Plenilunio (versión revisada)

By Pattmaguina

5.2K 947 255

VERSIÓN REVISADA (y con ilustraciones :D) Por un error que escapa de todo pronóstico, Dala encuentra por azar... More

Mensajillo de rigor
1. El portal de la luna llena
2. Una falla porcentual
3. Hielo delgado
4. R5T12
5. Orbe
6. Creador
7. El concurso de las misiones
8. Lluvia de inmundicias
9. Cubos y cubos
10. El macaco del lameculos
11. Respuestas y sonrisas
12. Leyendas
13. El plan trazado
14. Quien eres
15. Casi normal
16. Vínculos
17. Distante
18. Un propósito
19. Universo personal
20. ¿Acaso no es evidente?
21. Desplantes
22. Algo insultante
23. Su nombre
24. La convocatoria cerrada
25. La consigna de los elegidos
26. Tardes de instrucción
27. Una orden cruel
28. La voz detrás del umbral
29. Necedad
30. Amonestación
31. Separaciones
32. Contratiempos
33. Un pasado ensombrecido
35. La pieza clave
36. Refugio bajo la lluvia
37. Interrogatorio
38. Contradicciones
39. Mensaje susurrante
40. Promesa
41. Bajo la luz eterna
42. Sin importar el desenlace
43. Acuerdo inusitado
44. Represalias
45. Sin precedentes
46. Debacle
47. Que así sea
48. Colosos
49. La nueva encomienda
50. Devenires
51. Epílogo: Cada latido
Escenas post-créditos

34. Misión especial

62 13 2
By Pattmaguina

De la populosa variedad de experiencias que viví en los siguientes meses, hubo tres emociones que resaltaron por su recurrencia. Frustración, contento y una incógnita creciente. Las tres conviviendo en aquel largo término.

La frustración vino definitivamente de la mano de la división de Ditro.

Recordé las habladurías que se divulgaban sobre Ovack cuando era una recién llegada a Orbe. Y pues, un día en la división de Ditro me hicieron reafirmar que tales chismes eran demasiado injustos. Había una diferencia en la manera cómo Ovack y Ditro dirigían a sus subordinados. Una diferencia abismal como la del cielo y el infierno. Me percaté de ello desde el primer momento en que llegué a la oficina de la división.

Los miembros de la R3M09 eran más numerosos. Eran alrededor de trece personas entre creadores, lectores y otro personal de apoyo. Pero el ambiente que se respiraba allí era el de una innegable competitividad, a pesar de que todos eran compañeros. No había amistades, sino una falsa cordialidad, pues al final de mes, como un buen dictador, Ditro elegía a algunos para que lo acompañaran en las misiones a la Noche Eterna. Y no tenía ningún inconveniente en dejar en claro que aquellos puestos debían ganarse. Así que todo el mundo se peleaba para ser solícitos con su líder de división. Si se presentaba la oportunidad, señalaban los errores de sus otros compañeros, para quedar mejor. Era una tónica hostil e incómoda, pero así era como funcionaba y nadie lo cuestionaba.

Conforme transcurrían las semanas, me quedó claro que allí no podría hacer ningún amigo. Ni siquiera con aquellos relegados y disconformes, pues ellos temían relacionarse conmigo y convertirse también en blancos de las represalias de Ditro. Y sobre eso, aquello fue inevitable.

Ditro conocía mis habilidades como creadora, sabía que había desempeñado un papel aceptable en las misiones que había llevado a cabo. Pero aun así se mantuvo firme en su decisión de mantenerme ni siquiera como reserva, sino como personal de limpieza, entre otros. No fue secreto para nadie que ese trato se debía a la repulsión que le inspiraba mi anterior líder de división. Una clarísima venganza indirecta.

De manera curiosa, prácticamente se olvidaba de mí en la oficina, ocupado en sus quehaceres normales. Solo me sometía a lo usual, mandándome que sirviera café, comprara hamburguesas o limpiara los desperdicios. Pero parecía recordarme cuando nuestros caminos se cruzaban en el complejo de la empresa con la división de Ovack. Entonces, de pronto se le iluminaba la mente con órdenes diversas que profería siempre en voz alta. Como que me encargue de cambiar los rollos de papel higiénico de los servicios de la oficina o vaya a trapear sus pisos con un desinfectante de olor a limón.

