Factura al corazón © DISPONIB...

By sophiatramos

5M 337K 121K

DISPONIBLE EN ESPAÑA Y LATINOAMÉRICA POR NOVA CASA EDITORIAL 💕 --- ALGUNAS DEUDAS SON PARA TODA LA VIDA. Em... More

¡DISPONIBLE EN FÍSICO!
Anuncio importante
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31 - Especial: Responsabilidades
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 [Final]
Epílogo
POR SIEMPRE EMMA

Capítulo 4

166K 12.8K 6.6K
By sophiatramos

[En Multimedia: Emma, su pereza y Matt]


Estoy profundamente dormida.

En medio de mis sueños pasan imágenes de Matt rompiendo la fotografía de mi ex-patán y diciéndome que le pase la factura de mi corazón. Él no sabe cuántos millones vale su vida, pero yo no creo que mi corazón valga tanto así.

Está abrazándome en el sueño. Genial, solo tengo una noche en la mansión Sinclair y ya estoy pensando en Matt. "Por eso siempre te rompen el corazón, Emma", aparece de pronto mi subconsciente regañándome en el sueño.

Empiezo a sentir lucidez. Las imágenes se desvanecen poco a poco al escuchar un ruido. Alguien toca una puerta. ¿La puerta de mi corazón? ¿La puerta de....?

¡La puerta del cuarto, tonta! Abro los ojos de un tirón al mismo tiempo que se abre la puerta.

—Despierta, Emma—resuena la voz de Matthew en mi cabeza. Adormilada, cierro los ojos otra vez. ¿Qué hora es? Está todo oscuro, ¿cuánto tiempo he dormido?

Me cubro el rostro con la almohada indicándole que no quiero que me moleste.

—Emma—escucho que me llama otra vez. Esta vez lo siento enfrente mío observándome. Abro un ojo—. ¡Emma!

¿Qué rayos hace en mi habitación? El hecho que esté enfrente mío llamándome no hará que me despierte.

—Eres una roca—escucho que camina hacia la ventana del fondo. Entonces, sin piedad, la abre dejando que la luz del día penetre en toda la habitación. Así que me quedé dormida y ya es de mañana. ¡Rápido, cúbrete con la sábana!

Agarro la sábana y cubro mi rostro. Quiero seguir durmiendo, por favor, la mudanza me ha dejado agotada.

Logro dormirme durante unos pocos segundos, cuando de pronto, siento que la sábana se desprende de mi cuerpo de un tirón. Abro los ojos y alzo la cabeza para ver a Matthew, vestido con ropa deportiva, y ahora tiene mi sábana en sus manos.

Miro al reloj digital que está en la cómoda de noche al lado de mi cama. ¡¿5:56 de la mañana?! ¡Este hombre me quiere matar privándome de mis horas de sueño!

—Arriba, arriba, arriba—agarra mis pies y está tirando de ellos.

—¡Estás loco, son las seis de la mañana!—exclamo poniendo mis manos en el respaldar de madera de la cama, para luego sostenerme de ella.

Tira más fuerte hasta que mis brazos empiezan a doler y tengo que soltarme del respaldar. Grito sintiendo que mi cuerpo se desliza hasta el final de la cama. Cuando abro los ojos nuevamente, los ojos oceánicos de Matt me están mirando.

—Si vas a ser feliz, necesitas un corazón saludable—me dice sonriendo—. Hoy empezaremos el día trotando.

No por favor, ejercicio no. El ejercicio y yo no nos llevamos, no desde los cinco años cuando mamá intentó hacerme practicar ballet y fue la experiencia más traumatizante de mi vida. No era delgada en ese entonces y... ya no quiero seguir hablando de esto.

Rápido, busca una excusa.

—Pero no tengo zapatillas—murmuro con los ojos entrecerrados. Y no es mentira, no tengo porque no las he necesitado.

Matthew alza una ceja. Me está mirando como diciendo: "No te vas a zafar de esta".

—Le pediremos un par prestado a Jane—dice convencido. Está dispuesto a salir de la habitación, pero me despierto y le agarro el brazo. Se voltea para verme a los ojos.

—¿Has visto lo hermosa y alta que es Jane? Debe tener los pies enormes, es imposible que entalle con ella—digo riendo como tonta.

¡Sí, buena ésa, Emma!

Matt se cruza de brazos.

—Se las pediremos a Isabella, entonces—dice. Niego repetidas veces con la cabeza.

