Fuerzas Opuestas.

By Gathergerd

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En las tierras de Arium, diferentes seres conviven en paz y armonía... ¡O eso quizás fue en el pasado! ... More

Fuerzas Opuestas
Mapa.
🍃Capítulo 1.🍃
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
♛SEGUNDA PARTE♛
Capítulo 17.

Capítulo 18.

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By Gathergerd

     Rumshum y Cian siguieron las indicaciones del mapa hasta llegar donde la elfa. La misma se encuentra sentada sobre un banco de piedra, recostando su cabeza sobre el respaldo y con sus ojos cerrados. La rubia aprovecha a acercarse, soltando la mano del humano, quien no puede evitar ver su palma, ahora vacía.

—¡Eleonora! —exclama Cian suavemente, sentándose al lado de la elfa.

—¿Hm...?

     Eleonora abre ligeramente sus ojos para encontrarse con los brillantes azules de su compañera.

—Oh, chicos —responde entrando en razón, acomodándose sobre el asiento— lo siento, ¿Cuánto tiempo me fui?

—Pues no lo sé exactamente, unos veinte minutos a mi parecer —responde para luego bajar su mirada, observando el polvo en las rodillas de Eleonora—. Estuve todo este rato buscándote, incluso creí que estabas molesta conmigo o...algo. 

—¡Oh! —responde algo tensa— no, no, para nada. Solo que al salir del baño me perdí y...ya sabes... —desviando la mirada, pasando saliva— este lugar es enorme.

—¡Es verdad, dije exactamente lo mismo cuando caminaba por el campus! —volteando a ver al humano— ¿Has visto? 

     Rumshum, oyéndolas, respira abrumado llevándose una mano al rostro. 

—El m-a-p-a —responde él letra por letra, sacando un cigarrillo suelto de su saco— no siempre va a existir alguien que les pueda decir por dónde salir, o entrar, ¿saben?, por eso existen los... —suspira— da igual. 

—Sí, lo sé —la elfa se pone de pie y lleva una mano a su nuca, estirándose—. Igualmente, estuve probando los centros de entrenamiento de por aquí y no están nada mal. Hay un amplio arsenal de armas, sitios de descanso, y es prácticamente imposible morir dentro de un combate.

—Ja, pues claro, solo un desquiciado querría matar a otro en un entrenamiento —contesta Rumshum finalmente encendiendo su cigarrillo.

—¿Es decir que peleaste con alguien Leo? —consulta Cian— ¿Eso explica la marca en tu frente?

     La elfa recuerda aquel combate con la pequeña, aquel terror en los ojos de la misma al casi descubrir su secreto. Todo por aquella marca en la frente, que no había terminado de sanar. Afortunadamente, ahora había dejado de sangrar, y la única evidencia era una fina costra color bordo.

—Podríamos decir que sí...una niña.

     Silencio.

—¿Te ganó? —pregunta Cian.

     Ella decide no responder a aquella vergonzosa pregunta. Ve de reojo al humano reírse, y frunce el ceño. Algunas actitudes no estaban dispuestas a cambiar, de una u otra forma. Con o sin reglas.

—Sea lo que sea que haya ocurrido en ese circo de peleas, no nos vendría mal practicar ahora, los tres. Para algo vinimos —espeta Rumshum dándole una calada a su cigarrillo.

     Ambas chicas se miran entre sí. A Cian se la nota bastante emocionada, pero la elfa solo se pregunta cómo ocultará sus próximas heridas.

     El equipo caminó hacia uno de los amplios campos de entrenamiento. Un edificio de estructura circular, rodeado de torres y banderines blancos, que a los ojos de Eleonora se veía totalmente diferente al sitio donde peleó contra la jovencita de antes. Al entrar les esperaba un corto pasillo de piedra, que daba camino a un campo de césped rodeado por la pared de la estructura. Antes de poder dar un paso más al centro del campo, una aura blanquecina les impide el paso. Una voz desconocida, casi como la de un anunciador, resonó en la entrada:

''Bienvenidos al campo de prácticas N°3 de Seldrum. Hay un equipo en espera a batallar. ¿Desean unirse?''

—¡Sí! —exclama la rubia entusiasmada.

     La voz anunciadora no parecía responder, hasta que unos segundos después el aura se abrió paso, dejándoles pasar a los tres. La elfa ve aquello como una extraña tecnología de la que nunca había conocido. Después de todo, el mundo de Arium era cultural y tecnológicamente diverso. 

—Eso fue...

—Interesante, cuánto menos —interrumpe el humano, acomodando su fedora y pasando primero entre el aura.

