Nana (Pandora #3)

By SofiDalesio

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Hay tres reglas básicas para cualquier agente de campo: 1) Nunca confíes en nadie. 2) La información es lo má... More

Pandora & Valentino disponibles en librerías
Nana
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 (final)
Continuación (Disponible en mi perfil)
Mensaje

Capítulo 8

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By SofiDalesio


Mi fin de semana transcurrió en un encantador banco en Marble Arch. Allí hice mi tarea, sabiendo en vano que no encontraría nada pero intentándolo de todos modos. Al parecer, él ya no se movía por la zona o hacía sus negocios en Hyde Park. ¿De todos modos qué me aseguraba que siquiera estaba en Londres? No sirvió de nada, estaba igual que al principio, por lo que tuve que recurrir a la segunda opción y buscarlo a la antigua. Aquello involucró arreglar otro encuentro con Bel Ami para el próximo fin de semana (esperaba haberlo encontrado para entonces) y comprar un generoso paquete de Skittles.

No podía encontrarlo tan fácil o tan directamente por mi cuenta, pero sí sabía de alguien que debía conocer su localización actual. Y confiaba en que encontrar a ese alguien no sería tan difícil. Así que por eso sacrifiqué mi hora libre del lunes en el instituto. Para intentar localizar a alguien que me diría donde estaba el hombre que era mejor si no volvía a ver en mi vida para que este encontrara a la hermana de un criminal que tenía el anillo robado que el novio de mi prima quería de regreso cuanto antes. Sí, dicho de ese modo mi vida parecía un verdadero problema, y sonaba como un trabajo exhausto.

Siempre hay en el instituto al menos un chico que es maldito genio en computación. Mik era una leyenda en el instituto, y conseguir un favor de su parte era más difícil que encontrarlo, pero yo sabía cómo hacerlo y manteníamos una buena relación. O lo mejor que podía ser considerando lo poco sociable físicamente que era el hábil hacker. Conseguir interacción de su parte era duro, pero era increíble cómo él con un simple click podía eliminar un castigo de la computadora de administración o cambiar el menú del almuerzo.

Estaba en la biblioteca, como siempre, oculto en un vacío pasillo que nunca nadie recorría, entre libros y estanterías. Estaba sentado en el suelo, su ordenador portátil sobre su regazo, su mochila llena de cables y diferentes dispositivos a un lado. Él no lucía como una rata de computadoras sino que parecía más bien una estrella de rock, increíblemente. Su largo y oscuro cabello estaba atado por pasar el largo permitido para los hombres, su camisa estaba fuera del pantalón y mantenía una pose casual mientras escuchaba música tan alto que los auriculares parecían innecesarios. Encontrarlo me tomó más de media hora, el chico cada vez se escondía mejor dentro de la inmensa biblioteca.

—Emma Stonem —dijo sin levantar la vista de su ordenador.

—Mik —dije—. Necesito un favor.

—Si es por algo relacionado con la noche de artistas estás perdiendo el tiempo si crees que conseguirás algo. Además, estoy ocupado.

—Y yo no tengo mucho tiempo —dije y tiré el paquete de Skittles a sus pies—. ¿Tienes cinco minutos? No es nada relacionado con el instituto lo que te voy a pedir.

—Puedo considerarlo —dijo Mik cogiendo el paquete—. ¿Qué quieres?

—Estoy buscando a uno de los tuyos. Se trata de un hacker muy avanzado. Su nombre es Byte. ¿Lo conoces?

—Sería como preguntarme si conozco a la reina. Por supuesto que lo hago. Ha sido un digno enemigo todos estos años en todos los juegos y plataformas que existen. ¿Por qué preguntas?

—Tengo asuntos pendientes con su hermano.

—¿Cuál de todos? —preguntó Mik.

—Eso no importa —respondí—. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?

—Vive en Oxford de momento, te daré la dirección exacta pero a cambio quiero que si vas a verlo me digas qué modelo de procesador usa. El maldito no quiere revelarme sus secretos.

—Hecho.

—Tenemos un trato entonces, chica de oro. Puedes irte. Adiós. Tendrás la dirección para final del día.