—Las doné la semana pasada—contraataco—. No las usaba nunca y necesitábamos deshacernos de lo que no usáramos para cuando la mudanza llegara.

¡Já! ¿Y ahora qué vas a decir?

Pero no dice nada. Se pasa una mano por la barbilla, introduce su mano en el bolsillo del pantalón y saca el celular. Está llamando a alguien, pero la verdad dudo que le respondan a estas horas de la mañana.

—¿Matt?—pregunto confundida. Alza la mano indicándome que no le hable de momento. Sonríe con satisfacción, creo que le han respondido. ¿Qué está planeando?

—¡Disculpa la hora!—dice hablando por el auricular, cierro los ojos otra vez—. Pero, ¿podrías traerme un par de mujer talla siete y medio? Es una urgencia.

Abro los ojos petrificada. ¡Necesitar zapatos a las seis de la mañana no es una urgencia! Un momento, ¿cómo sabe mi talla?

Empiezo a negarle con la cabeza, pero no me presta atención. Entonces, cierra el celular y lo vuelve a guardar en su pantalón.

—Empezaremos un poco más tarde hoy, pero no te librarás de esta, Emma—dice confiado de sus palabras.

¿A quién llamó? Dudo mucho que le traiga un par de zapatillas a esta hora de la mañana. Creo que sí me salvaré.

No han pasado ni diez minutos cuando el timbre suena. Matt me mira con una sonrisa de victoria y sale corriendo de mi cuarto. Tengo tanta curiosidad que corro detrás de él sin que se dé cuenta. Acaba de bajar las escaleras y está frente a la puerta del recibidor. La abre.

Me asomo desde arriba. Un hombre, diría yo que de su misma edad, está ahí parado con una caja de zapatillas, pero trae un rostro de enojo. Se ve muy descuidado, tiene ropa cómoda puesta y está muy despeinado. ¡Oh no, Matt lo sacó de la cama! ¡Lo despertó como a mí! ¿Será que va a correr con nosotros?

—¡Will, has llegado muy rápido!—escucho que Matt dice. Doy un paso hacia adelante para ver y escuchar mejor.

Will lo sigue mirando con perturbación, se ve muy fastidiado.

—Matt, son las seis de la mañana—dice muy serio. Más bien se ve adormilado. Oh amigo, te comprendo tanto.

—Te pagaré el doble de lo que cuestan, lo juro—dice Matt tratando de animarlo, pero Will no cambia su semblante en lo absoluto. Sigue ahí parado, con la caja de zapatos en sus manos tratando de despertarse.

—No Matt, mírame el rostro.

Matt hace caso omiso e intenta quitarle la caja de zapatillas de las manos, pero Will insiste.

—Matt, mírame el rostro—dice, a lo que Matt atiende su solicitud. No puedo evitar reír ante la cara que trae Will, está muy, muy fastidiado—. ¿Es por una chica, cierto?

Creo que me está cayendo bien el tal Will. Río en mi interior.

Matt balbucea.

—No.

Pareciera que se conocen desde mucho tiempo. Por la confianza con la que se tratan, deduzco que son amigos.

Will frunce el ceño. Con su dedo, señala su rostro.

—Matt, mírame al rostro—dice por tercera vez, a lo que Matt suspira—. Tus ojos brillan. ¿Es por una chica, cierto?

Suelto la carcajada en mi interior. Tengo que taparme la boca con una mano para que no me escuchen.

—Estoy devolviendo un favor, es solo eso—debate Matt.

Will se queda ahí parando mirándolo por unos segundos, pero después, sonríe y se le tira encima a Matt para darle un abrazo de hombres. De esos que no tienen total contacto, sino que solo se abrazan con un brazo.

—¡Estoy orgulloso de ti, hermano!—exclama.

Matt se ve muy confundido.

—Toma la caja y no me vuelvas a llamar más nunca a las seis de la mañana—dice Will serio, pero después sonríe de nuevo y le da un golpe a Matt en el hombro usando el puño—. Esta va por mi cuenta porque se trata de una chica, espero que le guste a...

Deja la frase en suspenso. Hay un breve silencio.

—Emma—termina Matt la frase. Está muy serio.

Will lo abraza otra vez y le da unas palmadas en la espalda.

—Me enorgulleces, hermano—dice—. Me enorgulleces.