El sujeto era un desquiciado, el paradigma de abusón y líder negativo. Fue un gran suplicio para mí ver pasar mes tras mes los continuos concursos de misiones mientras mi deuda disminuía a la velocidad con la crece el pasto. Pero lo único que podía hacer era esperar que un buen día se aburriera y me diera una oportunidad. Solo necesitaba una para demostrar que podía serle útil. Así los dos ganábamos.

Paralelamente, sin embargo, aquel tiempo también estuvo iluminado por un aura de placentera cotidianidad. Y no por parte de mi vida en casa o en la escuela, sino por las tardes que compartía con Ovack.

En la empresa, Ulina, Sétian y Aluz solo podían componer una lejana expresión de lástima e impotencia ante el trato de Ditro cuando coincidíamos por los pasillos. Pero con Ovack era diferente. Era como si no nos conociéramos, ni siquiera nos saludábamos, y la verdad, agradecía que fuera así, pues Ditro estaba esperando ese tipo de reacción para ensañarse más conmigo. Sin embargo, todo era distinto cuando estábamos solos.

Aquellas reuniones se sentían como encuentros secretos pues ninguno de los dos lo comentábamos con nadie más y, sin embargo, sabía que ambos los esperábamos. Como dos amigos que buscaban descanso y compañía luego sus extenuantes ocupaciones. Aunque por momentos... breves y contados momentos, sentía que era más que eso.

Nos reuníamos en su apartamento, a veces para practicar ejercicios de creación allí, otras para almorzar juntos, y otras para viajar a cualquier parte del mundo.

Cuando hacíamos lo último, era para pasar tardes de combates de creación. Era, la verdad, entretenido y vigorizante. Eran momentos divertidos para él, porque en general, Ovack disfrutaba practicando y enseñando la creación. Pero también me di cuenta de algo sobre mí misma.

Lo pude constatar de manera contundente un día mientras estábamos enzarzados en un enfrentamiento. El cielo azul sobre nosotros y una superficie de espejo de un lago bajo nuestros pies. Ovack seguía repeliendo mis ataques con una facilidad elástica, mientras giraba, subía, bajaba, creaba escudos... pero había detectado un leve patrón en sus movimientos. Un breve espacio de un segundo en donde me pareció, podía invadir su defensa. No lo pensé, y me mandé hacia ello.

Repelí su ataque con una voltereta de ciento ochenta grados impulsada por mi placa flotante, y en ese instante, vi la apertura. Pude haberlo atacado sin miramientos para derribarlo, pero me decidí a abalanzarme directamente hasta estar a menos de un metro de él.

—¡Mira! ¡Te sorprendíiiiiiiiiii...!

Tuve un registro de un microsegundo de su rostro congelado en un repentino pasmo y lo siguiente que supe a continuación fue que había sido arrojada cual proyectil, como si un gigante me hubiera dado un manotazo y hubiera salido disparada haciendo una curva por los aires. A pesar del aturdimiento, me recompuse de inmediato para estabilizarme antes de estrellarme con la extensión lacustre acuosa y generé una nueva creación que me llevara de regreso al conflicto.

Pero Ovack me estaba alcanzado para cerciorarse que estuviera bien. Fue entonces que comprendí que el ataque defensivo que me había propinado, había sido involuntario. Simplemente, lo había cogido desprevenido así que actuó por reflejo y me mandó a volar.

De una manera extraña, aquel fue un cumplido para mí. Si había llegado el momento en que él tenía que tomarme en serio en un enfrentamiento, entonces era un signo irrefutable de que me estaba volviendo ducha en esto. Era como la natación, me estaba sintiendo como un pez en el agua en esta materia. Solo que este era un deporte con más posibilidades.