Fue rápido, y cortante, como solo Mik podía hacerlo y cómo había esperando que sucediera. Nunca me miró, ni un solo segundo levantó la vista de su ordenador portátil, pero aquello tampoco me importó. Al igual que él, tan solo quería despachar el asunto rápido para poder volver a lo mío. Y Mik era realmente útil ya que no preguntaba mucho sobre lo que pedía, cumplía sin decir palabra al respecto y nunca más mencionaría este episodio además que nadie jamás sabría de nuestro pequeño trato. Sí, era bueno tener a un hacker así en el instituto.

El MI6 podía tener su propio equipo de hackers pero Mik era mucho más útil para mí, sobre todo cuando se trataba de buscar a alguien como Byte. Por favor, el Servicio Secreto jamás aceptaría que un adolescente era capaz de romper su seguridad y tampoco sabían de él. Pero, después de todo, era un adolescente, y como cualquier típico adolescente hacker y adicto a la tecnología y computación debía jugar online. Mik tan solo me lo había confirmado, y tampoco me había sorprendido que fuera tan conocido. ¡Estábamos hablando de un chico que hackeaba constantemente a la base de datos del Servicio Secreto! Si no fuera un maldito amo de los juegos online estaría decepcionada, y Mik también era bastante bueno como para mantener contacto con su fiel enemigo al parecer.

Me envió la dirección por email en la tarde, la calle y el número tal como había prometido. Genial, iba a ir tras una mente maestra, un hacker capaz de meterse dentro de la computadora del MI6, y todo por mi propia cuenta para preguntarle por su hermano quien seguramente con placer me mandaría al diablo si iba a pedirle un favor. Maldita sea, ir a verlo a él debía ser contra alguna regla, estaba segura. ¿Y cómo haría para mirarlo a los ojos después de todo lo que había sucedido, después de lo que le había dicho, después de haber conocido a su padre y sospechar que había asesinado al mío? Tenía menos de una semana para prepararme para eso, o para dar la actuación más exigente de mi vida.

Pero primero, para saber dónde estaba y llegar hasta él, necesitaba encontrar a Byte. Él tenía que saber dónde encontrar a su hermano, o lo sabría para mí. De un modo u otro, yo no pensaba darme por vencida y no me iría sin una respuesta. Así que pasé el día siguiente pensando cómo haría para tratar con el hacker más hábil del mundo posiblemente, lo que implicó un pequeño préstamo sin permiso de una cámara de fotografías instantánea (Cameron no la extrañaría y no era como si su trabajo en el periódico escolar fuera imprescindible) y sacrificar la tarde libre del miércoles para ir hasta Oxford.

—Sabes que él debe saber quién eres —dijo Andy.

—No está en la lista de los hermanos malos, no que yo sepa. Puedo tratar con él.

—Sigo sin estar de acuerdo. Estarás completamente por tu cuenta, no sabes lo que encontrarás.

—No habrá ningún problema.

—Emma, escúchame —Dijo él en un tono autoritario.

Tomó mi brazo, obligándome a detenerme y darme vuelta para mirarlo. Había sido un caballero como siempre, y me había acompañado hasta la estación. Desde el primer instante en que supo del plan Andy no estuvo de acuerdo y quiso acompañarme pero no había escogido la tarde del miércoles por nada, sabía que él estaría ocupado por un evento político de su padre. Y ahora, viendo la intensidad en sus ojos y oyendo la firmeza en su voz, comprendí que a pesar de cuan mal la estuviera pasando por la carrera de su padre quizás había heredado una parte de él.

—Prométeme que tendrás mucho cuidado, es peligroso —dijo Andy.

—Estaré bien, no te preocupes —dije pero aquello no lo tranquilizó—. Me dedico a esto, sé lo que hago. Además, sabes que puedo arreglármelas bastante bien por mi cuenta y sé defenderme. Me has visto hacerlo.

—No es lo mismo, no en este caso. No estás tratando simplemente con unos sujetos malos —dijo Andy y tocó apenas mi pecho—. Esto es lo que me preocupa. Porque puedes creer que la última vez tú ganaste, cumpliste con la misión, pero en realidad fueron ellos quiénes te ganaron.

