Un Secreto En Otoño [#1]

By _Artemixa_

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Las hojas de la copa más alta de un árbol se preparan para caer, solo faltan unos minutos cuando todo a su al... More

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35. Final
Epílogo
Nota Final.

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By _Artemixa_


Día 4: Jeff.

26 de septiembre.

La alarma de mi teléfono suena con fuerza irrumpiendo en la mitad de mi sueño, miro la hora y maldigo por lo bajo. Odio tener que despertarme tan temprano, más que nada los viernes. Mi cerebro tarda varios minutos en activarse, por lo que me quedo mirando el techo de la habitación hasta que mi cuerpo decide que ya pasó el tiempo suficiente como para poder ponerme de pie.

Trato de no tardar tanto en el baño ya que todavía tengo que despertar a Cora y prepararle el desayuno. Aunque golpeo la puerta de su habitación no espero una respuesta ya que lo más probable es que siga dormida.

Cuando entro puedo notar que finge estar dormida, tiene los ojos cerrados con fuerza y respira de manera pesada. Sé que odia tanto como cualquier otra persona tener que levantarse temprano.

—Cora —me siento a su lado poniendo una mano sobre su hombro—, tienes que levantarte, es hora de ir a la escuela —se queja volteando su cuerpo para darme la espalda, se me escapa un bostezo y tengo que frotarme los ojos antes de volver a intentar levantarla.

Aunque está despierta tiene varios nudos en el cabello y se ve como una maraña que le costará varios minutos acomodar. La realidad es que yo no soy bueno haciendo peinados ni nada por el estilo por lo que suele llevarlo suelto o con una coleta no muy bien atada.

Difiere mucho de los días en los que Elliot es quien la peina, él suele hacer un buen trabajo y ella siempre queda satisfecha con el resultado. Pero claro, nunca se puede contar por completo con él.

—¿Cómo dormiste? —le pregunto una vez que logro que por lo menos abra los ojos en mi dirección.

—¿Puedo dormir un rato más? -su voz es muy pausada y adormilada, niego con la cabeza y suelta un bostezo—, entonces dormí mal, muy mal, terrible —me río poniéndome de pie luego de decirle que no tarde mucho o vamos a llegar tarde.

Voy bajando las escaleras cuando por algún motivo que no encuentro mi cabeza viaja al repentino encuentro con Ashley el otro día.

Tengo que admitir que no sé qué esperaba al acercarme a ella, no pensé que iba a sonreír y hablarme como si fuéramos amigos de toda la vida, pero tampoco pensé que iba a tener esa respuesta por su parte. Su voz fue brusca y casi grosera, pero en sus ojos se proyectaba el miedo.

Aun así esas emociones no le quitaban lo atractivo de su rostro. Tal vez no sea la típica chica que vaya a llamar la atención del resto por algo en particular, pero eso no significa que no sea linda. Sus ojos son de un marrón bastante común al igual que el color oscuro de su cabello, características que son muy comunes pero en ella forman algo diferente.

Es mentira decir que nunca antes me había fijado en ella, en más de una ocasión la vi hablando con dos de los chicos con los que comparto clases. Aunque yo nunca había interactuado con ninguno los conocía, y luego de la primera vez me fue inevitable volver a observarla.

Por lo general siempre estaba sola, salvo en escasas ocasiones en las que compartía algo de tiempo con alguno de esos dos chicos. Anthony es con quien solía verla más seguido, entre ellos había una complicidad que se suele ver entre hermanos. Con Zack se la notaba algo más incómoda.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta del ruido en la cocina hasta que llegué ahí.

Me quedé congelado al ver a mi padre sentado en la mesa de la cocina, tenía una taza de café en la mano y un diario en la otra. Es un hombre de costumbres, y aunque en esos papeles la información no sea completamente actualizada eso no cambia nunca su rutina.

—Buenos días —solté en tono bajo luego de aclararme la garganta, él ni siquiera levantó la mirada pero me correspondió el saludo.

—El desayuno está en el plato —dijo como si nada.

Tenía que moverme con suma cautela ya que sentía que estaba en un campo minado, era muy raro ver a mi padre por las mañanas, y más que nada verlo siendo lo suficientemente amable como para prepararme el desayuno.