     En marcha, el grupo encuentra un puesto de armas para la practica frente al campo. En la parte superior colgaban virotes, flechas y bombas pequeñas, mientras que en la mesada habían algunas espadas, arcos, ballestas y demás. La elfa se acerca a las bombas, las cuales parecen ser de humo, y aprovecha en guardarse algunas.

—Todas se ven en muy buen estado, creo que tomaré algunas de estas.

—Yo así estoy bien —aclara la rubia en una sonrisa.

—Vamos. Hoy tengo ganas de probar las cosas de mi bolsa —dice Rumshum con una sonrisa traviesa.

—¿Esas cosas que no me dejaste ver el otro día? —inquiere Cian frunciendo el ceño.

     El humano asiente y es entonces que le enseña el interior de aquella bolsa de tela oscura: un gorro de extraña procedencia y dos virotes junto a un frasco de líquido verde.

—¿Qué tiene eso de especial? 

—Los virotes no son simples virotes —le responde él cerrando su bolsa, escondiéndola— en su punta de metal tienen anestesia capaz de dormir los músculos de cualquier animal al contacto con la sangre, y por ende, de cualquier ser viviente. El líquido es la anestesia, así que puedo usarlo más de una vez —dejando escapar una risotada—. A esto lo llamo: estrategia eficiente.

—Hmm...¿y el gorro?

—Eso es sorpresa. Ya verás, rubia.

     En cuanto el equipo se acerca al centro del campo, frente a ellos les esperan cuatro personas: dos altos muchachos de prendas simples, uno de estatura baja con armadura de plata y una niña. Eleonora la reconoce, puesto que era la misma con la que había practicado antes. La jovencita también la ve, y sonríe atemorizada. 

—Tengo una estrategia —susurra Rumshum agrupándose con las chicas y sacando sus virotes nuevos—. Yo voy contra la niña y la inmovilizo. Rubia, tú te quedas atrás y nos curas. Elfa, distraes a los dos altos hasta que tengamos ventaja numérica. Si concentramos el daño podremos terminar con esto más fácil y rápido.

—Bueno...suena bien, puedo hacerlo —asiente Cian dando unos pasos hacia atrás, posicionándose.

—Tratemos de no dejar a nadie con secuelas graves —espeta Eleonora, señalando los virotes.

     El equipo de chicos y la niña se colocan por igual en posición de batalla. Un pitido comienza a sonar, y al tercer sonido, la batalla parece dar inicio.

—Voy a disfrutar esto —dice el humano en una sonrisa.

     Rumshum es el primero en correr en dirección a la niña, y apuntando su ballesta, dispara hacia la niña. Sin embargo, la misma se apresura en levantar su espada y cubrirse con ella, haciendo que el virote rebote y caiga clavado en el césped. Mientras, dos de los tres muchachos corren hacia ellos.

—¡¿Cómo pudo esquivar eso tan rápido?! —gruñe colocando otro virote en su ballesta.

—Y luego te reías de mí —le responde la elfa pasando a toda prisa por su lado.

     La elfa corre y lanza una de sus bombas de humo, que caen en los pies de los muchachos y los desorientan. Mientras tosen y se cubren del polvo, no ven llegar la espada de la elfa, quien apuñala a uno de los dos chicos. El cuerpo cae sin más al suelo, pero su compañero se apresura a huir de allí, y Eleonora le pierde de vista.
     La niña corre hacia Rumshum mientras recarga sus virotes y le hace un profundo corte en su pierna, lo que le hace retroceder en un ligero gemido de dolor.

—¡Ah! ¡espera, yo te curo! —dice Cian acercándose a él. Velozmente apoya sus manos en la herida y la misma cicatriza abruptamente.

     El humano frunce el ceño y, sin esperar, dispara un segundo virote con anestesia, que afortunadamente se clava sobre el abdomen de la jovencita. La niña intenta quitárselo, pero solo pasan unos segundos hasta que la misma parece desvanecerse en el suelo y roncar, como si estuviera disfrutando de una relajante siesta de verano. 

—Ugh —responde Rumshum recomponiéndose—. Gracias, rubia. Esos trucos de bruja siempre son útiles.

—¡No soy una bruja! —responde cruzándose de brazos.

     Eleonora persigue al segundo muchacho alto saliendo del humo que cubrió la bomba, pero recibe por la espalda dos flechas. Detrás, aguardaba pacientemente el tercer chico de armadura, y finalmente había encontrado su oportunidad de atacar. Una sonrisa pícara se desata en los labios del muchacho, y ésto solo hace que ella se enfurezca. La elfa no se detiene, y aún con fuerzas se da la vuelta. 