—No tengo lugar para ese tipo de sentimientos en esta vida, mucho menos por alguien como era él —dije y Andy sacudió la cabeza.

—No, Emma, y no podrás convencerme de lo contrario porque tu actuación puede ser perfecta, excelente, puedes engañar a quien desees pero no a mí. ¿Valió realmente la pena lo que perdiste? —preguntó él y me deshice de su agarre.

—Lo hubiera dejado de un modo u otro, tan solo hice lo mejor.

—No, tuviste miedo, jugaron contigo y se aprovecharon de aquello para obligarte a hacer lo que hiciste creyendo que era lo mejor. Y no quiero que aquello vuelva a pasar. No me gusta que lastimen a mi amiga.

—Ya aprendí la lección, no volveré a cometer los mismos errores.

—Quizás es un poco tarde para decir aquello.

—No importa, porque ya no hay modo de cambiar el pasado. Pero el presente, eso sí puede cambiar, y no puedo dejar que se escape de mis manos porque entonces tendré problemas. Tengo un negocio que cumplir, y es por el bien de varias personas. Haré lo que sea necesario para cumplir con la misión y con mi palabra.

—Entonces hazme el favor de recordar que eres fuerte, y más astuta que los integrantes de esa familia.

—Sabes que no es así —dije y suspiré—. De lo contrario no estaría haciendo esto.

—Tú misma lo dijiste una vez, es imposible encontrarlo si no quiere ser encontrado y no creo que lo quiera, y de todos modos estás yendo tras él —dijo Andy—. Puedes ser igual de buena si lo deseas. Pero tan solo tendrás una oportunidad, porque no caerá en la misma trampa dos veces, así que aprovéchala bien.

—Nos vemos mañana, gracias por acompañarme.

Él me sonrió a duras penas, todavía no conforme con lo que me traía entre manos, y sorprendentemente me abrazó una vez como si temiera no volver a verme. No fue hasta que estuve en el tren y este se puso en marcha que pensé que quizás Andy temiera aquello. La última vez que nos habíamos enfrentado a integrantes de aquella familia las cosas se habían puesto bastante feas. Secuestro, tortura, amenaza de un control mental químico, amenaza de muerte. Ok, quizás Andy sí tenía razones para temer y preocuparse de mí cuando se trataba de enfrentar a esa familia. Él sabía que ellos me deseaban de su lado pero no sabía de mi encuentro con Lionel, o cómo él me había amenazado de muerte si me interponía en su camino.

Paddington quedó muy atrás mientras me preparaba para la hora de viaje que me esperaba hasta Oxford. Con cuidado y paciencia me ocupé de desarmar meticulosamente cada aparato electrónico que contara con conexión de algún tipo. Si Byte era capaz de meterse en la computadora del Servicio Secreto no quería imaginar lo que sería capaz de hacer de tener alguno de mis teléfonos con conexión a Internet a su alcance. Nada que incluyera tecnología avanzada era seguro en esta ocasión, por eso era mejor si todo estaba desconectado y desarmado completamente. Por lo que yo sabía, todavía no se podía acceder a un dispositivo si este no tenía su batería y su respectivo chip.

El tiempo pasó rápido mientras leía mi libreto una y otra vez, memorizando las palabras de Antígona. Era una pieza con un tono demasiado trágico ya que desde el primer instante el Prólogo anunciaba la muerte de todos, uno por uno. Anouilh había decidido que la muerte estuviera presente siempre, jugando con sus víctimas hasta el momento de tomar sus vidas. Y a pesar de cómo era presentado el personaje de Antígona, era admirable la rebeldía y valentía con que ella se enfrentaba al poder para hacer lo que consideraba correcto. Ella supo ir contra la única familia que le quedaba, dejar a su amor, abandonar los sueños de un futuro feliz, y todo para hacer lo correcto.

