para dar con su hija. Me daba igual, mi hermano pequeño estaba allí dentro y mi deber era encontrarlo ya que ellos no lo iban a hacer.

No podía prometer a Harry que me iba a quedar esperando hasta que encontráramos más pistas sobre el bosque. Tenía que adentrarme y exponerme al peligro. Tenía que arriesgar e improvisar mis movimientos. Tenía que romper mi promesa.

Me puse de pie y me aseguré de que estaba bien dormido. Me acerqué a su bello y jovial rostro, como el de un príncipe de un cuento de hadas, y besé sus labios para despedirme de él.

—Perdóname, pero no puedo mantener mi promesa. Tengo que ir a buscar a mi hermano.

Intenté salir de la habitación sin hacer ruido, pero un gemido me avisó de que yo no era la única que estaba despierta. Hunter me observaba tumbado en el suelo. Enseguida, se levantó y movió las orejas. Entré a la que supuse que era la habitación de Helena y busqué unos zapatos que me sirvieran. Después, me dirigí a las escaleras y bajé seguida de Hunter, que parecía haber entendido qué iba a hacer porque me siguió hasta fuera la casa y caminó a mi lado en dirección al bosque.

No llevaba brújula, no llevaba mapa ni tampoco una linterna. No tenía ni idea de cuál era mi plan; pero sí sabía cuál era mi propósito: encontrar a Thomas, y para ello debía adentrar- me en el misterioso bosque de Greenwood.


El bosque se extendía ante mí y me acechaba a cada paso que daba, con Hunter a mi lado. Él lo olisqueaba todo y buscaba entre la vegetación, mientras yo le indicaba que siguiésemos el camino aunque no tuviese ni la menor idea de lo que hacía. Desde luego, ir con Harry facilitaba mucho las cosas. Él conocía el bosque, yo simplemente pensaba que lo hacía. De todos modos, no me iba a echar atrás y regresar a casa como si nada hubiera pasado. Había tomado una decisión y estaba decidida a encontrar a mi hermano. Me sentía muy mal por romper la promesa que había hecho a Harry, pero mi deber era encontrar a Thomas.

—¿Crees que vamos bien por aquí, Hunter?

Sus ojos azules me observaron durante una fracción de segundo y después ladró, agitando la cola y dejando que la lengua colgara de la boca.

—Creo que lo encontraremos, Hunter, ¿tú no? —No hubo respuesta—. De hecho, no creo que a Thomas le haya pasado algo malo, él es muy listo y sabe cuidar de sí mismo. He pensado que si lo encontramos, quizá encontremos a los demás. Eso sería magnífico, ¿a qué sí, Hunter? —Volvió a mirarme completamente confundido—. No sé si me entiendes, pero espero que sí. Imagina que alguien me escucha.

Hunter siguió caminando y me miraba de vez en cuando. Era un animal muy inteligente. No sabía cómo había sabido que mi intención era ir al bosque, pero lo había hecho.

—¿Sabes que en Alaska había un perro que salvó a su pueblo? Se llamaba Balto. Nadie creía en él. Era un husky, como tú. —Miré a mi alrededor y me detuve donde Hunter lo había hecho. Le rasqué la cabeza—. Harry te ha enseñado bien, eres muy listo.

Hunter ladró y continuó el camino. Miré al cielo y deduje que eran en torno a las siete de la mañana. Deseaba con todas mis fuerzas que Harry no se hubiese despertado, porque estaba segura de que sabría dónde encontrarme.

El bosque no tenía la misma apariencia que la noche anterior. Volvía a ser lúgubre y tenebroso, como si de un momento a otro las ramas de los árboles fuesen a convertirse en brazos con tentáculos que querían atraparte. Ya no tenía la sensación de que fuesen a aparecer criaturas mágicas agradables y bonitas como las hadas, sino monstruos temibles con mucho apetito que podrían comerse a cualquiera de un bocado.

De pronto escuché un chasquido.

—¿Thomas? —pregunté, con las esperanza de recibir una respuesta.