Matt se las ingenia para quitárselo de encima y ahora está diciéndole que debe irse. Corro hacia mi habitación y entro. Me siento en la cama tratando de hacer parecer como si no hubiese escuchado nada, pero no puedo evitar sonreír como inepta. Este hombre es increíble, acaba de usar sus influencias a las seis de la mañana para conseguirme un par de zapatillas.

A los pocos segundos, Matt entra a mi habitación con la caja de zapatillas en sus manos.

—Te escuché corriendo hacia la habitación—dice sonriendo sin mostrar los dientes.

Golpeo la cama con una mano. Cielos, debería pisar el suelo con menos fuerza. No quiero darle más importancia, por lo que le sonrío inocentemente.

—Eres impresionante, Matthew Sinclair—escupo las palabras—. Me acabas de conseguir un par de zapatillas a las seis de la mañana.

Se encoge de hombros.

—Will tiene una tienda deportiva a unas pocas cuadras de aquí—responde—. Y me debía un favor.

Giro los ojos. Siento sueño todavía, por lo que me recuesto sobre la cama. Matt se alarma.

—¡Oye, oye!—exclama agarrando mis pies otra vez. Empieza a tirar de ellos, por lo que río negándole—. ¡Dormir no te hará feliz, ve a cambiarte, tenemos cinco kilómetros que trotar!

Sé que debo obedecer, por lo que me levanto de la cama de mal genio y me dirijo hasta el baño. Me volteo un momento para encontrarme con Matt que solo está ahí de brazos cruzados esperándome.

—En realidad, no hay nada que me haga más feliz que dormir—digo simplemente entrando al baño y cerrando la puerta de un tirón antes que Matt pueda debatirme.

Es cierto, si me pagaran por lo mucho que duermo, ya tendría más dinero que los Sinclair. Está bien, quizás no tanto.

Estoy parada en la puerta principal de la Mansión Sinclair admirando el amanecer que acaba de suceder en el horizonte. Es un domingo precioso y por primera vez en veintitrés años estoy despierta para admirarlo desde tan temprano.

Tengo puesto el único conjunto deportivo que me acepté a mí misma comprar hace mucho tiempo y las zapatillas nuevas que Matthew consiguió para mí a las seis de la mañana. Deben ser las siete ya.

Espero pacientemente a Matt que dijo necesitaba ir a buscar algo a la cocina antes de empezar nuestro trote matutino. Mientras tanto, disfruto de los rayos de sol que penetran suavemente sobre mis mejillas y la brisa fría que tira de lado a lado mi melena rojiza.

—¿Lista?—escucho la voz de Matt que resuena detrás mío. Asiento con la cabeza sin girarme—. Bien, toma esto.

Estira el brazo para darme una manzana. Alzo una ceja confundida, la agarro con una mano y debo voltearme para mirarlo.

—Cómetela antes que empecemos—ordena—. No quiero que te desmayes de nuevo y más porque tienes cero experiencia ejercitando tu cuerpo.

¿Cómo lo supo? ¿Es tan obvio? La verdad casi toda mi vida he sido delgada, no he necesitado ejercitarme. Lo sé, lo sé, el ejercicio es importante para la salud, aunque no seas obeso. Qué rayos, debo estar podrida por dentro y no me importa.

Asiento con la cabeza por segunda vez sin querer discutir. Admirando otra vez el paisaje que se vislumbra ante mis ojos, traigo la manzana a mi boca y le doy el primer mordisco. ¡Está muy rica! Como si recién la hubiesen arrancado del manzano más grande y saludable.

Entonces, mientras devoro la deliciosa fruta que tengo en mis manos, siento que Matt agarra mi cabello con sus manos y lo tira hacia arriba. Un leve cosquilleo envuelve mi cuello antes de poder voltearme.

—Trotaremos mucho, no querrás empaparlo de sudor—dice suavemente al mismo tiempo que empieza a amarrarlo en una coleta. Lo sostiene con una bandita delgada que seguro debe pertenecer a Jane.

Sonrío tímidamente.

—Piensas en todo—digo pensando en voz alta.

—Te sorprenderías—susurra en mi oído con un tono de suspicacia. Mis mejillas empiezan a arder, sé que me voy a sonrojar. Trato de controlarme, no es posible que este hombre que acabo de conocer tenga ese efecto en mí. Estoy despechada, es por eso.

Matt pone sus manos sobre mis hombros y consigue hacerme enrojecer aún más. Dios no, no tan temprano. Controla tus hormonas, Emma.

—Vamos—murmura indiferentemente pasándome de largo.

