El pelinegro pasó el paño húmedo por la mesa redonda, limpiando está tras retirar los cubiertos sucios. Soltó un suspiro tras terminar y se apresuró en ordenar todo para luego regresar a la barra de atención. Dejó de lado el paño de limpieza y los cubiertos sucios en la cocina.
Una notificación llegó a su teléfono, lo miró de reojo mientras sacaba la cuenta de unos cuantos pedidos, y una vez desocupado tomó rápidamente el aparato electrónico para prender su pantalla e ir directamente a la bandeja de mensajes.
Yashiro... ♡
Yashiro;
¿Trabajando?
4:30 pm
Hitsumi y yo acabamos
de volver a casa ^^
4:30 pm
Ella se veía realmente
feliz en el festival,
deberíamos ir todos
juntos la próxima vez
4:30 pm
Seguido aquellos mensajes, se adjuntaron más de veinte fotografías que tardaron un poco en cargar. Solo habían dos parejas en el local, y parecían estar lo suficientemente satisfechos con su orden, por lo cual Takeshi tuvo el tiempo suficiente para esperar a que las fotos cargaran y luego poder verlas.
Entre todas las fotografías, había una que adoro más que nada. Sonrió tenuemente observando la pantalla del celular, mientras su compañero junto a él quedaba boquiabierto al verlo sonreír por primera vez en el año que habían trabajado juntos.
El pelinegro seleccionó la fotografía: Yashiro tan atractiva como de costumbre, sonriendo de una manera encantadora a la cámara, pero como si aquello no fuera suficiente, su pequeña hermanita era cargada en sus brazos, vestía aquel hermoso kimono oscuro con dragones dorados y su cabellera tomada en aquel tomate decorada con palillos y un broche dorado. Nunca, en toda su corta vida, había visto a aquella pequeña tan bien vestida.
Los grandes dragones chinos de papel, manejados por personas escondidas dentro de ellos, se veían de fondo junto a las lámparas tradicionales de papel y escarcha por los aires.
La ajustó con el tamaño perfecto, y ahora, cada vez que prendía la pantalla de su aparato electrónico, aquella encantadora fotografía le daba la bienvenida.
♱
— Dime ¿Aún crees que ella tiene algo que ver con el instituto? —preguntó repentinamente Nobara mientras observaba al pelinegro mirar el papel en sus manos para luego alzar la mirada a cada puerta del pasillo departamental por el cual pasaban.
— Últimamente el chico Nakerama es el que más ha levantado sospechas, pero no por ello podemos ignorar completamente a los demás incluidos en el caso —respondió soltando un suspiro y sacudiendo su cabello confuso sin encontrar la puerta que buscaban—. Por otro lado, tengo mis propias especulaciones sobre la estudiante y hasta ahora me las he guardado para mi mismo, no quería espetar nada si no tengo una base donde afirmarse —la imagen de los dibujos que se había llevado del salón de clases se pasó por la cabeza del muchacho, y tras unos segundos negó intentando despejar su mente—. En un principio Itadori dio la idea de visitar a la estudiante, y en realidad no pensaba hacerlo porque no tenía demasiadas razones como para ir directo a ella... Pero el que se haya incluido en el caso de aquel asesinato en el instituto fue como un golpe de suerte.
— Aún sigo sin entender por qué estás tan obsesionado con ella, hablo en serio ¿Qué es lo que tiene? Solo encontraste un par de dibujos y ya —devolvió Nobara rodando sus ojos y cruzándose de brazos a malas ganas.
— No son solo unos dibujos y ya... Estoy completamente seguro de que Nakerama y... Ryōmen —dijo con algo de incomodidad—, tienen algo en común mucho más que solo ser estudiantes del mismo salón. Durante nuestra primera visita al instituto lo vi junto a ella y su relación no parecía exactamente como la describió.