Por tan solo un instante, recordé las palabras de Lionel la noche que nos habíamos visto y supo que la próxima vez estaría actuando una tragedia griega. Nada más que una ingenua chica que creía poder cambiar el destino. Pero Antígona no era ingenua, sabía a lo que se enfrentaba y sabía que tendría que pagar por su justa acción. No le importaba la sangre que debería derramar por eso, ni a quién o qué tendría que enfrentarse. Antígona no era ingenua o tonta, era valiente y tan solo deseaba la justicia debida. Y debía lograr que el público viera de ese modo al personaje y no como a una estúpida chica que lo abandonó todo y la mataron por romper una tonta ley sabiendo que pagaría con su vida aquello.

Necesitaba que los demás la vieran como era debido, no como Lionel quería. Porque era de ese mismo modo que él veía a los agentes, y así se había corrupto. Él no era capaz de ver la valentía de Antígona ni de reconocer su nobleza, él simplemente vio a una miserable chica que creyó demasiado idiota por las decisiones que tomó. Y Lionel, a su vez, era como Edipo. Del mismo modo que Edipo hizo exactamente todo lo que no debía al huir tras la advertencia del oráculo y de ese modo forzó su destino predicho a suceder Lionel había hecho lo mismo al irme a ver para advertirme de su persona. Si no lo hubiera hecho, yo no hubiera aceptado trabajar para los hombres de traje. Yo era una amenaza para él, y si no lo hubiera conocido posiblemente no desearía hacer lo posible por detenerlo.

Suspiré, sabiendo que yo no era la primera que deseaba aquello ni lo intentaba. ¿Cuántas posibilidades tenía? Él mismo me había advertido que no lo intentara, que no quería terminar como mi padre. No me había olvidado de la conclusión a la que había llegado luego de saber la historia tras el hombre que me había rechazado como su hija para protegerme, y ahora que estaba de camino a tratar con uno de los muchos hijos de Lionel tan solo podía pensar en lo más difícil que sería tratar con el siguiente.

El tren llegó a la hora prevista y una vez en Oxford tomé rápidamente el bus correspondiente. Comprobé la dirección escrita en mi cuaderno de notas cuando estuve frente a la casa que debía ser la correcta. Se trataba de una pintoresca construcción, similar a las que estaban cerca de Baker Street en Londres. La fachada relucía de blanco, la pequeña baranda de hierro antiguo que acompañaba las pequeñas escaleras que llevaban a la puerta principal estaba bien tratada y conservada, incluso había flores en las ventanas superiores.

Respiré profundamente, confiando en la dirección que me había dado Mik, y me dirigí a la puerta principal para llamar. Escuché el timbre, seguido de unos fuertes gritos y pasos que se acercaron. Un joven abrió la puerta segundos después. Alto, cabello corto y castaño, y vestido simplemente con unos jeans que le colgaban de sus caderas, una camiseta blanca demasiado ajustada para mostrar sus abdominales y una chaqueta de cuero. Me miró a través de sus oscuros Ray-ban aviadores y le sostuve con firmeza la mirada, aferrándome a mis siete centímetros extras de autoestima gracias a mis zapatos. Él sonrió al cabo de un instante, un cigarrillo aún apagado entre sus labios.

—No es bueno interrumpir a un hombre cuando está por encender su cigarrillo —dijo él y se quitó sus lentes—. Pero eres una buena razón. ¿Qué quieres, linda?

—Principalmente, que tengas más cuidado con cómo me llamas —dije y aquello tan solo pareció aumentar su sonrisa—. Busco a Byte.

—Es una lástima —dijo él—. No sé por qué ese ratón de computadora podría recibir visitas de alguien como tú. ¿Quieres un cigarrillo?

—Quiero que me lleves con él. ¿Eres su hermano?

—Algo así —dijo él y se hizo a un lado para dejarme pasar—. ¿Puedo saber qué clase de asunto tienes con Byte? Él no suele recibir visitas, mucho menos chicas, mucho menos una chica como tú.

—Me mandó un amigo —dije al entrar y él se detuvo y levantó ambas cejas al mirarme sobre su hombro.

—¿Un amigo? —repitió con sorpresa.

—Más bien creo que un enemigo de uno de esos juegos de rol online, no sé cómo funciona el mundo geek —dije y el joven sonrió.

—Te comprendo perfectamente. No sé cómo sea tu amigo, pero te puedo asegurar que Byte es mucho peor.