Estuve bastante animada por mis avances. E incluso había algo en lo que era mejor que Ovack. En las prácticas vespertinas en su apartamento habíamos empezado con su materia menos favorita: la creación artística. La cual consistía en crear objetos que contuvieran algún diseño, dibujo o figura. Básicamente el creador debía dibujarlas en su mente y la calidad de la réplica era tan buena como las dotes artísticas del creador.

Así, estuve practicando falsificaciones de billetes, pinturas como La Gioconda, o portadas de mangas y comics. Las primeras no eran tan buenas, pero mejoré conforme fui practicando. Ovack, en cambio, solo hizo un ejemplo al principio. Materializó un juego de casinos. Diseños geométricos, en blanco y negro. Pero no se atrevió a más.

Y cuando insistí en que hiciera algo más complicado, advertí que él era reticente en ahondar en este rubro porque tenía las aptitudes artísticas de un niño de cinco años con el más raro de los daltonismos. Las líneas sueltas le salían chuecas y repasadas, y ni hablar de los colores. Se había acostumbrado tanto a utilizar el negro en sus creaciones que encontraba complicado producir color. Sus amarillos salían mostazas, sus rojos salían ocres, aunque sus azules al menos sí eran azules. Azules marinos.

Él no era de los que envidiaban los logros de otros, sino que los celebraba. Una celebración silenciosa, por supuesto. Así fue con mi aprendizaje en la creación artística. Tuve la sensación de que estaba calladamente orgulloso de mis avances. Y sucedió lo mismo cuando logré materializar una creación con vida propia... O como él decía, con una programación.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

Su expresión era la usual, pero detecté que bajo su semblante estaba caminando un pensamiento mientras observábamos a mi creación. Un pequeño árbol metálico que se bamboleaba de un lado a otro, bailando al son de un soundtrack que estaba reproduciendo mediante mi celular. Como el pequeño Groot.

Por un instante, Ovack pareció no querer compartir lo que pensaba. Pero luego, cambió de idea.

—Será una lástima que dejes de ser una creadora —dijo por fin—. Tienes un talento inusual.

Dejar de ser creadora... Sabía que eso sucedería en un futuro. Pero por cómo iban las cosas, ese futuro se veía aún lejanísimo, así que aún no exploraba cómo me sentiría esa situación.

—¿Inusual como el tuyo? —inquirí con ironía. Él me observó en silencio por un momento.

—En cierta forma, más inusual que el mío —dijo, y pareció dudar antes de decirme lo siguiente—: Los... miembros de mi familia nacemos con un talento innato. Aunque es algo un poco más complejo que eso. Tenemos una ayuda adicional que los demás creadores no tienen.

—¿Una ayuda adicional?

Ovack extendió su mano y la posó al lado de mi arbolito bailador y creó una imitación perfecta del mismo pero en una versión totalmente negra. Y su pequeña creación empezó a danzar como la mía, aunque el mío parecía ejecutar alguna clase de break dance y el suyo era una especie de baile del robot. Era, según entendía, la marca personal de su propia creación.

—Puede traducirse como Memoria dinástica —explicó—. Todo lo que mis antepasados han aprendido, sus errores y aciertos a la hora de practicar la creación. Incluso lo que estoy aprendiendo yo ahora mismo se transferirá como un reflejo a la memoria de mis descendientes. Por eso nosotros tenemos una claridad especial a la hora de aprender y practicar la creación. Comprendemos más rápido, asimilamos con eficiencia, nuestras mentes están predispuestas a rediseñar creaciones que nuestros predecesores han diseñado. Mejorarlas, agregarles o quitarles algo. Es nuestra herencia invisible.

Entonces me miró.

—Lo tuyo es una combinación de esfuerzo y habilidad innata. Y es inusual que hayas llegado a este nivel sin tener lo que yo tengo... Es un caso raro. Pero no es imposible.

—¿Eso es lo que el Creador le concedió a tu familia? —inquirí, a lo que él parpadeó.

—No hay tal cosa como un Creador —sentenció con estoicismo, pero también con una nota definitiva.