Desde que Sukuna dijo "No vayan más allá de esto" en el momento en que Megumi y Yūji analizaban los confusos dibujos, las teorías en la cabeza del pelinegro no cesaban. Le incomodaba el hecho de que aquella chica portará el mismo apellido que la maldición, le incomodaba el hecho que su nombre significara "La que traicionó a los dioses" cuando podía ser una estupidez, le incomodaba el hecho del rastro de energía maldita en su banco de estudio junto a sus cosas, y sobre todo aquellos molestos dibujos que ahora permanecían guardados en uno de los cajones de su cómoda.
Tenía la necesidad de llegar hasta el fondo de esto para confirmar las teorías que lo estaban atormentando, impidiéndole dormir con tranquilidad durante las noches.
El azabache paró en seco frente a la puerta del departamento 45 (piso cuatro, hogar cinco). Los números eran medianos, en el centro de la puerta de madera oscura, y el dorado de estos era reluciente.
Observó el timbre junto a la puerta, lo dudó unos segundos. No sabía con qué o quién se podía encontrar tras dicha puerta, y tampoco sabía que hacer o decir si es que alguien realmente abría la puerta.
— Ya toca de una vez —alargó Nobara con pereza, soltando un suspiro y llevando su cabeza hacia atrás.
Finalmente tocó, y el monótono sonido de timbre de casa como ese que escuchas en las películas, retumbó en el lugar de una manera tenue hacia el exterior.
Durante los primeros minutos no ocurrió absolutamente nada, el silencio seguía siendo tan desesperante como desde el momento en que colocaron un pie en aquel solitario edificio departamental. Pero luego, sintieron pasos en el interior, tras aquella puerta, que se dirigía a ellos con algo de rapidez.
Fushiguro y Nobara dieron dos pasos hacia atrás para alejarse un tanto de la puerta, y finalmente, esta fue abierta abruptamente. La luz proveniente del apartamento los cegó un poco a diferencia de la luz del pasillo, tardaron unos cuantos largos segundos en poder aclarar su vista.
La mirada de la castaña de cabello corto se fijó en el busto de la figura femenina frente a ella, bastante voluminoso como para no notarlo. Fushiguro por otra parte, desvió su mirada al rostro de la muchacha aún algo incómodo por la diferencia de luz en el lugar.
Cuando los ojos de ambos se adaptaron por completo a la luz, ambos estudiantes analizaron a la desconocida detenidamente de pies a cabeza, en tan solo cosa de segundos:
Traía un simple y ceñido mini-short deportivo de color gris claro, dejando a la vista sus piernas largas y bastante gruesas. Su envidiable abdomen totalmente descubierto, solo traía su brasier negro. Cintura medianamente pequeña, caderas medianamente anchas.
La hermosa pieza de fluorita tenía forma circular, de tamaño pequeño y con un agujero en medio, de reflejos verdosos y colgando de un tirante delgado de algún tipo de cuero, decoraba su esculpido cuello y marcadas clavículas de una forma llamativa.
Su castaña e increíble cabellera llegaba un poco más abajo de sus hombros, pero aun así sobre sus codos. Sus ojos eran confusos, entre verdosos y miel. Cejas definidas y bastante envidiables, aunque su rostro en general era realmente atractivo. En la parte del hélix de su oreja derecha se podían observar tres pequeñas argollas de oro.
Tras su detallado análisis, Nobara quedó algo aturdida por el atractivo de la desconocida, pero el pelinegro por su parte solo se fijó en su rostro, lo reconocía a la perfección.
Recordaba a la chica que había pasado junto a ellos cuando se encontraban en el instituto, quien se iba junto al chico Nakerama y quien tenía una presencia sumamente extraña, imposible de no notar (pero para la mala suerte de Megumi, fue el único en notar aquello).
— ¿Les puedo ayudar en algo? —su tono de voz no era completamente amable, se podía notar a simple oído que intentaba fingir ser cortés, pero no le salía demasiado. Y no fue mucho menos agradable ver la forma en que ella los miraba de pies a cabeza, pero lo que no tenían en cuenta es que sus ojos se fijaron únicamente en aquellos botones con diseño de un remolino negro.