     Corriendo en su dirección y lanzándose sobre él, aquel muchacho de baja estatura grita antes de ser cubierto de golpes y cortes por la espada de Eleonora. Es completamente derrotado por sus manos, pero ella cae agitada al césped, intentando extraer las flechas que quedaron sobre su cuerpo.

     El último muchacho ve todo el extraño escenario de sangre y solo puede acercarse a el humano y Cian para arrodillarse y suplicar piedad.

—¡Nos rendimos, nos rendimos! —dice el último chico en pie, abrazando la pierna de Rumshum—. ¡Es una de nuestras primera peleas y...!

—Ya, está bien —responde él intentando quitárselo de encima— solo devuélveme el virote que tiene tu amiga antes de que se vayan. ¡Ah! —lo ve fijo— Y si despierta, dile que me debe un pantalón nuevo —señalando el corte en su pierna.

     El chico se levanta entre lágrimas y asiente repetidas veces. Sin embargo, la rubia lo llama:

—¡Hey, espera! ¡una cosa más!

     No hay tiempo de reacción para nadie cuando la muchacha se acerca tímidamente hacia él, y es fuertemente golpeado en la ingle, de tal forma que se queda petrificado sobre el suelo, sollozando. Rumshum solo se inquieta y tose:

—Eso...¿Por qué hiciste eso?

—Ah, es que... —bajando tímidamente la mirada— quería participar en la pelea.

—...Ya veo. 

     El pitido de finalización de pelea suena, y el aura alrededor del campo comienza a curar a los integrantes de los equipos. Todos excepto a uno. La elfa había logrado quitarse aquellas flechas de su espalda, pero las heridas aún permanecían, y la sangre se derramaba por su columna.

—¡Eleonora! —dice la rubia acercándose a ella y levantándola del suelo—. Auch, esas heridas tardarán en sanar un par de días. ¡Pero tranquila, para eso estoy yo!

     Rumshum nota la extrañez de que todos se curaran al finalizar, exceptuando la elfa. Aun que Cian las hiciera cicatrizar, los demás no necesitaban de su ayuda. Al ver a la niña despertar y fruncir el ceño a él, nota que el aura del campo no solo sana, sino que elimina cualquier efecto provocado durante la pelea. 

—Gracias, Cian —dice en una sonrisa abatida, incluso algo nerviosa, al dejarse exponer tanto— Creo que deberíamos...

—¡No se vayan aún! —dice la niña furiosa— ¿Acaso no se dan cuenta de por qué no se cura aquí pero nosotros sí? —señalando a la elfa, temblorosa.

—Bueno, las flechas atravesaron bastante su cuerpo —le responde la rubia, inquieta—. A lo mejor solo tardaría...

—¡No, no es verdad! —grita la joven con todas sus fuerzas— ¡Todos aquí son unos idiotas y vamos a morir! ¡Lo que ocurre es que...!

     Eleonora cierra los ojos con miedo. Iba a ser el momento, por no decir el peor momento de su vida, en el que sería su secreto expuesto, en frente de todos. Sus manos frías tiemblan y busca esconder su rostro con las hebras de su cabello, pero al par de segundos no llega a oír nada más de la niña. Lo único que escucha es:

—¡Rumshum!

     Y levanta la mirada.

     La niña estaba tendida sobre el suelo, alrededor de sus amigos quienes susurraban asustados de una figura en particular: Rumshum. Uno de sus virotes con anestesia estaban nuevamente clavados sobre la niña, quien se había quedado plenamente dormida. Cian se acerca al humano y le frunce el ceño:

—¡Oye, no debiste hacer eso! —señalando a la niña, que se iba en los hombros de su equipo, abandonando el campo de entrenamiento—. ¡La pelea ya había acabado, pueden incluso echarnos de aquí por eso!

     Rumshum acomoda su fedora y asiente silenciosamente. Ve de reojo a la elfa, con la que cruza miradas. Segundos después, se estira relajado, como si nada hubiese ocurrido:

—Lo siento, es que sentí que no participé suficiente en la pelea —encogiéndose de hombros, busca otro cigarrillo—. Fue divertido.

     La elfa solo se lo queda viendo, completamente anonadada. No termina de comprender cómo o por qué le ayudó, pero de alguna forma, siente un peso menos en su cabeza, al menos por ahora.

     A lo mejor, este momento, sería el inicio de una tregua.

     O no.

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