Pero no se oyó nada. Pensé que quizá había sido el viento que había movido una rama, o alguna liebre tratando de llegar a su madriguera, o el oso del que habíamos huido Harry y yo el primer día que habíamos ido juntos al bosque. Pero ¿y si me había seguido alguien?

Suspirando, sacudí la cabeza y volví al camino. Hunter me esperaba a unos diez metros de distancia. Parecía tener algo de prisa, como si quisiera mostrarme algo urgentemente.

—¿Has encontrado a Thomas? —pregunté.

Hunter ladró y continuó el paso, acelerando cada vez más. Su pelaje blanco y negro comenzó a difuminarse entre la vegetación. La humedad del suelo caló en la plantas de mis pies. El baile me parecía muy lejano, como si hubiera ocurrido semanas atrás. Estaba en el bosque y tenía que encontrar a mi hermano, o me volvería loca.

—¿Es Melissa, quizá? —Pero él echó a correr y desapareció por completo de mi campo de visión—. ¡Hunter, espérame! ¡No corras tan rápido!

Intenté seguir el rápido ritmo de Hunter, aunque fue inútil, porque él siguió corriendo sin descanso hasta que volvió a ladrar y gruñir con desconfianza. Cuando llegué donde me estaba esperando, me di cuenta de dónde estábamos: la Cueva del Búho.

En el centro del pequeño claro rodeado por los árboles estaba Hunter, que gruñía a una estatua. Tres estatuas, para ser exacta. Eran tres estatuas que hasta ahora Harry y yo nunca había visto allí. Todo era muy extraño. Aparte del hecho de que tres misteriosas estatuas hubiesen aparecido de la nada, me preocupaba el comportamiento de Hunter. Levanté la cabeza para observarlas mejor y me di cuenta de que eran tres animales diferentes: un tejón, un zorro y un ciervo.

«Como los del cuento del búho de fuego azul.»

Igual que en él, un búho con manchas blancas me observaba desde la rama del árbol que había encima de la cueva, como la primera vez que lo vi. Su canto me asustó y me hizo retroceder unos pasos. Tuve la sensación de que las estatuas estaban vivas, de que me seguían con la mirada, y un sudor frío comenzó a descender por mi espalda. Hunter se quedó en silencio y comenzó a olisquear el aire, ladrando mientras se dirigía hacia los árboles y se separaba de mí.

—¡Hunter! ¿Adónde vas? ¡Vuelve!

El búho volvió a ulular y me di la vuelta, sintiendo que el corazón me palpitaba en el pecho a una velocidad supersónica.

Sus ojos amarillentos me observaban con atención y reculé. Nunca antes me había sentido tan sola en el bosque de Greenwood, ni siquiera la primera vez que fui al bosque. Pero tenía que ser valiente y enfrentarme a lo que estaba pasando.

Entonces, el búho emprendió su vuelo hacia mí, como si yo fuese su presa, pero antes de que se abalanzara sobre mí con las garras preparadas, una voz hizo eco en el bosque.

—¿¡Esme?! ¿Dónde estás? ¿¡Esmeralda!?

Harry apareció en el claro y me cogió antes de que cayera al suelo. Me dio la vuelta entre sus brazos y me estrechó contra su pecho. Colocó la mano sobre mi cabeza de un modo protector. Sentía el latido de su corazón a través del anorak. Le latía tan rápido como el mío. Entonces, me agarró la cara y me besó la frente.

—¡Esme! Oh, ¡gracias a Dios! Me has dado un susto de muerte —exclamó con la voz agitada. Le faltaba el aliento—. ¿Por qué te has ido? ¿Te has vuelto loca? No sabes lo preocupado que me tenías. He pensado que... que... Ni siquiera puedo decirlo.

Los ojos verdes de Harry escudriñaban frenéticamente mi cara en busca de alguna lesión o anomalía, pero respiró hondo cuando simplemente vio que tenía los ojos rojos por las lágrimas que amenazaban con caer por mis mejillas.

—Perdóname, Harry, perdóname —sollocé contra su hombro. Él se sentó en el suelo, conmigo todavía entre sus brazos.

—Has roto tu promesa.