Por alguna razón, ambos estudiantes quedaron aturdidos, no solo era su apariencia, sino que había algo en ella que los tenía confusos. Se miraron entre sí mientras las palabras no lograban salir de sus bocas.
— ¿Es Takeshi-chan? —fue la voz femenina infantil que interrumpió la tensión, exaltando un poco a los dos compañeros que desviaron rápidamente su mirada a la pequeña que se apareció junto a ella.
— No, no lo es, ahora ve y termina tu cena —la chica no les dio el tiempo para observar a la menor, pues cubrió molestamente el rostro de la pequeña con su mano y la empujo hacia dentro. Esta no reclamo, y la perdieron de vista una vez que se alejó de ellos.
La mirada verdosa, gatuna, seria y profunda volvió hacia ellos, aquella mirada tan amenazante que los hacía parecer simplemente como escorias frente a ella, por muy irreal que sonara.
— ¿Es usted Ryōmen Yashiro? —preguntó el pelinegro mientras la castaña se cruzaba de brazos y se apoyaba en el marco de la entrada. Tomó una bocanada de aire y luego suspiró pesadamente.
— No lo sé, depende —se limitó a responder, dejándolos a todos nuevamente sin palabras en la boca. ¿A qué rayos se refería con ello?
— ¿Depende? —preguntó Nobara, mirando de reojo al pelinegro junto a ella para luego volver la mirada en frente. La muchacha continuaba con su despreocupada postura y amenazante mirada. Semidesnuda en su posición no era lo que incomodaba a los dos compañeros, sino que el tenso ambiente que había en el lugar.
— ¿Me acosté con ustedes? —ambos se exaltaron en sus lugares algo sorprendidos, se volvieron a mirar entre sí con sus ojos denotando sorpresa, y por alguna razón las mejillas de los dos muchachos ardieron por unos cuantos segundos de vergüenza.
— No —respondieron ambos al mismo tiempo.
— ¿Les debo dinero? —volvió a preguntar, y los chicos se confundían cada vez más ante las palabras que salían de su boca.
— No (?) —aunque aquello sonó más como una pregunta confusa que una afirmación.
— Entonces tal vez lo sea —se encogió ella de hombros, descansando su cabeza en el marco de la puerta, y esta vez una sonrisa ladina llena de astucia se asomó en su rostro de una forma un tanto coqueta.
Megumi y Nobara se tomaron unos segundos antes de volver a hablar. Ya conocieron a la chica y se dieron una leve idea de que les costaría un tanto poder hablar correctamente con ella, aunque de alguna forma Nakerama se los había advertido: "Es alguien bastante molesta, hay que tener paciencia para soportarla..."
Fushiguro simplemente no podía dejarse llevar por sus especulaciones y soltar: "Pues ¿Sabes? Hace unas semanas arranqué unos dibujos de tus cuadernos satánicos a media noche en el instituto, tenía dudas sobre si tienes alguna relación con una maldición de categoría especial o eres simplemente una estudiante de preparatoria con problemas de esquizofrenia"
No, no podía decir aquello. Ahora se encontraba en un caso y tenía las razones suficientes para interrogarla, con respecto al caso, desde luego, así que debía medir sus palabras y necesidades.
— Nosotros... —Nobara fue la primera en interrumpir el silencio, mirando de reojo a su compañero pensativo—. Somos investigadores privados contratados por las familias de sus difuntos compañeros de instituto —Nobara hizo un esfuerzo por permanecer serena y profesional, pero la intensa mirada de la chica que le erizaba la piel no la dejaba demasiado tranquila—. S-Si no le molesta, nos gustaría hacerle un par de preguntas respecto al caso, estamos al tanto de que usted estuvo en la escena junto a tres estudiantes más.
A diferencia de la situación en el gimnasio con el testigo anterior, Nobara había dado lo mejor de ella al presentarse a ambos y parecer como una profesional, manteniendo la situación bajo control e intentando parecer calmada incluso cuando no lo estaba.