El joven me guiñó un ojo y luego me guió por un oscuro pasillo después de la sala de estar. Lo había comprendido al instante. Mik no levantaba la vista de su ordenador portátil, no podía esperar nada mejor de parte de Byte. Observé al joven delante de mí, intentando encontrar algo familiar en él. Quizás su absoluta seguridad como si fuera el amo del juego, o su sonrisa fácil y engreída. Por un momento me pregunté cuál sería su especialidad, a qué se dedicaría, ya que cada integrante de aquella familia y que participara del negocio familiar había sido escogido cuidadosamente por Lionel por destacarse en algún aspecto.

—¿Será rápido? —preguntó el joven.

—Supongo que él lo decidirá —dije y asintió.

—Sí, conozco esa situación. ¿Piensas darme un nombre?

—No —dije simplemente.

—¿Cómo se supone que luego te invite a salir si no puedo saber tu nombre? —preguntó él.

—No lo harás —respondí—. Intento no volver a involucrarme con chicos malos.

Se detuvo y abrió una puerta que llevaba a un dormitorio totalmente iluminado por la luz exterior. Todo estaba en perfecto orden, cada objeto sobre las estanterías ordenado por tamaño y cada pequeña caja de dvd's ordenada por año y alfabéticamente. Alguien sufría claramente de un trastorno obsesivo-compulsivo o peor. Ni siquiera mi casa estaba tan impecable y eso que mamá limpiaba hasta dejar brillante todo cuando realmente estaba furiosa y necesitaba desquitarse con algo. Intenté entrar pero el joven me tomó por el codo y me detuvo justo junto a él. Me quedé quieta ante los malos recuerdos, preparándome para reaccionar y atacarlo si era necesario pero él no hizo nada.

—La apariencia no lo es todo, al contrario de lo que crees no soy malo o de lo contrario no hubieras pasado de la puerta principal —susurró con sus labios pegados a mi oído—. Y solo para que lo tengas en cuenta, suelo obtener lo que deseo. Otra vez será.

Él me soltó y luego desapareció en el pasillo por el que habíamos venido. Era oficial, esa familia debía tener algo, culpa de los genes paternos. No era posible sino que lograran ponerme los pelos de punta, y lo más terrorífico era que aquella vez había sido tanto en el malo como en el buen sentido. Mandé al diablo aquel momento que jamás debió haber sucedido y cerré la puerta. En un primer instante creí que el dormitorio estaba vacío, todo ordenado perfectamente, la cama pulcramente hecha, pero entonces constaté que no era así.

En un rincón, rodeado por tres grandes pantallas de alta definición y un equipo de la más alta y avanzada tecnología, había una silla demasiado grande y acolchonada como para que se pudiera distinguir al escuálido chico que estaba en ella. Me acerqué con cuidado, examinándolo a cada paso. Él pareció ignorarme totalmente. Sus ojos estaban bien abiertos, fijos en la pantalla donde jugaba sin descanso un MMORPG, ni siquiera miraba las manos que se movían sobre el mouse y el teclado con una habilidad increíble.

Era demasiado delgado y pequeño, aún conservando el rostro de un niño más que el de un adolescente, y parecía como si la silla se lo estuviera tragando de tan diminuto que resultaba en ella. Perfecto, y este genio de catorce años (¡Con suerte!) había hackeado la computadora principal del Servicio Secreto. Nadie jamás me lo creería. Había oscuro arcos debajo de sus ojos celestes, productos de una noche en vela por quedarse jugando sin descanso, y su cabello tan negro como la tinta también estaba despeinado pero de algún modo su ropa estaba impecable y en perfecto estado. Sus rojos labios estaban ligeramente abiertos (como si se necesitase algo más para notar su abstracción absoluta) y los auriculares lo aislaban del resto del mundo.

—Byte —dije.

Él no respondió, lo cual fue bastante frustrante y molesto. La gente no tendía a ignorarme, al menos no la mayoría a menos que fuera mamá que no dejaba de trabajar o los hombres de traje que aún me consideraban un potencial peligro. Chasquee los dedos delante de su rostro para llamar su atención. Nada.

—¡Byte! —grité y le arranqué los auriculares.