—Tenía que venir, Harry. Es mi hermano.

—¡No se trata de tu hermano únicamente! ¡También de mi padre, de Melissa, de tu padre y de muchas otras personas! Y me habías prometido que no vendrías sola, que esperaríamos a descubrir algo más —dijo. Todavía me estrechaba con fuerza contra su pecho.

Se lo veía muy furioso. Me merecía sus gritos y que me riñese allí mismo, que me dijese que había hecho las cosas mal y que lo había traicionado. ¿Y si me hubiese pasado algo grave? Había actuado con mucha imprudencia.

Había traicionado a Harry, la primera persona que me había hecho sentir parte de algo y alguien especial.

—Perdóname, Harry...

Se quedó en silencio mientras me acariciaba la espalda y yo continuaba llorando en su hombro. Hunter estaba sentado a nuestro lado, con la lengua colgando de su boca. Estaba segura de que había escuchado la voz de Harry y había ido en su búsqueda para guiarlo donde yo me encontraba.

—Ya lo sé, Esme, ya lo sé. Y gracias a Dios que estás bien, pero eso no significa que no esté enfadado contigo.

Asentí entre sollozos sobre su chaqueta y él nos levantó a los dos. Me agarró de los brazos y me obligó a mirarlo a los ojos. Tenía la mirada iluminada.

—Lo siento mucho —susurré por última vez.

Bajó la mano hasta la mía.

—Vamos a casa, no vaya a ser que les dé un ataque a nuestras madres cuando no nos vean en mi habitación.

—Pero, Harry, las estatuas...

—¿Qué estatuas?

Me di la vuelta. No había nada. No había ni rastro de ellas.

—Antes de que llegases aquí, había tres estatuas. Un zorro, un tejón y un ciervo.

—Posiblemente la obsesión por encontrar a Thomas te haya hecho imaginártelas, porque es evidente que aquí no hay nada.

Si no me hubiese ido sin decir nada, probablemente le habría respondido que sabía perfectamente lo que había visto. Sin embargo, comencé a sospechar que Harry llevaba razón. Pero habían parecido tan reales... demasiado como para ser una simple ilusión.

Entonces se escuchó un ligero golpeteo entre los árboles.

—¿Lo oyes? Es como si alguien estuviese aporreando una puerta.

Pero antes de que Harry respondiera, unos gritos nos sobresaltaron.

—¡Socorro, que alguien me ayude! ¿Hay alguien ahí? ¡Socorro!

Reconocí la voz de inmediato.

—¡Minerva! —exclamó Harry, que me soltó la mano y echó a correr.

Sin dudar, comencé a correr tras él y lo alcancé unos instantes después cuando él paró en el camino. Hunter siguió corriendo.

—¡Vamos, Esme, corre!

Entonces, Harry me tomó de la mano y tiró de mí con fuerza. Mi corazón latió muchísimo más rápido que cuando me había encontrado, aunque no sabía si era por la adrenalina que me recorría las venas o por el esfuerzo de la carrera.

Minerva estaba delante del arco de piedra. Tenía las manos sobre lo que parecería el pomo de una puerta invisible. Era como si intentara abrirla con todas sus fuerzas.

—¡Que alguien abra la puerta o me dé una llave nueva, por favor! ¡Que alguien me ayude! —gritó con desesperación. Después, comenzó a dar golpes en el aire, aunque se escuchaba el sonido de sus manos chocando contra algo.

Pero allí no había ninguna puerta, solo el arco.

—¿Qué haces, Minerva? —preguntó Harry.

—¡Abridme la puerta! —volvió a exclamar entre sollozos.

—¿Qué puerta? ¡Aquí no hay nada!

Harry intentó que entrase en razón, pero ella seguía en sus trece.

—¡Socorro! ¡Que alguien me ayude y abra la puerta!

Harry la apartó del arco, aunque Minerva forcejeaba. Estaba alejada de ellos, medio oculta entre los árboles. Minerva llevaba un pijama de franela azul e iba descalza. Entonces, me fijé en su cara: tenía los ojos abiertos de par en par, pero miraba a la nada. Hunter ladraba sin parar, aunque eso no pareció hacer que reaccionara.