La realidad con mis hermanos es que todos tuvimos un padre muy distinto. Guillermo al ser el mayor fue quien iba dejando marcas en su vida, con él experimentó las primeras emociones de ser padre, los primeros logros y fracasos, y mi hermano es más conocido por la primera opción. Ellos tienen una relación muy buena, es el tipo de hijo del que te sientes orgulloso por todo.

Elliot fue el primero en no cumplir con sus expectativas, siempre fue alguien problemático y quien genera dolores de cabeza al resto. Pero sé que en parte es por la excesiva presión que mi padre le puso encima, tenía que alcanzar las notas perfectas que Guillermo tenía en el colegio, ser igual de bueno en los mismos deportes. Prácticamente ser su sombra. Y cuando no lo logró a cambio recibió malos tratos, desprecio y comentarios hirientes del estilo de maldecir su nacimiento.

Eso último llegué a escucharlo en una ocasión, Elliot simplemente lo miró y se fue dando un portazo, a partir de ese día él empezó a desaparecer por varios días de la casa.

Todavía no entiendo cómo es que no se mudó a otra parte.

El hombre que yo conocí ya fue uno más arisco, teniendo la mala experiencia él supo de forma temprana que los estándares obtenidos por su primogénito no serían igualados en ningún momento, pero el que no pusiera esas expectativas en mi no significa que haya sido más amable.

A mi directamente no me dio la oportunidad de intentarlo, recibí el desprecio de forma gratuita. Nuestra rutina diaria es mirarme mal, resoplar algún comentario sobre lo decepcionante que es tener dos hijos buenos para nada e irse dejándome con el trago amargo en la boca.

Es por eso que me sorprende su actitud en este momento. No es que siempre sea igual de malo, pero nunca es completamente agradable.

Ninguno dice nada y el único sonido presente en la cocina son los cubiertos. Pasan varios minutos en los que permanecemos así hasta que Cora aparece con su mochila y cara de cansancio, aunque su energía se renueva en cuanto lo ve.

—¡Papi! —prácticamente se lanza sobre él para abrazarlo con efusividad, este le corresponde el abrazo.

—¿Cómo está la princesa más linda del mundo? —me pongo de pie y le alcanzo el otro plato con su desayuno, ella le empieza a contar sobre lo que soñó así que aprovecho para ir a mi cuarto a prepararme.

Me pongo un pantalón común pero pierdo mucho tiempo buscando una camiseta, no recuerdo haberla usado y de haber sido así la tendría que estar en el cesto de ropa sucia pero tampoco la encuentro allí. Es bastante cómoda y por eso me frustra un poco no encontrarla. Tardo unos diez minutos en recordar cuando fue la última vez que la ví.

—¿Estás seguro? —preguntó con la voz entrecortada. Le extendí la prenda encogiéndome de hombros, hice lo posible para que mi cuerpo dejara de temblar pero no estoy seguro de haberlo logrado.

En realidad no la uso —mentí, era de mis camisetas favoritas, pero era lo que tenía más a mano para prestarle.

Sus movimientos eran lentos, se veía bastante desorientada, pero preferí no comentar nada. Le indiqué en donde estaba el baño y me quedé en el pasillo junto a la puerta, pasaron solo unos segundos hasta que escuché como corría el agua. Aunque hice un esfuerzo para evitarlo, tuve una pequeña visualización imaginaria de lo que estaba ocurriendo al otro lado.

Ashley tardó solo unos minutos en salir del baño, sus ojos seguían rojos e hinchados lo cual me hizo creer que tal vez había llorado también en el baño. Su cabello caía húmedo sobre mi camiseta mojando un poco la tela y sus piernas estaban expuestas ya que llevaba un pantalón corto mío.

Es extraño ya que no debe haber nada más atractivo que ver a una chica con tu ropa y el cabello húmedo. Pero el hecho de saber el trasfondo de nuestra situación no lo hace algo bonito.

Me pongo una camiseta cualquiera sintiendo algo de pena por la prenda que perdí, no sé si la tiró, la prendió fuego o aún la conserva, pero sé que si se la pido no voy a lograr nada bueno. Dudo siquiera volver a tener la oportunidad de hablarle.