Por un instante temí al recordar la advertencia de su hermano sobre cómo Byte era inofensivo físicamente por completo mientras no se le hiciera nada a su computadora. Pero no la había atacado directamente. ¿O sí? El chico suspiró y puso el juego en pausa, tomando con una paciencia que no era de su edad los auriculares de mi mano y acomodándolos prolijamente alrededor de su cuello. Solo entonces me miró, su expresión siendo completamente de paz y serenidad como si estuviera acostumbrado a ser arrancado de ese modo de su mundo virtual.

—Emma Bright, no creí que tendría el honor de conocerte de este modo —dijo él—. Soy Byte.

—Lo sé.

—Lo sospechaba. ¿Cómo vas con Antígona de Anouilh? ¿Ya has terminado tu misión en Italia?

—¿Lo sabes todo? —pregunté decidida a no mostrar mi sorpresa y él me sonrió como si pudiera verla.

—Si, todo lo que esté al alcance de la informática está a mi alcance —dijo Byte.

—¿Y por qué el interés en mí? —pregunté y él se encogió de hombros.

—¿Por qué no? Eres un caso curioso, una chica que hasta hacía unos meses no tenía la menor idea de nada y de un momento para otro pasa a trabajar para los hombres de traje —respondió Byte—. Además, me gusta estar al tanto de información conveniente. Pero puedes estarte tranquila, sé lo que temes y no es así. Juego por mi cuenta.

—Puedo verlo —dije y él suspiró.

—En serio. No me interesa el negocio familiar a pesar de estar metido en eso y no me interesa poseerte como al resto de mi familia. Mientras no me molestes por mí haz lo que quieras, poco me importa. Por otra parte, no debería sorprenderme que me hayas encontrado y estés aquí pero es realmente admirable. Lo admito, mi familia tiene razón, tienes mucho talento. ¿Cómo me encontraste?

—Tengo mis trucos.

—No hay modo.

—Al parecer sí lo hay, sino no estaría aquí.

—Impresionante. ¿Entonces qué haces aquí?

—Estoy buscando a tu hermano y estoy bastante segura que tú sabes dónde puedo encontrarlo —dije.

—Tengo muchos hermanos —dijo Byte girándose para volver a concentrarse en la pantalla. Contuve una maldición, el maldito me haría decir explícitamente lo que quería y mencionarlo.

—Estoy buscando a Jack.

—¿Y qué te hace pensar que yo te diré dónde está? —preguntó Byte sin mirarme—. ¿Sabes que no tienes derecho a reclamarme tal información?

—Sabes dónde se encuentra ahora.

—Sí, pero no te diré, y tampoco puedes obligarme —dijo él con aburrimiento mientras retomaba su juego—. Tú le dijiste que no lo querías volver a ver. Existe cierta regla entre hermanos, no sé si estás al tanto, pero simplemente no te diré dónde encontrarlo. Fuiste mala con él.

—Yo le advertí que nunca duraba mucho con alguien.

—No. Una cosa es decirle a alguien que no lo quieres ver más, otra cosa es ser cruel para deshacerte de esa persona y eso es exactamente lo que tú hiciste —dijo Byte—. Desde que tengo memoria Jack nunca confió en nadie, siempre fue demasiado solitario, siempre perdiéndose a sí mismo con sus propios juegos para protegerse de los demás. Cuando te conoció, creyó finalmente haber encontrado a alguien que no se burlaría de él, que podía comprender lo que era la pérdida también, que podía aceptarlo tal como era. Él confió en ti. Eres la única persona en la que creo que alguna vez confió. Y tan solo le demostraste que cometió un error, que debió haber seguido con su vieja táctica.

—No me importan tus reglas, necesito saber dónde está.

—No te lo diré —dijo Byte girando para mirarme a los ojos—. Porque heriste a mi hermano, a uno de los que es bueno conmigo y no se burla de mí. Lo quiero. Y puedes ser una buena persona supuestamente pero no me gustó lo que le hiciste. No lo he visto mucho desde entonces pero sé que no es el mismo, porque le hiciste lo peor que le puedes hacer a un hombre. Le diste esperanza, para luego arrancársela y pisotearla con tus tacones de ocho centímetros.