—¡Harry! —exclamé, y me acerqué a ellos.

—¡Que alguien abra la puerta! —volvió a gritar, desesperada y con la voz quebrada.

—¡Minnie, reacciona!

Harry la zarandeaba, y la cabeza de Minerva se sacudía de un lado a otro. Tenía una expresión perdida, como si estuviera perdida en otro mundo.

—¡Debe de ser sonámbula! —dije, y Harry se detuvo. Minerva volvió a forcejear—. Tenemos que dejar que acabe lo que ha venido a hacer, sino nunca despertará.

Él asintió y tragó con cierta dificultad. Entonces, la soltó y dejó que se acercara de nuevo al arco.

—Pero Minerva nunca ha sido sonámbula —murmuró Harry con una mirada triste.

—Claramente ella es la persona que nos falta.

—¿Cómo puedes estar tan segura de ello? Quizá está teniendo un sueño.

—¿Un sueño con una puerta en medio del bosque de Greenwood, pidiendo que le abran para que la dejen entrar? — Arqué una ceja—. Sí, quizá sí. Pero ella no es consciente de ello.

Una vez en el colegio tuve que hacer un proyecto sobre los sonámbulos y aprendí mucho con ello. Los sonámbulos no son conscientes de lo que hacen y normalmente realizan las acciones con las que sueñan. Los sonámbulos acostumbraban a balbucear incoherencias y era muy difícil hacer que entrasen en razón ya que tenían que terminar primero su tarea para poder volver a la cama y dormir. Sin embargo, entendíamos a la perfección lo que Minerva decía. Era como si alguien controlara todos y cada uno de sus movimientos.

—Cuando haya acabado, tenemos que llevarla a su casa. Minerva tiene que sentir que ha terminado.

—¿Y si la despertamos?

—Es algo peligroso. Podría sentirse desorientada.

Lo abracé por la cintura y hundí la cara en su anorak. Él me rodeó el cuerpo con los brazos y apoyó la mejilla en mi cabeza.

—Gracias por venir a buscarme.

—De nada, pero todavía sigo enfadado contigo. —Esbozó una ligera sonrisa.

—Y tienes todo el derecho a estarlo, perdóname por irme. De verdad que lo siento.

Harry se tensó y me di la vuelta. Minerva se acercaba a nosotros con el semblante inexpresivo. Se acercó a nosotros y nos apartamos para que pasara.

—Guiémosla a su casa —dije.

Agarré a Harry de la mano y tiré de él.

—Minnie... —murmuró Harry.

Se adelantó y puso las manos sobre los hombros de ella para evitar que cayera al húmedo suelo del bosque.

Minnie. Así la había llamado Nora...

Seguí de cerca a Harry y a Minerva. Entonces recordé lo estúpida que había sido al creer que podría haber encontrado a Thomas yo sola. Si mi teoría era cierta, solo podríamos entrar en el bosque si estábamos los tres. Aunque todavía nos faltaba algo...

En cuanto pisamos las calles de Greenwood, me di cuenta de que quizá mi teoría era cierta. Sabía con certeza que Minerva era la persona que nos faltaba para completar el rompecabezas, pero siempre oía una voz en mi cabeza que me cuestionaba. «¿Y si te estás volviendo loca? ¿Y si las leyendas sobre el bosque son ciertas?». Harry parecía haberme creído, y aquello era lo que me importaba de verdad.

De repente Minerva cerró los ojos y se echó a dormir. Tuvimos suerte de estar a tiempo de evitar que se diera un buen golpe contra el suelo. Harry cargó con ella. El reloj digital de la muñeca de Harry marcaba casi las ocho de la mañana y decidimos llamar al timbre de la casa porque la tienda estaba cerrada. Enseguida bajó Luna, algo agitada. La madre de Minerva suspiró aliviada en cuanto vio la cara de su hija, apoyada contra el hombro de Harry.

—¡Por Andrómeda y Casiopea juntas! —exclamó, y nos dejó pasar a Harry y a mí—. ¿Dónde la habéis encontrado?