Es confuso. Algunas veces pienso que quiere conquistarme por la forma en que me sonríe y la ternura con que me trata, pero cuando me trata con frialdad, me vine nuevamente a la cabeza la idea que es solo un loco desquiciado que quiere cumplir un pacto familiar.

Dejo de luchar contra mí misma en mis pensamientos cuando me percato que Matt ya se encuentra muy alejado y ahora mueve una mano en el aire como indicándome que me apresure.

Sacudo la cabeza para luego seguirle el paso.

Mientras trotamos por los hermosos suburbios de Beverly Hills, lo miro de reojo de vez en cuando. Apostaría mi vida que hace esto todos los días. Respira sin dificultad, mantiene un buen paso y solo se ve sumergido en sus pensamientos.

Me pregunto qué tanto pensará. Tal vez en su trabajo y cómo seguir haciendo millones o tal vez simplemente está en la "caja de la nada", ese lugar donde los hombres mantienen su mente en blanco, mientras nosotras nos rompemos la cabeza tratando de descifrar qué rayos piensan.

Entretanto, yo me estoy quedando sin aire. Odio ejercitarme, pero debo admitir que hacerlo con compañía no es tan malo. Mi cuerpo no está acostumbrado a tanta actividad física, pero mis ojos se deleitan con la vista matutina. El camino está lleno de altas palmeras, a través de las cuales, los rayos de sol penetran sutilmente haciendo que tengamos una iluminación muy cálida mientras trotamos. Las casas de los alrededores también son hermosas, pero nada comparado con la Mansión Sinclair.

—Regla número uno para ser feliz, Emma—dice Matt rompiendo el silencio y sacándome de mis pensamientos—. Trata a tu cuerpo como se le merece.

Trato de inhalar aire al mismo tiempo que sigo trotando, pero empiezo a cansarme.

—¿Dices que no lo trato como se le merece?—pregunto entre lo que me es posible. Estoy jadeando, creo que Matt pronto se percatará que soy una novata trotando y se convencerá más de la respuesta tan obvia a la pregunta tan tonta que le acabo de hacer.

No me ha mirado en todo el trayecto, mantiene su vista en el horizonte, como si tuviera un punto hacia el cual mirar que lo hace mantener la concentración.

—Yo solo digo que está científicamente comprobado que ejercitar el cuerpo al menos siete minutos al día, te hace ser más feliz—por primera vez me observa—. De hecho, correr te brinda un sentimiento de libertad que ningún otro deporte te da.

¿Enserio? No me siento libre. Me siento cansada.

—Sí, porque secretas endorfinas y otras porquerías que te hacen sentirte feliz. Lo sé, lo dice todo el mundo—contesto, a lo que él suelta una risa ahogada.

¿De qué se ríe? Hablo enserio.

Se pasa una mano por el cabello tirándolo hacia atrás. Está empapado y lo hace ver tan sensual que creo pronto se me saldrá la baba. Abro mucho los ojos al mismo tiempo que mi subconsciente me da una cachetada haciéndome reaccionar.

—¿Siempre eres así?—pregunta.

Alzo una ceja.

—Odias todo—declara sin rodeos.

Balbuceo. Cielos, me agarró fuera de base.

—No... yo no...—trato de decir, pero estoy tartamudeando—. Sí, siempre soy así.

—Bueno, entonces tendremos que cambiar eso también—murmura entre jadeos. Ah, así que está empezando a sentirse cansado también. Debe ser por la conversa que nos traemos.

Me detengo sintiendo que me he quedado sin aire. Mi corazón está palpitando en frecuencias aceleradas lo que me hace recordar por qué no me gusta hacer esfuerzos físicos. Pongo mis manos sobre mis rodillas sosteniendo mi cuerpo sin percatarme que Matt se ha alejado un poco.

—¡Oye!—exclama desde la distancia tratando de motivarme, pero creo que ya no podré más. Retrocede hasta donde estoy y se agacha un poco para tratar de alcanzar mis ojos—. Todavía nos falta un kilómetro más. Vamos, tú puedes, Emma.

El decirme 'vamos' o 'tú puedes' no me dará fuerza de voluntad. ¿Cuando lo aprenderá la gente?

—Lo siento Matt, pero ejercitar mi cuerpo no me está haciendo más feliz—digo estableciendo contacto visual. Me está sonriendo con su maldita perfecta dentadura.