—Siete —corregí.

—Lo que sea. Serás una excelente agente, Emma, y una buena persona fuera de esa vida, pero como chica eres una basura —dijo Byte y volvió a girarse para mirar su juego—. Lo siento, no te ayudaré en eso. Creo que realmente lo lastimaste, y eso no está bien.

—No lo estoy buscando yo, Byte, créeme que tengo tan poco interés en verlo como él debe tener —dije—. Se trata de un cliente, otra persona lo está buscando.

—No es mi asunto. Jack solo acepta como clientes a aquellos que pueden encontrarlo y le resultan convenientes.

—No, no es cierto, estás mintiendo. Él acepta las buenas causas también —dije y Byte se giró para verme—. Sabes que tengo razón. Puede tener una orden urgente de arresto por parte del MI6 pero ambos sabemos que él es una buena persona en el fondo a pesar de haber crecido en una familia de criminales y tener un padre como el que ustedes tienen.

—Entonces no es un simple rumor lo que se dice de ti —dijo Byte estrechando los ojos—. Realmente puedes descifrar a las personas con solo mirarlas.

—¿Me dirás dónde encontrarlo o no? —pregunté y él volvió a centrarse en su juego.

—Te mentí, no sé dónde está —respondió Byte—. Él es muy impredecible, no se queda mucho en un lugar y nunca está dos veces allí. No tiene una oficina fija. Ya bastante escurridizo era antes cuando trabajaba para los hombres de traje, pero ahora que además es buscado por estos... No. Ni idea de dónde está.

—Entonces me lo averiguarás ahora mismo.

Él no me dio importancia, como había imaginado que haría. Un grave error. Debió haber sabido que yo no me daba por vencida fácilmente y que siempre, siempre, conseguía lo que quería. Por favor, llevaba años trabajando para Maurice, sabía cómo hacerme escuchar. Y no era una tonta, no había pasado los últimos días planificando en vano lo que haría. Byte, mejor que cualquier otra persona, debió haber estado al tanto de los consejos que me había dado su hermano mientras me lanzaba de pleno en esta vida. Nunca se debía actuar sin un plan, sin considerar cada sencilla alternativa o complicación que pudiera surgir. Jamás se lo admitiría, pero había sido un buen maestro. Ethan podría haberse ocupado de mi entrenamiento físico pero el otro... No sabía tratar con criminales y agentes de no ser por él.

Saqué la cámara instantánea de mi bolso y sin perder mucho tiempo tomé una fotografía de unas de las tres pantallas de Byte. Él se sobresaltó y me miró con horror mientras yo sacudía la fotografía recién impresa y sonreía al ver el contenido aparecer. No perdí tiempo y tomé otra, y una tercera más mientras Byte estaba completamente paralizado y me miraba sin hacer nada. Él sabía que no era una amenaza física de ningún tipo, y también sabía que estaba jodido. No sentí lástima por estar chantajeando a un chico menor que yo, él no era nada inocente.

—Dime dónde está —dije observando las fotografías—. O los hombres de traje verán las pruebas de tus descargas ilegales de música.

—¿Y qué con eso? ¡Todo el mundo lo hace! —exclamó en un intento por salvarse.

—Pero no todo el mundo rompe la seguridad y privacidad del Servicio Secreto —respondí—. Sería una lástima que los encaminara en buen camino para descubrir al hacker. Ellos solo necesitan una excusa para confiscar tus cosas y examinarlas, y todo lo que has hecho no tardará en salir a la luz una vez que tus cosas estén en sus manos.

—Eres terrible —dijo Byte.

—Me han dicho cosas peores —dije simplemente—. Ahora. ¿Colaborarás o pasarás a ser el próximo Al Capone?

Él me miró un segundo más con una mezcla entre la incredulidad y el horror pero cedió. No le quedaba otra opción, no al menos que quisiera que se cumplieran mis palabras. Se empujó lejos de la pantalla de juego para estar frente a otra y abrir un programa. Sus dedos fueron rápidos y ágiles sobre el teclado mientras escribía rápidamente códigos y un mapa mundial ocupaba la pantalla. Él ajustó sus auriculares y entonces escribió un número antes de presionar la tecla enter. Me mantuve en silencio, esperando, las fotografías aún en mi mano.