Aquel comentario suscitaba la gran incógnita que me había acompañado aquellos meses. Había empezado como un murmullo en mi mente, pero cada día cobraba más fuerza. Esa pregunta continuaba asomándose en mi cabeza cada vez con más insistencia. ¿Qué había detrás del umbral dorado?

Por momentos, traté de olvidar que aquello era un asunto irresoluto, sobre todo porque no podía hacer nada al respecto. Pero las dudas seguían retornando. ¿Acaso había algo para mí detrás de esa puerta del Creador? ¿Por qué había llamado por mi nombre? ¿Cuál era su mensaje? No había manera de saberlo... pero sentía que estaría cometiendo un error si dejaba de prestarle importancia. Simplemente, no podía.

A pesar de que disfrutaba pasar las tardes con Ovack y los dos nos divertíamos, al final todo había resultado como él había querido: no había vuelto a saber nada respecto de su labor encubierta en Orbe. Lax no había vuelto a contactarme y eso reducía, por supuesto, la posibilidad de que pudiera averiguar más del umbral dorado.

Sabía que cada mes la división de Ovack había viajado a la Noche Eterna para cumplir la tarea asignada de turno, y habían sido exitosos en cada una. Pero eso era una fachada, pues intuía que detrás de ella, él no se había quedado quieto, que seguía elucubrando, investigando, descubriendo. Sabía que había estado persiguiendo a Orbe incluso desde antes de convertirse en un agente, sabía que había más personas involucradas en esto además de Aluz y Lax, sabía que ellos conocían secretos de Orbe y sabía también que al más mínimo error, años de investigación oculta serían en vano.

Sin embargo, aquello estaba por ponerse a prueba por un evento que se acaeció en Orbe poco antes de la siguiente luna llena. Mi líder de división, Ditro, nos convocó a todos para un anuncio general.

—Escuchen todos —dijo, sin ningún preámbulo—. En la próxima misión todos los creadores y lectores estarán presentes. Los lineamientos de lo que debemos cumplir nos lo comunicarán ese día. Así que estén listos.

Hubo un revuelo de incomprensión entre los que no habían sido elegidos para una misión en meses, entre ellos yo. Hasta que uno de ellos se atrevió a preguntar.

—¿Yo también estoy incluido, señor?

—Sí, tú también —respondió Ditro, desganado.

—¿Y yo? —me aventuré a preguntar.

—Tú también, macaco. Agradece esta oportunidad y no lo arruines.

Lo dijo como si le costara admitirlo, y en verdad había sido así. Se trataba de una misión especial. Más tarde supe que Orbe había elegido a ciertas divisiones para que compartieran una tarea en particular cuando viajáramos a la Noche Eterna. Estas cinco divisiones seleccionadas eran las que habían logrado colocarse en un rango respetable de eficiencia y alta probabilidad de éxito. Entre las elegidas se encontraban la de Ditro y la de Ovack.

Pero el requisito indispensable para aceptar esta tarea era que las divisiones debían utilizar a todo su personal que poseyera cualquier habilidad especial. Es decir, debían asistir todos los creadores y lectores. Ditro no tenía alternativa.

Supe desde el principio que esto iba a ser importante. Era el milagro que estaba esperando y no iba a desaprovecharlo.

Pero había algo con esta misión. Entre los agentes empezaron a rumorear que Orbe había armado una maniobra parecida años atrás, para un evento orquestado en la Noche Eterna. Una misión que requería de la participación conjunta de diferentes divisiones.

—Es cierto —me confirmó Ovack cuando se lo pregunté durante el descanso de uno de nuestros entrenamientos—. Hace años, Orbe organizó una operación coordinada entre varias divisiones. Fue para escoltar a un socio.

—¿Un socio de Orbe? —inquirí, un tanto impresionada.

Entre los agentes se hablaba tanto de ellos, y sin embargo, estos eran como figuras lejanas y esquivas, casi fantasiosas, pero siempre temibles. Mi único encuentro con una de ellos, Krefala, me había significado consecuencias que aún estaba sufriendo. Y me había dejado la lección de que el roce con un socio de Orbe nunca terminaba bien.