—Te hará feliz lo que hay al final de la jornada—contraataca extendiendo una mano. Quiere que se la agarre, pero no estoy dispuesta a enfrentar la reacción de mi cuerpo ante el contacto físico con él. Si me confunde tanto con tan solo mirarme, no quiero ni pensar qué hará agarrándome la mano.

Así que me hago la loca. Le paso de largo adelantándome, después me giro para verlo alejado.

—¡Espero que sea bueno!—exclamo a unos pocos metros de distancia. Él simplemente niega con la cabeza y emprende camino para alcanzarme.

Sin darme cuenta, nos hemos alejado demasiado de Beverly Hills y pasado por lugares que nunca en mi vida había visto. Debe haber transcurrido más de una hora porque el sol se está empezando a poner muy caliente. O el tiempo ha pasado demasiado rápido o yo me he divertido en el trayecto.

Matt se detiene frente a una cafetería que tiene un letrero blanco que dice: "Caffe Luxxe". Mmm... ¿cafetería italiana? Trato de leer el slogan que tiene debajo, pero me avergüenzo de mi pésimo italiano de tan solo intentar pronunciarlo en mis pensamientos.

—Ven—ordena Matt agarrándome la mano y tirando de mi cuerpo para que entremos. ¡Santo Cielo, mi corazón se ha acelerado! Y esta vez no porque estemos ejercitándonos. Lo sabía, no puedo permitir que tengamos contacto físico, no si quiero vivir para ver la boda de Isabella y Joseph.

Atravesamos la puerta notando que el lugar está muy vacío, creo que acaban de abrir. Matt todavía está agarrando mi mano y me lleva hasta una mesa cercana en la que tomamos asiento inmediatamente.

Examino el lugar rápidamente. Es pequeño, las paredes son blancas y están adornadas con algunos lienzos del famoso pintor italiano Giuseppe Abbati. Oh sí, sus obras son inconfundibles.

Del techo cuelgan algunas lámparas en forma de cono con focos amarillos que le dan un toque cálido a la cafetería. Además, a lo largo se extienden de tres a cuatro estantes usados para exhibir bolsas de café y frascos con mermelada.

—¡Hola Matt!—escucho repentinamente una voz femenina. Me volteo para ver que una joven blanca y rubia, con una falda muy corta y un delantal puesto encima, se acerca a nosotros. Intuyo que es una de las meseras del lugar.

—¡Buenos días!—exclama Matt animado.

Se están sonriendo mutuamente. ¿Por qué se sonríen así? ¿Tendrán algún amorío que desconozco? Quiero que solo me sonría a mí. Mi subconsciente me da la segunda cachetada del día haciéndome reaccionar.

—¿Cómo va todo? ¡Tiempo sin verte por aquí!—dice la joven poniendo su mano en el hombro de Matt. ¡Quita tus manos de....! Tercera cachetada del día por parte de mi subconsciente. Doy un hondo respiro. Por suerte, Matt y la chica no se ha percatado de mi pelea interna.

—He estado ocupado últimamente, ya sabes, con el negocio de la familia y ahora mi hermano se casará—responde él encogiéndose de hombros.

—¡¿Enserio?! ¡Joseph se casa, vaya! Es una buena noticia, todos pensamos que tú te casarías primero—replica la joven riendo como inepta y luego enfoca su mirada en mí—. ¿Y quién es tu amiga? No me la has presentado.

Siento que es mi oportunidad de tirarle abajo todas las esperanzas que piensa podría tener con Matt, así que me levanto antes que él pueda decir algo y le extiendo la mano estrechándola con la de ella.

—Emma Bennett, mucho gusto, soy su prometida—escupo las palabras impulsivamente, a lo que la joven abre mucho los ojos y empieza a balbucear de la impresión. ¡Sí, misión cumplida!

Echo un vistazo de reojo a Matt. Está petrificado. Mi subconsciente se golpea la frente con una mano.

—No sabía que...—intenta decir la mesera impactada.

Sonrío con satisfacción.

—¡Lo sé! Matt es tan reservado que nunca dice nada, pero tenemos ya mucho tiempo saliendo y era hora de...

He empezado a hablar como una carretilla. Cállate, Emma, solo cállate.

—¿De formalizar?—tartamudea la joven, después mira a Matt que está con los ojos muy abiertos y no puede pronunciar palabra—. Y eso que pensamos que... no importa, felicidades a los dos. Emma, un placer conocerte.