—No le dirás nada de esto, o no te daré la evidencia —dije calmadamente.

—Eres una bruja —dijo él y casi quise reír por su incapacidad para insultar.

—No me dejaste otra opción, realmente no quiero meterte en problemas —dije y él levantó una mano para callarme.

—Hay tono —dijo sencillamente.

Por un instante, contuve la respiración. Cerré mis manos, concentrándome en la molestia porque hubiera tenido que recurrir a Byte ya que al intentar llamarlo no había conseguido nada. Intenté no pensar en otra cosa o recordar un pasado ya perdido. Estaba molesta con él porque no me hubiera atendido, eso era todo. Observé la pantalla, el mapa se ampliaba cada vez más hasta solo centrarse en la zona de Europa.

—Hola, Jack. ¿Sigues en Alemania? —preguntó Byte, observando atentamente la pantalla mientras hablaba con su interlocutor—. Es una lástima, porque se me había ocurrido una buena forma para que me devolvieras esos varios favores que me debes —Byte sonrió fugazmente—. Ok, me descubriste, tan solo estoy bromeando. Por supuesto que no me debes nada pero había escuchado que un camión con el prototipo del nuevo WoW estaría en Berlín esta semana... Comprendo, mala mía. ¿Crees de todos modos poder conseguirme una copia? Porque realmente estoy desesperado por probar la nueva plataforma y tiene gráficos prometedores.

Byte volvió a sonreír, seguramente al escuchar que su hermano cedía a su petición. Conocía a Jack, y sabía que a pesar que seguramente se estaba quejando sin ganas por la petición de Byte, terminaría por aceptar y decir que vería qué podía hacer para cumplir. Porque él era así, podía mostrarse insensible y desinteresado pero cuando podía hacer algo por alguien que le importaba para complacerlo entonces lo hacía. Era una buena persona en el fondo, tan solo no había crecido rodeado de la gente correcta.

Me pregunté si querría a Byte. Él no era como ninguno de sus otros hermanos que había conocido, aquellos que lo trataban de bastardo y fenómeno por su heterocromía, que habían abusado de él toda su infancia y ahora deseaban matarlo por ser el preferido de su padre. Nunca lo había escuchado hablar mal de Byte. Al contrario, tenía entendido que guardaba contacto seguido con él ya que alguien debía ocuparse de borrar sus huellas informáticas para mantenerlo como un fantasma para el MI6. Y mientras tanto, yo estaba aquí, viendo como el mapa cada vez se ampliaba más sobre Inglaterra para concentrarse en la zona sudeste.

—Eso... —dijo Byte con menos entusiasmo—. Escucha, Brandon anda en casa y no creo que quieras a sus oídos en el asunto. Puedo decir que el caso Ligeia dio un giro brusco e inesperado —él suspiró—. No es algo que te pueda especificar exactamente ahora. Es... Sí, exactamente. No tengo mucho tiempo. ¿Podemos seguir esta conversación más tarde cuando Brandon salga a comprar cigarrillos? Y hazme un favor y anda con cuidado en lo que andas metido, no eres el único tras esos pasos. Adiós, hermano.

Byte colgó y suspiró pesadamente. Parecía preocupado, casi como si supiera que su hermano no le daría importancia a su advertencia y seguiría en lo suyo de todos modos. Era extraño ver, finalmente, a alguien que se preocupara por él. Me fijé en la pantalla, había un punto rojo; una dirección y un número aparecían sobre él. Tenía su localización exacta. Sabía que Byte no había hablado por mi presencia, y solo por un instante me pregunté qué clase de negocios se traerían entre manos antes de dejarlo de lado. No era mi asunto, no debería importarme.

—Cambridge —dijo Byte dándose vuelta para mirarme—. ¿Estás contenta?

—Sí —dije simplemente.

Le entregué las fotografías y él las cogió sin mirarme una segunda vez. Antes de partir, me apresuré a fijarme en el modelo de su ordenador. Un trato era un trato, ahora solo faltaba hablar con Mik y luego vendría la parte difícil. Tendría que ir a ver a Jack.

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