—En el bosque. Estaba sonámbula —respondí yo.

Luna le cedió el paso. Cuando llegamos a la habitación de Minerva, aparté las sábanas y Harry la acostó con cuidado. Le tocó los pies y dijo que estaban helados, así que busqué unos calcetines en el armario. Harry se los puso y la tapó con las sábanas.

La habitación de Minerva era bastante grande y tenía muchas cosas. Del techo colgaban planetas y estrellas luminiscentes que formaban la Vía Láctea, y en las paredes había muchísimas fotografías; una de tres niños de unos diez años me llamó la atención. Sin duda eran Harry, Melissa y Minerva. Los tres llevaban bañador y estaban subidos a una roca, sonriendo a la cámara y agarrados para no caerse. Parecían felices.

—Esme.

Al darme la vuelta, vi que Harry me esperaba en la puerta de la habitación. Miré por última vez a Minerva y ella se removió entre las sábanas. Me tranquilicé al ver que tenía los ojos cerrados.

En la cocina, Luna cogió tres tazas del fregadero y nos las tendió. Llevaba el cabello recogido con una pinza y un mechón le caía por el rostro, igual que solía ocurrirle a su hija. Cuando nos sirvió el café, se sentó también en la mesa, apoyó la frente en la palma de la mano derecha y suspiró profundamente.

—Gracias por traer a Minerva.

Sonreí y acaricié la mano de Luna. Harry tenía los brazos cruzados sobre la mesa y la mirada perdida. Me sorprendió oír su voz de repente.

—¿Cuántas veces ha pasado esto?

Me quedé congelada en la silla, tensa, y le toqué la pierna a Harry con la rodilla, aunque no recibí ninguna respuesta por su parte.

—¿Puedes ser más específico? —pidió Luna.

—¿Cuánto tiempo hace que Minerva va al bosque sonámbula?

—Un mes —respondió ella.

—¿Un mes? —Harry alzó la voz, sorprendido, pero después se calmó—. ¿Hace un mes que Minerva va sola al bosque por la noche y no has hecho nada? ¡Luna! ¡Va sonámbula!

Ella lo miró con dureza a los ojos y no pude evitar estremecerme.

—¿Y es que crees que no lo sé? ¿Crees que me gusta saber lo que le espera a mi hija y a vosotros? Porque créeme, Harry, no sabéis lo que os espera.

Esas palabras me asustaron. En realidad, me aterraron. ¿Qué nos esperaba? ¿A qué se refería?

—¿Qué quieres decir, Luna? —preguntó Harry.

—Tenéis que estar unidos. Mientras no tengáis la llave que abra la puerta, no podéis entrar en el bosque.

¿La llave? ¿Qué llave?

—¿A qué te refieres con que no podemos entrar en el bosque? Vamos allí casi todos los días.

Luna suspiró y echó un vistazo de nuevo a sus manos. Luego, agarró la taza y dio un sorbo. Harry y yo ni siquiera habíamos probado el café. A mí se me había revuelto el estómago.

—Os diré algo. Si escucháis a los árboles cantar, oiréis a Minerva. Llegará un momento en que ella perderá la voz, entonces tendréis que escuchar y no ver.

Continue Reading

You'll Also Like

183K 12K 36
A Rebecca, Oliver, Ethan, Verónica, Taylor y Amber, los une más que una amistad, cada uno tiene un secreto el cual prometieron proteger a toda costa...
565K 66.8K 7
Han pasado tres años desde que Leigh sufrió a manos de un monstruo. Y ella se ha dedicado a sanar, finalmente, decide dejar atrás Wilson, y empezar u...
2.4M 153K 121
ESTA ES UNA HISTORIA MUY OSCURA.NO LEAS SI NO PUEDES MANEJAR TEMAS MADUROS. ~@le0.exe Mirai Park es un comic interactivo. Fue...
10.5K 401 32
tn Mikaelson hija de Niklaus un vampiro original, la cuida y protege de cualquier cosa ya que la ama demasiado, tiene una hermana menor llamada hope...