Me siento de nuevo en la silla y tomo el vaso de agua que tengo enfrente. Le doy un gran sorbo evitando tener que decir más nada. "Felicidades Emma, te acabas de convertir en una loca desquiciada también", alega mi subconsciente.

—Les traeré café—dice por último la joven queriendo huir. Le da unas palmadas en la espalda a Matt y se aleja para empezar a atendernos, como debió ser desde un principio, en vez de coquetear con mi sensual sirviente. Cuarta cachetada por parte de mi subconsciente. ¡Bien, ya fue suficiente!

Estoy tomando todavía del vaso de agua cuando siento la mirada de Matt que penetra en mí. Me he tomado todo el agua y ya no puedo esconderme tras el vaso.

No deja de mirarme, está esperando una explicación.

—Dijiste que era tu prometida—me atrevo a culparlo a él.

—Y tú dijiste que no nos podemos casar porque no nos amamos—contraataca él. Inhalo aire, mantengo la compostura, pero no le devuelvo la mirada. No sé qué decir, así que me quedo callada.

De pronto, Matt me está sonriendo. Basta, no lo hagas, no puedo mantener la compostura si me atacas con esa arma mortal.

—Emma Rosalie Bennett—empieza el regaño diciendo mi nombre completo. Maldita seas, Isabella, hasta eso le dijiste—. Como no te conozco bien, me atreveré a decir que estás celosa.

Puedes apostarlo, amigo. Sacudo la cabeza y río nerviosamente.

—No confundas las cosas, no son celos—debato—. Tú y yo tenemos un trato, yo salvé tu vida y tú sanas mi corazón. No quiero que pierdas de vista tu objetivo.

Matt parpadea tres veces. Lo está disfrutando, lo sé. No hay nada más entretenido que discutir con una mujer celosa.

—¿Ahora te importa nuestro trato?

—Admiro mucho tu pacto familiar.

—No es un pacto, es un juramento, y dijiste que era estúpido—dice él un poco fastidiado, pero todavía con la enorme sonrisa en el rostro.

Balbuceo.

—Bueno eso, y no lo dije yo, lo dijo Jane—digo convencida de mis palabras.

La joven rubia llega otra vez interrumpiendo nuestra conversación, pero solo coloca dos tazas de capuchino sobre la mesa. Tiene unos dibujos preciosos en la espuma hechos con chocolate.

—Ya les traigo el resto—dice poniendo su mano sobre mi hombro y apretándolo levemente con cariño. De pronto me siento mal, esta chica es sumamente agradable y le intenté arruinar la mañana.

Se va otra vez, dejándonos solos.

—Y ya que estamos hablando de pactos y tratos, quisiera que establezcamos algunas reglas en este juego—digo viendo cómo Matt empieza a beber de su taza de café. Deja de hacerlo al escuchar mis locuras, creo que casi escupe el primer sorbo de café.

—¿Reglas?—pregunta divertido.

Asiento con la cabeza.

—Así es—prosigo segura de mis palabras. No sé ni qué rayos estoy diciendo, pero parezco como que tengo dignidad y me gusta—. Después de todo, imagino que pasaremos mucho tiempo juntos y no quiero que confundas las cosas.

Él alza una ceja, confundido, pero por el rostro tan divertido que trae, sé que le parece gracioso lo que estoy diciendo.

—Bien, establezcamos reglas—dice siguiéndome la corriente.

Tomo un poco del café. Está tan delicioso que me distraigo un rato disfrutando de ese placentero elixir, pero después me concentro de nuevo.

—Primera regla: no puedes salir con más nadie—enuncio.

Él ríe ahogado.

—¿Y eso es porque...?—pregunta.

—Porque soy tu objetivo en este momento y no quiero que te distraigas con más nada—replico.

—Bien—dice asintiendo con un movimiento de cabeza—. Suena justo.

—Así que no puedes salir con esa sensual rubia que está allá mirándote y coqueteando contigo desde que llegamos.

No puedo creer que mis celos me han hecho decir eso. Matt se voltea para mirar a la mesera, que quita la mirada enseguida.

—Es una amiga muy antigua de la familia—se excusa.

—No lo dudo, pero puede ser una distracción para ti y solo tienes un mes para cumplir con el trato.

Estoy diciendo tantas incoherencias que ni yo misma me lo creo.

Matt está sin palabras, pero ríe de vez cuando, disfrutando de mi locura.

—Si quieres también puedes prohibirme salir con más personas durante este mes—me atrevo a decir queriendo sonar justa.

Pero él niega con la cabeza mientras toma otro sorbo de la taza de café.