Megumi permanecía con su rostro neutro y su postura firme, alerta aunque sea a lo más mínimo dejándole esta vez la mayor parte del trabajo a su compañera.
Pero las ideales de que lo tenían bajo control se derrumbaron completamente cuando la castaña frente a ellos soltó una leve carcajada, masajeó el puente de su nariz mientras controlaba su risa. Los dos estudiantes se miraron algo confusos, y en el momento exacto en que sus miradas se alzaron hacia la muchacha, sus cuerpos parecieron volverse tan estáticos como una jodida roca.
La impresión de su mirada, aquella profundidad infinita en aquellos verdosos ojos, no se reflejaba ni el más mínimo brillo de la luz a sus alrededores. Iris cristalinos, pero a la vez con la apariencia de un abismo.
El pavor los dominó por completo, el peso sobre sus hombros parecía insoportable, pero aun así permanecían estáticos de pie. Lo más ansioso de la situación era que ni siquiera podía dar un mísero pestañeo.
Las llamas semitransparentes de color púrpura-negro comenzaron a desprender de su cuerpo, mientras su mandíbula se tensaba y su mirada se volvía más seria.
— Me esperaba esto... La investigación y toda esa fachada falsa y pobre que siempre usan, quiero decir... ¿Quién demonios les creería que son investigadores privados? ¡Mírense! —carcajeó, remojando su labio inferior sin quitarles la mirada de encima a ambos individuos, a quienes les temblaban las manos incapaces de moverse—. ¿Cuántos años tienen? ¿Dieciséis? De seguro menos, pero siguen pareciendo simples adolescentes.
Algo en el interior de ambos estudiantes se removió de una manera desagradable. Nobara había asomado tres clavos entre sus dedos, pero cuando la energía maldita de aquella chica se activó, ni siquiera tuvo el tiempo de analizar la situación, y ahora simplemente no podían moverse.
Las manos de Megumi se habían cerrado en dos puños firmes, podía sentir sus uñas enterrándose en los filamentos de la piel de sus palmas, pero tampoco podía hacer nada al respecto.
— Si son "Investigadores privados" —habló nuevamente, haciendo comillas con sus dedos y rodando sus ojos—. Mínimo deberían cambiarse la ropa ¿No? —dio unos cuatro pasos hasta poder llegar a ellos, mientras la respiración de ambos estudiantes se aceleraba ante la cercanía. Estaban siendo aplastados por el peso de la presencia de aquella energía como si fueran lo más miserable del mundo—. ¿Cuál de ustedes, bastardos, fue el que arrancó los dibujos de mis cuadernos? —preguntó repentinamente. Con su mano derecha agarró el botón con detalle de remolino del traje de Megumi, y con su mano izquierda el botón de Nobara, observando detenidamente el rostro de cada uno por unos cuantos segundos, esperando alguna reacción diferente que no fueran sus ojos denotando terror y desesperación al encontrarse inmóviles.
Aburrido. Pensó Yashiro en un tono vago y alargado, rodando sus ojos por segunda vez y soltando los botones de ambos estudiantes.
Fushiguro lo sabía, sabía que de alguna manera estaba todo conectado. ¿Esa chica estaba al tanto de los hechiceros? ¿De los espíritus malignos? ¿Quién era ella? O ¿Qué es lo que es ella? ¿Tiene alguna relación con Sukuna? ¿Los dibujos tienen alguna relación con todo esto? ¿Será acaso una pieza importante del rompecabezas?
Mierda, no podía moverse. Fushiguro quería actuar, Nobara quería actuar, tenían un peligro inminente frente a ellos y no podían mover ni el meñique de sus manos.
— Miren —suspiró ella, pasando una mano por su rostro para volver a la entrada de su departamento—. Realmente no estoy de humor para tratar con ustedes, acabo de volver de llenarme el estómago con dulces y más dulces que creo que me dará un ataque de diabetes, así que realmente... Solo váyanse a la mierda, y no vuelvan aparecer por acá nunca más.
Sentenció con más odio de lo que se podía poner en unas palabras.