Bajo a la sala apresurado ya que tenemos que salir rápido, tengo que llevarla hasta su escuela para luego llegar a la mía. E incluso sé que voy a llegar con el tiempo justo.

—Cora, hay que irnos —le digo entrando a la cocina. Ella está sentada junto a él y pone una mueca.

—¿No es temprano para ella? —mi padre mira el reloj en su muñeca con el ceño fruncido.

—Tengo que llevarla ahora para poder llegar a tiempo a mi clase, de igual forma allí ya están muchos de sus amigos y maestras —veo que todavía no terminó su desayuno por lo que le guardo una fruta en la mochila.

—Yo la llevo, es temprano todavía —Cora voltea a verme con una sonrisa pero esperando mi aprobación. Finalmente asiento dejando sus cosas en una de las sillas.

—La señora Miller pasará a buscarte al mediodía —le digo poniéndome a su altura—, yo te buscaré luego del trabajo ¿Si? —asiente sonriente antes de darme un beso en la mejilla.

No busco despedirme de mi padre ya que ellos comienzan a hablar, le explica que la señora Miller es una mujer del barrio que ronda ya los cincuenta y tantos años. Ella suele ayudarme con muchas cosas relacionadas a Cora, durante las tardes se ofrece a cuidarla o ir a buscarla a la escuela si sabe que tengo que trabajar, de hecho fue la mujer quien me avisó del trabajo en la tienda.

El autobús no tarda mucho en llegar y solo tuve que caminar una calle para poder llegar a la parada, aunque la preparatoria no queda lejos, siempre tengo que ir primero a la escuela de Cora, esperar a que abran las puertas y avisarle a su maestra quien va a ir a recogerla.

Allí saben la situación de mi madre por lo que tienen ese cuidado con nosotros.

Si bien llego temprano, no me cuesta trabajo encontrarme con Hunter y Melissa. El primero lleva siendo mi amigo desde que tenemos nueve, nos conocimos en la escuela y siempre nos llevamos bien. Melissa se unió a nosotros hace casi un año y medio, cuando ellos comenzaron a salir.

A veces me siento bastante mal tercio, pero hacen lo posible por mantener las muestras de afecto al margen para evitar esa sensación.

—Mira quien decidió llegar temprano —se burla mi amigo cuando me detengo a su lado, chocamos las manos en cuanto llego a su lado.

Melissa deja de abrazarlo para poder saludarme con un beso en la mejilla, al final se queda a un lado para poder integrarme con facilidad.

—¿No tienes que llevar a Cora? —pregunta la castaña mientras se acomoda el cabello.

—Mi padre va a hacerse cargo —llego a ver la mueca de Hunter a causa de la mención del mismo, él conoce bastante bien la situación que se presenta en mi casa.

Tardé mucho tiempo en poder comentarle cómo era todo, en un principio me sentía bastante inseguro, crecimos con la idea de que los problemas así no se comentan. Como hombres se supone que consideramos amigo a alguien con quien te juntas a jugar videojuegos y nada más. Pero Hunter siempre fue de mente más abierta, y al relacionarme con él pude dejar de lado cierto tipo de ideas del estilo.

—Estaba pensando en hacerme un tatuaje —comenta mi amigo cambiando el rumbo de la conversación. Melissa pone los ojos en blanco y se apoya contra su casillero.

—Vas a llorar mares si lo haces —voltea a verla completamente ofendido y ella le sonríe.

—Tú tienes uno —señala el brazo de la chica en donde están marcadas las letras del nombre de su abuela.

—Yo lo puedo resistir, tú no —va a responderle pero me apresuro pellizcando su hombro, no lo hago con tanta fuerza pero logro que suelte un chillido de dolor y me pegue un manotazo—. ¿Ves?

Empiezo a reír haciéndolo enojar.

—Eres mi amigo, se supone que estás de mi lado —comenzamos una pequeña riña de la cual me distraigo solo cuando veo llegar a cierta persona.

Ashley pasa desapercibida para la mayoría, pero no para mí.

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