—No puedo privarte de eso—dice increíblemente—. Salir con personas es una manera de sentirse feliz y al fin y al cabo, ese es mi objetivo: hacerte feliz.

Sonó más cuerdo y maduro que yo, por primera vez desde que nos conocemos. Me encojo de hombros aceptándolo un tanto desilusionada y no sé por qué.

—Bien—prosigo—. Habiendo dejado claro ese punto, pasemos a la segunda regla y más importante de todas: no puedes enamorarte de mí.

Matt suelta la carcajada y las personas que ahora se encuentran en la cafetería, nos voltean a mirar. Tengo que reír un poco también.

—¡Hablo enserio!—exclamo ignorando todas las miradas.

—¿Por qué conviertes eso en una regla?

—Ya te lo dije, presiento que me harás pasar mucho tiempo contigo y no quiero que te confundas.

De la boca de Matt emana un suspiro.

—Bien—dice aceptándolo—. Pero con una condición.

Asiento con la cabeza.

—Tú tampoco te puedes enamorar de mí.

Es mi turno de soltar la carcajada y recibir la mirada de todos los demás clientes. Pareces una loca, Emma, contrólate.

—¿Por qué lo haría?

Matt se acomoda en el asiento.

—Pues porque soy encantador.

Sí, sí lo eres y haces unos waffles exquisitos. Ahí está lo dije, pero no me voy a enamorar de ti. No permitiré que otro inepto me rompa el corazón y menos el inepto con el que estoy viviendo.

—¿Encantador?—me hago la desinteresada—. ¿Quién te dijo eso? ¿Jane? Definitivamente te ama.

Sonríe con suspicacia.

—Ajá, y también la rubia sensual que me coquetea desde que llegamos—me ataca usando la misma frase que usé hace unos minutos. Después, mira hacia atrás para sonreírle a la mesera que también le está haciendo ojitos.

Buena jugada, Matthew Sinclair, buena jugada. Pero no demostraré celos esta vez.

—Deberías invitarla a visitar el oculista, entonces. Creo que le está fallando la vista—digo tratando de no soltar la risa.

—Lo haría, pero me acabas de prohibir salir con más personas.

Escupo el café. Literalmente escupo el café que estaba bebiendo y cae en la mesa ensuciando todo, a lo que Matt suelta una risotada inevitable. Tengo que reír con él también, me acaba de ganar en el juego del sarcasmo y nadie había logrado eso. Tiene un humor tan oscuro como el mío y me fascina.

La rubia sensual se acerca corriendo a la mesa para limpiar el desastre que acabo de hacer, pero se está riendo también. No dice nada, termina de pasar un trapo mojado por la mesa y se aleja dejándonos solos por segunda vez.

Un silencio incómodo nos invade, lo que permite que establezcamos contacto visual por unas milésimas de segundo. Me deleito con sus oceánicos ojos, pero antes de sentir las mariposas en el estómago, Matt rompe el silencio.

—Tercera regla—dice—. Me dejarás pagar todo lo que hagamos juntos.

¿Y qué? ¿Pensaba que yo iba a pagar algo? ¡Vendo lienzos pintados para poder pagar mi estadía en Los Ángeles, por Dios! No creo poder pagarme un helado en este momento de mi vida.

—¿Piensas que puedo pagar tus lujosas actividades extra curriculares?—escupo las palabras. Esta vez metafóricamente, lo juro.

—No es que puedas o no, pero quiero cerciorarme que sepas que lo haré y no quiero que te niegues.

—Bien—accedo.

Ah, un caballero de la mesa redonda. Vas por el buen camino, Sinclair, sigue así.

—Cuarta regla—murmura confiado.

Vaya, y eso que yo era la de las reglas, pero él está estableciendo más que yo. Está bien, lo he aprobado.

—Puedo decirle a quien yo quiera, que eres mi prometida.

Frunzo el ceño.

—No.

—Sí.

Lo miro fijamente. Está tratando de negociar conmigo. Tomo otro sorbo de café sin quitarle los ojos de encima.

—Novia—discuto—. Si esto no funciona, es más fácil que la gente crea que terminamos una relación, a un compromiso matrimonial.

Se detiene un momento a pensarlo.

—Bien—accede.

No sé en qué rayos me estoy metiendo.

—Quinta regla—digo—. Me enseñarás a preparar tus deliciosos waffles con dulce de leche y fresas.

Lo estoy mirando con suspicacia.