—¿Y para qué fue esa misión? —pregunté.

—Yo aún no pertenecía a la empresa en ese entonces —dijo. Y sin embargo, sentí que no me estaba diciendo todo. Supe que por más que se lo preguntara no iba a agregar nada.

Seguí entrenando con Ovack para estar preparada para cualquier eventualidad que pudiera suceder en aquella travesía. Y mis sospechas de que él sabía algo más de esta misión se cristalizaron un día antes de la luna llena.

Fue precisamente justo antes de que me marchara de su apartamento. La tableta estaba en sus manos para generar mi portal de regreso a casa.

—Dala —me dijo él, titubeó un momento y luego continuó—: Si surge un peligro no previsto mañana, solo procura buscar el portal de regreso. No mires atrás.

—¿Qué va a suceder? ¿Qué es lo que sabes?

Él no mostró ninguna emoción en particular ante mis preguntas.

—Ditro es de los que está dispuesto a sacrificar a sus propios subordinados —continuó él, con su usual voz monótona—. Así que prioriza tu propia seguridad. Ve hacia el portal de regreso incluso si contravienes sus órdenes.

—Eso último me encantará —comenté, entretenida.

—Asegúrate de hacerlo, Dala —insistió él, serio—. ¿Está bien?

Aquella tesitura levantó todas mis alarmas, y solo asentí bamboleando mi cabeza de arriba abajo. Él no dijo más.

¿Qué era lo que él sabía? ¿Qué iba a ocurrir en esa misión? ¿Tenía que ver con su labor de espía? ¿Era porque iba a participar uno de los socios de Orbe? ¿Acaso iba a haber un enfrentamiento? ¿Acaso Ovack había advertido a la vigilancia encubierta como la vez anterior?

Solo podía estar segura de que él estaba preocupado por mí, pero caminé con la sombra de esta advertencia hasta el día siguiente.

Desperté temprano. Desayuné con mis padres y me despedí de ellos. Desde hacía meses que sostenía una coartada ante el mundo. Una máscara ante ellos. El pesar de mentirle a quienes amaba era un barullo mental que había aprendido a relegar en un resquicio de mi mente, y aunque me había acostumbrado a él, allí estaba. Pero la ignorancia muchas veces es dicha. Y para ellos solo podía donar mi esfuerzo para simular una falsa normalidad hasta que recuperara la vida de antes. En verdad, había hecho bien en aparentar para ellos. Y en despedirme también.

En la escuela, con Sara, estuvimos comentando el festival que estaba por venir y nos regodeamos del final de unos funestos exámenes. Luego le compartí, con sinceridad para variar, los infructuosos avances de mi relación con Leo, para ella se llamaba aun así. Y luego de ofrecerle una serie de excusas, quedamos en ver una película los días próximos.

Luego iba a recordar cada detalle de ese día, como si incluso los comentarios superfluos hubieran sido importantes. Iba a recordarlos todos.

Llegó el momento en que tuve que volver a portar mi uniforme negro de las misiones y por primera vez, junto con Ditro, nos dirigimos al gran hall de Orbe, donde aguardaban todos los agentes de las diferentes divisiones. A unos metros de mí, atisbé a mis anteriores compañeros, enfilados. Todos listos para aquella misión.

Y el portal que nos llevaría a cumplirla iluminó el auditorio.

Continue Reading

You'll Also Like

4.9K 674 34
La vida está llena de preguntas hasta en ¿cómo llego tal pluma a mi ventana? Y es que cuando el universo tiene un plan para ti, él nunca te dirá un p...
7.7K 3.6K 47
La historia de Susan esta llena de muchos sentimientos y romance, una joven apasionada y enamorada, con mucha inaginacion y sueños. Pero uno de sus s...
135K 16.1K 51
Y si viviéramos en un mundo diferente. En donde sea fácil encontrar un chico con un libro y difícil encontrar una chica con uno. "Oye, ¿estás leyendo...