—Eso no es una regla—debate—. Y no, no te enseñaré, es una receta secreta de mi madre y no la compartiré contigo a menos que te cases conmigo.

Giro los ojos. Al menos lo intenté.

—Pero puedo preparártelos siempre que quieras y yo esté en casa—enuncia llenándome de esperanza.

Nuestra conversación es interrumpida por tercera vez, por la sensual rubia que ahora trae dos platos en sus manos y se las está arreglando para sostener un frasco con miel, o, ¿dulce de leche?

Ante mis ojos, se refleja un gran plato de... ¡waffles con dulce de leche y frutas! ¿Cómo Matt hace estas cosas?

—Buen provecho, primores—dice la sensual rubia retirándose. Sé que no volverá a molestarnos, ha dejado de mostrar interés en Matt. Al menos logré mi cometido.

Atónita, miro a Matt, quien solo está ahí sonriéndome con ternura.

—Si hay unos waffles mejores que los de mi madre y los míos, son los de aquí—dice—. Te dije que habría algo bueno al final de la jornada y no mentía. Tómalo como un premio por haberte quejado solo una vez.

Me guiña un ojo.

¡Me encanta este chico! No, quiero decir, me cae bien.

Matt toma con su mano uno de los tenedores que están en la mesa y me lo entrega, con un rostro divertido.

—No te daré de comer esta vez.

Ni siquiera estaba esperando eso.

Sin querer discutir, lo agarro entusiasmada con mi mano, corto el primer pedazo de waffle con la ayuda de un cuchillo que también estaba puesto sobre la mesa, y lo llevo a mi boca masticando y degustando. Tiene razón, es delicioso, pero aun así prefiero los waffles de él.

—¿Terminaste con las reglas?—pregunta también comiendo de su plato.

Es extraño, es la primera vez que comemos juntos y se siente perfectamente cómodo. Como si fuésemos amigos de toda la vida. Creo que eso no lo logras con todo el mundo, con mi ex-patán no se sentía así y eso que teníamos más de dos años de estar juntos.

No puedo concentrarme con tanta comida deliciosa en mi boca, así que simplemente asiento con un movimiento de cabeza.

—Tengo una última—murmura Matt—. Y es la más importante para que esto funcione. Voy a mostrarte los diez pasos fundamentales para lograr la más plena felicidad, pero deberás prometer algo.

¿Enserio? ¿Qué más puede haber?

—Necesito que seas tú misma siempre.

No seas tonto, Matt. ¿He tenido que fingir contigo en las últimas 72 horas de habernos conocido? Jamás me había sentido tan cómoda de mostrar mi verdadero yo a alguien.

—Cuenta con eso—replico.

—¿Tenemos un trato, entonces, señorita Emma Bennett?—pregunta él dejando el tenedor sobre la mesa y mostrándome su mano para que pueda estrecharla.

Hago lo mismo, dejo el tenedor al lado del plato, que ya va por la mitad, y agarro su mano, estrechándola. Es tan grande, en comparación con la mía.

—Por supuesto que lo tenemos.

—Eres una cliente difícil, Emma.

Y suelto la risotada. Creo que he reído hoy más de lo que lo he hecho en toda mi vida, pero me está gustando. Inexplicablemente estoy empezando a sentirme más viva que nunca, como si la vida tomara color otra vez.

xxxxx

Como siempre, si te gusta la historia: Dale a la estrellita :)

Abrazos,

S.

(Twitter / Instagram - sophiatramos)

xxxxx

¡No olvides unirte a la comunidad de cientos de fans de F.A.C!


Continue Reading

You'll Also Like

1.1M 139K 37
Primer libro Sofí es una fangirl, ama los libros, odia los spoilers y tiene el carácter un poco pesado. Laín es un chico atractivo, bromista y con...
46.3K 3.9K 15
«¿Lo recuerdas?» Después de un largo tiempo sin verse, Drake decide empezar a escribir para desahogar su dolor. Cada carta comenzara con un «¿Lo recu...
21.4K 1.9K 35
Esta historia no es mía es de @Hawtkenma en curso [Lucas X OC] HIATO en el que Keiko Fujisaki muere suicidándose, después de descubrir que no mur...
5.2M 711K 56
GRATIS OTRA VEZ EN WATTPAD Y TAMBIÉN EN AMAZON CON CONTENIDO NUEVO. Sinopsis: Andrea Evich es la chica más popular de la preparatoria, de muchos inst...